Es tiempo de ver un documental sobre un diario cooperativo

Es tiempo de ver un documental sobre un diario cooperativo

Se estrena un largometraje sobre el diario cooperativo Tiempo Argentino, que refleja la lucha, la recuperación y la subsistencia de los trabajadores en defensa de su fuente laboral y de la comunicación social.

El proceso de vaciamiento empresarial que se dio entre diciembre de 2015 y abril de 2016 a cargo de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, el ataque de una patota hacia los trabajadores de la redacción del medio, cuando ya empezaba a dar sus primeros pasos como autogestionado, y una pandemia de por medio, fueron las principales adversidades que Tiempo Argentino tuvo que resistir para poder existir.

Este miércoles 26 de abril a las 18:30, en la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, se estrena el documental De la resistencia a la existencia, dirigido por Pablo Lecaros, que girará en torno a esos ejes y que busca contar una historia de lucha y de reconversiones de parte de los trabajadores de un medio que se intentó silenciar pero que así y todo ya lleva más de siete años como cooperativa.

“Es un documental en el que se abre un álbum familiar de un medio, de una cooperativa, donde encontramos historias más que personales, contada por sus trabajadores, por quienes hacen el diario día a día”, afirma Lecaros. De la resistencia a la existencia intenta sintetizar en 90 minutos, de una manera dinámica y sin perder el hilo central de la historia, toda una producción de materiales de archivo, y más de 38 entrevistados que incluye a figuras como Nora Cortiñas, Taty Almeida, Julia Mengolini, Alejandro Bercovich y Víctor Hugo Morales.

“Es una historia de un montón de personas que decidieron que la lucha era el único camino para poder existir –sostiene Guido Molinari, guionista del documental–. Y de alguna manera también es un gran mensaje hacia lo que significan los medios de comunicación en Argentina. Que no todos los medios de comunicación desinforman, que tampoco tienen que operar en favor de alguien, sino que hay diferentes formas de construir la información. Y creo que el caso de Tiempo Argentino, que ya lleva siete años, que es un medio ya instalado a nivel nacional, es la demostración que a través de la autogestión, a través de su manejo horizontal, se puede construir de otra manera y se puede ser masivo de esa forma”.

Federico Amigo, ex presidente de la cooperativa y hoy secretario, escribió una editorial en el año 2020 titulada “De la resistencia a la existencia”, justamente para contar todo lo que fue atravesando el medio y que una de las cosas que iba a tener que enfrentar era una pandemia y cómo iba a tener que seguir adelante con eso. Ese título, que luego fue elegido para el documental, es una frase con la que dentro de la organización se sienten identificados.

Amigo, en diálogo con ANCCOM, comenta: “‘De la resistencia’ porque nos logramos construir como medio después de haber sufrido un vaciamiento empresarial, desde ese lugar donde lo que teníamos disponible era nuestra fuerza de trabajo, pero no contábamos con recursos económicos para salir adelante, tuvimos que resistir para sostener el medio y sostener las fuentes de trabajo sin mayores elementos. Después vino la recuperación de un medio que si bien nació en 2010 en un modo tradicional con empresarios, se logró reponer a un vaciamiento y convertirse en una cooperativa. Y la existencia también está dada no sólo por el trabajo que pudimos llevar adelante nosotros, por nuestra propia organización y el acompañamiento sindical, sino porque también encontramos una audiencia, un público que nos acompañó durante todo momento, para que Tiempo pudiera llegar a este séptimo aniversario”.

El proceso de vaciamiento sufrido desde diciembre de 2015 hasta abril de 2016, comandado por los dueños del Grupo 23, coincidió con el cambio de gobierno de la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y el inicio del mandato de Mauricio Macri. “En abril de 2016, cuando construimos la cooperativa, había arrancado el macrismo. Allí ya se empezaban a ver un montón de políticas estatales que iban en contra de los propios laburantes, casi que nosotros estrenamos una nueva forma de política con un gobierno que no tiraba centros hacia los trabajadores”, comenta Molinari.

De todas formas, son los mismos trabajadores de Tiempo Argentino los que resaltan que uno de los que lideraba el vaciamiento empresarial era Sergio Szpolski, candidato a intendente de Tigre por el kirchnerismo en el año 2015. Ese proceso de vaciamiento implicó que los trabajadores no cuenten con su salario por varios meses ni con el aguinaldo, pero de trasfondo se comenzaba a generar una unidad de casi 200 compañeros que estaban en la misma situación.

Se inició un reclamo a nivel nacional para poder visibilizar la situación a través de festivales en el Parque Centenario y en los actos del 24 de marzo. Así fue como la cooperativa empezó a caminar con sueldos bajos un 19 de abril del 2016. Sin embargo, a los pocos meses se encontraron con un nuevo obstáculo: “Había un objetivo detrás y era que Tiempo Argentino no exista más”, sostiene Molinari.

