Anita y Mirko cumplen 20 años de casados

Anita y Mirko cumplen 20 años de casados

La obra de teatro comunitario emblemática del Circuito Cultural Barracas continúa en escena, con 70 vecinos en escena que, además de divertir y divertirse, construyen comunidad.

“Con alma y desmesura, amateurs de la ternura”. Es una de las frases tatuadas en las paredes de la sede del Circuito Cultural Barracas (CCB). La fachada colorida resume la experiencia que se vive dentro del teatro barrial e invita a la unión de diversas realidades a través de la ficción.

Enclavado en la Avenida Iriarte 2165, límite entre la Capital y la zona sur del Conurbano Bonaerense, se encuentra el galpón de la compañía de teatro comunitario. Detrás de sus puertas decoradas con fotografías y cartelería de sus obras, existe un “teatro de vecinos para vecinos”. Un espacio sustancial para la integración de la comunidad, no sólo como hecho social sino también artístico. Según Ricardo Talento, director, fundador y cabeza creativa del Circuito, es la comunidad la que tiene que tomar la ficción de la realidad en sus manos: “Con nuestro trabajo estamos haciendo política del barrio y no partidaria”, describe Talento y agrega que la idea del CCB “es construir con el que tengo al lado y confiar en el otro”.

El curtido director explica que opera un sistema de trabajo colaborativo que desafía la lógica del teatro tradicional, donde reinan el estrellismo y la competencia. Este espacio desaliñado, con altos techos de chapa, se contrapone con la rimbombante infraestructura de la Avenida Corrientes y la bohemia del under palermitano. En su lugar, al fondo de Barracas, crece y se comparte una experiencia artística colectiva y comunitaria. “Un espacio donde no te sentís intimidado por la mirada del que sabe”, relata Graciela, integrante con más de 21 años en el grupo.

Noche de teatro

Son casi las 20:30 de un sábado otoñal y la gente comienza a hacer fila sobre Iriarte a la espera de la función 570 de “El casamiento de Anita y Mirko”. Tras 20 años de ininterrumpidos, con más de 70 vecinos en escena, es la obra de cabecera del Circuito.Un auténtico longseller.

Con puntualidad, a las 21, ante un público expectante, un grupo de actores sale hacia la vereda a través de una puertita que pasa desapercibida. La obra ya arrancó. Los personajes comienzan a saludar y a conversar con los presentes, se entremezclan con el público a partir de interacciones que invitan al espectador a ser parte de la ficción.

Luego de ingresar por la puerta principal, los asistentes se encuentran con un salón preparado para una ceremonia. Las organizadoras del evento, así como los parientes de la obra, son el comité de bienvenida que acompañan a los invitados a sus lugares. Como en toda fiesta, hay mesas principales, pero en este caso están enfrentadas. A su alrededor se observan distribuidas las mesas y palcos de los demás invitados. Todas cuentan con bebidas para acompañar la aparición de un catering de empanadas de copetín y riquísimos sanguchitos de miga.

El casamiento de Anita y Mirko es un clásico de clásicos del barrio, que relata la unión de dos hijos de familias migrantes. Por un lado están los tanos, con su estruendosa alegría: conversan con el público a los gritos y llevan extravagantes trajes y vestidos. Por el otro están los rusos, emperifollados con pieles negras y maquillaje oscuro, quienes juzgan en silencio, sentados en la esquina opuesta del recinto.

El casamiento… es una historia que hace eco de las experiencias migratorias en el país, en particular en una zona portuaria como Barracas, que supo dar techo y comida a tantas familias que llegaron a hacerse la América. “Es un relato súperporteño”, cuenta María Eugenia, que colabora hace 12 años en el CCB. Detalla que para el desarrollo de una comunidad saludable es fundamental que los vecinos del barrio puedan hablar desde su experiencia: “Si en cada barrio existieran grupos de teatro, el mundo sería mucho mejor”.

Barracas al fondo

En 1996, durante los tiempos duros del neoliberalismo, nació el Circuito Cultural Barracas. Talento relata que, al ser un proyecto de teatro comunitario, la propuesta surgió como un “espectáculo de calle”, donde el barrio se transformaba en espacio escénico. Los fundadores se plantearon una pregunta germinal: “¿Por qué alguien que nace en el mundo no tiene lugar en él?

