“No quieren mapuches en la Suiza argentina”

“No quieren mapuches en la Suiza argentina”

El Lof Paincil Antriao, que vive en Villa la Angostura, teme por su desalojo con el cambio de políticas que impulsa el gobierno libertario. Los ancestros recibieron las tierras de manos de Roca por su colaboración en la delimitación del territorio.

La comunidad mapuche de Villa La Angostura, Neuquén, se encuentra ante la amenaza de un nuevo desalojo, esta vez en el camping El Correntoso. Frente a esto, la Lof Paincil Antriao que vive ancestralmente allí, desplegó una enorme bandera mapuche durante una conferencia de prensa realizada en la puerta de la Casa de la Provincia de Neuquén en CABA, junto al jurado de un juicio ético y popular y organismos de derechos humanos. Participaron el werken (vocero) de Paicil Antriao, Lorenzo Loncón, la diputada Mónica Schlotthauer, la periodista Claudia Korol, la abogada Paula Mamani, Leo Santillán, hermano de Darío Santillán, y el exdiputado neuquino Raúl Godoy. Entre otros, exigieron la intervención del gobernador de esa provincia, Rolando Figueroa.

El lunes 3 de febrero se levantó la feria judicial y el intendente de Villa La Angostura, Javier Murer, anunció públicamente que solicitaría el desalojo del Camping Correntoso, ubicado en Lof Paicil Antriao. “De avanzar con esta política esto constituiría un duro golpe, no sólo para las familias de la comunidad que habitan y trabajan este sector del territorio, sino para el conjunto de organizaciones que vienen construyendo una experiencia de articulación conjunta con el Lof”, comunicó la Regional Patagonia del FPDS Corriente Plurinacional. 

Por este motivo, la actividad en la Casa de Neuquén tuvo como objetivo solicitar al gobernador Figueroa, y al intendente de Villa La Angostura Javier Murer, la reapertura de la mesa de diálogo que fue interrumpida con el inicio del gobierno libertario. De hecho, la derogación de la Ley 26.260 que frenaba los desalojos de territorios recuperados por los pueblos indígenas está implicando la reactivación de decenas de conflictos y de poderosos intereses inmobiliarios en la zona. “No quieren mapuche en la Suiza argentina”, dijo en su discurso el lonko Loncón.

A principios del 2024, cuando asumió, el intendente Murer fue al territorio y propuso un acuerdo por el uso del camping. Luego salió una sentencia favorable al municipio y la actitud cambió, pusieron condiciones inaceptables para estas familias mapuche, entre ellas la pretensión de que la comunidad reconociera que la titularidad y la posesión de las tierras son del municipio. 

“Cuando cobra envergadura nacional, y los medios le dan visibilidad, esto repercute en la situación” dijo a ANCCOM Walter Bosisio sociólogo e investigador de la UNAJ (Universidad Nacional Arturo Jaureche). A su criterio, el gran problema hoy es que ya no hay un marco de protección legal a nivel nacional, por lo cual hay que acudir a la legislación internacional en materia de derechos humanos y derecho indígena. 

Es en esta zona donde, en 2018, el exbasquetbolista Emanuel Ginobili había denunciado por usurpación a la Lof Paicil Antriao. En 2004 el deportista había comprado 12 hectáreas en el Cerro Belvedere, territorio ancestral mapuche sobre el río Correntoso, con la intención de hacer un negocio inmobiliario y turístico. Sin embargo, en 2023 el juez Ignacio Pombo consideró que la acción contra los integrantes de la Lof Paincil Antriao prescribió. 

Este es solo uno de los tantos ejemplos de denuncias por privados que sufre la comunidad, aunque en 1902, en el marco de la ley del hogar, la Lof recibe el lote 9 como donación por parte del gobierno de Julio Argentino Roca porque las familias Paincil y Antriao participaron como baqueanos de la Comisión de Límite del Laudo Arbitral con Chile. Así recibieron la titularidad del lote 9. 

En comunicación con ANCCOM, la antropóloga y perito judicial Alejandra Pérez dijo que “el gobierno usa la figura de Roca para lo que le conviene, lo toman como ejemplo por la Conquista del Desierto, sin embargo no tienen en cuenta situaciones como estas en donde el mismo Roca les otorga la titularidad de las tierras. Son estas tierras las que hoy el gobierno quiere desalojar con la excusa de usurpación y demás estigmatizaciones”.