“El 4 de julio en una madrugada fría, horrible, lluviosa, una patota de más de 15 personas, comandada por quien era supuestamente el que había comprado el diario, Mariano Martínez Rojas, un empresario que nunca se hizo cargo de nada, quiso echar a los compañeros que estaban durmiendo en la redacción –sigue Molinari–. Ante la falta de respuestas avalada por el Ministerio de Trabajo empezamos una permanencia en la redacción, en custodia de los bienes que estaban ahí. Y no pudieron con los trabajadores y las trabajadoras, porque a nosotros se nos unieron colegas de Clarín, La Nación, Infobae, C5N, y de muchos otros: entre los propios trabajadores no existe la grieta. La grieta es entre los patrones, no entre las personas que laburan”.

Tiempo Argentino logró consolidarse, resistió y se convirtió en una referencia nacional en términos periodísticos. Logró ser el medio autogestivo más grande del país sin dejar de competir con el resto de los medios corporativos, pero ofreciendo una mirada, una cobertura y una línea editorial que no se ve en los medios tradicionales.

Tiempo es un medio de alcance nacional que cubre la agenda masiva con el diferencial de aportar su mirada, sin ataduras económicas ni políticas y con la resistencia al poder concentrado como una de sus banderas –señala Amigo–. Además, logra destacarse del resto de los medios corporativos con las coberturas que reflejan los debates del campo popular, las problemáticas de la clase trabajadora, la defensa de los Derechos Humanos del pasado y el presente así como las políticas públicas en salud y educación, entre otros tantos ejes”.

El documental, que comenzó a realizarse en marzo del 2022, tendrá su avant premiere el miércoles, y luego hará una ruta por sindicatos, medios emblemáticos nacionales y festivales a lo largo y ancho del país. “Es una historia que merece ser contada no solo por el medio de comunicación sino también por esas historias invisibilizadas de un colectivo de trabajadores de nuestro país”, concluye Lecaros.

En la primera semana de junio, en ocasión del Día del Periodista, se proyectará también en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Esa misma jornada, se bautizará a la redacción de ANCCOM con el nombre Viviana Mariño, en homenaje a una de las fundadoras de la Cooperativa Tiempo Argentino y editora de la Agencia de Noticias de Ciencias de la Comunicación, quien falleció el año pasado.

Mujeres cooperativas

Mujeres cooperativas

En la semana de la reivindicación de los derechos de la mujer, tres trabajadoras cuentan su experiencia en otro modelo de organización económica. Relatan cómo se unieron para enfrentar las dificultades del mercado laboral, para recuperar una fábrica u organizarse para cuidar a sus compañeras.

En la semana en la que se conmemora la lucha de las mujeres trabajadoras por igualdad de derechos, que tuvo origen con las trabajadoras textiles de las fábricas de Chicago, ANCCOM conversó con mujeres que llevan adelante asociaciones y cooperativas de trabajo para demostrar que otra economía es posible. De Berazategui y como parte de la Comisión Directiva de Safra, habló Graciela Avalos; desde el valle de Uco, lo hizo Francisca Agüero, integrante de Mujeres de la Viña y María Ramallo, integrante de la cooperativa Ave Fenix de la economía social y popular, se pronunció desde Ezeiza.

Graciela forma parte de Safra, una cooperativa de Berazategui que fabrica caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas. Tuvo origen en 2010, cuando los trabajadoras y trabajadores decidieron recuperar y autogestionar la empresa que estaba en vías de extinción. “La idea de formar una cooperativa surgió por necesidad. Antes de llevarla a la quiebra comenzaron a hacer un desgaste y muchos se fueron buscando otros horizontes y los pocos que quedamos dijimos que teníamos que hacer algo: o formábamos una cooperativa o cerrábamos y nos íbamos. Ni siquiera hizo falta tomar la empresa porque hicieron abandono del lugar”.

El espíritu de resistencia no sólo lo tenían los trabajadores y trabajadoras, sino que contaron con el apoyo de los vecinos de la fábrica, quienes les avisaron cuando empezaron a llevarse las máquinas del lugar, por lo que tuvieron que empezar a dejar guardias todo el día: “La mayoría éramos mujeres y de noche una mujer sola en el lugar era más peligroso. Durante todo el día íbamos las mujeres, con los chicos y a la noche se quedaban los varones”.

Graciela trabajaba en la empresa como personal de maestranza y dice que eso la ayudó y le sirvió porque escuchaba muchas cosas que nunca pensó que en algún momento le iban a servir para entender cómo organizar el trabajo, desde la producción hasta la venta. Cuando surgió la idea de la cooperativa nadie sabía nada de cooperativismo: «Para mí conformarla fue un mundo aparte, había escuchado de empresas recuperadas por sus trabajadores, pero no sabía bien lo que había que hacer. Un día estuvimos ahí y dijimos: ´¿Seguimos luchando por esto o cada uno se va a su casa y ve su rumbo?´ Había muchas chicas jefas de familia con hijos que su única entrada era esa. Fuimos aprendiendo con muchas ganas. Fue difícil aprender, pero tuvimos gente que nos ayudó, de la UOM y del INAES, por ejemplo». 

