En defensa del éter estatal

En defensa del éter estatal

Los trabajadores de Radio Nacional se declararon en estado de asamblea y movilización permanente frente a las amenazas de privatización realizadas por el presidente electo Javier Milei.

 

“No adhiero a esas prácticas de tener un Ministerio de Propaganda encubierto: tiene que ser privatizado. Lo mismo con Radio Nacional. Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, va a estar en manos del sector privado”. Esta declaración, entre otras expresadas por Javier Milei en diversas entrevistas desde el 20 de noviembre, anticipó algunas de las medidas que pretende aplicar en su gobierno para ajustar gastos y recortar presupuesto del Estado.

Aún sin gabinete ni medidas formalmente presentadas, las declaraciones del nuevo presidente electo apuntaron, entre uno de sus objetivos principales, a la privatización de diversos sectores públicos, entre ellos, el de los medios de comunicación como Radio Nacional, la agencia de noticias Télam y TV Pública. 

Ante esta advertencia, los trabajadores de Radio Nacional convocaron a una asamblea para determinar cuáles son los valores e ideales que deben defenderse y acordar un pacto de unión como colegas frente a la arremetida contra los derechos conquistados que presenta la inminente asunción del nuevo gobierno.

En primer lugar, hubo un voto por la positiva para declararse en estado de asamblea permanente y movilización de los sindicatos que representan a los trabajadores. En segundo lugar, hubo otro voto por la positiva para ejercer el derecho a réplica y de rectificación en todos los medios que mientan, acusen o descalifiquen a los trabajadores de la radio por su relación de dependencia con el Estado. Además, se acordó proponer un aumento de salario, el pase completo a planta permanente, la renovación de contratos y el adelantamiento del aguinaldo. Y por último, una moción a favor de difundir la necesidad de defender el rol fundamental en la comunicación social de Radio Nacional, medio imprescindible en diversos puntos del país para garantizar el derecho a la información.

La jornada, que había iniciado analizando el contexto crítico a nivel sociopolítico, prontamente desembocó en un repudio generalizado a la acusación de funcionar como una herramienta de propaganda. Se insistió en que los medios nacionales, siempre son del Estado, y se ratificó que nunca son influenciados por la subjetividad del gobierno de turno.

En Fiorito, Diego sigue siendo Pelusa

En Fiorito, Diego sigue siendo Pelusa

Los vecinos y amigos del barrio de Maradona lo siguen adorando con la alegría del primer día. A tres años de su muerte, proliferan anécdotas y recuerdos. Todos lo conocieron desde la cuna.

Pancho Torres, amigo de la infancia de Diego.

Pancho Torres, amigo de la infancia de Pelusa.

A pocas cuadras del Puente La Noria, desde el Camino de la Ribera, la calle Larrazábal se extiende hacia el interior de Lomas de Zamora. Es como un angosto túnel del tiempo, que al cabo de unos minutos traslada a los transeúntes a un mundo en el que Diego Maradona sigue vivo. 

Para los vecinos, él nunca se fue, ni siquiera cuando murió el 25 de noviembre del 2020. En la tierra santa de Villa Fiorito, su rostro aparece en las fachadas de casas, clubes, centros culturales y comercios, no solo como homenaje al jugador más grande de la historia, sino también como reflejo de la identidad barrial. 

El potrero donde transcurrieron sus primeros partidos fue tomado y ahora hay una decena de casas. Sin embargo, aún se mantiene otra de las canchas en las que jugó, ubicada en la esquina de Larrazábal y Chivilcoy. Allí se encuentra Estrella Roja, la primera institución en la que compitió Maradona.  

Junto a la entrada del club, un mural gigante muestra el cartel de la Estación Fiorito, tal como quedó después de que le reemplazaran las letras I y O por un 10. A su lado, un Diego de apenas 11 años mira tímidamente hacia el frente, mientras a un costado el futbolista ya consagrado celebra con la Copa del Mundo en una mano y la medalla en la otra. 

La cancha de Estrella Roja está rodeada de casas que se separan del campo de juego solo por unos centímetros. En los extremos antes estaban los arcos del potrero ocupado, pero el paso del tiempo los deterioró y ahora hay dos nuevos, de color celeste y blanco. 

Dentro de la cantina, Pancho Torres limpia la barra. Las paredes del lugar están repletas de imágenes de Diego, casi como si fuera una parroquia y no una entidad deportiva.