En este contexto, el 31 de enero el gobierno oficializó la eliminación del Programa de Fortalecimiento Comunitario que otorgaba subsidios a las comunidades que atraviesan conflictos de tierras, para facilitar el acceso de estas a la justicia. Fue el titular del Instituto de Asuntos Indígenas (INAI), Claudio Avruj, quien tomó la decisión, formalizada a través de la Resolución 8/2025 publicada por el Boletín Oficial, la cual responde a una política  de revisión de recursos estatales respaldada por el decreto 70/2023. El Programa de Fortalecimiento Comunitario fue creado en el año 2004 dentro del Área de Tierras del Registro de las Comunidades Indígenas (ReNaCi) durante el gobierno de Nestor Kirchner, cumpliendo lo establecido por el Artículo 75, Inciso 17 de la Constitución Nacional, los Convenios Internacionales ratificados por nuestro país y la Ley 23.302 que garantiza los derechos a la tierra, a la educación, a la salud y a la participación de las comunidades indígenas.

Ahora solo queda aguardar una respuesta del Poder Ejecutivo y Judicial provincial porque esa parte de la Patagonia arde no sólo por los incendios.

El hermano 139

El hermano 139

Ramón Inama tiene 53 años, habla despacio y luce tranquilo aunque confiesa que hace días que no puede dormir.  Es hijo de Daniel Inama, militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), desaparecido en noviembre de 1977 en un operativo realizado en Barrio Norte, CABA. Al momento de su desaparición, Daniel esperaba un hijo con Noemí Macedo, a quien conoció militando en el PCML. Macedo fue secuestrada en noviembre de 1977 al igual que Inama, mientras cursaba su sexto o séptimo mes de embarazo. Él tenía 25 años y ella 22. El pasado lunes, Ramón recibió la noticia de que la hija de Noemí y Daniel, su hermana, había sido encontrada por Abuelas de Plaza de Mayo, siendo la nieta 139 en restituir su identidad. 

“Lo primero en lo que pensé cuando recibí la noticia fue en ellos dos”, confiesa, “viste que cuando aparece un nieto o una nieta, lo primero en que se focaliza es en él o ella, porque  es una persona que vive y que es super movilizante lo que le pasa y se está a la expectativa, pero bueno esa persona no creció de un repollo sino que viene de una pareja que ya no está, que la quiso, la deseó”, reflexiona Inama.

¿Cuándo tomaste conciencia de que eras hijo de un desaparecido?

Desde siempre, yo tenía seis años cuando secuestraron a mi papá. Incluso estuve con ellos una semana antes de su secuestro.  Ellos vivían en Mar del Plata, mi viejo escapando de la persecución que se sufría acá, él estaba casi clandestino. Allá conoce a Noemí. Como hijo de padres separados fui la última semana de octubre a pasar mi cumpleaños con él y estuve unos días. Ya no tengo el registro, son más que nada flashes de memoria, de estar dando vueltas con él en el auto, pero yo estoy convencido de que estuve con Noemí también, no pude no haber estado. 

Ramón trabaja en la subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires como editor de MeVeJu (Memoria, Verdad y Justicia), una editorial que funciona dentro del área de prensa. Su padre fue secuestrado cuando él tenía seis años, y además del bebé que esperaba con Noemí, tenía otra hija con otra compañera. Tanto Ramón como su hermana Paula, siempre supieron del embarazo de Macedo. 

Al preguntarle cómo está desde que se enteró la noticia, Inama contesta: “Todavía no caigo, o sea sí caigo porque siempre, francamente siempre la buscamos y supimos de su existencia”. 

¿Vos te enterás de que había una investigación en curso al momento en que se identifica a tu hermana o sabías previamente? 

No, no sabía nada. A mí me sorprendió completamente. Nosotros pensábamos que por la edad de las Abuelas y por la coyuntura, la forma en la que se llegaba hoy a encontrarse con nietos o nietas era más que nada a través de la presentación espontánea o alguna denuncia anónima, pero no. En nuestro caso vino Manuel Gonçalves Granada el lunes pasado, a contarme la novedad y me dijo que era una línea de investigación de CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad).

“Todavía no caigo, o sea sí caigo porque siempre, francamente siempre la buscamos y supimos de su existencia”.

¿Y cómo se llega a esa línea?

Ellos investigan a partir de una serie de irregularidades que encuentran, ya sea en las partidas de nacimiento o en documentación, que hace que se generen dudas sobre la identidad real de ciertas personas. A partir de lo que encuentran,  ellos como organismo oficial se comunican con vos, para informarte que encontraron determinada documentación y te invitan a que vayas a sus oficinas a verlos, a charlar con ellos y que vos des una muestra de sangre y aceptes la comparación. Y bueno eso hicieron con mi hermana, la llamaron y ella como buena ciudadana fue, pensando hasta ese momento que ella era hija de quienes creía que eran sus padres, un poco dubitativa al principio pero bueno,  aparentemente la información que tenían desde CONADI era bastante contundente así que ella aceptó dar su muestra. Entonces bueno, fue todo de golpe. Yo no sabía y Manu me contó que mi hermana fue a dar la muestra el 1 de noviembre del año pasado. Como se estaba siguiendo una pista sospechosa pero no específica, el ADN se comparó con todas las muestras que hay en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), hasta que se encontró que era hija de Noemí y Daniel. 