Graciela plantea que recuperar la empresa le dio otro valor al trabajo en cooperativa: «Lo único que tenés es la necesidad de sostener un trabajo y las ganas de trabajar». Graciela también menciona la diferencia que hay entre el mercado laboral formal y el cooperativismo: «Acá lo que entra, se reparte para todos igual, no hay empleados. La otra diferencia es que cuando pasamos por momentos difíciles en lo que estás en la disyuntiva de cerrar o no, en ningún momento se piensa que vamos a sacar a cinco o diez para salvar a unos pocos, en la cooperativa se salvan todos o ninguno.» Y también la ve en el rol que las mujeres tienen en Safra: «Cuando estaba el anterior dueño llegó un momento en el que quería echar a las mujeres porque decía que faltaban porque se embarazaban, o porque siempre tenían problemas con los hijos y echó a bastantes chicas. Éramos más mujeres porque el trabajo es muy manual y las mujeres tenemos más habilidad con las manos. Los varones estaban en lugares donde tenían que hacer tareas de fuerza». Graciela destaca que hoy en la cooperativa trabajan todos igual: “Todos a la par, siempre cuidando el respeto entre todos porque somos todos iguales, todos tenemos que saber hacer todo. Tenemos muchos proyectos a futuro, queremos ampliarnos, pero también queremos que el consumidor tenga la posibilidad de elegir”.

Mujeres de la Viña es una asociación productoras conformada por 23 trabajadoras. Estas mujeres eran dueñas de tierras en el Valle de Uco (Mendoza) donde se producían uvas de alta calidad que, en su mayoría, eran comercializadas a bodegas extranjeras.

Federica Agüero, técnica de los centros de desarrollo vitícola del INTA quien trabajó en articulación institucional con la Coviar (Corporación Vitivinícola Argentina), contó que se conformaron en 2018 como una asociación que trabaja con espíritu cooperativo. En ese año, las uvas no tenían buen valor y estaban teniendo inconvenientes para venderlas y colocarlas en la zona, dominada por bodegas extranjeras que compran a los pequeños productores para sus vinos de alta gama. «Ese año las bodegas estaban con stock de vino y era un problema que tenían en común las mujeres».

Federica trabajaba dando asesoramiento y apoyo técnico en la zona: «Me di cuenta que había muchas mujeres dueñas de sus unidades productivas que les costaba mucho insertarse en el mercado y ser visibilizadas en el sector vitivinícola. Las empezamos a visitar con más frecuencia y se unieron, en especial a las que eran mujeres porque los hombres, como es una actividad masculinizada, se apoyaban con el precio de la uva, se prestaban maquinaria y con las mujeres no sucedía eso». 

Ese año el problema era la venta de la uva y surgió la propuesta de hacer un vino bajo su propia marca aprovechando que lo que mejor que tenían era la materia prima, ya que sus uvas son de alta calidad. El proyecto fue creciendo de menor a mayor ya que primero fueron seis o siete productoras y después, con el boca en boca se fueron invitando a otras productoras. Agüero comentó que al principio les costó porque costaba que ellas encontraran su espacio. Pero que la idea era darles un espacio para que pudieran capacitarse en la elaboración de vino y fortalecerse como mujeres empresarias, productoras y que pudieran visibilizar todo lo que estaban haciendo. 

Otro punto en común de estas mujeres era el amor por sus tierras que no querían perder, porque también eran tradiciones de familia. Los viñedos eran tradición masculina e históricamente los trabajaban los hombres. Pero, más allá del arraigo a sus tierras, más allá que las unía la necesidad al momento de vender la uva y elaborar un vino para mejorar la rentabilidad, las experiencias compartidas pasaban por no ser visibilizadas como mujeres productoras, explica Agüero. «Entonces empezaron a trabajar, a charlar, a contar historias y eso las unió y les permitió plantearse objetivos claros y sumar mujeres que estén en la misma situación». Federica las acompañó, escuchó, asesoró y ayudó a buscar capacitaciones. «Mi rol es contar las historias hermosas que tiene cada una. Hoy, en 2023 las veo y es increíble el crecimiento de este grupo, vendiendo su marca a nivel nacional con cuatro líneas de vino. 

En 2018 estaban preocupadas por tratar de levantar la cosecha y tratar de saber cómo negociar el valor de la uva a la bodega, y hoy están trabajando para exportar su línea de vinos, su marca. Por ejemplo, hay mujeres que vendieron toda su vida a bodegas, donde tenían que rogar y negociar el precio. Hoy las llaman porque son conocidas, porque saben que producen su propia marca y porque el bodeguero quiere su uva, entonces hay otro tipo de negociación. No son esas productoras sumisas que vendían la uva con tal de no dejar nada en la planta y levantar la cosecha, hoy están en otra posición».

Agüero destaca que Mujeres de la Viña es un colectivo que está todo el tiempo estudiando, porque ellas aprenden en todos los roles: desde la finca, que empezaron a capacitarse con asesoramiento técnico, después en la elaboración del vino. «Ellas están asesorando y aprendiendo siempre sobre comercialización, comunicación, sobre toda la cadena completa que lleva el vino. El estar constantemente capacitándose, adquiriendo conocimiento también les genera poder. El conocimiento es fundamental en ellas porque algunas son profesionales, otras amas de casa, otras modistas, otras trabajadoras de la educación. El valor más importante que tienen es que se transmiten una a la otra su conocimiento y eso también las empodera y las pone de pie frente a cualquier situación en las que tenga que negociar con una bodega, vinoteca o empresario del vino».