En sus inicios, el CCB tenía la intención de hablar de una marginalidad insurgente en el barrio, que aún no estaba puesta en discusión. Para Talento, “La ficción tiene una intencionalidad. Que sueñes de tal manera, que te imagines el mundo de esa manera, que quieras ser de esa manera”. Esto no es algo inocente, está relacionado a cómo se concibe la realidad a partir de las ficciones, hay una construcción por detrás. Algo similar se vive en la obra “El caldo de la violencia”, en la que se narran vivencias de la última dictadura cívico-militar.

En la actualidad, el proyecto mantiene el objetivo de imaginar y producir prácticas que permitan atravesar las diferentes realidades y generaciones de manera comunitaria. El dramaturgo del proyecto cree que dividir las generaciones es una forma de dominación. Es por ello que en el CCB existe una colaboración intergeneracional, ya sea en los ensayos o en las obras y su convocatoria. Ahí radica su construcción colectiva.

El CCB cuenta también con talleres de canto e integración teatral, sustentados por un programa de mecenazgo cultural, en el que los contribuyentes pueden destinar parte de sus impuestos a apoyar proyectos culturales como el espacio de Barracas, o su vecino portuario, el Catalinas Sur de La Boca

Tras bambalinas

Al fondo a la izquierda, escondido entre los palcos, se encuentra un pasillito que lleva a una escalera de metal verde y angosta que revela la base de la organización de cada obra. Se trata del detrás de escena, un recinto donde se ven cajas repletas de pelucas, cinturones y carteras. Hay papeles y cintas impresas sobre los muebles con palabras como “rusos”, “italianos”, “zapatos”, “polleras” o “tocados”. Es una zona repleta de trajes y bijouterie. Desde blusas de brillo dignas de la noche hasta recatadas polleras típicas de abuela. El vestuario está compuesto por las donaciones de vecinos y espectadores. En las paredes se observan figuras de cartón intervenidas con papel de diario y posters, esbozos de la expresión artística que se respira en el aire.

Es miércoles, día de orden y limpieza en el tras bambalinas. “¡Estos zapatos me encantan!”, confiesa Mirta, una señora de bucles rubios y coqueta boina negra. Acomoda decenas de pares esparcidos por el piso. A unos metros, Elina, 60 años de pura coquetería, agarra un vestido del perchero de los rusos y pregunta “¿qué hacemos con este?”. Son señoras, jubiladas, que dan una mano en el CCB. Como una familia que ordena su placar en el cambio de temporada, se juntan a separar lo limpio de lo sucio, lo nuevo de lo viejo, lo que sirve y lo que se tira.

En un lugar apartado, una señora revisa cajas de ropa polvorienta. Se llama Consuelo, pero todos la conocen como “Chela”, participa hace siete años. Era dueña de una panadería del barrio. Cuenta que tenía poca sociabilidad antes de sumarse al CCB: “Había visto El casamiento… como diez veces porque actuaba mi nieta. Me gustó el ambiente”. Un día, a pesar de su vergüenza inicial, Chela tomó coraje y se arrimó al galpón: “Algo tenía que hacer con mi vida”, y así arrancó. La gente suele preguntarle si se entretiene al actuar la misma obra todos los sábados, a lo que ella responde sin dudar: “¡Yo me río todos los sábados! Te divertís siempre”. Asegura que hacer teatro comunitario la llena de alegría y que el Circuito la revitaliza en sus peores días.

La casa de todos

Al terminar la función se necesitan pocos minutos para desarmar, ordenar y limpiar el espacio. Algunos barren y apilan las mesas, otros acomodan los asientos, y no faltan quienes deambulan registrando el momento. Como una familia cuando termina un cumpleaños.

Eso es lo que se propone el circuito: jugar a ser una familia. Rosita, una de las participantes de mayor edad, define al CCB como “la casa de todos”. No importan las edades o las ideologías, los participantes conviven en busca de un objetivo en común: la expresión colectiva.

