«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

La escritora Agustina Caride cuenta cómo fue el proceso de creación de su última obra, una crónica novelada sobre Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión.

“El impacto del equipo de rugby en la vida de estas mujeres es significativo”, afirma Agustina Caride, autora de ¡Vamos las pibas! Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión, publicado recientemente por Marea Editorial.

Escritora, paisajista, crítica literaria, gestora cultural, Caride encontró una misión inesperada al descubrir la Fundación Espartanos, conocida por su equipo de rugby masculino conformado por reclusos, pero que también tiene uno femenino. Este encuentro inicial marcó el comienzo de una serie de visitas que la llevarían a escribir su libro.

En la Unidad Penitenciaria Nº 47 de San Isidro, en el pabellón femenino número 2, Caride contactó a la entrenadora del equipo, Carolina Dunn. «Voy a empezar a ir los lunes por la mañana, si querés vení», le dijo Dunn, y Caride aceptó el desafío.

En esos encuentros, mientras compartían mates y bizcochitos, las internas comenzaron a contar sus historias, sabiendo que ella era escritora. Entonces decidió que su manera de ayudar sería «escribiéndolas y visibilizándolas».

Entre los objetivos de la Fundación, además, se cuenta «que el público externo comprenda lo que ocurre internamente y eso se refleja en el libro», señala Caride, cuya primera impresión, al conocer a las prisioneras, fue de intriga, pero «las ves y decís, ¿qué historia hay detrás de ellas? Es muy distinto cuando las ves, que cuando después las escuchaste».

«Cuando uno ve en un primer momento siempre hay un prejuicio, por el lugar donde están. Pero al escuchar sus historias, esos prejuicios se desvanecen rápidamente», remarca. Luego, la propia autora comprendió que la única diferencia entre ellas y ella misma era el contexto en el que habían nacido. Estas mujeres, que inicialmente podrían parecer delincuentes o asesinas, se revelaron como seres humanos con historias de dolor, carencias y circunstancias difíciles que las llevaron a cometer errores.

En el proceso de escribir, Caride se sumergió en temas como la libertad, el aislamiento y la redención. “Este trabajo me llevó a una introspección personal, comparando mi propia vida con la de las prisioneras y agradeciendo las oportunidades que tuve”. Asimismo, reflexionó sobre cómo juzgamos a los demás sin conocer sus historias y se cuestionó la efectividad del sistema penitenciario actual.

Según Caride, el deporte les proporciona a estas mujeres un sentido de pertenencia, contención y una familia dentro del penal, y destaca que el equipo no sólo las une como jugadoras de rugby, sino como amigas y compañeras, brindándoles un apoyo emocional crucial.

¡Vamos las pibas! es una crónica novelada que recoge fielmente las historias que las mujeres le contaron, pero que incluye elementos narrativos que enriquecen la experiencia de lectura. Este enfoque le permitió captar la complejidad de las vidas de las protagonistas de manera profunda y humana.

El mensaje que Caride desea transmitir es la importancia de no permanecer caído, inspirada en una frase del Papa Francisco, quien dijo a Los Espartanos: «Lo importante no es caer, sino no permanecer caído». Quiere mostrar que, a pesar de los errores y caídas, siempre es posible levantarse y cambiar.

Espera, además, que su trabajo inspire a los lectores a reflexionar sobre sus propias vidas, sus prejuicios y la forma en que juzgan a los demás. También que se visibilicen las carencias y fallas del sistema penitenciario, y se empiece a promover un cambio que considere a los reclusos como seres humanos que merecen una segunda oportunidad.

Con 13 títulos publicados, entre los que sobresale Donde retumba el silencio (2021), Premio Clarín de Novela, Caride también se dedica a la organización de eventos literarios a través de talleres que organiza en su red social Letras sin Filo, como la Maratón Epistolar, que busca fomentar la escritura y la lectura.

Por lo pronto, mientras responde entrevistas por su último libro ¡Vamos las pibas!, dice que no tiene planes específicos de seguir escribiendo sobre el sistema penitenciario, aunque, aclara, no descarta la posibilidad.

Películas sustentables, sostenibles y pluriculturales

Películas sustentables, sostenibles y pluriculturales

La película de ficción El agrónomo, que trata sobre la explotación de la tierra con agrotóxicos, fue dirigida y producida con protocolos ambientalistas. Se proyectará de el 1º de agosto en el Gaumont.

“Agradecemos que estén acá y esperamos que disfruten la película”, dirá después Martín Turnes, el director de El agrónomo, en la sala de planta baja del cine Gaumont. Lo dirá con micrófono en mano, parado al lado de Fernando Romanazzo y Fabiana Bepres, quienes conforman Aqueronte, la productora de cortos y largos creada en 2007 que se encargó de que la película dirigida por Turnes fuera realizada con una producción sustentable, sostenible y pluricultural (PSSP). Una señora entrada en años observará, desde su butaca, el panfleto con la descripción de la película que otorgará el Gaumont y leerá: “Vea cine en el cine”. La proyección de la película se dará en el marco del Festival Internacional de Cine Ambiental (FINCA). Todo eso sucederá en breve. 

Ahora, en una charla con ANCCOM, en una cafetería porteña, Turnes cuenta cómo surgió la idea de hacer un film de ficción. Su sinopsis dice que se trata de un ingeniero agrónomo que “se muda a la zona de mayor producción agropecuaria del país. Su hija y su nuevo novio rapero luchan contra su empresa y el uso de agrotóxicos. Tras la enfermedad de una chica, el agrónomo se enfrenta a la encrucijada de decidir entre su trabajo o su familia”. 

