Los excombatientes de Malvinas también defienden la Ley de Tierras

Los excombatientes de Malvinas también defienden la Ley de Tierras

El juez Ernesto Kreplak hizo lugar al amparo solicitado por el CECIM, un centro de excombatientes de Malvinas para que no se suspenda la vigencia de la Ley de Tierras, tal como plantea el megaDNU firmado por Javier Milei.

A las 18:30, Ernesto Alonso, secretario general del Centro de Excombatientes de las Islas Malvinas de La Plata (CECIM) abre la sede de la organización que en las últimas horas logró suspender el artículo del Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023, que buscaba derogar la Ley de Tierras. Se sienta en su escritorio y comenta la repercusión que generó la noticia, los apoyos que recibieron desde distintos puntos del país. Habla custodiado por un banner que recorre toda la pared, en el que se ven imágenes de los montes que se elevan en las islas del Atlántico Sur. Y empieza subrayando la importancia que tuvo la decisión de presentar una medida cautelar. En nuestra organización, dentro de los objetivos estatutarios, y por eso conseguimos que la Justicia nos de la visibilidad, está la idea de defender la soberanía nacional en todos sus aspectos. Y cuando empezamos a ver la dimensión que tenía este DNU, el 70/23, puntualizamos en el tema de tierras. Entonces decidimos presentar una medida cautelar, una acción de amparo, pidiendo la anulación del artículo 154 del DNU”, explica.

En este sentido, Alonso sostiene que la decisión de acudir a la justicia “surgió primero por observar que esto es una grave violación de la Constitución. Segundo, porque pone en riesgo la integridad territorial y tercero por la defensa de la soberanía. Entendemos que no había ninguna necesidad y urgencia para plantear esta cuestión, sino que observábamos toda una intencionalidad política, sumado a todo lo que veníamos analizando sobre cómo arranca el gobierno de Javier Milei, entendiendo que esto es un plan sistemático de entrega. Empezamos a evaluar algunos ejemplos, porque ya vimos con Joe Lewis lo que pasó en su momento cuando no existía la Ley de Tierras. Es muy grave, estamos en un mundo que si vos te proyectás a 40 años, va a ser el mundo de la escasez de recursos naturales y de minerales estratégicos, y algo fundamental, el tema del agua.”

Por otro lado, Alonso denuncia que “no existe ningún lugar en el mundo donde se permita sin ningún tipo de restricción, que cualquier persona extranjera compre miles de hectáreas en un país. Con el DNU veíamos afectadas áreas estratégicas, las zonas periféricas de glaciares, de recursos de agua y suelo que existe en nuestro país”. 

El año pasado se conoció que miembros del Gobierno de la Ciudad, del Poder Judicial y del Grupo Clarín pasaron un fin de semana en la estancia de Joe Lewis ¿Piensa que ese tipo de conexiones, de acceso al poder, pudo haber influido en la derogación de la ley?

Sí, es el poder. Fijate el caso que planteás: Lewis compró no sé qué cantidad de hectáreas, en el medio quedó un lago, se lo apropió y no permite el acceso. Tenés un grupo económico que se compra 100 mil hectáreas en la frontera con Chile de un lado y otras 100 mil hectáreas del otro lado, el tipo se pondría una frontera propia. Eso lo restringe la Ley de Tierras, no permite comprar en lugares estratégicos como pasos fronterizos. Nosotros lo denunciamos en la campaña, el proyecto que venía a proponer Milei era un proyecto de no país, dejando 45 millones de personas afuera. Es un modelo de país primario, extractivista sin agregado de valor. Eso produce falta de empleo, incapacidad de mejorar socialmente, porque se la llevan en pala hacia afuera.

 

A partir de la presentación de la medida cautelar, ¿se comunicaron con ustedes desde el Gobierno o desde el Congreso?

Desde el Gobierno no, pero sí desde algunos sectores y espacios sociales, políticos y gremiales. Hay varias cautelares presentadas. De hecho, hoy (por el 31 de enero) casualmente vamos a hacer un Zoom en el que van a estar Jerónimo Guerrero Iraola que es uno de nuestros abogados, va a estar el exjuez Raúl Zaffaroni, gente de Mendoza y Río Negro, porque sus cautelares no avanzaron tanto como la nuestra, y ahora el juez Kreplak pidió la remisión de todos los casos a su juzgado de La Plata. Entre ayer y hoy fue terrible la cantidad de mensajes que recibimos. Hubo como una cuestión de esperanza porque pudimos lograr revertir algo de este DNU y encima algo tan importante. Con el Gobierno, nada. No solo con eso. Justamente ayer habíamos publicado el tema de los vuelos irregulares a Malvinas.

Hay un vuelo que identificamos, que es un vuelo ejecutivo particular, que sale del aeropuerto de San Fernando a Malvinas. Está dos horas en las islas y sale rumbo a Comodoro, pero en el medio del camino desaparece y no se sabe a dónde fue.

Ernesto Alonso

¿Por qué dicen que hay un Triángulo de Malvinas?

Es una referencia al Triángulo de las Bermudas, porque desaparecen los aviones. Había surgido una noticia y empezamos a controlar los vuelos que van y vienen a Malvinas con una aplicación del celular, no es que tenemos un satélite o un radar. Los británicos hacen un puente aéreo que a veces recala en la Isla Ascensión, pero también pueden volar directamente. Y hay un vuelo que identificamos, que es un vuelo ejecutivo particular, que sale del aeropuerto de San Fernando a Malvinas. Está dos horas en las islas y sale rumbo a Comodoro, pero en el medio del camino desaparece y no se sabe a dónde fue. Lo que también observamos ahora es que se introdujo como una escala permanente Montevideo, Uruguay, donde hay un gobierno que es muy afín a este gobierno. No puede ser que Cancillería no esté haciendo ninguna queja. Puede ser que haya un vuelo que tenga que hacer una escala técnica de emergencia, puede ser que haya un vuelo que pida permiso por un vuelo humanitario, pero no dos vuelos en un mismo día. Hay un silencio de radio no respondido en absoluto. Cuando Diana Mondino empieza a decir que hay que pensar en los deseos de quienes habitan las islas, está diciendo lo mismo que plantean los británicos ante la comunidad internacional, diciendo que los habitantes decidieron ser un pueblo británico y ellos tienen derecho a la autodeterminación. Cuestión que no está reconocida por Naciones Unidas, porque solo los pueblos tienen ese derecho y la de Malvinas es una población insertada. Vemos que la cancillería está en silencio. En estos días hubo ejercicios militares que los hacen sistemáticamente las fuerzas británicas. La Cancillería no dijo nada, no protestó, silencio absoluto. 

