Se viene la Copa del Fin del Mundo

Se viene la Copa del Fin del Mundo

Este mes se disputará en Ushuaia la única competencia oficial del hockey sobre hielo en la Argentina. ¿Cómo afecta al deporte la crisis económica, la ausencia de cancha y la consecuencia de la pandemia?

A pesar de que el hockey sobre hielo en Argentina comenzó a practicarse en la década del 50, poco se conoce del deporte. En el barrio de Caballito funciona Margal, la única pista de hielo en funcionamiento en la Ciudad de Buenos Aires. Allí, cada domingo por la mañana hace su entrenamiento el equipo de la Asociación Civil Escuela Metropolitana de Hockey sobre Hielo (ACEMHH).
“El club ACEMHH se fundó en el 2001, después de años de ir a entrenar en grupo a la pista que estaba en Flores. Existía la necesidad de armar una asociación civil para lograr la representatividad y acceder a algo más. Como proyecto y para lograr una unión, en el 2010 fundamos una federación con un club de Ushuaia y otro de Buenos Aires, y se fueron sumando otros clubes”, recuerda Diego Fernando García Barthe, fundador de ACEMHH y vicepresidente de la Federación Argentina de Hockey sobre Hielo (FAHH), en diálogo con ANCCOM.

El deporte se encuentra atravesado por la cuestión económica y la presencia de pistas. El mantenimiento del hielo y el gasto en electricidad dificulta que un club pueda contar con una pista de hielo que le sea redituable. Al haber pistas comerciales, se prioriza el patinaje recreativo, que hace al negocio. De este modo, el hockey queda subordinado a la pista, y ante la imposibilidad de entrenar durante la semana en horarios por la tarde, se permite la práctica deportiva en horarios extremos: a la madrugada o los fines de semana por la mañana, antes del horario de apertura al público. A su vez, adquirir equipamiento como palos, rodilleras, guantes y cascos, hacen del hockey sobre hielo un deporte costoso.

Para aquellos que deseen sumarse a la actividad, Román Sauchuk, jugador de ACEMHH, comenta que “es recomendable que hayan venido a patinar una o dos veces. Porque tal vez los entrenadores quieren que ya sepas dar un par de pasos para después saber manejar el tejo. Al menos para que sepan caminar, después a deslizar les enseñamos nosotros”. En ACEMHH se ocupan de prestar equipamiento en cada entrenamiento para cubrir la seguridad dentro de la pista.

Más allá de permitir los entrenamientos, en la pista de Margal no se pueden organizar torneos por una cuestión de dimensiones, y porque no hay interés en ser sede. Lo que sí hay son jugadores que entrenan para participar en la competencia que se realiza en el sur del país. En Argentina, la pista más grande se encuentra en Ushuaia, y es la única de medidas olímpicas en todo Sudamérica, con 60 metros y 1800 metros cuadrados de hielo. Su funcionamiento es en temporada, de mayo a fines de agosto, y cada año alberga la Copa Fin del Mundo, el torneo más importante del país, donde compiten la mayor cantidad de jugadores.

Este año, la XVII edición de la Copa Fin del Mundo 2023 organizada por la Federación Argentina de Hockey sobre Hielo (FAHH) en Ushuaia, se desarrollará entre el 22 de julio y el 6 de agosto. La competencia se dividirá en dos etapas: la primera con las categorías menores de sub 8, sub 10, sub 12, sub 14, y para juveniles sub 16 y sub 18, mientras que una segunda etapa en los primeros días de agosto contemplará a las categorías mayores.

A nivel institucional, un conflicto atraviesa a la actividad. “La representación nacional la tiene una entidad que cuenta con una presencia reducida, y después está la FAHH que, si bien posee la estructura y las actividades, no tiene la representatividad nacional. Ahí hay un conflicto porque el que tiene la representación no la quiere compartir o abrir, y deja al resto afuera”, sostiene García Barthe. Esta situación dificulta la participación de jugadores y clubes representando a Argentina en la Selección de Hockey Sobre Hielo.

La pandemia: un antes y un después
Antes de la pandemia, la Ciudad de Buenos Aires contaba con tres pistas de hielo. En 2020, ante la imposibilidad de practicar la disciplina y los altos costos de mantenimiento, cerraron Polarcity, en Almagro, y Alpina Skate, en Flores. “Con el cierre de pistas por la pandemia, la actividad retrocedió 15 años. Teníamos una liga con 14 equipos y hoy tenemos un sólo día de práctica por semana”, reflexiona García Barthe.