María Ramallo comenzó a trabajar en la cooperativa Ave Fénix de la economía social en 2009 debido a la situación económica que atravesaba el país. «Me llevó a ser parte de una cooperativa el tener que satisfacer una necesidad, participar en la economía social a través de un colectivo, organizado solidariamente y para prestar un servicio a la comunidad».

En el trabajo que realizaban, pudo darse cuenta de la diferencia que se da con el mercado laboral tradicional: «Las cooperativas dan oportunidades no sólo económicas, sino también educativas. Por fuera no tendríamos esas oportunidades, ya que las cooperativas generan los espacios para eso». María dice que las mujeres en las cooperativas tienen herramientas que sirven como una salida económica instantánea, pero también como oportunidad de estudio, ya que son un espacio para organizarse y satisfacer sus necesidades en todos los ámbitos de sus vidas y también en su propia comunidad. 

En 2013, el Ministerio de Desarrollo Social sumó a Argentina Trabaja un nuevo programa que se llamó Ellas Hacen, con el objetivo de otorgar una ayuda económica a madres solteras y a mujeres que hubieran atravesado situaciones de violencia de género. María, además del trabajo en la cooperativa, tuvo la oportunidad de realizar una diplomatura que dictó el organismo y comenzó con otras compañeras un equipo de «operadoras de género». En ese sentido, asegura: «Doy gracias a que las cooperativas me dieron el lugar y así estudié una diplomatura que me abrió muchas puertas». Desde ese año trabajó en la cooperativa y ayudó a decenas de mujeres que recurrían a sus asesorías y acompañamiento por grupos de WhatsApp: «Fue un trabajo que costó pero que al fin pudimos articular con las instituciones del distrito para ayudar y acompañar a las mujeres que estuvieran atravesando diferentes problemáticas. Hoy acompaño a las mujeres en sus denuncias, empezando ese camino al que llamo «la ruta crítica». 

María se jubiló hace dos años, pero no dejó de trabajar y tampoco de luchar por los derechos que faltan conquistar. «Los próximos años los veo difícil con este sistema capitalista. Creo que las cooperativas son clave para generar trabajo, igualdad, equidad; la salida está en la economía popular», asegura.

Graciela, Federica y María son tres de las tantas mujeres que se pusieron en pie ante las adversidades que se les presentaba el mercado laboral. Como reflexiona Federica: «Las mujeres somos así, si nos cierran las puertas nos metemos por la ventana. No hay maneras que nos pongan trabas. Solas sí, y es lo que tratamos de transmitir siempre a otras mujeres productoras o emprendedoras y es que la unión hace la fuerza». 

«¿Qué puedo hacer con 30.000 pesos?»

«¿Qué puedo hacer con 30.000 pesos?»

El sector de la limpieza es uno de los más precarizados del mercado laboral. Sueldos por debajo del salario mínimo, maltratos y un sinfín de derechos vulnerados. La indignante realidad que viven las trabajadoras de una empresa del conurbano bonaerense.

Tania, una ex empleada de limpieza que prefiere resguardar su nombre, cuenta que un día estaba por empezar su jornada laboral en una zona acomodada de San Isidro, hasta que sonó su teléfono. Su hija no había llegado a la escuela, pese a que sí había salido de su casa. Angustiada, Tania le pidió permiso a su empleador para ir a buscarla. La respuesta fue negativa. Más tarde, tras enterarse que su hija estaba bien, la supervisora fue a verla con la falsa suposición de que Tania se había retirado y la retó como si fuera una niña.

Esta historia de maltrato es una de tantas dentro del Grupo ECA, una empresa ubicada en San Isidro, una de las localidades más ricas de la provincia de Buenos Aires. La compañía ofrece servicios y personal de limpieza a clientes corporativos. Dos años atrás, luego de tener problemas con la prestación a Supermercados Coto –que ya no se encuentran dentro de su lista de clientes–, la empresa cambió su nombre de Sislim a ECA. Un detalle que parece insignificante, pero que afectó los aportes de las empleadas que perdieron antigüedad.

“Era un mal servicio, las empleadas no sabían usar las máquinas. Nosotros contratamos a una empresa de limpieza, se supone que ellas tienen que manejarse. No las mandan a trabajar, sino a completar horas. Cuando se manejan así o nos enteramos de malos tratos, lo que se hace es cortar lazos”, explica Hugo, gerente de una de los locales de Coto que trabajó con ECA. 

Otro gerente, pero de la cadena de cines Showcase, cliente actual de la empresa, cuenta que a las empleadas de ECA les pagan mal y las cambian permanentemente de lugar de trabajo. Esa es la normalidad para este rubro, dice. Limpiando en uno de los cines está Eva, vinculada a ECA desde hace dos meses, que afirma estar satisfecha con las condiciones laborales. “Hasta ahora no me han cambiado de sitio, trabajo ocho horas fijas con un franco semanal. Antes trabajaba en una clínica, ahí limpiaba todo un piso y era horrible, aquí estoy bien”. El sueldo de Eva es de 70 mil pesos mensuales. Ella es cabeza de hogar y tiene tres hijos, sin ninguna ayuda del padre de los niños. Y si bien su familia no está debajo de la línea de indigencia (poco menos de 60 mil pesos), sigue estando lejos de superar la de pobreza (125.000 pesos).