-Siempre viene mucha gente a hablar y yo lloro porque lo conocí de pibe — declara Pancho entre  lágrimas. 

Los caminos del cantinero y el futbolista se cruzaron a principios de la década del 70, en la vera del Río Matanza – Riachuelo. Torres estaba cazando pájaros, cuando vio que el cuarto hijo de los Maradona se acercaba con una gomera en la mano. En cuanto lo divisó, se tiró al suelo y gateó entre los arbustos hasta que lo tuvo a unos metros. 

-Pelu, dame la gomera o te tiro — amenazó Pancho, mientras apuntaba con el elástico de su arma rudimentaria al rostro del niño. Diego dudó durante unos segundos, pero acató la orden.

Con el tiempo, el robo quedó en el olvido y se volvieron amigos. Cuando no jugaban al fútbol, iban al basural conocido como La Quema a revolver montañas de residuos buscando algo para comer o llevarse a la casa. Es que Villa Fiorito estaba signada por la pobreza y los esfuerzos de los vecinos para sacar adelante un barrio al que el Estado jamás había llegado.  

La situación era tan precaria, que los vecinos cuentan que a la hora de buscar trabajo no podían decir que vivían en esa zona del conurbano bonaerense. Solo aparecían en los diarios cuando ocurría algún crimen. 

Por ese motivo, la gloria de Maradona fue vivida como una reparación histórica:

-Con su forma de jugar al fútbol hizo conocer a Fiorito en todo el mundo, demostró lo que puede surgir de un pibe así, de la villa. Este pibito cruzó todos los límites, como la música que no tiene fronteras, él tampoco tiene fronteras —sostiene Pancho—. Me siento re orgulloso de Fiorito, de lo que es él, que nunca se le fue la villa de la boca. No se disfrazó de nada, no se regaló con nadie, ni se arrodilló delante de nadie.

Torres vive en el club. Allí guarda alguno de los tesoros que heredó de su amigo, como una campera y un par de zapatillas Puma usadas por él.

-Yo a veces hablo con Pelusa. Acá lo conocen todos, pero yo tuve la oportunidad de conocerlo, de darle la mano —confiesa—. Yo lo saludo, le digo “Buen día, Pelu”. 

La casa en la que se crió Maradona está a unas cinco cuadras de Estrella Roja, en Azamor 523. Se esconde detrás de unas rejas sobre las que cuelgan algunas banderas y de dos árboles que custodian el camino que conduce a la puerta.

Sobre el frente de la construcción, la cara de Diego aparece con la mirada puesta en el infinito. De su cabeza se desprenden los rayos de una luz que le da una imagen santificada, confirmada por la inscripción ubicada en la parte inferior de la pared, en la que se lee “La casa de D10S”. 

A mí a veces me preguntan por qué no tengo un tatuaje. A él lo llevo siempre en la cabeza y en el corazón— confiesa Vaca.

Son las doce del mediodía y junto al antiguo hogar del astro futbolístico, “Vaca”  atornilla el panel interno de la puerta de su  auto. Él fue otro de los primeros testigos de la magia maradoneana. 

-Nos criamos juntos, crecimos juntos. Jugábamos acá en la calle —comenta—. No teníamos idea de lo que podía llegar a ser. Él es quien es también por el papá, por el sacrificio del papá, que venía de trabajar y lo llevaba a La Paternal. A veces no quería ir, pero era de agarrarlo y llevarlo. 

Al igual que Pancho, cada vez que se refiere a Diego, lo llama Pelusa. Es como si hubiera dos Maradona: el prócer y el humano. Al primero le respetan el nombre de su documento; con el segundo usan el sobrenombre del chico que cazaba ranas a la vera del río.

—A mí a veces me preguntan por qué no tengo un tatuaje. A él lo llevo siempre en la cabeza y en el corazón— confiesa Vaca.

Sus palabras reflejan los sentimientos no solo del barrio que vio crecer al dios argentino, sino también los de todos aquellos que se aferraron a Maradona cuando no había más que palos y pobreza. Es por eso que su sonrisa se repite una y otra vez en las paredes de Fiorito, porque en su alegría se consolidaba la de las clases populares. Se trata de una impronta que ya quedó sellada en la memoria histórica y que nadie podrá borrar jamás. 

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

La historia del Cine Club Núcleo incluye hitos como ser el primer espacio en difundir a directores como Ingmar Bergman en el Río de la Plata, así como ser emblema de lucha contra la censura de la dictadura. Su director, Alejandro Sammaritano, hijo del fundador, comparte sus entrañables recuerdos y reflexiona sobre la experiencia cinematográfica.