¿Cómo es el proceso mediante el cual se informa el resultado?

El protocolo de Abuelas es que a la primera persona a la que se le avisa cuando hay un resultado de compatibilidad es al nieto o nieta que fue a buscar su identidad. Inmediatamente después, el BNDG le hace entrega formal de un informe donde está el resultado del ADN que también contiene entrevistas que se hicieron alguna vez a familiares, tiene fotos, tiene más cosas como para que vos te lleves un mapa de la familia que estás encontrando. Después de informarla a ella, se informa a la familia que la busca. En el caso de mi hermana ella estaba de vacaciones y no pudo estar presente, así que se lo informaron por videollamada, después hablaron conmigo y después fuimos a hablar con mi otra hermana. Ella aceptó que nos contaran que es madre, que tiene un hijo de 18 años y una hija de 7 y les pasó una foto para que nos muestren. Aún no pudimos hablar con ella, pero cada uno sabe del otro.

Aún no hablaron pero está la posibilidad de que te lea, te escuche en las notas que das. ¿Qué le decís? ¿Qué mensaje le querés hacer llegar?

Primero que nada trato todo el tiempo de pensar mucho lo que digo, entendiendo que su lugar es distinto al mío. Tanto yo como mi hermana siempre supimos de su existencia  y ella no, partimos de dos realidades distintas. Yo militando en H.I.J.O.S La Plata en el año 2006-2007 me puse a trabajar de lleno en la Comisión de Hermanos. En ese momento teníamos entre veintipico y treinta años y nos parecía que teníamos más llegada generacionalmente a los pibes y pibas que buscaban su identidad. De alguna manera fue así, pero bueno también nos encontramos con muchas puertas cerradas, dudas, en ese momento ellos y ellas por ahí vivían con sus apropiadores o tenían una relación de dependencia que hacía más difícil acercarse, que te escuchen, que se dé lugar a un diálogo en que se abran las dudas como para pensar realmente si sos un caso o no.  En cambio ahora mi hermana vive sola. Y yo tengo esperanzas de que ese tiempo transcurrido, si bien debe ser super shockeante porque ella ya tiene una vida armada, le da ese espacio individual y personal para poder transitar esto como pueda, como le salga. 

Yo tenía 18 y vivía con mi mamá,  en el barrio era re común ver a una madre soltera con un hijo porque el padre se borró. La sociedad tapaba de esa manera la historia y los vecinos conocían, sabían que mi viejo no se había ido de vacaciones, pero era más fácil explicarlo así, la figura del desaparecido no estaba presente todavía

¿Sabés si se van a encontrar? 

Ahora en teoría ella vuelve de las vacaciones y ahí Abuelas le ofrece la posibilidad de contacto, de ser intermediarias, que nos encontremos ahí y después hay miles de posibilidades, no hay ninguna fórmula ni receta. Sé que esto va a ser una implosión en su familia seguramente y  eso hay que saberlo acompañar. Nosotros no sabemos cuánto contó, cuánto sabe su familia. Sus apropiadores pueden llegar a saber que ella llegó por ese lado, por apropiación, pero por ahí no saben la identidad de sus padres biológicos.  Entonces bueno, esas respuestas las tendrán que dar ellos. Yo apelo a que su posibilidad de pensarlo sola la haga procesarlo de otra manera. Siempre esto genera problemas por la preocupación de qué puede pasar legalmente con los apropiadores, que bueno es un lugar común que se repite en la mayoría de los casos. Eso puede hacer que se acerquen y después se alejen. Pero nada, yo espero tranquilo. Porque no sirve de nada apurarse. Hemos tenido casos de compañeras  y compañeros que medio impulsivamente han acelerado cosas y no nos ha ido bien así.

¿Cómo es crecer con preguntas sobre tu historia, la de tu padre y tu hermana? ¿Cómo se forja la propia identidad desde la incertidumbre? 

Se construye siempre como un rompecabezas, siempre incompleta, como que en algún punto te constituye esa incerteza. Yo tenía 18 y vivía con mi mamá,  en el barrio era re común ver a una madre soltera con un hijo porque el padre se borró. La sociedad tapaba de esa manera la historia y los vecinos conocían, sabían que mi viejo no se había ido de vacaciones, pero era más fácil explicarlo así, la figura del desaparecido no estaba presente todavía. Después cuando aparece H.I.J.O.S se revaloriza eso y lo que antes era un karma empieza a ser resignificado. Aparece también la militancia, pero la militancia es una parte de la vida, no toda. Aparecen los amigos y bueno vas completando,  pero siempre de a partes. La historia de mi hermana es eso, una parte más, incompleta, del rompecabezas.

Ramón se crió con su mamá y sus abuelos paternos, en la misma casa donde se crió su padre. Su abuelo falleció en 2011 por problemas de salud, y su abuela Lucila Ahumada murió en 2013 a causa de la inundación que azotó a la ciudad de La Plata el 2 de abril de ese año. 

¿Qué recuerdos u objetos tenés de tu papá? 

Tenemos re pocas cosas, somos una familia que perdió muchas cosas, en la inundación también se perdieron un montón de cosas. Y nos quedan algunas fotos, yo en la mochila siempre llevo una libreta de él con notas, que se ve su letra. No tenemos ropa de él. Tenemos unas hojas de esa que se usa en colegio industrial, porque él iba a una técnica que no terminó, en la que se ve el trazo y se ve que era un pibe medio desprolijo, que no le gustaría la escuela, con letra fea. Que se yo, pero son cosas que humanizan, son pavadas que para quienes tienen un interés particular sobre él significan un montón, es como acercarse a él un poco.  Tengo una foto en la que se fue de mochilero y  en el reverso le escribe algo a mi mamá y bueno, eso es un pequeño rastro, una huella de él. Y así está formada la identidad, de a cachitos, de a pedacitos, nunca completa. 

Tenés muchos años de militancia y de búsqueda. ¿Cómo ponés en perspectiva esos años desde ser un joven que busca a su hermana hasta hoy en día un adulto que finalmente la encontró?

Este tipo de lucha es colectiva, por más que uno la impulse desde lo personal, siento que siempre está  esa mano invisible de las Abuelas.  En la búsqueda de familiares hay momentos de subida y de bajada de la intensidad que uno puede poner, y las abuelas es como que se mantienen en una línea siempre constante. Yo no pensaba que esto iba a pasar, no pensaba de ninguna manera. Entonces la perspectiva es esa, la importancia de que estas políticas las asumamos todos y todas, entonces cuando uno está más flojo el otro la sigue y se va armando un especie de lazo, de comunidad, una construcción colectiva. 

¿Qué te pasó el día de la conferencia donde se anuncia la restitución?

Mirá hay algo que me marcó mucho que fue el gesto simbólico de esa caminata cortita con Estela a cambiar el número, lo pienso y se me pone la piel de gallina porque me movilizó mucho. Es una pavada, es un gesto, pero vos ahí entendés todo porque está tan bien pensando simbólicamente que significa mucho. Sacas un número y pones otro, y eso significa el hallazgo de una persona más. Y bueno, ver a Estela ahí tan entera, con 94 años. Recuerdo que me decían “bueno Ramón, fijate, sostenela con el brazo”, y al final fue ella la que me llevó a mí, no yo a ella. 

¿Qué te genera la coyuntura actual en materia de políticas de Derechos Humanos?  

La memoria está en disputa permanente, y es algo que yo ideológicamente pienso como militante de organismos de derechos humanos. Por ahí hemos pensado que porque ciertas políticas se institucionalizaron, eso garantizaba una continuidad sin cuestionamientos. Para mí no había nada saldado, porque yo cuando crecí y me formé en la militancia estábamos en desventaja siempre. Después con los gobiernos de Nestor y Cristina eso cambió y fue un paso importantísimo y un salto hacia adelante porque hubo cosas que se institucionalizaron, por ejemplo  el perfeccionamiento y el equipamiento del Banco Nacional de Datos Genéticos o la CONADI, que es fundamental. Por otro lado están los juicios, la continuidad de los juicios es algo que necesita del motor nuestro, porque después la justicia ya la conocemos, depende del juez que te toque, la coyuntura influye un montón en cuánto avanzan o no esas causas también. Ahora pasa que los discursos de odio, que siempre existieron,  tienen más escucha, más lugar. Y eso tiene una intención muy clara que es historizar para borrar la historia.  Así la única historia que tenemos es una que nadie recuerda, esa República floreciente de la que habla Milei. Entonces tenemos que conservar la historia, es fundamental que lo que pasó en  la última dictadura sea algo que el pueblo lo incorpore como propio, que sienta que los desaparecidos son de todos y todas, y que la deuda de justicia para con eso es una deuda que, cuando saldamos una parte, cada vez que hay un condenado, cada vez que aparece un nieto, eso hace que el país sea un poco más sano.  Son cosas que nos pasaron, que dejamos que pasen, que en un momento dado por imperio de la fuerza se haya establecido un plan para desaparecer personas, matarlas y sacarle a sus hijos, es aberrante. Si uno lo pone ahora como hecho concreto en un canal de noticias amarillista, cualquiera diría que es algo aberrante, pero sin embargo hay como una mirada asociada a la dictadura que es como “bueno no se sabe bien que paso”.

¿Qué pensas del futuro? ¿Hacia dónde orientar la lucha?

Yo creo que tenemos que ponernos a pensar para pasar al frente nosotros, poner en agenda lo que nos parece importante más allá de la agenda que quiere marcar el gobierno. En particular en relación a la Memoria,  creo que tiene que ver con la posibilidad de que esas luchas, de que esas heridas de la dictadura, del genocidio y lo que signficó eso materialmente, sea algo que podamos hacer de la historia propia todos y todas, que exceda la cuestión biologica, de parentesco lineal.  Ahora parece que está otra vez en tela de juicio el tema de la participación política como si fuera algo denostado, eso pasó en los años 90. Pero en esa época igualmente tenía un valor social muy fuerte y era algo bastante indiscutible que la militancia política por los derechos humanos tenía que ver con un compromiso personal, con algo en lo que creías, no estaba ese tema de los curros que empezó Macri y que siguen sosteniendo ahora.  Entonces para mi,  a futuro lo que hay que lograr es eso, que esto se impregne socialmente, que es lo que intentamos hacer siempre, pero hoy en particular veo el peligro de nuevas generaciones que no sepan que es un 24 de marzo, ni qué es un desaparecido y que entonces eso termine en una banalización. Creo que es un camino en que no hay que bajar los brazos, no hay que deprimirse, es un laburo de hormiga pero que hay que hacerlo. Es una disputa permanente que hay que mantenerla en la calle, generando lazos. 

 

«Con los cartoneros y cartoneras adentro»

«Con los cartoneros y cartoneras adentro»

Tres mujeres referentes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de Berazategui y cuentan cómo organizaron su cooperativa. El impacto de la crisis en su sector y los enfrentamientos con la policía y el municipio.

Como las agujas del reloj, el mate gira hacia la derecha. Laura, la que ceba, le echa azúcar sin mirar cada vez que vuelve a sus manos. Luego, con agua que de a poco va perdiendo su calor, lo devuelve a la ronda. “¿Cómo llegamos hasta acá?”, pregunta Liliana y responde sola, mirando a sus compañeras: “Peleando y molestando”.

Laura Soria y Liliana Silguero, cartoneras de Berazategui, partido del sur del conurbano bonaerense, y Analía Calderón, militante del MTE distrital, son referentes de la economía popular y trabajadoras del Eco Punto Belgrano. El galpón comenzó a funcionar en 2019, pero hacía rato que los cartoneros estaban peleando con el municipio por la prohibición de la tracción a sangre, ya que, para ellos, sus caballos eran “parte de la familia” y, sobre todo, “una herramienta de trabajo”, como señala Analía. “No había afinidad con el municipio hasta que decidimos tomar el galpón y construir esto”, apunta Laura.

Antes de conquistar este lugar de trabajo, la situación de los cartoneros del distrito era muy difícil. “Vos te subías a un carro, ibas a laburar y vivías al día. Ahora que tenemos el galpón podemos tener una vida más digna, los compañeros traen la mercadería acá. Antes juntabas y acumulabas todo dentro de la casa y ahí podías tener ratas y mugre”, cuenta Laura. Actualmente, se dividen las actividades entre cartoneros agrupados, que en la actualidad en Berazategui rondan los doscientos; y galponeros, que se ocupan de tareas administrativas y son los que seleccionan, procesan y separan el material que luego se vende a Smurfit Kappa, una compañía de papel y empaques sostenibles. “Es mejor trabajar en la calle que estar acá adentro. Afuera, en tres o cuatro viajes, hacés el doble o el triple de dinero que en el galpón. Pero hay veces que no te queda otra y también tenés que bancar la camiseta acá adentro, porque esto tiene que salir adelante; si no, los demás no cobran”, agrega, con énfasis militante.

“Hacíamos olla popular de lunes a viernes, pero después ya no se pudo más y empezamos a hacerla tres veces por semana, luego una vez, hasta que no se pudo sostener. El gobierno dejó de mandar alimentos. No está funcionando el comedor, ahora solo hacemos brigadas educativas los días martes», dice Laura.

El MTE es una organización que tiene vínculos con el Partido Patria Grande, pero es apartidaria y está constituida por diferentes ramas de la economía popular, como la cartonera, la de construcción y la sociocomunitaria. Esta última estaba a cargo de Laura, pero ahora casi no funciona. “Hacíamos olla popular de lunes a viernes, pero después ya no se pudo más y empezamos a hacerla tres veces por semana, luego una vez, hasta que no se pudo sostener. El gobierno dejó de mandar alimentos. No está funcionando el comedor, ahora solo hacemos brigadas educativas los días martes. Ahí se les hace la merienda a los chicos. Las brigadas se llenan y las maestras te dicen: ‘Qué raro que los chicos tengan ganas de venir a estudiar’. Lo que yo les digo es que los chicos no tienen ganas de venir a estudiar: tienen ganas de comer. Cuando empezamos, hace seis meses, eran siete chicos y ahora son cuarenta”, señala.

La conformación de la rama cartonera en el distrito berazateguense no fue nada fácil, y comenzó con asambleas de recuperadores urbanos que compartían los mismos problemas, pero que, hasta ese momento, no estaban agrupados. “Nosotros hacíamos reuniones en una plaza porque estábamos teniendo inconveniente con el tema de los caballos. Ese fue el principio de nosotros”, comenta Laura. En Berazategui, la práctica estaba prohibida desde marzo de 2019 y no les habían dado otra alternativa para realizar su trabajo.

Entre estas cuatro paredes se alzan pilas y pilas de bolsones repletos con lo que recuperan día a día de los barrios aledaños. Se erigen como columnas y separan el espacio en distintas “oficinas” de trabajo. La mayoría de los cartoneros están ahora mismo recorriendo las calles en busca de residuos, cartón, plástico, chatarra: todo ayuda para sumar unos pesos. Y aunque sólo un pequeño grupo está ahora en el galpón, el ruido de las máquinas que procesan el material le exige levantar la voz. Aquí, mientras el agua de la pava se enfría, Laura revela cosas que nunca habían salido a la luz. “Al Patria Grande lo conocí saliendo de la comisaría. Yo estaba en casa cocinando con mi bebé de tres meses. Mi marido, que había ido a trabajar, me llamó y me dijo que control urbano le había sacado la yegua. Fuimos los cartoneros para que no se la llevaran y terminamos todos presos”.

“Nos llevaron como si fuéramos las peores personas del mundo, comisaría por comisaría. Mi suegra (Liliana) movilizó a todo Berazategui para que nos soltaran. Una cosa es que te lleven presa. Otra muy diferente es que vengan con los palos y te rompan todo el cuerpo. Eso hizo la policía aquel 19 de septiembre (de 2019). Nos hicieron sentir como delincuentes y no, somos trabajadores”, continúa. “Como para olvidarte, ¿no?, el día que te cagaron a palos”, comenta Analía.

“Todavía me duelen los huesos de la paliza que me dieron”, dice Laura y ninguna se inmuta: la violencia es cotidiana, una parte más de la vida de una cartonera. “Aparecieron compañeros abogados del Patria Grande de todas las localidades del conurbano, llenaron la comisaría y pudimos salir. Fue algo feo que nos tocó vivir. Además, mi bebé tenía tres meses, la llevaron a la comisaría y no me dejaron darle la teta. Desde ese día, mi hija no tomó más la teta”. Esa violencia también deja marcas.

 “El año pasado, juntando 600 kilos de cartón al mes, llegabas a cubrir una canasta básica. Hoy, con la misma cantidad no llegás, son 200.000 pesos con suerte”, se lamenta Liliana.

“Después de eso, fue pelear con la municipalidad hasta que ellos accedieron a trabajar con nosotros. Gracias a eso, tenemos todo esto, pero fueron momentos feos para llegar a tener este galpón”, dice Liliana. Hace unas semanas, realizaron un convenio con el área de Obras Públicas, que los contrata para la limpieza de microbasurales en el partido. Antes, sólo les cubrían el gasoil del camión recolector, aunque fueran parte del circuito Bera Recicla. “Es una muy buena oportunidad para nosotros: nos permite tener un ingreso más”, explica sonriendo Analía. El cambio, según ellas, obedece a que se dieron cuenta de que el reciclado “es con los cartoneros y cartoneras adentro”. Ahora, aseguran, “si vamos a la municipalidad, nos abren la puerta y nos ofrecen café”.

Esa victoria logró levantar los ánimos de uno de los sectores más golpeados por las medidas económicas impulsadas por la gestión de Javier Milei, con Luis Caputo al frente del Ministerio de Economía. “Este gobierno nos fulminó a nosotros”, dice Liliana, la máxima referente cartonera de la localidad. Analía explica que la fuerte caída del consumo hizo que disminuyera también el volumen de los residuos; pero apunta a la vez que con la apertura de las importaciones la industria está comprando cartón en Brasil en dólares, aunque es más caro que en el país. “La industria no nos estaba recibiendo nada, se stockearon tanto de afuera que no querían comprarnos a nosotros. Hoy se puede ver que el galpón está explotado porque sigue pasando lo mismo”, agrega, mientras señala los grandes pilones de material que llegan hasta el techo. “El año pasado, juntando 600 kilos de cartón al mes, llegabas a cubrir una canasta básica. Hoy, con la misma cantidad no llegás, son 200.000 pesos con suerte”, se lamenta.

Los cartoneros y cartoneras nunca bajaron los brazos, y tampoco lo harán ahora. Por eso seguirán apostando a la organización popular. “Sabemos que no tenemos un lugar en la economía tradicional y capitalista que nos domina y no lo vamos a tener nunca”, afirma Analía, mientras Liliana sostiene: “La economía popular es de los compañeros que lucharon siempre, que salieron de abajo de la lluvia, del barro, que buscan sus verduras, sus carnes, su comida. Somos los que más nos rebuscamos la vida, no somos como los ricos. A veces estamos mejor, otras peor, pero nunca voy a bajar la cabeza por haber sido cartonera y por haber estado arriba de un carro”.

“Esto es un ataque a la salud pública”

“Esto es un ataque a la salud pública”

Trabajadores, pacientes, familias y referentes de diversas organizaciones participaron de un abrazo al Hospital Nacional “Laura Bonaparte”. Los manifestantes pidieron “paro general” y el personal en lucha anunció que permanecerán en el edificio.

A las cinco de la tarde de un 20 de enero, mientras la Ciudad de Buenos Aires se hundía en el letargo de las vacaciones, el Bonaparte se convirtió en el corazón de una lucha. Sobre sus rejas, 200 carteles colgaban con nombres propios: cada uno marcaba la ausencia impuesta por los despidos masivos que afectaron a terapistas, psicólogos, médicos, personal administrativo y decenas de profesionales del único hospital nacional especializado en salud mental. «Vaciar es cerrar» se leía por todas partes: en pancartas, muros y en las voces que defendían su continuidad.

Frente a la entrada, una multitud comenzó a formar un abrazo simbólico. Los bombos marcaban el ritmo de una protesta. Un mosaico de banderas y pancartas de diferentes colores —rojas, verdes, celestes y amarillas— ondeaba al compás de los cánticos: “El Bona no se cierra, no se cierra, el Bona no se cierra”.

Los 200 profesionales despedidos subieron juntos a un escenario improvisado. Dos de ellas, Sofía y Julieta, tomaron el micrófono para hablar en nombre de todos: “Estamos dejando a cientos de personas sin atención, a familias sin respuestas, en un momento en el que la salud mental debería ser prioridad”, denunciaron. Hablaron de guardias saturadas, internaciones suspendidas y tratamientos interrumpidos. “Este hospital no puede funcionar con la mitad de su personal. Si seguimos así, los pacientes más vulnerables quedarán completamente desprotegidos”, advirtieron.

El vaciamiento no es nuevo. Desde octubre, las primeras desvinculaciones ya habían dado señales de la intención de cerrar el centro. Los despidos masivos de enero ahora representan una reducción del 50% del personal. “Nos están llevando al colapso”, sentenció Sofía.

Entre la multitud, Gastón, trabajador social y empleado en otra institución de salud pública, compartió con ANCCOM su preocupación: “La salud mental no puede ser un lujo: es un derecho humano universal. El vaciamiento de instituciones como esta golpea directamente a los más vulnerables”.

Los testimonios seguían desde el escenario: “Nos hicieron rendir un examen que aprobamos, y aun así nos desvincularon. Ahora, los compañeros que quedaron no tienen garantías de continuidad, y el hospital pierde la mitad de su equipo. Esto no es solo un ataque al Bonaparte, es un ataque a la salud pública”.

Teresa, madre de una paciente, contó a ANCCOM: “Este lugar no es solo un hospital, es un espacio de contención. Cuando mi hija tuvo una crisis, este fue el único lugar donde encontramos ayuda. ¿Qué hacemos si lo cierran? ¿A dónde vamos?”.

Cuando el sol empezó a esconderse, el abrazo al Bonaparte se materializó por completo. Personas de todas las edades y sectores rodearon el hospital en un gesto de unidad y resistencia. “El Bona no se cierra”, seguía siendo el grito que unía a todos.

Desde el micrófono, se hizo un llamado a la unidad con otros sectores en lucha. “La salida es colectiva, debemos unirnos todos los sectores que estamos siendo vaciados”. En la protesta sonó con fuerza el llamado al “paro general”.

Nicolás, trabajador de la salud en el hospital Tobar García, resumió el sentimiento colectivo: “Estamos en un momento terrible, de mucha ansiedad, estrés y depresión. Esto no puede estar pasando cuando llegan consultas con tantos problemas y la tasa de suicidios es tan alta. Es ahora cuando más necesitamos que la salud mental sea una prioridad”, concluyó. Los trabajadores anunciaron que la permanencia en el hospital continuará. “El Bona no se cierra”, cantaron una vez más antes de dispersarse.

La protesta como herramienta para crear derechos

La protesta como herramienta para crear derechos

En el ciclo “Los derechos que supimos conseguir”, Neka Jara –militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Francisco Solano- recuerda qué significó salir a cortar rutas en el 2001. Cuenta cómo se organizaban, analiza qué pasó después con los movimientos sociales, describe cómo impactaron los asesinatos de Kosteki y Santillán y explica por qué cree que la protesta debe ser permanente.

Un abrazo por la memoria

Un abrazo por la memoria

Los trabajadores del sitio de la memoria ex-Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Virrey Cevallos convocaron a una asamblea pública este lunes 13 contra los despidos de todos sus trabajadores, ordenados por el secretario de Derechos Humanos Alberto Baños.

—Empecemos a sentarnos en el piso así entramos todos- dispuso una mujer para organizar el poco espacio que quedaba en un garage del barrio de Monserrat. La gente ya había ocupado la bicisenda que pasaba frente al ingreso, cortando el paso de ciclistas furiosos que echaban puteadas a toda velocidad. Quizás no conseguían leer lo que decían los carteles de estos “desubicados”, o no llegaban a escuchar lo que los “imbéciles» que no estaban sobre la vereda, como corresponde, decían por el micrófono. Quizás no se percataban, al igual que los vecinos del barrio en su momento, que detrás de ese garage, sobre la calle Virrey Cevallos, funcionó un centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la dictadura cívico-militar. «En esa época, mi viejo tenía el local a la vuelta. Nunca supo lo que pasaba ahí dentro hasta que se recuperó como espacio para la memoria», contaba Franco, dueño de la cancha de padel frente al centro.

El Virrey Cevallos convocó a una asamblea abierta por su situación crítica: todos sus trabajadores fueron despedidos por la Secretaría de Derechos Humanos y la tajante directiva del «No hay plata». Para quienes sostienen el funcionamiento del centro desde hace veinte años, no es casualidad el brusco ataque al espacio de memoria más pequeño de los siete -más el museo ex-Esma- que hay en la Ciudad de Buenos Aires. Un eslabón fácil, pensaban, sin considerar la comunidad que florece cada vez más rápido para defender a la Memoria, Verdad y Justicia. 

Frente a las muestras de apoyo de los distintos sindicatos, agrupaciones y autoconvocados, también hay organización. El Virrey Cevallos convoca a un festival junto a los demás espacios para el próximo 25 de enero en su mismo centro: «Allá está nuestra compañera para anotar a todos y todas que tengan algo para ofrecer y participar; puede ser un espectáculo, algo para vender, lo que sea. También les recordamos que si trabajan o conocen a dirigentes políticos, o sindicales, o agrupaciones que les parezca importante que conozcan el centro, los invitamos a enviarnos un mensaje para organizar visitas guiadas. Habitar estos espacios es lo que los mantiene vivos», dijo Malena, una de las trabajadoras despedidas. El próximo sábado 18 de enero habrá una visita guiada para quien quiera acercarse.

“No vino tanta gente como esperaba”, expresó un vecino del barrio, algo desencantado. Las 10 mil personas que asistieron al pasado festival contra el cierre del Haroldo Conti dejó la vara alta y esperanzada. Sin embargo, en la cuadra del Virrey Cevallos no dejaban de aparecer abrazos espontáneos, sentidos, con camaradería. 

—¡Qué hacés, Rolo! -gritó un hombre emocionado al encontrarse con su compañero de marchas. También estaba Araceli, la mujer mayor que vende sus llaveros en todas las convocatorias: «Esta es mi fuente de ingreso, con la jubilación no me alcanza. A veces no puedo estar en todas, pero intento participar y colaborar siempre. Hace poco le llevé llaveros de pañuelos blancos a las Abuelas para que pudieran recaudar algo más con ellos», dijo mientras señalaba la mercadería que produce junto a su nieta.

Quizás, el vecino de más arriba no se encontró con el mismo escenario populoso de la ex-Esma; pero en esa oscura casa del barrio de Monserrat, el amor y el apoyo de la comunidad se contagiaban en la lucha por mantener viva una causa todavía sin concluir. 

«Nosotros nos estamos yendo de a poco, pero hay que seguir estando», le dijo un señor con boina y bastón a un joven compenetrado con las palabras del adulto. Lo marcaron, porque al poco tiempo no aguantó decirle a sus dos compañeros: «Me parece importante que vengamos el sábado que viene. Tenemos que ser más la próxima vez».