Rosana es nacida y criada en el barrio. Hace pila de años integra el colectivo: “Este es un lugar al que siento parte de mi vida”. La primera vez que Rosana estuvo en la función de El casamiento…, una nena le decía todo el tiempo qué era lo que tenía que hacer. Es así como todos “ponen el cuerpo” al servicio de la obra grupal, todos construyen, aportan y forman parte de la organización.

El objetivo de la expresión colectiva no solo influye a sus integrantes, sino que se difunde entre los invitados. Talento opina que se construye comunidad: “Y no lo producen profesionales, es magia que creamos un grupo de vecinos.”

Ser felices: la venganza de las víctimas sobrevivientes de trata de personas

Ser felices: la venganza de las víctimas sobrevivientes de trata de personas

En el marco de la semana internacional de la lucha contra la trata de personas, se estrena Nuestra venganza es ser felices, una película que narra el horror de las víctimas de trata en primera persona.

 

Este 27 de julio se estrenó en Cine Gaumont Nuestra venganza es ser felices, un documental dirigido por Malena Villarino que busca denunciar la Trata de Personas a través del relato de una sobreviviente, Sonia Sanchez. El audiovisual se inscribe en el contexto de la semana internacional de lucha contra la Trata de Personas, del 24 al 31 de Julio. El documental indaga sobre una problemática cuyo tratamiento es poco recurrente en los medios de comunicación hegemónicos. Y lo hace desde una mirada crítica del sistema en general: es una crítica a la explotación sexual, en particular, pero también una crítica política, económica y moral sobre cómo los cuerpos de las mujeres son convertidos en objetos en diferentes ámbitos sociales.

Sonia Sanchéz tiene 58 años y nació en la provincia de Chaco. Actualmente es activista feminista y lucha contra la explotación sexual. Busca garantizar los derechos de las mujeres desde una mirada abolicionista del sistema prostituyente, motivo por el cual milita en contra del proyecto de AMMAR que entiende que la prostitución debería ser considerada un trabajo sexual y que las prostitutas tienen que ser asumidas como trabajoras. Para Sonia Sanchez: «El abolicionismo es hermandad. Las mujeres estamos hermanadas desde el abolicionismo en Argentina y vamos a luchar para que todas las mujeres, niñas, niños y compañeras trasvestis seamos libres de prostitución, de trata y de toda la violencia que padecemos».

En la avant-premier apenas comenzó la película se respiraba inquietud, a medida que avanzaba la narración de los hechos a través de la voz de Sonia, su llanto, desesperación y desconsuelo volvían cada vez más tenso el clima en la sala, por momentos era incómodo escuchar el relato del horror.

A través del documental se puede conocer la historia de Sonia, cómo fue traficada por una red de trata tras su llegada a Buenos Aires a los 16 años en busca de progreso económico. Ese deseo se derrumbó al quedar desempleada y en situación de calle. La joven debió refugiarse en Plaza Miserere y paradójicamente su primer contacto con la prostitución, sin saber ella de qué se trataba, fue a través de una mujer que le brindó monedas para bañarse en un baño público. Luego sería trasladada a Río Gallegos, Santa Cruz, para ser explotada sexualmente.

Una vez finalizado el film Sonia no dudó en volver a alzar bien fuerte su voz para hablar del motor propulsor del audiovisual: «Esta película empezó desde la desobediencia, hartas las mujeres de estar siendo vendidas, traficadas, prostituidas, precarizadas, desde ese lugar nació Nuestra venganza es ser felices».

Por su parte, Malena Villarino aseguró: «Sabemos que no es una película fácil, pero la consideramos necesaria (…) yo lo tenía decidido, no quería hacer un típico documental de la víctima sentada y mostrar su vulnerabilidad. Quería hacer algo desde lo poético, con Sonia fuimos más allá. Soy chelista. Yo tocaba y Sonia bailaba detrás de la luz. Y esa sombra retratamos»

 

 Uno de los giros interesantes que tiene la película es el que aborda la cuestión del medio ambiente mediante una fuerte crítica al daño que hace el sistema capitalista. La pieza plantea un paralelismo entre la explotación del cuerpo de la mujer y la explotación de la tierra, el agua y los recursos naturales. Se plantea cómo ambos son violados por el hombre. La premisa que atraviesa a la protagonista y todo el documental es la de conseguir la verdadera libertad frente al sistema opresor: «Yo no quiero ser joven, yo solo quiero ser libre (…) ser una mujer libre es ser autogestiva y no tener miedo», sostuvo Sonia.

