¿Crecen como hongos?

¿Crecen como hongos?

Muy lentamente, un alimento poco habitual se incorpora a la mesa de los argentinos. No obstante, hay señales de una producción en crecimiento. Investigadores, productores, promotores y nutricionistas explican sus potencialidades.

El interés por el cultivo y comercio de hongos comestibles y medicinales ha crecido a nivel mundial en las últimas décadas. Aunque una investigación del CONICET afirma que “el consumo de hongos per cápita en Argentina es aún muy bajo (50 gramos por año)”, se trata de una tendencia en crecimiento. ¿A qué se debe tan poca atención para un producto de fácil cultivo y propiedades alimenticias valiosas?

Los hongos, pertenecientes a un reino propio, por fuera del animal y el vegetal, tienen una enorme variedad: vienen en todas las formas y tamaños que uno se pueda imaginar y pueden tener infinidad de usos, no todos comestibles. En el Artículo 1249 del Código Alimentario Argentino se denomina a los hongos comestibles como “el cuerpo fructífero de hongos superiores pertenecientes al Reino Fungi (Ascomicetes y Basidiomicetes) silvestres o de cultivo y que frescos, secos o en conserva, se emplean en alimentación humana”.

Tal vez parte de cierto resquemor contra los hongos se deba a que también se los asocia con la suciedad o la enfermedad. Sin embargo, eso mismo que a veces disgusta podría transformarse, gracias a la investigación, la educación y la promoción, en una fuente de alimentos saludables que se pueden producir a bajo costo incluso en los hogares.

¿Cómo pueden ayudar?

A nivel nutricional, el hongo es un alimento bastante completo. Según Josefina Martínez Garbino, licenciada en Nutrición, en los hongos se destaca la presencia de las vitaminas del complejo B (excepto la B12), el potasio, el calcio y antioxidantes como el selenio. “También tienen un tipo de vitamina D, pero que no es biodisponible para el ser humano”, añade y explica que esto se debe a que existen nutrientes que pueden ser absorbidos por otras especies pero no por las personas debido a que no cuentan “con todos los procesos habilitados que se requieren para poder absorberlos”.

Pablo Postemsky, investigador de CONICET especializado en biotecnología de estas especies comestibles y medicinales, explica que los hongos pueden ser irradiados con luz ultravioleta para generar vitamina D: “Con comprar un foquito de cinco mil pesos y ponérselo quince segundos, ya le genera mucha vitamina D” y añade que esto puede ser beneficioso para, por ejemplo, personas que están hospitalizadas y no tienen la posibilidad de exponerse al sol para producirla. Según Postemsky, los hongos tienen un “balance superador” en tanto que poseen el “promedio ideal” de nutrientes a diferencia de alimentos como las verduras que tienen mucha fibra o los cereales que tienen muchos carbohidratos.

Martínez Garbino aclara que lo ideal sería incorporarlos como un recurso alimenticio positivo más, ya que “no existen alimentos que por sí solos sean tan mágicos”. Según la especialista, “no es que sobresalga un alimento sobre otro, sino que es importante todo lo que comemos y lo que forma parte de nuestro patrón alimentario, lo que repetitivamente forma parte de nuestras costumbres, de nuestros hábitos”.

La cuestión cultural

De acuerdo con el Código Alimentario, los hongos comestibles de cultivo son aquellos que “se obtienen mediante prácticas de producción sembrando el micelio [algo similar a las raíces del reino vegetal] en sustratos específicos, debidamente pasteurizados o esterilizados”. Están autorizados trece géneros en nuestro país. Aún así, el cultivo y consumo de hongos no está del todo instaurado en la cultura argentina.

Más allá del desconocimiento que tenemos como sociedad, Martín Diano, técnico extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) del Delta y productor de hongos comestibles, opina que falta integración entre la investigación, la producción, la difusión y la comercialización de hongos. Diano observa un desfasaje entre el ámbito científico que invesiga sobre los principios activos de los hongos y su producción y el ámbito normativo que requiere de procesos más prolongados y complejos. Muchos productores evitan aquellas variedades de hongos que no están inscriptas en el Código Alimentario porque pueden encontrarse con restricciones comerciales que limitan la posibilidad de venderlos: “Un colega me comentaba que en su época cuando todavía las gírgolas no estaban registradas como hongos comestibles en Argentina, el cultivo se hacía pero se presentaba como ‘champiñón variedad pleurotus’”.