Frente a la Plaza del Congreso, la sala principal del Cine Gaumont se encuentra repleta de adultos mayores bien vestidos y perfumados para la ocasión. Cuando empieza la película –la multipremiada Puán–, el reflejo de la pantalla deja ver los cabellos blancos de un público cinéfilo (y combativo) desde su juventud, que hoy sigue asistiendo a las funciones presenciales.

Ante el avance de las plataformas de streaming y la habitual programación de las salas comerciales, se vuelve imprescindible la preservación de espacios como el que constituye, desde 1952, el Cine Club Núcleo, para compartir el hábito y recordar tiempos pasados en los que el acceso no era para todos.

Fundado por Salvador Sammaritano, un ícono de la crítica cinematográfica argentina, desde 2001 Cine Club Núcleo es dirigido por su hijo, Alejandro Sammaritano, quien tras el fallecimiento de su padre, en 2008, tuvo que decidir si continuar con el bien de familia que tenía un valor emocional y espiritual muy grande o seguir siendo un “oscuro” contador de una empresa metalúrgica. Eligió la primera opción y continuó viviendo el cine cada día de su vida.

¿Qué diferencias encontrás en los objetivos actuales de Cine Club Núcleo y los que motivaron su creación?

Núcleo nació para tratar de facilitar al público el acceso a películas que de otra forma no podría ver nunca. Ese objetivo ahora se desvirtuó porque existe la posibilidad de verlas en el celular y, antes que no verlas, es mejor opción. Considero que se modifica mucho la percepción teniendo en cuenta que la concentración y la estética visual es diferente. Por eso lo que tratamos de proteger actualmente es el hábito de ir al cine, el hecho de estar sentado con un montón de gente que no conocés, pero con la que compartís sentimientos similares. Son prácticas que se pierden estando sentado en el living de casa.

Durante la dictadura, se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina.

Alejandro Sammaritano

Núcleo continuó su actividad durante la última dictadura, ¿cómo convivieron con la censura?

La lucha contra la censura hoy parece una cosa lejana, pero fue lo más emblemático de Núcleo. Los que lo vivimos sabemos lo duro que es: había un tipo que arbitrariamente decidía qué películas se podían ver y cuáles no. Lo que hizo el cine club fue organizar un “contrabando visual”. Se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina, tales como La última tentación de Cristo, Emmanuelle, Último tango en París y La Naranja Mecánica. Miguel Paulino Tato, a quien Charly García bautizó como el “Señor Tijeras”, fue uno de los censores más destacados de la época y tenía una visión elitista de la cultura. Con el tiempo, mi viejo llegó a un acuerdo de pasar ciertas películas con la condición de no anunciarlas públicamente, pero en el contestador telefónico –que era el medio de difusión de las programaciones– se decía “hay un importante preestreno” y la sala se llenaba, porque todos sabían que era una película prohibida.

¿Cuándo adquirió popularidad Núcleo?

En un principio empezó con un grupo de amigos del barrio de Colegiales, con la palabra “núcleo” uno se imagina una cosa restrictiva, pero lo que querían era que ese núcleo se agrandara y difundir el buen cine, entonces repartían volantes en la calle. De a poco comenzaron a conseguir mayor cantidad de películas, les prestaron algunos sótanos más grandes y había inclusive un arquitecto que les facilitó la casa. Se fue haciendo una cosa popular con películas que realmente no eran convencionales porque no había videocasete, DVD, Blu-rays, había que conseguir el celuloide o el material con la película. Para esto iban a embajadas y a festivales itinerantes a buscarlas, hasta que muchos distribuidores de cine se enteraron de la existencia del cine club y les ofrecieron películas de arte con el objetivo de ver la reacción de la gente y después encarar un lanzamiento. Así se consagró que Cine Club Núcleo tenga preestrenos los martes de películas artísticas. Se podían ver algunas comerciales porque no todo Hollywood es malo, pero se buscaba un cine más alternativo. La programación también se pudo seguir sosteniendo por los contactos que tenía mi viejo con Leopoldo Torre Nilson, Humberto Ríos, José Martínez Suárez, Carlos Sorín, Alberto Lecchi, también con Campanella, que nos dio todas sus películas. Actualmente, muchos periodistas continúan viniendo a ver el preestreno de ciertas películas acá para después criticarlas.

¿Cómo es la gestión del cine club?