Como metáfora del momento de construcción de su nueva identidad, una escena de la película la muestra a Sonia en un bote, navegando hacia el sol en el inmenso río de la Plata. Ya no es la joven de 16 años que llegó a Buenos Aires buscando progresar. Tampoco aquella prostituta. Navegar en ese río es mantenerse a flote a pesar de la adversidad. Su venganza es ser feliz.

La película será proyectada a las 20:15 hs todos los días hasta el 2 de agosto en el cine Gaumont, Avenida Rivadavia 1635. El domingo 30 se dará una proyección especial con debate dentro del cine por ser el día internacional en contra de la Trata de Personas.

Lucrecia Martel: “Van a tener que inventar todo”

Lucrecia Martel: “Van a tener que inventar todo”

Con 2500 inscriptos Lucrecia Martel presentó una clase magistral en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. El evento fue organizado por la primera edición del festival de cine de la UBA, Universidad que le otorgó el Doctor Honoris Causa.

La directora de cine Lucrecia Martel, flamante Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires, dio una clase magistral en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo que contó con más de 2500 inscriptos. Presentada por Mayra Bottero, diseñadora y profesora de Diseño de Imagen y Sonido, la aclamada directora salteña dio inicio al segundo seminario sobre Cine y Democracia de la primera edición del Festival Internacional de Cine de la UBA. El Aula Magna, ubicada en el subsuelo de la facultad, superó en participantes su capacidad para 650 personas, quienes ubicadas hasta en las escaleras esperaron con entusiasmo a Martel. Quienes no llegaron a entrar pudieron escucharla a través de una pantalla que transmitía en directo desde el patio central de la facultad.

El primer seminario organizado por la FIC.UBA fue protagonizado por el cineasta español Alex de la Iglesia, quien desde España fue entrevistado por Martin Garabal, actor y conductor argentino. En esta ocasión, Martel preparó una clase dictada únicamente por ella en donde reflexionó acerca del cine, la cultura, la forma de ver el mundo, la educación pública y la cultura de la cancelación. La directora dio algunos detalles sobre el documental que está realizando, centrado en el asesinato del dirigente indígena Javier Chocobar, ocurrido en el año 2009 en la localidad tucumana de Trancas: “Las cosas que se discuten ahora en cuanto a la enseñanza, por ejemplo, en países que no están pasando por una crisis como la nuestra, que no tienen nuestra historia, no tiene nada que ver con lo que nosotros estamos discutiendo. Nosotros ni siquiera nos animamos a aceptar que la educación pública ha estafado a la población con menos recursos”. Luego aclaró: “Yo adoro esta universidad y considero que la única posibilidad que tiene este país es la educación pública, pero actualmente, estafa a la población”.

Martel explicó por qué el actual sistema de educación deja afuera a muchas personas que habiendo hecho sacrificios para terminar la primaria y la secundaria, apenas se enteran de que existe otra instancia más, que es la universidad. En su encuentro con un traductor de la comunidad wichi, la directora salteña contó la experiencia que tuvieron personas de la comunidad indigena cuando decidieron estudiar por primera vez en una institución: “Me dijeron: ‘Estuve cuatro meses para leer una hoja’. Eso es una persona estafada. Y el que está estafado es una persona que no tiene recursos para ir en otra dirección, para buscarse otra cosa”. De esta manera, destacó la importancia del trabajo de los futuros cineastas en observar, representar y compartir una realidad con responsabilidad, saliendo a la calle y observando los propios límites “tremendos” que genera nuestra propia educación.