Gracias a la aprobación de esta especie es cada vez más frecuente escuchar sobre gente que cultiva los bolsones de gírgolas en cualquier rincón oscuro o, si tiene espacio, entre troncos cortados y protegidos de la luz. En unos pocos días crecen tanto que se pueden hacer milanesas con ellas. Incluso han surgido emprendimientos que aprovechan el recurso en plena ciudad.

A pesar de los desfasajes actuales, el entusiasmo de Diano por los hongos se canaliza a través de charlas y cursos de producción para las familias productoras del Delta. Como técnico de INTA, trabaja en el colectivo Cambio Rural del que también forma parte como productor y se dedica al cultivo mediante saprobios, hongos que se alimentan de tejidos orgánicos muertos, como sustratos o troncos, que permiten la producción a distintas escalas. Los recursos necesarios para la producción son pocos: “Con una motosierra cortan los troncos: después compran el micelio en un laboratorio y con eso se arreglan porque usan el ambiente natural que tienen” que es “muy propicio para el cultivo de hongos por la humedad relativa, las temperaturas y demás. Uno puede cultivar en ambientes seminaturales sin necesidad de grandes infraestructuras”, explica Diano.

Agrupadas bajo el nombre de La Funga Delta, estas familias también se dedican a la producción y comercialización asociativa de hongos comestibles y medicinales. Lo que observa el investigador Postemsky es que “la gente trata de mantenerse en el emprendimiento familiar o de tiempo libre personal y evita ir hacia la PyME con empleados” debido al carácter perecedero de los hongos junto con el bajo consumo a nivel país. Para que el negocio sea fructífero, Diano cree que “la producción, la cosecha y la comercialización tienen que estar muy aceitadas”.

Según Postemsky, la producción de hongos presenta “una cantidad de oportunidades en aumento para los que se involucran en el tema”, pero como sucede con otros alimentos saludables, “el margen de ganancia en producción primaria es bajo”. También explica que las empresas que más producen hongos en Argentina son las champiñoneras como la de Escobar y Pilar en Buenos Aires pero que las cosechas sueles ser acaparadas por el sector gourmet y no por consumidores finales: si no hay hongos, “el cliente se va hacia otro producto; no es que va a comprar hongos en otro lugar. Se compra otra cosa: compra pechito de cerdo”, resume.

Se posicionan en el mapa

El mayor interés por los hongos que hay actualmente se debe, según Postemsky, a la corriente de la agroecología que “promovió la conciencia en la alimentación”. Por su parte, Diano observa el impacto que tuvo la pandemia en esta situación: “Creo que hubo un cambio en la sociedad vinculado al consumo de productos que fortalezcan el sistema inmunológico, que nos nutran bien y creo que eso fue un avance importante para que aumente el consumo de hongos”.

Si bien se observa una mayor tendencia en la producción y consumo de hongos, aún queda mucho camino por recorrer. Como explica Postemsky, en un inicio se trataba de un tema que se hablaba a puertas cerradas dentro de los grupos de investigación y recién ahora el reino de los hongos está empezando a formar parte de la cartera de proyectos del INTA.

En general, los hongos todavía no tienen la difusión que tienen otros alimentos como la miel. Según Diano, es muchas veces el mismo productor el que se encarga de la difusión y “hasta te dice cómo cocinarlos”. Para Postemsky, lo que falta es integrarlos a la cultura argentina, “que el hongo sea parte de una comida que ya consumimos” como pueden ser las hamburguesas.

Martínez Garbino recomienda el consumo de hongos a sus pacientes y los emplea personalmente. “Incluso tengo un servicio de viandas en el que uso muchos hongos”, comenta y dice que los usa generalmente en ensaladas, rolls de espinaca, con vegetales salteados y hasta en brusquetas. Así, los hongos se pueden incorporar en una infinidad de comidas: desde milanesas de gírgolas hasta champiñones salteados sobre una pizza.

