Por una alimentación sana, segura, soberana y saludable

Por una alimentación sana, segura, soberana y saludable

La red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines (CALISAS) con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll, presentó el Primer Informe de Soberanía Alimentaria. Denuncia que los gobiernos han apañado al agronegocio y al extractivismo, generando problemas en diversas comunidades.

La red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines (CALISAS) presentó el Primer Informe Anual de la situación de la Soberanía Alimentaria en la Argentina, en el Salón del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UBA, el jueves último.

Este trabajo fue llevado a cabo por CALISAS y la Fundación alemana Heinrich Böll – Cono Sur, que nuclean docentes, estudiantes y profesionales de distintas ramas de la salud, así como también organizaciones independientes que se dedican a defender los derechos por una alimentación sana, segura, soberana y saludable de distintas regiones del país.

Pedro Cerviño, representante de la red de cooperativas de alimentos, que combina trabajos con la red y comercializa los productos de un conjunto de cooperativas y productores de todas las regiones del país, explicó que actúa como una contraparte de la fundación Heinrich Böll prestando un servicio de administración y acompañamiento a la red. Explicó que para los compañeros de la cooperativa fue importante llevar adelante este informe: “Se sintieron halagados y muy a gusto con encarar el trabajo, ya que la Soberanía Alimentaria está abordada desde distintos lugares”. Desde la red de alimentos trabajan con especialistas de varias regiones para indagar en la temática, con la idea de crear un espacio de producción y promoción de alimentos sanos. Aseveró que el informe debería ser una referencia obligada para quienes están insertos en la soberanía alimentaria.

A continuación, docentes y profesionales de distintas universidades del país pertenecientes a la red CALISAS, entre ellas Soraya Ataire (Salta), Antonella Geronaso (Jujuy), Mara Eliana Manzur (Formosa), y Melina Gai (Santa Fe), explicaron los hallazgos.

El informe

El informe, distribuido en nueve capítulos, celebra la participación de las universidades públicas que evidencian una preocupación por la soberanía alimentaria, también la adopción de políticas públicas que contribuyen a su implementación en algunas cuestiones. Por otra parte, cuestiona que algunas políticas públicas también limiten y amenacen el avance de la soberanía alimentaria en nuestro país. Y por último se exige el cumplimiento de las propuestas del Foro Agrario para un programa Agrario Soberano y Popular del año 2019, así como también las recomendaciones dadas por la Relatora Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación Adecuada en el mismo año.

El público que asistió a la presentación también aportó su mirada. Docentes e investigadores de distintas universidades, miembros de agrupaciones como Mariano Toranzo, parte de la Campaña Nacional en defensa del Agua para la vida, personas públicas como Leonardo Pérez Esquivel hicieron su devolución: La importancia de cuidar la biodiversidad de nuestro país frente al agronegocio y garantizar el trabajo a pequeños productores brindando alimentos de buena calidad para la población nacional, fue de las principales demandas.

Semillas de libertad

El objetivo del informe busca visibilizar la importancia que tiene la alimentación y la producción agrícola en nuestro país. Denuncia también que los gobiernos han apañado al agronegocio y al extractivismo, generando problemas para gran cantidad de personas. La soberanía alimentaria apunta a abordar cuestiones que tienen como base los derechos humanos. Desde el derecho al agua, como el de los pueblos originarios, hasta el derecho a una vivienda digna y el derecho al trabajo.

La red CALISAS lo que propone es ir más allá de un encuentro netamente académico, para tomar conciencia y problematizar realmente estas cuestiones. Brindar herramientas para que los tomadores de decisiones puedan comenzar a trabajar en ellas. Hacer fuerza para que se escuchen las voces de aquellos a quienes representa este enorme grupo de docentes e investigadores: “Así como los árboles escriben la historia en su panza, en forma de anillos, nosotros conformamos una red para contarles las heridas, las cicatrices, pero también los crecimientos que atraviesa nuestro territorio nacional y lo estamos haciendo juntos y juntas. En forma de memoria escrita para que transforme y nos guíe a todos al buen vivir”, señalaron los organizadores.

