¨Un libro de rock con mirada feminista¨

¨Un libro de rock con mirada feminista¨

Fruto de seis años de exhaustiva investigación, “Al taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres” recobra las voces y los recorridos de artistas, muchas invisibilizadas, que dejaron sus huellas en la música nacional.

“Planteamos un libro de rock con mirada feminista ya que una convive con la otra”, reflexiona Gabriela Cei, una de las tres autoras de Al taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999), publicado por Gourmet Musical. A través de un recorrido que comienza a mitad de los años 50 y se extiende hasta fines del siglo XX, Cei, junto con Silvia Arcidiacono y Carolina Santos, reivindican la posición de de las mujeres que se encargaron de resignificar la música con su presencia vanguardista y sus raros peinados nuevos. En la investigación, que les tomó seis años, repasan letras que marcarían un antes y un después y que planteaban temas no verbalizados en sus épocas, incluidos amores no heterosexuales. Con prólogo de la etnomusicóloga Mercedes Liska, Cei, Arcidiacono y Santos reúnen las diversas trayectorias del rock con el objetivo de redescubrir, acompañado de nombres propios y fechas cuidadosamente rastreadas, a las mujeres que dejaron sus huellas en la música argentina.

¿De dónde surgió la idea de hablar del vínculo entre rock y feminismo?

Gabriela Cei: Nació de la necesidad de contar la historia de las mujeres del rock argentino, lo cual no se había narrado hasta el momento. Existían análisis esporádicos pero no una genealogía de sus trayectorias. A raíz de que Carolina Santos le presentó esta idea a Leandro Donozo (editor de Gourmet Musical), comenzamos a investigar y nos dimos cuenta de que había un agujero negro, no se sabía qué había pasado con todas esas mujeres que fueron parte de la época. Planteamos un análisis desde una perspectiva de género ya que, ante una misma historia, las mujeres están en una realidad desigual por su invisibilización. Para nuestra sorpresa, estas mujeres estaban desde el primer momento en que el rock desembarcó en Argentina entre 1954 y 1955. Con ayuda de Víctor Tapia (investigador especializado en los inicios del rock argentino) pudimos dar con las mujeres que estaban haciendo música incluso en el ámbito under, donde no eran tan difundidas.

¿Cómo abordaron metodológicamente el tema?

Carolina Santos: Definitivamente no vas a encontrar próceres del rock mujeres hasta el momento. Muchas historias fueron omitidas y a otras tantas no les dieron el desarrollo profundo que merecían. En ese sentido, era importante investigar y contar sobre eso.

GC: Cuando empezamos a armar el libro, hace seis años, no había una obra que diera cuenta de las mujeres en el rock argentino. En ese tiempo emergieron algunas que se ocuparon del tema, pero tomando otros períodos históricos. Nos parecía que debía abordarse con un desarrollo profundo, por eso analizamos el trayecto de los 50 hasta el 2000. La tarea de un investigador debe ser tirar de todos los piolines existentes para llegar a los datos más concretos y corroborarlos rigurosamente mediante revistas, publicidad de la época, documentales, entrevistas e incluso clubes de fans y coleccionistas. Fue un trabajo exhaustivo, por eso pudimos volcar las fechas de cada acontecimiento.

¿Les costó reconstruir la historia de alguna artista en particular?

CS: Hablamos con muchas de las protagonistas que componen el libro. Nos sirvieron de guía porque ellas mismas nos iban nombrando a otras mujeres, a la vez que les preguntamos si se acordaban de otras artistas de la época. Fue muy común que ellas compartieran escena. Fueron todos muy generosos con nosotras en hacer el esfuerzo de la memoria, ya que muchas de las cosas que nos contaron no estaban ni siquiera escritas. Hasta tocamos timbres en casas y geriátricos para dar con las mujeres que buscábamos, sobre todo con aquellas de los 50 y comienzos de los 60. Con algunas fue difícil contactar debido a que ya no vivían en el país. Con otras sí pudimos pero no quisieron recordar esa historia, por lo que tuvimos que hacer una reconstrucción a partir del material que disponíamos.

Silvia Arcidiacono: Otros músicos que estaban en sus entornos, compañeros de banda y productores, colaboraron con nosotras en la búsqueda. Muchas veces ellas no quisieron hablar ni dejarse encontrar, por lo que hicimos una búsqueda para contactarlas y tampoco obtuvimos respuesta. Es increíble pero finalmente todo eso se va acomodando. La información fue multidireccional, nos llegaba por todos lados. Para nosotras fue impresionante ver los contactos que aparecieron al abrir la investigación.

¿De qué forma definen el rock?

GC: Al taco es un libro feminista que cuenta la historia del rock de las mujeres en Argentina. El rock como concepto es mucho más abarcativo que la música en sí. Todo a lo que se le llama “cultura rock” está más allá de la escritura de una canción, sino que se vincula con las ideas de juventud y contracultura.

¿Qué opinan sobre la escasez de mujeres en las grillas de los festivales?

