«El nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica»

«El nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica»

Virna Molina y Ernesto Ardito presentan «La bruja de Hitler», una película de ficción que cuenta la historia de una familia nazi que huye a la Patagonia.

La película La Bruja de Hitler es una ficción dirigida por los cineastas argentinos Virna Molina y Ernesto Ardito, que se estrena hoy  8 de junio en Cinépolis Recoleta, Cinépolis Avellaneda y Showcase Haedo. El film fue rodado en la Patagonia argentina y cuenta la historia de una familia alemana que se traslada al país para escapar de la condena por adherir al nazismo. Aunque no está basada en hechos reales se vincula con la intolerancia y se desarrolla en un ambiente opresivo y hostil pero con una estética que roza lo fantástico y lo onírico, sin dejar de lado la carga política que la atraviesa de principio a fin.

La película está protagonizado por Lucia Knecht, Victoria Lombardero Có, Ema Eraso Villarino, Ulises D’atri, Eleonora Dafcik, Heinz K. Krattiger, Malena Villarino, Ronaldo Giss e Isadora Ardito, quienes interpretan adolescentes que pasan por la etapa del descubrimiento sexual, del mundo adulto, del amor en un lugar que parece de ensueños, pero donde se revela el odio a lo diferente y a todo lo que se salga de los valores y moral nazi.

La película obtuvo una Mención Especial en la Competencia Oficial Largometrajes Argentinos del 12º Festival Internacional de Cine Político (FICIP), que concluyó el miércoles 31 de mayo.

¿Cuál fue la inspiración para hacer esta película?

VM: Nosotros queríamos hablar del nazismo, una vez más, porque sentíamos de alguna manera que hay algo con respecto a cómo se representó a lo largo de la historia del cine a los nazis, que siempre parece como que en el fondo terminan siendo representados como gente que mereciera cierto respeto. Y la realidad es que las vidas verdaderas de estas personas, sobre todo los que fueron a la Patagonia y después siguieron ocultos ahí y estuvieron por décadas viviendo vidas normales, entre comillas, eran bastante despreciables. Por un lado eso y por otro lado el tema de que desgraciadamente el nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica. Y parte de ese pensamiento espantoso que llevó a que el exterminio de millones de seres humanos se sigue presente. Perduró, se instaló silenciosamente en la sociedad actual y se reproduce. Se reprodujo durante todo el siglo XX y, actualmente, vuelve a surgir con nuevos movimientos y líderes que proponen las mismas cosas que proponían estos líderes nazis en los años ‘30

 

¿En qué se basaron para la búsqueda de  estos personajes tan particulares?

E.A: Nos basamos mucho en el documental de Carlos Echeverría sobre el único desaparecido en la ciudad de Bariloche, después hizo Pacto de silencio, sobre el paso de Erich Priebke por esa ciudad. A partir de su trabajo documental trabajamos sobre ese cotidiano que contaba Virna. Y nosotros también, al haber estado tanto tiempo yendo allá y conviviendo y viendo materiales, pudimos llegar a un momento de decir: “Bueno, eso lo podemos reflejar en una película”. No queríamos que fuera una película acartonada, distante, o sea, que tuviera ese realismo también en cuanto a la construcción de los personajes más allá de la estética de la película que es como un cuento de hadas.

 

¿Cuál es el mensaje que esperan que llegue a los espectadores?

V.M: Más que un mensaje es poder abrir un debate. Empezar a discutir cosas que parece que no se discuten, hay cuestiones que son absolutamente tabú y a veces el cine sirve para eso. Entonces, desde las sensaciones, los sentimientos, las emociones, las percepciones que una película te deja, podés empezar a reflexionar sobre cuestiones más profundas que están dentro de nuestra cultura, de nuestras formas, de los conceptos que tenemos arraigados como la moral o la ética que debemos sostener. Ese es el punto, que se rompa el silencio sobre la ideología nazi. El hecho de tratar de encapsularla y meterla en un momento histórico y decir que eso quedó ahí es mentira, no quedó ahí.

¿Cómo creen que ha evolucionado el cine documental político en Argentina en los últimos años?

V.M.: Nosotros desde hace 20 años hacemos cine documental político y creo que es el que más toca temáticas que tienen que ver con una cuestión social o política, tanto desaparecidos, como otros temas que han sido tabú durante décadas en nuestra sociedad. En esta película es más difícil romper con las lógicas del relato que la ficción impone. Entonces, nuestra apuesta era tratar de romper un poco ese lenguaje y desde la puesta en escena, desde las actuaciones, desde la estética, jugar con todos esos elementos y a la vez estar contando algo que es atroz y estar contando una película de terror y a la vez una película bella, lo cual inevitablemente cuando estás en la butaca genera una perturbación porque lo que estás viendo parece bello pero a la vez es horroroso.