Videojuegos peligrosos

Videojuegos peligrosos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó a principios de este año la adicción a videojuegos en la lista de desórdenes mentales junto al “uso de sustancias o comportamientos adictivos». El anuncio volvió a poner el foco en un sector del entretenimiento que crece de manera exponencial.

“Si la persona no puede jugar empieza a sentir ansiedad, agresividad, irritabilidad, depresión, aparece el fenómeno de tolerancia que es la necesidad de estar cada vez más tiempo conectado”, explica Laura Jurkowski, psicóloga especialista en adicción a las tecnologías y directora del Centro reConectarse. Según la especialista la adicción a los videojuegos comparte los criterios de cualquier otra adicción comportamental. Esto significa que no hay una sustancia de por medio y lo que es adictivo es la compulsión a realizar una conducta, lo cual se manifiesta en síntomas propios del síndrome de abstinencia.

Para Jurkowski muchos de los que sufren esta adicción huyen de algún problema o llenan algún vacío en su vida por medio de estos comportamientos compulsivos: “Buscan una satisfacción o gratificación que de otra manera no pueden conseguir, se escapan de la angustia”. Por ejemplo, alude a personas con escasas habilidades sociales, quienes pueden llegar a recurrir a los videojuegos como su única manera de conectar con el mundo y relacionarse con otros.

“Empiezan a tener problemas sociales, peleas con su familia, con sus amigos”, detalla la autora de Efecto Pantalla. Comienzan a presentar dificultades para concentrarse y conciliar el sueño, ya que se les invierten los horarios. Se vuelven muy sedentarios, lo que afecta su salud, favoreciendo problemas en los ojos, en la vista, en las manos o en los brazos por la cantidad de horas que pasan con la computadora. La alimentación también se ve alterada porque se acostumbran a comer desordenadamente y muchas veces casi ni salen de su cuarto, lo cual conduce a problemas de higiene. Si estudian o trabajan suelen faltar o llegar tarde y empiezan a tener malos resultados. “Esto pasa a ser el único tema de interés”, afirma Jurkowski.

Para la especialista, es a partir de los 15 y 16 años donde la adicción realmente se incrementa. Sin embargo, la situación empeora cuando los chicos dejan el colegio, ya que éste suele funcionar como un regulador que los mantiene lejos de las pantallas, al menos durante algunas horas al día. Además, cuando los niños son pequeños los padres suelen tener un grado más importante de control sobre su vida y al crecer también pierden esa regulación. Si a esto se le suma la frecuente comorbilidad con otro tipo de trastornos como puede ser el déficit de atención, a estos jóvenes les resulta poco atractivo y difícil estudiar y concentrarse. En cambio, en los videojuegos encuentran todo un mundo de satisfacción, con lo cual tienen poca motivación para hacer un esfuerzo”, opina la psicóloga.

De pandemia a peor

Célica Menéndez, psiquiatra infantojuvenil y ex jefa del Área de Salud Mental en el Hospital Garrahan, cuenta que luego de la pandemia el panorama se vio “empeoradísimo de una manera exponencial”. Si bien siempre hubo chicos con dificultades para establecer límites e inhibir sus impulsos, “después de la cuarentena esto se le fue de las manos a todo el mundo”. Menéndez entiende que al estar encerrados en sus casas y con menos socialización que nunca, los jóvenes encontraron en internet y los videojuegos la única manera de conectarse con sus pares: “Los chicos los usaban todo el tiempo y me parece que a los padres se les hizo más difícil que nunca poner una franja horaria”. Muchas de esas prácticas sobrevivieron a la pandemia y ahora resulta difícil plantear un control. Sin embargo, un alto consumo de videojuegos o pantallas no es suficiente en sí mismo para generar un trastorno.

“Cuando hablamos de adicción estamos hablando de una personalidad adictiva”, explica Jurkowski, lo que significa que siempre suele conjugarse con otra problemática personal del individuo. Pese a esto, cuenta que una buena forma de prevenir estos trastornos es llevar un registro del uso que se hace de las pantallas: “Tratar de darnos cuenta para qué y cuándo las usamos”. También aconseja a los padres que eduquen con el ejemplo a sus hijos y que sigan generando estímulos para ellos, lograr que no todo pase por las pantallas: “Es importante que todos, tanto padres como los niños tengan tiempo libre del celular”.