 

En las últimas horas algunos medios británicos filtraron que el canciller David Cameron sospecha que Argentina podía relegar los reclamos de soberanía a cambio de pactos comerciales ¿Qué opina al respecto?

La información es de un medio periodístico, nadie estuvo en esa reunión. Pero es preocupante lo que dijo Milei sobre construir una relación adulta ya que solo teníamos una diferencia territorial, como si fuera un diferendo limítrofe esto, y no está entendiendo que se trata a nivel mundial del conflicto donde está en disputa la mayor cantidad de kilómetros cuadrados en el planeta. Porque es Malvinas, Georgias, Sandwich del Sur y los mares correspondientes. Son más de dos millones de kilómetros cuadrados.

 

La cuestión Malvinas estuvo muy presente en la sociedad durante el Mundial de Qatar y ahora nos encontramos con que por ahí no se le está dando importancia a lo que dicen los excombatientes.

En el tema Malvinas hay muy poco conocimiento en la sociedad de lo que significa Malvinas, está muy asociado a lo sentimental y no a una cuestión más de entender de saber qué está en juego. Está todo dirigido a relacionarlo con la Guerra. Sí, hubo una guerra, pero vos tenés toda una línea de tiempo de 1833 hasta hoy, y en cada momento de la historia de la República Argentina, Malvinas aparece. Entonces esa es parte de nuestra tarea, que a las nuevas generaciones no les pase lo que nos pasó a nosotros. Nosotros llegamos a Malvinas y no sabíamos dónde estábamos.

 

A partir del fallo judicial, ¿piensa que el Gobierno va a escuchar a los excombatientes?

No, es un Gobierno muy soberbio y están dispuestos a llevarse todo puesto. Es lo que estamos observando lamentablemente. Creo que hay una posición muy antidemocrática de muchos sectores. La vicepresidenta de la Nación, por ejemplo, Victoria Villarruel, es una falsa nacionalista. Porque no toma como ejemplo a Savio, a Mosconi, que fueron los militares que desarrollaron la industria pesada en la Argentina; el general Leal, que fue expedicionario en la Antártida; Pujato, que fue uno de los primeros que definió la estrategia de ocupar ese territorio con una mirada estratégica. Villarruel se referencia con torturadores, se pone la gorra de Videla, y junto con parte del gabinete como Patricia Bulrrich y el ministro de Defensa Petri, profundizan y vuelven a desarrollar lo que es la Teoría de la Seguridad Nacional. O sea, el enemigo está acá adentro, los enemigos son los diferentes, los pueblos originarios, los piqueteros. Esos falsos nacionalismos aparecen mucho en el tema de Malvinas. Se llenan la boca hablando y nosotros sabemos lo que hicieron allá. Tenemos esa mirada, ojalá nos equivoquemos, pero no creo que esto llegue a buen puerto. 

 

“Javier Milei no conoce su país ni su historia”

“Javier Milei no conoce su país ni su historia”

El sobrino de un soldado muerto en Malvinas explica lo que sintieron los familiares de los combatientes cuando escucharon al candidato de la Libertad Avanza idolatrar a Margaret Thatcher.

El riocuartense Edgardo Roberto Prámparo fue uno de los 323 muertos que dejó el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano del 2 de mayo de 1982 durante la Guerra de Malvinas. Facundo, quien mantiene en pie la memoria de su tío, mostró su indignación hacia lo expresado por Javier Milei. “Cuando el domingo por la noche escuché al candidato decir que se siente identificado con Margaret Thatcher, se reabrió una herida profunda, no solamente como ciudadano de una sociedad muy bien malvinizada, sino como familiar de un héroe. La palabra de Milei deshonra la memoria de los más de 600 caídos que dejaron su vida en el conflicto bélico”.

El candidato a presidente de la Nación Javier Milei idolatra a Margaret Thatcher, la misma que, en su papel de primera ministra del Reino Unido, ordenó el hundimiento del ARA General Belgrano y causó la muerte de 323 jóvenes argentinos, entre ellos Prámparo. A la vez, es la misma líder que cuenta con una mala imagen en el pueblo británico por haber promovido el individualismo y la desigualdad a partir de políticas neoliberales. “Se le cayó la careta a un candidato de extrema derecha que no hace más que reivindicar una porción de la historia que nos duele mucho: la dictadura y el accionar de una líder política hacia nuestro país”, indica Facundo.

Otra más de Milei: cuando el 16 de junio 2022 se votó por la aprobación de la Ley 27671 de capacitación obligatoria, periódica y permanente en la “Cuestión de las Islas Malvinas” para todas las personas que desempeñen cargos públicos, el diputado de La Libertad Avanza estuvo ausente. “No me extraña que el diputado no haya votado una ley que lo obliga a empaparse en la cuestión Malvinas y, entonces, tampoco me sorprende que haya hecho semejante declaración. No solo falló en no ir a votar, sino que también se perdió la oportunidad de fortalecer los conceptos de soberanía e identidad nacional que tanto necesita”, afirma Facundo.

El riocuartense Edgardo Roberto Prámparo fue uno de los 323 muertos que dejó el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano del 2 de mayo de 1982 durante la Guerra de Malvinas.

