Por Maira Abril Moussou
Fotografía: Maira Abril Moussou

Algunos de los desalojados fueron trasladados a paradores pero otros rechazaron la propuesta. Martín, uno de los que se quedó en la vereda, cuenta por qué.

Entre la noche del jueves 29 y la madrugada del viernes 30 de junio, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) junto con el Ministerio de Desarrollo Humano de la Ciudad de Buenos Aires realizaron un operativo de desalojo de las personas que dormían desde hace meses en el interior del Aeroparque Internacional Jorge Newbery.

Si bien se presentó una camioneta del programa Buenos Aires Presente (BAP) ofreciendo trasladar a los desalojados a un parador, muchos de ellos prefirieron seguir durmiendo en el exterior. Como explica Leandro Vera Belli, coordinador del equipo de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), “la gente que va a un refugio o a un parador se queda a lo sumo una noche y después se va porque no son lugares que la gente suele elegir”. El motivo son los robos reiterados, que los obligan a abandonar los carros que para muchos son una herramienta de trabajo y subsistencia y el hecho de que esos espacios son transitorios, no resuelven la falta de vivienda.

Martín (quién prefiere no dar su apellido) le cuenta a ANCCOM que llevaba ocho meses viviendo en el aeropuerto. También que se negó a ir a un parador porque la primera y única vez que fue le desapareció la ropa que había llevado y el mismo encargado del lugar le quitó las zapatillas que se había comprado con el dinero que ganó cuidando autos en Retiro. “Prefiero lamentablemente dormir a la intemperie y amanecer con todas mis cosas al lado mío antes que despertarme y no tener nada”, explica.

Dos días después del operativo, al mediodía del sábado, en la entrada de Arribos Nacionales aún se encuentran personas instaladas con carpas mientras que afuera de la puerta de Partidas, otros usan los bancos de material que están a metros de los carritos en donde se vende comida.

Las entradas se encuentran resguardadas por oficiales de la PSA, quienes se negaron a hablar con ANCCOM. Una de ellas acotó que sólo se encargan de la seguridad del lugar y que el operativo de desalojo se trató de “una situación de la gente del aeropuerto”. Otro oficial recomendó hablar con los trabajadores de Aeropuertos Argentina 2000, que también estuvieron involucrados en el desalojo, pero la custodia en las entradas hizo imposible el contacto ya que exigen mostrar pasaje y reserva de check-in para acceder a las instalaciones.

“Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, dice Martín.

A la intemperie

Como expresó el CELS en su cuenta de Twitter, el operativo de la PSA se realizó de noche y con frío y se calcula que fueron entre ochenta y cien personas las desalojadas, según afirma Vera Belli. En tanto a las razones, agrega que “cualquier persona que está en esa situación sabe que puede ser desalojada en cualquier momento” ya que si bien el Aeroparque cuenta con baños limpios y la posibilidad de resguardarse del frío, “es un espacio que no está destinado para eso”.

Martín, con su colchón entre una ventana y una pared en la salida de Partidas, cuenta que el desalojo se realizó a partir de denuncias por parte de pasajeros y trabajadores de locales dentro de Aeroparque que presenciaban actos de delincuencia. Frente a eso, los encargados de los locales amenazaron con cesar el pago de los alquileres y los directivos del lugar decidieron desalojar a la totalidad de los sin techo.

La presencia de gente refugiándose en el Aeroparque aumentó desde la llegada del frío otoñal. Muchos venían de Retiro, Once o Constitución, y Aeroparque pasó a tener “168 inquilinos”, según Martín. Si bien cuando él llegó, no era todo “paz y amor”, la inquietud se intensificó en los últimos meses: “En la parte del fondo, que es la de vuelos nacionales, tenían televisión, pava eléctrica, microondas y hasta un anafe y esas cosas tampoco le gustaban a los directivos ni a los mismos empleados”.

Por el momento, la situación es incierta, las entradas siguen resguardadas y según Vera Belli, aquellos que aceptaron ir a un parador “tienen que comenzar un proceso de búsqueda de vivienda de vuelta”. En tanto a los que decidieron quedarse en Aeroparque, Martín explica que “los gerentes de acá me han dicho que es por un mes, mes y medio nada más” y expresa su deseo de que tengan consideración con aquellos que no realizaron disturbios y los dejen ingresar ya que “si están las veinticuatro horas detrás de un monitor, creo que saben quién se porta mal y quién se porta bien”.

Este caso despierta una vez más la inquietud por la situación de aquellos que viven en la calle, buscando resguardo donde sea. “Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, se justifica Martín y explica lo difícil que es conseguir trabajo ya que hasta “para trabajar de barrendero te piden secundario completo” y en las changas los “negrean”: “Te usan, te explotan y te esclavizan”.