Además de incorporarlos en nuestra alimentación, los kits de cultivo son una buena manera de acercarse al Reino Fungi y entender su proceso productivo. Se trata de sustratos que ya están colonizados y listos para fructificar. Como explica Diano, “uno en la casa le busca un ambiente adecuado y con un pequeño rociador, puede obtener sus propios hongos” y opina que las gírgolas son la variedad más fácil de cultivar por cuenta propia porque es la que menos requerimientos ambientales tiene para su producción.

Postemsky observa que ya no están tan presentes los prejuicios que antes se tenían frente a esta práctica autodidacta: “La gente se compra un kit de autocultivo para no fallar en el cultivo”, cuando antes se pensaba que no iba a funcionar o que iba a contaminar su casa. Para el investigador pueden ser un buen recurso de enseñanza en las escuelas e incluso servir como regalo por el placer que genera cultivar los propios alimentos.

Se trata de un tema con diferentes aristas que todavía está intentando instaurarse en Argentina. Postemsky, junto a su grupo de investigación de la Universidad Nacional del Sur, dice que recién “después de veinte años de investigar hongos, sentimos que tenemos un bagaje de cosas para brindar”.

Es entendible el creciente entusiasmo actual por el Reino Fungi. Según Diano, “los hongos son maravillosos” y resalta el “rol que juegan en la naturaleza transformando residuos de la agroindustria en alimentos con alto poder nutricional y medicinal”. Como señala Postemsky, “los hongos hoy por hoy invitan a una aventura” ya que su autocultivo tiene la posibilidad de acercarnos y ayudarnos a entender el proceso productivo y los principios activos de ese alimento.

Inteligencia artificial por la identidad

Inteligencia artificial por la identidad

Una comunidad de más de 140 personas de 13 provincias distintas participaron en el desafío IA por la identidad de Abuelas de Plaza de Mayo y fundación Sadosky. La premiación a los grupos que destacaron por su trabajo con el archivo de Abuelas se dio este 24 de Julio en el pabellón Cero + infinito de Ciudad Universitaria.

El lunes 24 de julio tuvo lugar la premiación del proyecto #IAxlaIdentidad en el pabellón Cero + Infinito de Ciudad Universitaria. La propuesta conjunta de Abuelas Plaza Mayo y Fundación Sadosky celebró con premiaciones el proyecto que supo unir la inteligencia artificial a los archivos de la memoria en pos de una mayor accesibilidad. El evento contó con la participación del ministro Daniel Filmus, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA) Guillermo Durán, entre varios colaboradores más. Estela de Carlotto y Taty Almeida mandaron su saludo desde la distancia dado a que no pudieron asistir.

El desafío “IA x la identidad» estuvo dirigido a personas o grupos que contaran con cierto manejo de Inteligencia Artificial con el fin de ofrecer soluciones al procesamiento de escaneos de documentos mecanografiados o impresos. Las propuestas enviadas fueron evaluadas por un jurado experto en el área, quienes tuvieron como criterio a la hora de decidir ganadores la exactitud de la tipificación del material, la interpretabilidad y documentación del código presentado, y la presentación y contenido del informe presentado. 

El tercer puesto fue para el grupo Three Data Scientist, integrado por Oscar Matías Bonfanti, Matías Naranjo Harper y Joel Stanich; un equipo mixto con representantes de Córdoba, Corrientes y provincia de Buenos Aires. En segundo lugar quedó el equipo Ana Teresa Diego, constituido por Adolfo Simaz Bunzel, Agostina Filócomo y Ezequiel Pássaro. Por último, el equipo Les Cigarres integrado por los estudiantes de la UBA Julieta Goria, Sofía Goy y Francisco Sandalina obtuvo el primer lugar. “Fue todo muy colaborativo” cantaron los ganadores. En cuanto a la relación del desafío con el trabajo de Abuelas, los miembros de Les Cigarres sumaron declaraciones reivindicatorias al labor realizado por ellas para con la memoria. “Cómo miembro de la comunidad judía entiendo justamente que cuando uno se olvida de los genocidios y las matanzas en cierto punto permite que se perpetúen otra vez”, concluyó el ganador. Los premios repartidos fueron una notebook para cada integrante del grupo.

