Por Luz Méndez
Fotografía: Archivo Noelia Guevara

Un informe que la Fundación Bunge & Born realiza anualmente estableció que desde 2019 el índice de confianza en las inmunizaciones retrocedió un 8,3%.

La confianza en las vacunas en Argentina se encuentra estancada. Así lo demuestra el cuarto informe sobre el Índice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV), realizado por la Fundación Bunge y Born. El estudio toma tres variables: qué tan seguras se consideran las vacunas, la importancia de aplicárselas a los chicos y su efectividad.

Se puede observar una disminución de la confianza desde el año 2019 al año 2020, y un amesetamiento desde 2021 a 2022. Para el año pasado, hubo un muy leve aumento del Índice de Confianza respecto a 2021 del 0,5%. Viendo a grandes rasgos la evolución de aquel indicador desde los inicios de este estudio en 2019, se observa que entre ese año y 2022 se dio un retroceso en la confianza del 8,3%, y la principal caída se dio al finalizar el primer año de pandemia. Luego la evolución se convirtió en una suerte de «meseta», para los años 2021 y 2022, que no llegó a compensar el deterioro ocurrido de 2019 a 2020.

Este estancamiento de la confianza en las vacunas está en un nivel relativamente bajo, y podría interpretarse como preocupante en términos de salud pública. “Pareciera haber una relación entre lo que es la caída de la confianza y la pandemia. Nosotros tuvimos la suerte de hacer una medición previa a la pandemia en el 2019 que nos arrojó una confianza de 93 puntos, un valor bastante alto. Y lo que vimos hacia fines del año 2020 es que la confianza cayó 7 puntos respecto del 2019. Eso nos da a entender que de alguna forma todo lo vinculado a la pandemia, a la discusión que se generó en torno a lo que es las vacunas, generó una merma en la confianza”, sostiene Julio Ichazo, coordinador de proyectos en la Fundación Bunge y Born, licenciado en Sociología y Magister en Economía Aplicada.

Es importante remarcar que el rango etario de encuestados que presenta más desconfianza en las vacunas son las personas de 15 a 20 años. En base a esto, Ichazo remarca que “está bueno que el ICAV se use como insumo como para orientar las campañas de las políticas públicas en estos segmentos específicos, porque los jóvenes de hoy son los que el día de mañana van a tener la decisión de vacunar o no vacunar a sus menores”.

Por otro lado, a partir del año 2022, la medición del índice de acceso (IA) se modificó para incorporar algunos lineamientos establecidos por el Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico en materia de inmunización de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Con esta nueva estrategia se busca refinar y ser más específicos a la hora de medir las barreras de acceso a la vacunación según la información dada por los cuidadores de menores de 14 años. El foco ahora se pone específicamente en esta población y no en la total, ya que aquella es la responsable de garantizar el cumplimiento del Calendario Nacional de Vacunación (CNV) de sus menores a cargo.

El nuevo Índice de Acceso considera ocho dimensiones para determinar las posibilidades que tiene la población de cuidadores de acceder a la vacunación:

  • Información sobre dónde vacunarse.
  • Costos involucrados.
  • Facilidad de acceso a la vacunación en general.
  • Dificultad en llegar al vacunatorio (accesibilidad)
  • Rechazo previo en vacunatorio.
  • Horarios del vacunatorio
  • Tiempo de espera en vacunatorio
  • Éxito en el vacunatorio

Este nuevo IA ha arrojado una importante información sobre dificultades comparadas en el acceso de cuidadores mujeres y cuidadores hombres, y también diferencias entre cuidadores con mayor y menor nivel educativo.

“Para nosotros el potencial del ICAV es, de alguna forma, poder ayudar a los hacedores de política a poner el foco donde está efectivamente el problema. Esto lo comento más a título personal, son cuestiones de una comunicación más enfocada para estos segmentos, que de alguna forma ayuden a brindar más y mejores posibilidades de acceso a las vacunas, ya sea brindando más información, cambiando horarios de atención en los vacunatorios, etcétera”, reflexiona Ichazo.

Desde la Fundación sostienen que esta baja de la confianza y acceso a las vacunas es preocupante y que el Estado debería adoptar medidas y políticas de comunicación que ayuden a facilitar estas dificultades. En cuanto a este punto, Brenda Walter, actualmente gerenta de proyectos en la Fundación y politóloga especializada en organizaciones sin fines de lucro comenta que “hay que diseñar estrategias de comunicación específicas para cada uno de los públicos, de manera que sea una comunicación efectiva e invite a vacunarse. Por efectiva entendemos que sea una comunicación clara, concisa, que no genere inquietudes o dudas, que dé las respuestas que tiene que dar y que además esté dirigida según el público dirigido”.

Y explica: “Siempre recomendamos trabajar en dos aspectos: por un lado la comunicación, creemos que es fundamental para afianzar y fortalecer la confianza. Esto acompañado de estrategias que garanticen una mayor disponibilidad de vacunas y una mayor accesibilidad puntualmente a las poblaciones más vulnerables que son las que a veces están mucho más alejadas de los centros de salud o tienen más dificultades para acceder, no cuentan con un medio de transporte propio, etcétera”.

Walter dice que junto con el agua potable, la vacunación ha sido una de las políticas sanitarias que ha impactado de manera muy directa en los sistemas de salud,  justamente porque permite prevenir la aparición de ciertas enfermedades. Por esa razón es fundamental promover una vacunación accesible, gratuita y que sea posible para todas las personas.