La estafa emocional al rock argentino

La estafa emocional al rock argentino

Cuando se desató la Guerra de Malvinas, la música nacional copó los medio de comunicación. El festival solidario que dividió a los músicos y recaudó fortunas que no llegaron a destino.

A pesar de la fuerte represión que la última dictadura militar desató contra los jóvenes, durante la Guerra de Malvinas, que se extendió del 2 de abril al 14 de junio de 1982, el rock empezó a afirmarse cada vez más como práctica social y expresión artística. El insólito veto a difundir canciones cantadas en inglés en los medios de comunicación hizo que la música joven, otrora postergada al gueto de lo contestatario, obtuviera una masividad que no había tenido durante los quince años previos.

El periodista y docente Alfredo Rosso recuerda el lugar del rock argentino hasta antes del inicio de la guerra: “El rock siempre fue una manera de resistencia en el medio del Proceso, en una época de censura encarnizada. Para mí el rock demostró ser resistencia por el mero hecho de existir, grabar discos, hacer recitales… Por algo ibas preso por portación de juventud…”

De repente, con el desembarco del 2 de abril la Junta Militar había ganado algo hasta entonces impensado: el apoyo de la gente. Mientras el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri con sus discursos encendía la llama nacionalista, el chauvinismo se instalaba en todos los sectores de la vida social de los argentinos. La gente llamaba a las radios pidiendo que no se pasaran canciones cantadas en inglés. Los interventores de las radios estales les hicieron caso y de un día para otro, aquel idioma fue erradicado del éter. Estaba bien pasar tango y folklore y empezaba a estar bien también pasar rock argentino, que por primera vez tenía un lugar masivo en la radio.

Sin embargo, uno que sufrió este veto fue el legendario Willy Quiroga (cantante y bajista de Vox Dei), quien le había puesto a su nueva banda de nombre Destroyer: “Si yo le hubiera puesto ‘Destructor’ a mi grupo me hubieran pasado en las radios, pero le puse ‘Destroyer’. Por eso cuando salió editado el disco no lo querían pasar en ningún lado porque era un nombre en inglés…”

Como se sabía que los recursos bélicos de la Nación iban a escasear,  empezaron a llegar donaciones de todos lados, desde efectivo hasta alhajas, bufandas y pulóveres tejidos a mano. Un show benéfico llevado a cabo por ATC (Argentina Televisora Color), la principal emisora estatal, recaudó 20 millones de pesos de entonces y 40 kilos de joyas que finalmente tuvieron un dudoso destino.

Algunos creyeron que el rock no se podía quedar al margen de este clima de gesta patriótica y que había que aportar algo: hacer un concierto por la paz y por los chicos de Malvinas. No queda en claro de quién fue la idea original. Pero rápidamente músicos, como Edelmiro Molinari, propusieron hablar con Luis Alberto Spinetta para colaborar. Lo mismo hicieron Pappo y Charly García. Pronto se sumarían al proyecto los productores Alberto Ohanian, Daniel Grinbank y Pity Yñurigarro. Lógicamente, hubo contactos con el gobierno, que buscaba hacer algo con el rock y Malvinas.

Así se programó un festival de cuatro horas con todos los grupos y solistas que quisieran sumarse y que se denominaría Festival de la Solidaridad Latinoamericana. El lugar elegido fue el campo de juegos de Obras Sanitarias de la Nación. En vez de cobrar la entrada, se optó por pedir ropa y alimentos no perecederos, con el propósito de ayudar a los soldados. Ninguno de los músicos participantes, ni el staff de productoras ni los técnicos cobraron cachet. El festival se llevó a cabo el domingo 16 de mayo, cuando el conflicto bélico ya estaba en pleno desarrollo y aunque revistas como Gente titularan en tapa “Estamos ganando”, la euforia de los primeros días de abril ya se había disipado y empezaba a florecer un claro sentimiento de incertidumbre social y preocupación.

Ese mediodía frío y gris en las puertas de Obras se estacionaron varios camiones militares, pero no para llevarse detenida gente, como era usual en esos años en los conciertos de rock, sino para cargar todo lo recaudado: 50 camiones de abrigos y alimentos. Cerca de 60 mil jóvenes asistieron al festival. Por supuesto, la radio y Canal 9 transmitieron el recital en directo.