GC: Mencionamos la existencia de la Ley de Cupo para plantear nuestra mirada feminista sobre la visibilización de las mujeres en la música. A partir del 2000 hubo una realidad sociopolítica muy compleja en la que las mujeres tenían nuevos reclamos y tomaron otro rol, por lo que dejamos para una segunda edición del libro este análisis. Hablar sobre dicha ley haría que la obra se extendiera demasiado. La mujer, su entorno y su contexto histórico en Argentina y en el mundo sufre de una desigualdad profunda, por lo que abordar como objeto de estudio el rock, una escena muy masculinizada, nos permite posicionar al libro como un elemento más de visibilización de estos temas.

¿Cómo se resignifica en el libro a las “minitas del rock”?

SA: En un determinado momento son las mujeres las que empiezan a escribir sobre rock, en especial periodistas, las cuales eran pocas en un cierto período histórico. Esto significa que la historia del rock estaba escrita por hombres. Si la historia comienza a ser contada por mujeres (en referencia al apartado del libro “La hora narrativa de las minitas”) entonces va a ser totalmente diferente y aparecen nuevos hitos.

CS: Cuando entrevisté a Lula Bertoldi (cantante y guitarrista de Eruca Sativa) me comentó que no tuvo dificultades para desarrollar su carrera, pero que eso no quería decir que porque ella no las tuvo significa que no haya sucedido con otras mujeres. Son casos particulares en los que algunas artistas no sufrieron el machismo ni la invisibilización. En ese sentido, es correcto pensarse colectivamente. Ocurrió por mucho tiempo que a las artistas les preguntaban qué significaba para ellas ser mujeres en el rock, por lo que se hartaron de que les consultaran eso. Se las ponía en el lugar de fenómeno en vez de analizar su obra. Hay una importancia en la construcción de una genealogía de las mujeres en el rock, con el objetivo de que ya no se diga más si hubo pocas o muchas mujeres. Lo importante es destacar lo invisibilizadas que fueron.

¿Por qué se refieren a que hay “una dimensión histórica, social y política” sobre el feminismo en el rock?

CS: El libro está muy pensado desde la recepción, pensando también qué fueron para los públicos femeninos todas estas artistas mujeres. Incluso nuestras historias con la música contaron como un capital que teníamos para aportar. Lo interesante de escribir desde el feminismo es que las historias personales se vinculan con lo que estás contando, porque básicamente lo personal es político.

SA: Una cosa no está escindida de la otra. El testimonio de las mujeres entrevistadas también habla desde el lugar del público y de cómo fueron influenciadas por la presencia de otras músicas como referentes. Eran espacios de identificación donde el público está totalmente atravesado por la música y la música por el público. Por eso la importancia y el prejuicio de invisibilizarlo.

¿Pensaron una segunda parte para el libro?

GC: Fue tan disparador contar estas historias que incluso nos dan ganas de desarrollar una segunda edición sobre las mujeres de la industria y sus distintos oficios. Es una gran historia en construcción. Así como hasta el momento la historia estaba escrita por hombres, de aquí en más se tardará el tiempo necesario para reescribirla desde la perspectiva de las mujeres.

CS: En el segundo tomo del libro nos concentramos en analizar desde el siglo XXI en adelante. Es algo que definitivamente haremos ya que hay muchas historias por contar.

SL: Los tiempos cambiaron, antes todos estos asuntos de carácter feminista no estaban verbalizados. Antes contábamos con unas pocas voces que lo decían, ahora se escribe mucho más sobre eso. Todas las mujeres que aparecen en el libro no son pasado, son presente. Son parte de la historia pasada pero actualmente siguen trabajando y sacando discos. Ellas son músicas de profesión, no fue un hobbie lo que hicieron. La historia no terminó y siempre es tiempo para volver a escucharlas.

El MOCASE canta 33

El MOCASE canta 33

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero cumple este viernes 33 años de resistencia y defensa de sus tierras. Mientras promueve la agroecología, la soberanía alimentaria y la reforma agraria, construye su propia universidad. ANCCOM te cuenta cómo funciona.

Antes de que los colores cálidos se adueñen de la luz, la noche termina de morir. Enseguida sale el sol, la aridez se mezcla con la tierra que sobrevuela y está en todas partes. También invade unas tres hileras de cuchetas y un par más de camas en las esquinas de la habitación de ladrillos y techos de chapa que alojan unos cien colchones donde duermen las personas que asisten a la Universidad Campesina e Indígena de Santiago del Estero, también conocida como la Universidad Suri o UNICAM, fundada por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero que este 4 de agosto cumple 33 años de vida. En ella se enmarcan la Escuela de Comunicación Popular y Comunitaria, la Escuela de Psicología Social y la Escuela de Agroecología.. 

La oscuridad todavía no deja ver el monte mostaza con sus espinas gastadas, las flores lilas de los yuyos, los dorados ásperos, rosas, celestes y violetas que regala el cielo. Ni siquiera se ven los murales en la fachada, que muestran los emblemas de la comunidad, la bandera argentina y una multitud marchando. 