Jurkowski plantea que cuando uno reconoce que tiene un uso problemático puede intentar manejarlo solo o acudir a un profesional para lograr formas sanas de consumo: “El tipo de tratamiento que utilizamos es una terapia cognitivo conductual, donde la idea es trabajar en lograr un uso saludable y, a la vez, tratar de ver cuáles fueron las razones que provocaron este uso adictivo: “El tema no es dejar de usar las pantallas sino poder usarlas de manera equilibrada”. La psicóloga cuenta que también se suele trabajar con las familias de los pacientes, ya que en muchas ocasiones estos rechazan el tratamiento.

Siguiendo esta línea, para Menéndez es fundamental orientar a los padres y hablar con los chicos para que entiendan los elementos de sus conductas que les hacen daño: “Tengo pacientes que ellos mismos me dicen: ‘yo sé que me pone nervioso, yo sé que me pongo agresivo’, no es que no lo registran”. El Estado, de momento, no se ha hecho eco de la problemática favoreciendo campañas de prevención o mecanismos de ayuda: “Las cosas que vi o leí sobre la problemática provienen de ONG o de instituciones de psicología que se ponen a investigar el tema y hacer recomendaciones”. Jurkowski destaca la importancia de la prevención “y que la gente conozca esta problemática, porque en general esto está muy normalizado y naturalizado, muchas veces hasta por los mismos profesionales”.

El videojuego adecuado para el momento adecuado

 “El uso excesivo de cualquier cosa es potencialmente peligroso”, explica Andrés Rossi, presidente de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentinos (ADVA). Para Rossi, al igual que las especialistas en salud mental, un trastorno de este tipo se desarrolla si hay una propensión de la persona: “Lo importante es enmarcar y saber que si una persona presenta ciertas características que lo hacen afín a desarrollar adicciones, lamentablemente los videojuegos, tanto como la pornografía, los juegos de azar, el alcohol o las drogas se transformarían potencialmente en un problema”.

El director de la Licenciatura en Producción de Videojuegos de la Universidad de Rafaela (UNRaf) sostiene que los videojuegos suelen cargar con mala fama, ya que al no entender se dispara el prejuicio: “Que dejaran de decir jueguitos y digan videojuegos o industria de los videojuegos fue un trabajo que llevó veinte años”. Rossi considera que en ocasiones se los rechaza porque se dice que no son tan buenos como salir al aire libre, sin embargo, “un videojuego es una forma de expresión como el cine o un libro y es importante que se entienda que, bien enmarcados, pueden ser muy beneficiosos”.

            Rossi opina que el problema aparece cuando los chicos consumen productos que no son acordes a su edad y llama a la responsabilidad de los padres: “Estamos hablando de piezas de entretenimiento y es importante entender que el entretenimiento es para distintos segmentos. Si no se cuidan o se reemplazan cuestiones como la presencia del adulto lamentablemente estás armando una fórmula que posiblemente genere más problemas que soluciones. Si se usa como chupete electrónico estamos fabricando un problema”.

El académico reconoce que hay juegos originarios de otras regiones que tienen mecanismos muy agresivos en cuanto a la generación de conductas adictivas. Sin embargo, opina que se trata de algunos casos particulares no generalizables a todos por más que son los que más captan la atención: “Hay géneros más tendientes a eso, lo que hay que entender es que no solo se necesita que haya una persona predispuesta para la adicción sino que tenés que tener un volumen de contenido y las dinámicas necesarias para que eso ocurra”.

 Rossi sostiene que generar la fórmula para que un videojuego sea atrapante, al punto de volver al jugador adicto, es muy difícil: “Trabajan miles de personas y se gastan cientos o miles de millones de dólares por año para desarrollar un juego así. Si fuera tan fácil, todos estarían generando eso porque cuando esos mecanismos están en marcha mueven mucho dinero. Hay una responsabilidad vinculada a las corporaciones con este tema y es importante que el Estado y la salud dialoguen sobre eso”.