“Es tan importante llegar a estos términos para que todo el mundo se entere y sepa que el trabajo que hacemos las abuelas es uno que tiene que ver mucho con la identidad de todos; porque toda persona que no conoce su identidad, no sabe dónde está y no sabe quien és” afirmó Buscarita Roa, abuela de Plaza de Mayo, sobre el programa. “Nos faltan nietos por encontrar y queremos que el pueblo argentino se haga cargo, comente y lo cuente en todas partes para encontrar a todos los que faltan; por lo menos antes de que tengamos que irnos las últimas abuelas que quedamos, que somos muy poquitas” concluyó Buscarita acompañada con sentidos aplausos.

“Esto es un comienzo, un puntapié inicial a un mundo que tendremos que ver cómo transitarlo; por ahora tenemos material fílmico para tratar también”. le comentó a ANCCOM Juan Pablo Moyano, nieto restituido y trabajador del registro de Abuelas de Plaza de Mayo. “Abuelas siempre ha demandado la colaboración de los diferentes sectores de la sociedad y la ciencia; cada uno pone el granito de arena que puede para esto”, profundizó. Al hablar del alcance del proyecto, Juan Pablo categorizó este trabajo en conjunto como “la búsqueda de un pueblo, la búsqueda de la identidad, no sólo de los desaparecidos, sino de la historia argentina”.

 

Homenaje a la democracia: Festival Internacional de Cine de la UBA

Homenaje a la democracia: Festival Internacional de Cine de la UBA

A partir de hoy, y hasta el próximo domingo, se llevará a cabo la Primera Edición del Festival Internacional de Cine de la UBA, con sede principal en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. La temática girá en torno a los 40 años en democracia. Con entrada gratuita, habrá competencias, seminarios, proyecciones especiales y figuras internacionales.

Esta tarde en la sala Gaumont comenzó el Festival Internacional de Cine de la UBA (FIC-UBA), organizado por la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) y la Carrera de Imagen y Sonido. Se desarrollará a lo largo de toda esta semana y concluirá el domingo 30 de julio. Esta primera edición busca homenajear y conmemorar los 40 años ininterrumpidos en democracia, a través del cine. “Este festival será una fiesta de creatividad y de celebración democrática y comunitaria”, anunció Ricardo Gelpi, rector de la UBA, durante la presentación del Festival, en el Aula Magna de FADU. FIC-UBA fue declarado de interés cultural para la Ciudad de Buenos Aires, a partir de un proyecto impulsado por el legislador Lucio Lapeña (UCR).

Durante seis días se proyectarán más de cincuenta películas, enmarcadas en distintas secciones, en las siguientes sedes de la Ciudad de Buenos Aires: Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Pabellón 3 de Ciudad Universitaria), Cine Cosmos UBA, Centro Cultural San Martín y Cine Gaumont del INCAA. Habrá tres competencias, nacionales e internacionales, homenajes, seminarios y retrospectivas. Las entradas, en todos los casos, serán gratuitas y se podrán obtener desde media hora antes de la proyección de cada película.

La función de apertura estuvo a cargo del director ucraniano, Sergei Loznitsa, con su reciente documental “The national history of destruccion”, que se centra en los bombardeos a ciudades alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, el cierre del festival quedará en manos del cineasta francés Olivier Dahan y su película “Simone, la mujer del siglo”, biografía que cuenta la historia de Simone Veil, política francesa y primera mujer presidenta del Parlamento Europeo. La clausura del festival también sucederá en el mismo cine porteño ubicado frente a Plaza Congreso.

“Soñamos muchos años con este festival, siempre fue una posibilidad, una expectativa, un deseo. Que la UBA nos haya escuchado y comprendido la importancia que podía tener el festival y, además, haberlo podido concretar en el año de los festejos de la democracia es para nosotros una doble responsabilidad y estaremos eternamente agradecidos”, expresó Marcelo Altmark, director de la carrera de Diseño de imagen y sonido y director artístico del festival.

Competencias y Seminarios

Durante el FIC-UBA se desarrollarán la competencia internacional de largometrajes, la competencia iberoamericana de cortos y la competencia de cortometrajes UBA. Todas contarán con un extenso jurado formado por directores, guionistas, docentes y distintos personajes de la cultura y la educación. La selección de las películas no fue tarea fácil, ya que la convocatoria, que finalizó en el mes de mayo, fue un éxito rotundo. Según sus propios organizadores, tuvieron que elegir entre más de mil películas, que llegaron desde más de 60 países.