Tampoco se aprecia la amplitud de un horizonte que, quienes tienen la costumbre de verlo repleto de edificios, llamarían “vacío”

A las 8 de la mañana amanece nublado y muchas caras recién despiertas se nuclean en búsqueda de calor y aprovisionamiento alrededor de la parrilla donde se apoya una olla inmensa para calentar el agua, algo se respira en el aire además de la pureza del monte y el pan que se tuesta sobre esos mismos hierros.

El desayuno transcurre en una calma más bien tímida. Media hora después se escuchan los llamados para ingresar al aula. Esto no es un campamento ni un viaje de egresados ni una colonia de verano como las de las películas musicales para adolescentes. Con termos cargados y cuadernos en mano, son muchas las piernas en el cerro que comienzan a andar el camino delineado con piedras entre el pasto color pardo para llegar a la clase que se desarrollará en un salón bastante grande, que cuenta tres paredes de ladrillos y una cuarta pared inexistente: se abre y se cierra apoyando de lado a lado una chapa a modo de portón para que no entren las cabras o los perros o los chanchos o los pavos reales que comparten la montaña con la comunidad. 

 

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) nació el 4 de agosto de 1990 con el fin de organizar al campesinado ante el avance del agronegocio. La defensa de la tierra, la reforma agraria integral, la soberanía alimentaria, la agroecología y la vuelta al campo son sus banderas principales de lucha y resistencia.

Tres años después, el MOCASE participó de la creación del Movimiento Internacional Vía Campesina (VC) que nuclea a millones de personas en más de 70 países. Y el año 2005,, junto a otras organizaciones, fundó el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), un espacio que reúne a miles de  familias con inserción territorial en varias provincias. 

Las dificultades históricas de jóvenes rurales en el acceso a la educación superior impulsó al MOCASE a crear su propia casa de altos estudios, la Universidad Campesina  e Indígena S.U.R.I -Sistemas Universitarios Rurales Indocampesinos-, fundada en 2011 bajo la filosofía del “buen vivir” -o “Sumaj Kawsay” en quechua-, que propone vivir de una manera armónica con la naturaleza y llevando una vida en comunidad, en oposición a la lógica extractivista del capitalismo. 

La UNICAM SURI se encuentra en el Km 924 de la Ruta Nacional N° 9. El pueblo más cercano, Villa Ojo de Agua, está a unos 5 km por un camino de ripio. Una ruta de tierra que arde en verano y congela en invierno y en la que siempre será un acontecimiento ver desde sus costados cómo la cruzan los autos rápidos, trayendo un poco al silencio del pastizal los ruidos mecánicos del tránsito lejano. 

En la página web del MOCASE puede leerse: “La UNICAM es un espacio, donde campesinos, indígenas, trabajadores urbanos y rurales ejercemos el derecho a una formación que nos permita no sólo recuperar y reivindicar nuestra propia cultura, sino también trabajar para educar desde otra mirada para que las trabajadoras y trabajadores no seamos marginados, como receptores de una cultura ajena, sino como sujetos activos de la construcción colectiva de una nueva educación y un nuevo mundo.”

Ya en el aula la propuesta es formar una ronda. Los cuerpos se organizan en base a esa premisa y en medio del círculo se aprecia el contorno de un mapa de Latinoamérica, dibujado en el suelo con carbón. Suena una música local y entran los coordinadores que se acercan y depositan distintos elementos dentro de la figura: semillas, verduras, libros. Es la mística que da comienzo a las jornadas de clases de la Universidad.

Las clases expositivas se realizan en ese aula, luego están los momentos de prácticas grupales, en los que los equipos de estudiantes se reúnen en cualquier lugar del predio para llevar adelante los ejercicios propuestos por los coordinadores.        

Antes y después de la clase hay que resolver las cuestiones organizativas: horarios de actividades y división de tareas en equipos (las tareas cotidianas, como por ejemplo el desayuno, están bajo responsabilidad de los estudiantes). La cursada alterna períodos presenciales de cinco días consecutivos con períodos de clases virtuales, de manera que los jóvenes puedan regresar a sus territorios y cumplir allí con sus actividades laborales. Está modalidad garantiza la continuidad del  ciclo lectivo  a aquellos que por sus responsabilidades laborales o por las lejanas distancias de sus domicilios no podrían asistir de otro modo a la universidad.

… 

 A las 7 de la tarde, el momento áulico terminó hace media hora y Norma Michi habla sentada en el asiento del conductor del auto que utiliza para volver al pueblo luego de finalizada la jornada. Explica que desde el año pasado empezó con esta dinámica, antes vivía y dormía en el predio de la Universidad Suri, pero los años en el cuerpo hacen que sean necesarias ciertas comodidades que antes parecían prescindibles. Michi es licenciada en Educación Permanente, Doctora en Educación y profesora adjunta del Departamento de Educación de la Universidad de Luján.Reside en Villa Ojo de Agua, integra la Coordinación Político-pedagógica de la Escuela de Comunicación Popular y Comunitaria del MOCASE y coordina el taller de cerámica de la UNICAM. 

 -¿Cómo piensan las particularidades pedagógicas de la UNICAM?