—La película surge a partir de mi preocupación acerca de lo que estábamos comiendo, hace como diez años. Yo había hecho un documental sobre Aníbal Troilo en 2014, que se llama Pichuco. En esa época estaba filmando algunos documentales de temática campo y empecé a ver unos cartelitos pegados en unos alambrados que decían qué semilla estaba plantada ahí. Estábamos comiendo todo transgénico, con agrotóxicos, en la verdulería, en el supermercado. Así surgió, una cosa fue llevando a la otra. 

En la cafetería también están Romanazzo y Bepres, quienes además de haber sido los productores audiovisuales de la película, son promotores de la PSSP. A ambos los rodea un aura de cooperativismo y un afán de compartir momentos en comunidad. Romanazzo lo demuestra ahora en la forma en que convida el mate. Mira a los ojos cuando lo pasa de una mano a otra. 

La película ya se había proyectado en abril en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Además, el 15 de julio se estrenó en el cine El Cairo de Rosario, Santa Fe, y en unos días se estrenará en Paraná, Entre Ríos. En agosto se proyectará oficialmente en el Gaumont. 

Cuando se proyectó en el BAFICI, algunos productores agrícolas dijeron en redes sociales y medios de comunicación que “no es correcto hablar de agrotóxicos sino de fitosanitarios, como productos aprobados para el control de adversidades como enfermedades”. Otros dijeron que la película “desinforma y difama al sector agrícola” y que “tiene por objetivo destruir la imagen del sector productivo”, sin tener en cuenta que se trata de un film de ficción y no de un documental. Turnes no parece alterarse ante esas críticas.

  

—¿Esperaba que la película generara esas opiniones?

—Nosotros hacemos cine y agarramos esta temática que nos parece súper importante porque implica a todos los argentinos, e investigamos mucho durante varios años. Yo me acerqué a los dos lados de la silobolsa, como me gusta decir a mí. O sea, hablé con gente que piensa de una forma y con gente que piensa de la otra forma. Y la película intenta llegar a todos los públicos, no es una película panfletaria que comunica sólo lo que nosotros pensamos. Se trata de un ingeniero agrónomo como protagonista que tiene su forma de pensar, pero también está la forma de pensar de la hija, que es la nueva generación. Esas dos formas de pensar juegan para que el espectador piense por sí solo. Es esperable que haya ese tipo de opiniones, pero aparecieron sólo porque tiene la palabra “agrotóxicos” en la sinopsis. Igual también hubo críticas de las buenas. 

Los tres que están presentes en la cafetería, Romanazzo, Bepres y Turnes, ya habían trabajado juntos en Jujuy originario y metalero. Ahí los roles estaban invertidos: Romanazzo era el director del film y Turnes, el director de fotografía y cámara. “Todavía está en posproducción esa película”, dice Romanazzo. Ahora se toma un mate y cuenta:

Ahí la conocimos a Fabi y empezamos a laburar los tres juntos. En pleno rodaje cerramos el pacto de honor de producir en un futuro El agrónomo. Ahí fue que le propusimos a Martín hacer la película con la condición de que fuera producida bajo una línea de pensamiento sustentable, sostenible y pluricultural, y él aceptó. 

Cuatro días antes de esta charla con ANCCOM, Bepres había participado del panel “Cine sustentable. Experiencias clave y herramientas poderosas para una industria en reinvención” organizado por el FINCA. En esa oportunidad ella había explicado qué es la PSSP. Lo había hecho con una bandera Whipala apoyada en la mesa del panel, en la Biblioteca del Goethe-Institut, sobre Avenida Corrientes al 300, porque Bepres es kolla guaraní. 

En esa ocasión había dicho que “sustentable” hace referencia a proteger los recursos naturales para las generaciones futuras. “Es muy distinto cuando vemos a los recursos naturales como elementos dadores de vida”, había expresado con el micrófono en una mano, mientras con la otra sujetaba la Chakana que le colgaba del cuello, la cruz andina que representa los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire. 

Ese día Bepres también había dicho que “sostenible” implica mirar el entorno, el territorio, las comunidades. “El cine es muy clasista, racista, machista y capitalista, y lo naturalizamos mucho”, había denunciado. También había manifestado que en un set de filmación no es habitual pensar en las personas que viven donde se graba el film. 

“Entendemos la pluriculturalidad como hacer visible que hay otras culturas que habitan el territorio y que nos tenemos que reconocer en condiciones de igualdad”, había explicado también Bepres en el panel. “La reciprocidad tiene que ver con una práctica ancestral, que es el Ayni —había agregado—, una práctica de los pueblos indígenas vinculada a qué es lo que yo tengo para ofrecer y qué es lo que vos tenés para ofrecer y en ese intercambio poder estar satisfechas ambas partes”. 

También había contado que en Marcos Paz, donde se filmó El agrónomo, el equipo técnico y artístico de la película participó de una ceremonia con las comunidades sariri y qom. “Ellos no podían creer que el equipo de una película de ficción los tuviera en cuenta para pedir permiso para filmar en el territorio”, había dicho. Además, había contado que el equipo hizo otra ceremonia al finalizar el rodaje, pero esta vez de agradecimiento. “Con eso, el territorio se predispone para que todo salga bien, y la película salió muy bien”, había concluido. 