Margal comenzó a funcionar en febrero de 2022, y ACEMHH es el único club que entrena, a diferencia de otros equipos que no logran conseguir horarios disponibles, considerando que la pista es utilizada para otras disciplinas populares como el patinaje artístico. La subsistencia de los clubes que participan de la disciplina varía dependiendo de la presencia de pistas. Hasta antes de la pandemia, con mayor disponibilidad de pistas en la Ciudad, había otros dos clubes en funcionamiento (Ovejas Negras y Winter), con equipos en todas las categorías: damas, mayores, y menores.

Aquellos jugadores que deseaban seguir jugando, debieron adaptarse al hockey en línea, con rollers. Si bien es otra disciplina, se asemeja en la práctica. Al existir una liga de rollers en la que ACEMHH también presenta equipo, logró acercar al deporte y a la competición a un grupo de jugadores de los distintos equipos que habían quedado relegados por la falta de pistas.

Sauchuk comenta que juega al hockey sobre hielo desde los ocho años. “Toda mi familia es de descendencia rusa. Mi papá se enteró que había un entrenador de patinaje artístico ruso, y me metió a los cinco años a hacer patinaje artístico. Me gustaba mucho mirar hockey, y a los ocho le dije que no me gustaba patinaje y quería pasarme al hockey. Ya patinaba bastante bien, me gustaba, y lo seguí haciendo desde siempre. Mi plan de los fines de semana era el hockey sobre hielo. Entrenaba los sábados a la mañana, y los domingos siempre había partidos. Ahora hago hockey en línea, juego en dos categorías, y me estoy preparando para ir a Ushuaia”. Como él, los jugadores deciden seguir con rollers hasta que vuelva una propuesta competitiva de hielo.

El futuro sobre hielo

 

Las ilusiones están puestas en la construcción de un nuevo proyecto denominado “Fantasy Skate”, que proveerá una nueva pista de hielo en la zona de Devoto, en la Ciudad de Buenos Aires, prevista para 2024. La obra se está llevando adelante a través de una inversión por parte de un particular que tiene intenciones de apoyar al deporte más que al patinaje recreativo. “Ya están presentando los planos y se está tramitando para que sean aprobados por el Estado. Si ya hay una decisión de que la pista va a acompañar a la disciplina con un proyecto deportivo y va a ser con segmentos horarios, es mucho más fácil organizarse”, sostiene García Barthe.

 La nueva pista, con una superficie de 800 metros cuadrados de hielo (el doble que Margal), contempla ser sede de una liga, lo que significaría repartir los días y horarios entre los distintos clubes y otras disciplinas que entrenan en el hielo. Al reanudarse la Liga, se fomentaría la competencia, y el desarrollo deportivo acompañado de las distintas escuelas, los torneos, y las participaciones internacionales.

García Barthe considera que “como el deporte no es conocido, el nivel de exposición es bajísimo, así que a nadie le interesa, nadie pregunta, nadie cuestiona. Hay que ver qué pasa con la institucionalidad. Si se arregla y se ordena, o sigue como está hasta ahora. Eso va a estar en manos de los que manejan esa institución. Pero si el deporte empieza a crecer, y ojalá sea así, va a haber que reordenarlo mejor”.

La otra alfombra roja

La otra alfombra roja

En la conmemoración del 47 aniversario de la Masacre de San Patricio se exhibió la alfombra que formó parte del escenario en donde cinco curas palotinos fueron asesinados por la dictadura cívico militar. El riesgo de que la biología deje el delito impune.

¿Cómo termina una alfombra roja colgada en una pared? Es 4 de julio y en la parroquia de San Patricio, ubicada en el barrio porteño de Belgrano, cuatro personas llevan, después de una misa, una alfombra roja desde el altar hacia un oratorio lateral. Ese paño formó parte de la escena de una masacre, 47 años atrás. Lo que después se llamó la masacre de San Patricio, el atentado más sangriento que sufrió la iglesia católica en Argentina en manos del terrorismo de Estado.

Los cuerpos sin vida de cinco religiosos de la orden palotina fueron encontrados ese dia junto a dos mensajes pintados en las paredes: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM” y “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Viva la Patria”.