 

¿Qué aspecto destacarían de la producción?

E.A.: Fue una tarea muy colectiva. Primero, en todo el equipo técnico que trabajó la estética de la película y que pudo acompañar y proponer ideas nuevas de nuestra idea original, es decir, tanto en el vestuario, en la escenografía, en el maquillaje, todo se armó como algo que nos permitiera viajar a ese universo, ingresar a lo que le iba pasando, no solamente la verosimilitud. Y después, el elenco es increíble, de hecho la mayoría de los adolescentes no había trabajado nunca en una película de ficción, era su primera vez, ni hablar de Emma, la más chiquita, que la rompió.

 

¿Cómo fue este proceso de producción teniendo en cuenta que se hizo en la pandemia?

VM: Dificilísimo. Fue como haer dos películas a la vez por exigencia de producción. En principio, nos aislamos en esa casa. La primera película se iba a filmar en el 2020, se suspendió por la pandemia, tuvimos un año que estaban prohibidos los rodajes, así que no salimos a rodar y recién lo hicimos al año siguiente. Se iba a filmar en abril del 2020 y se filmó en abril del 2021. Eso ya condicionó porque mucha gente salía por primera vez del aislamiento de su casa praa filmar la película, lo cual fue psicológicamente muy fuerte. La película era fuerte en sí, las escenas que se desarrollaban también. Por otro lado, estábamos en un lugar muy paradisíaco, en una tremenda casa. La mitad del equipo estaba en una posada que quedaba a unos kilómetros de ahí, la casa era inmensa, tenía varias partes y varios edificios. No fue fácil, pero fue interesantísimo y fue un trabajo colectivo. Pero fue arduo porque había que hacer todo como muy ajustado para que nada salga mal, porque nadie se podía enfermar, porque no se podía romper el aislamiento, que entrara alguien que estuviera enfermo, entonces todos había que hacer los tests y los controles. Fue como una locura, ahora pensado a la distancia,

 

¿Cómo llevan adelante el proceso creativo y la codirección de la película?

 

EA: En principio nosotros generamos el escenario físico, y a la vez generamos después el escenario con los actores incorporados. A partir de ahí, nosotros empezamos a trabajar en la acción y después dentro de la misma acción había cosas que iban surgiendo. No es que filmamos un guion, es un juego de lo que íbamos percibiendo también artísticamente. Y, otra cosa, nosotros siempre trabajamos el realismo de los materiales que hay. Se conocía bien que todos los objetos que habían eran reales, no es que se construyeron réplicas o el vestuario. Hubo un trabajo de preproducción muy grande también buscando todo eso. La codirección se fue dando naturalmente, en este caso no hacíamos cámara ninguno de los dos, así que trabajábamos en conjunto, siempre.

 

¿Cuál ha sido el mayor desafío al momento de dirigir y producir películas político- sociales en Argentina?

VM: Creo que es la primera película donde nosotros hicimos una apuesta estética muy fuerte, en cuanto a justamente esta puesta en escena, porque en nuestra ficción anterior,  que era Sinfonía para Ana, jugamos más en cuanto a la improvisación, pero acá, como eran personajes con los que nosotros no teníamos empatía, nos costó lograr eso tan fuerte. Esa tensión que te transmiten los personajes, nosotros también la vivíamos en el rodaje en común. Yo creo que lo más difícil es reconstruir la época de una manera alucinante, de una manera poética, sobre todo porque tampoco el cine nacional cuenta con grandes presupuestos.

 

¿Cuál sería el consejo que le darían a los cineastas emergentes que quieran hacer películas sobre temas políticos, sociales, ya sea desde la ficción o desde lo documental?

VM: El cine no puede ser ajeno a la realidad de un país. Entonces, de alguna manera, el cine es posible a las realidades que habitamos. A mí me parece que a veces es un poco obsceno hacer películas de presupuestos demenciales, para una realidad donde la gente no tiene para comer. Así como el neorrealismo italiano tuvo su época, aparecen nuevos lenguajes. Yo creo que hoy tenemos todavía la suerte de tener un Instituto de Cine y una comunidad cinematográfica que lo defiende y que lo sostiene y que eso principalmente se sostiene con películas. Entonces, en cada película que cada uno de nosotros hacemos hay que dar lo máximo porque esa es nuestra bandera de lucha más fuerte, las películas en ese sentido.