Además había contado que, en la etapa de preproducción, ella y Romanazzo se encargaron de hacer un “mapeo territorial” para conocer qué emprendimientos había en el lugar. Tal es así que en la etapa de rodaje todos consumieron alimentos comprados en la feria agroecológica que se arma todos los jueves en Marcos Paz. “Fue magnífico tejer esa red con las cooperativas, con las asociaciones, con las huertas comunitarias, con los espacios colectivos para ofrecer al equipo técnico y artístico otras alternativas de consumo”, había dicho. 

En la cafetería porteña, Turnes y Romanazzo la escuchan atentos cuando ella dice que “en Jujuy está el Instituto de Artes Audiovisuales provincial que nace a partir de la aprobación de la Ley Audiovisual jujeña. Justo estábamos filmando Jujuy originario y metalero cuando se aprobó la ley. El instituto promueve la sustentabilidad en las producciones, al menos con la separación de residuos. Pero todavía falta hacer un montón de cosas, porque la rendición de los concursos se hace con papel, por ejemplo. Además hay muchas producciones audiovisuales internacionales que llegan a Jujuy y contaminan un montón”. 

Ahora cuenta que en 2021, cuando los tres filmaban Jujuy originario y metalero, durante el scouting, es decir, el momento que consiste en ir a los lugares donde se va a grabar para pensar cómo se va a hacer la filmación, en el Parque Nacional Calilegua, un territorio selvático guaraní, tuvieron una serie de imprevistos. “Casi quedamos ahí en un autito y no salimos más”, dice Turnes. “Yo creo que nos faltó pedir permiso —reflexiona Bepres—, es un territorio muy espiritual, ahí está el Kaa-Iya, que es el dueño del monte. Ingresamos sin pedir permiso a un territorio muy sagrado”. Después del scouting, cuando volvieron al parque ya para filmar, en pleno rodaje hicieron una ceremonia pidiendo permiso para pasar al territorio. 

¿Y con qué dificultades y beneficios se encontraron al llevar adelante la PSSP en Marcos Paz, al hacer El agrónomo? Romanazzo dice que vio como un beneficio que Marcos Paz ya tenía una impronta abierta y contemplativa sobre la sostenibilidad. “Cuando les dije que nosotros hacíamos este tipo de producción —cuenta—, no solamente por lo ecológico sino también por lo social, resultó que ellos cuando iba una producción a filmar ahí, exigían lo que yo les estaba exigiendo a ellos”. Ahora Turnes explica que eligieron esa locación para filmar la película porque “quedaba a dos horas de acá. Eso es parte de la sustentabilidad, que tiene que ver con viajar menos, en tiempo y en lo económico”. 

 —¿Qué decían las personas en el casting cuando les contaban en qué consiste la PSSP? 

—Hubo mucha aceptación —aclara Bepres—. Los representantes de los actores, por ejemplo, se recoparon con la idea. 

 —¿Era novedoso para ellos?

—Para algunos, sí. Para otros era algo con lo que se sentían identificados porque ya vienen trabajando en su cotidianeidad con esta filosofía de vida. Entonces hubo algunes que dijeron “¡ay, qué bueno, porque yo también hago compost y tengo una alimentación más saludable!”. Y en otros casos, quizás no habían proyectado en la práctica cómo era la PSSP, porque después cuando se hizo la peli, en el rodaje, costó la separación de residuos. Andábamos con los cartelitos de “acá va el compost”, “acá, los plásticos y cartones”. No todos lo lograron, pero si no se lograba algo, al final del día estábamos lavando bandejitas o haciendo esa separación, dejando el compost. Hubo mucho trabajo porque es algo novedoso en el cine, donde en general suele haber muchas comodidades. 

Bepres también cuenta que, junto con Florencia Nates de la Asociación de Productores y Productoras Audiovisuales de Córdoba (APAC), confeccionó unos manuales en PDF sobre la producción audiovisual sustentable, sostenible y pluricultural, que tenían separada la información por áreas, para que cada cabeza de equipo pudiera hacer su aporte a la sustentabilidad durante el rodaje.

 —En foto, por ejemplo, se utilizaron luces LED. En el área de Maquillaje no sé si se pudo lograr algo específico, pero sí les habíamos dado la opción de buscar maquillaje natural. Lo mismo en el hospedaje, que era un poco alejado del centro de Marcos Paz pero estábamos todos, tanto equipo técnico como equipo artístico, hospedados en el mismo lugar, entonces eso también generaba, dentro de lo que es la sustentabilidad, un impacto negativo menor. 

¿Se encontraron con cierta incomodidad al llevar adelante este tipo de producción durante el rodaje de la película? Romanazzo dice que “cien por ciento, porque estamos luchando contra un sistema que lo tenemos incorporado desde que nacemos, me incluyo. Tenemos un bombardeo de consumismo y de malos hábitos. Hay vicios que uno tiene, entonces lo que hacés es no consumirlos en ese momento. Pero te tenés que resistir”. 

“Desde mi rol yo no sentí muchas cosas diferentes a otros rodajes —aclara Turnes—. Creo que en los temas a resolver se mezclaba la PSSP con la parte económica, porque éramos una película de bajo presupuesto. Esas dos cosas mezcladas quizás generaban roces. Por ejemplo, era un tema quién lavaba los vasos, platos y cubiertos, porque no usábamos cosas de plástico sino todo reutilizable”. 

En cambio, Bepres asegura que le costó la falta de vínculo con el territorio, en comparación con Jujuy. “Yo sí sentí incomodidad porque acá no hay una conexión con la gente del lugar donde se filma, o sea, yo me recontra encariñé con el encargado del hospedaje y con Pipa, el chofer. Pero se veía una práctica, a la que estamos acostumbrados, de que el equipo de una película filma y se va sin tener vínculo con la comunidad. Me sentí incómoda cuando a la primera ceremonia con los pueblos originarios no fue todo el equipo. Las ceremonias son para que la Pachamama nos dé calor o no se genere nada malo durante la filmación”, dice. 