Un ejemplo en el mundo puede ser China, donde el gobierno decidió poner un límite a la cantidad de horas que los jóvenes pueden pasar conectados a las pantallas: “En esos lugares donde había grupos con un consumo de muchas horas, el Estado intervino y tomó decisiones”. Sin embargo, Rossi afirma que en esos países funcionan lógicas de gestión social muy distintas a las nuestras: “¿Argentina está en esa situación? Yo te diría que antes que con los videojuegos se metan con WhatsApp porque el consumo de horas muestra que somos extremadamente improductivos por estar paveando con los memes”.

“Los videojuegos no son inocuos de por sí. Creo realmente que un chico que se vincula a los videojuegos genera muchas oportunidades de diversión y aprendizaje pero es importante que eso ocurra en una edad adecuada y en un tiempo adecuado”. Para Rossi, que un chico de siete años esté jugando cuatro horas por día a un videojuego es un problema: “Si el niño está en un momento de desarrollo madurativo tiene que destinarlo a otro tipo de cosas y si por alguna cuestión está jugando videojuegos no es lo mismo pasar ese tiempo jugando Minecraft que jugando juegos donde el objetivo es matar al otro como el GTA”. Desde su punto de vista, los videojuegos bien aprovechados son una herramienta muy poderosa donde los resultados son sobresalientes: “El punto es el videojuego adecuado para el momento adecuado”.

¿Qué hacer?

            La adicción a los videojuegos (y a las pantallas en general) existe, es un hecho. Los síntomas están a la vista y la pandemia no hizo más que profundizar un pozo que ya tenía varios metros de profundidad. Esto no significa que deba generalizarse un rechazo hacia una industria que es muy variada y que genera entretenimiento, el desarrollo de vínculos y nuevas formas de contar historias.

Sin embargo, es importante reconocer que dentro del sector existen empresas que apuntan a desarrollar un tipo de consumo adictivo con el objetivo de generar más ganancias. No es algo que sea exclusivo de los videojuegos: las redes sociales son un gran ejemplo. Es importante que todos puedan analizar sus prácticas de consumo y tratar de poner límites cuando este se vuelve problemático pero también el Estado debe colaborar en campañas de prevención. Las adicciones son un problema de salud pública, las tareas de prevención y de tratamiento no pueden colocarse en un segundo plano. Nacer en un ambiente con la tecnología no implica que se sepa manejarla. Esto no quiere decir que en un futuro no podamos hacerlo.

Exigen justicia por Sandra Constante

Exigen justicia por Sandra Constante

El jueves 17 de noviembre se llevó a cabo una movilizaciónen la esquina de Camargo y Serrano, en el barrio de Villa Crespo. En ese lugar, hace tres años, la oficial de la Policía de la Ciudad Silvina Beñacar atropelló y mató a Sandra Constante, una joven de 19 años. La justicia acaba de condenar a tres años en suspenso a la oficial, lo que implica que podrá cumplir su condena en libertad, con solo siete años de inhabilitación para manejar. Familiares y murgeros -Sandra bailaba en El Rechifle- la recordaron y protestaron contra el fallo. Mirá las fotos de ANCCOM.

El reclamo de las mujeres indígenas llegó al Banco Central

El reclamo de las mujeres indígenas llegó al Banco Central

El Movimiento de Mujeres Indígenas Por el Buen Vivir ocupó el hall del Banco Central, con la intención de ser recibidas por sus autoridades. Reclamaron por la abolición del chineo, la liberación de las mapuches detenidas y la restitución de sus territorios.

Durante la mañana del miércoles 9 de noviembre el Movimiento de Mujeres Indígenas Por el Buen Vivir, junto con otras organizaciones que se presentaron en apoyo, ocuparon el hall de entrada del edificio del Banco Central y aguardaban ser recibidas por las autoridades de la entidad.

Llegaron a la Ciudad de Buenos Aires para exigir la atención a sus reclamos: abolición del chineo, la inmediata liberación de las presas políticas mapuche, el retorno de la machi Betiana Colhuan Nahuel a su rewe (machi es la máxima autoridad del pueblo mapuche que equilibra al pueblo con la naturaleza), la disolución del Comando Unificado, la desmilitarización de todos los territorios indígenas, el fin de los desalojos y por último el reconocimiento y restitución de sus territorios.

En la plaza, frente al Centro Cultural Cristina Kirchner desde las 9:30, al costado del monumento a Juana de Azurduy comenzaron a llegar las manifestantes. «Vamos a un lugar en que se decide un modelo de país sin los pueblos indígenas. Vamos a pensar juntos un modelo de país diferente con la participación y con la vida de los pueblos indígenas”, dijo Moira Millán, de la Nación Mapuche y fundadora del Movimiento. Se refería al Banco Central.

Al llegar a la entidad, las mujeres intentaron pasar la recepción, pero dos guardias se interpusieron. El movimiento fue colocando las banderas indígenas y algunas pancartas en las que se podía leer «Salta tartagal, basta de terricidio”, “ Mientras no tengamos justicia para ellos, no habrá paz» o «desmilitarización de todos los territorios indígenas y fin de los desalojos».

Una de las denuncias que hacen desde el Movimiento se debe a un nuevo asalto ocurrido en la comunidad. Una niña wichi fue abusada sexualmente, golpeada con un palo y estrangulada hasta casi la muerte. «Doce años tiene esa niña, solo doce años y está peleando por su vida. Hay que hacer un programa de prevención para el chineo, siguen violando a nuestras niñas y no le importa a nadie, tampoco les importa asesinar al pueblo mapuche, hay cuatro mujeres injustamente presas», dijo Millán.

«Yo soy bisnieta de cacique, los pueblos originarios los llevo en la sangre. La verdad que me dan ganas de llorar, no hay agua, están haciendo sus casas con ramas. Las mujeres y sus chicos están en abandono, cuando van a los hospitales no los quieren atender porque tienen olor y están sucios. Los nenes de 10 a 12 años, se tiran combustible y se prenden fuego, y las nenas desaparecen para la explotación sexual. En este momento nos llamaron, hay cinco nenas desaparecidas. Esto responde a un odio por parte del Estado a la comunidad indígena, esto es terrorismo de Estado, no tiene otro nombre, yo pasé la dictadura, fui castigada en dictadura, mi marido fue secuestrado en dictadura, esto es lo mismo, con la trata y los pueblos originarios», dijo Margarita Meira, del movimiento Madres Víctimas de Trata, quien asistió en apoyo a la comunidad originaria.

A lo largo de la jornada, las militantes visibilizaron los reclamos de sus comunidades, hicieron uso de la palabra, algunas hablando en su idioma originario. Fabiana Ibarra viajó más de 1600 kilómetros desde una comunidad llamada Carboncito, en Salta, para denunciar la violencia hacia las niñeces indígenas, con las que conviven a diario «¡Basta! La vida no se negocia», dijo Ibarra.

Briseida Alejo, de la Nación Quechua, integrante del Movimiento dijo que «es urgente porque todos los días matan una niña y no hay ninguna ley que las proteja».

Alejandra, de la comunidad indígena, que vestía una camisa con la imagen de su hijo en la que se leía «Ser indigena no es delito», comentó, «¡Qué miedo voy a tener! A mí me mataron a mi hijo el 13 de septiembre del 2018, qué miedo puedo tener, por eso decidí caminar y encontrarme con todas mis hermanas acá, para decir basta. Hace dos años nos mataron una niña, nunca más se acordaron de esa niña que fue asesinada, hace un año atrás nos mataron una niña también y la encontraron atrás del cementerio, de esas niñas jamás se acordaron, solo nos acordamos nosotras las mujeres indígenas, sus padres y las abuelas porque los demás no se acuerdan.»

Ximena Sánchez, sin ser parte, acudió en apoyo, aclaró que «me sumo a la lucha de las mujeres para colaborar con la visibilización de todas las problemáticas que padecen.»

“Hemos empezado a caminar, el primer escalón lo dimos hoy y sabemos que todo esto iba a suceder, así que no crean que hemos fracasado”, dijo Millán después de abandonar las instalaciones del Banco.

"Si es indígena, importa poco"

“Si es indígena importa poco o nada” dice Adriana Meyer, periodista de Página/12, por la falta de interés de los medios periodísticos cuando las mujeres indígenas manifiestan vulneraciones a sus derechos.

Una nota que no llegó a publicarse “porque ni siquiera me aceptaron la propuesta”, cuenta Meyer. “Avisé apenas estaba sucediendo la toma y la respuesta no la tuve hasta las 19, este tema siempre fluctúa entre la sección Sociedad y la sección Política, entonces tenían que ponerse de acuerdo, yo me ofrecí a escribirla, y la respuesta a las siete de la tarde de un editor fue ‘no tuve mucho eco’, es decir, que no se llegaron a poner de acuerdo.  Yo me pregunto si no pudieron o no quisieron.”

“Esa toma, ese acto tan fuerte como ir a un edificio público y decir yo quiero hablar con el presidente y no me muevo de acá, es todo una noticia -continuó Meyer-. Sospecho que si eso lo realiza un grupo de estudiantes en Capital, cualquier grupo de los que suelen protestar en la calle, puede tener aunque sea un par de líneas o muchas, yo sospecho que no hay los mismos reflejos periodísticos para dar cuenta de una noticia cuando los protagonistas son en este caso mujeres indígenas.”

La periodista frente a la poca mención del hecho no solo en los medios tradicionales sino también en redes dijo que “ese día pasaba de todo y yo fui movilera, yo sé que a veces pasan cincuenta cosas en la ciudad y tenés que decir a dónde mandás el móvil pero bueno, vos tenes recursos para dar cuenta de eso igual aunque no sea mandando un móvil, pero ese día hubo escasísima repercusión, más allá del propio medio donde uno trabaja que puede tener las razones justificadas o no para no dar determinada noticia, qué pasa con todo el resto que no reacciona cuando son mujeres indígenas las que están protestando, es una gran pregunta que me hago”.

La fila de los invisibles

La fila de los invisibles

Casi un millón de personas ya se anotó para cobrar el bono que la ANSES otorgará a quienes viven en situación de indigencia. Hombres y mujeres que duermen en la calle o que sobreviven con rebusques hacen cola mientras tienen que aprender qué es un CBU. Historias de los caídos del mapa.

A las nueve de la mañana, los rayos de sol que cruzan perpendicularmente la Avenida Santa Fe, impactan de lleno contra el cartel blanquiceleste de la oficina de ANSES ubicada en Palermo. Son más de 30 las personas que esperan tramitar allí la inscripción para el bono de 45 mil pesos que las personas en situación de indigencia cobrarán en dos pagos mensuales de 22.500 pesos.

Mientras aguardan a ser atendidos, algunos se refugian del calor y la humedad matutina bajo la sombra de una palmera. La hilera se extiende hacia la izquierda, hasta la agencia de lotería “Vendedores de Ilusiones”. Frente a la puerta del local, uno comenta:

Vine porque vivo en la calle. Ojalá me lo den al bono. Con la plata que te dan, me alcanza para alquilarme una pieza por un mes.

Con el paso de los minutos, la hilera se extiende. Los transeúntes pasan por el lugar con normalidad. Nadie repara que, a pocas cuadras del predio de la Sociedad Rural Argentina, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, haya gente completando formularios para poder comer. 

«Acá no te podemos dar plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Provincia».

“No, acá no te podemos dar la plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Povincia”, avisa uno de los empleados de ANSES a la persona de la fila que contó que vive en la calle

El inquilino del asfalto no tiene cuenta bancaria, tampoco los otros cuatro que lo preceden en la cola. Automáticamente, se va rumbo a la sucursal del Banco Nación ubicada en Plaza Italia. Allí lo esperan más personas que se encuentran en la misma situación. Algunos fueron al lugar a abrir su primera cuenta bancaria; otros tantos utilizan su umbral para dormir. 

“Creo que tendrían que fijarse el tema de las colas. Yo no sé usar la computadora, entonces no me pude inscribir por internet y tuve que venir acá -se queja uno de los que espera que lo dejen entrar al banco-. El tema es que para venir, yo tuve que dejar de trabajar. Yo junto cartón, metal, y una mañana perdida le duele bastante al bolsillo”. 

Mientras el hombre habla, otro que está más adelante lo escucha. Media hora más tarde, ese otro explica que tiene 30 años, que no tiene lugar donde dormir y que por eso necesita el refuerzo alimentario. 

“Yo vivo acá a unas cuadras, en Plaza Italia -comenta Silvia, otra de las que anhelan cobrar el bono-. Mi marido trabajaba en un taller en Mataderos. Cuando vino la pandemia, lo despidieron y no pudimos pagar más el alquiler. Ahora nadie nos quiere dar trabajo ¿Cómo salimos de la calle si nadie nos quiere dar laburo?”

Mientras tanto, la fila de ANSES sigue extendiéndose y se mezcla con la de las paradas de los colectivos. Todos miran impacientemente hacia la puerta, mientras un empleado de la oficina recorre la cola respondiendo preguntas e intentando espantar a los reporteros gráficos que retratan el escenario. 

“Lo que pasa es que no quieren mostrar que hay tanta gente necesitando esta ayuda -opina Manuel, un albañil de 29 años que faltó a su trabajo para poder acercarse hasta el edificio público-. La plata que nos dan son monedas y de acá a diciembre, cuando se cobra la segunda cuota, nos va a alcanzar para menos cosas. Pero bueno, peor es nada. Mis compañeros también querían venir, pero no los dejaron porque alguien tenía que seguir la obra. Todos estamos en negro y cobramos una miseria. Yo falté porque si no, no tengo cómo darle de comer a mis nenes.”

Una y otra vez, los minutos de espera son definidos como tiempo quitado para el trabajo. Y en la economía informal, donde el sueldo es un anhelo y los derechos una utopía, cada segundo que se le dedica a otra cosa que no sea conseguir dinero, significa alejarse un centímetro más del plato de comida. 

Es una realidad que afecta a todos los pobres del país, pero sobre todo a quienes recibirán el bono alimentario. Para poder cobrar el llamado popularmente “IFE 5”, no se pueden percibir jubilaciones ni pensiones; prestaciones por desempleo; no estar inscriptos en el Pla Potenciar Trabajo, ni ser beneficiario de Becas Progresar, Asignación por Embarazo o ni ningún programa social. El bono no es para los que se encuentran en los márgenes del sistema, es para los que están aferrados con las uñas para evitar la caída. 

Nadie repara que a pocas cuadras de la Sociedad Rural, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, hay personas haciendo cola para poder comer.

“A mí lo que me da miedo es lo que viene después de esto. En su momento sacaron cuatro IFE y después se olvidaron de nosotros. La ayuda está muy bien, pero no podemos vivir eternamente en la calle, por más de que nos regalen plata -declara José Luis-. Uno va a pedir ayuda al Gobierno de la Ciudad y la policía te amenaza. El Gobierno nacional te tira dos pesos y después se olvida. Nadie nos ve a nosotros, somos invisibles.”

Mientras habla, el hombre sostiene un bolso. Ahí dentro están sus únicas pertenencias: una campera, un jarrito de metal, una botella de agua, una sábana sucia y una gorra. Él duerme en la parada de la línea 60 del Metrobus. Su cama es el suelo, porque los asientos fueron construidos especialmente para que tipos como él no puedan acostarse. Contra él no conspira solo el sistema económico y social imperante, sino también la arquitectura diseñada por un Gobierno que no quiere pobres durmiendo en la calle pero no les ofrece salidas dignas a la indigencia. 

Para las once de la mañana, quedan cinco personas esperando. Si cumplen con los requisitos, se sumarán a los más de 800 mil argentinos que ya fueron aprobados de los más de dos millones estimados que podrían obtener el bono. La primera cuota se cobrará el 14 de noviembre, mientras que la segunda se depositará en diciembre. Todo sea por una Navidad en ¿paz?

La clase media va a Avellaneda

La clase media va a Avellaneda

Los altos índices inflacionarios trajeron consigo cambios en los hábitos de consumo. Quiénes son los que abandonaron los shoppings por el popular paseo de compras del barrio Flores.

Es sábado por la mañana, está fresco y a punto de largarse a llover pero casi no se puede caminar por la Avenida Avellaneda, en el barrio porteño de Flores. El mal tiempo no parece ser un impedimento para un paseo de compras del que cada vez participa más la clase media.