 

¿Qué expectativas tienen respecto de la repercusión?

EA: Es un espectáculo cinematográfico para ver en salas, particularmente hay algo que le está haciendo mucho mal al cine y son las plataformas, en el sentido del desplazamiento del espectador a la sala. Me parece como que no reemplaza a la otra, pero no podemos perder el espectáculo de sala. Hace poco fuimos a ver la película de Damián  Szifron y verla en sala es otra cosa. Es otra experiencia. Y es como si viéramos, el teatro por televisión. Hay algo que habilita el silencio de la sala, la concentración, la imagen, el sonido, que hace que el cine se termine de completar y que la película funcione. Esta película está pensada como espectáculo cinematográfico. A pesar de tener todo su contenido político y demás, tiene una cosa también muy de espectáculo cinematográfico, por eso invitamos a los espectadores a que vayan a la sala de cine.

 

 

 

 

Retrato de un periodista comprometido con la justicia social

Retrato de un periodista comprometido con la justicia social

“Sebastián Moro, el caminante” es un documental sobre el corresponsal mendocino asesinado durante el golpe de Estado de 2019 en Bolivia.

Sebastián Moro, el caminante es un documental que explora los últimos movimientos que realizó el periodista argentino antes de ser asesinado el 16 de noviembre de 2019 en Bolivia, mientras se precipitaba el golpe de Estado que derrocó al presidente Evo Morales. Tras casi cuatro años de su fallecimiento, la causa sigue sin respuestas y sus familiares y amigos luchan por esclarecer lo que pasó aquella noche en que Moro salió a caminar como solía hacerlo y regresó con signos de politraumatismos que, una semana más tarde, derivaron en su muerte.

El documental, dirigido por María Laura Cali, recoge una multiplicidad de voces entre las cuales aparece principalmente la de Sebastián, recuperada a través de la utilización de audios de WhatsApp que envió a sus conocidos. Su madre, Raquel, y sus hermanas, Penélope y Melody, cuentan detalles de su personalidad y su trabajo profesional; también se hacen visibles los testimonios de sus colegas y allegados que vivieron junto a él sus últimos días de vida.

El audiovisual comienza en Mendoza, lugar del que Moro era oriundo, y muestra sus inicios en Radio Nacional, donde tenía un programa que se especializaba en derechos humanos. Con el gobierno de Mauricio Macri se vio obligado a abandonarlo, y fue entonces cuando decidió viajar a Bolivia para explorar nuevos horizontes y terminar ejerciendo como editor de Prensa Rural por su contacto y compromiso con la Confederación Única Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia.

Retrato de un periodista comprometido con la justicia social

«Yo quería retratar la vida de Sebastián, que lo que priorizó era cubrir los sectores más vulnerables: ese fue mi objetivo», dice María Laura Cali, directora del documental.

El mendocino realizó un arduo trabajo por cubrir los crímenes de lesa humanidad en Argentina a través de su programa de radio Despacito y por las piedras, mediante la transcripción de los juicios a la dictadura y a través del abordaje de crímenes de violencia institucional: este trabajo lo formó como cronista. Durante su trayectoria demostró tener un fuerte compromiso con este tipo de causas. Su militancia en contra del golpe de Estado a Evo Morales en Bolivia fue la que marcó su trágico destino con tan sólo 40 años.

María Laura Cali respondió acerca de si buscó retratar a la sociedad boliviana desde un lugar de dominación cultural: «Hay una dominación cultural, hay mucho racismo en Bolivia, pero no fue una mirada intencional sobre el lugar de dominación cultural. Yo quería retratar la vida de Sebastián, que lo que priorizó era cubrir los sectores más vulnerables: ese fue mi objetivo. Quise mostrar a quiénes defendía a través del periodismo: gracias al trabajo de Sebastián, que le da cobertura, ellos logran obtener justicia, porque estaban usurpando sus territorios».

Cali plantea que los medios hegemónicos de comunicación bolivianos jugaron un rol decisivo: «¡Fue terrible! No paraban de negar el golpe, decían que no había un golpe y lo siguieron haciendo antes y después, generando fake news y tergiversando la realidad. El periodismo es la nueva manera de dominación que tenemos a través de los medios hegemónicos. Es una práctica que ya sabemos que se está efectuando a nivel mundial y sobre todo a nivel latinoamericano cuando necesitan dominar a la población. Creo que la más vulnerable es la clase media, que cree en esa tergiversación de la realidad, que pone el eje en otro lado y no donde debe ponerlo, y es a raíz de eso que se logra la dominación y los votos hacia la derecha».