– ¿La PSSP siempre tiene que ir de la mano de una temática de la película con conciencia ambiental o también se puede aplicar en una película pochoclera?

 – Ojalá haya ese pensamiento de creer que estás haciendo cine sustentable, no importa cuál sea la temática–, reflexiona Bepres. Turnes dice que “sí, debería. O sea, en este caso la temática de El agrónomo y la propuesta de producción confluyen, pero me parece que estaría bueno que pase en todo tipo de películas, más allá del género o del guion”. “El financiamiento ético tiene que ver con la temática ética —dice Romanazzo—. Si la película es una comedia liviana pero el mensaje final es: ‘Privaticemos el agua’, no. Si es machista, tampoco. Ahora si es una película pasatista, dentro del guion podemos hacer que un personaje tire la basura, en vez de en un tacho común, en uno reciclado. Vas tirando mensajes positivos en los personajes positivos. 

– ¿Cómo creen que se podría expandir este tipo de producción en el circuito comercial? ¿Cómo podría un productor audiovisual, que no está por ahora aplicando la PSSP, enterarse de que existe y sentirse motivado a llevarla adelante? 

–Cuando el Estado empiece a exigirla dentro de las normativas, de los subsidios, de los concursos, ahí se va a empezar a hacer. Si no, depende de las individualidades, como en este caso–, opina Turnes. 

Si el organismo que financia la película no tiene interés en la PSSP pero es el que pone la plata, ¿cómo se compatibilizan ambas cuestiones? Romanazzo opina que “es la militancia, la quijoteada, de querer mejorar este planeta. Atraer a los productores audiovisuales es algo que nosotros venimos pensando hacer, pero si vos realmente no estás comprometido lo hacés por exigencia”.

–¿Tienen pensado hacer capacitaciones o eventos de difusión de la PSSP para productores audiovisuales? 

– Lo interesante -dice Bepres- sería poder hacerlo en lo regional, porque me parece que tenés que conocer tu territorio. Por un lado, está el camino de la formación, que es necesaria. Por el otro, el boca en boca, que funciona un montón. Y después creo que la misma realidad nos tiene que interpelar: el cambio climático lo estamos sintiendo. Y por otro lado, lo institucional, ya que el incentivo económico siempre funciona. Creo que tienen que ser todas estas vías. 

—¿Es más o menos costoso hacer este tipo de producción?

—Para mí depende desde dónde te estás parando —opina Bepres—, pero lo que vos generás en el lugar no tiene precio. Si todo se mide por el capital, entonces es más costoso, quizás, porque la harina integral va a ser un poquito más cara que la harina refinada blanca, pero si no estás usando carne todos los días, ahí estás compensando tus costos.  

—El tema del transporte es una cosa lógica, ética y moral —dice a su vez Turnes—. Está bien ahorrar viajes individuales y compartirlos de forma colectiva. Y a nivel producción, de economía para la película, la beneficia también, además de ser sustentable.

–¿Por qué hay que ver El agrónomo

– Porque necesitamos volver a esa conexión con el campo pero desde otro lugar —dice Bepres—. La película no sólo muestra al agrónomo que tira glifosato, sino que también nos interpela en las contradicciones que como seres humanos tenemos. Creo que la película hace una interpelación de contradicciones en ondas. 

Romanazzo, por su parte, dice que “la película hace repensarnos a nosotros y el método de producción. Nosotros nos hacemos cargo y queremos cambiar el método de producción de la cinematografía porque si no, sería hipócrita acusar de que están contaminando el mundo siendo que el cine es contaminante. Cuando salís de ver El agrónomo te tienen que hacer ruido los modos de producción”. 

“Es una película necesaria de ver porque trata una temática que nos involucra a todos —concluye Turnes—, porque el modelo extractivista nos está llevando a algo que sólo beneficia al uno por ciento de la población. Y porque estamos viviendo un momento de discursos de odio que hacen que algunos se la agarren con la película, con el INCAA, con el cine, con la cultura. Es muy importante defender todo eso: nuestro cine, nuestras voces, nuestras historias, nuestros personajes, hay que apoyar el cine argentino”. 

 

La memoria sentada

La memoria sentada

«La silla vacía» es un biodrama sobre el atentado a la AMIA en el que actúan familiares de las víctimas del atentado cometido el 18 de julio de 1994. Cinco funciones para conmemorar el trigésimo aniversario.

‘’Nunca se sabe que silla queda vacía, y la silla que queda vacía es un poco un acto de memoria. La memoria no es solo ´recuerdo esto´’. Memoria es ir y reclamar justicia porque la impunidad es como un atentado que se repite todo el tiempo’’, expresa Sol Levinton, a cargo de la dramaturgia y la dirección de La silla vacía, una obra de teatro testimonial sobre el atentado del 18 de julio de 1994 a la Asociación Mutual Israelita Argentina.

A 30 años del atentado a la AMIA, ya se realizaron cinco funciones durante este mes. La obra nace de la reconstrucción de los relatos de Hugo Basiglio, Jennifer Dubín, Alejandra Terranova y Adrian Furman, familiares de víctimas del atentado. Las funciones tuvieron lugar en el Auditorio de la institución y, con el acompañamiento de la voz en off de Ricardo Darín, los cuatro ‘’actores que no son actores’’ contaron sus historias que van desde aquella mañana 18 de julio hasta el día de hoy.