Hay una Coordinación General desde donde se piensa lo pedagógico, y tiene un papel muy importante. Se valoriza el proceso completo, integral: lo que pasa dentro del aula no es lo único que pasa. Eso es muy importante, pero no es lo más importante, es todo ese proceso que empieza desde el día en que llegan hasta el día en que vuelven a sus casas, a sus territorios. En ese sentido es similar a lo que construyen en Brasil con las escuelas del MST (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra), implica una conjunción permanente entre escuela y realidad cotidiana y le otorga un rol protagónico a la comunidad rural en la definición de valores y contenidos educativos. 

 Norma habla con tranquilidad sobre cuestiones monumentales dentro de un auto rojo apagado en medio del monte, uno de los pocos lugares a esta hora de la tarde donde el viento no llega: 

 El MOCASE es un movimiento de resistencia en la tierra, de resistencia cultural, de resistencia territorial concreta frente a otras formas de vida que sostienen un modelo acaparador que pone en situación de peligro y de hambre al campesinado. Dentro del movimiento, existe la UNICAM pero no solamente como la parte universitaria. También es un lugar donde vivimos muchos compañeros. Es importante entender a la UNICAM como comunidad, no solo como Universidad.

….

 

“Chuschalo” significa que tiene mucho pelo en quichua. Así le dicen a Matías Cara quien, como Norma, integra la Coordinación Político-pedagógica de la Escuela de Comunicación. Con la particularidad de ser también egresado de la UNICAM. Matías vivió en Buenos Aires hasta que comprendió que la ciudad no era para él y salió en búsqueda de otros territorios. Así llegó a Santiago del Estero y se involucró en el Movimiento Campesino. 

Desde la mesa de la radio -una estructura circular de cemento que transmite la FM Suri Manta con programación propia desde el 2013-, Chuschalo acomoda su silla enérgicamente, ceba mate y masca coca mientras busca las palabras, como si quisiera explicar algo que se mueve, como si estuviera desarmando un motor y describiendo sus partes: 

  • Primero nació la escuela de Agroecología, otro de los procesos de formación sistemática, aunque con otras características. La idea era trabajar de base con los jóvenes y los compañeros, no solamente para dar más herramientas, mejorar las producciones y garantizar que se pueda conseguir proyectos para hacer agricultura, apicultura, cuero, ganadería, lo que sea que quieran hacer, sino también para reivindicar el poder vivir en sus territorios y plantearse cómo quieren hacerlo. Es un proyecto político Concebimos una agroecología que lucha, no una que planta sano y ya. La agroecología no se va a dar si no hay justicia social, no se va a dar donde haya relaciones de poder injustas, ni donde prima el patriarcado primando, La agroecología no se va a dar donde no haya educación popular ni procesos de base. No solamente estamos hablando de producir sano y tener precios justos para quien los produce sino también poder llevar una vida digna donde se produce. La agroecología que nosotros construimos tiene que ver con el cambio social. 

 Chuschalo se entusiasma cada vez más con su propia exposición que, a medida que avanza, parece transformarse en una proclama:

  • Somos una comunidad organizada y un punto de referencia en todo el territorio de la zona sur, tanto por lo pedagógico como por la organización y la resistencia. También somos Casa de Acompañamiento del Sedronar y como movimiento venimos trabajando e impulsando la construcción de cisternas en toda la provincia a través de un montón de articulaciones para que la gente pueda tener agua en sus casas, porque hay mucha gente que no tiene directamente agua para tomar, eso es una realidad. 

La UNICAM también está vinculada con una idea que parecía utópica, la “vuelta al campo”. Se empezó a gestar más sistemáticamente a fines de los noventa. Mientras espera que amaine el viento dentro del auto rojo, Norma habla sobre ello:

  • Si los hijos o sobrinos de los campesinos tenían oportunidad de ir a la Universidad, cosa que ya era muy difícil, la Universidad tampoco respondía a las necesidades del movimiento. Y si esos chicos llegaban a terminar sus carreras, no solían volver al campo. Así que hacía falta pensar una Universidad desde, en y con los compañeros del campo. Los jóvenes la están pasando mal en las ciudades, está el consumo problemático y todas las consecuencias que tiene. Creo que por ahí anda la razón por la que se empezó a pensar que estos son los chicos que hay que acompañar. De esas reflexiones surge la Escuela de Psicología Social y la instancia de acompañamiento de situaciones de consumo problemático. 

A unos metros, desde la radio, Chuschalo completa el concepto, sin conocer lo que Norma decía, pero comprendiendo lo mismo:

  • Nos identificamos como un Movimiento Campesino Indígena, porque son sus orígenes y es la territorialidad que tenemos, pero sabemos que la lucha y el mundo que estamos haciendo no es solo para nosotros. Exactamente por eso pensamos en una Universidad con pibes de otras universidades, de comunidades campesinas, de los barrios de Buenos Aires, de Santa Fe, de todos lados. No podemos pensar en la construcción de un mundo más justo sólo para las comunidades campesinas, sólo para los barrios, porque entendemos que el transformar es juntos y juntas.
  • El movimiento tiene una gran apuesta a la construcción entre el campo y la ciudad. Por eso piensa la organización en conjunto con universitarios de distintas urbes, a quienes invita periódicamente a vivenciar un tiempo en la UNICAM para intercambiar saberes y construir pensamiento en la diversidad.