Milagros tiene 23 años y es oriunda de Posadas. Allí su familia está conformada por sus padres y siete hermanos más. Terminó el colegio a los 17 años. A los 20, por la necesidad de trabajo, llegó a Buenos Aires junto con su pareja. “Tomar la decisión de viajar fue muy difícil, vine con la ropa puesta y el pasaje. La idea era solo por un tiempo, un año, juntamos plata y nos volvemos, pero en todos lados está muy difícil. Pasó un año, dos, tres y seguimos acá. Extraño mucho mi provincia, cada vez que puedo voy a visitar a mis hermanos”, cuenta.

Durante el año que trabajó para ECA, específicamente en Coto, Milagros recuerda: “Un día te mandaban a Tigre y el otro a Núñez, nunca sabía dónde iba a trabajar”. El paso inmediatamente posterior a la contratación es ir a limpiar, ECA no brinda ninguna capacitación, lo que genera una lógica insatisfacción en el cliente por un mal servicio, y quienes deben soportar las críticas son las empleadas. “En mi primer día, fue el portero del local quien amablemente me enseñó dónde estaban las cosas y medianamente me presentó el lugar. En la empresa me soltaron así, sin más”, relata Milagros. 

Sonia, de 37 años, otra de las exempleadas de ECA que pide reservar su nombre real, se queja del trato de la empresa hacia ellas. Cuando tienen alguna consulta o reclamo, dice, la respuesta es ignorarlas. “Todos se pasan la pelota y no te resuelven nada. Hace poco pregunté si era posible que me adelantaran las vacaciones para enero, por el horario de mis hijos. La supervisora no me respondió así que fui a la oficina, donde me terminaron diciendo que yo no podía ir a exigir cosas y me sacaron de ahí. Yo sólo quería saber si era posible eso”.

Eso sí, cuando se trata de perseguirlas y hostigarlas, el Grupo ECA es muy expeditivo. “La supervisora ve un papel en el suelo y en vez de decirnos que lo levantemos, pone la queja con la empresa y dice que el lugar está todo sucio”, expresa Susana, actual empleada de 36 años.

Un estudio elaborado en 2021 por la Universidad Nacional de Avellaneda y la Red Nacional Intersindical contra la Violencia Laboral da cuenta de la situación general que viven las y los trabajadores. Seis de cada diez han sufrido algún tipo de acoso laboral. La violencia simbólica fue el factor que más menciones tuvo (78 por ciento), seguido de situaciones ligadas a la discriminación (67), y, finalmente, a la violencia sexual (52) y física (35). Sólo tres de cada diez hicieron la denuncia respectiva. La violencia es mayor contra las mujeres y no binaries. El 43,5 por ciento de los varones sufrió violencia, el 65,5 de las mujeres y un 87,6 de no binaries. Las mujeres que sufrieron violencia sexual en espacios de trabajo fueron el 59.5 por ciento.

A esta violencia concreta que atraviesa a todo el sector del trabajo, hay que agregar la económica. Los pagos y la entrega de los insumos son dos aspectos de permanente incertidumbre para las empleadas de ECA: nunca saben ni cuándo van a cobrar, puede ser el 6 o el 15 o el 20 del mes, y a veces se quedan sin los productos de limpieza y no obtienen ninguna respuesta de la supervisora. Helena y Larisa, otras dos empleadas de 21 años ambas, fueron obligadas a firmar un documento, contra su voluntad, bajo la amenaza de despido inmediato y que establece que, si ellas hacen “algo mal”, la empresa tiene el derecho de echarlas sin indemnización. Cualquier día pueden encontrarse sin trabajo.

“De un día para otro te llaman y te cambian el horario de ocho a cuatro horas, a mí me lo hicieron”, dice Larisa. Por su parte, Helena teme que le quieran reducir a cuatro horas. “Si me recortan, también me recortan el salario a una miseria, ¿qué puedo hacer con 30.000 pesos?”, se pregunta. Ella, además, trabaja los fines de semana como moza para llegar a fin de mes. No tiene días libres. Esto no parece afectarla, conserva la esperanza en el futuro y cuenta que quiere seguir una carrera universitaria que le otorgue estabilidad y seguridad.

Al acceder a un recibo de sueldo, advertimos que la remuneración por ocho horas de trabajo es de 49.292 pesos más el adicional por presentismo que alcanza los 10.255 pesos. O sea que técnicamente cobran menos que un salario mínimo, que hoy asciende a poco más de 60 mil pesos. Hay que subrayar que el presentismo, según el propio Ministerio de Trabajo, es un “adicional voluntario que otorga la empresa, al margen del sueldo básico, los pagos a cuenta de futuros aumentos, otros adicionales otorgados voluntariamente por la empresa y de los otros conceptos fijados en el Convenio Colectivo de Trabajo”.

El sueldo de las empleadas de ECA –así como el de millones de trabajadoras– se traduce en dependencia económica de otros familiares y amigos, y en un desamparo estructural. Mientras, la canasta básica no para de aumentar y mes a mes va sumiendo a la mayoría de estas mujeres por debajo de la línea de pobreza, aun siendo empleadas en relación de dependencia.