Milei se jacta de ser nacionalista y patriota, pero, al mismo tiempo, no reconoce símbolos de la Argentina como la democracia o las Malvinas. “¿Qué pasaría si un presidente que hace alusión al negacionismo junto a su vice (Victoria Villarruel) tuviera como referente político a la asesina de nuestros pibes en la guerra?”, se pregunta Facundo, mientras recalca que no le sorprendería que los libertarios “no tengan políticas para con un sector que nos ayudó a tener consensos en nuestra sociedad independientemente del color político.”

A él lo han ‘corrido’ en programas de televisión o radio por ‘sesgar’ la realidad. Sin embargo, aclara que estas acusaciones no deberían tener lugar: si yo fuera economista estaríamos hablando de economía, pero esta es la batalla que decidí luchar por un compromiso familiar. Es la parte de la historia que me toca defender.” También remarca que “Milei puede tener una valoración positiva en cuanto a la gestión y políticas económicas (de Thatcher) en su país, pero hay un límite cuando la decisión tiene que ver con matar pibes.”

Facundo Prámparo agradece que se haya dado una instancia de debate que instale este tema fruto del consenso democrático de la gente e indica que hay ciertos temas que no se tocan después de 41 años. Por eso, hace un llamado a los ciudadanos en memoria y honor a todos los héroes de Malvinas: “Las familias siguen en un proceso de malvinización constante que cree conciencia sobre lo que pasó para que reflexionemos sobre el pasado e identifiquemos las ideas del país donde no queremos vivir”, concluye el riocuartense.

Y recuerda lo que dice la Constitución Nacional: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

Con ojos de soldado

Con ojos de soldado

La muestra «Memoria de la espera» exhibe fotografías de la Guerra de Malvinas tomadas por conscriptos que hasta ahora eran desconocidas.

Fabián Volonté, ex combatiente, es una de las 22 personas que aportaron fotografías a la muestra.

En el marco del Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico se presentó en el museo de cine Lumiton, en la localidad de Munro, el proyecto “Memoria de la Espera” de Diego Sandstede y Martín Felipe, un archivo de Malvinas compuesto por fotografías tomadas por los soldados conscriptos durante la guerra en 1982. “Los colimbas estuvieron esperando 60 días. Llegaron el 12, 13 de abril y combatieron el 12, 13 de junio. Fueron dos meses de espera, de pasar hambre, frío, maltrato. Las fotos son en ese momento de espera”, desarrolló Martín Felipe, en diálogo con ANCCOM, acerca del nombre que lleva la muestra, inaugurada el viernes 10 de junio último. El acervo completo se encuentra actualmente compuesto por más de 600 imágenes, además de 12 entrevistas y reconstrucciones contextuales de las fotografías.

La jornada comenzó con una proyección de 73 fotografías del archivo en una pequeña sala cinematográfica. “La foto y el silencio, la pausa entre foto y foto. A mí me transportó. Yo viajé en el 2010 [a las Islas Malvinas], pero ahí no me pasó lo que me pasó en las fotos”, destacó Luis Quinteros, ex veterano. Del evento participaron ex combatientes pertenecientes al Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Vicente López junto a Fabián Volonté, una de las 22 personas que aportaron fotografías a la muestra. Cuando fue reclutado para la guerra, Volonté viajó a las Islas Malvinas con un paquete de cigarrillos y una cámara Kodak Instamatic 126 que le solicitó de urgencia a su hermano, apenas se enteró de su destino: “Nunca fui de sacar fotos, pero era como que me iba de vacaciones. Además, yo nunca había volado en avión”, recordó.

El proyecto creado por Martín Felipe y Diego Sandstede tiene una acervo de más de 600 fotografías personales.

La primera recorrida silenciosa de las fotografías desencadenó un aluvión de anécdotas y apreciaciones de la Guerra entre los veteranos presentes en la sala. En la selección de imágenes presentadas había una gran variedad de retratos: conscriptos acampando, un paisaje de las Islas con un buque en el horizonte, instrumentadoras quirúrgicas civiles voluntarias, una trinchera “Pozo de Zorro”, el ala de un avión, un soldado posando a cámara mientras sonríe y sostiene su arma. “En esta foto yo estoy prisionero. El chico que está al lado mío falleció”, indicó Volonté, señalando una imagen en la que aparece él mismo en primer plano, fumando un cigarrillo, junto a otro compañero. Otra fotografía de soldados posando junto a una oveja alentó un debate acerca de la ineficiente logística alimentaria que se llevó adelante durante la Guerra. “Malvinas tiene mil historias y ojalá puedan quedar capturadas”, reflexionó Volonté, y luego afirmó: “En las fotos está el relato”.

Frente a la censura impuesta por la última dictadura y la tergiversación narrativa de los grandes medios periodísticos durante la Guerra, las fotografías tomadas por los conscriptos cobran al presente un enorme valor testimonial.

A 40 años de la Guerra de Malvinas, el proyecto de Sandstede y Felipe tiene el objetivo de recuperar estas imágenes de primera mano. Frente a la censura impuesta por la última dictadura y la tergiversación narrativa de los grandes medios periodísticos durante la Guerra, las fotografías tomadas por los conscriptos cobran al presente un enorme valor testimonial y de reconstrucción de la historia argentina. Las imágenes que conforman el acervo tienen la característica de la espontaneidad y la ausencia de mediación: “No hay recortes ni ediciones para una noticia o narración periodística. Son los ojos de los soldados que vieron y fijaron el tiempo”, se destaca, con una impronta barthesiana, en la página “Memoria de la Espera”.

“Es un archivo que tiene una fuerza muy importante de memoria colectiva, documentos muy fuertes de una guerra. Se va a perder si no hacemos algo para preservarlo”, alertó Felipe acerca de la importancia de la iniciativa. Después de realizar un breve diagnóstico sobre el lugar relegado que aún tienen la Guerra de Malvinas y sus veteranos en el imaginario social, expresó: “Estas fotos, si cumplen alguna función y queremos hacer algo con ellas, es justamente que ayude a que la gente pase del otro lado. Lo que muestran estas fotos… no hay un filtro, nos ponemos en Malvinas, ayuda a cortar ese síntoma social que tenemos de escaparle a Malvinas”.