Remeras, polleras, pantalones, buzos, gorras, zapatillas, ojotas: todo lo necesario para aprovisionarse para la nueva temporada está en Avellaneda. Quienes mejor conocen la zona recomiendan adentrarse por las paralelas o las calles que cortan la avenida para conseguir mejores ofertas y variedad. Los precios son considerablemente inferiores a los de los shoppings o marcas reconocidas pero, según los vendedores de los locales, las ventas han bajado en gran medida después de la pandemia.

Hace diez años que Ulises y Micaela son los dueños de Házlo Fácil en la calle Helguera. “Si antes de la pandemia hacías 100 ventas por día, hoy haces 30. Nosotros vendemos todos los días al por mayor, pero nos tenemos que adaptar a la gente sino también nos perdemos muchas ventas. Entonces lo que hacemos es vender por menor con un precio un poco más elevado y hay gente que no lo quiere pagar. Antes por ahí vendíamos seis prendas al por mayor y hoy hay que adecuarse a vender dos. Les decís tres y se asustan. Es una rueda: si el minorista no vende, nosotros no vendemos. Los revendedores no quieren llevarse ni una de más. Hoy el consumo está un poco parado por los precios y la inflación. La economía no ayuda”, explica Ulises.

Según el INDEC, en septiembre los precios del rubro de “prendas de vestir y calzado” aumentaron un 10,6 por ciento, un número alto en comparación al ya elevado 6,2 del nivel general de la inflación promedio. Ulises y Micaela explican que para los locales es imposible actualizar los precios al nivel que crece la inflación. “A veces las textiles te aumentan un 10 por ciento por semana y vos tenés que aumentar un dos o un tres porque si no no vendés, el cliente no lo compra. Por más de que trabajes buena confección y buena calidad hoy la gente busca buenos precios”.

Los dueños de Házlo Fácil también remarcan un cambio en el público que visita Avellaneda para realizar sus compras. Si hace unos años era un espacio exclusivo para revendedores que compraban al por mayor, hoy gran parte de la clase media se acerca, sobre todo los sábados ya que los locales permiten comprar por menores cantidades de prendas. “Público hay de todo. Hay gente que busca calidad, hay gente que busca precio. Mucha gente de clase media que quizás antes iba al shopping o compraba en marcas ahora se viene para acá. Uno se pregunta por qué las marcas venden tan caro. Si bien el alquiler en los shoppings es muy alto, les retienen un porcentaje de la venta y pagan publicidad, igual no lo justifica. Le ganan un 1.000 o un 1.500 por ciento a la prenda”.

Graciela es de Durazno, Uruguay, y es clienta fiel de Avellaneda. Antes tenía un local de ropa y revendía las prendas que compraba en Argentina y ahora viene con su familia a comprar por menor para consumo personal. “Es un lugar al que me encanta venir por la calidad de las prendas y por los precios. Venimos a buscar prendas de vestir y surtirnos para todo el verano. Ya conozco locales de hace mucho años pero hago una recorrida. A la gente le recomiendo que venga y compare precios”.

Venir a comprar a Flores también es una actividad que suman a su lista viajeros del interior del país. Camila es de Palermo y trajo a Agustina, de Mar del Plata, a conocer Avellaneda. “Yo que soy de Mar del Plata nada que ver con los precios de allá. Con lo que gasto en dos prendas allá, me compré siete. Vine a buscar remeras básicas, blazers”, comenta la segunda.

Muchas chicas jóvenes o adolescentes llegan a Avellaneda a partir de Tik Tok. En la red social se pueden encontrar distintas influencers que visitan la zona, hacen sus compras y las comparten con sus seguidores dándoles detalle de los precios, los locales y sus ubicaciones. Ailén, quien vino acompañada de su mamá, explica: “Yo volví por Tik Tok. Venía antes del boom de Tik Tok pero ahora veo que los precios están mucho más caros que antes de que pasara eso. Igual, sigue siendo más barato que un shopping. Con la misma plata te comprás varias prendas y en el shopping no conseguimos talles”.