Artísticamente, el concierto fue todo un éxito. La revista Pelo lo cubrió, titulando en su tapa: “La hora del rock nacional”. Participaron el Dúo Fantasía, Miguel Cantilo y Jorge Durietz (también conocidos como Pedro y Pablo), Edelmiro Molinari con Ricardo Soulé, el grupo Dulces 16 con Pappo de invitado, Tantor, Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Rubén Rada, Beto Satragni con Oscar Moro; y un final con Charly García, David Lebón, Raúl Porchetto, León Gieco, Nito Mestre y Antonio Tarragó Ros. El manager Peter Deantoni, que en ese entonces trabajaba en la agencia de Daniel Grinbank, apunta: “Convocamos a todos los artistas, algunos no vinieron por distintas razones. Por ejemplo, Virus no participó porque los Moura tenían un hermano desaparecido. Violadores no actuó porque a Grinbank no le gustaban porque usaron en un show un telón lleno de esvásticas. Y a Riff tampoco se lo incluyó porque se tenía miedo que su actuación generara disturbios».

Lastimosamente, nada de lo recaudado llegó a destino. Piltrafa, cantante de los Violadores, acusó al festival de ser fratricida y colaboracionista, un mero encuentro de “momias”: “Cuando prendimos el televisor en medio de un ensayo del grupo para verlo, casi le doy una patada a la pantalla de la bronca”, confesó en una entrevista de 1997. Alfredo Rosso se opone a esta opinión: “Yo estuve en el Festival de Malvinas. Estuve al costado del escenario, algo que no hice casi nunca en mi vida, porque no soy de ir a los backstage. Así que te puedo decir que ninguno de los músicos hizo apología de la Guerra de Malvinas, si no que en todo momento se habló de paz. Todos estuvieron ahí en función de una campaña solidaria, que después supimos que se malversó, lo cual explica la calaña de mucha de esa gente que se hizo cargo de las donaciones».

El periodista agrega: “Pero al margen de eso, no hubo una sola palabra en favor de la guerra o en favor de los militares. Y no creo que ninguno de los músicos que participó haya sacado ningún tipo de rédito personal que haya potenciado sus carreras. O sea que fue algo realmente altruista y pacifista. Puede haber gente que tenga otra visión, pero a mi entender, la mayoría de la gente que tiene una visión distinta no estuvo allí».

Jorge Durietz coincide con la opinión de Rosso: “El Festival fue maravilloso. Estábamos todos muy emocionados y contentos. No estoy para nada arrepentido de haber participado porque fue un encuentro que convocó a amantes de la música y de los ideales, sobre todo del pacifismo y libertad, que nosotros siempre defendimos».

“Nos jugaron en contra las ganas de ayudar y fuimos manipulados».

Pero fue una estafa emocional y premeditada del gobierno militar: “Nos jugaron en contra las ganas de ayudar y fuimos manipulados por el gobierno, obviamente. Después, con el paso del tiempo, me enteré por medio de mi prima que vive en Ushuaia, que capaz que ibas a un quiosco a comprar chocolates o cigarrillos y adentro de los paquetes aparecían cartitas que la gente habían puesto. Y lo mismo pasaba en las tiendas de venta de ropa usada cuando en los bolsillos de las prendas aparecían cartas y golosinas que los chicos le habían mandado a los soldados”, relata Deantoni.

Luego del final de la guerra, el rock nacional seguiría creciendo con la incorporación de nuevos grupos y solistas como Zas, Sumo, Soda Stereo, Suéter, Los Twist, Los Abuelos de la Nada, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, Celeste Carballo, La Torre, Los Redonditos de Ricota, que empezaron a descollar en la llamada Primavera Democrática, que se vivió a partir de 1983. Pero esa ya es otra historia…

Operación Chatarra

Operación Chatarra

Mientras una empresa argentina desmantelaba una vieja factoría ballenera en las Georgias del Sur para venderla como desguace, se desató la guerra. Uno de sus protagonistas cuenta cómo se gestó la excéntrica aventura comercial, su recuerdo de Astiz y el día que cayeron prisioneros de los británicos.

Semanas después del desembarco de los chaterreros en las Georgias,  se desató el conflicto bélico en Malvinas.

En el Atlántico sur, 1.390 kilómetros al sudeste de las Malvinas, se encuentran las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, territorio bajo poder inglés y reclamado por la Argentina. Allí, el 17 de marzo de 1982, un grupo de trabajadores argentinos desembarcó para desmantelar unas antiguas factorías balleneras y venderlas como chatarra. Lo que ellos no sabían es que un extraño incidente precipitaría la ocupación militar inglesa de las Georgias, donde estaban las fábricas, y los inmiscuiría en el escenario bélico. Para saber más sobre este episodio, ANCCOM dialogó con Ricardo Cacace, coordinador del desguace, quien por entonces tenía 33 años.