Los distribuidores compran las películas y las ceden para el preestreno en Núcleo mediante un acuerdo. Obviamente el cine es un arte, pero no deja de ser un negocio, traer películas te sale guita y si después la gente no va, te fundís. Muchas veces yo las pido por directores, recorrido en festivales o que tengan actores o actrices importantes, pero también hay un asesoramiento implícito de las distribuidoras en la programación, ya que tienen criterio para anticiparnos si la película va o no para el cine club. Tenemos además un montón de gastos fijos que se pagan con la mensualidad de los socios, hoy si no tuviéramos el apoyo del INCAA, que nos presta la sala, no sé si podríamos continuar con esta actividad. Por mes en total son 12 funciones –la actividad en el MALBA los jueves y en el Gaumont los martes y domingos– así que, en términos monetarios, si asisten a todas es muy barato.

Teniendo en cuenta que tienen un público que viene hace años, ¿cómo hacen para que se renueve?

Es complicado, tratamos de interpelar a un público más joven, pero no tienen constancia con una actividad regular como esta. La diferencia con la gente grande es que conforma toda una salida para ellos y en los jóvenes esa práctica no está tan instalada. A su vez, después de la pandemia mucha gente perdió el hábito, cada vez se les hizo más difícil llegar hasta el centro para venir y otros lamentablemente quedaron en el camino. El público de a poco se va renovando pero la realidad es que me da miedo que a largo plazo esto que a nosotros nos gusta tanto se pierda. Hay películas que al verlas en la computadora son seis puntos pero en el cine suben a ocho, las imágenes se ven majestuosas y la experiencia es muy distinta. Por eso, resalto la importancia de salvaguardar estos espacios porque también es cuidar la calidad artística de los filmes.

¿Cómo fue crecer en una casa de cinéfilos?

Yo veía películas desde muy chico. Me acuerdo que un día mi viejo me llevó a ver La conversación, que era durísima. También películas rusas muy buenas, pero a la edad que yo tenía no eran las adecuadas para ver, así que habré dormido un rato. Algunas las volví a ver y me gustaron, otras no. En casa –que era muy chiquita– había un proyector de 16 mm que mi viejo armaba, poníamos un afiche blanco dado vuelta y veíamos las películas para decidir si la programaba para el cine club o no. Así que siempre estuve muy embebido, y eso repercutió en mi formación.

La pobreza sin fin

La pobreza sin fin

El gobierno de Javier Milei recibirá un país con el 40 por ciento de pobres. El plan de ajuste que asoma, probablemente haga crecer ese índice. ¿Por qué las políticas públicas no aciertan con las soluciones?

 

En el primer semestre de 2023, la pobreza en Argentina afectaba al 40,1% de la población según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC). Con la aceleración inflacionaria de estos últimos meses, ese índice seguramente trepó. Este preocupante panorama, combinado con el inminente cambio de gobierno, sitúa en el centro del debate la pregunta por las políticas públicas respecto de esa problemática.

Mariana Heredia, socióloga de la UBA e Investigadora del CONICET, analiza el contexto actual: “La sociedad argentina está en una situación delicada en la que el Estado está desplegando todas las políticas sociales de contención que puede. Todas condiciones que hoy están, dentro de un tiempo pueden no estar”.

Las políticas sociales predominantes en las últimas décadas, tanto en Argentina como en la región, fueron las transferencias de ingresos. Heredia, autora de libros como ¿El 99 % contra el 1%? Por qué la obsesión con los ricos no sirve para combatir la desigualdad sostiene que “estas políticas significaron un gran avance, pero no acabaron por resolver el problema. No terminaron de coordinarse con políticas de bienestar y empleo que permitieran efectivamente que los hogares más modestos pudieran hacer frente a las necesidades más elementales”.

En línea con esta perspectiva, Belén Aenlle, socióloga de la Universidad Nacional del Salvador, doctora en Ciencias Sociales de la UBA y docente de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Moreno, plantea que “la política social en estos 40 años de democracia se ha ido fragmentando. Un mismo grupo familiar puede recibir numerosos programas y sin embargo no cubrir la canasta básica.” Añade: “Las políticas piensan en intervenir sobre las consecuencias de la pobreza, cuando en verdad hay que pensar primero en la redistribución del ingreso, la generación de trabajo y la política social en conjunto”.

