Dic 31, 2019 | Entrevistas, Novedades
Victoria Onetto, actriz y secretaria de Cultura y Promoción de las Artes del Municipio de Avellaneda.
La plaza Alsina de Avellaneda tiene el ritmo habitual del mítico distrito industrial, un ir y venir de vecinos con identidad propia. A pocos metros, sobre la calle Sarmiento y cerca del Centro Municipal de Arte, se encuentra el Teatro Roma, declarado Bien de Interés Histórico Nacional en 1997 y reinaugurado en 2015, luego de una serie de refacciones.
La secretaria de Cultura del municipio, Victoria Belloni Onetto, recibe a ANCCOM en ese espacio emblemático. Funcionaria desde julio del año pasado, la mediáticamente conocida actriz -también cuenta con un posgrado internacional de FLACSO- desanuda la historia que la llevó a incursionar formalmente en la política, reconstruye las marcas de la autogestión y reivindica las políticas públicas que convierten al teatro y las actividades culturales en “herramienta de transformación social”.
En su escritorio, bordeando una de las lámparas, hay un pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. También carpetas y papeles entre los que se alcanza a ver un organigrama que traza la compleja estructura del organismo. “Es un trabajo diario enorme, que incluye tarea territorial con catorce centros descentralizados y 180 talleres”, explica.
La asunción como coordinadora de Contenidos del Teatro Roma, primero, y luego al frente de la Secretaría implicó visibilizar otras facetas de su vida pública. ¿Cómo vivió el recorrido desde el mundo del espectáculo hacia la gestión?
En realidad, yo soy actriz desde los trece años y tengo una gran pasión por esta profesión. Luego del nacimiento de mi hija Eva, empecé a entender que el teatro no era solamente una herramienta para entretener, sino también una herramienta poderosa de transformación social, en el sentido de que es un espacio en que el mensaje se transmite de una manera más sensible y también es recibido por el espectador de esa forma. En esa primera infancia de mi hija no abandoné mi profesión, pero empecé a producir mis propios espectáculos. Me di cuenta que así, elegía los temas que me interesaban trabajar. Ahí empecé a entender lo importante que es el teatro cuando llega a la gente, cuando uno logra democratizar la cultura y que los vecinos y vecinas puedan acceder a bienes y servicios culturales.
¿Esa etapa coincidió con la decisión de formarse en gestión pública?
En el 2015, cuando perdió el peronismo y ganó el neoliberalismo, supe que lo que iba a venir no iba a estar bueno y sentí que era el momento de formarme en el marco del conocimiento. En ese momento me presenté en FLACSO y su director, Alberto Quevedo, me comentó sobre el posgrado en Gestión en Políticas Culturales y Comunicación que tenía un cinco por ciento de cupo para aquellos que sin tener carrera de grado acreditaran un recorrido por lo cultural. Eso fue durante todo 2016 y presenté un trabajo final sobre el teatro como herramienta de transformación social con una mirada específica sobre género.
Cuando tuve aprobado el trabajo final vine a tocarle la puerta a Jorge (Ferraresi, el intendente de Avellaneda). Así, literalmente, buscando el teléfono de la Intendencia. Vine a verlo porque, como peronista que soy, siempre lo consideré y lo considero un dirigente que se distingue por sobre los demás, por su virtud, compromiso político, ético e ideología. En principio le presenté un proyecto para desarrollar un ciclo de teatro con perspectiva de género en el Teatro Roma.
«Empecé a entender lo importante que es el teatro cuando llega a la gente», dice Onetto.
“Roma bien de mujeres”…
– Exactamente. Al poco tiempo me citó y me dijo que iba a asumir como coordinadora de Contenidos del teatro. Lanzamos una convocatoria y se presentaron setenta obras (de cooperativas y también artistas ya consagrados). La respuesta fue contundente y nos dimos cuenta que abordando una problemática social estamos entendiendo al teatro como herramienta de transformación. También pudimos movilizar toda una industria cultural que en el contexto general está bastante detenida. Unos meses después, Ferraresi planteó elevar el rango de Cultura a Secretaría y acá estamos.