Tres años antes, el empresario y chatarrero argentino Constantino Davidoff había decidido organizar la operación. Las tres factorías en las Georgias del Sur procesaban los cetáceos de los que extraían el aceite, la carne y otras partes útiles. Las tres terminales, Husvik, Strommes y Leith, pertenecían a la empresa inglesa Salvensen y estaban conectadas por caminos. En Leith llegó a haber, incluso, un cine al que asistían los marineros. Las instalaciones fueron cerradas en la década del 60 cuando se prohibió la caza de ballenas.

Luego de intensas negociaciones para obtener las habilitaciones, Davidoff contrató a un equipo de técnicos y metalúrgicos para desarmar toda la infraestructura y venderla como chatarra, estimada en unos 30 millones de dólares: “En el año 80 la situación en Argentina no era la mejor: estábamos con un gobierno de facto y particularmente la industria no era lo más floreciente. El negocio estaba ahí, al alcance, pero no tenían cómo realizarlo, necesitaban logística, no tenían trabajadores, ni equipos, ni barcos“, relata Cacace.

Para ese momento, Cacace no solo contaba con años de experiencia en la industria sino que también tenía contacto con inversores, como el Banco Juncal. “Yo tenía un amigo que trabajaba en el banco así que los puse en contacto y me desligué”, señala. En diciembre del 81, un pequeño grupo viajó a conocer el lugar y logró despertar el interés del Banco Juncal para financiar el operativo. Luego se contrató a la empresa de Davidoff para las tareas de desguace y hacia fines de febrero lo llamaron a Cacace. “Me comentaron que estaban organizando la expedición y que necesitaban que fuera como coordinador para determinar las prioridades de carga”, cuenta.

Con los permisos y pasaportes correspondientes, los trabajadores desembarcaron en las Georgias. “Los ingleses estaban al tanto de que viajábamos y fuimos totalmente blanqueados, era un tema comercial y para toda la tripulación era un salvavidas económico muy grande”. Los primeros días recorrieron el pueblo fantasma de Stromness y pusieron en funcionamiento los equipos y las instalaciones para comenzar a trabajar. Los directivos se ubicaron en la mejor vivienda de la estación y los obreros en las barracas que habían albergado a los balleneros. En ese tiempo, se mantenían informados por Radio Colonia y tenían comunicación frecuente con sus familiares. Sin embargo, el izamiento de una bandera argentina marcaría un antes y un después en la expedición.

En su libro Desembarco en las Georgias, el periodista e investigador Felipe Celesia escribe: “El soldado Horacio Locchi, hincha fanático de River, empezó a ver dónde podía colocar su banderín del equipo. El director de la operación, Jorge Patané, lo cruzó con una bandera argentina y lo convenció de izar la enseña patria. Locchi accedió y la colgó de un remo roto que sujetó con alambres a un transformador eléctrico”.

El gesto, realizado sin ceremonia ni tropas, ocasionó una protesta británica y el envío de militares desde Malvinas para desalojar a los trabajadores por la fuerza: “Unos civiles se acercaron, hablaron con el capitán del barco y se bajó la bandera inmediatamente para evitar conflictos. En mi opinión, los dos gobiernos esperaban que algo ocurriera para comenzar a pelear. Viéndolo hoy entiendo que algo hubo, una estrategia o una ‘cama’”, sostiene Davidoff.

A la par de estos hechos, la Junta Militar dirigida por Leopoldo Fortunato Galtieri programó la recuperación de las Malvinas, denominada en principio Operación Azul, y el 2 de abril de 1982 se desató la guerra. En las Georgias, mientras tanto, el teniente Alfredo Astiz –hoy condenado por crímenes de lesa humanidad- encabezó un acto para celebrar la toma de posesión de la Argentina en las Malvinas pero, a las pocas horas, fue rodeado por tropas británicas. “Luego de esto, nunca más vimos a Astiz. Los ingleses terminaron tomando las Georgias, nos desalojaron y, al ser civiles, nos llevaron como prisioneros a Stromness, una zona montañosa con cerros, donde pasamos la noche en unos galpones”.