La directora conoció a Moro en octubre de 2019 tras una entrevista en la que el mendocino se interesaba por su documental Los ñoquis, enfocado en los despidos durante la asunción de Macri. Tras la muerte del periodista, Cali decidió reivindicar el fuerte compromiso que tuvo con las causas sociales. «Retrato la vida de un periodista comprometido con la verdad, la justicia, que tiene un gran sentido social, que llega a postergar su propio bienestar por dar luz a estas problemáticas y que por eso termina encontrando la muerte. Quise retratar que defender esa manera de vivir te puede llevar a la muerte. El documental fue una mirada de una historia de vida».

Su hermana Penélope Moro, quién también trabajó con él en Radio Nacional, lo recuerda: «La que convenció a Sebastián de que su camino de vida era el periodismo fui yo, él empezó profesionalmente después, pero cuando lo hizo, lo hizo con mucha más entrega. Se fue creando una relación muy particular entre los dos por compartir el oficio».

El audiovisual logra transmitir la situación de miedo y desesperación que se vivió en Bolivia frente a la intervención de la extrema derecha contra el gobierno de Evo Morales. Con imágenes originales y la reconstrucción del momento a través de los testimonios de sus protagonistas el audiovisual traslada a los espectadores a esa Bolivia azotada por la violencia militar, pero también combatiente, que buscó al igual que Sebastián resistir el golpe.

«Retratar el horror siempre es muy difícil»

«Retratar el horror siempre es muy difícil»

La muestra Destino final expone 20 años de trabajo del documentalista y fotógrafo Giancarlo Ceraudo sobre la dictadura argentina y sus vuelos de la muerte.

El fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo dedicó dos décadas de su vida a documentar en su proyecto Destino final los horrores de la última dictadura militar argentina. La muestra, de fuerte impacto visual, se exhibe en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con el objetivo de impulsar una “memoria activa” sobre lo acontecido.

Los aviones son el símbolo de los vuelos de la muerte, sus fotografías son el eje central de la exposición. En total fueron halladas cinco naves utilizadas con fines de exterminio. Dos de ellas se encontraban en las ciudades de Buenos Aires y Bahía Blanca, y las otras tres en Inglaterra y Estados Unidos. Ceraudo enfatiza que sus imágenes no solo abordan la cuestión de los vuelos, sino que estos son un engranaje fundamental para retratar el terrorismo de Estado.

La trayectoria de Ceraudo incluye la documentación de diferentes acontecimientos ocurridos en Latinoamérica y reconoce que al llegar a la Argentina rememoró momentos de su niñez. “Mi papá tenía un amigo piloto en un aeropuerto municipal de Roma. Me llevaba a ver los aviones y sobrevolar la ciudad, lo cual para mí era un sueño. Esas experiencias formaron parte de la decisión de lo que quería hacer en la vida”.

Siempre se sintió atraído por investigar sobre el nazismo, los campos de concentración e incluso las biografías de los genocidas. Mientras estudiaba Antropología en la universidad, despertó su pasión por conocer la historia de América latina. “A partir de eso me enteré de las dictaduras en el continente. La película Garage olimpo, dirigida por Marco Bechis, marcó un punto de inflexión en mi vida, ya que pude construir una visualización de lo que realmente había sucedido durante esa etapa. Me empecé a preguntar: ¿dónde están los aviones de los vuelos de la muerte? Fue en esa pregunta en donde encontré un hueco en el que residía un vacío”.

Ceraudo se desempeñó como reportero gráfico durante el estallido de la crisis del 2001. Luego decidió quedarse en el país para indagar más profundamente sobre la dictadura, por entonces “una herida abierta” debido a la vigencia de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que serían derogadas en 2003. “Allí me di cuenta que todavía ese período histórico estaba muy vivo y presente y que había mucho para contar”. Ceraudo se involucró con testigos, sobrevivientes y diversas fuentes, lo cual lo hizo desarrollar una empatía y un conocimiento a fondo del tema.

“Llegué a Miriam Lewin (periodista y sobreviviente de la ESMA) a través de un periodista norteamericano. Era una fuente importante para continuar con mi investigación ya que ella había vivido en carne propia los horrores de la dictadura”. Lewin fue central en el proyecto fotográfico. Ceraudo acudió a ella con el mismo interrogante sobre los aviones. “Cuándo le propuse buscar objetos que retrataran el período dictatorial ella se dio cuenta que con esa historia podría volver sobre su propia historia. Aquel fue el lugar que encontró para volver sobre su experiencia misma como periodista”. La colaboración de Lewin le permitió a Ceraudo emprender la búsqueda de los aviones, a partir de lo cual construyó un proyecto fotográfico de varios años que circunscribe desde la primera hasta la última fotografía realizada. Y enfatiza: “No se mantiene una atención narrativa constante por 20 años, sino que hay un punto en el que esto se convierte en parte de tu vida”.