“Estos zurdos” eran Alfredo Leaden, Pedro Dufau, Alfredo Kelly, Salvador Barbeito y Emilio Barletti y fueron asesinados en la casa parroquial de San Patricio durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica en la madrugada del 4 de julio de 1976. Para perpetrar el crimen se utilizaron cuatro pistolas semiautomáticas estilo “Browning” (9 mm) y otra tipo ametralladora de dos cargadores según la pericia realizada por la Prefectura en 1977.

Desde la primera denuncia hasta hoy pasaron: el pedido de clausura de la causa entre mayo y julio de 1977 por el fiscal Strassera, el posterior sobreseimiento, la vuelta a la democracia y la reapertura de la causa en 1984 por el juez Néstor Blondi a pedido del Padre Cornelio Ryan, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la conexión con la megacausa Esma, los jueces Sebastián Casanello y Daniel Rafecas, entre otros. Hoy, el colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia junto a muchos integrantes de la comunidad temen porque la indefinición de la causa derive en la impunidad biológica de los responsables.

“Nosotros seguimos sin bajar los brazos. El panorama es desalentador. Si la causa no avanza vamos hacia la impunidad biológica. Con suerte lo único que nos va a quedar es un juicio por la Verdad.” dice Ramiro Varela, referente del colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Las hipótesis sobre los autores materiales que barajaron antes y ahora quienes luchan por la memoria, la verdad y la justicia, tienen que ver con el origen del grupo de tareas que ejecutó la masacre: si el origen fue la ESMA, un grupo proveniente de la Superintendencia de Seguridad Federal o una mezcla de ambos. En ese sentido, algunos hechos de violencia como la masacre de Fátima o fusilamiento de un militante en pleno Obelisco esa misma madrugada en presunta represalia por la bomba puesta en un comedor de la sede policial en Moreno 1431, bomba a la que hace referencia una de las pintadas encontradas en la escena de la masacre, hacen pensar que el grupo de tareas tiene que ver con la Superintendencia de Seguridad Federal. Testimonios de sobrevivientes de la ESMA y la cercanía territorial hacen que no se descarte la participación de un grupo de tareas proveniente de ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio.

El diputado nacional Daniel Arroyo, presente en la ceremonia junto a organismos de Derechos Humanos, autoridades del Ministerio del Interior y el propio Ministerio de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, habló con ANCCOM y dijo que “hace 40 años recuperamos la democracia y ese es un valor que, de acá en adelante, tiene que perdurar siempre. Se pueden discutir muchas cosas en Argentina, si les gusta el gobierno o no, si está bien o mal, no se puede discutir la democracia. La democracia significa que nadie se puede meter en tu casa, nadie te puede hacer desaparecer.”

 En la misa por los 47 años de la masacre hay militantes y religiosos: en el gesto siguiente al terminar el sermón del Obispo Monseñor Enrique Eguía Seguí, los militantes aplauden y los religiosos reflexionan. La conjunción de dos universos simbólicos tan potentes como la política y la religión se condensa en esa disputa de sentido entre quienes llamaron marcha y quienes llamaron procesión al trayecto realizado desde la Ex Ema y hasta la parroquia San Patricio en ocasión de los 40 años de la masacre. 

“Es imposible no politizar un crimen de Estado, está totalmente atravesado por la política.” subraya Ramiro Varela. El hecho político de la jornada es la alfombra puesta de pie. Una alfombra con agujeros de pistolas 9mm que le da fondo a los retratos de los cinco religiosos asesinados, le da contexto a las caras. Con la deuda pendiente. Porque a pesar de la repetición, la frase no pierde vigencia: Memoria, Verdad y Justicia.

 

 

 

 

Rechazan la construcción de locales gastronómicos en la Reserva Ecológica de Costanera Norte

Rechazan la construcción de locales gastronómicos en la Reserva Ecológica de Costanera Norte

Estudiantes, organizaciones ambientales, vecinos autoconvocados y docentes y no docentes de Ciudad Universitaria denuncian que las nuevas construcción podrían perjudicar el biosistema del lugar.

La Reserva Ecológica de Ciudad Universitaria – Costanera Norte (RECU-CN), ubicada a la vera del Río de la Plata es, luego de la Reserva Ecológica de Costanera Sur, la segunda Área Natural Protegida de la Ciudad, con una superficie de 23 hectáreas.