El trayecto a los depósitos no fue amable: armas de fuego, morteros, fusiles y un simulacro de fusilamiento. “Ellos estaban distendidos, fumando, riendo y buscaban sin duda asustarnos porque si hubiesen querido matarnos, éramos blanco fácil. Ese fue el peor de los momentos, nos quedamos en los galpones al lado del mar toda la noche y por suerte no llovió ni nevó porque no la hubiéramos contado”, explica Cacace. A la mañana siguiente, un helicóptero bajó y comenzó a distribuir a los trabajadores en distintos navíos con la ayuda de la Cruz Roja Internacional que los reubicó en Uruguay.

En mayo del 82 el equipo regresó a la Argentina y cada cual siguió su propio camino: “Nosotros fuimos los primeros que volvimos al continente, el 20 de mayo, y apenas llegué salí a buscar trabajo para mantener a mi familia porque nadie daba nada. Recuerdo que trajeron escondidos en los camiones a los soldados que sobrevivieron y este regreso fue muy difícil para estos jóvenes que no tenían preparación para ir a la guerra. Allá era matar o morir y aquellos chicos se tuvieron que hacer hombres de golpe”.

Según Cacace, el Estado sigue en deuda hasta nuestros días. “Hace cuatro años, tuve la oportunidad de viajar a Malvinas y te puedo asegurar que es poco lo que le puedan dar a un veterano de guerra. Mandamos jóvenes a morir y desde entonces hay un abandono de la gente que dio su vida por la patria. Lamentablemente, quienes tuvieron la suerte de retornar tienen dificultades para conseguir trabajo, para atenderse o problemas psicológicos. Y es un hecho que hubo más suicidios de veteranos que los que murieron en la guerra”.

«Somos malvinizadores mundiales»

«Somos malvinizadores mundiales»

Tres excombatientes argentinos de Malvinas, protagonistas de la obra Campo Minado junto a otros tantos veteranos ingleses de cuentan su experiencia actoral y testimonial.

Vuelve Campo Minado al Teatro San Martín para el 40º aniversario de la Guerra de Malvinas. El espectáculo de la directora Lola Arias reúne a seis excombatientes argentinos e ingleses para explorar y reconstruir sus recuerdos de la guerra y su vida después de ella. Luego de seis años de su estreno y de presentarse en más de 30 ciudades de todo el mundo, vuelve a la Sala Martín Coronado de jueves a domingos a las 20, hasta el 24 de abril. 

“Nos encanta hacer la obra y contar la historia de Malvinas. Eso es una de las principales cosas que nos motivan. Nosotros somos malvinizadores mundiales, porque llevamos la historia de las islas por un montón de ciudades del mundo para que la gente las conozca, sepan dónde están y, en ese proceso, se dan cuenta que es imposible que sean de los ingleses”, reflexiona uno de los protagonistas del proyecto y veterano de guerra, Rubén Otero.

“¿Qué es un veterano: un sobreviviente, un héroe, un loco?” Estas son algunas de las preguntas que propone la obra teatral mientras confronta distintas visiones del mconflicto armado. Como explica su sinopsis: “Campo Minado indaga las marcas que deja la guerra, la relación entre experiencia y ficción, las mil formas de representación de la memoria”.

En escena se presentan Rubén Otero, sobreviviente al hundimiento del Buque General Belgrano y que actualmente tiene una banda de tributo a Los Beatles; Gabriel Sagastume, un soldado que nunca quiso disparar y hoy es abogado penalista; y Marcelo Vallejo, un apuntador de mortero convertido en atleta de triatlón. 

Estos tres veteranos argentinos comparten escenario con David Jackson, quien se pasó la guerra escuchando y transcribiendo códigos por radio y hoy escucha a otros veteranos en su consultorio de psicólogo; Sukrim Rai, fue un gurkha que supo usar su cuchillo y que en la actualidad trabaja como guardia de seguridad, y Lou Armour fue tapa de todos los diarios cuando los argentinos lo tomaron prisionero el 2 de abril de 1982 y hoy es profesor de niños con problemas de aprendizaje. Este último será reemplazado en esta oportunidad por Tip Cullen, quien es parte del Cuerpo de Marines Reales de la fuerza británica y tuvo experiencias similares a la Guerra de Malvinas. 

En mayo de 2016, la obra se realizó por primera vez en el Royal Court Theatre de Londres y aunque sus protagonistas no son actores, con el tiempo aprendieron a serlo. En ese sentido, Otero comenta: “En las primeras funciones teníamos papeles escritos con escena por escena pegados en el escenario porque no nos acordábamos cómo era la mecánica. Cambió mucho porque ahora tenemos un training increíble. Hoy en día, con la incorporación de Tip, ya nos acordamos tanto que nosotros lo vamos ubicando a él en lo tiene que hacer y que no. Aprendimos a movernos todos juntos. Nos fuimos adaptando, siempre bajo la tutela de nuestra directora. Nosotros ponemos lo nuestro, pero Lola (Arias) es el alma del equipo”.

