Uno de los responsables de la desaparición de Andrés Núñez vuelve a la cárcel

Uno de los responsables de la desaparición de Andrés Núñez vuelve a la cárcel

El expolicía Jorge Alfredo González volvió a ser detenido a 33 años del secuestro y posterior asesinato del futbolista platense, uno de los primeros casos en democracia.

A 33 años de la desaparición forzada del futbolista Andrés Núñez en La Plata, el expolicía Jorge Alfredo González, involucrado en su tortura, volvió a ser detenido luego de una libertad condicional que duró casi un año. ANCCOM conversó con el autor del libro sobre la historia de Núñez y respecto a las desapariciones en democracia.

En la noche del 27 de septiembre de 1990 se lo vio por última vez a Andrés Alberto Núñez, quien fue detenido ilegalmente por cuatro policías vestidos de civil con el pretexto de estar buscando al ladrón de una bicicleta. Jorge Alfredo González, Pablo Martín Gérez, José Daniel Ramos y Víctor Rubén Dos Santos, a bordo de un Fiat 147, buscaron a Andrés en su casa de Villa Elvira. Lo golpearon y lo metieron en el interior del auto para llevarlo, esposado, a la Brigada de Investigaciones de La Plata. Allí, ya en la madrugada del 28, lo torturaron hasta provocarle la muerte.

Posteriormente, los oficiales de la Policía Bonaerense incineraron su cadáver en una estancia ubicada en la localidad de General Belgrano. Fue recién en agosto de 1995 cuando, a partir de las declaraciones del policía José Daniel Ramos que revelaron información acerca de dónde estaba el cuerpo de Andrés -para beneficiarse en la causa judicial-, se encontraron los restos del desaparecido.

Pablo Morosi, periodista que escribió Un tal Núñez, el caso del primer desaparecido por la Bonaerense en la democracia recuperada, cuenta que “fue un caso que repercutió muy fuerte porque todos los ciudadanos estaban viendo una ventana que se volvía a abrir luego de la dictadura. Era encontrarse, ya en democracia, con las instituciones funcionando en el caso de una desaparición.” Indica, además, que “se dio un cambio cultural a partir de este tipo de casos de abuso y de brutalidad institucional”

En el año 2010 se probó que el sargento González, a instancias del subcomisario Ponce, le puso una bolsa de nylon en la cabeza a Núñez, aplicándole la tortura del “submarino seco”. Por lo tanto, en un juicio llevado a cabo en ese mismo año la justicia platense condenó a prisión perpetua a Jorge Alfredo González junto a Víctor Dos Santos, quien ya falleció. Dos años más tarde detuvieron y condenaron, también a perpetua, a Luis Raúl Ponce. Sin embargo, la condena impuesta al primero había sido anulada el 28 de noviembre de 2022.

El último viernes 8 de septiembre la jueza de ejecución penal de La Plata, Laura Lasaga, debió dar marcha atrás sobre sus pasos y revocar la libertad condicional que le había concedido al expolicía bonaerense, González. El sargento había sido detenido en 2010 por “privación ilegal de la libertad calificada” y “torturas seguidas de muerte” para luego ser liberado el año pasado por «buena conducta».

Se logra una instancia de justicia, pero no es completa. Hasta la fecha se han realizado muchos actos y marchas en búsqueda de la justicia por la desaparición de Núñez. Pasaron 33 años de aquella noche del 27 y la madrugada del 28 de septiembre y, más allá de la reciente detención del ex policía González, aún resta la sentencia para Pablo Martín Gérez, que sigue prófugo y no hay noticias sobre su posible paradero. “El Estado hace 33 años no lo puede ubicar, aun conociendo su nombre y donde viven sus familiares”, afirma Morosi.