Su origen data de la década de 1960, cuando a través del relleno con escombros se buscó ganarle tierras al río y ampliar las instalaciones. Desde los años 80, y mediante el protagonismo de una comunidad de amantes de la naturaleza, vecinos y estudiantes que poco a poco se conformaba, comenzó a darse un proceso de cuidado y fomento como área protegida, con la creciente vegetación que allí afloraba, y su posterior complemento con escombros del atentado a la AMIA.

Desde el 2010 en adelante, el Gobierno de la Ciudad anunció la idea de transformar esa área en una Reserva. A pesar de que allí residía la comunidad Velatropa, y tras su desalojo, comenzaron una serie de obras que transformaron al lugar ya en una reserva institucionalizada, mediante un proyecto de ley en 2012. A partir de este proceso, se conformó un organismo regulador en conjunto entre la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Gobierno de la Ciudad, denominado Plan de Manejo 2021-2031, que establece metas a cumplir a través de los años, y programas prioritarios para el cuidado y la preservación del lugar.

Actualmente en la Reserva se está llevando adelante un plan de lucha para reclamar por las obras que están comenzando a desarrollarse bajo la promesa de construir dentro de la reserva dos bares, en total contradicción con su origen y funcionamiento. Esta problemática salió a la luz meses atrás, cuando se difundieron extraoficialmente una serie de planos que daban cuenta de que entre las obras a realizar en la Reserva se construirían locales gastronómicos, lo que provocó la preocupación y repudio de la comunidad que la visita.

Entre algunas de las obras que se proyectaron en noviembre de 2022 para realizar en la Reserva y que son características de estos espacios, se encuentran las garitas de guardaparque, los baños, la cartelería de información, y salas donde se realizan exposiciones, que forman parte de las edificaciones denominadas como “reglamentarias”.

“El problema no son las obras, sino el emprendimiento gastronómico que nada tiene que ver con una reserva. No conocen la reserva, y a la problemática de su desconocimiento, se suma que no se realizaron los estudios de impacto ambiental exhaustivo y transparente, como implica la ley”, sostiene Abril Marcolongo, presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (CECEN) de la UBA, en diálogo con ANCCOM.

En ese sentido, a fines de mayo el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales envió un comunicado a los estudiantes con la resolución 963/23 por la cual afirmaba no haber sido anoticiados de las construcciones que se llevarían a cabo en la Reserva, expresando su preocupación por la biodiversidad e instando a que se suspendan las obras hasta tanto se realicen las evaluaciones de impacto ambiental pertinentes.

En el terreno donde actualmente se ubica la reserva habitan más de 700 especies de fauna y flora, y es visitada principalmente por estudiantes de las carreras de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA para realizar sus prácticas y trabajos de campo. Su importancia no refiere sólo al espacio verde que genera identificación con el lugar por parte de sus visitantes, sino a su vitalidad e importancia como objeto de estudio académico y a sus usos diversos para el avistaje de aves, las visitas guiadas, y al trabajo en el marco de investigaciones.

 “La Reserva tiene un sector que se denomina zona intangible, donde había una pequeña porción de pastizal nativo con mucha importancia en cuanto a su biodiversidad. Las obras se están haciendo en esa zona de pastizales, donde comienza a perderse el trabajo de materias de Ciencias Naturales que iban a mirar los insectos, y los cambios a través de las estaciones del año. Además, se suma el proceso de pavimentación del terreno, que cuenta con una calle de cemento sin uso. Ahora hay baños modernos, y los cimientos del centro de interpretación que se está terminando”, explica Gustavo Pfeifer, integrante de la Asamblea Abierta en Defensa de la RECU-CN, una organización surgida en este contexto y que propone asambleas abiertas a la comunidad con el objetivo de defender el medioambiente. De ella participan estudiantes, docentes y no docentes, organizaciones ambientales y vecinos autoconvocados e interesados en la cuestión.

El eje del debate y la preocupación está en que la construcción de bares dentro del espacio de la Reserva implica otro nivel de intervención que afecta la biodiversidad del lugar, desde el comienzo de las obras y durante todo su proceso de construcción, hasta la finalidad de los dos bares propuestos que producirían desechos, contaminación lumínica y sonora, y, por lo tanto, un proceso de desterritorialización de las especies animales y el empobrecimiento de la flora y su suelo.

En la sesión del Consejo Directivo del 14 de junio, el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, negó que se fueran a construir los bares. Días después, se difundió un informe (que desde el Centro de Estudiantes comentan que es escaso) en el que se confirman las obras que incluyen la construcción de los locales gastronómicos, sumado a que desde el Gobierno de la Ciudad sostuvieron que no era necesario el estudio de impacto ambiental.