Uno de los grandes atractivos del Festival será el Seminario Cine y Democracia, que consistirá de cuatro clases magistrales a cargo de cinco figuras notables del séptimo arte, que sucederán en el Aula Magna del Pabellón 3 de Ciudad Universitaria, en FADU, y estarán abiertas para todos aquellos que se hayan inscripto previamente. El objetivo del mismo es reflexionar acerca de las problemáticas que han rodeado al cine durante estos últimos cuarenta años. La primera de las clases, a diferencia del resto, se realizó en modalidad virtual y estuvo a cargo de Álex de la Iglesia, quien por motivos laborales no pudo estar presente en el país. El cronograma se completa con las clases de Lucrecia Martel, el 26 de julio, Sergei Loznitsa, el 27 de julio, y Mariano Llinás y Enrique Piñeyro, quienes cerrarán juntos el Seminario el día viernes 28 de julio. 

Programación

Además de celebrar la restauración de la democracia, el FIC-UBA buscará homenajear también el rol de la mujer. A través de la proyección de la película “Ofrenda”, realizada por 43 directoras argentinas, se rendirá tributo a la asociación civil y cultural “La Mujer y el Cine”, espacio fundamental en la lucha por la igualdad de género, fundado hace ya 35 años. La misma se podrá ver en Cine Cosmos UBA el próximo jueves 27 de julio. 

Pero los homenajes no terminan allí y, de hecho, ya han comenzado. Esta mañana, en el Aula Magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, y como antesala del festival, se rindió homenaje a los mencionados cineastas Lucrecia Martel y Sergei Loznitsa, ambos participantes del Seminario Cine y Democracia. También se homenajeó al director Manuel Antín, reconocido no solo por su extensa trayectoria, sino también por su aporte fundamental para terminar con la censura del cine argentino. Los tres fueron galardonados con la máxima distinción otorgada por la UBA, el Doctorado Honoris Causa. Gran parte de la filmografía de estos tres cineastas formará parte de la primera edición de este festival.

La programación también incluye el ciclo Cine en Democracia, que busca reestrenar películas icónicas de nuestro cine nacional. Algunas de ellas serán “El secreto de sus ojos”, “La historia oficial” y “La noche de los lápices”, entre otras. Las 10 películas que conforman esta sección fueron seleccionadas por 40 personalidades de la cultura. Al mismo tiempo, se invitó a la comunidad a votar por aquellas películas más representativas. Paula Quattrocchi, secretaría de Relaciones Institucionales, cultura y comunicación de la UBA, explica la importancia del ciclo, “la proyección de las películas elegidas es un sentido homenaje  a nuestro cine producido desde el retorno a la democracia y también una excelente oportunidad para acercar así, de este modo, la historia de nuestro cine a nuevas generaciones de estudiantes y cinéfilos”.

Para finalizar, el Festival también contará con la participación de la Universidad de San Pablo, que proyectará cuatro películas, y el Foco María Elena Wood, donde se podrán ver dos films que abordan las historias de figuras femeninas importantes, “La hija del general” y “Locas Mujeres”.

“El Festival Internacional de Cine de la UBA recién comienza, pero parece haber llegado para quedarse”, manifestó Marcelo Altmark. Pero no fue tarea sencilla, llevó muchos años para poder materializarse en la extensa grilla que a partir de hoy se puede disfrutar. “Para todos nosotros, es un sueño hecho realidad y la concreción de un trabajo colectivo”, finalizó Ricardo Gelpi. 

En un país donde las salas de cine han vuelto a llenarse desde el fin de la cuarentena por Covid-19, y donde año tras año la demanda de los dos festivales de cine más importantes de nuestro país, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI), es cada vez más grande, es una motivo de festejo contar con el primer festival de cine universitario, abierto a toda la comunidad y completamente gratuito.

¿Cómo afectó la pandemia en la confianza de las vacunas?

¿Cómo afectó la pandemia en la confianza de las vacunas?

Un informe que la Fundación Bunge & Born realiza anualmente estableció que desde 2019 el índice de confianza en las inmunizaciones retrocedió un 8,3%.

La confianza en las vacunas en Argentina se encuentra estancada. Así lo demuestra el cuarto informe sobre el Índice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV), realizado por la Fundación Bunge y Born. El estudio toma tres variables: qué tan seguras se consideran las vacunas, la importancia de aplicárselas a los chicos y su efectividad.