La desaparición forzada de Andrés Núñez cuenta, además, con otros responsables acusados de encubrimiento: Ernesto Zabala, César Carrizo y Gustavo Veiga, de quienes se espera que se lleve a cabo un juicio oral, y los fallecidos Oscar Silva y Pedro Costilla. Al margen de lo que habría sido una posible sentencia quedaron Héctor Lazcano, Héctor Ferrero, Roberto Mártire, Alejandro Dezeo, Juan Kaldlugowsky y Eduardo Fraga. Varios de ellos quedaron libres de cargo a partir del accionar de los jueces de la Cámara de Apelaciones de La Plata, que decidieron desprocesarlos en 1997. “Se pudo señalar a un grupo, aunque todos sabemos que no es el conjunto completo. Las maniobras de encubrimiento funcionan así. En un principio se procesó a 180 miembros de la Brigada pero ese número fue reduciéndose”, señala Morosi.

La compañera de Andrés, Mirna Gómez, lucha desde el día del asesinato de su pareja contra la violencia institucional, denunciando la continuidad de las desapariciones en democracia y las encubiertas del Estado cuando un hecho de represión policial vuelve a tener lugar. Fue la misma Gómez quien, representada por el abogado Manuel Bouchoux, presionó a la jueza Lasaga a darle cese a la libertad condicional que González gozó del lunes 28 de noviembre de 2022 al último 8 de septiembre.

El tiempo y las prácticas clandestinas del Estado a través de su policía fueron dando cuenta de otros casos similares al de Andrés, ya sea previos o posteriores. A raíz de las investigaciones realizadas sobre otros acontecimientos de violencia institucional se pudo comprobar que hubo aún más asesinatos de esta índole. “Recién en el año 1992 aparece la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) para reunir a familiares y denunciar situaciones de gatillo fácil o desapariciones en las que la policía había participado. Ese registro lo empiezan a hacer estas organizaciones no gubernamentales. Hoy por hoy no tenemos uno oficial hecho por el Estado”, reclama Morosi. 

El caso de Núñez es el primero desde el retorno a la democracia del que haya constancia de una efectiva detención ilegal por parte de las fuerzas policiales de la provincia de Buenos Aires, pero no es el primero ocurrido desde 1983. El 24 de diciembre de ese año, el joven José Luis Franco fue visto cuando era detenido, en la ciudad de Rosario, por el comando radioeléctrico que lo trasladó a la comisaría 11ª. Un hábeas corpus que denunció su desaparición tuvo resultado negativo. Tiempo después, su cuerpo masacrado apareció en un descampado y la policía provincial comunicó que fue “muerto en un enfrentamiento”. Según publicó la periodista Adriana Meyer en su libro Desaparecer en democracia, cuatro décadas de desapariciones forzadas en Argentina, “apenas catorce días después de la asunción del presidente Alfonsín, se inauguraba así la lista de personas desaparecidas por las fuerzas de seguridad estatales en democracia, que suma más de 200 casos”.

Para Morosi, “en ningún momento el Estado asumió que tenía un problema. Decía que ‘eran casos aislados’. Con el paso del tiempo se demostró que lo tenía y lo tiene por no haberlo asumido en tiempo y forma y no haberlo revertido desde el punto de vista formativo”.

 

Bailarines que buscan gente

Bailarines que buscan gente

Pañuelos blancos, imágenes de desaparecidos y diversos registros históricos acompañaron la puesta en escena del VII Festival Internacional de Danza por la Identidad.

El Festival Internacional Danza x la Identidad (DXI), un evento autogestivo de construcción colectiva, reunió el pasado domingo en el CCK a aficionados y artistas en un escenario de discusión política en torno a la danza. En el marco de los cuarenta años de la restitución de la democracia argentina, el arte y la memoria se unieron con el fin de rememorar los procesos sociales y a las personas que permitieron la restitución de las identidades de los desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. 

Cuerpos en movimiento, archivos históricos y pañuelos blancos resumieron el espacio de encuentro y reflexión entre arte e historia vista desde una perspectiva de defensa de los derechos humanos. La intención del festival, según sus organizadoras, es continuar acompañando la lucha impulsada por las Abuelas de Plaza de Mayo por la restitución de la identidad de nietas y nietos.