 La colección “Memoria de la Espera”, disponible de manera digital, es un archivo que se encuentra en crecimiento, en busca de sumar nuevas fotografías de autoría de soldados conscriptos con soporte en papel.

Vivir para contarlo

Vivir para contarlo

El 2 de mayo se cumplieron 40 años del hundimiento del crucero General Belgrano. Jorge Massin y Jorge Luis García viajaban abordo cuando los ingleses torpedearon la embarcación. Aquí recuerdan cómo fue ese momento.

 

El 2 de mayo de 1982 fue un antes y un después para la Guerra de Malvinas. Esa jornada, el Crucero General Belgrano recibió dos impactos de torpedo provenientes del submarino britanico HMS Conqueror que provocaron su hundimiento. Trescientos veintitrés de sus mil noventa y tres tripulantes murieron allí. Dos de los sobrevivientes de ese evento son Jorge Luis Massin y Jorge Alfredo García, soldados que estaban dentro de la embarcación y que recuerdan con Anccom los sucesos ocurrido en esa jornada de la cual se cumplieron 40 años.

 En la década del 1930, el General Belgrano era una embarcación de la Marina de los Estados Unidos llamada “USS Phoenix”. En la década siguiente fue utiilizado en la Segunda Guerra Mundial y operó en las islas del Pacifico de Pearl Harbor, de dónde escapó de los bombardeos aéreos efectuados por Japón en 1941.

 En 1951 el crucero fue adquirido por Argentina. Recibió la denominación de General Belgrano en 1955 durante el gobierno de facto de Pedro Aramburu.

 Massín y García coinciden que si bien la embarcación era un poco antigua y no disponía de un sistema de detección de alerta por ataque submarino, había pasado por un período de preparación previo al desarrollo del conflicto y se encontraba apta para su circulación y para la distribución de armamentos y misiles.

El cambio de suerte

 

La guerra marcó un punto de inflexión para Jorge Massin, un hombre oriundo de la localidad santafesina de Avellaneda, que a sus 20 años pasó de estar trabajando en un campo familiar a oficiar en el área de comunicaciones dentro del crucero general Belgrano. La historia de Massin con el Crucero General Belgrano se retrotrae a su ingreso al Servicio Militar Obligatorio y al número “937”, por el cual debió ingresar en el área de la Marina.

Luego de unos meses de instrucción en la Base Naval de Puerto Belgrano, más precisamente en el campo Sarmiento, localizado en la zona de Punta Alta, provincia de Buenos Aires, fue enviado al General Belgrano.

El 2 de abril, fecha en donde se anunció la ocupación de las Islas Malvinas, Massin se encontraba en Puerto Belgrano, donde la embarcación estaba en reparación. Allí observó un movimiento poco usual, sobre todo traslados de  pertrechos hacia el puerto: “Nunca imaginamos que era por la toma de Malvinas. En un principio creímos que era una práctica de tropas, que era común hacer con otros buques en mar abierto”, afirma Massin recordando esos momentos previos a la guerra.

El ex soldado recuerda que el Belgrano pudo zarpar  el 15 de abril de 1982, después de tres intentos fallidos por distintas complicaciones, sobre todo en la zona de calderas. “Nosotros estábamos en un hermetismo total. A nosotros nos llegaba información escasa a pesar de que estábamos en guerra”, afirma Massin analizando esos días de 1982.

El 1 de mayo, después de varias jornadas trasladando municiones, el crucero ingresó a zona de combate. El ex combatiente recuerda que esa noche sus superiores le informaron que la navegación estaba en estado de alerta, ante un eventual ataque aéreo de los ingleses. 

En la madrugada del 2 de mayo, nadie pegó un ojo; todos estaban expectantes por un posible movimiento de los ingleses. Después de varias horas, los superiores dictaron la orden para abandonar la zona de combate  Massin se encontraba en el área de los baños, después de haber oficiado de servicio esa noche, esperando su turno, cuando una explosion en el área de maquinaria sacudió todo el crucero: ”Las explosiones me agarraron a mitad de camino”, recuerda con voz entrecortada el ex soldado.

Los navegantes no habían superado el primer impacto, cuando un segundo torpedo lanzado por los británicos volvió a sacudir el crucero. Massin recuerda que en pocos minutos el crucero empezó a inclinarse verticalmente, y que provocó la caída de cientos de soldados que combatían contra la gravedad. “A nosotros se nos doblaban las piernas”, recuerda con dolor Massin.

El contexto era desolador: los bombardeos habían dejado sin electricidad a la embarcación; el humo y el fuego dificultaban la visibilidad dentro del lugar, mientras que a los alrededores había cuerpos de soldados heridos, mutilados y hasta incinerados por las llamas.

“Es imposible mantenerlo a flote. Hay que abandonar el crucero”, rememora Massin que escuchó aquel 2 de mayo.

En medio del shock, comenzó el operativo para abandonar el crucero. Mientras un grupo se encargaba de la búsqueda de balsas para escapar de la embarcación, otro  arrojaba tambores de combustible al mar para evitar un potencial incendio. En ese momento, a pesar de los intentos de los trabajadores navales de reparar las filtraciones del crucero, los superiores les dijeron a los soldados: “Es imposible mantenerlo a flote. Hay que abandonar el crucero”, rememora Massin.

El excombatiente señala que luego de lidiar con el oleaje y los fuertes vientos, pudo lanzar su balsa al mar para poder abandonar el crucero. Allí, Massin comenzó a rescatar de forma acelerada a sus compañeros que cayeron al agua. La misión se demoró por unos momentos, porque un soldado temeroso por las condiciones del mar no se lanzaba a la balsa. “Le decíamos de todo, hasta que lo amenacé con dejarlo en el crucero, porque ponía en peligro a mis compañeros”, dijo el ex conscripto. Así fue como lo convenció.