Una de las políticas que más trabaja el Municipio en lo cultural son las de Memoria, Verdad y Justicia, un tema que conecta con su historia familiar…
Creo que no es casualidad que en esta etapa de mi vida esté transitando esta experiencia, ocupando este lugar. Es parte de un legado. Mi padre fue un luchador, idealista y en ese sentido llevo en mi sangre parte de nuestra historia nacional militante (NdeR: militante de las Fuerzas Armadas Peronistas, Manuel Belloni fue asesinado en 1971 durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse). Y creo que es la única manera de proyectarnos hacia un futuro en el que la Memoria, Verdad y Justicia vuelvan a ser políticas de los Estados nacionales y provinciales. Cuando veo la forma de actuar de este gobierno, digo que no es casual que ellos quieran imponer una amnesia colectiva negando nuestros símbolos patrios, fechas patrias, no festejándolas, no saliendo a la calle. Entonces me parece importante tenerlo como eje de gestión que atraviesa a su vez a las cuatro Direcciones que dependen de la Secretaría.
¿Cómo conviven desde la gestión con un contexto provincial y nacional de signo político tan diferente?
Avellaneda es una isla. Por su historia, por su presente y por su futuro ha sido y seguirá siendo la cuna de la resistencia. El Teatro Roma es la estrella, lo más visible, porque fue puesto en valor con la gestión de Cristina (Fernández de Kirchner) en 2015 y con el intendente Ferraresi. Nosotros nos damos cuenta al chequear la audiencia también, obviamente los vecinos y vecinas son los que colman el teatro y nosotros hacemos una gran política territorial para fomentar eso, pero también recibimos muchos espectadores de Capital Federal, o Lanús, o Quilmes donde no hay una política cultural tan activa con la posibilidad de acceder a obras de teatro de primerísimo nivel. Estando a quince minutos del Obelisco, donde hay obras en la calle Corrientes a 800 pesos, acá se accede a esos espectáculos por 100. También nos pasa con los artistas que se van felices, agradecidos. A nosotros nos alegra ser tan distintos.
¿Cómo vivió la reacción del mainstream cultural a su designación?
– Yo avisé que iban a saltar (risas). Nunca imaginé que se iban a enojar tanto. Justamente los mentores de la meritocracia y de acceder a los lugares con merecimientos y capacidades reaccionaron de una manera que hasta se podría analizar como violencia comunicacional. Y el mayor insulto se sugería por ser mujer, actriz. Yo estoy acostumbrada y sé cómo funciona el medio. Lo único que me da miedo, es cuando mi hija tiene fiebre y no se le baja con ibuprofeno. Además, ya me había bancado operetas sin tener un banque, una estructura. En este momento tuve al intendente y todo Avellaneda, compañeros y compañeras que me manifestaron su apoyo. Fueron meses de un aprendizaje enorme. Después nuestro objetivo fue mostrar el trabajo a través de la gestión.
¿Cómo evalúa la perspectiva de género en el ámbito artístico y el impulso de las demandas por mayores derechos?
Soy parte del colectivo Actrices Argentinas, somos casi trescientas actrices que algunas participamos más, menos, tenemos nuestras agendas, nuestros trabajos, pero estamos muy conectadas todo el tiempo. Lo que pasó en 2018 fue un disparador desde la lucha por la legalización del aborto. Ese fue el motivo que nos unió y creo que ahora lo que se formó es muy interesante. La violencia que sufrimos en los ámbitos donde desarrollamos nuestras actividades interpersonales, más allá de nuestras profesiones, es enorme. Toda mujer a la que le preguntes si sufrió acoso en su ámbito laboral te va a decir que sí. Porque está naturalizado. Cuando pasó lo de Thelma (Fardin), actrices de mi generación con las que hablaba, amigas y compañeras, planteábamos que nosotros lo que tuvimos que vivir fue una locura. Hoy no podría ser eso. Si que Thelma haya hablado sirve para que actores, productores y directores no naturalicen la violencia y el ejercicio del poder cuando tienen ese lugar sobre alguien subordinado, y que encima es una mujer, ya es algo que estamos ganando. Antes no se podía ni hablar. El programa de Francella con la nena, hoy no se podría hacer. Entonces son muchos los avances y derechos que hemos logrado. Yo me considero feminista, pero no soy especialista, seguramente cometeré un montón de errores, porque uno a veces también se encuentra diciendo alguna palabra que después piensa que no la debería decir. O mi hija de doce años me marca cosas. Todos somos víctimas, tanto mujeres como varones de una cultura machista/patriarcal porque estamos formateados de esa manera. Lo que tenemos que lograr es cambiar esa estructura. ¿Cómo? Para mí, a través de la educación y la cultura.