El espectáculo presentado contó con cuatro producciones donde el lenguaje poético de la danza actuó como una herramienta constructora de pensamiento y acción. “El tiempo en que te busco”, una producción de DXI, dio inicio al festival. «Madres del Amor», de Zainas Danza, continúo con el show y, a través del uso de las voces de represores y víctimas en el contexto del Mundial ´78, le recordó a la audiencia que los desaparecidos de la dictadura son tan nuestros como el tango, el folklore o el fútbol. “Solo tu imagen se aleja (no, no nos olvidan)” y «Haroldo Logiurato» le siguieron respectivamente para que, cerca de las 20, se diera por concluido el espectáculo.

“No olvidamos que falta recuperar nietos y nietas, tenemos que reafirmarnos más que nunca que de esta manera queremos vivir; que es con todos y con todas” comentaba Yamila Cruz Valla, creadora y coordinadora general del equipo de producción de DXI. “El festival está con mucho cuerpo gracias al aporte del sector de la danza, que está comprometido y que encuentra un lugar para manifestar sus posiciones políticas entendiendo que deben ser parte de la política al acompañar la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo”.
Según la organización del evento, la propuesta está en sintonía con “una valoración de los nuevos discursos, cruces y estéticas del lenguaje de la danza escénica en resistencia contra la imposición de modelos culturales hegemónicos”. Derechos humanos, identidad, ambiente, géneros, mujeres, diversidad sexual, pueblos originarios y discapacidad son algunos de los ejes que rigen la creación de estos espacios democráticos.
El Festival Internacional Danza x la Identidad cuenta con el apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo, Universidades Nacional de La Plata y el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Además, ha sido declarado de interés por numerosas instituciones y el Concejo Deliberante de la Ciudad de La Plata en varias oportunidades. Con sus fechas en la ciudad de La Plata el 6 y 7 de octubre el festival DXI dará por concluida su séptima edición.

Encadenados y en huelga de hambre

Encadenados y en huelga de hambre

Los integrantes del Malón por la Paz continúan sus protestas en Buenos Aires contra la reforma constitucional jujeña. Uno de los indígenas que realiza la huelga de hambre denunció que necesita que le controlen los signos vitales y el SAME no lo hizo. Además, los organismos de derechos humanos presentaron una denuncia por la represión del gobernador Gerardo Morales.

Representantes de comunidades indígenas del norte del país exigen una respuesta del Congreso de la Nación al planteo de inconstitucionalidad de la reforma impuesta por el gobernador Gerardo Morales hace tres meses. “Les pedimos que sesionen e intervengan la provincia para que podamos vivir en paz”, afirmaron.

En las puertas del Congreso de la Nación, más precisamente en la esquina de Entre Ríos y Rivadavia, el Tercer Malón de la Paz, compuesto por miembros de diversas comunidades indígenas de la región norteña, se asentó con la intención de llamar la atención de las autoridades y obtener una respuesta a sus reclamos.

Dado que la reforma de la Constitución provincial llevada adelante por Morales el pasado 20 de junio los afectó duramente, decidieron viajar hasta Buenos Aires, en busca de una contestación por parte de la Justicia. Estuvieron frente a Tribunales y en Plaza de Mayo haciendo una “permanencia”, porque el gobierno de la Ciudad no les permitió instalar carpas.

“Gerardo Morales impuso una reforma de forma ilegítima, burlando la normativa de la Constitución de Jujuy e incluso la mismísima Constitución Nacional”, sostuvo en diálogo con ANCCOM Marcelino Sulca, integrante del Tercer Malón y habitante de la región de Humahuaca. “Los territorios de los pueblos originarios son intocables. No se pueden embargar ni vender. Si quieren trabajarlos o desean hacer uso de los recursos naturales del suelo, tienen que consensuar con nosotros e informarnos de sus intenciones. A lo largo de este proceso, eso no se respetó” agregó.