“Para un fotógrafo –agrega–, retratar la memoria no es fácil, e incluso llega a ser frustrante, porque nuestro trabajo es muy dinámico. Retratamos la realidad en una marcha, en una crisis, en una guerra. Por otro lado, tenés un tiempo más extenso para reflexionar y crecer. Es un trabajo en el tiempo, a largo plazo”. El proyecto se asienta en un lugar sin tiempo, en donde todo se entablaba a partir de los recuerdos los cuales tienen un cierto grado de abstracción, por lo que el uso del blanco y negro en las fotografías juega un papel determinante.

 

“Reivindico la fotografía. La estética es un valor fundante para expresarse y llegar al público. En el arte se genera el contacto entre la belleza y lo humano. Las fotografías expuestas poseen una poderosa fuerza visual y estética. Gracias a la curadora Arianna Rinaldo y la coordinadora Florencia Guzzetti se pudo armar un relato que coincidiera con el trabajo hecho. Considero que ver desplegado veinte años de fotografías es muy fuerte estéticamente. Retratar el horror siempre es muy difícil. Se lo debe tratar con cierta atención, ética y también con estética”.

Recalca la importancia de que las generaciones más jóvenes tengan acceso a la historia, lo cual suele ser lo más difícil de narrar. Mostrar el patrimonio del país más allá de ser un objetivo se convierte en una necesidad. Como documentalista, Ceraudo acentúa la importancia de pensar, reflexionar y ver. “La memoria es parte del presente, es la base para ver hacia el futuro. Me llama la atención cuando se refieren a la memoria como algo anticuado, en especial en un país tan joven como Argentina en donde se distancia de hechos tan pesados e influyentes por un par de años a la actualidad. Quien dice eso es porque no le conviene que la gente reflexione sobre hechos pasados”.

 

La muestra Destino final puede visitarse hasta el 2 de julio, de miércoles a domingos, de 14 a 20, en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, Capital Federal).

La inteligencia artificial ya reemplaza a los cajeros

La inteligencia artificial ya reemplaza a los cajeros

Carrefour abrió en Pilar su primera «sucursal inteligente», sin línea de cajas. Otras cadenas ya tienen terminales de autocobro que reducen un 25% la fuerza laboral. El debate interno del gremio.

Las cajas de autocobro, cajas robot o autocajas son máquinas que permiten al cliente realizar las tareas que usualmente haría un empleado del supermercado. Con estos dispositivos, los consumidores fichan su propia mercadería, la escanean, la cobran y la embolsan. Suelen ser aptas para un máximo de entre 15 y 20 unidades. Surgieron en la década del 90 en los Estados Unidos, pero recién 20 años después, la Argentina comenzó a adoptar esta tecnología. La empresa pionera fue Wal-Mart, que a fines de 2011 la implementó en su sucursal de San Fernando, y con el tiempo otras grandes cadenas como Carrefour, Jumbo y Coto imitaron la iniciativa.

Según un estudio realizado por la Universidad de San Andrés, el 45 por ciento de los consumidores considera que el principal beneficio para los supermercados que utilizan las cajas robot es la reducción de costos. El delegado del Sindicato de Empleados de Comercio (SEC), Eduardo De Stéfano, afirma: “Cada cuatro cajas de autocobro hay una sola fuente de trabajo, en lugar de las cuatro que debería haber. Lo único que hace el empleado que opera estas máquinas es un control de ticket”.

De Stéfano sostiene que todos los representantes gremiales de Coto de la ciudad de Buenos Aires, como él, se oponen al uso de esta tecnología. “Poblar los mercados con cajas de autocobro colabora con la política empresarial de reducción de personal”, remarca.

Las gerencias argumentan que las terminales de autoservicio no tienen como objetivo reemplazar a los seres humanos, sino que son parte de la evolución de los negocios. Contribuyen, dicen, a acortar las colas y los tiempos de espera.

Para Gonzalo Farut, delegado en Carrefour, las cajas de autoservicio no son sinónimo de despidos. “En los últimos años, en la sucursal de Liniers pasamos de 233 a 267 compañeros y allí funcionan estas máquinas. Lo que se busca es atender más rápido a la gente. En todo el mundo y en diferentes rubros se usa la autoatención”.