Después de unos minutos, los 17 tripulantes de la balsa abandonaron el área del crucero dirigiéndose hacia un destino incierto. “Estábamos en el medio del mar. No veíamos nada alrededor”, señala el ex combatiente. En alta mar, los tripulantes debieron lidiar con las tempestades del viento y el agua helada. “Nuestro mayor temor era que el bote se diera vuelta”, recuerda.

Cuarenta y ocho horas debieron esperar los tripulantes de la balsa para ser rescatados por el ARA Gurruchaga, en la madrugada del 4 de mayo. “Estábamos destruidos física y mentalmente”, rememora Massin y agrega “No tenía fuerzas ni para pararme. Me tuvieron que llevar en andas”. En el crucero recibió una frazada, ropa seca y una taza de chocolate hirviendo para retomar fuerzas. “A ese chocolate le salía vapor de lo caliente que estaba, pero en ese momento no tenía noción de mi cuerpo y lo tomé de un tirón”, recuerda el ex combatiente.

En el ARA Gurruchaga, Massin empezó a preguntar qué había ocurrido con sus camaradas de barco. ”Uno pregunta, ‘lo viste a este’ y empezás a ver que algunos compañeros tuyos no están”, explica sin poder contener el llanto del otro lado de la línea. Después del rescate fue enviado a su provincia para ver a su familia por una semana y luego retornar a la base naval para ponerse nuevamente a disposición y continuar el combate.

A 40 años de suceso, Massin señala que “estas fechas son complicadas para los soldados, porque cuando uno habla, un montón de imágenes se le pasan por la cabeza al recordar ese momento y es difícil separar la emoción del relato”, y agrega: “A uno le hace mal porque murieron muchos amigos y compañeros con los que compartimos cosas”.

En los últimos años, Jorge Massin recorrió diferentes establecimientos educativos para contar a los alumnos sobre su experiencia en Malvinas: “Muchas veces se te complica hablarlo, pero es necesario para nuestros compañeros, amigos y para que el mundo sepa cómo se vive una guerra”, afirma el veterano y señala que el objetivo en cada recorrido escolar es “lograr que la causa Malvinas siga siendo algo que permanece en la conciencia nacional de futuras generaciones”.

El relato de García

Jorge Luis García es presidente del Centro de combatientes de Malvinas de Salta y recuerda cada día lo ocurrido en 1982. Tenía solo 19 años cuando sobrevivió el hundimiento del Crucero General Belgrano. Momentos antes del bombardeo inglés, el marino se encontró con un vecino de su barrio a quien no veía hacía mucho tiempo y que el azar o el destino quiso que ese encuentro le salvara la vida.

El excombatiente tuvo su primer acercamiento a las fuerzas armadas en 1979, cuando por necesidad económica abandonó el secundario y viajó a Buenos Aires para  alistarse en la Armada Argentina e iniciar una carrera de suboficial. Sus estudios los comenzó en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), el mismo lugar donde se llevaba adelante el plan sistemático de tortura, desaparición y exterminio de personas. En diciembre de 1981, García se recibió en el Área de Telecomunicaciones de la Armada y fue enviado a trabajar en el Área de Comunicación del crucero General Belgrano hasta que se inició el conflicto bélico.

García señaló que durante ese período la principal complicación que tuvo el Belgrano estuvo relacionada con el sistema de calderas, pero que operativamente funcionaba muy bien. Así fue que el 16 de abril de 1982 zarparon hacia Puerto Belgrano para integrarse a las labores operativas de la guerra. García trabajaba en el Área de Comunicación Radio 12 junto al cabo Jorge Yacante y al conscripto Fabian Siri.

Fueron pocos días hasta que sintió la guerra en su propio cuerpo. La noche anterior al bombardeo estuvo en servicio, en estado de alerta constante debido a que habían ingresado a zona de ataque.

El 2 de mayo, la jornada parecía ser tranquila. Luego de haber salido de la zona de ataque, los tripulantes del crucero estaban más aliviados. En ese momento García había terminado su descanso y se encontraba en la cocina preparando unos mates para luego entrar en servicio. En ese entonces aparece sorpresivamente en la cocina Elio Moya, un vecino que no veía hacía mucho tiempo y por casualidad se habían reencontrado en ese lugar. En esa cocina, iniciaron una larga y distendida conversación, mientras tomaban mate. El exmarino recuerda que en medio de la conversación apareció Siri para decirle que ya estaba preparado el recambio. “Decile a Yacante que espere un minuto que ya voy para allá”, fueron las palabras de García a su subordinado, que abandonó esa sala. Segundos después, se escuchó la primera explosión en su zona de trabajo. “Por cuestiones del destino ni yo ni mi amigo de salta morimos ese día”, enfatiza García, emocionado al recordar ese momento y afirma que durante los bombardeos, junto a su amigo, se escondió debajo de una mesa presuponiendo que fue un ataque aéreo

            Luego de la explosión, el área estaba en llamas y llena de humo. La capacidad operativa del crucero se encontraba disminuida por la falta de electricidad. Las cubiertas comenzaron a llenarse de agua producto de las filtraciones generadas por los torpedos. A pesar del aturdimiento por el impacto, García comenzó el protocolo por hundimiento. En medio del ruido de alarma, el salteño abrió los portones que había en el crucero para que sus compañeros pudieran abandonar el área. 

En medio del operativo se encontró con un suboficial, que le entregó una balsa y un abrigo. “Solo andaba con una remera de grafa”, recuerda García. Minutos más tarde, después de pelear con la inclemencia y luego de que sus superiores le anunciaron que “no había nada que hacer”, dio inició al operativo de abandono en balsa. El excombatiente afirma que la zona donde debían ubicar la balsa estaba “empetrolada”, por los barriles que  de petróleo que un grupo de soldados había lanzado para evitar un incendio. “Muchas balsas se habían roto por el fuerte oleaje”, enfatiza y agrega que el operativo de salida se realizó en la misma zona en donde los torpedos impactaron sobre el crucero.