Frío, hambre y sueño

 

El martes 19 de junio, desde las 11, algunos integrantes del Malón resolvieron encadenarse a las puertas del Congreso y comenzar una huelga de hambre. Tomaron esta medida de fuerza con la esperanza de que se produzca un cambio de actitud por parte de las autoridades. “Allá están nuestros compañeros encadenados, reclamando que se termine esta injusticia. Tenemos frío, hambre y sueño, pero no nos rendimos. No hay una respuesta aún, pero seguimos luchando” aseguró Sulca, asintiendo con seguridad.

Néstor Jerez, uno de los que realiza la huelga de hambre, denunció este lunes, a través de un video difundido por la Revista Cítrica, que necesita que le controlen los signos vitales. Pero la médica del SAME no lo hizo.

 Para el Tercer Malón, ha quedado a la vista que el sistema no atiende a las necesidades e inquietudes de la población. “Parece que al Estado no le importa, pero deberían actuar, porque para eso los hemos elegido y para eso se les paga” comentó Sulca. “Si quieren hacer negocios y no desean ayudar a la gente, no deberían dedicarse a esto”, agregó.

 Tras ser víctimas de sucesos represivos en San Salvador y otras ciudades y pueblos de Jujuy, los maloneros expresaron que desde que arribaron a Buenos Aires e iniciaron su vigilia frente a la Corte Suprema, el gobierno de Horacio Rodriguez Larreta les impidió colocar baños químicos o carpas para protegerse del clima hostil. Pese a que la policía porteña haya intentado desalojarlos, destacan el accionar de la gente de Buenos Aires: “Estamos agradecidos con la gente de por aquí que frena para brindarnos su ayuda solidaria en forma de donaciones”.

 En tanto, estos representantes de varios pueblos originarios se reconocen como protectores de la naturaleza y la soberanía nacional, consideran esencial defender las bases del poder comunitario e interceder por la continuación de las vías democráticas para la resolución de conflictos. En ese sentido, afirmaron que no piensan abandonar la lucha: “Nosotros seguiremos marchando, expresándonos y cantando nuestras melodías. Si observan bien, notarán que son canciones de protesta que están dirigidas a concientizar al conjunto de la población. Queremos que nos conozcan, que nos escuchen, que nos vean”. Mientras hablaban con ANCCOM sonaban los bombos y las voces cantoras haciendo eco en el viento.

Sulca y sus compañeros y compañeras encadenados pusieron en evidencia que sus derechos están siendo vulnerados y sus reclamos ampliamente ignorados por las autoridades. De hecho, fueron solo muy pocos los diputados que los recibieron, hecho que puede ser considerado como una muestra de la impunidad de un Estado ausente.

Si bien múltiples notas fueron presentadas, las demandas de los sectores aborígenes todavía no están en el temario. No obstante, sus reclamos lograron que el Gobierno nacional creará la “Comisión de Investigación, Análisis y Recepción de Datos sobre la Violencia Institucional en la Provincia de Jujuy”, la cual aún se encuentra en proceso administrativo de conformación.

Por su parte, una veintena de organizaciones de derechos humanos presentó una denuncia en la justicia federal para investigar las acciones llevadas adelante por Morales y otros dirigentes y funcionarios políticos en el marco de las protestas acaecidas contra la aprobación de la reforma de la Constitución jujeña. La presentación afirma que en Jujuy fue “brutalmente reprimido” el derecho a la protesta, así como también explica que se desplegaron múltiples acciones violentas contra una infinidad de personas que estaban ejerciendo su derecho a la libre expresión, que estaban manifestándose por sus ideales. En esos días hubo detenciones y allanamientos ilegales, golpes, torturas y personas heridas de gravedad, sobre todo en el rostro y ojos.

Inconstitucional e inconsulta

En junio el gobierno de Gerardo Morales aprobó la reforma Constitucional, que incluye la restricción a la libertad de protesta. La decisión, tomada de manera sorpresiva e inconsulta en el marco de un fuerte operativo represivo, fue resultado de una votación unánime en la Convención Constituyente. No obstante, los diputados de izquierda no estuvieron presentes. Mientras se llevaba a cabo la votación, en las cercanías de la Legislatura, una multitud marchaba con antorchas expresando su rechazo a las políticas puestas en práctica por Morales. Este fue el caso de los docentes, quienes elevaban la consigna “Arriba los Salarios. Abajo la Reforma”. Hoy, tres meses después, la lucha continúa tanto en Jujuy como en la Ciudad de Buenos Aires.