‘’Durante estos treinta años se hicieron muchas cosas, se hicieron musicales con artistas muy reconocidos, se hizo un video animado con la voz de la mamá de Sebastián, la víctima más chiquitita, pero nunca se subió al escenario un sobreviviente o un familiar directo’’ explica Levinton, quien estuvo a cargo de armar la dramaturgia de la obra. Cuando Elio Kapszuk, director de Arte y Producción de AMIA, le propuso la idea de crear lo que luego se transformaría en La silla vacía, la artista enseguida aceptó. ‘’Me parecía desde lo teatral una aventura y siempre trabajé con temáticas que me conmueven mucho desde lo ideológico. Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar.’’

«Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar’’, dice Sol Levinton, directora de La silla vacía.

Con esta idea en camino, la propuesta llegó a Hugo, a Jennifer, a Alejandra y a Adrián, quienes tienen historias muy diferentes a pesar de que sus vidas fueron marcadas con el mismo hecho. Y es que las víctimas del atentado no fueron todas de la comunidad judía o de trabajadores de AMIA; también las víctimas eran personas que pasaban por la calle o que trabajaban enfrente. 

Una de las historias es la voz de Alejandra, cuyo padre repartía pan con un camión. Él estaba estacionado en la puerta de AMIA el día del atentado, y a su lado se encontraba otro auto. Cuando explotó la bomba, toda la onda expansiva cayó sobre la camioneta, que ofició involuntariamente como escudo del coche. ‘’Como en todas las obras, pero en esta más todavía, cada función es distinta’’, comenta  Levinton y argumenta:’’En la última, un señor se levantó, se subió al escenario y le dijo: ´yo quiero agradecerle a tu papá que falleció porque me salvó la vida´’’. El espectador era la persona que estaba en aquel auto’.

‘’Yo lo que quería era que todos los testimonios sean una especie de monólogos conversados, de ir uniendo las historias de todos, que tienen mucho en común porque la historia del otro es un poco nuestra también’’, cuenta Levinton. 

«La obra habla de la falta, pero también del reclamo de justicia y de los momentos lindos», dice Levinton.

Con tan solo cinco sillas sobre el escenario y cuatro personas que cuentan su relato, la obra recorre intensas y extremas emociones: desde el llanto de los hechos inevitables, a risas inesperadas como respuesta a las anécdotas de los que dan vida a la obra. 

Pero una de las sillas siempre queda vacía. Los actores van rotando de asiento a medida que transcurre la obra, pero siempre hay una silla vacía. Esto es en representación, y conmemoración, a las 85 víctimas que dejó el atentado. ‘’La obra habla de lo impredecible que es la vida. De que las cosas suceden y vos no sabes cuando va haber una silla vacía, lo que también implica un montón de cosas. Tiene que ver con la falta, que es inevitable, siempre va haber una silla vacía pero también tiene que ver con recordar, reclamar justicia, recordar momentos lindos, porque eso hace que no esté tan vacía. Mantener viva la memoria’’.

 

Historia a vapor

Historia a vapor

El Museo Ferroviario, conducido por los miembros del Centro de Preservación Lynch del Ferroclub, abre las puertas todos los sábados, para dar a conocer la historia y el presente de los trenes y reivindicar su función social.

Todos los sábados a las 16 a partir del 10 de agosto y, en vacaciones de invierno, el domingo 28 de julio de 10 a 17-, el Centro de Preservación (CDP) Lynch del Ferroclub Argentino realiza visitas guiadas en su Museo Ferroviario, que preserva, exhibe y pone en marcha ejemplares de trenes históricos, entre los que se encuentra la locomotora más antigua en funcionamiento de Lationamérica. Además, se exhiben objetos relacionados con la historia ferroviaria, como señales, faroles, uniformes y boletos. Las entradas generales cuestan $1500; para jubilados y menores de 12 años $1000 y son gratuitas para menores de 5 años.

Al lado de la estación Villa Lynch del Ramal Urquiza se presenta otra estación de tren muy diferente. Un viejo edificio de paredes amarillas recibe a los pasajeros, que compran sus boletos a otro viaje, a través de una ventanilla, el tren que tomarán es negro y tiene una locomotora cilíndrica, diseñada para ser impulsada mediante vapor. Se trata del Museo Ferroviario del CDP Lynch del Ferroclub Argentino, cuya labor es mostrarle a sus visitantes cómo se viajaba en el pasado.

“La gente mayor viene con cierta cuota de nostalgia, porque en algún momento viajó en ese mismo tren o en uno similar, o se acuerda que iba a visitar a sus parientes en otra provincia”, dice Bruno Galafassi, socio y voluntario del Ferroclub. “Antes solamente tenías el tren, entonces es la gran cuota de nostalgia me parece que es lo que más mueve a la gente. Y a los más chicos les llama la atención”.

El recorrido empieza dentro de la estación, donde se preservan los objetos que hacían posible el servicio del ferrocarril; señales de diferentes tipos, faroles, una imprenta para los boletos, carnets para pasajeros de primera clase, uniformes, silbatos y teléfonos, entre otros. Todo con el acompañamiento de los guías, quienes explican, contextualizan y responden cualquier pregunta que el público pueda tener.

Luego, los guías llevan a los visitantes a la parte exterior del predio, donde se encuentran diferentes ejemplares de los últimos 140 años de historia ferroviaria argentina. Allí pueden no solo ver los diferentes trenes y vagones, sino también adentrarse en algunos de ellos, como es el caso de las formaciones del histórico tren de larga distancia “El gran capitán”, que incluía un coche comedor y un coche dormitorio.