El exmarino afirma que fue el primero en tirarse a la balsa y que enseguida detectó que tenía una filtración. “Los que estábamos ahí, ya no teníamos fuerza ni para agarrarnos de los costados del bote”, recuerda mientras su voz se entrecorta en el teléfono. En el mar, las correntadas y el fuerte viento transformaban a la balsa en una bola de flipper que iba de un lado a otro. En ese momento, el suboficial Emilio Torlaschi solicitó a los tripulantes de la balsa que se acercaran a otros botes para colocar a los heridos. El titular del centro de combatientes de Salta afirma que después de luchar contra la inclemencia del clima pudieron acercarse a un bote en donde podían colocar a los lesionados. En cuestión de minutos, una fuerte ola impactó sobre el bote en donde viajaba García, que provocó que el suboficial Torlaschi tomará una decisión drástica: “Cortar los cabos que unen a los botes”. En ese momento, dudó de hacerlo, pero los gritos de sus compañeros pidiéndole “Cortá los cables que se nos rompen” fueron suficiente para cortar la soga y separar definitivamente a los soldados. “Los integrantes de la primera balsa se perdieron en el mar. Para mí son héroes de la patria”, enfatizó emocionado García.

La noche más larga

El clima y el viento fueron impiadosos con nosotros”, recuerda el hombre que formó parte de la marina hasta 1984. García debió moverse a un tercer bote para poder encontrar estabilidad en el viaje.

En esa balsa, pasó la noche del 2 y la madrugada del 3 de mayo, en donde junto a sus compañeros soportaron las fuertes olas, las bajas temperaturas y un viento sur que impactaron sobre esos cuerpos húmedos y cansados.

“Fueron las noches más largas de mi vida”, destaca García, que recuerda que en esas jornadas anochecía a las 17 y que recién aparece el sol a las 8 de la mañana.  

En la tarde del 3 de mayo, un avión apareció en el cielo de Malvinas. En ese momento, los soldados tiraron unos tarros de pintura en el mar con el objetivo de generar señal que permitiese al avión detectar la presencia humana. “El mar era tan grande que no veíamos nada. Solos no nos hubiésemos salvado”, destaca García.

Esos minutos de felicidad fueron escasos, porque la noche volvió aparecer en Malvinas. “En ese momento, muchos creímos que otra noche más no la pasábamos y muchos se apegaban a la religión, porque necesitaban algo en que creer”. En ese ambiente nocturno, la desesperanza y pesimismo se articulaban con el cansancio físico de los tripulantes, que aguantaron estoicamente esa noche.

García se emociona al recordar el momento en que el Crucero Gurruchaga apareció para rescatar a la flota. Los tripulantes de la balsa usaron las pocas fuerzas que disponían para remar hasta el barco que los rescató en la jornada del 4 de mayo. “Nosotros no teníamos fuerzas ni para mantenernos en pie”, recuerda con emoción.

A pesar del rescate, García no estaba tranquilo. El temor ante un posible ataque de los ingleses estaba latente. El 5 de mayo, el ARA Gurruchaga llegó a Ushuaia, en donde los sobrevivientes del Crucero General Belgrano fueron trasladados tanto a diferentes hospitales zonales como a sus respectivas bases militares.

García, desde ese entonces, no fue el mismo. Continuó en la fuerza hasta 1984, cuando decidió abandonar su carrera de marino para radicarse en Salta y conformar el Centro de Combatientes de Malvinas, en donde ayuda a otros excombatientes y a sus familias otorgando capacitaciones laborales, becas, viviendas y hasta apoyo psicológico. En este sentido, García critica el tratamiento del Estado argentino hacia los excombatientes, enfatizando que la falta de apoyo en materia psicológica provocó el suicidio de muchos soldados.

El presidente del Centro de combatientes de Malvinas de Salta se emociona al recordar a sus compañeros caídos en batalla: “Nosotros nos sentimos orgullosos por lo hecho en Malvinas, porque también nos mantuvimos de pie a pesar de que muchos compañeros ya no están entre nosotros por la desidia del Estado”, enfatiza García.

El exintegrante de la marina se siente dolido cuando relacionan a los excombatientes de Malvinas con la dictadura militar: “Muchos de los pibes que estaban con nosotros, antes de la guerra trabajan para darle de comer a su familia, estudiaban o jugaban a la pelota, y se metieron en una trinchera peleando por su Argentina, por su bandera, por su patria, jamás por la Junta Militar”, enfatiza García.

Jorge García se emociona al rememorar lo vivido en las islas en 1982 y al recordar a sus compañeros de combate caídos. “Es imposible no recordar, no renegar, ni ilusionarse. Ojalá que algún día suceda y nosotros podamos descansar tranquilos. Hicimos lo que pudimos”, concluye el combatiente. 

El excombatiente que se reunió con las autoras de las cartas que recibió en el frente

El excombatiente que se reunió con las autoras de las cartas que recibió en el frente

Cuando tenían 9 años, Gabriela Mogica y Valeria Treo escribieron cartas para los soldados de Malvinas. Carlos Vergara las recibió y las contestó. Este sábado se reencontraron para conmemorar los 40 años de la guerra.

.El excombatiente Vergara, ladeado por su hija Carolina y por Gabriela Mogica y Valeria Treo, autoras de las cartas.

Corría el año 1982, cuando el 10 de abril, a ocho días del desembarco de Argentina en las Islas Malvinas, el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri pronunciaba su famoso desafío: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.

La guerra se convirtió en una historia que aunó muchas. Una de ellas es la que protagonizan el veterano Mayor Carlos María Vergara junto a Gabriela Mogica y Valeria Treo. Ellas, quienes en ese momento tenían 9 años, le escribieron una carta de apoyo. ANCCOM participó de una videollamada en la que los tres protagonistas de esta historia cuentan cómo es ese ritual que unía a los dos primeros cada año y al que se sumó ahora Treo.

Vergara, desde la casa de su hija Carolina, en Salta, arranca la conversación contando su historia: “Toda la vida estuve en el Ejército. Soy militar desde los 17 años. Antes de la guerra yo estaba viviendo en Sarmiento, Chubut y previo a eso en otras ciudades del país como Buenos Aires, Monte Caseros, Ciudad de Córdoba”.