Gabriel Sagastume también da su punto de vista sobre el proceso: “Vos ves este teatro enorme, del que hay pocos en el mundo, pero nosotros nos sentimos como en casa. La primera vez que entrás es un monstruo y al salir al escenario te preguntas ¿dónde estoy? Ese miedo ya no existe más, estamos muy cómodos y es una alegría juntarnos a volver a hacer la obra”.

El proyecto comenzó cuando la directora argentina Lola Arias seleccionó a los seis veteranos de la guerra y pidió a cada uno de ellos que llevaran diarios donde registrar sus sentimientos y pensamientos con respecto a los sucedido en 1982. Ella asegura que una parte fundamental del proceso creativo fue lidiar con lo que surge de revivir esas experiencias y decidir qué aparecerá en la obra y qué no. “Volvemos al principio y reconstruimos sus recuerdos e historias. Yo creo el texto a partir de lo que me dicen y luego se lo devuelvo y ellos deciden si entra o no, y siempre pueden cambiar de opinión en cualquier momento, incluso una vez que la estamos representando. Ellos tienen el poder. Al final, la autoría de todas mis piezas es una responsabilidad compartida, porque todos estamos involucrados en el proceso», reconocía Arias en un reportaje a The Guardian de Inglaterra. “Esta obra es como una máquina del tiempo. Vemos a estos hombres tal y como son ahora, a sus 50 años, y también echamos un vistazo a su yo más joven, aquellos jóvenes de finales de la adolescencia y principios de los 20 que fueron a la guerra”, describió la directora. 

Pero a pesar de que han pasado cuatro décadas desde la guerra y que realizan la obra hace tanto tiempo, para los protagonistas contar su historia sigue significando lo mismo. “Yo seguiría contando mi experiencia durante todo el tiempo que me quede de vida, porque es una promesa que me hice cuando me salvé del hundimiento del Belgrano. Dije que ante cualquier solicitud de aquellos que quisieran saber mi historia, ya sea un periodista, ir a una escuela o estar en una obra, siempre iba a estar predispuesto a contarla en homenaje a ellos. Es una promesa que tengo hecha, que lo tengo que hacer por ellos”, confiesa Otero. 

Rubén reflexiona sobre lo que significa para él que la gente conozca y vea la obra. “Hoy los jóvenes tienen la posibilidad de escuchar lo que pasó hace cuarenta años y que lo contemos nosotros desde nuestro ser. Y también sería importantísimo para nosotros hacer una gira en el país. Nosotros ya sabemos el sentimiento de todos con respecto a las islas pero que vean como es la obra y la interioricen, es otra cosa”. Y se ilusiona con llevarla a donde fue el campo de batalla: “Nuestro sueño sería hacerla en Malvinas porque nosotros pensamos que los ingleses que viven allí, al ver la obra y al vernos actuar con nuestros compañeros ingleses, cambiarían mucho la imagen que tienen de nosotros. Queremos demostrar que no somos lo que ellos piensan y que nos entiendan, como lo hacen nuestros compañeros de escena. Aquellos que piensan que somos traidores porque estamos con los ingleses, yo les diría que es todo lo contrario. Nosotros somos unos malvinizadores mundiales, porque estamos llevando la historia de Malvinas al mundo”.

Campo Minado se presenta en el marco de las actividades desarrolladas en conmemoración del 40° Aniversario de la Guerra de Malvinas. Incluye funciones accesibles que cuentan con servicios para personas con discapacidad visual y auditiva el sábado 26 de marzo, el viernes 22 y 8 de abril. Además, se encuentra la instalación Manto de neblinas abierta al público de manera libre y gratuita en el hall central del teatro.

Malvinas y las armas atómicas

Malvinas y las armas atómicas

A 40 años de la Guerra del Atlántico sur, el pasado 3 de enero el sitio web Declassified UK reveló documentos secretos en donde surge que los ingleses enviaron 31 armas nucleares distribuídas entre buques y portaaviones. ¿Qué hay detrás de la noticia?