Mientras tanto, Carrefour ya instaló su primer supermercado inteligente del país, sin sector de línea de cajas, ubicado en la localidad de Pilar. Se trata de una tienda donde los clientes van eligiendo los productos de las góndolas y mediante inteligencia artificial y sensores se cargan automáticamente en un carrito virtual. El pago se realiza de forma online.

El caso de Rosario

La francesa Carrefour desembarcó en Rosario en 2008 con una planta permanente de 850 trabajadores. Hoy, con la misma cantidad de sucursales, más servicios y más secciones, cuenta con 398 empleados, lo que supone una reducción del 53 por ciento.

En el último mes, la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario (AEC) llevó adelante diversos reclamos a raíz de la estrategia de utilizar las cajas de autoservicio que, aseguran, viene a profundizar el recorte de personal. Bajo el lema “No te conviertas en un destructor del trabajo y la familia argentina”, piden a los clientes no usarlas y así, de paso, evitar convertirse en empleados sin salario.

Si bien la protesta llegó hasta la sede central de la empresa, Farut no cree que tenga la misma repercusión que en Rosario, ya que –denuncia- en la Capital Federal el SEC tiene una postura de común acuerdo con la patronal para la implementación de esta tecnología.

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El acuerdo paritario firmado el mes pasado por la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS), que agrupa a más de un millón de trabajadores, establece una suba del 19,5 por ciento  para el trimestre abril-junio (6,5 cada mes). A esto se le agrega una suma fija no remunerativa de 25 mil pesos. Con todo esto, más el presentismo, el salario básico debería rondar los 220 mil pesos.

Su secretario general, Armando Cavalieri, líder desde 1986 del SEC, había cerrado la paritaria 2022-23, en enero último, con un aumento anual del 101 por ciento, superando la inflación del año pasado que llegó al 94,8. El piso salarial se elevó de 139.000 a 182.700 pesos.

A pesar de estos aumentos, la situación actual es difícil. De Stéfano y Farut, que dentro del SEC forman parte de la oposición, advierten que varias de las categorías salariales que están bajo el convenio de comercio no logran cubrir la canasta básica, que según el INDEC es de 203.361 pesos. Ambos coinciden en que esto “es culpa de un sindicato permisivo que deja a los empresarios poner sueldos por debajo de la línea de pobreza”.

A la problemática de las cajas robot, se le agrega la de los despidos por el cierre de sucursales. En marzo, Carrefour llevó a cabo el cierre exprés de su local ubicado en el barrio porteño de Colegiales. La medida se anunció en el horario de atención al público, con el objetivo de eludir la acción coordinada de los trabajadores. Con una modalidad similar, se había cerrado la sucursal de la ciudad bonaerense de Balcarce, en noviembre de 2022. “En ninguno de los dos casos el sindicato se manifestó en contra, ni tampoco hace nada para solucionar estas cuestiones”, concluye De Stéfano

Lo que mata es la inflación

Lo que mata es la inflación

Aunque en mayo parece desacelerar el aumento de los alimentos, el incremento de los precios regulados haría que el próximo índice no traiga buenas noticias. Por qué el acuerdo con el FMI es inflacionario.

Pese a los intentos del Gobierno por contener la suba de precios con medidas como el nuevo rol del Mercado Central para evitar subas irregulares y la creación de unidades para Monitorear el Comercio, los alimentos y bebidas siguieron en alza este mes.

Después del índice de inflación del 8,4% que marcó abril, el Ministerio de Economía decidió otorgarle un nuevo rol al Mercado Central, y a partir de ahora importará alimentos de forma directa. El objetivo es reducir el precio efectivo de venta al público de productos frescos (frutas, verduras, hortalizas y carnes) y productos secos no perecederos (alimentos de primera necesidad) para “defender el consumo de las personas” y eliminar los costos de intermediación.

Además, se decidió crear una Unidad de Monitoreo para controlar irregularidades. La disposición fue publicada este lunes en el Boletín Oficial y explica que se trata de un sistema de seguimiento de las operaciones de compra y venta de bienes y servicios en el comercio interno y externo; la promoción con equidad de estas últimas, evitando posiciones dominantes; la verificación de la trazabilidad de los bienes objeto de comercio y la correcta tributación en cada etapa; y la orientación al consumidor, atendiendo las variables obtenidas en el proceso de seguimiento.

El precio de los alimentos aumentó 6,5% en mayo y se desaceleró tras el pico de abril que informó el INDEC. Según la Consultora LCG (Labour, Capital and Growth), en la cuarta semana de mayo la suba de precios de los alimentos promedió 0,32%, desacelerando un punto respecto a la semana anterior.

