Una cantante de película

Una cantante de película

Delfina Campos, la intérprete y compositora que aporta su música a Envidiosa, acaba de realizar una gira y se presenta nuevamente en Buenos Aires. El rock el rock, el folk y pop el pop pensados como imágenes de cine.

El sonido invade la terraza del Centro Cultural Recoleta y rompe con la calma del domingo. Delfina Campos y su banda realizan la prueba de sonido, mientras la gente se amontona alrededor de las cintas que delimitan el escenario. “Chicos, esta es la prueba de sonido. El show arranca a las 6”, dice la artista al micrófono, un poco incrédula, entre risas. Los espectadores se quedan ahí, para vislumbrar lo que será una nueva presentación de Películas Perdidas, el último álbum de la cantante, que a lo largo de nueve canciones recorre el amor, la desilusión y la transformación personal.

Cuando la prueba concluye, Campos y su banda se retiran. Una hora después, regresan ante un público ya multiplicado, que cubre casi por completo la terraza. Algunos aseguran su lugar sentados en colchonetas de colores; el resto espera de pie. La música comienza y el público responde de inmediato: los cuerpos se mueven al ritmo, las voces corean cada letra y varios celulares registran fragmentos del show. En las últimas canciones, la cantante llama a los espectadores a romper el orden establecido y a acercarse al escenario para bailar. Así comienza una fiesta a corazón abierto.

Luego de presentar su show en el Centro Cultural Recoleta, y antes de una fugaz minigira que la llevó por el exterior, Campos habló con ANCCOM acerca del proceso creativo de su segundo disco, de sus futuros proyectos y del lugar de las mujeres en la escena musical argentina. Ya de vuelta en Argentina, tiene una nueva fecha en CABA, este sábado 24 a las 20, en ArtLab Centro Cultural, Roseti 93.

¿Cuál fue el punto de partida para construir Películas Perdidas?

Fue algo que me estaba pasando cuando tocaba en vivo, una necesidad de mayor potencia y más organicidad en las canciones. Mi disco anterior tenía canciones con batería acústica, pero también con beats programados. Sin embargo, me pasaba que el vivo me pedía más rock, más potencia, otro tipo de registro y de intensidad. El punto de partida fue sensorial, quería grabar un disco que fuese pop rock, en el que yo disfrutara y se sintiera de una determinada forma al tocarlo en vivo. Después hubo muchas canciones que eran notas de voz perdidas en el celular, algunas de las cuales había escrito hace muchos años, y otras hace no tanto tiempo, pero no había grabado. Algunas las recuperé, por eso el título hace referencia a ellas. Muchas veces la gente me dice que mi música tiene una cualidad visual, como si fuese cinematográfica, el título también juega con eso.

 

¿Cómo fue el proceso de redescubrirlas e integrarlas al disco? ¿Cambiaron mucho de su forma original?

El proceso se dio a partir de unas sesiones para componer con otros compositores y productores en el estudio de Warner Chappell, mi editorial. Me encontré en una situación de: “Bueno, tengo estas jornadas de composición, ¿qué ideas o disparadores que ya haya hecho antes puedo llevar?” En esa cosa de buscar entré a mis notas de voz y las encontré. Fue muy interesante, porque encontré por ejemplo la grabación de la guitarra y voz de “Balada para el fin del mundo”. Se la mostré a Percii (Gastón Porro), un productor que conocí en el marco de estas jornadas, y armó una propuesta de producción para la canción que yo jamás me hubiese imaginado. Me fascinó, y ahí decidí que quería laburar con él como productor del disco. A nivel composición no sé si las canciones cambiaron mucho de su forma original, pero de golpe hay algo de la dirección que pueden tomar desde producción que a veces sorprende. En esas sesiones también hubo algunas canciones que surgieron de cero, como “Testigos”, que la compusimos con Juana Aguirre, Nico Landa y los chicos de Hipnótica.

Tanto en Películas Perdidas como en Cómo bailan los demás tus letras muestran una gran conciencia: hay una mirada muy lúcida sobre lo que sentís, sobre el otro y las consecuencias de las acciones. ¿Esa claridad también te acompaña en la vida cotidiana, o es algo que aparece con el tiempo, cuando tomás distancia de los hechos?

Soy una persona muy introspectiva, estoy muy en contacto con mis emociones, con mis pensamientos. Soy muy reflexiva, por ahí eso transpira mucho en mis canciones. Me es muy fácil componer desde un contacto con mi mundo emocional interno y me resulta más difícil hacerlo desde algo más mental. Lo intimista e introspectivo es el combustible creativo que más usé hasta ahora. Puedo empezar a intentar componer desde otros lugares, pienso en artistas que componían desde lo político, pero mi mundo emocional me resultó el lugar más intuitivo al que acudir.

 Si Películas Perdidas fuera una película, ¿de qué género sería y de qué trataría?

En algún lado leí que alguien decía que tal o cual canción del disco podría servir de soundtrack de un coming of age. Los yankees utilizan este término para llamar a las historias que hablan de un personaje joven o adolescente que atraviesa una experiencia la cual lo convierte en la persona que tiene que ser, en un adulto o en lo que sea. Creo que Películas Perdidas podría ser una película donde una persona a través de sus vínculos o relaciones amorosas se vuelve más adulto, o más maduro, como si fuera un coming of age argentino. Me gusta pensar que la última canción del disco es la más madura también, en muchos sentidos, por los temas que trata y aborda. “500 años luz” es una canción que quita el foco de lo interpersonal y lo vincular, y lo pone en hacerse preguntas más existenciales. En ese sentido, el disco empieza con “Testigos”, que tiene un registro más despechado, y termina con “500 años luz”, que es una cosa más madura. También pienso que definitivamente la película transcurriría en una ciudad, probablemente de noche, porque son los escenarios de mis canciones.

 

¿Hay algún sonido, formato o territorio creativo que te gustaría explorar en tus próximos proyectos?