Este 2022 se cumple el 40 aniversario de la Guerra de Malvinas, con esa información desclasificada que llevaba el sello de ultrasecreta, el sitio web Declassified UK dio a conocer que durante el enfrentamiento armado, Margaret Thatcher movilizó 31 armas nucleares.  El artículo está firmado por  Richard Norton-Taylor, quién se desempeñó como editor en The Guardian en temas de seguridad y defensa por tres décadas, uno de los medios elegidos por Julian Assange en 2010 para denunciar los crímenes de guerra en la incursión estadounidense en Afganistán.

“Era sabido que parte de la flota inglesa tenía capacidad atómica y que en caso de que Inglaterra se viera obstaculizada a recuperar las Malvinas, hubiera recurrido, quizás en forma de amedrentamiento, al uso de tecnología nuclear. La novedad es la cantidad de armas que trajeron”, señala sorprendido Francisco “Pancho” Pestanha, especialista en Malvinas y director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús.

La desclasificación de esta información despierta dudas sobre de los motivos de la misma. Se barajaron teorías acerca de que uno de los contenedores de esas armas estuviera dañado. Leonardo Nitti, Ingeniero aeronáutico, explica que es probable la existencia de esas armas en buques con alguna avería. “Suele pasar en este tipo de operaciones explica en referencia al conflicto. No debería de ser normal, se trata de evitar, pero pasa todo el tiempo”. De todas formas, sostiene que es algo muy difícil de comprobar y que la contaminación producida sería algo muy puntual.

Hipótesis 

Otro de los mitos acerca del posible uso de armas atómicas durante el enfrentamiento fue la mención de un plan para bombardear la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) y la Escuela de Suboficiales cerca de la ciudad de Córdoba. Nitti afirma que debido a que el armamento estaba diseñado para usar en el campo de batalla y se lo considera de tipo táctico, no estratégico, se trata de hipótesis poco probables. Cabe recordar que la escuadrilla aérea argentina, con los reconocidos aviones Pucará,  escribió una bitácora aparte de las miserias sufridas por soldados desprovistos de insumos mínimos como  ropa y comida, que preocupó a los enemigos.

El ataque sobre Malvinas comenzó el 2 de abril de 1982, durante el último golpe cívico-militar. La acción bélica  fue el último suspiro de la dictadura durante el gobierno de Leopoldo Galtieri. Así logó borrar con violencia lo único que conocía el trabajo diplomático llevado a cabo desde la ocupación ilegal de las islas por parte de Gran Bretaña, en 1833. 

En aquel momento, Argentina no contaba con ningún tipo de tecnología nuclear pero teniendo en cuenta que el enfrentamiento estuvo enmarcado en el contexto mundial de la Guerra Fría y por las relaciones y alianzas militares determinadas por La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), existe la posibilidad de que los ingleses hubieran tomado recaudos en caso de que nuestro país recibiera ayuda de la Unión Soviética (URSS) o Cuba. Todo en el supuesto caso de que la guerra escalara a nivel mundial.

Existe algo que se llama el poder disuasorio: se rumoreaba para que lo supieran los argentinos pero era evidente que ese arsenal disuasorio era algo en conocimiento de la URSS”, sostiene Federico Lorenz, historiador y ex director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

¿Por qué Gran Bretaña reflota el tema?

Daniel Blinder, magíster en Defensa Nacional e investigador del CONICET, sostiene que es posible que los británicos dieran a conocer la cantidad de armas que tenían en aquel entonces, para dar un mensaje: “Estos son los dientes que tenemos”..

Pestanha concuerda y advierte que la noticia se da en un contexto de remalvinización de la agenda del Gobierno nacional y “una nueva conciencia, no sólo sobre la importancia del despojo de las islas sino también sobre su posición estratégica y la posible  proyección hacia la Antártida”. Para el profesor de la UNLA  “se vienen tiempos geopolíticos donde el Atlántico  Sur y la Antártida van a ser cuestión de disputa”. Por otra parte, Niti descarta que se trate de una advertencia ya que en la actualidad no hay ninguna posibilidad de conflicto armado entre Inglaterra y Argentina, en relación a Malvinas.

El archipiélago en disputa es un enclave fundamental que permite tener presencia en el Atlántico Sur, explotar sus recursos naturales y ayudaría en un futuro reclamo sobre el continente antártico. “No creo que la  desclasificación sea una advertencia porque es algo que ya era sabido. No me extrañaría que hubiera una bomba guardada en Malvinas porque es una base de operaciones cercana a la Antártida”, agrega Nitti.