Se puede observar una disminución de la confianza desde el año 2019 al año 2020, y un amesetamiento desde 2021 a 2022. Para el año pasado, hubo un muy leve aumento del Índice de Confianza respecto a 2021 del 0,5%. Viendo a grandes rasgos la evolución de aquel indicador desde los inicios de este estudio en 2019, se observa que entre ese año y 2022 se dio un retroceso en la confianza del 8,3%, y la principal caída se dio al finalizar el primer año de pandemia. Luego la evolución se convirtió en una suerte de «meseta», para los años 2021 y 2022, que no llegó a compensar el deterioro ocurrido de 2019 a 2020.

Este estancamiento de la confianza en las vacunas está en un nivel relativamente bajo, y podría interpretarse como preocupante en términos de salud pública. “Pareciera haber una relación entre lo que es la caída de la confianza y la pandemia. Nosotros tuvimos la suerte de hacer una medición previa a la pandemia en el 2019 que nos arrojó una confianza de 93 puntos, un valor bastante alto. Y lo que vimos hacia fines del año 2020 es que la confianza cayó 7 puntos respecto del 2019. Eso nos da a entender que de alguna forma todo lo vinculado a la pandemia, a la discusión que se generó en torno a lo que es las vacunas, generó una merma en la confianza”, sostiene Julio Ichazo, coordinador de proyectos en la Fundación Bunge y Born, licenciado en Sociología y Magister en Economía Aplicada.

Es importante remarcar que el rango etario de encuestados que presenta más desconfianza en las vacunas son las personas de 15 a 20 años. En base a esto, Ichazo remarca que “está bueno que el ICAV se use como insumo como para orientar las campañas de las políticas públicas en estos segmentos específicos, porque los jóvenes de hoy son los que el día de mañana van a tener la decisión de vacunar o no vacunar a sus menores”.

Por otro lado, a partir del año 2022, la medición del índice de acceso (IA) se modificó para incorporar algunos lineamientos establecidos por el Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico en materia de inmunización de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Con esta nueva estrategia se busca refinar y ser más específicos a la hora de medir las barreras de acceso a la vacunación según la información dada por los cuidadores de menores de 14 años. El foco ahora se pone específicamente en esta población y no en la total, ya que aquella es la responsable de garantizar el cumplimiento del Calendario Nacional de Vacunación (CNV) de sus menores a cargo.

El nuevo Índice de Acceso considera ocho dimensiones para determinar las posibilidades que tiene la población de cuidadores de acceder a la vacunación:

  • Información sobre dónde vacunarse.
  • Costos involucrados.
  • Facilidad de acceso a la vacunación en general.
  • Dificultad en llegar al vacunatorio (accesibilidad)
  • Rechazo previo en vacunatorio.
  • Horarios del vacunatorio
  • Tiempo de espera en vacunatorio
  • Éxito en el vacunatorio

Este nuevo IA ha arrojado una importante información sobre dificultades comparadas en el acceso de cuidadores mujeres y cuidadores hombres, y también diferencias entre cuidadores con mayor y menor nivel educativo.

“Para nosotros el potencial del ICAV es, de alguna forma, poder ayudar a los hacedores de política a poner el foco donde está efectivamente el problema. Esto lo comento más a título personal, son cuestiones de una comunicación más enfocada para estos segmentos, que de alguna forma ayuden a brindar más y mejores posibilidades de acceso a las vacunas, ya sea brindando más información, cambiando horarios de atención en los vacunatorios, etcétera”, reflexiona Ichazo.

Desde la Fundación sostienen que esta baja de la confianza y acceso a las vacunas es preocupante y que el Estado debería adoptar medidas y políticas de comunicación que ayuden a facilitar estas dificultades. En cuanto a este punto, Brenda Walter, actualmente gerenta de proyectos en la Fundación y politóloga especializada en organizaciones sin fines de lucro comenta que “hay que diseñar estrategias de comunicación específicas para cada uno de los públicos, de manera que sea una comunicación efectiva e invite a vacunarse. Por efectiva entendemos que sea una comunicación clara, concisa, que no genere inquietudes o dudas, que dé las respuestas que tiene que dar y que además esté dirigida según el público dirigido”.