 

Los coordinadores y coordinadoras de la UNICAM realizan día a día una inmensa serie de tareas y actividades que hacen posible que este universo exista. Eligen autodenominarse así, en vez de “profesores”, porque entienden el rol que cumplen de una manera integral, que excede las paredes del aula y los contenidos teóricos y prácticos de las materias.

Aquellos que eligen vivir en la UNICAM comparten y construyen el día a día en comunidad. No todos duermen en ese gran cuarto de dimensiones enormes y capacidad para 100 personas en donde el concepto de intimidad que habita las ciudades estalla en mil pedazos. Hay quienes construyen sus casas en el predio. Chuschalo está terminando de armar la suya después de haber habitado el cuarto durante años: 

 El MOCASE siempre ha tenido esa grandeza de soñar la política, de recrear política, de que la política va de la mano del amor. Y no hablo de amor romántico, hablo del amor que se le pone a la vida todos los días agarrando el arado, el amor que tiene un albañil cuando levanta una pared, del amor que tiene una compañera cuando frena una topadora. Del amor a la vida, y de construir esa vida dignamente. Porque nos han enseñado que el trabajo es digno, y no es tan así; el trabajo es digno cuando el mundo en el que se desarrolla tiene justicia social, sino no es digno el trabajo. 

 Hoy en la Universidad vive también una comunidad wichí, los chicos atienden a las instancias de formación, participan del taller de cerámica, montaron su propia peluquería dentro de la comunidad y también rapean. Participaron como “El Clan del Norte” de un concurso auspiciado por UNICEF para hablar de la problemática del grooming. Ganaron entre 400 participantes. Pudieron filmar su videoclip y eligieron hacerlo mostrando cómo habitan la UNICAM. Chuschalo acompañó ese proceso: 

  Nos llena de orgullo, son nuestra familia y lo vemos como un sueño super colectivo aunque muchos de nosotros no cantamos ni medio rap, pero ver que esos sueños se transforman en procesos de dignidad, de formación, de concientización, en procesos colectivos, comunitarios y que se materializan en logros es algo enormemente potente. 

La UNICAM promueve una enseñanza que enfatiza el proceso por sobre el resultado. La creó un movimiento que se piensa como un todo, como partes de un gran sujeto que, lejos de entenderse como individualidades politizadas de manera aislada, conforman nuevos mundos en el monte santiagueño. 

La Feria de Editores Independientes cumple 10 años

La Feria de Editores Independientes cumple 10 años

Con 320 editoriales -20 veces más que en la primera edición- estará abierta hasta el domingo a la noche en el Complejo Art Media de Chacarita. Presentaciones de libros, conferencias, debates y muchos textos de culto.

Es 2013. Quince editoriales independientes participan de la primera edición de la Feria de Editoriales. La sede es Fm La Tribu, Lambaré 873. La organiza Ediciones Godot, creada por Víctor Malumián y Hernán López Winne, y busca generar un espacio de diálogo entre pequeñas editoriales y sus lectores.

Pasaron diez años y se inaugura la edición número doce de la FED en Buenos Aires. 320 editoriales independientes participan hoy, mañana y el fin de semana de 14 a 22 horas de un encuentro libre y gratuito que reúne a editoriales de Argentina, Latinoamérica y el mundo. La sede, ahora, es Av. Corrientes 6271, el Complejo Art Media del barrio de Chacarita.

Julia Ortiz, editora del sello uruguayo Criatura, que acompañó la propuesta de la FED desde sus comienzos y recorre el trayecto desde aquel punto de partida a hoy: “A pesar de que se volvió una feria de grandes dimensiones, la FED mantiene su identidad y su especificidad: convoca lectores y lectoras que buscan literatura no masiva, que conocen o quieren conocer sellos independientes y buscan justamente aquellos libros a los que a veces les cuesta encontrar su lugar de visibilidad en las librerías.”

Ante un contexto desfavorable para las editoriales en general, con las particularidades de cada coyuntura local, editores y escritores encuentran alternativas para escapar a una lógica monopólica tendiente a licuar los ingresos de las y los autores y encarecer las producciones independientes. En Argentina, la escasez de papel, su aumento cercano al 200% interanual y la concentración oligopólica del mercado por parte de las grandes papeleras, afectan particularmente a las iniciativas independientes.

Armando Alzamora, integrante de Colmena Editores, de Perú, habla sobre su participación anterior y dice: “Hicimos una inversión para viajar, para participar, pagar el alquiler del stand y que nuestros libros estén presentes en esta feria. La experiencia fue muy positiva porque, entre otras cosas, concretamos un acuerdo de distribución para posicionar el sello Colmena Editores en Argentina”. 