Según el Ingeniero aeronaval, en este momento, en el caso de una escalada de conflicto a nivel mundial, Argentina es un blanco prioritario debido a que en el 2017 se instaló en Neuquén, la Estación de Espacio Lejano perteneciente a la Administración Espacial Nacional China. Se trata de una base de investigación que sirve para monitorear satélites de uso civil. Está ubicada en un lugar geográfico que favorece la observación de cuerpos celestes y allí se podrían monitorear hipotéticos misiles. De todas formas, aclara que “para llegar a un conflicto atómico, tiene que tratarse de una situación de mucha magnitud y que “es un último recurso, de hecho no se volvió a utilizar desde la Segunda Guerra Mundial”.

Fuerzas Armadas 

Luego de la última dictadura, en Argentina hubo una decisión política de desmantelar las Fuerzas Armadas para darle una impronta con formación democrática. Además, existe presión internacional para “evitar el desarrollo normal de las fuerzas armadas continúa Nitti y en este momento no tenemos ninguna capacidad disuasiva”.

En el último tiempo, los gobiernos comenzaron a revertir la situación, no porque haya un conflicto cercano sino para asegurar, como mínimo, las fronteras terrestres, y el espacio aéreo y marítimo. En septiembre del 2020, se creó el Fondo para la Defensa (FONDEF): una parte del presupuesto nacional se destina a la compra de insumos como aviones, tanques, camiones y helicópteros. Por otra parte, se plantea la reapertura de la Base Petrel en la Antártida. “Con el FONDEF hay una búsqueda de reequipamiento, se logró una recuperación de ciertas capacidades pero no es peligroso para el Reino Unido”, destaca Blinder.

Nitti cuenta que, en el caso de que el Gobierno nacional lo desee, Argentina tiene la tecnología como para desarrollar su propia arma nuclear: “No una bomba pero otro tipo de armas, por ejemplo un submarino propulsado por energía atómica”. En cuanto al capital humano, el ingeniero dice que en este momento hay mucha gente que se va: “Alguien que tiene una carrera además de la militar le conviene trabajar afuera”.

Este año se cumplen 40 años del conflicto armado y ese mismo el 3 de enero de la revelación nuclear, el gobierno argentino lanzó la Agenda de Malvinas 40 años, una plataforma donde se pueden conocer todas las actividades que se llevarán a cabo a lo largo del año para reivindicar a los héroes nacionales y seguir reclamando el derecho soberano sobre el territorio.

 

«No hay que pensar las Malvinas en clave porteño-céntrica»

«No hay que pensar las Malvinas en clave porteño-céntrica»

 

Las Islas Malvinas están situadas en el Mar Argentino a unos 600 km de la costa patagónica. Poseen una superficie de 11.718 km2. Se componen de dos islas principales, Soledad y Gran Malvina, y alrededor de 200 islotes más pequeños. Para los ingleses y sus propios habitantes el nombre es Falkland Islands. 

Federico Lorenz, historiador, profesor y escritor argentino, se especializó en este hecho bélico. Autor de libros como Las guerras por Malvinas, En quince días nos devuelven las Islas y Guerras de la historia argentina, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento. Su último libro Postales desde Malvinas apunta al público infantil.

La Guerra, un hito en nuestro pasado

En nuestro país “Malvinas” posee una gran carga simbólica de reconocimiento a los soldados, de memoria colectiva y de una lucha que, generalmente, es común en todo el arco político. Lorenz cuestiona el lugar desde el que se piensa a las Islas sin desestimar la causa nacional de recuperación y por la que tantos hombres perdieron la vida. 

Durante los años ‘90 comenzó a entrevistar a veteranos de guerra como parte de un trabajo de investigación. En su largo recorrido sobre este conflicto, el historiador infiere que se debe pensar de otra forma la recuperación de las Malvinas sin abandonar el reclamo. La propuesta sería la de desarmar ese mandato para repensar la integración de las Islas dentro de un proyecto. 

«Me parece insuficiente -sostiene- imaginarlas sólo recuperadas. Me gustaría que el dictum de las Malvinas ´fueron, son y serán argentinas´ estuviera atravesado por una imaginación del país que quiero o que los dirigentes explicaran cómo se lo imaginan dentro de un proyecto». Y, agrega: Tenemos un mandato de recuperación constitucional. Está en la Constitución Nacional. Hay una cláusula transitoria de recuperación pacífica de las Islas y es un dato no menor”.

En ese sentido, plantea “¿Cuáles serían las políticas eficaces para lograrlo? ¿Qué país nos imaginamos con las Malvinas recuperadas? ¿Qué lugar les damos a los isleños? Conocemos que hubo una Guerra y que están ocupadas por los británicos. Pero no sabemos mucho más. Fundamentalmente es un mandato, pero también es una enorme abstracción».