Y explica: “Siempre recomendamos trabajar en dos aspectos: por un lado la comunicación, creemos que es fundamental para afianzar y fortalecer la confianza. Esto acompañado de estrategias que garanticen una mayor disponibilidad de vacunas y una mayor accesibilidad puntualmente a las poblaciones más vulnerables que son las que a veces están mucho más alejadas de los centros de salud o tienen más dificultades para acceder, no cuentan con un medio de transporte propio, etcétera”.

Walter dice que junto con el agua potable, la vacunación ha sido una de las políticas sanitarias que ha impactado de manera muy directa en los sistemas de salud,  justamente porque permite prevenir la aparición de ciertas enfermedades. Por esa razón es fundamental promover una vacunación accesible, gratuita y que sea posible para todas las personas.

La vida en los márgenes

La vida en los márgenes

El sociólogo Javier Auyero y la estudiante de antropología Sofía Servián presentaron ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, una aproximación-estudio-crónica enfocada en las variadas estrategias que relevaron en el asentamiento La Matera, en Quilmes, donde la coautora se crió.

En pleno microcentro porteño y a tan solo una cuadra del Obelisco, se presentó ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, un libro escrito por Javier Auyero, sociólogo y profesor en la Universidad de Austin (Texas), y Sofía Servián, estudiante de la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires. El trabajo indaga sobre las estrategias que llevan a cabo los sectores populares para hacer frente no sólo a la crisis económica acuciante, sino también la violencia e inseguridad que impera en los barrios marginados. Los autores desarrollan una perspectiva integral, que busca dar cuenta de las múltiples dimensiones de la pobreza: salud, educación, vivienda, comida, ocio, pasando desde la intervención estatal hasta la formación de lazos de solidaridad y comunitarios. Particularmente, centran su investigación en las experiencias de los habitantes de La Matera, asentamiento ubicado en el municipio de Quilmes, zona sur del Conurbano, entre el año 2019 y 2022.

Así, en uno de los tantos edificios grisáceos del microcentro, ascensores color dorado y negro elevarían a los interesados hacia la adquisición de una mayor sabiduría respecto a una realidad que se vive apenas a unos kilómetros de la Capital. Una sala repleta de personas curiosas y expectantes, quizás simpatizantes de las ciencias sociales, amigos, colegas y familiares, esperaba el comienzo de la exposición. “Seguro me van a multar”, se escuchó al pasar una queja por la dificultad que ocasiona el tráfico en ese sector de la ciudad, mientras de fondo se formaban los clásicos murmullos que intentan ser respetuosos del ambiente silencioso.

Estefanía Pozzo, periodista especializada en economía y docente, fue la primera invitada en hablar: “Hay una dimensión académica del libro que me parece completamente interesante, pero creo que esos momentos donde se abre la ventana y Sofía cuenta parte de su historia, de su vida, cómo fue su recorrido en el barrio, ante la adversidad, es lo que me parece más maravilloso de este libro”, comentó, visiblemente emocionada luego de leer un fragmento del libro en que Sofía cuenta su propia experiencia como vecina de La Matera. Porque una particularidad que tiene esta investigación es que Servián accede a un campo de estudio que no le es ajeno, pues ella ha habitado toda su vida en dicho barrio. Es decir que su objeto de estudio fueron vecinos, amigos y familiares, lo cual implicó un esfuerzo por objetivar una realidad internalizada. “Mi trabajo no fue acercarme al barrio, porque ya lo conocía y tenía contactos, sino más bien alejarme, metafóricamente, para poder observarlo de una forma mucho más acabada”, afirmó Sofía.

En este sentido, Auyero destacó que el libro es “un experimento”, pues se encuentra en el punto de intersección entre su acercamiento al barrio y el distanciamiento de Sofía. “La sociología o la antropología clásica hubiesen hecho de Sofía la informante clave –dijo Auyero–. En este caso fue distinto, empieza de una manera vertical, en una relación profesor-alumna, pero termina siendo horizontal, de una auténtica colaboración”.