Otra particularidad de la visita a estas unidades es el hecho de que sus luces y ventiladores aún funcionan, ya que una de las labores de los voluntarios el Ferroclub es mantener estos trenes en funcionamiento. No solo eso, si no que, en ciertas oportunidades, han logrado que estos trenes vuelvan a recorrer las vías: “Nosotros hemos viajado para la Noche de los Museos, viajamos hasta Lacroze. Es poquito tramo, pero poder viajar en vía principal con estos coches es algo único, es histórico. Tuve varias veces la oportunidad de viajar en la locomotora a vapor prendida y eso es una experiencia muy, muy hermosa. Sentir cómo se mueve, el ruido del vapor. Vos estás en la locomotora, abrís la tapa y ves el fuego”, cuenta Galafassi.

El Ferroclub fue fundado en 1972, lo que lo convirtió en una institución pionera en la restauración y preservación de material ferroviario. A través de los años, el CDP Lynch ha recibido una gran cantidad de histórico material ferroviario rescatado del vandalismo para que sea restaurado. De esta forma, el CDP también se convirtió en un punto de referencia en esta labor: “Tenemos un vasto archivo físico: libros, revistas, biblioteca. Y nos piden ayuda, nos preguntan: ´Esta locomotora, ¿de qué color estaba pintada? ¿Cómo se pinta esto?” Un ejemplo es la locomotora que está en la plaza de Caseros, frente a la Municipalidad, que la restauró con supervisión nuestra”, explica Galafassi.

Sin embargo, el Ferroclub también es una asociación civil sin fines de lucro, llevada adelante por trabajadores motivados por su pasión por los trenes y la historia ferroviaria: “Tenemos una mezcla de muchas profesiones. Yo, por ejemplo, no soy ferroviario, soy herrero. Tenemos otro socio que tiene su tornería. También hay algunos socios que son ferroviarios. Hay un chico que está por recibirse abogado, o sea nada que ver”, cuenta Galafassi, y agrega: “Lo que tenemos es una pasión por todo lo que sea el sistema de ferrocarriles y el tren en sí”.

Otro de los guías del Ferroclub, Matías Marsicano, cuenta que el Ferroclub solía correr un tren a vapor regularmente hasta 2001, año en el que la crisis socioeconómica los obligó a realizar esta actividad esporádicamente, hasta que se detuvo en 2013. Marsicano recuerda también que “ese mismo tren a vapor que corríamos dejó principalmente de correr porque dejó de funcionar el denominado “El Gran Capitán” que unía a Lacroze con Posadas”.

Además, Marsicano habla sobre la perspectiva errónea que se ha tenido sobre el tren: “Desde los ‘90 hasta la actualidad miradas localistas vieron al ferrocarril como un obstáculo, que dividía ciudades cuando en realidad lo que hacía es unirlas con el resto del país”. Galafassi también se expresa sobre esto: “El tren es y fue artífice de creación de pueblos, de mejora de ciudades. Vio nacer ciudades, llevó el progreso a otras, consolidó otras ciudades y en cierto punto lo sigue haciendo. Le da de comer a muchos pueblos. Lamentablemente, porque la retracción que tuvo el ferrocarril con los últimos años fue tremenda”.

“Básicamente es por amor a eso, por amor a todo lo que el ferrocarril pudo crear con su simple servicio, porque es solamente mover pasajeros o carga de un lado a otro, y todo lo que fue creando a su alrededor me parece que es digno de hacer el esfuerzo por mantenerlo”, concluye Galafassi.

“Hago música porque me gusta compartirla con alguien más”

“Hago música porque me gusta compartirla con alguien más”

Con más de 100 mil oyentes mensuales en Spotify, la cantante cordobesa Paz Carrara presenta su nuevo disco, más pop que su álbum debut. “No tenía ganas de que me tilden como una artista que sólo hacía canciones tristes”, confiesa.

Bajo la premisa de volver al origen, Paz Carrara acaba de lanzar su segundo disco, Todo vuelve al punto de partida. Con letras que hablan sobre el amor, el duelo, la resiliencia y el crecimiento, la cantante toma distancia del género cantautor para explorar sonidos más cercanos al pop. En diálogo con ANCCOM, la artista reflexiona sobre la necesidad de reencontrar su individualidad, la presión de la industria musical y el rol que tuvo Bambi Moreno Charpentier como productor del álbum.

 

¿Por qué decidiste volcarte al pop?

En verdad fue todo a nivel de producción. Podría haber ido por ese lugar obvio y cómodo, pero este era un desafío que tenía ganas de hacer desde hace mucho tiempo. Y también fue clave conocer a Bambi y empezar a trabajar con él, porque me convenció de que se podía hacer.

 

¿Cómo fue el proceso de producción del disco?

Soy una persona súper ansiosa, recuerdo pensar en un segundo disco cuando estaba lanzando el primero (Me cansé de hacer canciones que no salgan si no estoy llorando, 2022), porque sé que los procesos son muy largos hasta que uno termina el producto y después lo saca. Entonces ya sabía que lo iba a encarar con el mismo tipo de trabajo y que iba a ir por el mismo lugar que el primero. También me cayó una ficha, sentí que cambió un poco el juego y empecé a notar cómo influye la industria musical. Es más, creo que en mi primer disco pensé mucho en quienes me estaban escuchando y dejé de lado mi individualidad. Por eso, el año pasado me propuse frenar un poco para pensar en mi necesidad de hacer algo más propio, algo que suene a mí y no a nadie más. Amo mi primer disco, pero hay muchas canciones que siento que podrían ser cantadas por otros artistas. Eso es porque me necesité alivianar y porque no tenía ganas de que me tilden como una artista que sólo hacía canciones tristes. Entonces me propuse hacer de este disco lo más propio posible, yendo a fondo con todas las historias y contando detalles específicos sobre las cosas que realmente me importan, porque de otro modo no tiene sentido.