La problemática de la pobreza en nuestro país es compleja y su abordaje requiere considerar con urgencia la situación coyuntural. Daniel Arroyo, diputado nacional del FdT y exministro de Desarrollo Social, afirma que hoy el principal problema es el elevado precio de los alimentos que coexiste con salarios considerablemente desmejorados.

“Esto se refleja en dos situaciones. Una es que baja la desocupación, pero la pobreza sube. La otra es que en los barrios hay más actividad económica, pero necesitan el aporte de los merenderos para llegar a fin de mes. Esto quiere decir que los ingresos son muy bajos, producto de la inflación y los altos precios de los alimentos”. El exfuncionario plantea que la principal política social a implementar hoy es la estabilización de los 1.900 productos de la canasta básica, lo que podría marcar un punto de partida para construir políticas destinadas a combatir la pobreza.

Los problemas estructurales de la Argentina demandan transformaciones intensivas, que impulsen mejoras en cada etapa y aspecto de la vida. Frente a un escenario en el cual el 56% de los niños viven en condiciones de pobreza, según mediciones del INDEC, la intervención del Estado en la educación es fundamental.

Arroyo argumenta que “una reforma en la escuela secundaria puede cambiar la realidad social”. La promoción de una escuela moderna, vinculada a la tecnología y con una modalidad más flexible, no solo podría atraer a los estudiantes, sino también proporcionarles instrumentos más efectivos para su futuro.

En la actualidad, la escuela secundaría enfrenta graves problemas de permanencia, falta de incentivos y deserción. Heredia plantea que parte de esta crisis se debe a que “las instituciones educativas hoy no están lo suficientemente equipadas en términos pedagógicos, en cuestiones de infraestructura para despertar el interés de los alumnos, para ofrecerles herramientas para que después consigan mejores trabajos. Esto genera mucha frustración en los jóvenes”. 

La discusión sobre la mejora de las condiciones de vida y la reducción de la pobreza también tiene al sistema laboral como punto central. Aenlle destaca que “las políticas sociales de las últimas décadas no han podido revertir el debilitamiento del empleo asalariado. El trabajo siempre funcionó como gran integrador social y en este contexto se pierde la posibilidad de fortalecer la identidad y los lazos sociales».

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 45% de las y los trabajadores en Argentina están en condiciones de informalidad. Esto implica trabajar en situaciones de máxima vulnerabilidad, con esquemas laborales precarios y desamparados de las protecciones sociales. Arroyo señala que “hay que apuntar a fortalecer la mano de obra intensiva, la construcción, el textil, la producción de alimentos, los sistemas de cuidado y reciclado, donde se desempeñan los sectores más desfavorecidos”.

Otro eje central es el acceso a una vivienda digna. Heredia señala que “existe una generación de inquilinos, formales e informales, que tiene graves dificultades para acceder a la vivienda”. La escalada inflacionaria y los salarios rezagados, anclados en una desprotegida lógica laboral, revelan considerables obstáculos para materializar el proyecto de la casa propia, situación que vulnera los derechos de la ciudadanía.

En paralelo, Arroyo añade que hay un importante problema de vivienda e infraestructura en los barrios populares, donde habitan millones de personas sin acceso a los servicios básicos y en condiciones de precariedad. “Hay políticas que se han llevado a cabo para urbanizar los barrios y deben profundizarse. Se creó un fondo para hacerlo, el Registro Nacional de Barrios Populares. Durante mi gestión urbanizamos 600 barrios, quedan 5.600 por delante”.

El desafío que enfrenta Argentina ante la pobreza demanda una reflexión profunda sobre el impacto de las políticas sociales. Como sostiene Aenlle: “Lo que no podemos poner en cuestión es la necesidad de un Estado presente con políticas de fuerte intensidad, que pueda cubrir el piso mínimo de necesidades de un grupo familiar, que tienda a garantizar trabajo, salud, empleo, asistencia social, educación. Los programas sociales deberían empezar a transformar esa fragmentación para pensar en grandes líneas de políticas públicas”.

De los edictos policiales al matrimonio igualitario | Estuve ahí

De los edictos policiales al matrimonio igualitario | Estuve ahí

Flavio Rapisardi, militante e investigador del movimiento LGTBQI+, recuerda el ensañamiento particular de la dictadura con las diversidades sexogenéricas. Las continuidades durante la democracia, cómo impactó la gentrificación en la comunidad trans, la estigmatización del VIH, el matrimonio igualitario y la historia de la organización del colectivo.

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales ? – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso, Estefanía Hernández e Ian Werbin.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini