La compleja sencillez de escribir para las infancias

La compleja sencillez de escribir para las infancias

Siglo XXI lanza una colección revisada de “Entender y participar”, editada por primera vez en 1986, para reflexionar sobre problemáticas sociales aun vigentes. Aquella serie creada por las escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal, hoy es reelaborada por Montes y Paula Bombara y se presenta este domingo en la Feria Internacional del Libro.

La editorial Siglo XXI lanzó una versión actualizada de la colección “Entender y participar”, creada originalmente por las reconocidas escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal y publicada bajo el sello Libros del Quirquincho en 1986. Se trata de una serie de libros que invita a grandes y chicos a reflexionar sobre problemáticas sociales profundas, tales como la democracia y la justicia, entre otras. Además de textos que promueven el debate, los libros tienen ilustraciones llamativas, realizadas por la diseñadora Penélope Chauvié.

La reconocida escritora Paula Bombara, quien participó de la reescritura del segundo libro de la colección junto con su par Graciela Montes, y Laura Leibiker, editora de la antología y directora del Área de Libros infantiles y Juveniles de Siglo XXI, contaron cómo fue pasar por la experiencia de este relanzamiento.

La serie se presenta este domingo, 5 de mayo, a las 17.30 en la sala Sarmiento del Pabellón Blanco. Graciela Montes, Paula Bombara, junto a Noelia Barral Grigera y José Natanson -también partícipes del proyecto editorial-, conversarán sobre “Todo lo que los chicos preguntan de política y no nos animamos a contestar” con la moderación de Diego Iglesias.

 

¿Cómo surgió la idea de hacer una versión nueva de la colección?

LL: Cuando yo entré a la editorial empezamos a pensar cuál era el perfil de los libros para chicos que queríamos hacer. Empecé a mirar un poco qué había ya en Siglo XXI, a ver las colecciones, los temas, los autores, e inmediatamente me vino a la memoria esa colección que yo recordaba y había tenido de Libros del Quirquincho. Pero no tenía los libros, así que llamé a Paula, le conté y me dijo: “¡Sí, yo los tengo!”. Entonces me los prestó, los leí —porque no estaba segura de que lo que yo recordaba fuera real y que sirviera para hoy— y encontré en la colección textos de una enorme actualidad. Eran textos que estaban muy bien para ese momento, que tenían ecos en el hoy, pero que requerían un retrabajo porque así como estaban no se podían publicar, porque hay una nueva Constitución, que es la de 1994, y porque no vemos la democracia igual que como se veía en los años ochenta. Entonces, el trabajo fue contactar a Graciela Montes y ver si a ella le parecía una buena idea. Sabíamos por otros editores que Graciela se negaba a revisar sus materiales anteriores: o salen como están o los que son informativos y ya no están actualizados que no salgan. Bueno, nos sorprendió a todos porque dijo: “Sí, me parece que estaría bien actualizar esta colección y volverla a lanzar”.

 

¿La perspectiva de género puede ser una de esas variables de actualización?

LL: Sin ninguna duda. En el libro ¿Cómo se hace justicia?, si ves el original, no hay una sola mujer. No hay mujeres abogadas ni juezas ni testigos ni culpables. En el libro de ahora, el trabajo de Paula y también de Penélope, la ilustradora, fue justamente subrayar la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la justicia y la necesidad de que esa paridad sea un hecho y no sea solamente discursiva. Nosotros sabemos que en el mundo hay un montón de abogadas y juezas, pero también vemos lo que pasa en la Corte Suprema, entonces hay que seguir trabajando para que eso sea más visible y más real.

PB: Y para que también las niñas que van a leer estos libros se sientan parte de ellos porque eso es algo que, al menos yo, me recuerdo como lectora, pero la veo a mi hija también y a mis sobrinas más chiquitas y ellas se buscan en los libros.

 

Sí, en el libro aparece la voz de una niña queriendo ser jueza. En estos tiempos se espera que una nena pueda leer y decir: “Yo también quiero ser jueza”, ¿no?

LL: Sí, que pueda encontrarse. Ese niño o niña que hace las preguntas en los libros en general no está marcado. Intentábamos no saber si era un varón o una nena.