Ocho categorías de alimentos relevados se ubicaron muy por encima del promedio semanal (aceite; azúcar, miel, dulces y cacao; productos lácteos y huevos; productos panificados, cereales y pastas; condimentos; bebidas e infusiones; comidas listas para llevar; frutas), pero la caída en las categorías de carnes y verduras frenaron la suba global de la canasta. Sin estos, el aumento semanal habría sido del 2,4%.

Más allá de la desaceleración de los alimentos, restará saber de qué forma incidirá en el Informe que publicará el INDEC a mediados de junio. Es que los precios regulados pueden mantener a la inflación en niveles superiores, incluso a las estimaciones de mercado. Según el último relevamiento de expectativas de mercado que difunde el banco Central, para mayo se proyecta una inflación del 6,1%.

Agustín Mario, Licenciado en Economía (UBA), Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Economía y Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales, sostiene que “lo que pasa con los precios en alimentos está totalmente atado a lo que pasa con el dólar. Somos un país que exportamos lo que comemos, entonces básicamente la cotización del dólar marca mucho el ritmo de lo que pasa con los precios de los alimentos. En la medida en que el precio del dólar tiene que ajustarse según la inflación por el propio acuerdo con el FMI, es imposible porque entramos en un círculo vicioso. Suben los precios, eso nos obliga a aumentar el tipo de cambio, lo cual hace que vuelvan a subir los precios, lo cual nos vuelve a obligar a subir el tipo de cambio, y de ahí no se puede salir”.

En medio de la crisis signada por la gran inflación y la tensión cambiaria, la Secretaría de Comercio, conducida por Matías Tombolini, oficializará en horas el programa “Precios Justos Barriales”, tras negociaciones para sumar aproximadamente 100 productos de primera necesidad que tendrán una actualización de precios al 3,8% mensual.

La primera etapa comenzará a regir hoy, jueves 1 de junio, y finalizará el 31 de julio. Hasta el momento se alcanzó acuerdo con 30 fabricantes para conformar una canasta de 97 artículos de consumo masivo (alimentos, bebidas, tocador y limpieza), que serán ofrecidos en todo el país por las cadenas mayoristas y grandes distribuidores.

Esta nueva versión de “Precios Justos” expresa la preocupación oficial por la escalada inflacionaria de los últimos meses. Los números reflejan la escasa y nula eficacia del programa original para establecer precios de referencia y amortiguar el alza constante de los precios, razón por la cual las empresas desconfían de este nuevo intento por extender los precios regulados. El temor es la dificultad para controlar los niveles de abastecimiento y los precios de venta en autoservicios, almacenes, tiendas y ferias a lo largo y ancho del país.

Cuando a la depresión se le suma el estigma

Cuando a la depresión se le suma el estigma

La visita a un especialista en salud mental todavía es vista con frecuencia como un estigma, tanto para quienes sufren malestar como para las personas cercanas.

La pandemia, sobre todo a partir del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), agravó los problemas de salud mental sobre todo en los niños y adolescentes, según coinciden diversos informes, uno de los más recientes, de la Fundación Española ANAR. Esta situación global produjo el aumento de trastornos de la conducta alimentaria, depresión, ansiedad, ideación suicida o autolesiones.

“Sin duda es muy alto el índice de casos y los que estamos en esto decimos que es como una nueva epidemia”, explica a ANCCOM Julieta Magali Serpone, psicóloga clínica del Hospital General de Niños Ricardo Gutiérrez y hace foco en el aumento de las autolesiones e intentos suicidas en adolescentes. La imposibilidad de salir con amigos, compartir con compañeros de clases e ir a visitar otras familias “hizo ir por otro carril completamente diferente lo que tiene que ver con la evolución normal y habitual de esa edad y generó un impacto”, afirma Serpone.

En salud mental, puede suceder que alguien presente diferentes síntomas de manera simultánea (pacientes polisintomáticos), pero tengan un solo cuadro diagnosticado. Para Serpone, se debe tomar caso por caso y evitar generalizaciones. Hay patologías de salud mental que es más frecuente que tengan tratamiento psiquiátrico: “Hay mucho estigma detrás de este tipo de tratamientos. A veces se piensa que si vas al psicólogo o al psiquiatra estás loco”.