“Dos bares dentro de una reserva de 23 hectáreas es una locura, sabiendo que está al lado de la Costanera Norte que está llena de bares y restaurantes, al igual que en Ciudad Universitaria con sus pabellones. Si estás adentro de la Reserva disfrutando de la naturaleza, no tenés que caminar más de cinco minutos para llegar a un bar”, comenta Pfeifer.

En el transcurso de las últimas semanas, la Asamblea y el Centro de Estudiantes han realizado actividades como talleres de plantación de nativas y conservación, recorridas de interpretación, colgada de pasacalles en el puente de acceso, entre otras, para difundir la situación y concientizar acerca de la importancia de la Reserva como espacio ambiental y comunitario a proteger.

Mientras, según denuncian los involucrados, las obras de los bares están en pleno desarrollo, cuestionan la inacción del rectorado de la UBA para defender la integridad del ecosistema. Tanto la Asamblea como los vecinos y estudiantes de Ciudad Universitaria persisten con sus reclamos para que la reserva no cambie radicalmente su fisonomía y continúe siendo como es, un espacio de contacto con la naturaleza.

Los metrodelegados paran y exigen limpiar de asbesto los subtes

Los metrodelegados paran y exigen limpiar de asbesto los subtes

Todavía quedan 300 toneladas del material cancerígeno en la red de subterráneos. Ya murieron tres trabajadores, otros 85 están afectados y 2.150 en vigilancia médica.

Este miércoles 5 de julio la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro -AGTSyP y Metrodelegadxs- tomarán medidas de autodefensa en el subte para exigir la reducción de la jornada laboral y evitar la exposición al asbesto.  Por esa razón, habrá paros rotativos en todas las líneas.

La empresa de los subtes de la Ciudad de Buenos Aires -Sbase- frenó la compra de vagones, a raíz de los reclamos de los trabajadores, tras un amparo judicial, por la confirmación de que contienen asbesto en sus formaciones. Aun así, la lucha sigue vigente para la “desasbestización» de toda la red ferroviaria. 

El asbesto, componente utilizado en formaciones de trenes de Argentina y manipulado por cientos de trabajadores en el Taller Rancagua y Polvorín de la Ciudad de Buenos Aires, es un mineral de origen natural, distribuido en hilos de fibras resistentes al calor, al fuego y a las sustancias químicas, con escasa termoconductividad. Dadas sus propiedades, es utilizado en aislamiento de los edificios, como componente de diversos productos (tejas, tuberías de agua) y en la industria automovilística como revestimiento de embragues, frenos y amortiguadores. La contradicción de este mineral es su característica cancerígena para el ser humano. Al ingresar por vía respiratoria puede generar dos posibles caminos en la vida de una persona en contacto con asbesto: si ataca a la pleura, membrana que recubre los pulmones, se engrosa y se vuelve rígida, los pulmones empiezan a sufrir cada vez más presión, impidiendo su expansión y con el tiempo, la circulación de oxígeno. Según la OMS, si la afección avanza, el 12 por ciento de los engrosamientos pleurales terminan en cáncer de pulmón, faringe, o colón. 

En Argentina, el uso de asbesto se prohibió en 2003, pero las formaciones de trenes utilizadas en el país como el Mitsubishi en la línea B y Nagoya la línea C y E, fueron creadas en 1960 en Japón e importadas al país en la década de 1990, periodo en que el mineral seguía bajo reglamentos legales. 

 “Antes, mi proyección eran las vacaciones y qué le voy a poner en los zapatos de mis hijos para reyes. Ahora es proyectarse en los médicos, viendo si te encuentran cáncer o no, porque tengo la potencialidad de estar enferma o de que me reaccione esa porqueria en mi cuerpo”, cuenta con angustia y enojo Inés Maya, de 44 años, trabajadora de la Secretaría de la salud de AGTSyP -Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro- de la Línea B, quien junto a sus compañeros, encabezan cuatro principales reclamos: reducción de la jornada laboral a cuatro horas, denominado “doble franco”; paritarias para rever las condiciones salariales y laborales; la creación de un plan de desasbestización de toda la red ferroviaria y la vigilancia médica a todas y todos los trabajadores que sufren la exposición del asbesto. 