“Ni siquiera las horas extras se pagan el doble, seguimos aquí porque no conseguimos otra cosa”, remarca Susana, quien, junto con Sonia, siempre están en busca de mejores ofertas laborales, hasta ahora sin suerte, y deben seguir soportando los malos tratos y las vulneraciones de sus derechos sin posibilidades de reclamo y protección. 

El testimonio que faltó en esta nota fue el del Grupo ECA. Pese a las reiteradas consultas, no obtuvimos ninguna respuesta, aún después de visitar sus oficinas en persona. La misma indiferencia que prodiga a sus empleadas.

La cocina del planeta

La cocina del planeta

Manos al Mundo es una cooperativa de mujeres que prepara comidas para trabajadores de otras cooperativas. Nació hace dos años como salida a la incertidumbre económica y cada día crece gracias a la promoción de boca en boca.

“Los medios nos muestran como los planeros y no muestran la parte en la que nosotros estamos trabajando. Ese es el problema -dijo Vanesa sentada en medio de la pequeña cocina de la calle Borges, a dos cuadras del cementerio de Olivos. Y agregó:- Y no lo van a hacer nunca. Van a ir a buscar a esa persona que no sabe nada para que diga cualquier cosa. Pero nosotros tenemos que mostrarle al mundo que sí trabajamos, tenemos que mostrarle a los vecinos que sí se trabaja”. “Porque aparte acá en el barrio el que cobra plan también trabaja”, agregó Carla, mientras removía las cebollas para que no se quemaran. “Claro -asintió Vanesa- y es eso lo que hay que mostrarle a la gente.”

El portón bordó de la entrada con el cartel verde de Manos al Mundo da una colorida bienvenida, acompañada por el aroma a comida casera que desde temprano inunda la cuadra advirtiendo a todo el que pasa que la cocina está abierta y funcionando. 

“Manos al Mundo” es uno más de los emprendimientos que en los últimos años se fue organizando en la economía popular. Ante la incertidumbre económica y la falta de trabajo, la organización de los movimientos populares hicieron posible la creación de nuevas fuentes de trabajo organizadas y solidarias. “Este proyecto comenzó hace dos años -contó Vanessa-. Empezamos en la casa de una compañera, no teníamos este espacio, así que preparábamos todo ahí. Este año ya pudimos conseguir nuestra cocina así que arrancamos acá, y es mucho mejor”. 

Vanesa, Norma, Carla, Inés y Karina trabajan de lunes a viernes en la cocina preparando las viandas para las y los trabajadores del Polo Productivo de la Ex Esma. “Generalmente mandamos entre 80, 90 o 100 viandas, dependiendo el día”, explicó Norma. Barrios de Pie es la organización que lleva adelante ambos emprendimientos y acompaña la creación de cada vez más puestos de trabajo en la economía popular.

“Yo estoy hace un mes”, dijo Karina. “Sí, Karina hace un mes -decía Vanesa mientras señalaba a las compañeras-. Norma e Inés arrancaron en enero de este año, Carla en febrero más o menos y yo estoy hace ya casi dos años”. Norma la interrumpe: “Vanesa, se está quemando”, avisó mientras revolvía el contenido de la olla.

“¿Ya está la cebolla? Apagala entonces -indicó Vanesa y siguió con la descripción:- Todas somos del barrio. Una de enfrente, yo vivo cerca y ella, a la vuelta. Estamos todas cerquita”. 

“A mí me gusta el lugar. Es de nosotras”, afirmó Norma. Tres hornos grandes, una bacha, tres mesas de metal y pequeñas pilas de alimentos almacenados que esperan ser cocinados, colman las dos habitaciones pequeñas que conforman la cocina de Manos al Mundo. “Estamos más organizadas ahora que tenemos nuestro propio espacio. Yo tengo las llaves, pero hay que ver si el año que viene alguna otra se hace cargo”, dijo Vanesa, y con una sonrisa agregó: “Yo el año que viene no sé qué haré, de la cocina no me sacan, eso seguro. Pero hay que dar oportunidades, que las demás crezcan y puedan ocupar otros espacios”.

“Se va armando red -dijo Vanesa- se suma más trabajo y gente trabajando. La idea es que podamos hacer más, emprender más y vender la comida que hacemos. Poder empezar a vender afuera es otra cosa. Ahora tenemos un pedido de 25 viandas. Eso está buenísimo. Porque no solo podemos agarrar lo del Polo, sino que el día de mañana esta cooperativa puede seguir porque le vendemos a otras empresas”. 

“Hay más chicas igual, están también las ayudantas que se van sumando. Somos cuatro cocineras: Inés, Norma, Karina y yo. Y tenemos a las chicas que vienen un día cada una a ayudarnos. El lunes viene Cintia, el martes viene Romina, el miércoles Luciana y el jueves Sol”, contó Vanesa. En esta economía popular conformada en su mayoría por mujeres, no es necesario un ojo atento para conectar la mayor participación de feminidades con los altos índices de pobreza concentrados en ellas. “Siempre nos dejaron a las mujeres abajo, pero nosotras vamos por más siempre. Ojalá podamos abrir tres o cuatro cocinas más”, continuó la mujer de ojos amables.