Formas de hacer cine

Con humildad y entre risas, la directora de “La ciénaga”, “La mujer sin cabeza”, “Zama”, entre otras obras maestras, se explayó dando algunos “tips” que utilizó para realizar sus películas, remarcando la importancia del sonido y la representación del lenguaje en el cine. Además, insistió en animar a los estudiantes a construir nuevas formas de hacer películas: “Quisiera rescatar la palabra utilidad, sobre todo para nosotros, en este país donde necesitamos más que nunca que lo que compartimos, lo que hagamos, como expresión pública, sea útil”. Lucrecia determinó que la forma vigente de hacer cine durante los últimos años, incluyendo su propio trabajo, ha fracasado porque “no representan un destino en común que convoque a todos”. De esta manera se dirigió a los estudiantes de las diferentes carreras de la Facultad de diseño: “A ustedes que son jóvenes les voy a dar una buena noticia: esto fracasó. Por lo cual no se sientan atados a nada. Van a tener que inventar todo”. A la hora de aprender a narrar con imágenes no dudó en criticar el clásico modelo narrativo que enseñan en las facultades de cine y reproduce la industria. Invitó a cuestionar la aplicación de estos esquemas que “ya no dan cuenta de todo”, principalmente a la hora de representar la complejidad de los acontecimientos humanos: “Sinceramente les pregunto, ¿ven ustedes a diario que esa fórmula representa puede contar lo que les pasa, sobre todo las cosas más pensadas y furiosas? Hemos tratado de concertar la experiencia de la humanidad con una estructura que preforma los acontecimientos humanos y los convierte en enfrentamientos. Creo que lo tenemos que abandonar cuanto antes”. De esta manera, continuó reflexionando sobre estas fórmulas clásicas de hacer cine que generan un tipo de tensión que en las películas vemos repetidas veces. “Ya sabemos lo que va a pasar en el 85% de las películas que vemos”, afirmó la directora.

“A ustedes que son jóvenes les voy a dar una buena noticia: esto fracasó. Por lo cual no se sientan atados a nada. Van a tener que inventar todo”

Martel se tomó su tiempo para explicar que la cultura de la cancelación “nos ha vuelto impotentes” forzando a los realizadores a intentar “quedar bien” con todos los colectivos sociales. “La cultura es para apropiarse”, aseguró, y reforzó su idea: “Yo estoy haciendo una película sobre un conflicto indígena, y asumo todos los riesgos de la metida de patas que voy a hacer, pero no voy a dejar de decir lo que pienso. No está mal asumir el costo histórico. No se puede vivir queriendo quedar bien con todos”.

Por último, se refirió a todas aquellas productoras que siguen filmando en lugares que no representan la realidad: “No podemos seguir, por comodidad, filmando en los countries, porque el country no es nada”. A la hora de realizar historias, explicó, “Por una comodidad de producción filmamos en barrios porteños que no significan nada urbanísticamente más que exclusión y homogeneidad”.

Lucrecia terminó su clase con un fuerte y multidinario aplauso. El Festival Internacional de Cine continúa con sus actividades hasta el 30 de julio en la FADU, en el Cine Cosmos (UBA), el Cine Gaumont y en el Centro Cultural San Martin donde se estarán reproduciendo más de 40 películas en festejo por los 40 años de democracia presentadas por importantes figuras del cine.

“El derecho a la propiedad debería poder ser regulado, como todos los demás”

“El derecho a la propiedad debería poder ser regulado, como todos los demás”

El último censo reveló una cruda realidad: en Argentina solo el 65% de las familias son dueñas de sus casas. En la Ciudad de Buenos Aires, la cifra baja al 52%. En un país con cerca de 10 millones de inquilinos, la política no ha logrado dar una solución para un mercado de alquileres cada vez más inaccesible.

La Cámara de Diputados de la Nación sesionará el 23 de agosto para discutir la reforma o derogación de la ley de alquileres, a tres años de su sanción, en el marco de una crisis habitacional cada vez más grave.

El legislador porteño por el Frente de Todos, Manuel Socías, quien trabaja desde 2015 junto a un equipo multidisciplinario sobre la problemática de la vivienda en la Ciudad de Buenos Aires, presentó recientemente su propuesta de crear un Régimen Nacional de Alquileres Protegidos.

En diálogo con ANCCOM, Socías asegura que “la mirada de Juntos por el Cambio sobre la ley es muy irresponsable porque genera incertidumbre”. A la vez, alerta sobre la “crisis de imaginación y audacia” de toda la dirigencia política para abordar el problema y plantea la necesidad de que haya “un nuevo poder legitimado” que pueda convocar a los principales actores a discutir la normativa vigente.

¿Cuál debería ser la discusión sobre la ley de alquileres?