A raíz de las noticias españolas, las y los trabajadores de la Secretaría de la Salud Laboral del subte se organizaron junto con entidades oficiales como la Universidad Nacional del Sur, ingenieros de la Universidad de Buenos Aires, médicos e Instituciones que tengan renombre, poder de firma y sello para que sea comprobado de forma legítima. El resultado determinó que hay asbesto en todas las instalaciones fijas, infraestructuras y áreas que componen la red ferroviaria de la ciudad: señales (semáforos), vías, puertos de bombeos, pozos fluviales, cloacales o de drenaje, escaleras mecánicas, tableros eléctricos y la iluminación que da a vida a los molinetes. Esto significa que todas las especialidades tienen en su puesto de trabajo algún equipo o componente que esté certificado de contener asbesto, ya sea boletería, limpieza, talleres mecánicos o tráfico. 

Hay 85 trabajadores afectados, 2150 bajo vigilancia médica, seis con cáncer por asbesto y tres fallecidos: Jorge Pacci fue el primero de ellos. Durante siete años, su puesto de trabajo se basó en el mantenimiento y limpieza, a puerta cerrada, del taller Rancagua, donde se manipulan piezas que contenían asbesto, de la Línea B. Luego de ser diagnosticado con cáncer de la pleura causado por este componente cancerígeno, falleció nueve meses más tarde. 

“La enfermedad tiene una latencia entre 15 y 20 años, entonces no sabemos cuando puede derivar en un cáncer», señala Depetris.

Daniel Fernández, diagnosticado con cáncer por exposición al asbesto, sufrió la extirpación de medio pulmón y fue jubilado por esta razón a sus 58 años: “A mi el asbesto casi me cuesta la vida. Que mi testimonio sirva para que los compañeros y las compañeras sigan haciéndose los estudios y no haya más enfermos en el subte”.  

Pablo Depetris, quien trabaja en el sector de tráfico del subte desde 1997 en la Línea D, fue diagnosticado con ensanchamiento de pleura por exposición al asbesto, según estudios del Hospital Britanico. Su reclamo es incisivo: “La enfermedad tiene una latencia entre 15 y 20 años, entonces no sabemos cuando puede derivar en un cáncer. Necesitamos y le exigimos al Gobierno de la Ciudad, EMOVA y SBASE, la vigilancia médica para todos los empleados del subte. Tenemos el derecho de saber si estamos o no enfermos”. 

 “Los que tienen la afección, la empresa estatal o privada, no puede obligar a que vuelvan a su puesto de trabajo, no puede echar ni descontar salarios. Lo que tiene que hacer es sacar todo el asbesto del puesto de trabajo y cuando tenga el certificado libre de asbesto puede volver, aunque no va a pasar porque ya van cinco años y todavía faltan 300 toneladas”, relata Francisco Ledesma, “Pancho” para sus compañeros, quien integra el equipo de Salud Laboral del subte y forma parte de AGTSyP. En 2023, se retiraron 90 toneladas del mineral cancerígeno en trenes, talleres y subestaciones eléctricas. Agrega: “No hay más o menos muertos, más o menos con cáncer, más o menos enfermo, es blanco o negro, no hay gris. Yo no tengo la afección ni el cáncer porque mi ADN y  genética no es propensa a la afección. Pero esto no es lineal, yo puedo pasar de no tener afección a tener el cáncer directo.” 

Ledesma e Inés Maya, compañeros del gremio e integrantes del equipo de salud, reclaman la emergencia de la Línea B por ser la más afectada y un plan de desasbestización serio para atender el asbesto en mal estado o contenido en instalaciones antiguas y buscar la forma de señalizar; ya que cada material que contenga este mineral debe tener una etiqueta que exprese y visibilice si hay componente cancerígeno, para que el trabajador cuente con esa información en el caso de que algo se rompa dentro del área donde se desarrolla. 

“El costo psicológico es gigante. Muchos envejecieron de golpe, tienen problemas para dormir, para relacionarse y los que trabajan se sienten enfermos o trabajan a otro ritmo.” cuenta Maya, con enojo y desgano ante la situación. 

El día después de los sin techo desalojados del Aeroparque

El día después de los sin techo desalojados del Aeroparque

Algunos de los desalojados fueron trasladados a paradores pero otros rechazaron la propuesta. Martín, uno de los que se quedó en la vereda, cuenta por qué.