PB: Claro, como para que pudiera ser cualquiera.

LL: Pero cuando no lo marcás, es un varón. Acá hay un equipo de correctores, lectores y editores muy potente y uno de los chicos, cuando lo leyó, dijo: “¿Y este por qué no es una nena?”. Y todos nos quedamos pensando. Porque estábamos tratando de que ese niño fuera neutro, no existe. Y ahora, es casi siempre una niña. De pronto, los autores, las autoras descubrieron que podían doblar eso que en la colección original era siempre un varón.

 

¿Y eso fue dialogado con Graciela Montes?

LL: Sí, ella misma marcaba esa necesidad. Ella planteaba no trabajar sobre la cuestión de usar la “e”. No era eso lo que ella proponía, sino justamente integrar en ese mundo, en las imágenes, que las chicas estén dentro del libro.

PB: Graciela tiene una manera de contar y de explicar que trabaja sobre la sencillez. Tal vez no se note, y justamente eso es lo grande del trabajo, que es lograr la explicación abierta, sin perder complejidad ni profundidad. Entonces ella decía: “En el lenguaje inclusivo incorporás muchos signos que complejizan la lectura y la lectura tiene que mantenerse muy cercana, entonces ¿cómo incorporamos la perspectiva de género sin desdoblar todo el tiempo?”. Y bueno, eso fue un gran trabajo en ambos libros y en los que vienen también. Estar atentas y decir: “Acá capaz que podemos hacer un desdoble, acá quizás Penélope podría dibujar una escena en donde haya dos mujeres”.

«El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo», dice Bombara.

¿Se dialoga también cómo pueden ser ilustrados los textos?

LL: Lo que hacemos en general es trabajar mucho sobre el texto, ida y vuelta, pasa por corrección. En ese ida y vuelta hay sugerencias de ilustración. O por ejemplo: “Esto lo escribimos pero saquémoslo y pongámoslo en algún personaje que lo diga”. Entonces unas partes del texto pasan a la ilustración, pero después cuando la diseñadora planta el texto, yo le digo: “Acá veo tal cosa, acá veo tal otra”. Siempre teniendo en cuenta todas las cosas que fuimos hablando. Cuando están los bocetos planteados, vuelve a las autoras y si alguna dice: “Mmm, acá en esta escena no se ve lo que yo espero”, se va enriqueciendo en el compartir y en las vueltas que da el material.

PB: Y a veces, ves el boceto y decís: “Mirá Penélope lo increíble que vio esto”. Porque ella es nuestra primera lectora externa, si querés, entonces ella le aporta un sentido de lectura que capaz que nosotras, en el trajín de la escritura, no vimos. A veces nos sorprende porque captó algo que no vimos y que cuando lo vemos dibujado decimos: “¡Está buenísimo!”. Eso es genial, cuando pasa es una tranquilidad también.

LL: Claro, porque también en los libros originales las imágenes reforzaban la cuestión del género. Mucho. O sea, había muy pocas mujeres. Si bien tanto Graciela Montes como Graciela Cabal, que fue su coautora en muchos de los libros, eran súper adelantadas en la cuestión de los derechos de las mujeres —de hecho, uno de los libros era Los derechos de las mujeres y era muy de avanzada para ese momento—, las cosas que pasaron en estos cuarenta años hacen que algunos temas a ellas se les pasaran también, como esta presencia constante de varones en todos los lugares de poder.

PB: Sí, también que existía una editorial, un editor y unas marcas de época que demandaban ciertas condiciones. Quizás ellas querían llegar a una lectora, pero las marcas de colección no siempre las ponían ellas.

 

¿Cómo se hace para escribir para un público juvenil?

PB: Tenés un lector modelo, que en el caso tanto de Graciela como mío y de algunos otros autores que van apareciendo, lo tenemos muy conocido de recorrer escuelas. Como tenemos tanto contacto con los chicos y las chicas en las escuelas, tenés una voz interior de un chico de hoy. Y todo el tiempo se renueva porque todo el tiempo estamos viendo sus intereses, preguntas y necesidades con respecto a los adultos. Es un trabajo de observación, de escucha y de placer también, porque a mí me encanta pensar en los chicos y las chicas como destinatarios. No lo pienso como: “¡Ay, yo quisiera escribir para adultos y escribo para chicos!”. No, no, a mí me encanta lo que hago.

 

En los libros aparece un diálogo entre una voz adulta y una voz infantil. Se nota que las preguntas tranquilamente las puede decir un niño o una niña real. Entonces, ¿cómo imaginan eso al momento de escribirlo?

LL: Graciela inicialmente cuando pensó la colección era —y es— especialista en escribir para chicos, en ponerse en ese lugar y hacer esas preguntas que son desfachatadas e inocentes y muy punzantes. Los chicos hacen esas preguntas que te incomodan, no edulcoradas. Siempre van a preguntar: “¿Esto por qué es así? Si estamos todos de acuerdo en que matar gente está mal, ¿por qué hay guerras?”. Es una pregunta que se cae de madura, de lógica, que los adultos ya no la hacemos porque sentimos que es dolorosa. Para un chico, es una pregunta natural que surge de un razonamiento que, para mí, está desprovisto de prejuicios. Pero reconstruir esa voz de una manera artificial, porque no es un niño el que está hablando en el libro sino una mujer adulta, es dificilísimo.

PB: Hicimos también hace poco la presentación de los libros en una librería y constatamos esa desfachatez y esa potencia que hay en la pregunta. En los encuentros que hacemos en las escuelas siempre el modelo es dialógico, donde ellos hacen preguntas, y eso te va entrenando al oído. Se trabaja mucho sobre el modo de preguntar y qué palabras usaría un chico. Ellos están cinco casilleros adelante que vos en un camino que desconocés. Después decís: “Ah, me preguntó esto porque hace diez minutos estaba pensando”. Pensamientos muy laterales que vienen por los márgenes, pero que tienen un sentido y una lógica. Me acuerdo que estábamos hablando de lo que significa la democracia y un nenito de seis años empezó a hablar de los sándwiches. Y después hilamos: todos los nenes necesitan tener un sándwich y comerlo cuando tengan ganas. Y la democracia también es eso, es conseguir igualdad de oportunidades. Fuimos desmenuzando y empezaron a aparecer esas otras palabras del mundo adulto, pero lo primero que aparece es esa cosa concreta de: “Todo bien con las palabras, pero yo tengo hambre”.

«¿Qué es esto de la democracia? no es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia», señala Leibiker.

El primer libro de la colección se llama ¿Qué es esto de la democracia?. ¿Cómo se hace para transmitir a las generaciones que nunca atravesaron una dictadura el valor que tiene la democracia?

LL: El libro original, que era un poco más corto, planteaba una ida al pasado, las distintas formas de la democracia, cómo fue perfeccionándose, pero lo que no tenía era —porque estábamos en los ochenta— ninguna pregunta acerca de por qué la democracia no había logrado resolver todas las cosas que pensábamos que iba a resolver. Lo que se propusieron Graciela y Paula, y lo que terminó escribiendo Graciela en el libro de ahora, son las deudas de la democracia. Desde nuestra posición eso no deshabilita la idea de que la democracia es la mejor forma de gobierno que conocemos, pero es importante reconocer que para muchos pibes la democracia no cumplió con muchas de las expectativas. Graciela agregó esa idea de qué es lo que falta, pero también agregó un párrafo muy extenso acerca de qué significó vivir en dictadura de una manera mucho más profunda que como estaba en el primer libro, porque en los ochenta estábamos muy cerca de los hechos y hoy sabemos muchísimo más. Ella recuperó eso y es una manera de pensar cómo hablarles a los pibes de la democracia hoy. No es una forma ni edulcorada ni pensando la democracia como un momento perfecto. No es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia.

PB: Y eso habilita a que las siguientes generaciones sigan construyendo porque si no, es como que el mundo adulto te presenta una caja que vos no podés modificar. Realmente la esencia de la democracia está en que las nuevas generaciones se sientan habilitadas a mejorar lo que hay. Entonces tenés que hablar desde un lugar de: “Falta mucho por hacer, decime para dónde querés ir que yo como adulta te acompaño, te ayudo a pensar”. Pero también salir a la calle, manifestarse, protestar, construir una democracia mejor está en las generaciones jóvenes, entonces tenés que transmitir ese espíritu también.