Vergara actualmente tiene 75 años. Los 37 los cumplió el 20 de mayo en pleno combate. Cuenta que formaba parte del Regimiento de Infantería 25, que por entonces estaba al mando del Teniente Coronel, Mohamed Alí Seineldin, quien luego se hiciera conocido como líder carapintada, cuando atentó contra la democracia en 1990. “El tercero en jerarquía era yo, que era Mayor y me desempeñaba como oficial de operaciones. Al tiempo de ir a la guerra el jefe del regimiento le ordenó a su segundo jefe que permaneciera en Sarmiento, Chubut, a cargo de aquellos que no iban a la guerra: oficiales, suboficiales, soldados; y como protección y cuidado de la familia del barrio militar que estaba al lado del cuartel. Entonces me llamó a mí y me dijo que yo lo iba a acompañar durante las operaciones como segundo jefe de regimiento en la recuperación de las Islas Malvinas”.

La partida

Carlos recuerda: “El jefe me llamó a su despacho y me dijo que jurara que iba a guardar un secreto que él me iba a confíar. Yo le contesté: ‘Sí, juro’. Y me dijo: ‘Salimos mañana a reconquistar las islas Malvinas’. Eso fue en el atardecer de un día a finales de marzo, podría ser 26, 27 o 28 de marzo. Entonces volví a mi casa y mi esposa me preguntó qué quería el jefe que me había mandado a llamar a esa hora y yo le contesté que nada, que yo le debía unos papeles. Traté de llevar mi conversación para otro lado porque tenía un juramento que debía cumplir.”

A la mañana siguiente Vergara se vistió con uniforme militar, se cortó el pelo, partió a la sede del comando de la Novena Brigada de Infantería en Comodoro Rivadavía, a 150 kilómetros de Sarmiento. “Le dije a mi esposa me iba a quedar a almorzar y que me esperara con mate a las cinco de la tarde y en realidad sabía que no volvía. Regresé 111 días después”. Desde Comodoro Rivadavia partió hacia Punta Alta, sede de la flota de mar donde están todos los barcos de la Armada argentina.

“Me embarqué en el rompehielos Almirante Irizar. Partimos en un atardecer, y en una navegación de tres días y medio llegamos a las Islas Malvinas. En cercanía de las islas, que se veían desde nuestro barco, bajamos en el primer helicóptero que salió del Almirante Irizar y que me transportó hasta el aeropuerto de lo que se llamaba Puerto Stanley y que nosotros bautizamos como Puerto Argentino”.

Misivas

Una vez en las islas fue encargado de visitar a los enfermos y heridos, además de su evacuación cuando fuera necesario Su otra tarea era encargarse del correo que llegaba a través de la empresa de entonces, Encotel. Primero eran pocas cartas, pero luego comenzaron a llegar bolsas y bolsas de cartas de chicos que mandaban su palabras de aliento en cartas dirigidas “A un soldado argentino”.

Vergara recuerda: “La tarea que me dio mi jefe era retirar la bolsa que le correspondía a mi regimiento, algo así como unas 400 cartas más o menos. Hice una distribución bastante rápida porque yo sabía cuántas personas había en cada compañía de infantería. Una carta para cada uno. El jefe en aquella oportunidad nos consiguió papel a todos para contestar esas cartas y algo para escribir, con lo cual sin descuidar las tareas inherentes a la guerra nosotros debíamos contestar la carta del día. En esa mecánica, a mí me tocó recibir y contesté tres cartas. Una de ellas a un grupo de chicos de una escuela de Chubut de la localidad de Alto Río Senga. La otras fueron a Valeria Treo y a Gabriela Mogica”.

Una de las cartas enviadas por Gabriela Mogica cuando tenía 9 años.

Gabriela Mogijca recuerda su parte de la historia desde su casa en Villa Elisa: “En el colegio Saint Marrets de Belgrano nos habían dicho que quien quisiera le escribiera una carta a algún soldado argentino y yo escribí desde la inocencia de los nueve años sin saber bien de qué se trataba”. De esta manera, se inició un intercambio de un puñado de cartas que Vergara en un momento ya no pudo continuar. Pero las cosas no terminaron allí.

Vergara recuerda cómo se enteró del fin de la guerra: “Me enteré porque yo estaba alejado del frente de batalla, estaba como a seis kilómetros más o menos y en la mañana del 14 de junio hubo un gran silencio, no hubo más disparos, excepto alguno que otro aislado. Nuestro comando superior nos informó por radio que había terminado la guerra.”

En relación al regreso al continente, el militar recuerda: “En principio no hubo vuelta inmediata sino que se fueron yendo en diferentes barcos, de a uno, todos los regimientos que habían participado de la guerra. A nosotros nos retenían y no nos llevaban porque fuimos los primeros en llegar y desalojamos a las fuerzas inglesas el 2 de abril. Por esa razón, supongo, nos retuvieron y nos llevaron prisioneros el 14 de junio, primero en helicóptero a algo parecido a un frigorífico abandonado en el límite de las dos islas separadas por el canal San Carlos. Ahí estuvimos con 597 compañeros durante 15 días. Luego nos subieron a un barco que navegó hasta Puerto Argentino, donde estuvimos otros 15 días. Desde allí el buque inglés en el que estábamos, el San Edmundo, que levó anclas el 12 de julio y luego de un día y medio de navegación, el 14 de julio, al amanecer llegamos a Puerto Madryn. Así fue la parte del fin de la guerra”.

Se conocen personalmente

“Desembarcamos en Puerto Madryn, de ahí fuimos a Comodoro Rivadavía y de allí a Sarmiento”, recuerda Vergara. “Después habremos estado una semana, no sé cuánto tiempo y nos dieron unos días de vacaciones. Ahí me fui a Buenos Aires donde estaba Carolina, mi mamá y por supuesto Gabriela y toda su familia”.