Los pueblos originarios sostienen que la normativa resguarda los intereses de las multinacionales y favorece el avance del extractivismo. A su vez, los interpela negativamente, dado que atenta contra la Ley de Propiedad Comunitaria Indígena. “La reforma nos perjudica, empeña el futuro de nuestros hijos, la legalización del saqueo de los recursos naturales, el despojo de nuestras tierras” expresó al respecto Jorge Angulo, referente del Consejo de Pueblos Originarios Llankaj Maki.

El Tercer Malón de la Paz sigue acampando a las afueras del edificio a la espera de una resolución del máximo tribunal. Pese a las condiciones adversas, sostienen su plan de lucha. Permanecen allí noche y día, a sol y sombra, unidos en una lucha con la fuerte convicción de que pronto serán escuchados y podrán volver a sus tierras: “De acá no nos vamos sin una respuesta para nuestro pueblo. Ya lo hemos decidido. Si nos dan una respuesta, nos vamos de inmediato. No tenemos la intención de quedarnos aquí, pero las cosas no pueden continuar así”.

 

Culturas sin barreras

Culturas sin barreras

“En el límite de lo visible” es la consigna del 14° Festival de Cine Migrante que se desarrolla esta semana en Buenos Aires. Un encuentro audiovisual donde se borran las fronteras y se instaura la conversación y el pensamiento colectivo.

Cine Migrante nació en el 2010, en un contexto donde se buscaba extender la Ley Migratoria en Argentina, algo que implicaba un gran desafío cultural. Este festival acompañó ese proceso de ampliación de derechos de las distintas comunidades migrantes para alcanzar un espacio territorial habitable de manera equitativa.

El festival se lleva a cabo en el Centro Cultural Kirchner, en el Centro Cultural San Martín y en el Cine Gaumont. Está compuesto por más de veinte películas que se exhiben por primera vez en Argentina.

Año a año, el festival construye una curaduría que permite profundizar visibilizar problemáticas que están sucediendo. Las dos curadurías de este año son Indicios de Parcelas Habitables y Materiales Fantasmas que buscan mostrar un lugar posible por donde transitar, nuevas maneras de vincularse con nuevos territorios.

En años anteriores la propuesta fue más grande, con más sedes y más películas: «Más que ampliar se profundiza: ahora es más chico pero con curadurías más pensadas, trabajo más profundo en todo lo que es la estructura de los contenidos. Menos es más. De esta manera podemos llevar discusiones a la mesa que antes no estaban», cuenta Juana Sánchez, integrante del equipo de producción general y asistencia de dirección.

Sofía Bensadon, antropóloga, realizadora audiovisual y fotógrafa, reflexiona en diálogo con ANCCOM: «La importancia de este festival es, por un lado, la posibilidad de mostrar cortometrajes argentinos en esta ciudad, donde no es tan fácil exhibir. Por otro lado, abre la posibilidad de cruces de temáticas que se arman y generan debate. El festival comparte toda una línea de pensamiento que no pasa solo por una exhibición de películas sino que son conversaciones que se abren a partir de lo que vemos».

Durante el evento habrá una competencia de cortometrajes y Bensadon participará con su corto Gambote, historia de Rosa e Irineo, una pareja de ladrilleros de La Paz, Bolivia.

En este festival, el cuestionamiento está presente y se hace visible en el habitar del mundo, de qué forma lo hacemos, quién puede y quien no puede moverse. También las formas en las que se realiza cine, quién tiene la cámara, quién tiene el poder de grabar al otro. O cuestionarse las formas en las que mostramos al otro, cómo el otro quiere ser representado: son parte de los puntos de encuentro de esta semana.