Muchos libros, muchas charlas y un premio. La FED entregará un nuevo galardón a la labor librera del año para una de las ocho editoriales seleccionadas. Este jueves a las 14 dará inicio a la Feria. De ahí hasta las 22 horas del domingo, estaran presentes, entre otros y otras, Beatriz Sarlo, Djamila Ribeiro, Jazmina Barrera, Marcial Gala, Gabriel Payares, Roque Larraquy, Matías Celedón, Martín Kohan, Romina Paula, Wang Ping y Ariana Harwicz con charlas, presentaciones y lecturas.  

Belén García forma parte de la editorial independiente Barrett, ubicada en Sevilla, España, y le cuenta que “este tipo de eventos es una apuesta por el amor a la literatura en toda regla, por lo independiente, por las cosas hechas a nuestra forma, por el libro como objeto y, por supuesto, es un soplo de aire fresco para todas las editoriales que participamos”. Belén remarca la dificultad que significa enmarcarse en un proyecto independiente de estas características y dice que “no es fácil subsistir en un panorama tan desolador, pero la literatura no puede ser prescindible y ver la FED llena de lectoras es un grito revolucionario que nos llena de energía para seguir dando guerra.” 

 

El Centro porteño se llenó de wiphalas para protestar contra la reforma  de Morales

El Centro porteño se llenó de wiphalas para protestar contra la reforma de Morales

Unos mil comuneros y comuneras de la Quebrada y Puna jujeña protagonizan el Tercer Malón de la Paz, una marcha hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, luego de pasar por Catamarca, Tucumán, Salta, Córdoba y Rosario, bajo la consigna «Arriba los Derechos, Abajo la Reforma, Arriba la Wiphala!» Reclaman contra la explotación del litio y la reforma de la Constitución de Jujuy por parte de Gerardo Morales, que pone en jaque varios derechos amparados por la Constitución Nacional.

A 77 años del Primero, el Tercer Malón de la Paz llegó a Buenos Aires en una histórica marcha liderada por comuneros y comuneras de la Quebrada y Puna jujeña, con el propósito de visibilizar y defender los derechos de las comunidades originarias. Inspirados por los ideales que guiaron el primer y segundo malón en 1946 y 2006, respectivamente, la movilización, que se inició el 25 de julio desde diversos puntos de Jujuy, ha sido una muestra de solidaridad y unidad, con comunidades de otras regiones que fueron sumándose a lo largo del trayecto. 

En cada ciudad que atravesaron, los manifestantes compartieron sus reclamos en asambleas, ampliando aún más el alcance de su mensaje y la visibilización de sus demandas cobró fuerza con el apoyo masivo de más de 500 jujeños y representantes de diversas comunidades de todo el país, quienes se unieron al contingente inicial.

El objetivo primordial de esta marcha fue exigir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación que se pronuncie sobre la reciente reforma constitucional de Jujuy y pedir la intervención de la provincia, además de exigir la aprobación de la Ley de Propiedad Comunitaria. La movilización también se impulsa por el rechazo a la explotación minera en la región -impulsada por el gobierno provincial-, y la oposición a la nueva Constitución de Jujuy.

Al llegar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los manifestantes participaron en una sesión especial en el Congreso Nacional para presentar sus demandas. Armando Quispe, referente de la comunidad jujeña de Queta e impulsor activo de la marcha, expresó que “el objetivo fundamental del Tercer Malón es proteger la madre naturaleza, el agua, la vida y los recursos naturales”. Además, subrayó que “en Jujuy se vive una verdadera dictadura, lo que ha motivado la movilización en busca de justicia y cambio”.

Mientras la manifestación gritaba «Morales, basura, vos sos la dictadura»; Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, abrazó al malón en Tribunales: «La única lucha que se pierde es la que se abandona”, sentención. Después dejó un pedido a la Pachamama: “paz y justicia”.

Nieto de maloneros

El 1 de agosto es un día histórico para el pueblo jujeño, y también una jornada significativa para la Pachamama, por eso realizaron una emotiva ceremonia en homenaje a la Madre Tierra y otras actividades culturales. Durante el ritual, Wili, uno de los primeros nietos de los maloneros de la paz que llegaron a Buenos Aires décadas atrás, se dirigió a la Madre Tierra para pedir perdón por los daños causados y expresó “la importancia de vivir con respeto, paz y amor para preservar un mejor futuro para las generaciones venideras”. Resaltó que sus antepasados “les legaron las montañas y el agua, razón por la cual están allí, ya que deben proteger los recursos naturales frente a la amenaza de ser vendidos a multinacionales”.

Finalmente, Wili abordó la situación similar que enfrentan las comunidades de Perú y brindó su respaldo, y destacó que los acontecimientos actuales están premeditados desde hace tiempo, con el propósito de afectar los valiosos recursos naturales de América Latina. 

El apoyo y respaldo a la marcha han sido significativos, con diversas organizaciones sociales y políticas brindando su solidaridad y acompañamiento como CTA-Autónoma, Movimiento Territorial Liberación (MTL), Movimiento La Dignidad, Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Corriente Clasista y Combativa (CCC), Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), representantes de las comunidades aborígenes de Perú y Bolivia, entre otros.