Hay muchas cosas que tengo ganas de hacer. Hubo un descubrimiento para mí con este disco, definitivamente esto de que me interesa un camino más orgánico. Desde las producciones me gusta el territorio del rock, del folk también. Creo que en algún momento voy a hacer un disco más folk, es algo que me lo debo. Hay una triada entre el pop, el rock y el folk que es en donde mejor me hallo. A veces fantaseo con que quiero hacer un disco de boleros. Quiero hacer mil discos, pero es probable que el próximo se mantenga en esos géneros. También hay algo que siempre quise hacer: grabar un disco en vivo. Es un proyecto que eventualmente me encantaría.

 

Entre tu presentación en un festival masivo como el Quilmes Rock y la incorporación de tu música en la serie “Envidiosa”, ¿sentís que tu música está alcanzando otros espacios o públicos inesperados?

Si hay algo que me importa, que quiero y que pienso mucho, es que ojalá mi música siga creciendo y pueda llegar a más gente, que personas nuevas la descubran. El Quilmes y “Envidiosa” fueron plataformas para que eso sucediera. Sentí que estuvo pasando, y espero que ocurra cada vez más.

 

¿Cómo ves el lugar de las mujeres en la escena del pop y del rock argentino?

Hay ciertos prejuicios hacia la mujer, muchas veces es como si se desconfiara de su agencia creativa, por ejemplo con la idea de que atrás tiene que haber un hombre produciendo. Eso existe en todos los géneros, no solo en el pop o en el rock. En el rock creo que el público argentino es muy snob con ciertas ideas. Está el rock nacional, donde son todos hombres. Obvio que hubo un montón de mujeres, pero es un territorio esencialmente masculino, donde creo que es muy difícil ganarte el respeto de esa tribuna de hombres que determina que entra o que no en ese panorama del rock argentino. Hay una especie de cultura del rock chabón, donde olvidate que entre una mina. Está habiendo exponentes femeninos espectaculares en el rock y me encanta, pero me parece que todavía hay mucho camino por recorrer. Creo que está cambiando, y va a cambiar, pero siempre fue un territorio muy masculinizado. Y los que siguen determinando quien entra, quien sale, como los programadores de los festivales del género, siguen siendo predominantemente hombres.

«El héroe es lo menos liberal y capitalista que existe»

«El héroe es lo menos liberal y capitalista que existe»

La escritora y guionista de cine Melina Cherro reflexiona sobre la idea de héroe colectivo presente en El Eternauta y su tradición en la historia del cine. Desde el lejano oeste hasta la Buenos Aires distópica.

Melina Cherro es docente, escritora y guionista de cine. Autora de libros sobre cine como Diálogos con Diotima: mito y cine y Más allá del olvido, una historia crítica del cine fantástico argentino escrito junto a Ángel Faretta y Diego Ávalos. ANCCOM dialogó con ella para discutir la reciente adaptación de la obra de Oesterheld, dirigida por Bruno Stagnaro y producida por Netflix. La especialista celebró sus virtudes, la gran hazaña que implicó su realización y el tema que atraviesa la obra: “el héroe en grupo por sobre el héroe individual”. El propio Oesterheld ya lo manifestaba en el prólogo de la historieta recopilada en 1975: “El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano”.

¿Pero quién es el héroe colectivo de El Eternauta y en qué se diferencia del héroe individual? “Me parece que la idea de héroe colectivo viene de la mano de la cuestión de la comunidad y de la reconstrucción social, que tanto en la historieta como en la serie se manifiesta con la presencia del ejército”, explica Cherro. “En la serie vemos al ejército cumpliendo sus funciones en toda su esencia, que es la protección de la patria y el pueblo, y que para llevarlo a cabo necesita de sus ciudadanos, con sus conocimientos y talentos únicos. Lo vemos especialmente durante la situación del tren en el último capítulo, donde hay un trabajo en equipo de todos los personajes y cada uno tiene su función”.

Para Cherro, es al final del segundo capítulo cuando aparece un poco esta primera idea de héroe colectivo cuando se forma “esta primera comunidad que se arma conflictivamente para salvar a Juan Salvo [Ricardo Darín]. Es el primer paso que ellos tienen que dar como grupo para salir de lo individual hacía la pequeña familia, para más adelante convertirse en una familia más grande”.

La serie de Stagnaro también representa la figura del héroe colectivo a través del arco de su protagonista Juan Salvo que empieza siendo un héroe individualista cuyo único objetivo es ir a buscar a su hija, a pasar a formar parte de la resistencia ante la invasión alienígena. Entonces es cuando sacrifica sus propios intereses por el bien mayor. La historia no recompensa al héroe solitario, sino que lo pone en una situación en la que la salvación sólo vendrá de la mano de la organización comunitaria. “Todos los personajes deben hacer este pasaje de lo individual a la comunidad para finalmente hacer lo que deben hacer, que es ir a Campo de Mayo donde se está formando la resistencia”, comenta Cherro.

Construir personajes

¿Cómo se escribe un guion con muchos personajes principales?

Es un gran desafío escribir una historia con tantos personajes, hay que tener una capacidad de síntesis muy grande, con pocas acciones tenés que poder describir a muchos personajes y que tengan carnadura. La tarea del guionista es encontrarle a cada personaje esas acciones que lo caractericen y que el público lo entienda, que empatice con él. En ese sentido, está muy bien el personaje de Omar [Ariel Staltari], porque incluso cuando no empatizamos con él, entendemos sus razones. Todos los personajes tienen que tener sus razones.

¿Cómo es la historia del héroe colectivo en el cine? ¿Hay muchos ejemplos?

Existen muchas películas en la historia del cine que incluyeron está idea de héroe colectivo: Los Siete Magníficos, el western que es una versión norteamericana del clásico japonés de Akira Kurosawa, Los Siete Samuráis, trabaja esta idea. En general, esta idea siempre aparece en todas las series o películas en donde se plantea una situación apocalíptica, cómo The Walking Dead, donde son un montón de personajes heroicos, que tienen sus características, sus fortalezas y sus debilidades, y que esas fortalezas y esas debilidades afectan para bien o para mal al grupo.

Esto viene ya de la antigua Grecia.