«Que Thelma haya hablado sirve para que actores, productores y directores no naturalicen la violencia y el ejercicio del poder»,
Dic 31, 2019 | Entrevistas, Novedades
Alberto Kornblihtt está sentado en la oficina de su laboratorio en Ciudad Universitaria. Es uno de los científicos más reconocidos de nuestro país, pero fue su intervención en el debate parlamentario por la legalización del aborto la que le valió una reciente fama mediática. Nació en Buenos Aires el 30 de junio de 1954. Hizo el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y, en el año 1977, se recibió de biólogo en la UBA. Siguió luego un doctorado en Bioquímica en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas que, en ese momento, se llamaba Fundación Campomar y era dirigido por el Premio Nobel Luis Leloir. Con ese título viajó a la Universidad de Oxford, en Inglaterra, donde cursó un posdoctorado. Estuvo tres años investigando en la rama de la Biología Molecular, que estudia los procesos en los seres vivos en su aspecto más microscópico, y obtuvo resultados que le valieron prestigio. En 1983, con el final de la dictadura, volvió al país e inició su carrera como investigador del Conicet y docente. Hoy dirige el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Conicet-UBA). Dueño de un currículum extenso y repleto de premios, hace elogio de la sencillez.
¿A qué se dedica un biólogo molecular?
La Biología Molecular es una rama de la Biología, o de la Bioquímica, que se ocupa de todo lo que ocurre en la información genética que está en el ADN de las células: cómo se codifica, cómo están organizados los genes y cómo son regulados de manera tal de dar la orden para fabricar el producto final, que son las proteínas. Eso es lo que llamamos el “flujo de la información genética”, cómo fluye la información desde el ADN del núcleo de las células hasta la proteína del citoplasma. Investigamos cómo se regula tanto en condiciones normales como en condiciones patológicas, que alteran ese flujo. Si uno conoce el mecanismo de alteración, puede tratar de investigar herramientas para curarlas.
¿Cómo se compone su instituto? ¿Trabaja solo o con un equipo?
Mi grupo tiene estudiantes de doctorado y posdoctorandos, que son personas que terminaron su doctorado pero están investigando, y también investigadores jóvenes. El instituto tiene doble dependencia, de la UBA y del Conicet. El Conicet paga parte del sueldo de los investigadores, que a su vez son profesores de la Universidad, y mantiene el edificio, aunque ahora estamos en una crisis presupuestaria y no tiene plata para ponerlo en funcionamiento. Tiene una sede administrativa central, pero funciona financiando y sosteniendo cerca de doscientos institutos de investigación, la mayor parte de los cuales están en predios de las universidades nacionales y en íntima relación con ellas. Mi sueldo, por ejemplo, viene mayoritariamente de la UBA porque soy profesor pero hay un plus que viene del Conicet tanto por ser investigador como director.
El 31 de mayo de 2018, Kornblihtt participó del plenario de comisiones en el Congreso Nacional por el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). En su argumento, luego multiplicado a través de las redes sociales, Kornblihtt explicó cómo la noción de “vida humana” no puede definirse desde la biología porque responde a creencias y prácticas culturales y religiosas. Por lo tanto, cualquier argumento desde una noción biológica de la “vida humana” para negar la interrupción de un embarazo es equivocado. Tras la aprobación del proyecto en Diputados, Kornblihtt participó luego del debate en la Cámara Alta. Allí, cuando terminó su intervención, la senadora tucumana Silvia Elías de Pérez le retrucó el argumento alegando que él estaba justificando el uso eugenésico del aborto en casos de enfermedades incurables, como el Síndrome de Down. Kornblihtt le preguntó si ella creía que el Síndrome de Down es una enfermedad, y ante la evasiva de la senadora, le dijo que lo que ella decía “no estaba bien, estaba mal”. La juventud centennial y millenial se encargó de transformar la frase en meme: a la foto de Kornblihtt se le agregó su frase y la imagen se viralizó.