Es un falso dilema el que está planteado en el Congreso. No se trata de derogar o dejarla tal cual está. La ley es bienintencionada, pero está pensada para otro contexto y no funciona con alta inflación. Lo que hay que discutir son sus aspectos más problemáticos: cada cuánto se puede actualizar el contrato (hoy anualmente) y si es de dos o tres años.

¿Qué cambios deberían hacerse?
Habría que acortar los plazos, hacerlos semestrales, pero usar un coeficiente que no sea el IPC (Índice de Precios al Consumidor), sino sólo el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), menos un porcentaje, porque es un coeficiente que mide la evolución de los trabajadores del sector formal y eso no incluye al total de la población inquilina, donde también hay cuentapropistas, monotributistas y trabajadores de la economía informal.

¿Esta reforma podría plantearse en la próxima sesión?
En un año electoral es imposible. Juntos por el Cambio tiene una mirada muy irresponsable, porque plantea derogar la ley. Lo único que va a generar eso es más incertidumbre y romper más el mercado. Es malo para los inquilinos, pero también para los propietarios. Hoy los dueños están haciendo contratos de tres meses, por fuera de la ley, por indicación de las inmobiliarias, usando un agujero legal para los alquileres temporarios. De acá a diciembre, la situación cada vez va a ser peor, hasta que haya un nuevo liderazgo legitimado que convoque en una mesa a la política, el sector inmobiliario y los inquilinos para discutir la actual normativa

¿Por qué se discute tan poco el problema de la vivienda?
La principal razón es que la industria de la construcción es el principal dinamizador de la economía argentina, porque genera muchísimo empleo y sirve para paliar la situación de crisis social. El problema es que es malo para lo habitacional, pero nadie quiere tocar esa bomba de relojería, porque si te equivocás de cable vuela todo por el aire. La segunda es el derecho a la propiedad, que es el único pensado como un derecho absoluto y debería poder ser relativizado y regulado como todos los demás. Eso no quiere decir expropiar departamentos, sino reglamentar la renta, porque la vivienda es un derecho constitucional que hay que garantizar.

¿Puede repensarse este escenario?
La dirigencia hoy no tiene la vocación de hacerlo. No es un problema sólo de Larreta o de Macri. Hay una crisis enorme de imaginación, de pereza intelectual y falta de audacia política general. El peronismo dice que se soluciona construyendo vivienda pública y la derecha dice que se hace dejando que el mercado edifique sin parar. Ninguno de los dos paradigmas resuelve el problema. El primero porque no tenés escala para construir viviendas desde el Estado que te permita resolver el déficit habitacional, y el segundo porque la perspectiva de mercado no está pensada para hacer eso, sino para dolarizar como una reserva de valor. Hay que encontrar una diagonal entre ambas perspectivas que permita combinar instrumentos para darle escala, capilaridad y velocidad a la respuesta. Hay que inventar cosas nuevas.

¿Cuál es tu propuesta para atacar la problemática?
Si el peronismo gana las elecciones, el 11 de diciembre debería proponer el reemplazo a la ley de alquileres por un Régimen Nacional de Alquileres Protegidos que cambie radicalmente la mirada sobre el tema. Todas las viviendas en Argentina tienen que estar dentro de un régimen que consiste en dos submercados: uno público y uno privado. El primero debe ser estructurado a partir de bancos públicos de vivienda a nivel nacional, provincial y municipal, que alimenten un stock de viviendas para atender a las poblaciones más vulnerables y a los sectores medios con alquileres accesibles, como hacen Nueva York, París o Madrid. Por otro lado, al submercado privado de alquileres hay que darle un conjunto de incentivos para aumentar la oferta y mejorar la rentabilidad a cambio de estabilizar una curva de precios que acompañe la variación del ingreso de la población inquilina. Aquel propietario que ponga su propiedad en alquiler no tendrá que pagar bienes personales, ganancias, sellos, ABL, ingresos brutos, nada. Ese conjunto de beneficios es el equivalente a un alquiler número 13, como si le pagáramos un aguinaldo al propietario. A cambio, tiene que respetar unos precios de referencia acordes al promedio histórico de la ciudad.