En tanto, el referente de la comunidad de Queta Armando Quispe Mayta aseguró que las protestas y movilizaciones son cada vez más fuertes en Jujuy. «A lo largo de la Quebrada del Humahuaca y la Puna de Jujuy están los cortes a la vera de la ruta, más allá de las marchas tanto de día como de noche, y seguirán hasta que la reforma sea anulada porque se vive una dictadura disfrazada de democracia, los derechos son avasallados y pisoteados», dijo. Quispe Mayta agregó que también están exigiendo “que se termine con la persecución y el cese inmediato de todas las medidas represivas y el sobreseimiento de las causas que hay hasta ahora» contra los manifestantes.

Anteriores “Malones”

El Malón de la Paz fue una marcha de pueblos originarios  del noroeste argentino a Buenos Aires, en demanda de la restitución de sus territorios, en 1946. Los marchantes hicieron cerca de 2.000 km para presentar sus reclamos al presidente Juan Domingo Perón. Ese malón estuvo integrado por mujeres y hombres indígenas de la puna jujeña y de los valles de San Andrés de Orán, Salta. El 3 de agosto de aquel año, fueron recibidos por los funcionarios y alojados en el Hotel de Inmigrantes. Hacia finales de ese mes fuerzas de la Prefectura los forzaron a tomar un tren a Jujuy. Hubo resistencia entonces la Policía Federal atacó el hotel con gases lacrimógenos para desalojarlos por la fuerza. Aunque es un oxímoron, los medios de aquella época habían acuñado el término Malón de la Paz, tomando el vocablo “malón” derivado del mapudungun que significa “invasión”. Se refiere a una incursión sorpresiva de los originarios atacando los asentamientos huincas, es decir, de los blancos. 

Como reacción al Malón en 1949 el gobierno nacional expropió tierras en la Puna y en la Quebrada de Humahuaca para devolverlas a sus originarios, pero esto jamás se concretó. El 7 de agosto de 2006, a 60 años del Primer Malón, una marcha de similares reclamos se organizó en Jujuy para demandar al gobierno provincial el cumplimiento de una orden judicial de retornar a las comunidades indígenas unos 15.000 kilómetros cuadrados de tierras. Fue el Segundo Malón.

Sin Natalia y sin justicia

Sin Natalia y sin justicia

Natalia Sabán fue a visitar el 8 de diciembre de 2019 a su pareja y terminó con un tiro en la sien. Desde entonces, su mamá exige justica. Denuncia la pasividad del fiscal y la policía.

El 8 de diciembre de 2019 Natalia Saban (16) fue a visitar a su pareja de hacía tres meses, Matías Agustín Cano (22), junto a su amiga íntima Brenda en el barrio de Villa Hidalgo de José León Suarez. A las horas, ingresó al hospital de Boulogne con un disparo en la sien para finalmente morir dos días después en el de San Isidro. A cuatro años de su femicidio, aún no se sabe quién, ni cómo, ni por qué la mataron. A pesar de existir una recompensa de medio millón de pesos, el principal sospechoso, su novio, sigue prófugo de la justicia. Su mamá Malvina no descansará hasta que lo atrapen: “Lo único que yo pido es que lo agarren y saber la verdad, lo que realmente pasó en esa casa, si fue él o no”, expresa ante ANCCOM.

Malvina recordó la madrugada en que llegó al hospital de Boulogne para firmar el traslado al de San Isidro y mientras a su hija le daban dos horas de vida, se dirigió a la comisaría de José León Suarez para hacer la denuncia. “Fui y entré preguntando directamente por Matías Cano, como novio de ella que era. La policía actuó mal, porque ni siquiera un patrullero me mandó en ese momento. Recién mandan el día 10 a las 11 de la noche, cuando Nati ya muere. Mis hermanos un día antes habían ido a la casa del chico éste y ya no estaba. Mientras nosotros nos ocupábamos en el hospital ellos se fueron”, recuerda.

El día 9 de diciembre, el padre de Matías, Alejandro Pavón (38) manifestó que su hijo de diez años estaba jugando con el arma cuando se le disparó y atravesó la ventana donde justo Natalia  estaba con su amiga Brenda. Sin embargo, la pericia médica certificó que le habían apoyado la pistola en el cuerpo. “La historia que armaron ellos es que el nene estaba en un sillón, salió un disparó y coincidentemente le pegó en la cabeza. Quisieron cerrarlo ahí, que había sido el nene y ya está. Ahí es cuando yo empecé a hacer las marchas en la fiscalía. Le dije al fiscal, que no es ‘ya está’, no fue a un animal que mataron y ya. Que busquen pruebas, que investiguen, que lo busquen a él (Matías Cano)”, resalta.

Malvina pudo saber que antes de que la mamá de Matías la llevara al hospital a su hija baleada, estuvo media hora tirada afuera de la casa. “En vez de llevarla a Urgencias, la sacaron a la vereda y se pusieron a limpiar adentro. ¿Por qué limpiás si no tenes nada que esconder? Tuvieron tiempo de hacer de todo. La policía ya sabía a las doce de la noche lo que había pasado. Pero no, esperaron a que Nati muera para recién ahí hacer el allanamiento y ya no había nada. Se llevaron todo, dejaron la casa vacía y desde ahí nunca más lo vi”, dice.