Su figura creció públicamente después del debate sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Cómo llegó a participar?
No recuerdo exactamente quiénes me invitaron. Puede haber sido la Campaña por el Aborto Legal, o el diputado Roberto Salvarezza del Frente para la Victoria (FpV), que fue presidente del Conicet y es un gran científico con quien comparto el mismo grupo político. De alguna manera soy un científico más o menos conocido, me habrán propuesto por eso. Yo ya había opinado de éste tema en otros foros y lugares. Mi intervención tuvo un nivel de visibilidad que ni busqué ni me imaginaba.
Si el año que viene se insiste con el debate y lo vuelven a invitar, ¿está dispuesto a asistir?
Sí, claro. ¡Tendría que repetir los mismos argumentos! Los científicos tenemos que expresar nuestros conocimientos y ayudar a formar una opinión pública informada. Después la población vota y hace lo que quiere.
En los últimos tiempos también se hicieron virales algunos comentarios de grupos “anti vacunas” que rechazan la vacunación obligatoria. ¿Qué piensa de estas ideas?
Es un peligro grandísimo. La vacunación es uno de los grandes triunfos democráticos de la medicina. Sobre todo en países como el nuestro donde hay planes nacionales que son ejemplo en el mundo. Asumir que porque estadísticamente uno de cada quinientos mil vacunados de una cierta vacuna pueda tener una complicación secundaria no hay que vacunarse, no tiene valor epistémico. Porque toda acción humana tiene un riesgo. Cuando vos salgas de acá y cruces la calle para subirte al colectivo hay un riesgo. Pero por eso qué, ¿no vas a cruzar la calle? Ese pequeñísimo riesgo es absolutamente despreciable respecto a los grandes beneficios que tiene la vacunación masiva. Aquellos sectores que quieren volver a un ser humano no tecnológico como en la época de las cavernas no saben que ese ser humano vivía en promedio veinte años y que justamente la socialización de la medicina y el mejoramiento de las condiciones de vida y alimentación han llevado en los países desarrollados a que la esperanza de vida sea de entre setenta y cinco y ochenta y cinco años, depende el país. Volveríamos para atrás. Por otro lado esta gente se aprovecha de que el resto esté vacunado, porque si un niño porque sus padres no quieren vacunarlo no lo está, cuando va a la escuela su riesgo de enfermarse es muy bajo porque el resto de sus compañeros sí lo están.
Kornblihtt es un científico comprometido con la realidad en la que vive. Es uno de los especialistas que llevó adelante durante todo el año pasado el reclamo al gobierno por el deterioro del presupuesto destinado a la ciencia. En el año 2006 impulsó su candidatura al rectorado de la UBA. Por ese entonces ya se definía políticamente “de izquierda”, a pesar de no estar afiliado a ningún partido. Tiempo después decidió darla de baja para apoyar la candidatura de Alfredo Buzzi, decano de la Facultad de Medicina. Durante su adolescencia fue comunista y hoy tiene relación con sectores del kirchnerismo.
Me hablaba recién de la situación presupuestaria del Conicet. ¿Qué es lo que está sucediendo?
Estamos en uno de los peores períodos de financiamiento de la Ciencia y la Técnica de la historia de nuestro país. No es que no haya habido antes períodos malos, los hubo. Pero ninguno como éste porque sucedió después de un gran período de expansión. Durante el gobierno kirchnerista tuvimos una expansión del sistema con un aumento del número de becarios, del número de investigadores del Conicet, de los metros cuadrados en construcción de edificios y en reacondicionamiento de los laboratorios, en el número de investigadores repatriados. Todo ese crecimiento, que se vio reflejado en una mejora de la calidad científica en nuestras publicaciones durante esos doce años, con el gobierno de (Mauricio) Macri se volvió para atrás. La peor situación se dio este último año porque el presupuesto del Conicet y de la Agencia Nacional de Promoción Científica está muy restringido. A eso se suma la devaluación de la moneda, ya que para los laboratorios que investigamos en ciencia experimental los insumos son importados y se compran en dólares , pero nuestros subsidios son en pesos y no han sido actualizados. A eso también se suma el deterioro del poder adquisitivo de nuestras becas y nuestros salarios. Estamos todos muy preocupados. Mucha gente que pensaba volver al país no va a volver y otra gente está pensando en irse. Es una situación crítica. Lamentablemente no vemos que las autoridades del sector salgan a pelear por un mayor presupuesto sino que más bien justifican el ajuste.