«Esta es la invasión migratoria. Sé que cuesta, pero la idea es trascender las fronteras. Cine Migrante intenta dar cuenta de que hay indicios posibles, lugares pequeños, casas comunes que son pequeñas parcelas posibles del habitar colectivamente, y la cinematografía que trae a esta edición es, principalmente, realizada por jóvenes, esos jóvenes que ahora en este país nos dan miedo porque parecería que están promoviendo una manera no colectiva, no común de vivir. En ese sentido si hay algo a lo que este festival apuesta es a entender una manera posible de habitar este mundo, una manera posible de encuentro con todas las existencias que nos rodean», dice Florencia Mazzadri, directora del festival, en la apertura.

Con respecto a En el límite de lo visible, Mazzadi comparte: «Tiene que ver con poder dar cuenta en lo liminal, pensar un cine que muestra menos, que enuncia menos, que esconde más aquellos conocimientos ancestrales y que en ese gesto de esconder guarda y conserva una posibilidad de vida».

Cine Migrante pone en el ambiente privado el debate de lo público, todo esto a través de proyecciones, conferencias, charlas y performances de lecturas colectivas hasta el 30 de septiembre.

Una madre, un niño y un árbol en un documental sobre la dictadura paraguaya

Una madre, un niño y un árbol en un documental sobre la dictadura paraguaya

«Guapo´ y», el documental de Sofía Paoli Thorme, cuenta la historia de Celsa Ramírez Rodas y su pequeño hijo, presos durante la dictadura de Alfredo Stroessner, la más larga de Latinoamérica.

Guapo’y es un documental que recorre el testimonio de Celsa Ramírez Rodas, quien pasó tres años presa en el campo de concentración del Municipio de Emboscada, en Paraguay, durante la dictadura de Alfredo Stroessner, la más larga en la historia de América Latina. Dirigido por Sofía Paoli Thorne en una coproducción con Argentina y Qatar, el film representará a Paraguay en los Premios Goya 2024.

Sofía Paoli trabajaba para el periódico E’a cuando leyó Canciones de cuna en los campos de Stroessner, un artículo sobre niños que nacieron en prisión en Paraguay durante la dictadura. Allí conoció la historia de Celsa Ramírez Rodas, esposa e hija de perseguidos políticos durante la dictadura de Alfredo Strossner entre 1945 y 1989. Privada de su libertad y sometida a graves torturas, Celsa dio a luz en 1976. Su hijo Derlis Villagra Jr. crecería en la cárcel de Emboscada junto a su madre, su abuela y otros compañeros detenidos, a la sombra de un frondoso guapo’y, un árbol siempre verde típico de la zona, que hoy persiste entre ellos como un símbolo de lucha colectiva.

El vínculo entre maternidad y encierro sacudió la atención de Sofía: «Guardé ese recorte porque sentía que algo tenía que hacerse con esa historia. Después de muchos años, cuando fui mamá, volví a leerlo y ahí me marcó la historia de Celsa. Me hizo sentir que estaba en ese mismo lugar, con mi hijo», recuerda en diálogo con ANCCOM.

En 2015, Sofía y Celsa se encontraron por primera vez y, entre charlas de mate sobre plantas y niños, la amistad entre ambas y el proyecto del film comenzó a tomar forma. La calidad humana de la directora y su equipo le permitió a Celsa atenuar una angustia recurrente a la hora de dar entrevistas: «Sofía se acercó de una manera tan inteligente… hablamos de un montón de cosas, y así se fue dispersando esa tensión que se crea cuando aparecen ciertas preguntas». Pero, además, trasladar su testimonio a la gran pantalla significó un punto de inflexión en su modo de contribuir en la lucha por la memoria: «En cierta medida, yo todavía estaba escondida. Se lleva ese miedo adentro, inconscientemente. Pero cuando salga la película… ¿adónde me escondo? Tuve que tomar otra actitud».