¿Alcanzan esos incentivos?
Tenemos la expectativa de que sí, pero lo discutí con el presidente de la Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios y él considera que no, porque toda esta economía está en negro. Los contratos no están registrados, probablemente las viviendas tampoco. Por eso hay que tener decisión política para desarrollar al mismo tiempo una burocracia en el Estado capaz de entender y fiscalizar ese mercado. Hoy ningún gobierno (nacional, provincial ni municipal) tiene un área dedicada al tema de los alquileres.

¿Cómo podría articularse ese registro con una regulación de los alquileres destinados al turismo?
Que haya turismo internacional en Argentina es una buena noticia porque ingresan dólares, pero también tiene un problema que es la dolarización de los precios y la reducción del parque habitacional. Primero hay que hacer un registro para saber cuántos departamentos están volcados ahí y después hay que tomar medidas diferentes según la realidad territorial. Por ejemplo, San Martín de los Andes, Bariloche y Ushuaia son ciudades que están en una situación habitacional crítica. En esos lugares hay que acotarlos como hacen todos los países del mundo, donde autorizan que haya el 20% o el 30% de las unidades. Hoy la Ciudad de Buenos Aires está promoviendo con subsidios la reconversión de edificios de oficinas del microcentro en viviendas para Airbnb. Eso hay que prohibirlo de raíz. Otros países limitan los alquileres temporarios a 60, 90 o 120 días al año. Hay un montón de regulaciones posibles, pero todas tienen que estar adecuadas a cada realidad territorial y requieren una reingeniería institucional muy desafiante.

¿Puede repensarse este escenario?

La dirigencia hoy no tiene la vocación de hacerlo.

No es un problema sólo de Larreta o de Macri.

Hay una crisis enorme de imaginación, de pereza intelectual y
falta de audacia política general.

¿Cómo es la legislación sobre el tema en la Ciudad de Buenos Aires?
En CABA hay un registro de Airbnb donde los contratos de alquiler temporario tienen que pagar el 6% de ingresos brutos. Actualmente hay 300 departamentos registrados sobre un universo que se estima en 20.000. Es una ficción. No paga nadie. La Ciudad de Buenos Aires no tiene la voluntad de registrar y regular esos alquileres. De todas maneras, a mí también me gusta ir a un Airbnb cuando viajo y para un propietario es un buen negocio, me parece fantástico. Pero todo eso tiene que estar armonizado con el derecho a vivir con dignidad en el lugar donde naciste.

¿Se puede pensar en préstamos hipotecarios tras el fracaso de loscréditos UVA?
Los créditos hipotecarios tal cual estuvieron pensados en los últimos años no sirven, porque lo único que hacen es darle a un conjunto de la población un paquete enorme de dinero para competir en el mercado de compra y venta de inmuebles que están dolarizados. Es una política que lo único que hace es aumentar los precios y convalidar la dolarización.

¿Cuál sería una alternativa sostenible?
El Estado tiene que aportar la tierra, convocar a los sectores medios a aportar sus ahorros y constituir un fideicomiso sobre esos terrenos. Con eso, construir y comercializar propiedades en pesos y al costo. Después, entregar un crédito hipotecario en pesos para cubrir la brecha que se ajusta por la variación de los ingresos de los sectores medios. Es un préstamo que está montado sobre un nuevo tipo de oferta y desde otra lógica.

¿Cuál es tu mensaje para los jóvenes que buscan independizarse en este contexto?
Yo soy muy amigo de Ofelia Fernández, que es una joven que alquila y tiene una representación bastante cristalina de la agenda de los jóvenes. Ella me dijo que nosotros tenemos que organizar generacionalmente la pelea por el derecho a vivir en el lugar donde nacimos. Los burócratas no van a hacer nada hasta que no reciban una presión descomunal de los pibes que tienen una enorme dificultad para irse de la casa de los viejos. Mi mensaje es organícense, peleen y obliguen a la política a dejar de romper las pelotas y a discutir estos temas con seriedad y honestidad.

Misiones, la pionera de las leyes agroecológicas

Misiones, la pionera de las leyes agroecológicas

La provincia es la primera en sancionar una ley que promueve la producción de bioinsumos, y se suma a otras provincias que prohibieron el uso de plaguicidas como el glifosato. La sanción llegó pese al lobby empresario.