Sí. Si bien están los héroes como Héctor; Aquiles, Agamenón, Ulises, Odiseo, todo el tiempo son héroes colectivos: son los aqueos y los troyanos. Pero, en realidad, como concepto es el mismo, el héroe es el que viene a cumplir una misión heroica de rescate y puede sacrificarse por una causa mayor porque lo que puede llegar a perder es mayor si no cumple su rol de héroe. La idea de salvar al mundo siempre está y necesitamos de esa función heroica, ya sea en héroes colectivos o individuales. ¿Por qué el héroe colectivo sería mejor que Jake Sully en Avatar? A fin de cuentas, el héroe ya sea colectivo o individual, es lo menos liberal y capitalista que existe, porque cuando entiende su función heroica, no le importa su casa, su familia o sus cosas, lo único que importa es que una causa mayor por la cual vale la pena sacrificarse y perder todo”.

Detrás de cámara

En algún punto, ¿el héroe colectivo de El Eternauta empieza en el ‘detrás de escena’, con su equipo técnico de grandes talentos dirigido por Stagnaro?

 Conozco un montón de gente que trabajó en El Eternauta. Ilustradores, dibujantes, gente muy joven que está dando sus primeros pasos en el mundo del cine. Si uno se pone a ver los créditos te das cuenta que toda esa gente se formó en las escuelas de cine argentino: en la ENERC, la UNTREF, la FADU. No se trata de una disputa entre lo privado y lo público, sino que son dos sistemas de formación que se necesitan y que juntan sus saberes y sus formas de aprender hacía un fín común. Quizás una de las cosas más difíciles es que la idea de héroe colectivo de El Eternauta no se quede simplemente en un eslogan. Para que funcione esta idea del héroe colectivo, tenemos que comportarnos como héroes colectivos.

¿Ese héroe se manifiesta en la vida real?

Pienso en las donaciones que se hicieron por las inundaciones en Bahía Blanca, todas las personas que estuvieron dispuestas a ayudar, pienso en el Mundial y en lo que representó para Argentina ganar la Copa del Mundo, que en algún punto comparte la misma función que El Eternauta, que es ponernos a los argentinos frente al mundo. A esta idea hay que llenarla de sentido, llenarla de acciones y entender qué quiere decir, si no se vuelve un eslogan vacío. En especial en estos tiempos donde estamos todos tan enojados con el otro, donde todo el tiempo vemos al otro como un enemigo, esta idea de héroe colectivo puede servir para trascender este momento tan difícil que estamos viviendo como argentinos.

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

La especialista en ciudadanía digital Lucía Fainboim publicó “Cuidar las infancias en la era digital”, un libro que explora los desafíos, oportunidades y tensiones que surgen en la crianza contemporánea. Con una mirada crítica pero constructiva, invita a repensar el rol de las familias, las escuelas y el entorno digital en la vida de niños, niñas y adolescentes.

Lucía Fainboim acaba de publicar Cuidar las infancias en la era digital (Editorial Noveduc), en el que refleja su larga experiencia en la compleja relación entre infancias y tecnología. Para especialista en ciudadanía y crianza digital, y Cofundadora de Bienestar Digital, es fundamental que la familia mantenga siempre un canal de comunicación abierta con los menores para que logren hacer un uso crítico de lo que le llega a través de las pantallas. Para eso es imprescindible que los adultos también reflexionen sobre sus propias prácticas.

En tu libro hablás de las oportunidades que ofrece la era digital. ¿Cuáles son las más subestimadas por los adultos?

Hay una tendencia a pensarlo todo en términos dicotómicos: o sos tecno-fóbico o sos tecno-optimista; la tecnología se piensa como muy buena o muy mala. Pero no es sólo una herramienta, es una expresión de época, de un momento histórico, político y económico. Claro que hay usos problemáticos, pero también oportunidades. No se trata de si es neutra, sino de entender cómo nos transforma.  El desafío está en poder distinguir entre esos usos: cuáles nos transforman de forma negativa y cuáles nos potencian.

Señalás que la conexión constante puede modificar la forma en la que los chicos se perciben a sí mismos y al mundo. ¿Cómo influyen, en los niños, las plataformas digitales?

Los niños crecen imitando lo que ven a su alrededor. La imitación de lo que ven en estas plataformas empieza a moldear su forma de ser y de experimentar. Lo planteo en el libro y  tiene que ver con el impacto de este uso excesivo, porque en la vida real no hay estímulos tan intensos y los niños empiezan a necesitar de la gratificación inmediata que los juegos y los videos cortos les proveen. Ahí es cuando el consumo de plataformas se empieza a volver excesivo, y los chicos pierden experiencias necesarias para su desarrollo, como el juego libre, la imaginación, y el aburrimiento. Es una competencia desleal: las pantallas ofrecen estímulos intensos, fragmentados, inmediatos, y después es muy difícil que prefieran jugar con un juguete o imaginar una historia. Desde edades muy tempranas, la exposición constante a la tecnología afecta el desarrollo de habilidades fundamentales, como la creatividad.

En ese sentido y siguiendo lo que expresás en el libro acerca del rol del adulto, ¿qué desafíos enfrenta una madre o padre que quiere acompañar la vida digital de sus hijos sin ser experto en tecnología?

Un gran desafío tiene que ver con suponer los usos de los chicos y las chicas, así es imposible generar estrategias para realmente ayudarlos, porque no los entendemos. La cuestión no es conocer o restringir todas las apps, sino entender para qué las usan sus hijos. No hay que suponer ni subestimar. No le podés decir a tu hijo que el ciberbullying no es real o que tener amigos por internet no cuenta porque estás invalidando su experiencia y la importancia que los niños y adolescentes le dan a lo que les pasa ahí. Es clave que las madres y padres se abran con sus hijos y traten de entender la importancia que ellos les dan a sus interacciones digitales. Observar, escuchar y compartir tiempo frente a la pantalla permite ver cómo se apropian de esos espacios y qué experiencias buscan.

El libro menciona el concepto de “porno scroll”. ¿Qué estrategias proponés para evitar la sobreexposición sin caer en la censura?

Las plataformas buscan maximizar el tiempo de permanencia. Y muchos de los contenidos más adictivos son los que más problemáticas generan: la pornografía, por ejemplo, tiene una presencia enorme y puede ser muy violenta, muy machista. No se trata sólo de restringir el acceso, sino de acompañar, de generar conversaciones sobre lo que ven, lo que sienten. No hay que castigar la curiosidad, sino acompañarla. Si hablamos de estrategias, lo primero sería evitar el acceso indiscriminado y sin supervisión a dispositivos con conexión a internet en la niñez. Porque una vez que tienen estos dispositivos, claramente pueden entrar en contacto con pornografía, está al alcance de sus manos. Después, tenemos que acompañar con un control progresivo, consensuado y con diálogo. Hay que reconocer que la curiosidad por la sexualidad es natural. Lo que preocupa es el tipo de contenido al que acceden: sobreestimulado, machista y violento. Es clave habilitar conversaciones honestas, ofrecer materiales adecuados, información acerca de sus cuerpos y mostrarse disponibles para escuchar sin juzgar.

¿Cómo puede la escuela integrar la tecnología sin que reemplace el contacto humano?

Todo depende del para qué. La tecnología no debería usarse porque sí. Si tiene un propósito pedagógico, si cumple una función dentro del proceso de aprendizaje, puede ser valiosa. Y en ese sentido, solo se debe incluir si es parte de una estrategia pedagógica. O sea, no es solamente voy a usar esta aplicación, sino que esta aplicación cumple con objetivos didácticos de aprendizaje. Sobre todo, la escuela debe fomentar habilidades críticas y reflexivas: enseñar cómo funcionan las plataformas, qué intereses hay detrás, qué modelos de negocio. Los docentes tienen que lograr que los chicos se pregunten, que no consuman de forma pasiva.

Empatía y diálogo

¿Qué señales indican un uso nocivo de las pantallas?
Algo que me parece interesante es observar el coste de oportunidad. Hay que ver qué dejan de hacer los chicos: si ya no juegan, no se vinculan, no pueden gestionar sus propias emociones, no toleran la espera o pierden autonomía, es probable que la tecnología esté desplazando experiencias fundamentales. Lo importante es detectar cuándo la pantalla se convierte en la única fuente de placer o distracción.  Esto gana especial relevancia en la pubertad y en la adolescencia: si un chico en la secundaria está demasiado tiempo aislado y no tiene vínculos significativos o hobbies por fuera de los videojuegos y las redes sociales, hay que intervenir y proponer alternativas de encuentros no virtuales: mandarlos a hacer un deporte, probar una clase de alguna manualidad y cosas por el estilo.

¿Qué lugar debe ocupar la interacción cara a cara en la crianza digital?
Las relaciones digitales también son reales, pero no deben reemplazar lo presencial. Esos vínculos también existen y nos afectan, aunque se dan de maneras distintas. Lo importante es no descalificarlos de entrada, sino entender cómo se dan, qué aportan, qué falta en la virtualidad. No podemos imponer nuestras definiciones. Hoy la amistad, el amor, la socialización también pasan por lo digital. Pero, si un chico no tiene motivaciones, amistades o intereses fuera de las pantallas, es una señal de alerta. Lo virtual debe complementar, no ocupar todo el espacio vincular. Volviendo a tu pregunta, la interacción cara a cara es fundamental y hay que estimular que nuestros hijos hagan cosas por fuera de la virtualidad y que las disfruten.

¿Qué rol juega la empatía para prevenir el abuso en línea?
Es central, porque siempre existe una brecha generacional entre los adultos y los chicos,  especialmente en adolescentes. “No los entiendo”, dicen los padres; es algo clásico. Pero hoy, esta brecha se profundiza por las distintas experiencias digitales, y lo que más profundiza la brecha es cuando menospreciamos lo que le pasa a los chicos. Muchas veces los adultos minimizan lo que les pasa a los chicos: “No es tan grave”, “Es solo un jueguito”, “Ese no es tu amigo”. Se estigmatiza y menosprecia lo que les pasa a los niños en internet. Pero si no entendemos por qué les importa algo, no podemos guiarlos. La empatía empieza por interesarse genuinamente en sus mundos. Y justamente la empatía va en que el adulto reconozca esto: A mí claramente no me importa perder en un jueguito. A mí por ahí no me importa tener pocos likes, a mí no me interesa tal cosa, pero puedo entender que a vos sí”. Si no hacemos un acercamiento, que era un poco lo que hablábamos al principio, es muy difícil darles herramientas para que se relacionen con la tecnología de forma saludable y crítica. La idea es que los adultos les comuniquemos a los niños que no entendemos pero queremos entender.

Las apuestas online afectan cada vez más a adolescentes. ¿Qué herramientas sirven para prevenir esta problemática?
No siempre se perciben las consecuencias rápidamente, porque no hay señales visibles. Es clave mostrar cómo funcionan estas plataformas, que los necesitan enganchados. Entender que son manipulados suele generar más impacto que simplemente hablar de “riesgos”.

¿Cómo podemos evitar que el miedo al mundo digital se convierta en una barrera?
Hablando. No desde el sermón, sino desde el interés. Contar qué hacemos nosotros en Internet, qué nos divierte o preocupa. Preguntarles a qué le dedican tantas horas y con quienes se relacionan de manera digital. Si solo aparecemos para retarlos, no vamos a generar confianza. O sea, hay que empezar a hablar, no solo levantarme para retarlos, para acusarlos de algo y para menospreciar lo que les molesta. Nunca es tarde para empezar a darles herramientas para lidiar con la digitalidad. Primero tenemos que arrancar por lo positivo, preguntándoles qué les divierte tanto y hablando regularmente de nuestros consumos en línea, como para que ellos sientan que la tecnología y su uso son un tema de conversación más. Y también, es muy importante fomentar espacios de ocio offline, recuperar el tiempo para aburrirse, para no hacer nada, para que los niños miren por la ventana. Es ahí donde aparecen otras formas de estar.

Olvidada por mujer y por negra

Olvidada por mujer y por negra

La historia de María Remedios del Valle vuelve a tener visibilidad en el teatro independiente. Capitana del Ejército del Norte y Madre de la Patria fue borrada de la historia oficial.

Sobre la calle Humahuaca al 4027, a solo una cuadra de Avenida Corrientes, el Complejo Ítaca puso en cartelera El Grito Sagrado, la historia de María Remedios del Valle. Alejada de la parte más comercial de la avenida, de los teatros de entretenimiento, con grandes luminarias y del Obelisco porteño, la actriz afrodescendiente Dayana Bermúdez Cortez interpreta a la capitana del Ejército del Norte que luchó en las guerras de la independencia y que muchos llamaron la Madre de la Patria. “Nosotras las olvidadas, que solo teníamos para perder nuestras cadenas. Nos habían prometido que al luchar dejaríamos de ser esclavas, pero solo perdimos a nuestros hijos, maridos y la vida. Sabemos que no fuimos nosotras quienes escribimos la historia”, presta la voz Bermúdez Cortez a María Remedios del Valle para dar a conocer su historia.

El unipersonal de la actriz y productora colombiana Bermúdez Cortez, está dirigido por la dramaturga Lorena Romanin, a partir de un texto original de la actriz y dramaturga, Marcela Peidro y acompañado por un equipo en su mayoría integrado por mujeres. En el escenario con pocos elementos, Bermúdez Cortez, vestida con una túnica blanca que contrasta con el color de su piel, interpela directamente al público, lo mira a los ojos y se acerca a la platea. María Remedios del Valle, los interroga y los incrimina: “Ustedes que no pisaron el campo de batalla y disfrutan de las tertulias por la independencia. Su libertad por la que yo peleé me hizo invisible. Ahora no lucho, exijo e imploro”. Una denuncia, en formato teatral, de cómo la historia oficial borró a una prócer argentina por negra, por mujer y por pobre.

“Al momento de escribir el texto –explica Marcela Peidro- me pareció fundamental no sólo relatar los acontecimientos importantes de la vida de María Remedios, cómo ella vivió los hechos concretos e históricos, sino también, hablar de lo que hizo la historiografía con su vida, de qué manera la historia oficial la narra. Así, poder colocar la mirada crítica sobre el tratamiento que se le da a su vida y legado. Para eso necesitaba una voz externa que no sea la de María Remedios, alguien que conociera lo que hicieron con su historia, la que ella no escribió ni leyó porque además, no sabía leer ni escribir. Resaltar así la vida de una persona que fue relegada. Y si bien esta obra es en particular sobre María Remedios, en la historia de nuestro país son varios los personajes que encarnaron la lucha y que por algún motivo fueron invisibilizados. Por eso, creo, la importancia de una perspectiva que dé lugar a las voces de quienes fueron marginados y aún muchas veces, siguen siéndolo”.

Si bien cuando el público entra a la sala es recibido por María Remedios, hay momentos de la obra en que Bermúdez Cortez vuelve a aparecer. Lee una carta, porque Remedios no sabía hacerlo, pide por ella, mantiene aún vigente su reclamo. El recurso teatral, escrito por Peidro, de desdoblar el personaje, “es súper interesante porque coloca la mirada desde la actualidad. Si bien contamos una historia de principios del siglo XIX, la obra está representada por una persona negra que, al igual que el público, hace una lectura desde nuestra época”, explica Romanin y Bermúdez Cortez agrega: “A nivel de la puesta de escena, como actriz me parece fascinante, es un juego que cuando leí por primera vez la obra, lo sentí como un desafío, tenía que ser ella y luego yo de manera alternada. Hablo mucho al público, veo sus caras, hago preguntas que espero que alguien responda. Aunque todavía no tuvimos esa suerte”.

María Remedios, luego de las guerras por la independencia volvió a Buenos Aires. Pordiosera y abandonada, mendigaba y vivía de la limosna mientras esperaba que alguien al verla la distinguiera, incluso por sus cicatrices, y recordara que ella era la capitana del Ejército del Norte. Fue el diputado Juan José Viamonte quien la reconoció y comenzó el proceso para otorgarle la pensión pertinente. Sin embargo, fue el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, quien varios años después le asignó una pensión aún mayor, acorde a su verdadero cargo y por quien María Remedios, en forma agradecimiento, sumó a su nombre el apellido Rosas.

“Para mí resuena mucho el tema del reconocimiento, porque soy una mujer negra en una sociedad mayoritariamente blanca y he tenido que luchar muchísimo para tener el lugar que tengo. Entonces es un poco, o mucho, de mí misma pidiendo también ser reconocida, visibilizar que el esfuerzo es doble o tripe para poder llegar a espacios como este”, explica Bermúdez que en el escenario vocifera: “La reconocieron pero qué es reconocer a alguien. La borraron de los libros de historia, no se sabe dónde está su cuerpo. Solo quería que la reconocieran por el nombre que sus compañeros le dieron. Tuvo que cambiar su apellido a Rosas para ser vista”.

Romanin concuerda en que uno de los temas centrales y permanentes durante toda la obra es el interrogante por el reconocimiento y el pedido de justicia, pero sin que el reclamo opaque el compromiso con la lucha y los ideales. “Son dos puntos que sintetizan muy bien la complejidad del personaje. Por un lado, María Remedios se pregunta qué hay que tener para ser recordada como heroína de esta patria, y la respuesta es ser hombre, blanco, rico y letrado. Y por otro, habla de sus heridas, ‘estas marcas no las borraría por nada en el mundo’, es alguien que no se arrepiente de su entrega por una causa de bien mayor que consideraba justa. Me parece algo muy importante de rescatar en estos tiempos el compromiso social, creo que se perdió el sentir por una causa”,

¿Cómo comenzó el proyecto?

Bermúdez: Yo sSoy afrodescendiente, colombiana, pero a los lugares a los que voy siempre investigo la historia negra del país. Llegué a Argentina hace diez años, y noté que había una gran falta de conocimiento sobre la historia negra. Comencé a investigar, reunirme con colectivos, y encontré a María Remedios del Valle. En ese tiempo también me estaba formando como actriz, y comenzó a rondar la idea de llevar su historia a algún material audiovisual. No estaba segura del formato pero sí de querer representarla, me parecía un personaje interesante y muy invisibilizado. Como activista, es la forma que tengo de movilizarme con respecto a la afrodescendencia, hacer algo con la historia a partir de lo que sé hacer, desde la actuación. Aunque sea una prócer argentina es parte de mi historia también, no importa el país, porque para mí es historia negra latinoamericana. Es así que en 2022 hice otra obra de teatro sobre ella que se llamó La Madre de la Patria. Luego me pareció más lindo hacer un unipersonal.

 

¿Qué esperan para la obra en el futuro?

B:Tengo muchas ganas de llevar la historia a todas partes. Ir a donde no conozcan tanto la historia negra argentina. Europa es un lugar que me interesa, allí tienen mucho la idea de que Argentina es blanca y me parecería muy bueno contarles este pedacito de nuestra historia.

Romanin: Hay obras que al tener un mensaje tan concreto, tan claro y tan importante de ser transmitido, la verdad que quedarte en un único lugar y que sea Capital Federal, a donde principalmente viene gente que habitualmente ve teatro, no es lo más atractivo del mundo. Sino que viajar resulta más interesante, ir a pueblos que por ahí la gente no va tanto al teatro o directamente no los tiene, o a otros países donde resuene la historia

 Desde el nombre, El Grito Sagrado, la obra retoma parte de la letra del Himno Nacional. “El grito es un pedido y una denuncia. Y por otro lado, hay algo de sagrado en la obra, es un personaje muy vinculado con lo espiritual. Buscamos rescatar lo que para ella era sagrado e importante, y alejarla de la religión que le impusieron cuando fue esclavizada. A partir de la poca información que hay acerca de ella, sabemos que era Yoruba, que es una religión africana, y que la profesaba su madre. Durante la obra hacemos algunos cantos y rezos yorubas y los tambores que toca el músico -Lucas Sanjurjo-, se llaman Batá y son especiales para tocar música Yoruba. Fue nuestra forma de conectarla un poquito más con todo lo que tiene que ver con lo espiritual”, explica la actriz.

Los músicos, Sanjurjo y Pina González, ubicados a un costado del escenario, hacen sonar un ritmo desconocido con los tambores Batá mientras en simultaneo, se escucha el himno argentino. “Ese momento representa la integración de la cultura de ella con la argentina, durante la obra se genera una fusión. Porque en nuestro himno no están representadas todas las voces, solo las de quienes pasaron a la historia. María Remedios y la población negra y afrodescendiente, no están contemplados culturalmente en la música del himno”, explica la directora.

Además de la potencia de la música en vivo, una gran propuesta visual acompaña la actuación de Bermúdez Cortez. Ilustraciones de María Remedios y colores fuertes que contrastan. “Las imágenes que proyectamos son dibujos originales para la obra, las usamos como una forma poética de apoyar la historia. Porque es un unipersonal histórico, que tiene una línea narrativa, pero también todos estos recursos que suman a la pieza como construcción de obra de arte”, explica Romanin. Solo hay un momento de completa oscuridad, sin imágenes, y es cuando María Remedios se vuelve un fantasma que recorre las calles de Buenos Aires, el cuerpo de la actriz deja de ser visible y en la oscuridad solo se escucha una voz que reclama.

María Remedios del Valle murió el 8 de noviembre, declarado en su honor Día Nacional de  Afroargentinos y de la Cultura Afro. Murió con el sueño de una Nación Argentina que incluyera y reconociera a las personas negras. “Murió con el sueño escapando por las manos, cuando ella quería vivir” explica Bermúdez Cortez sobre el final de la obra.

 

La obra se puede ver los miércoles a las 20:30 horas en el Complejo Ítaca (Humahuaca 4027). Las entradas se pueden adquirir en boletería o en la página web de Alternativa Teatral.

 

Lo viejo funciona

Lo viejo funciona

Se presentaron en la Biblioteca Nacional tres nuevos libros de la colección Las Antiguas, Primeras Escritoras Argentinas, un repertorio compuesto por títulos de escritoras nacidas en nuestro país en siglo XIX y prologados por investigadoras contemporáneas

La colección Las Antiguas, Primeras Escritoras Argentinas surgió en 2011 de la mano de su actual directora, Mariana Docampo, y la editora de Buena Vista, Daniela Mac Auliffe, con la idea de recopilar diferentes obras pertenecientes a escritoras argentinas nacidas en el siglo XIX. “Empezamos a pensar qué títulos podíamos publicar. Al principio queríamos editar a las autoras más conocidas. Sin embargo, sabíamos que había otras que no lo eran tanto. Y estas son las que hasta ahora seguimos publicando”, mencionó Docampo en diálogo con ANCCOM. Desde entonces, el proyecto “nunca se pausó, pero hasta el año pasado estábamos más tranquilas. Entre 2024 y 2025, publicamos seis libros. Tuvimos un caudal nuevo que la revitalizó”, agregó la directora.

Esta revitalización se debe a que, además, los libros cuentan con prólogos que ahora son realizados por diversas investigadoras e intelectuales argentinas y estudiosas de estas autoras. La búsqueda en esto es poder generar que ambas generaciones de mujeres dialoguen. “Antes, la idea de los prólogos era que estuvieran hechos por narradoras argentinas contemporáneas que no conocían a las autoras. Les dábamos el libro y escribían una nota según cómo se sintieran interpeladas”, explayó Docampo al respecto. Sin embargo, continuó, hoy es diferente: “Ahora ellas son las que se contactan con nosotras, son las que nos traen los libros. Eso le dio un giro a la colección en los últimos libros”.

Este viernes 16 de mayo en la Sala Augusto Raúl Cortázar de la Biblioteca Nacional se llevó a cabo la presentación de tres nueva obras que integran dicha colección: Recordando de Lucía Láinez, prologada por Candelaria de Olmos; Fantasías de Raimunda Torres y Quiroga, título que cuenta con el estudio preliminar de Sandra Gasparini y un estudio crítico de María Vincens; y Mineros de Asturias de María Luisa Carnelli, prologado por Florencia Abbate.

El primero de ellos, Recordando, es a la vez un libro de viaje y un libro de memorias que recoge las experiencias de la misma Lucía como viajera y habitante de París entre 1923 y 1926. “Por momentos son impresiones que ella va tomando de los lugares que va visitando; por momentos tiene tono de un diario; por momentos tiene tono de un libro de memorias. Es un libro bastante híbrido y descentrado, ella se corre de los lugares típicos que la puedan encasillar”, explicó su prologuista quien además es investigadora y profesora de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). De Olmos, durante su exposición, contó que el descubrimiento de esta mujer se dio por casualidad mientras investigaba la vida de su hijo, el escritor argentino Manuel Mujica Láinez, cuando vio los ejemplares del libro en un estante de su escritorio. “No esperaba encontrarme con que él tenía una mamá escritora. Fue una muy buena noticia porque además el texto es precioso”, comentó la docente de la UNC.

La autora de Fantasías, en cambio, mezcla las ficciones de horror, las gacetillas joco-satíricas y su faceta de feminista emancipista para hablar desde lo macabro sobre la violencia patriarcal, la sociedad porteña y la lucha de derechos femeninos. Sandra Gasparini, doctora en el área de Literatura de la Universidad de Buenos Aires y escritora del prólogo de este libro, destacó un aspecto de la escritura de Torres y Quiroga: “Lo interesante de estas ficciones es que los tropos góticos que utiliza tienen que ver con los tropos góticos globales, pero tienen un gusto muy local. Tienen que ver con crímenes que son comentados por la prensa pero desfigurados”. Y añadió: “Yo me preguntaba en el prólogo si tanta fantasía no era para contrarrestar tanto horror”.

Finalmente, el tercer título, Mineros de Asturias, relata el llamado a la huelga general que se replicó por toda España debido al triunfo de la derecha en las elecciones y al retroceso que ocurrió en aquel país con el ingreso de representantes fascistas en el gobierno. Una huelga que logró tomar el control de toda la región por unos cuantos días, pero que luego fue reprimida a través del bombardeo a la población: “Por un lado, tiene un valor literario porque es una escritura muy poética. Por el otro, tiene un valor documental porque es una escritora latinoamericana en medio de una insurrección fallida que se entiende como la antesala de la guerra civil española donde se ven los métodos contrainsurgentes que va a usar luego el franquismo para reprimir”, sostuvo su prologuista Florencia Abbate, quien también se desarrolla como escritora, investigadora y periodista.

A la vez, remarcó la importancia de una mujer como Carnelli: “Es reivindicable cómo se comprometió y entendió que era un momento en que su escritura tenía que colaborar como un aporte colectivo de algo que la trascendía. Quiero rescatar su audacia. Son épocas en donde la audacia nos tiene que iluminar”.

Las tres autoras retomadas en esta colección  (Láinez, Torres y Quiroga y Carnelli) fueron escritoras olvidadas o borradas tanto por la historia como por su mismo entorno, pero que esta colección busca reconocer. “Ellas estaban, tenían, circulaban. Después, muchas de ellas cayeron en el olvido o las silenciaron. Por ello siempre es interesante conocer su entorno además de su escritura. Lo que pasaba alrededor de ellas, lo difícil que era ese contexto”, acompañó Mariana Docampo. Al mismo tiempo, Abbate acentuó la importancia de conocer a aquellas mujeres que marcan nuestras subjetividades, que estuvieron presentes y lo siguen estando: “Puede ser que por los cambios políticos o los cambios de gobiernos los movimientos pasen de la visibilidad a la invisibilidad, pero de alguna manera los efectos subjetivos que van dejando en la gente y en las generaciones que vivieron en un momento de efervescencia de estas cosas no se borran”.

Por ello, Candelaria de Olmos remarcó también la importancia de esta colección y de sus creadoras: “Destaco el trabajo que hacen Daniela y Mariana desde hace 14 años rescatando autoras mujeres que no han tenido el protagonismo esperable, un poco porque era un campo literario liderado por figuras masculinas”.

“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

El escritor y guionista Luciano Saracino pondera a El Eternauta como la más trascendente obra literaria argentina, leída apasionadamente desde que se publicó, en 1957, hasta la actualidad, en sintonía con la sensacional recepción de la serie de Netflix.

Luciano Saracino es escritor, guionista y, por sobre todas las cosas, un apasionado de El Eternauta. Su amor por las historias de aventuras pueden verse en las decenas de libros que escribió, parte de una obra que abarca novelas, historietas, guiones para cine, televisión, dibujos animados. En 2013 fue el encargado de escribir la serie Germán, últimas viñetas, donde retrata la vida de Oesterheld. La historia de Juan Salvo lo marcó desde muy chico y dejó en él una huella imborrable. “La serie de Netflix me parece un hallazgo desde un montón de lugares –dice–. Volvió a encender la llama de El Eternauta. Es una serie que tiene mucho para decir y le habla al presente, al igual que lo hacía cuando se publicó originalmente en 1957”.

  Saracino, que nació en Buenos Aires, en 1978, considera que El Eternauta es la obra más trascendente de la literatura argentina, una declaración que encontró un detractor inesperado: “Me parece que se le fue un poco la mano”, consideró el periodista Eduardo Feinmann en su programa de A24. Acto seguido, clasificó a Saracino como sarasero. Y luego, tras consultar una inteligencia artificial, consignó que la obra literaria más trascendental es Martín Fierro, de José Hernández. “Lo de sarasero es una chicana, lo importante es su respuesta sobre El Eternauta: ahí es donde quiero dar el debate –dice Saracino–. Lo que hice fue mencionarla como la obra literaria más trascendental de la historia argentina. Hay una provocación por mi parte, no es inocente la afirmación. Nada de lo que hacemos es inocente, todo es político. Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Lo que planteo es que empecemos a hablar de esta hermana menor que es la historieta, que siempre estuvo relegada. A la historieta le daban el permiso de existir, pero que no moleste demasiado. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

 

¿Por qué hablás de trascendencia?

Cuando hablo de trascendental no estoy hablando de mejor ni de más importante, sino en el sentido más literal. En ese sentido, El Eternauta quizás sea la obra literaria, si le permitimos a la historieta entrar en ese partenón, más trascendental. Trascendió su tiempo; se lee hoy en día tan placenteramente como se leía en el 57. Trascendió sus propias fronteras, ya que es publicada en todos lados del mundo. Trasciende inclusive su propio contexto, nace como historieta pero hoy en día es también una serie posicionada primera a nivel global en plataformas. Trasciende su propio libro. Uno ve la figura de El Eternauta y sin haber leído jamás el libro, puede detectar “esto es El Eternauta”. Eso no sé si lo logran otras obras. Rayuela, El Martín Fierro, El Facundo, por supuesto. No estoy hablando mal de ninguna de ellas. Yo simplemente planteo, ¿cuántos pibes hoy en día se acercan al Martín Fierro con placer y lo leen de manera independiente? Por otro lado, ¿cuántos pibes se acercan hoy a El Eternauta y lo leen apasionadamente? Eso es estar vivo. Eso, para mí, es haber trascendido. Quizás no es la obra más importante, pero es la más trascendente.

 

¿Cómo fue tu primer acercamiento con El Eternauta? ¿Qué recordás de aquel momento?

Leí El Eternauta por primera vez a los seis años, sobre la falda de mi viejo, que no me dejaba tocar las páginas porque eran tan finitas que se deshacían. Tuve la suerte de que él haya coleccionado y encuadernado esas revistas. Él amaba la historia y me hizo amarla a mí también. Me volví un gran divulgador de la historia. En mi colegio primario, yo hablaba de la historia con mis amigos todo el tiempo.

Había muchas cosas allí que me fascinaban: el partido de truco, la nevada. Otra cosa que recuerdo era la ansiedad que me generaba la aparición de los cascarudos. Recuerdo ser un niño que no se salteaba ninguna página, pero que estaba desesperado porque aparezcan. Era un nene que leía vorazmente porque quería llegar a esa parte en donde aparecían esos monstruos. He leído decenas de historietas después, e incluso muchas me han pesado hermosamente en la memoria, pero leer El Eternauta de chico fue algo único. No existían, por supuesto, el celular o internet. Había otros modos de enfrentarse al tedio y para mí, el mejor de todos era leer El Eternauta.

Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

Luciano Saracino

¿Qué lugar ocupaban las historias de aventura en tu infancia?

La aventura de chico era todo: las arenas movedizas, el piso de lava, los tesoros. La infancia es el territorio de la aventura y está repleta de ellas. Después aparecen los trabajos remunerados, la rutina, la escuela. Pero previo a eso, el piso es lava, y hay que saltar los sillones porque abajo lo que te toca te mata. Por eso es tan hermoso leer historias de aventuras, porque la infancia es un mapa repleto de aventuras. Además de la patria de uno, a la que uno nunca puede regresar, también es el terreno donde existió la aventura.

 

¿A qué atribuís tantas lecturas políticas acerca de la historia de El Eternauta?

El Eternauta es, desde su concepción, una historia política pero no partidaria. Es un libro político que habla sobre la solidaridad, el héroe colectivo y la idea del grupo. Para mí lo más espectacular de la historia y que trae como novedad es que el malo de la historia no se ve nunca, no tiene nombre, es una entidad que está por encima, los Ellos. Hoy en día lo vemos y decimos, ¿qué estaba diciendo cuando establecía que el mal no tenía nombre, cuando no podías verlo? Eso es política, por supuesto. Es una obra tremendamente ideológica pero no partidista.

El Eternauta en el 57 no fue escrito por un autor peronista. Te diría que lo contrario. Eso lo vuelve todavía más interesante. Depende de quién lo lea, El Eternauta va a hablarle a esa persona y la va a mirar a los ojos. Para todos va a tener una mirada y un modo de decir diferente. En su momento, el kirchnerismo utilizó como bandera el “Nestornauta”. Ese tipo de cuestiones hacen que mucha gente que no leyó la obra crea que esta adscribía a cierto tipo de ideas.

 

¿Qué te cautiva de la figura de Oesterheld tanto en tanto pensador como también creador de historias?

Oesterheld era un intelectual muy lúcido que sabía leer perfectamente su tiempo. En su época, la historieta era un medio masivo de comunicación. Llegaba a las masas, a la gente. Se leían historietas de género: westerns, gauchescas, ciencia ficción. El obrero, la ama de casa, el empleado; todos leían historietas. Las historietas en Argentina eran parte de nuestro consumo cultural diario. Oesterheld percibe todo esto. Se pregunta entonces, ¿por qué no darle al pueblo literatura de calidad? Historietas que tengan una profundidad que hasta ahí no tenían. Lo que hace, entonces, es estudiar los géneros para luego revertirlos. Géneros que venían ya un poco vetustos, que habían sido escritos miles de veces, Oesterheld los reescribe de una manera novedosa, como los westerns y el Sargento Kirk. La idea de hacer algo nuevo de eso que parecía totalmente viejo hasta ese momento.

¿Por qué Oesterheld se inicia en la militancia política?

Después del 57, lo que cambia en Oesterheld es el mundo que lo rodea. Cambia el contexto y la sociedad. Ese pueblo al que él le escribía, ahora era peronista. Él venía, si se quiere, del socialismo o del antiperonismo. Pero se reconvierte para entregar la vida por una causa a la que él inclusive había visto con malos ojos. Eso nos habla de una persona amplia, que se puede permitir cambiar de opinión y, por sobre todas las cosas, que amaba profundamente a sus hijas. Ellas fueron quienes empezaron a acercarse al movimiento y lo acercaron a Oesterheld también. No al revés. Él decidió que sus pasos iban a ser detrás de sus hijas y detrás de ese pueblo al que le escribía.

 

Germán, la serie sobre Oesterheld

En 2013 Saracino guionó la serie Germán, últimas viñetas, en donde retrata la vida de Oesterheld tras escribir El Eternauta. Allí vemos al escritor lidiar con editoriales tradicionalistas y una nueva generación de historietistas incipiente, con la dictadura militar como telón de fondo. La producción fue emitida por primera vez en 2013 por