En Argentina, el psicoanálisis es habitual y ya no se lo vincula a la locura, en tanto que, si un paciente es derivado a un especialista en psiquiatría, sobre todo en un niño u adolescente, los padres pueden negarse a llevarlo y se preguntan “¿Por qué?”. Como explica Serpone, a veces los padres olvidan que el psiquiatra “es un médico. Es como si fuéramos a la guardia porque nos lastimamos y nos recibe el médico generalista y te dice que tenés que ir al especialista, al traumatólogo. No creo que alguien le vaya a decir que no a eso”. Así es como el paciente puede ser derivado a un psicopedagogo o un musicoterapeuta que lo ayude a equilibrar la salud y mejorar en el manejo de las emociones. En estos campos, “aún hay mucho más estigma”, afirma la psicóloga.

Un médico clínico puede derivar a un psiquiatra o un paciente puede ir directamente a un especialista y explicar que se siente ansioso, nervioso y decir, “algo en mí cambió”. Hay una diferencia con otras especialidades: “A veces pasa con las obras sociales que para atenderte con un kinesiólogo primero te derivan a un traumatólogo”. Esto no siempre sucede en la salud mental. La estigmatización puede venir de distintos lugares. Una primera fuente puede ser el propio paciente, ya sea porque tuvo un familiar o un conocido que fue derivado a psiquiatría: “Hay pacientes que te dicen ‘tuve una abuela que fue al psiquiatra y era porque tal cosa y le hizo tomar tal otra y estaba re mal’, o ideas así”, comenta Serpone. Aún hay cuestionamientos o preguntas en cuanto a la salud mental, algo que dificulta más el diagnóstico y el tratamiento.

 

Algunas recomendaciones

Como explica Serpone, es frecuente que alguien que se siente triste escuche: “Uh, éste está deprimido” y aclara: “Hay que tener cuidado”. Para la especialista hay que validar las emociones y los sentimientos, sin ir a los extremos de victimizar a quienes padecen. Acompañar demanda un desgaste y para ayudar resulta necesario armar una red de contención en el entorno del paciente.

Cuando una persona está recibiendo un tratamiento puede tener momentos difíciles y, por ejemplo, quedarse más tiempo de lo normal en la cama, estar malhumorado o evitar salir de su casa: “A esa persona hay cosas qué le pasan y se le dificulta manejar. Es necesario evitar decir al paciente que es un vago o un aguafiestas. Cuando una persona tiene una enfermedad física por decir una diabetes, allí sí decimos, ‘mirá está teniendo un tratamiento, pobre la está peleando’. Evitemos retarlo, ser duros con el paciente, porque en realidad es mucho más profundo lo que está viviendo”, sugiere Serpone.

Para la especialista, desde la pandemia resulta más frecuente que quienes padecen insomnio se automediquen pese que la mayoría de estos medicamentos sólo se vende con receta. Para obtenerlos en general recurren a alguien de la familia que toma la medicación, algún conocido, o consiguen la receta de manera irregular. Este tipo de acciones individuales, solo ataca el síntoma pero no las causas, algo que requiere la asistencia de un profesional

Las enfermedades mentales no son contagiosas. Los problemas de salud mental puede padecerlos cualquiera, sin distinción de situaciones económicas, sociales, edades y sexo. “Las condiciones ambientales influyen porque por supuesto, hay personas que son muy vulneradas en sus derechos en el sentido amplio”, plantea Serpone.

Muchas veces resulta necesario bajar la intensidad en el trabajo u otros ámbitos, “y es difícil sobre todo en una sociedad donde importa la producción y el mercado. Todo lo que atente contra la productividad está mal visto”, comenta Serpone.

Un caso

Marcos, un joven universitario, contó a ANCCOM cómo lleva la depresión desde adolescente. El primer episodio lo tuvo durante un viaje a la India donde sufrió un cuadro de hiperventilación y su cuerpo quedó paralizado por un momento. Le diagnosticaron desorden emocional y depresión; desde entonces sigue un tratamiento psicológico y psiquiátrico. En la pandemia tuvo recaídas y llegó a estar internado. Aclara que en la actualidad, con el apoyo de su familia, sobre todo de sus padres, continúa una vida como cualquier otro joven: “Tengo momentos de desánimo, siento que no soy importante para nadie, me siento desvalorizado, y no tengo ganas de hacer nada”, menciona. A veces, cuando alguien le dice que no puede avanzar se frustra y recae, pero asegura que “ser cálido con las palabras y la buena compañía hacen al proceso de sanidad”.

Tanto la salud física como la salud mental son parte de nuestra vida. Las emociones van dando alertas a las que es necesario prestar atención. Así como visitamos al doctor para evaluar el estado de nuestro cuerpo, también es necesario considerar cómo están las emociones y cómo reacciona uno a las diferentes circunstancias del día a día. Porque al final de todo, “lo que se quiere es estar bien”, concluye Serpone.