Por su parte otro de los invitados, Gabriel Kessler, sociólogo, profesor e investigador del CONICET, indagó sobre la temática fundamental en que se inscribe este libro, editado por Siglo XXI: “La categoría de ‘pobreza’ se mantiene central. Eso testimonia su productividad, todavía sigue siendo útil para focalizar acciones, para debatir, criticar a un gobierno, evaluar los ejes, etc., pero también es un testimonio del fracaso argentino. Que desde la reparación democrática nunca hayamos bajado, más o menos, de un cuarto o un tercio de población pobre en el país, que haya un libro que se hace la pregunta de cómo sobreviven los pobres, son indicadores que muestran que las promesas de la democracia ‘con la democracia se come, se cura, se educa’, no se cumplieron”.  Sin embargo, Kessler matiza esta observación, ya que también subraya el desempeño que ha tenido Argentina en términos de aumentar la cobertura estatal en diversos aspectos que hacen a la pobreza: generaciones nuevas que han accedido a la universidad, la formalización del empleo doméstico, la cobertura de salud, entre otras.

Respecto a la pregunta que se hace el título del libro, Sofía concluye que los sectores populares son ‘bricoladores’, combinan muchas estrategias para sobrevivir: trabajo formal, informal, ilícito, redes clientelares, ayuda estatal y, sobre todo, ayuda mutua. “Cuando tenía siete u ocho años iba con mi mamá a cobrar un plan social, el de Jefes y Jefas, en el que te daban 150 pesos –contó–. Hacíamos las dos cuadras de cola en Banco Provincia y, una vez que cobrábamos el dinero, íbamos al Coto y lo gastábamos ese día. La ayuda del Estado terminaba en una hora, el resto del mes vivíamos con los alimentos que comprábamos y después sobrevivíamos yendo a la casa de algún familiar a comer: el abuelo, alguna tía, etc. También nuestros primos hacían lo mismo cuando su mamá no tenía trabajo, venían a casa. Es la ayuda mutua para poder sobrevivir”.

Asimismo, los autores reflexionaron sobre la elección del género narrativo de la crónica para contar lo relevado durante el trabajo de campo, las encuestas y entrevistas hechas a los vecinos de La Matera. “Quisimos combinar una escritura académica con elementos de no ficción, de diarios personales de Sofía –expresó Auyero–. Creo que conocer bien a la gente conlleva tratar de describirla bien, lo que implica tratar de transmitir el resultado de una investigación sistemática, pero al mismo tiempo construir historias que de alguna manera conmuevan. Como intelectuales públicos, lo que uno quiere hacer es expandir el universo, los límites, de la comunidad moral”. Enseguida admitió que está aburrido de leer ciencias sociales, ya que suelen escribirse para unos pocos, dijo, y manifestó la necesidad de modificar la manera de escribir en este campo científico. 

En este sentido, Sofía destacó que buscaron que el libro, presentado el lunes pasado, pueda ser leído por cualquier persona, sin restringirse al ámbito meramente académico. “La idea es que todos puedan discutir. De hecho, vamos a llevar los libros al comedor para que también ellas puedan leer y realizar observaciones sobre el registro que hicimos de su trabajo”.  Se refiere al comedor de Chela, en el cual se basa el último capítulo del libro, “El trabajo de ellas”; en femenino, porque es gestionado exclusivamente por mujeres, que realizan tareas de cuidado por las cuales reciben apenas un incentivo. “Veníamos de registrar todos problemas en el barrio. Cuando llegamos al comedor, nos dimos cuenta que era la esperanza que necesitábamos”.

“El comedor se piensa a sí mismo como un lugar de sociabilidad, pero también de rescate frente a la violencia que circula. Las mujeres se organizan, no sólo para dar de comer y para educar, sino para rescatar a los chicos”, señaló Auyero, y agregó que la escuela es otro escenario que ocupa un lugar prominente en el barrio: “En el imaginario es un lugar y mecanismo de ascenso social. No tanto para ellos, sino para sus hijas e hijos. Se registra cierta esperanza de movilidad social intergeneracional”. También destacó que 99% de las personas encuestadas entiende que a pesar de vivir en un contexto de hipermarginalidad, sus condiciones de vida han mejorado gracias a la acción colectiva y de protesta disruptiva.

Al terminar la ronda de preguntas hubo aplausos celebratorios y sonrisas cómplices entre los autores, que concluyeron la presentación con un abrazo triunfal.