Entre la noche del jueves 29 y la madrugada del viernes 30 de junio, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) junto con el Ministerio de Desarrollo Humano de la Ciudad de Buenos Aires realizaron un operativo de desalojo de las personas que dormían desde hace meses en el interior del Aeroparque Internacional Jorge Newbery.

Si bien se presentó una camioneta del programa Buenos Aires Presente (BAP) ofreciendo trasladar a los desalojados a un parador, muchos de ellos prefirieron seguir durmiendo en el exterior. Como explica Leandro Vera Belli, coordinador del equipo de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), “la gente que va a un refugio o a un parador se queda a lo sumo una noche y después se va porque no son lugares que la gente suele elegir”. El motivo son los robos reiterados, que los obligan a abandonar los carros que para muchos son una herramienta de trabajo y subsistencia y el hecho de que esos espacios son transitorios, no resuelven la falta de vivienda.

Martín (quién prefiere no dar su apellido) le cuenta a ANCCOM que llevaba ocho meses viviendo en el aeropuerto. También que se negó a ir a un parador porque la primera y única vez que fue le desapareció la ropa que había llevado y el mismo encargado del lugar le quitó las zapatillas que se había comprado con el dinero que ganó cuidando autos en Retiro. “Prefiero lamentablemente dormir a la intemperie y amanecer con todas mis cosas al lado mío antes que despertarme y no tener nada”, explica.

Dos días después del operativo, al mediodía del sábado, en la entrada de Arribos Nacionales aún se encuentran personas instaladas con carpas mientras que afuera de la puerta de Partidas, otros usan los bancos de material que están a metros de los carritos en donde se vende comida.

Las entradas se encuentran resguardadas por oficiales de la PSA, quienes se negaron a hablar con ANCCOM. Una de ellas acotó que sólo se encargan de la seguridad del lugar y que el operativo de desalojo se trató de “una situación de la gente del aeropuerto”. Otro oficial recomendó hablar con los trabajadores de Aeropuertos Argentina 2000, que también estuvieron involucrados en el desalojo, pero la custodia en las entradas hizo imposible el contacto ya que exigen mostrar pasaje y reserva de check-in para acceder a las instalaciones.

“Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, dice Martín.

A la intemperie

Como expresó el CELS en su cuenta de Twitter, el operativo de la PSA se realizó de noche y con frío y se calcula que fueron entre ochenta y cien personas las desalojadas, según afirma Vera Belli. En tanto a las razones, agrega que “cualquier persona que está en esa situación sabe que puede ser desalojada en cualquier momento” ya que si bien el Aeroparque cuenta con baños limpios y la posibilidad de resguardarse del frío, “es un espacio que no está destinado para eso”.

Martín, con su colchón entre una ventana y una pared en la salida de Partidas, cuenta que el desalojo se realizó a partir de denuncias por parte de pasajeros y trabajadores de locales dentro de Aeroparque que presenciaban actos de delincuencia. Frente a eso, los encargados de los locales amenazaron con cesar el pago de los alquileres y los directivos del lugar decidieron desalojar a la totalidad de los sin techo.

La presencia de gente refugiándose en el Aeroparque aumentó desde la llegada del frío otoñal. Muchos venían de Retiro, Once o Constitución, y Aeroparque pasó a tener “168 inquilinos”, según Martín. Si bien cuando él llegó, no era todo “paz y amor”, la inquietud se intensificó en los últimos meses: “En la parte del fondo, que es la de vuelos nacionales, tenían televisión, pava eléctrica, microondas y hasta un anafe y esas cosas tampoco le gustaban a los directivos ni a los mismos empleados”.

Por el momento, la situación es incierta, las entradas siguen resguardadas y según Vera Belli, aquellos que aceptaron ir a un parador “tienen que comenzar un proceso de búsqueda de vivienda de vuelta”. En tanto a los que decidieron quedarse en Aeroparque, Martín explica que “los gerentes de acá me han dicho que es por un mes, mes y medio nada más” y expresa su deseo de que tengan consideración con aquellos que no realizaron disturbios y los dejen ingresar ya que “si están las veinticuatro horas detrás de un monitor, creo que saben quién se porta mal y quién se porta bien”.

Este caso despierta una vez más la inquietud por la situación de aquellos que viven en la calle, buscando resguardo donde sea. “Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, se justifica Martín y explica lo difícil que es conseguir trabajo ya que hasta “para trabajar de barrendero te piden secundario completo” y en las changas los “negrean”: “Te usan, te explotan y te esclavizan”.