Al día hoy, Malvina no sabe por qué aquella amiga que Natalia había acobijado en su casa, con quien pasaba la mayor parte del tiempo, no contó nada. Brenda era la única que podía dar testimonio más fidedigno de lo ocurrido en esa casa. Sin embargo declaró que no vio nada. “Siempre estaban juntas, dormían juntas, no salía una sin la otra, eran muy íntimas. Las declaraciones de ella en la Fiscalía, que fueron varias, siempre resultaron cambiantes. Hasta el día de hoy no quiere hablar de lo que realmente pasó, dijo que ellas estaban afuera fumando y que el disparo vino de adentro. Pero no quiere hablar más que eso. Algunos dicen que puede estar amenazada. Estuvo en el velorio y después nunca más se acercó para hablar con nosotros, bajaba la cabeza”, afirma la mamá de Natalia.

Cada vez que a Malvina le llega un mensaje de vecinos y personas anónimas alertando la presencia de Matías en algún lugar, enseguida comienza un trámite tedioso para que la policía se apersone. “A mí me dicen que en tal lugar puede estar, voy y veo. Después le aviso a la policía, que se demora quince, veinte días. No lo buscan activamente”, comenta. No obstante, las amenazas a la mamá de Natalia no tardaron en llegar, le pedían que “pare la causa, que no se mueva más”, le dieron un botón anti pánico, pero dice que no le sirve de nada, ellos están ahí a una calle de su casa, “voy a haciendo denuncias y denuncias de cada cosa que pasa. Él está cerca”, destaca.

La comisaría 4ª de José León Suarez ya cambió cinco veces de comisario general desde el 2019 y en cada cambio Malvina se acerca a hablar para que no dejen el caso de su hija olvidado. “Es una lucha, porque empezaste con uno, después vas con otro y otro, nunca se termina. Siempre los sacan y es lo mismo, si trabajan con ellos. Entonces ¿a quién voy y denuncio? Si cuando yo salgo de una comisaría ellos saben primero. Ellos mismos le deben estar avisando que les van a hacer allanamiento, le hicieron miles pero nunca los engancharon”, remarca.

A los dos años del femicidio de Natalia, Malvina se enteró que estaban padre e hijo viviendo en Moreno. Fue hasta ahí, ubicó el lugar y le pasó el informe a la comisaría. Esperaron diez días para ir pero Matías ya no se encontraba ahí. Estaba el padre, Alejandro Pavón -quien cuando pasó el femicidio había pasado de un mes de que había salido de la cárcel por tenencia de arma y drogas- y lo detuvieron por ser el presunto facilitador del arma homicida. Sin embargo, sólo estuvo un par de semanas detenido, consiguió dos supuestos testigos que daban cuenta que él no había estado esa noche en que mataron a Natalia. “Nosotros buscamos más testigos y no había nadie más, ¿de repente aparecen estos? Es todo muy confuso”, expresa Malvina.

El pasado Día del Padre, se enteró que Matías estaba en esa casa donde mataron a Natalia, en donde hoy viven su padre y su abuela. “Supuestamente, según la policía, ellos pasaron por la casa y él no estaba afuera, pero sí podría haber estado adentro. Él tiene pedido de captura internacional. ¿Me vas a decir que tenés que esperar a un fiscal para entrar a una casa? Camina por Villa Hidalgo como si nada. No sabemos a quién recurrir ni con quién hablar. Yo hablo con el fiscal y me dice ‘sí, quédate tranquila’ y no es así, ya van a ser cuatro años que él está como si nada”, manifiesta. “Los testigos los buscaba yo, siempre me moví yo. Siempre saliendo de mí parte. Busco tanto y la justicia no te ayuda tampoco…no sabés para donde disparar. A mí me desespera que me digan que está ahí, cerca de mí”, dice Malvina.

Cuando Malvina recuerda a su hija, su expresión cambia, de repente la sonrisa entre tanta impunidad se hace inevitable. Es que Natalia “siempre estaba contenta, con su hermanos, con sus tíos, ella era la alegría, decíamos ‘acá llega la alegría’. Llega Nati y empieza la joda”, memorizó. Nati vivió siempre en el barrio, les gustaba cocinar, era fanática de Boca, iba a la cancha y no es raro ver muchas fotos de ella con esa casaca. Los sábados enseñaba danza a las niñas para combinar dos de las cosas que más amaba: bailar y pasar tiempo con los más chiquitos. “Amaba a los niños, yo tengo varios sobrinitos y ella se moría por ellos, iba temprano a buscarlos y estaba en la casa de mi mamá o los llevaba al jardín. Siempre feliz, nunca se iba a levantar de mal humor. Para ella no había gente mala, yo siempre le decía ‘no tenés que confiar en todo el mundo’, y ella respondía ‘yo soy así ma’, recordó Malvina.