¿Habla del Secretario de Ciencia y Técnica, Lino Barañao? ¿Por qué cuando cambió el gobierno él siguió al frente del Ministerio – hoy Secretaría – de Ciencia y Técnica?
Eso demuestra que no tiene que ver con qué persona está delante de un Ministerio o una Secretaría sino que tiene que ver con la importancia que el gobierno le da a la Ciencia y la Tecnología. Obviamente el gobierno anterior le daba mucha más importancia que este. Se suma el hecho de que su política económica ha endeudado al país en miles de miles de millones de dólares y se ha vuelto a solicitar crédito al FMI, que viene con la imposición de un ajuste en la inversión que el Estado hace en todos los rubros, que incluye a la Educación, la Salud y a la Ciencia y Técnica, por ejemplo.
¿Cómo afecta, concretamente, el recorte en el sector?
Es muy difícil estirar el monto en pesos de los subsidios para poder comprar los insumos que están dolarizados. Para el mantenimiento de los institutos, el Conicet no está girando fondos. Algunos como el nuestro, están sobreviviendo como pueden. En nuestro caso, como este es un edificio que hay que terminarlo, recibimos plata para hacerlo y con los intereses de la puesta en plazo fijo de esa plata estamos en cierta forma “prestándole” al Conicet para mantener los ascensores, la higiene y seguridad, la limpieza y demás. Tampoco la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica puede pagar subsidios para compra de equipamientos, que son bastante importantes en costo, porque no tiene plata. Entonces nos dicen: ´Bueno, ustedes ganaron el subsidio, tendrían que comprar éste aparato que sale un millón de dólares, pero no tenemos la plata´. Por varias vías el ajuste se siente. Todavía en muchos aspectos estamos con la inversión que se hizo en el gobierno anterior. La perspectiva es que si esto sigue así va a haber un éxodo muy grande y, además, sólo se van a salvar los grupos que tienen dinero internacional, porque esos subsidios sí son en dólares.
¿Y cómo afecta eso al trabajo que hacen día a día?
Mi grupo en particular tiene subsidios internacionales por lo tanto no se ve tan afectado. Pero esa es una realidad excepcional. Aún en el período de expansión los subsidios no estaban a la altura de las necesidades, pero estaban mucho mejor que ahora.
¿El futuro se ve oscuro?
Con un gobierno como este la cosa no va a mejorar. Si cambia el gobierno el año que viene puede ser que las intenciones sea de mejorarlas, pero la verdadera herencia para el que venga, de cualquier signo, va a ser la que le va a dejar el macrismo, que va a ser un país endeudado. Si el próximo gobierno tuviera como política recuperar el papel del Estado en la promoción de un montón de cosas, no sólo en la Ciencia y Tecnología sino también en la Educación y la Salud, yo temo que no se pueda hacer. En rubros como estos, el ajuste deteriora el sistema muy rápidamente y después lleva muchos años reconstruirlo.
¿Qué piensa que pierde nuestra sociedad si se olvida a la ciencia?
Los problemas ahora se ven en la dinámica de los grupos de investigación y los institutos. Si se disminuye la investigación científica, nuestro país va a tener menos independencia, menos poder de decisión económico y político. No es solamente lo que la Argentina pueda producir como producto de la ciencia y la tecnología sino también lo que pueda entender de lo que está pasando en el mundo. Los países necesitan el desarrollo de la ciencia y la tecnología para avanzar, y fundamentalmente para poder darle mejores condiciones de vida a sectores a los que han olvidado. Este gobierno ha incluido más gente en la pobreza, ha restringido más los presupuestos. El Estado es el único que puede tomar la decisión de compensar, parcialmente, las desigualdades.