“Para contratarnos es mucho de boca en boca. Van a algún evento y dicen: ‘Ay que ricas que son estas tortas. ¿De dónde son?’ Nos mandan presupuesto y nosotras arrancamos. Nunca decimos que no a un laburo”, sostuvo Vanesa. Pernil, pastas, empanadas, tartas, pollo, tortas, budines, muffins y muchas delicias más se preparan a diario en la cocina de Manos al Mundo. “El pernil es el éxito del emprendimiento. Cuando lo llevamos a la feria de Munro la cola para era larguísima -dijo Vanesa orgullosa-. Para el Día del Niño, cuando hay ferias, talleres, encuentros y actividades siempre llevamos la comida”.

Todos los días a partir de las ocho de la mañana la cocina está en funcionamiento. “Ella dice qué hacemos hoy y nos dividimos. Picamos la papa y la cebolla, otra el morrón y así. Ya nos organizamos, nos dice el menú y arrancamos directo”, explicó Karina. “A la una sí o sí la comida tiene que estar, porque ellos paran a comer a las dos. En el Polo esperan con ansias a que llegue -contó Vanesa con aire de sabiduría: ella misma estuvo trabajando en el Polo antes-. A la una salen las viandas y ahí nos ponemos a limpiar los pisos, las ollas, dejamos todo hecho y limpio para el día siguiente”.

“Inés y yo trabajamos en una parrilla por doce años. Hasta que pasó esto de Macri y se pudrió todo. No trabajamos más -contó Norma-. Ahí hacíamos lo básico: papas fritas, milanesas, ensaladas, todo para la cocina. Ahora este año pudimos empezar acá”.

“En las actividades del movimiento, cada coordinador da una charla para motivar. Queremos que todos se den cuenta que esto es un trabajo, que no se tiren abajo cuando lean ‘estos planeros’, porque nosotros estamos trabajando, somos trabajadores, y tienen que saberlo -dijo Vanesa-. Coordinar no es fácil, son bastantes personas, pero nos apoyamos, nos acompañamos y vamos de a poco trayendo a nuevas personas”.

“En mi casa vivo con mi marido y mis cinco hijos. Dentro de todo son todos grandes, porque si fueran chiquitos se me complicaría muchísimo”, contó Vanesa. “Yo tengo lo mismo -agregó Carla-: marido, cuatro hijos y una nena. Se maneja más el padre con ellos cuando yo me voy a las reuniones”.

“Tres o cuatro de azúcar Kari?”, preguntó Maira. “¡Tres!” -contestó Karina acompañada del eco de risas-. En una de las mesas de metal, reposaba una solitaria cafetera naranja, de las primeras cafeteras de filtro que se vendieron. Todos los días a las nueve de la mañana se pone en funcionamiento para preparar el café de las cocineras. “A las nueve se para todo y se desayuna. Es sagrado el desayuno acá”, dijo Maira, encargada de gestionar los pedidos que hacen al emprendimiento.

 

 “Al tener este espacio sabemos que esto es de nosotras y lo manejamos, está muy bueno -explicaba Vanesa, ya en medio de los ruidos de cuchillos, de ollas, del agua corriendo, de la cocina ya en marcha- Que vean también que no solo estamos acá sino que sumamos y tenemos ganas de trabajar más. Es una forma de mostrarle a la gente también”.

Una noche frente a La Rosada

Una noche frente a La Rosada

Unidad Piquetera acampó en Plaza de Mayo en reclamo de mejoras sociales. Dirigentes y militantes pasaron toda la noche y recién levantaron la medida de fuerza cuando lograron ser atendidos por el ministro de Desarrollo Social, Juan Zavaleta. «Nos quieren sacar de la calle pero no de la pobreza», señalan.

 

La Unidad Piquetera, con las organizaciones que la componen, Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), Polo Obrero, Libres Del Sur, Nuevo Más, Movimiento Socialista de Trabajadores (MST), Movimiento Territorial de Liberación Rebelde (MTL), entre otras, convocaron a una movilización nacional y llamaron a un acampe en Plaza de Mayo que se sostuvo durante veinticuatro horas. Los manifestantes levantaron campamento en cuanto lograron ser recibidos y concretar una reunión con el Ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, agendada para el 24 de agosto.

“¡Marcelo calentame el agua!”, gritó un chico con capucha y campera larga, mientras le alcanzaba el termo a su compañero que estaba por cruzar la calle. Se iba haciendo de día y lo que iluminaba Plaza de Mayo ya no era las luces de las lámparas ni los pequeños fuegos dispersados por el césped, era el sol saliendo por detrás de la Casa Rosada que encandilaba Isaac Quispe, referente de Libres Del Sur La Plata, quien se cubría la cara con una mano mientras decía que “el pedido no es solamente que nos reciban, sino que den respuestas concretas a la falta de alimentos. La escala inflacionaria licuó directamente el ingreso de los sectores más humildes e incluso a las clases medias. Queremos un bono de veinte mil pesos para los jubilados y las jubiladas,y para la asignación para los trabajadores de la economía popular, puntualmente para el Potenciar Trabajo y que los comedores y merenderos reciban la comida que corresponde”. 