¿Las canciones de este segundo álbum te representan al cien por ciento?

Sí, o al menos a esta etapa de mi vida. Describen muy bien mis últimos dos años: cortar una relación, empezar una nueva, enamorarse a fondo, y después entre medio contar todo lo que implica la vida de uno. En el disco hay seis canciones de amor y cuatro que no tienen nada que ver con el amor en términos de pareja. Pero también implica eso una relación: presentarte, decir lo que te pasó en la vida y cuáles son personas que te acompañan. Todo eso termina de contar la narrativa.

 

¿Tenías pensado el título antes de grabarlo o decantó mientras lo hacías?

Fue decantando de a poco. No hago las cosas pensando demasiado en los conceptos previos, la música me suele dar muchas más respuestas de las que yo puedo darle a ella. Escuchando las canciones me di cuenta de que había algo un poco cíclico de querer hacer las cosas de vuelta, volver a hablar de cosas que hacía mucho tiempo no hablaba o repetir cosas que ya aparecían en otras de mis canciones. También empecé a darme cuenta de que esto aparecía en algunas cosas conceptuales, como por ejemplo que la mayoría de las canciones empiezan y terminan igual: con una frase, una melodía o con un ruido. Eso no fue buscado, sino que fue algo que nos pasó y que nos gustó tanto como quedaba que para las últimas tres canciones ya lo hicimos adrede, pero al principio fue la música la que guió el camino.

 

¿Cómo fue trabajar con Bambi Moreno Charpentier?

Con Bambi nos conocimos hace tres años porque él me había invitado a grabar en su disco República de la Nostalgia una canción hermosa (“La Torre”) y a partir de ahí se fue forjando una amistad. Siempre lo consideré un artista súper prestigioso por su trabajo con Tan Biónica, pero desde ese momento siento algo especial por él porque siempre fue muy generoso conmigo. Además, tiene mucho camino recorrido dentro de la música como productor, más allá de su talento como artista, entonces me hizo muy bien tenerlo cerca para ver y entender las cosas con otra perspectiva. También me sirvió haber trabajado con él en la canción “Aunque nunca te lo diga”, que habíamos compuesto para otra persona pero que al final nos terminó gustando tanto que la sacamos y se terminó sumando Santi Celli. No terminó formando parte de este disco porque justamente no era una historia mía, entonces no tenía que ver con la esencia de todo lo que estábamos haciendo, pero a nivel sonoro podría haber ido. Luego de haber trabajado en estos proyectos y habiendo podido conocer su sensibilidad y desarrollar un nivel de confianza se me ocurrió que tal vez él era el productor adecuado para este disco, porque sentía que me podía ayudar a llevarlo al lugar de identidad que yo buscaba. Además, él es mucho más jugado que yo, tiene una cabeza que va más rápido, pero al mismo tiempo desde un lugar súper humilde, porque él todo lo abre a discusión. No es que fue un disco donde él me mandó las ideas y yo las acepté, sino que fue un proceso colaborativo. Yo también aporté un montón, pero porque él me hizo parte, y por eso estoy contenta de haberlo hecho con él, fue una experiencia muy linda.

Además del amor y la idea de volver al origen, ¿qué otras cosas te inspiraron?

El dolor, el crecimiento, la resiliencia y los procesos. En este disco hablo de mi abuela, de mi padre y de mi madre, entonces está presente el desarrollo de las relaciones y de los sentimientos. Por ejemplo, en una de las canciones hablo sobre el día en que me enteré de que mi papá había fallecido. Si bien he escrito un montón sobre ese momento, creo que esta tiene un final donde el sentimiento muta un poco. Lo mismo con la canción sobre mi abuela, que habla sobre un período de tiempo que se va desarrollando en la letra. Hay mucho de eso también, de sostener algo a través del tiempo y cómo eso va al mismo tiempo cambiando. Lo mismo con las canciones que hablan sobre el amor y de una relación que se va desarrollando. También me sirvió como fuente de inspiración la música de otros artistas como Regina Spektor, Bleachers –el proyecto de Jack Antonoff– y Taylor Swift. De ellos tome la idea de transmitir un sentimiento en particular.

¿Cuál fue la canción que más te costó componer?

 “Te fuiste”, porque es muy personal. Lo primero que apareció fue el puente, pero después fue difícil encontrarle un cierre. Esa situación que quizás me impulsó a escribir no se terminaba de desarrollar y eso hacía que la canción no explotara del todo. Siento que mi fuerte es escribir estrofas y no estribillos y por suerte Bambi es muy bueno en eso, entonces un día agarramos la canción en el piano, empezamos a probar cosas y ahí salió todo el resto. Fue una canción que llevó muchos meses y que en general no me suele pasar, porque a mí me gusta escribir rápido, con frescura y sin corregir.

 

¿Cómo viene siendo la recepción del público?