LL: Por eso en las imágenes del libro hay mucha manifestación, mucho encuentro, mucha discusión, mucha situación colectiva. Va en esa línea. Nada es inocente nunca, pero en un libro infantil menos. Es muy importante poner en el libro lo que quieras decir, porque el lector encuentra esas marcas siempre.

 

El segundo libro habla sobre la justicia y lo escribiste junto con Graciela. Dado que la escritura es, en general, una actividad individual. ¿Cómo hicieron para escribir en conjunto?

PB: Para mí, escribir con Graciela es un sueño hecho realidad. Ella era la escritora que yo amaba cuando tenía cuatro años, yo leía sus historias. Y cuando empecé a dedicarme a la escritura, sus libros de teoría fueron los primeros que leí. Ella es una investigadora en el campo de la literatura infantil y sus ensayos siguen abriéndote la cabeza. Entonces estar discutiendo sobre un texto en común y ver cómo lo armamos —siempre a partir de lo que ella ya había escrito en los ochenta— es un placer. Es una persona sumamente inteligente y conversar con alguien tan lúcido también te exige, entonces era estar: “Hay que pensar en esto y esto”. A mí me encanta, yo también soy investigadora, entonces es hermoso. De todos modos, creo yo que vos podés pensar la escritura como una actividad individual, pero la construcción de un libro siempre es en equipo y más cuando se trata de uno de comunicación de las ciencias, porque este libro tiene esa particularidad. El ilustrador forma parte del equipo, el editor está involucrado tanto en el texto como en las ilustraciones de un modo muy presente, entre los autores discutimos. El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo, es un participante muy presente desde su ausencia. Como vos querés que lea el libro, estás todo el tiempo también pensando cómo incorporarlo. Yo te diría que el libro es una conversación.

 

Y en este caso, ¿cómo se dio el diálogo entre dos personas de distintas generaciones, entre vos y Graciela?

PB: Fue súper natural. De parte de ella sólo sentí alegría. En esos primeros momentos fue de escucharme, a ver qué pensaba. Nos conocíamos de nombre, yo a ella obviamente la tengo toda leída, pero también es distinto hablar con la persona. Y bueno, creo que en algún momento le transmití confianza.

LL: Absolutamente. Cada vez que yo voy a charlar con Graciela me dice: “Esto preguntáselo a Paula y lo que ella decida va a estar bien”. Vos hablabas de las generaciones y yo pensaba: “No se ve la diferencia”, porque Graciela es muy joven, es alguien muy evolucionado, que se anticipó a lo que venía y se sigue anticipando. Todavía hoy te habla del futuro con más claridad que mucha gente joven. No tiene prejuicios, está viendo todo el tiempo lo que está ocurriendo, lee muchos textos científicos justamente porque está muy interesada en el futuro, tiene nietos con los que habla habitualmente, entonces no es alguien que se instaló como en una versión de la realidad, como pasa muchas veces con gente de cierta edad, que se queda y todo le parece difícil, nuevo, extraño e indeseable. No es el caso de Graciela. Ella nos da clases de futuro.

PB: Es como que llegás a la casa de ella, te sacás el saquito o la campera, la colgás y ahí queda tu edad también. Se habla entre pares. El mundo de la escritura, la literatura, la comunicación, las ciencias y el arte es un mundo donde de lo que se trata es que eso quede de lado. Que lo que sea que estés construyendo te tome y te encuentre, no importa de qué generación seas.

 

¿De qué va a tratar el próximo libro de la colección?

LL: El próximo se llama ¿Por qué hay tantas provincias? Es sobre el federalismo. Plantea la historia de la construcción de nuestro país, donde las provincias fueron previas a la constitución del Estado. Eso es a lo que hay que prestarle particular atención y en este momento ni hablar, porque esta idea de que hubo una serie de territorios que eran independientes y que decidieron unirse porque les convenía a todos o porque todos creían que les convenía, y después empezaron esas tensiones donde: “Bueno, yo me quiero juntar con ustedes, está bien, somos todos argentinos, pero me estás sacando cosas mías o yo estoy poniendo más que lo que ponés vos”. Esa tensión continúa el día de hoy, entonces hablando un poco de historia estás hablando del presente. Cuando te ponés a trabajar el texto con especialistas como Graciela Montes y José Natanson, decís: “Ah, pero esto es discutible, esto tuvo un por qué y todavía no está saldado, sigue habiendo una tensión sobre quién cobra los impuestos y cómo se distribuye eso entre las provincias”. El libro habla sobre cómo se construye la idea de Nación.