“Un día a las doce de la noche estábamos mirando El globo rojo”, recuerda Gabriela Mogica y continúa:. “No me olvido más. Suena el teléfono. Yo atiendo, doce de la noche, y me dice: ‘Hola quiero hablar con Gabriela’, ‘Sí, soy yo’ le digo, ‘Soy Carlos que volví de la guerra’. La revolución que fue mi casa, lloraba yo, lloraba él, yo no entendía nada, empecé a los gritos. Mi mamá y mi papá vinieron y les dije: ‘Mamá, mamá es Carlitos que volvió’. La cuestión es que arreglaron entre ellos y nos conocimos al otro día. Él estaba parando en la casa de su mamá que vivía en Capital y arreglamos que al otro día nos veíamos. El encuentro fue pura emoción, llegamos al departamento de la mamá de Carlitos y ahí nos conocimos”.

Mogica cuenta que “Me acuerdo todo, cuando abrió la puerta del ascensor y él con su alegría despampanante me abrazó. De ese primer encuentro tengo fotos. Fue lindo. Agrega que al llegar a la adolescencia el contacto se suspendió, y solo fue retomado años después mediante las redes sociales. Desde entonces, cada 2 de abril se reúnen nuevamente.

Valeria Treo se suma a la charla por videollamada desde San Juan: “Fui a una escuela católica de mujeres. Nos pidieron que escribiéramos una carta para algún soldado, la que quisiera y que si queríamos podíamos enviar chocolates, jabones y no me acuerdo qué otra cosa. Yo escribí la carta, luego llegó a mi casa la respuesta. Obviamente fue una gran sorpresa, algo que uno no se puede imaginar, que alguien que está en una guerra se acuerde de vos y tenga ese gesto, es impensable, nadie lo puede creer. El otro día pensaba ahora que hay países en guerra cómo con las redes sociales se ven tantas cosas, información que va y que viene, como que ahora es más posible. En ese momento era impensable que eso pudiera suceder y sucedió. Fui a la escuela y conté, me hicieron leer la carta en un acto o una entrada al colegio adelante de toda la escuela. La carta siempre estuvo guardada en un cajón de la mesa de luz de mis padres, yo siempre la agarraba, la leía y la miraba y pensaba ‘qué pasará con este hombre, dónde estará’”

Los años pasaron, la pregunta continuó. Pero en 2020, Treo hizo algo más con ella “Con la pandemia empecé a estudiar una especialidad en docencia universitaria y enseñaban una materia que se llamaba Dimensión Política y teníamos que relacionar nuestra historia escolar con los hechos políticos del momento. Yo política no sé nada, nunca supe nada en la vida, no me da vergüenza decirlo. Pero conté lo de la carta y le hablé a un profesor de educación física que es entrenador de gimnasia artística, el Tano Montaña, que estuvo en Malvinas y él creo que contactó a Carolina, la hija de Carlos a través de otra persona. Una noche que estaba con mis dos mejores amigas, en mi casa, Carolina me habló, me dijo quién era y que su papá ya sabía que yo le iba a hablar. Lo llamé un sábado a la mañana en octubre y me dijo muy contento ‘Hola Valeria, hace 38 años que estoy esperando este llamado’. Entonces él empezó a hablar conmigo como si me conociera de toda la vida, con confianza, con cercanía. De ahí nos seguimos hablando y comunicando, siempre con esa cercanía como si nos conociéramos desde hace 40 años”.

 Al momento de expresar el significado de las cartas, Vergara se emociona y Carolina, su hija, traduce esa emoción en palabras: “Yo debo decir, porque lo sé, que es una aproximación a alguien que piensa en vos. Por supuesto que toda su familia, sus amigos y seres queridos pensaban en él, pero recibir un cachitito de afecto de alguien del otro lado, en la soledad de su historia, de esta guerra tan cruel, fue un rayito de sol, un mimo al alma. Cuando Gabriela apareció en las redes sociales y me dijo ‘¿te acordás de mí? Caro, yo soy Gabriela, la chica de la carta de Malvinas’. Le digo ‘como no me voy a acordar de vos, así pasen 200 años de mi vida vos fuiste la persona más importante en la vida de mi papá’. Y así cada mimo, cada cartita puede haber sido insignificante para la persona que la escribía o no pero está vertida con tanto amor y con tanto cariño que es un mimo al alma”.

En medio de la charla, la curiosidad de Valeria se transmuta en una pregunta: “Carlos ¿por qué respondiste las cartas?”. “Hay dos respuestas a eso. La primera porque quise, porque encontré un papel con mucho amor que yo debía responder. La segunda fue que nuestro jefe nos había dicho que sin descuidar nuestra propia misión y la seguridad debíamos contestar esas cartas. Así que si bien es cierto que yo escribí las cartas, el promotor y el impulsor de todas estas respuestas fue nuestro jefe en su momento. Yo tenía necesidad de contactarme con esas chicas enormes, maravillosas y desconocidas”, responde Carlos.

Valeria coincide con Gabriela y comenta que a ella las cartas la hacen sentir “una persona elegida por algo. Por algo nos tocó a nosotras”. “Además de responderle a una niña”, agrega Gabriela. “Tremendamente importante”, suma Carlos.

Carolina comenta que el haber conocido a Valeria y a Gabriela “para nosotros es maravilloso, no hay palabras, es como agradecerles todo lo que ellas hicieron por mi papá en ese momento y es enorme.” “Un premio de la vida”, agrega emocionado Carlos.

Vigilia

El 1 de abril en Campo de la Cruz, Salta, se desarrolló la vigilia desde las 18 hasta las 00 “para recibir el 2 de abril. A las 10 se realizó propiamente el encuentro” cuenta Carolina, hija de Carlos.

 “Esto lo estamos programando desde el año pasado, que no pudimos conmemorar Malvinas. Hace un año que estamos pensando en este momento”, detalla Gabriela.

 “Carolina nos invitó a venir acá a conmemorar los 40 años. Vino Valeria de San Juan con su familia, Gabi de La Plata con su familia y yo vine hace un mes, que estoy acá esperando el momento”, concluye Carlos.