Según recuerda Celsa, Emboscada tenía un patio enorme, con muy pocos árboles. En el centro se erigía un guapo’y inmenso, convertido por ella y sus compañeros en un espacio de solidaridad, encuentro y cultura compartida: «Ahí hacíamos la comida, organizábamos peñas, jornadas de música, teatro, poesía, danza. Con mucha lucha se conquistó ese espacio». Años más tarde y ya en libertad, en una visita a la cárcel se encontraría con que el árbol fue talado, supuestamente con fines de logística y seguridad. «Yo creo, más bien, que lo que querían era ir borrando esas memorias, porque el guapo’y era un símbolo para los 500 presos políticos que estábamos ahí. Presos y presas, niños también. Significaba mucho».

Y es ante estos procesos de olvido que el film Guapo’y se propone volver a sembrar memoria. Sofía Paoli, galardonada con la Biznaga de Plata a la Mejor Dirección del Festival de Málaga, señala que es fundamental visitar esta historia y oír a sus protagonistas para no repetir errores del pasado: «Para nosotros es muy importante mostrar la película en Paraguay porque, lastimosamente, no se habla mucho e incluso se reivindica a nivel político la dictadura de Stroessner». Por su parte Celsa, distinguida por el Senado de Paraguay por su aporte a los Derechos Humanos enfatiza la necesidad de saber para defenderse: «No es fácil. Existe una presión muy fuerte para olvidar lo que pasó, supuestamente con el argumento de que vamos a mejorar ‘pensando en positivo’. Pero resulta que, para pensar en positivo y poder crecer, vos tenés que saber tu historia. Si no conocemos la historia, esta historia que dolió tanto y que perjudicó a tanta gente no sólo en un país sino también a nivel regional… esto no es posible».

En Argentina, la película se estrenará este jueves en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA), el Cine Cosmos (Av. Corrientes 2046, CABA) y el Espacio Cultural Florencio Constantino (Belgrano 1260, Bragado).

La riqueza pluricultural de la Villa 31

La riqueza pluricultural de la Villa 31

El Festival Vecino que el fin de semana pasado se realizó en Barrio Mugica exhibió los aportes de las comunidades migrantes que la integran. Tres historias gastronómicas.

El sábado se realizó el Festival Vecino en el barrio Padre Carlos Mugica (popularmente conocido como Villa 31), que posee una de sus entradas ubicada justo en el medio de la estación de ómnibus de Retiro y las terminales de distintas líneas ferroviarias.

Una gran diversidad cultural se manifiesta en el territorio: paraguayos, argentinos  peruanos y bolivianos son algunas de las comunidades más predominantes, que se hacen notar a través de sus distintas costumbres y manifestaciones culturales.

Las construcciones dentro del lugar dieron como resultado que algunas calles prácticamente no tengan vereda y se crucen con pasillos donde solo se puede entrar caminando.

Los límites del espacio físico dieron como resultado que los autos y camionetas no sean el vehículo más cómodo para manejarse dentro de la Villa; sin embargo, la gente de La 31 no se privó de transportar muebles , materiales de construcción , mercadería para sus negocios  y diversos objetos. Para darle solución a esto, los vecinos popularizaron los llamados «motocarros», vehículos que constan de una moto que tracciona un trailer ubicado en su parte posterior, en donde se carga todo lo que necesiten acercar a sus hogares y negocios.

El equipo de ANCCOM utilizó este medio de transporte para adentrarse en el Barrio Mugica y llegar hasta el bajo de la Autopista Illia .En ese espacio se ubicaban alrededor de mil familias de las 40 mil personas que viven en esa Villa y recientemente fueron relocalizadas en nuevas viviendas a pocas cuadras de sus antiguas casas.

Las edificaciones que quedaron en desuso fueron demolidas para dar espacio a un edificio blanco con vidrios transparentes donde funciona un centro comunitario; por fuera se encuentran una plaza con juegos y algunos asientos que ocupan el ancho de la autopista que pasa por arriba y separa al barrio en 31 y 31 bis.

Ese lugar fue elegido para ubicar el escenario del festival, donde tocaron La Nueva Luna, Marcelo Veliz y Tkato 31, entre otros. En los costados y a lo largo del espacio se establecieron los puestos de algunos emprendimientos gastronómicos y artesanales pertenecientes a vecinos del barrio.