Soy afortunada, recibí mensajes muy lindos y para mí eso es lo único que da sentido a las cosas. Si no hubiera alguien del otro lado que escucha y que algo le transmite, me quedaría haciendo canciones para mí en mi casa. Hago música porque me gusta compartirla con alguien más. No me importa si son diez, cien mil o diez millones. No va por ahí. En particular, recibí muchos mensajes por la canción “Domingo”, que es muy fuerte y que me parece que la va a descubrir la gente que necesite descubrirla. También me contactó mucha gente enamorada, que me mandó fotos o videos con sus parejas en donde de fondo había una canción mía. Siento que despierta eso porque es un disco que va muy al grano del corazón. También es muy nuevo, así que con el tiempo vamos a ir viendo las repercusiones.

Lo vas a presentar en Niceto Club, ¿cuál es la canción que más estás esperando cantar?

Me da mucha intriga cómo va a sonar “Panamericana” en vivo. Es una canción que muchas de las chicas que me siguen vienen esperando, porque solo la había tocado en algún vivo de Instagram. De hecho, el año pasado cuando toqué en Niceto, me llevaron carteles con la palabra “Panamericana”, evidentemente si me la piden tanto es porque algo les pasa a las personas con esa canción. Yo eso capaz ni lo intuyo, porque siempre mis favoritas son otras. De hecho, eso me pasó con “Radar”, al principio no quería sacarla y hoy es la canción que más reproducciones tiene en Spotify. Mucha gente la conoce y no tiene idea de quién soy yo. Lo mismo me pasó después con “Las Converse”. Hay algo que pasa con las canciones que a veces no es necesario que estén tan producidas, sino que pase algo con la música.

 

¿Estás satisfecha con el resultado?

Sí, y sobre todo muy contenta. Lo escucho y me parece un buen disco, lo disfruto. Estoy orgullosa de las canciones y de la producción que tuvieron. Obvio que me gustaría que mucha más gente lo descubriera. Fue un proceso complicado, con mucho esfuerzo y trabajo y que pasó por un montón de situaciones y sentimientos. Largarlo también fue fuerte, porque uno deja ir algo que viene cuidando hace un montón de tiempo y deja de tener el control y eso es complicado a nivel emocional. Pero ahora estoy en un momento donde lo estoy disfrutando y soy feliz de que me lleguen mensajes de personas que no me conocían y que de repente me descubrieron. Me hace sentir que las canciones son lo suficientemente buenas para que me hayan brindado 40 minutos de su vida para escucharlo y una hora y media en septiembre para verlo en vivo. Siento que ya hay una relación a largo plazo.

 

Paz Carrara presentará Todo vuelve al punto de partida el próximo 13 de septiembre en Niceto Club. Las entradas se pueden adquirir en passline.com.

“Hacer teatro es un acto de resistencia”

“Hacer teatro es un acto de resistencia”

En tiempos donde parece que todo es odio y negacionismo, la obra de teatro «Memoria de un poeta» invita a mantener el recuerdo vivo de los 30 mil desaparecidos.

Por arte de la magia escénica, el Teatro del Pueblo, en el barrio porteño de Almagro, se transforma en una biblioteca popular de Avellaneda. Allí, un grupo de compañeros toman el lugar como un acto de rebeldía y se reúnen para hacer memoria. Rita es la bibliotecaria, Tito el empleado de mantenimiento y Eduardo un poeta que intenta reconstruir, retratar y recordar a Elvira, una vieja amiga bibliotecaria, desaparecida por el terrorismo de Estado en el verano de 1978.

Con dramaturgia y dirección de Paula Marrón, Memoria de un poeta ayuda a pensar cómo recordamos con el paso del tiempo, cuáles imágenes están nítidas, cuáles se vuelven más difusas. Nos interroga acerca de quiénes somos, de aquello que olvidamos, de aquello que no, y propone recordar algo tan doloroso como la dictadura cívico militar, pero lo hace a través de lo lúdico y eso es lo que, a su vez, conecta a cada espectador con su propia memoria emotiva y trae a la mente personas o momentos importantes de sus vidas.

Memoria de un poeta es una obra pequeña e íntima con grandes actuaciones. Emiliano Díaz, José Manuel Espeche y Rosina Fraschina ponen el cuerpo a los personajes que tratan de reconstruir lo que dejó la ausencia de Elvira en ese poeta avellanedense.

En diálogo con ANCCOM, Paula Marrón expresa: “El proceso creativo fue muy lindo porque son actores sensibles y desde el primer ensayo buscaron la verdad y entendieron que el corazón de esta obra son los vínculos. Apostamos a eso. La obra también nos habla del amor en sus múltiples formas”.

Asimismo, Marrón considera que “en el contexto político y social que estamos viviendo hacer memoria es vital. La historia nos demuestra que nunca hay que dejar de hacer memoria, incluso cuando creemos que como sociedad estamos de acuerdo en algunas cosas; después los hechos nos demuestran lo contrario. Es muy triste todo lo que estamos viviendo y hacer teatro es un acto de resistencia. Como dramaturga tuve la necesidad de escribir sobre esto. Fue hasta casi inconsciente porque no sabía que iba a escribir sobre este tema”.

“La obra no sólo pone el foco en la memoria, sino en cómo los recuerdos se nos vuelven más difusos y algunos olvidamos por completo. Por ejemplo, hoy, a mis 41 años, pienso cómo recordaré este presente si llego a vivir hasta los 70.O cuando intento recordar mi infancia, por qué algunas imágenes están tan claras y otras ni siquiera puedo traerlas. Esta obra nos habla un poco de eso”, concluye Marrón.

Memoria de un poetase puede ver todos los domingos a las 18 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636) yestará en cartel hasta el 11 de agosto.