El hilo de humo que salía del carbón esparcido en el piso de la noche anterior, levantaba un olor áspero a madrugada de desvelo. A un costado de dos ollas al fuego, Marta Elías, referenta de Libres Del Sur Morón comentó que “la noche fue fría, pero los compañeros se organizaron para que haya agua caliente, para cocinar y en muchos casos se prendieron algún fueguito. Estuvo bastante tranquila por suerte. Bien organizada, con la buena predisposición y la buena onda que le ponen los compañeros para pasar la noche”.

A las ocho de la mañana se empezó a escuchar el sonido de redoblantes, un solo fuego quedaba prendido y cuatro personas con pecheras de las organizaciones sociales limpiaban la vereda de la plaza, cubierta hasta hace pocos minutos por carpas de colores.

A las nueve, catorce policías de civil cruzaron Avenida Rivadavia que un rato después habilitarían para el tránsito. Una de ellos pide por favor a la gente circular por la vereda. Los oficinistas atravesaban la plaza en malón pegados a la reja de Casa Rosada sin detenerse. Cada tanto miraban de refilón hacia su izquierda, caminando a destiempo del ritmo de los bombos. Los que estaban sentados en la plaza empezaban a desayunar con los rayos de sol que ya pegaban de frente. Tutucas, bizochitos y mate pasaban de mano en mano en rondas de señoras tejiendo y niños bostezando. Una señora se hacía sombra en la cara con un cartel que rezaba: “Abajo el ajuste”. A las 9.45, el 111 ya pasaba veloz por la avenida. 

«El acampe es la consecuencia de una política social que no da para más. Si las organizaciones sociales no manejaran los planes, habría mucha gente que no iría. Van obligados», expresó esa misma mañana el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. 

Candelaria, militante de FOB Autónoma, se sumó en el cambio de guardia para cubrir a sus compañeros que se habían quedado a acampar. “Yo no vine obligada. Soy consciente de que lo que dice Larreta son discursos de odio hacia las clases bajas y las organizaciones sociales. No venimos obligados. Venimos a luchar por lo que nos corresponde como trabajadores, nadie nos paga nada. El FMI, la deuda, son un montón de cuestiones que nos tocan a nosotros por ser los de más abajo”.  

“De la rosa todo separado, Gabriela De-La-Rosa. G-D”, dijo Gabriela con una sonrisa divertida mientras esperaba a que anoten su nombre. Como referenta de la Mesa Nacional del Polo Obrero explicaba que “se están peleando a ver quien es más anti-piquetero, y en realidad el tema es que acá somos cada vez más, porque el reclamo es concreto y genuino. La gente tiene mucha voluntad de organizarse, por más que en algunos medios quieren agarrar a algún distraído o hacer quedar como que la gente viene porque la obligan. Quieren hacer pasar por estúpida a la gente que se está organizando”.

Sobre el pasto de la plaza, dos señoras charlan sentadas entre frazadas con carteles naranjas que rezan: “Que los ajustes no los paguen los trabajadores” y “El hambre y la pobreza avanzan con la inflación”. Otra mujer sentada sobre una heladerita portátil sostiene una lámina que tiene escrito: “Abran fábricas que generen puestos de trabajo”. Al frente del escenario, un cartel se extiende con la frase: “Nos quieren sacar de las calles pero no de la pobreza”, rodeado de banderas multicolores de las diferentes organizaciones. El acto de cierre dio comienzo a las diez y media. 

Ante los dichos del viceministro de Desarrollo Social, Gustavo Aguilera, sobre una «protesta desproporcionada» el dirigente de Polo Obrero Eduardo Belliboni replicó arriba del escenario que lo desproporcionado en Argentina es “el hambre que hay con un país tan rico”. “Lo que fue el piquete y cacerola va a volver a la argentina porque van por la clase media. ¿Qué le pueden sacar a un compañero que cobra 22 mil pesos? Ahora le van a sacar a los que están un poquito mejor”. El dirigente también se refirió a los acuerdos entre el empresariado y CGT que “terminan en que los salarios no suben y los precios sí. Lo que hay que hacer es un plan de lucha por un salario mínimo igual a la canasta básica alimentaria. Basta CGT y CTA de coquetear con el gobierno. Si hicieran la mitad de lo que estamos haciendo, en este país no habría el salario de miseria que hay”, agregó. 

“Todos los funcionarios titubean y todos los funcionarios nos dicen que tenemos que esperar, que tenemos que tener paciencia, mientras nuestra heladera permanece vacía, mientras seguimos sin conseguir laburo. Esperar reuniones que son de acá a quince días cuando no sabemos qué va a pasar hoy con nuestro país,” decía Damaris Rolón, referenta del Frente de Organizaciones en Lucha. Por su parte Federico Alonso, dirigente del MTR agregó: “Si el programa de ellos es el hambre, la miseria y la desocupación. Nuestro programa tiene que ser el trabajo, la dignidad y el cambio social”.

Luego de un acampe de 24 horas a nivel nacional, habiendo concretado la programación de una reunión con el Ministro de Desarrollo Social, Juan Zavaleta, con fecha el 24 de agosto, la conductora del acto sometió a votación el levantamiento de la manifestación. “Manos arriba quienes quieran desconcentrar”. Un montón de manos se levantaron en toda la plaza, dando por terminado el acampe.