Mujeres Unidas

Elisa Bogado Murray nació en Paraguay y es una de las referentes de la cooperativa Mujeres Unidas, un proyecto gastronómico que comenzó en la pandemia con un programa llamado «Acompañar», donde se reunían mujeres que sufrían violencia de género. Hoy también atienden un merendero.

Elisa cuenta: “La necesidad de comenzar con los trabajos de panadería fue por una cuestión económica que sufrimos en pandemia, empezamos este trabajo con el mismo grupo de mujeres con las que nos dábamos ayuda mutuamente por las situaciones de violencia de género que sufrimos. En un principio éramos seis o siete, hoy somos como 23. Por el momento no nos dedicamos con todo al proyecto, porque nos falta un espacio físico y algo de equipamiento de todo lo que conlleva tener una panadería”.

Con una sonrisa en el rostro, Elisa señala el chipa de la mesa: “En la última edición del festival ganamos el premio al mejor chipa –cuenta-. Nos dedicamos a comida paraguaya por lo general, porque la mayoría de las mujeres que nos juntamos somos del mismo país .Después de ese premio la gente empezó a conocernos un poco más y ahora levantamos pedidos por encargos y nos presentamos en algunas ferias. Todo lo producimos en la casa de una de las chicas. Empezamos a crear redes sociales para empezar a expandirnos de a poco”.

Miriam y su escondite

Miriam Limachi González es boliviana, tiene 53 años y hace 30 que vive en el Barrio Mugica .Desde que llegó al país se dedica a la gastronomía; primero trabajó haciendo comida que vendía en las obras de construcción y luego con un carrito comenzó a cocinar en la calle. A partir de la pandemia se vio obligada a buscar otras opciones para seguir adelante, por lo que empezó a elaborar y vender la comida desde su casa, dándole nacimiento  al Escondite  de Miriam .

«Cuando dejamos de vender en la calle por la pandemia –señala-, con mis hijas empezamos a trabajar desde casa en un pequeño restaurante llamado el Escondite de Miriam, tiene ese nombre porque está un poco escondido de la vista del público. En un principio le vendíamos a familiares y amigos, hasta que empezamos a ganar más clientes».

La idea de Miriam es que el proyecto siga creciendo. «Lo próximo que tenemos pensado es agregarle mesas a mi local para que la gente pueda venir a sentarse a comer y pasar el tiempo. Nuestra especialidad es la comida boliviana, pero en el barrio convivimos con varias colectividades, por eso tuve que aprender recetas nuevas para no dejar a nadie afuera», relata.

Mugica beer

Desde 2019 que La 31 tiene en su interior una fábrica de cerveza artesanal. La iniciativa comenzó cuando Osvaldo Salazar, apodado «Cupa», hizo un curso para elaborar esa bebida y una vez finalizado envió la idea al grupo de Whatsapp del que forman parte sus amigos y compañeros de fútbol.

«Cupa» nació en el barrio y recuerda lo siguiente de los comienzos de su emprendimiento: » Acá estábamos acostumbrados a la cerveza industrial, no se conseguía mucha variedad, se pensaba que la cerveza artesanal era una cosa de chetos. Después del curso le tiré la idea a mis amigos. Al principio éramos como diez los que empezamos con el proyecto. Las primeras veces la cerveza  tenía un gusto muy feo, eso los bajoneó y de a poco se fueron bajando.”

Sin embargo, el proyecto siguió. “Los que quedamos fuimos aprendiendo de los errores y mejorando por la práctica  hasta que conseguimos una buena cerveza que nos animó a invertir en máquinas y herramientas más profesionales», dice, y  agrega: “Por el momento no podemos dedicarnos de lleno a esto, todavía tenemos nuestro trabajo en relación de dependencia. La gente del barrio se fue curtiendo con el gusto y de a poco empezamos a crecer. Hoy no solo vendemos acá adentro, sino que también recibimos pedidos de personas de otros lugares. La idea es seguir expandiéndonos para dedicarnos de lleno a esto”. Hoy, Mugica Beer tiene hasta su propia fábrica dentro del barrio.