El 22 de junio se aprobó la ley de promoción de producción de bioinsumos en la provincia de Misiones, la pionera del país en tomar la iniciativa para un cambio ecológico en las chacras misioneras y crear una alternativa al uso del glifosato en sus producciones. Un día después de ser sancionada, el lobby empresarial se hizo sentir con quejas publicadas en La Nación acusando la “ausencia de diálogo”.

La queja tenía su origen: el glifosato, herbicida químico utilizado en las producciones misioneras y catalogado por la OMS como cancerígeno, protagonista de causar irritaciones oculares, deformaciones e impacto en el sistema endocrino, quedará prohibido en el lapso de dos años en el territorio provincial. Mientras tanto, los productores y productoras deberán iniciar su transición progresiva hacia prácticas sostenibles y agroecológicas. 

“¿Por qué no cuidar el ambiente, por qué no ser sustentable – sostenible con las generaciones futuras? -se pregunta Leonardo Amarilla, subsecretario de Planificación del Ministerio del Agro-. Misiones tiene una población joven que ya tiene otra cabeza. Hay un choque generacional de padre e hijo o abuelo y nieto, porque durante 30 años usaron glifosato, entonces les va a costar el cambio. Pero el debate está sobre la mesa y la chacra. ¿Por qué usamos esto? mirá cómo crece la lechuga, con sabor a lechuga, con el biofertilizante”.

Uno de los sectores que se encuentran en resistencia y total rigidez sobre un cambio sustentable y saludable es la Sociedad Rural. En cambio, los pequeños y medianos productores misioneros ya apuestan al nuevo cambio de paradigma. 

La ley denomina bioinsumo a todo producto biológico que consista o haya sido producido por microorganismos o macroorganismos, destinados a ser aplicados como insumos en la producción agropecuaria, agroalimentaria, agroindustrial y agroenergética.

La provincia cuenta con una biofábrica donde las cooperativas realizan sus propios bioinsumos y las empresas proveen los biofertilizantes y biopesticidas a los productores y productoras. El encargado de brindar capacitación y asesoramiento sobre el uso de estos productos es el Estado.

El objetivo principal de la ley es establecer un marco regulatorio para la investigación, desarrollo, producción, procesamiento, registro, comercialización y utilización de productos biológicos naturales -bioinsumos- que aporten a las políticas de sostenibilidad y sustentabilidad en la Provincia. 

De esta forma, poder generar líneas de trabajo colaborativas donde se promueva el desarrollo de insumos biológicos y la utilización de métodos orgánicos, junto a un adecuado manejo del riego agropecuario, uso del agua y técnicas relacionadas con el reciclaje de materiales orgánicos para mejorar la fertilidad de suelo, el control de plagas y enfermedades. 

Como resultado se espera un consumo más sano, cosechas rentables y que las familias productoras puedan seguir conservando las propiedades del suelo sin dañarlas. De esta manera, priorizan y resguardan el bosque, la selva, el uso y consumo del agua, los árboles y animales nativos de Misiones, ya que cuenta con el 52 por ciento de toda la biodiversidad del país.  

Asimismo, la ley plantea la creación del Registro Provincial de Productores de Bioinsumos de todas aquellas personas que tengan como objetivo la investigación, desarrollo, elaboración, producción, exhibición y comercialización de sus propios productos biológicos y derivados. Esto permite una soberanía productiva, alimentaria y economía circular, donde los desechos orgánicos, como pueden ser cáscaras de algún cítrico, permiten la producción de otro alimento diferente, sin la necesidad de usar un agroquímico. 

El objetivo de Misiones es vender los bioinsumos, derivados de organismos vivos, a nivel nacional, regional e internacional, ya que es la provincia que se encarga de exportar el 92 por ciento del té que se produce en Argentina y miles de kilos de yerba a lugares como Estados Unidos, el Sudeste Asiatico y Europa. 

Para Amarilla, los bioinsumos son la ciencia, la tecnología e innovación aplicada a la chacra: “Es un estudio, un laboratorio para beneficiar a la chacra y su producción. Es un antes y un después. Estamos fumigando con drones; el campo y la chacra va por ese lado, no para ver que otro veneno le ponemos, sino para qué sustituto encontramos de los agroquímicos”.