El Centro porteño se llenó de wiphalas para protestar contra la reforma  de Morales

El Centro porteño se llenó de wiphalas para protestar contra la reforma de Morales

Unos mil comuneros y comuneras de la Quebrada y Puna jujeña protagonizan el Tercer Malón de la Paz, una marcha hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, luego de pasar por Catamarca, Tucumán, Salta, Córdoba y Rosario, bajo la consigna «Arriba los Derechos, Abajo la Reforma, Arriba la Wiphala!» Reclaman contra la explotación del litio y la reforma de la Constitución de Jujuy por parte de Gerardo Morales, que pone en jaque varios derechos amparados por la Constitución Nacional.

A 77 años del Primero, el Tercer Malón de la Paz llegó a Buenos Aires en una histórica marcha liderada por comuneros y comuneras de la Quebrada y Puna jujeña, con el propósito de visibilizar y defender los derechos de las comunidades originarias. Inspirados por los ideales que guiaron el primer y segundo malón en 1946 y 2006, respectivamente, la movilización, que se inició el 25 de julio desde diversos puntos de Jujuy, ha sido una muestra de solidaridad y unidad, con comunidades de otras regiones que fueron sumándose a lo largo del trayecto. 

En cada ciudad que atravesaron, los manifestantes compartieron sus reclamos en asambleas, ampliando aún más el alcance de su mensaje y la visibilización de sus demandas cobró fuerza con el apoyo masivo de más de 500 jujeños y representantes de diversas comunidades de todo el país, quienes se unieron al contingente inicial.

El objetivo primordial de esta marcha fue exigir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación que se pronuncie sobre la reciente reforma constitucional de Jujuy y pedir la intervención de la provincia, además de exigir la aprobación de la Ley de Propiedad Comunitaria. La movilización también se impulsa por el rechazo a la explotación minera en la región -impulsada por el gobierno provincial-, y la oposición a la nueva Constitución de Jujuy.

Al llegar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los manifestantes participaron en una sesión especial en el Congreso Nacional para presentar sus demandas. Armando Quispe, referente de la comunidad jujeña de Queta e impulsor activo de la marcha, expresó que “el objetivo fundamental del Tercer Malón es proteger la madre naturaleza, el agua, la vida y los recursos naturales”. Además, subrayó que “en Jujuy se vive una verdadera dictadura, lo que ha motivado la movilización en busca de justicia y cambio”.

Mientras la manifestación gritaba «Morales, basura, vos sos la dictadura»; Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, abrazó al malón en Tribunales: «La única lucha que se pierde es la que se abandona”, sentención. Después dejó un pedido a la Pachamama: “paz y justicia”.

Nieto de maloneros

El 1 de agosto es un día histórico para el pueblo jujeño, y también una jornada significativa para la Pachamama, por eso realizaron una emotiva ceremonia en homenaje a la Madre Tierra y otras actividades culturales. Durante el ritual, Wili, uno de los primeros nietos de los maloneros de la paz que llegaron a Buenos Aires décadas atrás, se dirigió a la Madre Tierra para pedir perdón por los daños causados y expresó “la importancia de vivir con respeto, paz y amor para preservar un mejor futuro para las generaciones venideras”. Resaltó que sus antepasados “les legaron las montañas y el agua, razón por la cual están allí, ya que deben proteger los recursos naturales frente a la amenaza de ser vendidos a multinacionales”.

Finalmente, Wili abordó la situación similar que enfrentan las comunidades de Perú y brindó su respaldo, y destacó que los acontecimientos actuales están premeditados desde hace tiempo, con el propósito de afectar los valiosos recursos naturales de América Latina. 

El apoyo y respaldo a la marcha han sido significativos, con diversas organizaciones sociales y políticas brindando su solidaridad y acompañamiento como CTA-Autónoma, Movimiento Territorial Liberación (MTL), Movimiento La Dignidad, Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Corriente Clasista y Combativa (CCC), Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), representantes de las comunidades aborígenes de Perú y Bolivia, entre otros.

En tanto, el referente de la comunidad de Queta Armando Quispe Mayta aseguró que las protestas y movilizaciones son cada vez más fuertes en Jujuy. «A lo largo de la Quebrada del Humahuaca y la Puna de Jujuy están los cortes a la vera de la ruta, más allá de las marchas tanto de día como de noche, y seguirán hasta que la reforma sea anulada porque se vive una dictadura disfrazada de democracia, los derechos son avasallados y pisoteados», dijo. Quispe Mayta agregó que también están exigiendo “que se termine con la persecución y el cese inmediato de todas las medidas represivas y el sobreseimiento de las causas que hay hasta ahora» contra los manifestantes.

Anteriores “Malones”

El Malón de la Paz fue una marcha de pueblos originarios  del noroeste argentino a Buenos Aires, en demanda de la restitución de sus territorios, en 1946. Los marchantes hicieron cerca de 2.000 km para presentar sus reclamos al presidente Juan Domingo Perón. Ese malón estuvo integrado por mujeres y hombres indígenas de la puna jujeña y de los valles de San Andrés de Orán, Salta. El 3 de agosto de aquel año, fueron recibidos por los funcionarios y alojados en el Hotel de Inmigrantes. Hacia finales de ese mes fuerzas de la Prefectura los forzaron a tomar un tren a Jujuy. Hubo resistencia entonces la Policía Federal atacó el hotel con gases lacrimógenos para desalojarlos por la fuerza. Aunque es un oxímoron, los medios de aquella época habían acuñado el término Malón de la Paz, tomando el vocablo “malón” derivado del mapudungun que significa “invasión”. Se refiere a una incursión sorpresiva de los originarios atacando los asentamientos huincas, es decir, de los blancos. 

Como reacción al Malón en 1949 el gobierno nacional expropió tierras en la Puna y en la Quebrada de Humahuaca para devolverlas a sus originarios, pero esto jamás se concretó. El 7 de agosto de 2006, a 60 años del Primer Malón, una marcha de similares reclamos se organizó en Jujuy para demandar al gobierno provincial el cumplimiento de una orden judicial de retornar a las comunidades indígenas unos 15.000 kilómetros cuadrados de tierras. Fue el Segundo Malón.

Sin Natalia y sin justicia

Sin Natalia y sin justicia

Natalia Sabán fue a visitar el 8 de diciembre de 2019 a su pareja y terminó con un tiro en la sien. Desde entonces, su mamá exige justica. Denuncia la pasividad del fiscal y la policía.

El 8 de diciembre de 2019 Natalia Saban (16) fue a visitar a su pareja de hacía tres meses, Matías Agustín Cano (22), junto a su amiga íntima Brenda en el barrio de Villa Hidalgo de José León Suarez. A las horas, ingresó al hospital de Boulogne con un disparo en la sien para finalmente morir dos días después en el de San Isidro. A cuatro años de su femicidio, aún no se sabe quién, ni cómo, ni por qué la mataron. A pesar de existir una recompensa de medio millón de pesos, el principal sospechoso, su novio, sigue prófugo de la justicia. Su mamá Malvina no descansará hasta que lo atrapen: “Lo único que yo pido es que lo agarren y saber la verdad, lo que realmente pasó en esa casa, si fue él o no”, expresa ante ANCCOM.

Malvina recordó la madrugada en que llegó al hospital de Boulogne para firmar el traslado al de San Isidro y mientras a su hija le daban dos horas de vida, se dirigió a la comisaría de José León Suarez para hacer la denuncia. “Fui y entré preguntando directamente por Matías Cano, como novio de ella que era. La policía actuó mal, porque ni siquiera un patrullero me mandó en ese momento. Recién mandan el día 10 a las 11 de la noche, cuando Nati ya muere. Mis hermanos un día antes habían ido a la casa del chico éste y ya no estaba. Mientras nosotros nos ocupábamos en el hospital ellos se fueron”, recuerda.

El día 9 de diciembre, el padre de Matías, Alejandro Pavón (38) manifestó que su hijo de diez años estaba jugando con el arma cuando se le disparó y atravesó la ventana donde justo Natalia  estaba con su amiga Brenda. Sin embargo, la pericia médica certificó que le habían apoyado la pistola en el cuerpo. “La historia que armaron ellos es que el nene estaba en un sillón, salió un disparó y coincidentemente le pegó en la cabeza. Quisieron cerrarlo ahí, que había sido el nene y ya está. Ahí es cuando yo empecé a hacer las marchas en la fiscalía. Le dije al fiscal, que no es ‘ya está’, no fue a un animal que mataron y ya. Que busquen pruebas, que investiguen, que lo busquen a él (Matías Cano)”, resalta.

Malvina pudo saber que antes de que la mamá de Matías la llevara al hospital a su hija baleada, estuvo media hora tirada afuera de la casa. “En vez de llevarla a Urgencias, la sacaron a la vereda y se pusieron a limpiar adentro. ¿Por qué limpiás si no tenes nada que esconder? Tuvieron tiempo de hacer de todo. La policía ya sabía a las doce de la noche lo que había pasado. Pero no, esperaron a que Nati muera para recién ahí hacer el allanamiento y ya no había nada. Se llevaron todo, dejaron la casa vacía y desde ahí nunca más lo vi”, dice.

Al día hoy, Malvina no sabe por qué aquella amiga que Natalia había acobijado en su casa, con quien pasaba la mayor parte del tiempo, no contó nada. Brenda era la única que podía dar testimonio más fidedigno de lo ocurrido en esa casa. Sin embargo declaró que no vio nada. “Siempre estaban juntas, dormían juntas, no salía una sin la otra, eran muy íntimas. Las declaraciones de ella en la Fiscalía, que fueron varias, siempre resultaron cambiantes. Hasta el día de hoy no quiere hablar de lo que realmente pasó, dijo que ellas estaban afuera fumando y que el disparo vino de adentro. Pero no quiere hablar más que eso. Algunos dicen que puede estar amenazada. Estuvo en el velorio y después nunca más se acercó para hablar con nosotros, bajaba la cabeza”, afirma la mamá de Natalia.

Cada vez que a Malvina le llega un mensaje de vecinos y personas anónimas alertando la presencia de Matías en algún lugar, enseguida comienza un trámite tedioso para que la policía se apersone. “A mí me dicen que en tal lugar puede estar, voy y veo. Después le aviso a la policía, que se demora quince, veinte días. No lo buscan activamente”, comenta. No obstante, las amenazas a la mamá de Natalia no tardaron en llegar, le pedían que “pare la causa, que no se mueva más”, le dieron un botón anti pánico, pero dice que no le sirve de nada, ellos están ahí a una calle de su casa, “voy a haciendo denuncias y denuncias de cada cosa que pasa. Él está cerca”, destaca.

La comisaría 4ª de José León Suarez ya cambió cinco veces de comisario general desde el 2019 y en cada cambio Malvina se acerca a hablar para que no dejen el caso de su hija olvidado. “Es una lucha, porque empezaste con uno, después vas con otro y otro, nunca se termina. Siempre los sacan y es lo mismo, si trabajan con ellos. Entonces ¿a quién voy y denuncio? Si cuando yo salgo de una comisaría ellos saben primero. Ellos mismos le deben estar avisando que les van a hacer allanamiento, le hicieron miles pero nunca los engancharon”, remarca.

A los dos años del femicidio de Natalia, Malvina se enteró que estaban padre e hijo viviendo en Moreno. Fue hasta ahí, ubicó el lugar y le pasó el informe a la comisaría. Esperaron diez días para ir pero Matías ya no se encontraba ahí. Estaba el padre, Alejandro Pavón -quien cuando pasó el femicidio había pasado de un mes de que había salido de la cárcel por tenencia de arma y drogas- y lo detuvieron por ser el presunto facilitador del arma homicida. Sin embargo, sólo estuvo un par de semanas detenido, consiguió dos supuestos testigos que daban cuenta que él no había estado esa noche en que mataron a Natalia. “Nosotros buscamos más testigos y no había nadie más, ¿de repente aparecen estos? Es todo muy confuso”, expresa Malvina.

El pasado Día del Padre, se enteró que Matías estaba en esa casa donde mataron a Natalia, en donde hoy viven su padre y su abuela. “Supuestamente, según la policía, ellos pasaron por la casa y él no estaba afuera, pero sí podría haber estado adentro. Él tiene pedido de captura internacional. ¿Me vas a decir que tenés que esperar a un fiscal para entrar a una casa? Camina por Villa Hidalgo como si nada. No sabemos a quién recurrir ni con quién hablar. Yo hablo con el fiscal y me dice ‘sí, quédate tranquila’ y no es así, ya van a ser cuatro años que él está como si nada”, manifiesta. “Los testigos los buscaba yo, siempre me moví yo. Siempre saliendo de mí parte. Busco tanto y la justicia no te ayuda tampoco…no sabés para donde disparar. A mí me desespera que me digan que está ahí, cerca de mí”, dice Malvina.

Cuando Malvina recuerda a su hija, su expresión cambia, de repente la sonrisa entre tanta impunidad se hace inevitable. Es que Natalia “siempre estaba contenta, con su hermanos, con sus tíos, ella era la alegría, decíamos ‘acá llega la alegría’. Llega Nati y empieza la joda”, memorizó. Nati vivió siempre en el barrio, les gustaba cocinar, era fanática de Boca, iba a la cancha y no es raro ver muchas fotos de ella con esa casaca. Los sábados enseñaba danza a las niñas para combinar dos de las cosas que más amaba: bailar y pasar tiempo con los más chiquitos. “Amaba a los niños, yo tengo varios sobrinitos y ella se moría por ellos, iba temprano a buscarlos y estaba en la casa de mi mamá o los llevaba al jardín. Siempre feliz, nunca se iba a levantar de mal humor. Para ella no había gente mala, yo siempre le decía ‘no tenés que confiar en todo el mundo’, y ella respondía ‘yo soy así ma’, recordó Malvina.

«Una victoria de la democracia»

«Una victoria de la democracia»

Las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el encuentro del nieto 133 en la Casa por la Identidad, en el año en que se cumplen 40 años de democracia. Se trata del hijo de Julio Santucho y Cristina Navajas, quien continúa desaparecida. Su abuela, Nélida Gómez de Navajas, fue una pieza fundamental de la Asociación y su hermano, Miguel “Tano” Santucho, hoy integra la Comisión Directiva.

Este viernes, en una conferencia de prensa que tuvo lugar en la Casa por la Identidad –ubicada el predio del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA)–, Abuelas de Plaza de Mayo confirmó la restitución del hijo del matrimonio Navajas-Santucho. El anuncio fue realizado por la presidenta de la Asociación, Estela de Carlotto, junto a Claudia Carlotto, directora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI). “El nieto 133 hoy se encontrará con su papá, sus hermanos, su hermana y una familia enorme, atravesada por el terrorismo de Estado y también por una historia de lucha”, anunciaba el comunicado.

En la mesa se encontraban presentes Miguel «Tano» Santucho y Julio Santucho, hermano y padre, respectivamente, del nieto restituido 133, acompañados por otros integrantes de la familia. Del evento también participaron nietas y nietos restituidos e integrantes de organismos de derechos humanos. “Esto es una victoria de la democracia, una derrota de la dictadura, porque ellos nos quisieron quitar los hijos, y los estamos recuperando”, afirmó Julio Santucho.

Cristina Navajas

Cristina nació el 27 de septiembre de 1949 en la ciudad de Buenos Aires. Con Julio Santucho tenía dos hijos, Camilo y Miguel, y ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), al igual que gran parte de la familia. El 13 de julio de 1976, mientras Julio se encontraba de viaje, Cristina, junto a su cuñada Manuela y Alicia D´Ambra –compañera de militancia, que también estaba embarazada–, en compañía de sus hijos, fueron secuestradas por una patota de las fuerzas de seguridad. Los niños fueron dejados solos en el departamento.

Por testimonios de sobrevivientes se pudo saber que Cristina Navajas estuvo detenida en los centros clandestinos de detención y tortura Automotores Orletti, Protobanco y Pozo de Banfield. Aún continúa desaparecida.

 

Julio Santucho

Julio nació en Santiago del Estero en 1945. Es el menor de los diez hermanos Santucho. Conoció a Cristina Navajas en la Universidad Católica Argentina (UCA), cuando ambos estudiaban, ella Sociología y Julio Teología. “Entre detenidos, asesinados y exiliados los Santucho suman casi una veintena, diez de ellos aún desaparecidos y un niño o niña aún buscado”, detalla el comunicado de prensa de la restitución del nieto 133.

Cuando se enteró del secuestro de Cristina, Julio inició gestiones para sacar a sus hijos del país junto a Susana Fantino, una compañera del PRT-ERP, con quien tiempo después formó pareja y tuvo otra hija, Florencia.

«El hecho de haber encontrado a mi hermano me terminó de aclarar lo grande, fuerte e inmensamente valiosa que fue mi mamá en el momento del secuestro y el parto”, declaró Miguel Santucho, del nieto restituido 133.

Buscar un nieto

El día del secuestro de las tres mujeres, la abuela Nélida Gómez Navajas –madre de Cristina– encontró en el bolso de su hija una carta en la que manifestaba estar convencida de encontrarse embarazada. De esta manera, Nélida se enteró de que Cristina estaba esperando otro hijo. Para el momento de su detención, Cristina tan solo tenía dos meses de embarazo. Gracias a las declaraciones de compañeros y compañeras de cautiverio de Cristina, entre las que se encontraba Adriana Calvo, se pudo confirmar que el embarazo de Navajas siguió su curso: “Soy Cristina Navajas, militante del PRT-ERP, cuñada de Roby Santucho y estoy embarazada”.

De esta manera, Nélida Navajas comenzó la búsqueda de su nieto posiblemente nacido en cautiverio en febrero de 1977. Se unió a las Abuelas de Plaza de Mayo, en donde dedicó su vida a la búsqueda de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Falleció en mayo de 2012, sin poder conocer a su tercer nieto.

“Mi mamá y mi abuela siguen viviendo en mí y en todas estas búsquedas, no estaría acá sin ellas. El hecho de haber podido encontrar a mi hermano me terminó de aclarar lo grande, fuerte e inmensamente valiosa que fue mi mamá en ese momento”, declaró Miguel Santucho.

“Él empezó una búsqueda sin muchos elementos, no tenía idea por dónde hacerlo. Hizo todo lo posible por recuperar su identidad”, subrayó Julio Santucho, padre del nieto restituido 133.

Tomar la posta

Miguel “Tano” Santucho volvió nuevamente a la Argentina en 1985, cuando Nélida ya era secretaria de Abuelas. Sin embargo, recién en 1993 se radicó definitivamente en el país y se comprometió con la lucha por los derechos humanos y con la historia de su familia. En 2012, con el fallecimiento de Nélida, Miguel prometió continuar con el legado de la lucha de su abuela. En 2021, testimonió por primera vez en un juicio de lesa humanidad en la causa abierta por los Pozos de Banfield, Quilmes y Lanús, en donde reveló que fue un graffiti lo que marcó esta decisión: “«Santucho Vive» vio en una pintada en una manifestación estudiantil en 1992 cuando regresó por segunda vez a la Argentina. Este fue el detonante para «hacerse cargo de su historia»”. Actualmente, Miguel es miembro de la Comisión Directiva de Abuelas de Plaza de Mayo y brinda su trabajo cotidiano al servicio de la búsqueda de nietas y nietos apropiados durante la última dictadura cívico-militar argentina.

 

La restitución

De acuerdo con el comunicado oficial, el nieto 133 se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo a partir de una presentación espontánea. Desde joven tuvo dudas de su identidad. El pasado miércoles 26 de julio, la CoNaDi lo citó para informarle que el examen de ADN realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) confirmó que era hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho. “Esta restitución es una felicidad inmensa y una inyección de energía que me hace creer que todo es posible y que vamos a encontrar a todos los que faltan”, remarcó Verónica Castelli, quien encontró en 2008 a su hermana apropiada.

El 24 de marzo de 1977, el nieto 133 había sido anotado como hijo propio por un integrante de las fuerzas de seguridad y una enfermera. Julio Santucho reconoció la enorme voluntad de su hijo restituido por encontrarse con su familia: “Él empezó una búsqueda sin muchos elementos, no tenía idea por dónde hacerlo. Hizo todo lo posible por recuperar su identidad”. Apenas se enteró de la noticia, el nieto manifestó sus ganas de conocer a su familia biológica. “No tengo dudas de que vamos a estar juntos el resto de nuestra vida porque nos buscamos, nos quisimos encontrar y realmente el abrazo que nos dimos hoy es para siempre”, afirmó Miguel Santucho.

Por su parte, María José “Cocó” Lavalle Lemos, restituida en 1987, enfatizó en la importancia de “el mecanismo que creó Abuelas para que los chicos que duden de su identidad se puedan acercar y analizarse funciona, es lo que le dio la respuesta al nieto 133”. En esta línea, Manuel Gonçalves Granada otro nieto restituido, integrante de la Comisión Directiva de Abuelas y director ejecutivo de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) destacó que “el aporte de CoNaDi acá es una demostración de que las políticas de Estado que se crearon gracias a la lucha de las Abuelas son fundamentales para que se pueda encontrar a los nietos y nietas que buscamos”.

 

La búsqueda continúa

“Este nuevo caso es el resultado de una sociedad que, tras 40 años de democracia, sigue exigiendo saber qué pasó con las y los desaparecidos y con los cientos de bebés, niñas y niños apropiados, y apostando a la construcción de la Memoria, la Verdad y la Justicia, para que nunca más se repitan crímenes tan horrendos”, sentencia el comunicado de prensa, y agrega: “El origen de cada apropiación nos recuerda lo violento y asesino que puede ser el Estado al servicio de la opresión y el terror, pero las restituciones ponen de manifiesto el valor de la vida democrática, los derechos conquistados y las libertades ganadas”.

 

 

Si naciste entre 1975 y 1980 y tenés dudas sobre tu identidad, o sabés de alguien que puede ser hijo o hija de personas desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar, comunicate con Abuelas o CoNaDI.

Anita y Mirko cumplen 20 años de casados

Anita y Mirko cumplen 20 años de casados

La obra de teatro comunitario emblemática del Circuito Cultural Barracas continúa en escena, con 70 vecinos en escena que, además de divertir y divertirse, construyen comunidad.

“Con alma y desmesura, amateurs de la ternura”. Es una de las frases tatuadas en las paredes de la sede del Circuito Cultural Barracas (CCB). La fachada colorida resume la experiencia que se vive dentro del teatro barrial e invita a la unión de diversas realidades a través de la ficción.

Enclavado en la Avenida Iriarte 2165, límite entre la Capital y la zona sur del Conurbano Bonaerense, se encuentra el galpón de la compañía de teatro comunitario. Detrás de sus puertas decoradas con fotografías y cartelería de sus obras, existe un “teatro de vecinos para vecinos”. Un espacio sustancial para la integración de la comunidad, no sólo como hecho social sino también artístico. Según Ricardo Talento, director, fundador y cabeza creativa del Circuito, es la comunidad la que tiene que tomar la ficción de la realidad en sus manos: “Con nuestro trabajo estamos haciendo política del barrio y no partidaria”, describe Talento y agrega que la idea del CCB “es construir con el que tengo al lado y confiar en el otro”.

El curtido director explica que opera un sistema de trabajo colaborativo que desafía la lógica del teatro tradicional, donde reinan el estrellismo y la competencia. Este espacio desaliñado, con altos techos de chapa, se contrapone con la rimbombante infraestructura de la Avenida Corrientes y la bohemia del under palermitano. En su lugar, al fondo de Barracas, crece y se comparte una experiencia artística colectiva y comunitaria. “Un espacio donde no te sentís intimidado por la mirada del que sabe”, relata Graciela, integrante con más de 21 años en el grupo.

Noche de teatro

Son casi las 20:30 de un sábado otoñal y la gente comienza a hacer fila sobre Iriarte a la espera de la función 570 de “El casamiento de Anita y Mirko”. Tras 20 años de ininterrumpidos, con más de 70 vecinos en escena, es la obra de cabecera del Circuito.Un auténtico longseller.

Con puntualidad, a las 21, ante un público expectante, un grupo de actores sale hacia la vereda a través de una puertita que pasa desapercibida. La obra ya arrancó. Los personajes comienzan a saludar y a conversar con los presentes, se entremezclan con el público a partir de interacciones que invitan al espectador a ser parte de la ficción.

Luego de ingresar por la puerta principal, los asistentes se encuentran con un salón preparado para una ceremonia. Las organizadoras del evento, así como los parientes de la obra, son el comité de bienvenida que acompañan a los invitados a sus lugares. Como en toda fiesta, hay mesas principales, pero en este caso están enfrentadas. A su alrededor se observan distribuidas las mesas y palcos de los demás invitados. Todas cuentan con bebidas para acompañar la aparición de un catering de empanadas de copetín y riquísimos sanguchitos de miga.

El casamiento de Anita y Mirko es un clásico de clásicos del barrio, que relata la unión de dos hijos de familias migrantes. Por un lado están los tanos, con su estruendosa alegría: conversan con el público a los gritos y llevan extravagantes trajes y vestidos. Por el otro están los rusos, emperifollados con pieles negras y maquillaje oscuro, quienes juzgan en silencio, sentados en la esquina opuesta del recinto.

El casamiento… es una historia que hace eco de las experiencias migratorias en el país, en particular en una zona portuaria como Barracas, que supo dar techo y comida a tantas familias que llegaron a hacerse la América. “Es un relato súperporteño”, cuenta María Eugenia, que colabora hace 12 años en el CCB. Detalla que para el desarrollo de una comunidad saludable es fundamental que los vecinos del barrio puedan hablar desde su experiencia: “Si en cada barrio existieran grupos de teatro, el mundo sería mucho mejor”.

Barracas al fondo

En 1996, durante los tiempos duros del neoliberalismo, nació el Circuito Cultural Barracas. Talento relata que, al ser un proyecto de teatro comunitario, la propuesta surgió como un “espectáculo de calle”, donde el barrio se transformaba en espacio escénico. Los fundadores se plantearon una pregunta germinal: “¿Por qué alguien que nace en el mundo no tiene lugar en él?

En sus inicios, el CCB tenía la intención de hablar de una marginalidad insurgente en el barrio, que aún no estaba puesta en discusión. Para Talento, “La ficción tiene una intencionalidad. Que sueñes de tal manera, que te imagines el mundo de esa manera, que quieras ser de esa manera”. Esto no es algo inocente, está relacionado a cómo se concibe la realidad a partir de las ficciones, hay una construcción por detrás. Algo similar se vive en la obra “El caldo de la violencia”, en la que se narran vivencias de la última dictadura cívico-militar.

En la actualidad, el proyecto mantiene el objetivo de imaginar y producir prácticas que permitan atravesar las diferentes realidades y generaciones de manera comunitaria. El dramaturgo del proyecto cree que dividir las generaciones es una forma de dominación. Es por ello que en el CCB existe una colaboración intergeneracional, ya sea en los ensayos o en las obras y su convocatoria. Ahí radica su construcción colectiva.

El CCB cuenta también con talleres de canto e integración teatral, sustentados por un programa de mecenazgo cultural, en el que los contribuyentes pueden destinar parte de sus impuestos a apoyar proyectos culturales como el espacio de Barracas, o su vecino portuario, el Catalinas Sur de La Boca

Tras bambalinas

Al fondo a la izquierda, escondido entre los palcos, se encuentra un pasillito que lleva a una escalera de metal verde y angosta que revela la base de la organización de cada obra. Se trata del detrás de escena, un recinto donde se ven cajas repletas de pelucas, cinturones y carteras. Hay papeles y cintas impresas sobre los muebles con palabras como “rusos”, “italianos”, “zapatos”, “polleras” o “tocados”. Es una zona repleta de trajes y bijouterie. Desde blusas de brillo dignas de la noche hasta recatadas polleras típicas de abuela. El vestuario está compuesto por las donaciones de vecinos y espectadores. En las paredes se observan figuras de cartón intervenidas con papel de diario y posters, esbozos de la expresión artística que se respira en el aire.

Es miércoles, día de orden y limpieza en el tras bambalinas. “¡Estos zapatos me encantan!”, confiesa Mirta, una señora de bucles rubios y coqueta boina negra. Acomoda decenas de pares esparcidos por el piso. A unos metros, Elina, 60 años de pura coquetería, agarra un vestido del perchero de los rusos y pregunta “¿qué hacemos con este?”. Son señoras, jubiladas, que dan una mano en el CCB. Como una familia que ordena su placar en el cambio de temporada, se juntan a separar lo limpio de lo sucio, lo nuevo de lo viejo, lo que sirve y lo que se tira.

En un lugar apartado, una señora revisa cajas de ropa polvorienta. Se llama Consuelo, pero todos la conocen como “Chela”, participa hace siete años. Era dueña de una panadería del barrio. Cuenta que tenía poca sociabilidad antes de sumarse al CCB: “Había visto El casamiento… como diez veces porque actuaba mi nieta. Me gustó el ambiente”. Un día, a pesar de su vergüenza inicial, Chela tomó coraje y se arrimó al galpón: “Algo tenía que hacer con mi vida”, y así arrancó. La gente suele preguntarle si se entretiene al actuar la misma obra todos los sábados, a lo que ella responde sin dudar: “¡Yo me río todos los sábados! Te divertís siempre”. Asegura que hacer teatro comunitario la llena de alegría y que el Circuito la revitaliza en sus peores días.

La casa de todos

Al terminar la función se necesitan pocos minutos para desarmar, ordenar y limpiar el espacio. Algunos barren y apilan las mesas, otros acomodan los asientos, y no faltan quienes deambulan registrando el momento. Como una familia cuando termina un cumpleaños.

Eso es lo que se propone el circuito: jugar a ser una familia. Rosita, una de las participantes de mayor edad, define al CCB como “la casa de todos”. No importan las edades o las ideologías, los participantes conviven en busca de un objetivo en común: la expresión colectiva.

Rosana es nacida y criada en el barrio. Hace pila de años integra el colectivo: “Este es un lugar al que siento parte de mi vida”. La primera vez que Rosana estuvo en la función de El casamiento…, una nena le decía todo el tiempo qué era lo que tenía que hacer. Es así como todos “ponen el cuerpo” al servicio de la obra grupal, todos construyen, aportan y forman parte de la organización.

El objetivo de la expresión colectiva no solo influye a sus integrantes, sino que se difunde entre los invitados. Talento opina que se construye comunidad: “Y no lo producen profesionales, es magia que creamos un grupo de vecinos.”