El 26 de noviembre participó en la Facultad de Medicina de un debate por el cambio de las competencias. ¿De qué se trata esa discusión?
El Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UBA y luego el Consejo Superior ratificaron una resolución que dice que para los concursos de docentes auxiliares los que se inscriban tienen que ser graduados de la Facultad de Medicina. Eso es un sinsentido porque, por ejemplo, para enseñar Bioquímica en Medicina es mejor un bioquímico, un biólogo o un químico biológico; para enseñar Física es mejor un físico; para enseñar Matemática es mejor un matemático. Esto es una cosa elemental. Yo la llamo una resolución “canalla” porque el único objetivo que tiene es mantener una cierta endogamia y garantizar que un sector que se forma en esa Facultad sea el único que tenga acceso a la docencia en ella. Si fuese exogámica, al revés, la Facultad se vería beneficiada. De hecho, nosotros, en nuestra Facultad, tenemos profesores médicos, agrónomos, bioquímicos y muchos más. Hay de todo. Porque lo que importa es la generación de conocimiento en la Universidad y la capacidad de hacer investigación y de enseñar, no con qué título te recibiste.
¿Cree que puede ser peligroso para la formación de nuevos profesionales?
Es peligroso por varias cosas. Primero porque cualquier cosa que restrinja la apertura en los concursos apunta a la mediocridad en la enseñanza. La segunda cosa es que cercena la interdisciplina. Pero también afecta a la investigación. Gran parte de los investigadores que trabajan en la Facultad de Medicina o en institutos del Conicet con cátedras universitarias en Medicina no provienen de medicina. Sin embargo, investigan cosas que tienen que ver con la medicina. ¿Quién dijo que el mejor preparado para investigar cosas que tienen que ver con la medicina en un laboratorio es el médico?
¿Responde a un interés político?
Por supuesto. Ni siquiera a un interés partidario. Sino que es simplemente algo que es bastante deplorable que es “cuidar la quintita” y garantizar la endogamia de manera tal que no venga gente con otro pensamiento, quizás más abierto y crítico, que pueda cuestionar algunas medidas que se toman adentro de la Facultad.
La rama de la ciencia a la que usted se dedica, las Ciencias Naturales, es comúnmente asociada con la idea de “neutralidad política” y se cree que los científicos no tienen que llevar adelante los debates que usted protagoniza en ciertos círculos. ¿Qué opina al respecto?
Eso es un prejuicio. Yo antes de ser biólogo tenía una concepción social y política del mundo, que la sigo teniendo. Cuando era adolescente era comunista y tenía la creencia de que el capitalismo no soluciona los problemas de la gente sino que los agrava. Pese a que haya fracasado el socialismo real en el bloque del Este y haya caído el Muro a fines de los ´80, eso no quiere decir que mi expectativa de un cambio social en el mundo no tenga que ver con un giro a la izquierda, con una socialización de la economía, con la distribución equitativa de la riqueza, con un Estado que proteja a los más vulnerables y con el papel de los trabajadores de definir su propio destino. Luego de estudiar biología eso se reforzó.
Los científicos, sean de la rama que sean, ¿qué función deben tener en la sociedad?
A mí me importa más el compromiso social del científico que la importancia social del tema que investiga. Yo no creo que los científicos tengamos que estudiar algo que tenga una aplicación inmediata y tampoco pienso que nosotros con nuestra investigación vamos a solucionar temas de salud, vivienda, educación o igualdad que hay en la sociedad. Los gobiernos saben cómo hacer cloacas, asfaltar calles, hacer que la gente llegue a fin de mes. La ciencia no va a descubrir algo que se sabe. Para poder hacerlo simplemente tenés que quitarle a los ricos y darle a los pobres. Es una ecuación elemental. Sin embargo pienso que la actividad de la ciencia es muy buena porque hay muchos temas candentes en nuestra sociedad que uno puede informarse a través de la práctica científica. Los científicos no damos la verdad, porque nosotros no somos dueños de ella, pero sí damos información como para que la sociedad pueda hacerse sus propias ideas.