El especialista sostiene que se concibe al territorio en disputa desde una mirada situada en la capital de nuestro país. «Lo que yo llamo porteño-centrismo es una forma de entender a la Nación desde Buenos Aires. Comprender, entonces, que el resto de las provincias son prácticamente como sus dependencias. Malvinas es parte de la Patagonia, del Atlántico Sur. No hay que pensarlas porteño-céntricamente, sino en clave marítima, cosa que no hacemos». 

Argentina es uno de los países con mayor territorio marítimo en el mundo. Es el segundo más grande de América del Sur luego del de Brasil, cuarto en toda América y el octavo en extensión de la Tierra. Si se cuentan los territorios reclamados en Antártida y Malvinas, lo convierte en el séptimo país más extenso del mundo.

Sin embargo, Lorenz indica que el país no posee una cultura marítima y que se necesita un proyecto de país que la incluya. “Aunque resulte una obviedad, las Islas forman parte de un archipiélago en medio del mar. Para nosotros el mar es un lugar de veraneo o donde uno compra alfajores», dice en tono irónico. Esto contrasta con la vivencia propia de la Patagonia. «Las ciudades del sur tienen memoria local de la Guerra. Vieron llegar a los soldados y salir los aviones. Recibían noticias que eran contradictorias con lo que vivían», explica.

El 2 de abril de 1982, fecha reconocida en nuestro país, fue el inicio de la Operación Rosario, es decir de la lucha por la recuperación de las Islas por medio de las fuerzas militares argentinas. Contextualmente era el final de la última dictadura militar. El pabellón nacional flameó en las Islas hasta el 14 de junio de ese año, día en el que finalizó la Guerra. Fueron más de 23 mil argentinos que participaron. El conflicto arrojó 649 muertes de combatientes nacionales y 255 muertes de ingleses. 

 

La historia que mantiene una vigencia

Recientemente las Malvinas volvieron a ser noticia debido a la misión de exhumación de  tumbas colectivas en las Islas. El fin era identificar los cuerpos de soldados caídos. El acuerdo se estableció entre el Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC), organización que tiene la misión humanitaria de proteger a las víctimas de la guerra, así como prestarles asistencia y el Equipo argentino de Antropología Forense (EAAF), quienes concretaron exitosamente su viaje al archipiélago. 

Hallaron los restos de cinco soldados argentinos en la tumba C.1.10. del cementerio de Darwin. Las muestras de tejido esquelético serán llevadas a Córdoba al Laboratorio de Genética Forense del EAAF para su análisis e identificación. Los resultados se esperan para fines de octubre.

En referencia al descubrimiento, Lorenz señala tres puntos: el derecho de las familias al duelo, el de los muertos a ser recordados en el lugar correcto y, por último, destaca la labor del EAAF. “Se reactualiza el tema de Malvinas, pero no necesariamente desde el punto de vista de la soberanía sino fundamentalmente de nuestro vínculo con el pasado construido a partir de la noción de Verdad y Justicia”, agrega.

En la página oficial argentina.gob.ar indican que la cuestión de las Islas Malvinas es un tema prioritario de la política exterior. Se refleja un mandato constitucional y se traduce en una política de Estado. La creación de la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur por el Decreto 50/2019 es el primer paso para cumplimentar los objetivos enunciados. 

“Estamos en vísperas de los 40 años del aniversario de la Guerra. Se verán muchos discursos, homenajes y reconocimientos pero ningún mecanismo es suficiente para recalcar la diferencia entre el país que fue durante la Guerra y el que es hoy en día». Lorenz se refiere a la situación socioeconómica actual atravesada por la pandemia. «Hay que estar atentos porque con una desigualdad grande, una sociedad herida y que ha perdido gente, el símbolo Malvinas puede ser muy eficaz para unificar por encima de las diferencias. Me gustaría pensarnos discutiéndolas socialmente”, sostiene.

“Lo que permanece prácticamente incuestionable -añade- es la causa nacional, la recuperación de las islas. Eso permea cualquier visión sobre lo que pasó en 1982”. Desde su rol de profesor, concluye Lorenz: “Cuando se abre un poco la discusión surge una enorme curiosidad. Desde el sentido del querer saber. Es muy importante satisfacer esto con información. Yo no le temo al conflicto social, creo que la sociedad es conflicto, en el sentido de diferencia de intereses y de posiciones»