Ser felices: la venganza de las víctimas sobrevivientes de trata de personas

Ser felices: la venganza de las víctimas sobrevivientes de trata de personas

En el marco de la semana internacional de la lucha contra la trata de personas, se estrena Nuestra venganza es ser felices, una película que narra el horror de las víctimas de trata en primera persona.

 

Este 27 de julio se estrenó en Cine Gaumont Nuestra venganza es ser felices, un documental dirigido por Malena Villarino que busca denunciar la Trata de Personas a través del relato de una sobreviviente, Sonia Sanchez. El audiovisual se inscribe en el contexto de la semana internacional de lucha contra la Trata de Personas, del 24 al 31 de Julio. El documental indaga sobre una problemática cuyo tratamiento es poco recurrente en los medios de comunicación hegemónicos. Y lo hace desde una mirada crítica del sistema en general: es una crítica a la explotación sexual, en particular, pero también una crítica política, económica y moral sobre cómo los cuerpos de las mujeres son convertidos en objetos en diferentes ámbitos sociales.

Sonia Sanchéz tiene 58 años y nació en la provincia de Chaco. Actualmente es activista feminista y lucha contra la explotación sexual. Busca garantizar los derechos de las mujeres desde una mirada abolicionista del sistema prostituyente, motivo por el cual milita en contra del proyecto de AMMAR que entiende que la prostitución debería ser considerada un trabajo sexual y que las prostitutas tienen que ser asumidas como trabajoras. Para Sonia Sanchez: «El abolicionismo es hermandad. Las mujeres estamos hermanadas desde el abolicionismo en Argentina y vamos a luchar para que todas las mujeres, niñas, niños y compañeras trasvestis seamos libres de prostitución, de trata y de toda la violencia que padecemos».

En la avant-premier apenas comenzó la película se respiraba inquietud, a medida que avanzaba la narración de los hechos a través de la voz de Sonia, su llanto, desesperación y desconsuelo volvían cada vez más tenso el clima en la sala, por momentos era incómodo escuchar el relato del horror.

A través del documental se puede conocer la historia de Sonia, cómo fue traficada por una red de trata tras su llegada a Buenos Aires a los 16 años en busca de progreso económico. Ese deseo se derrumbó al quedar desempleada y en situación de calle. La joven debió refugiarse en Plaza Miserere y paradójicamente su primer contacto con la prostitución, sin saber ella de qué se trataba, fue a través de una mujer que le brindó monedas para bañarse en un baño público. Luego sería trasladada a Río Gallegos, Santa Cruz, para ser explotada sexualmente.

Una vez finalizado el film Sonia no dudó en volver a alzar bien fuerte su voz para hablar del motor propulsor del audiovisual: «Esta película empezó desde la desobediencia, hartas las mujeres de estar siendo vendidas, traficadas, prostituidas, precarizadas, desde ese lugar nació Nuestra venganza es ser felices».

Por su parte, Malena Villarino aseguró: «Sabemos que no es una película fácil, pero la consideramos necesaria (…) yo lo tenía decidido, no quería hacer un típico documental de la víctima sentada y mostrar su vulnerabilidad. Quería hacer algo desde lo poético, con Sonia fuimos más allá. Soy chelista. Yo tocaba y Sonia bailaba detrás de la luz. Y esa sombra retratamos»

 

 Uno de los giros interesantes que tiene la película es el que aborda la cuestión del medio ambiente mediante una fuerte crítica al daño que hace el sistema capitalista. La pieza plantea un paralelismo entre la explotación del cuerpo de la mujer y la explotación de la tierra, el agua y los recursos naturales. Se plantea cómo ambos son violados por el hombre. La premisa que atraviesa a la protagonista y todo el documental es la de conseguir la verdadera libertad frente al sistema opresor: «Yo no quiero ser joven, yo solo quiero ser libre (…) ser una mujer libre es ser autogestiva y no tener miedo», sostuvo Sonia.

Como metáfora del momento de construcción de su nueva identidad, una escena de la película la muestra a Sonia en un bote, navegando hacia el sol en el inmenso río de la Plata. Ya no es la joven de 16 años que llegó a Buenos Aires buscando progresar. Tampoco aquella prostituta. Navegar en ese río es mantenerse a flote a pesar de la adversidad. Su venganza es ser feliz.

La película será proyectada a las 20:15 hs todos los días hasta el 2 de agosto en el cine Gaumont, Avenida Rivadavia 1635. El domingo 30 se dará una proyección especial con debate dentro del cine por ser el día internacional en contra de la Trata de Personas.