PB: Claro, cómo la configuración de la cultura nacional hace que todas las provincias sean tomadas en cuenta, lo que compartimos del lenguaje y lo que caracteriza a cada lenguaje regional y lo importante que es sostenerlo. La unión de dos autores como Graciela y José ponen también de manifiesto que esos diálogos tienen que seguir. Lo que propone esa voz infantil es: “Hay que seguir pensando el país”.

LL: Toda la colección deja abierta esa discusión en las casas. Nosotras imaginamos libros que abran diálogos. Las preguntas difíciles son las que hay que dejar en el libro. Esas son las que los chicos harían.

PB: También, así como uno configura un lector niño o joven, configurás un lector adulto. Y está bueno decirle a tu par: “Los adultos no sabemos todo, fijate el mundo que estamos dejando, empecemos a escuchar un poquito más a los jóvenes y niños”.

 

¿Y cuándo sale el libro sobre las provincias?

LL: En junio. Después tenemos dos más muy desarrollados: uno se llama Derechos para todo el mundo, que habla de las declaraciones de derechos humanos más clásicas, y otro específico sobre los derechos de los chicos, que trabaja sobre la idea de que los chicos son los primeros de la fila, de que todos tenemos los mismos derechos pero que los chicos están primero. Hablamos también de cosas muy actuales que tienen que ver con las redes sociales, con el compartir imágenes, con el bullying y con ciertas problemáticas más del mundo de los chicos.

«No somos peligrosos, estamos en peligro»

«No somos peligrosos, estamos en peligro»

En el edificio de la CGT se llevó a cabo el Segundo Congreso de Chicxs del Pueblo. Participaron redes y organizaciones sociales y la palabra la tuvieron los niños, niñas y adolescentes que plantearon sus preocupaciones y demandas. Hay futuro.

El jueves 25 de abril se llevó a cabo el segundo congreso de chicos y chicas del pueblo. El evento tuvo lugar en el edificio de la CGT en Azopardo 802, en el Salón Felipe Vallese, donde «Lxs Chicxs del Pueblo« convocaron a distintas organizaciones sociales, entre ellas: «Interredes», «Cuidadores de la casa común» y «El hogar de Cristo». Participaron cerca de 500 niños y adoescentes, de entre 10 y 20 años, acompañados por educadores de las organizaciones sociales. Asistieron también dirigentes sindicales, referentes de organizaciones de derechos humanos y curas villeros.

El salón se llenó de niños, niñas y adolescentes, todos con alguna pechera, remera, o bandera con consignas: «Con ternura venceremos», «El hambre es un crimen’’, «Ni un pibx menos por la droga», entre otras.

El encuentro comenzó con unas palabras de bienvenida de Maia, la secretaría de Derechos Humanos: «Buenos días compañeros y compañeras, compañeritos y compañeritas”. También hablaron algunos de los asistentes al primer congreso realizado en 1988. Uno de ellos, Quique Spinetta, les dice a los niños: «Venimos a escucharlos a ustedes».

El primer congreso se realizó en el mismo espacio, aunque en un contexto post dictadura. Aquel día se recibió a las delegaciones de niños, niñas y jóvenes que se acercaban a decir su verdad. Hoy, los pibes y pibas de las redes y organizaciones sociales que son herederas de aquel movimiento se reúnen para volver a denunciar el hambre, la desocupación y la pérdida de derechos. Julio Piumato, secretario de Derechos Humanos de la CGT, quien se hizo presente a través de un video afirmó: «En el 88 el crimen era la violencia de la represión de la dictadura. Hoy el crimen es el hambre».

 Treinta y seis años más tarde hay alrededor de 30 voceros, que son niños, niñas y adolescentes de las distintas organizaciones. Vienen a plantear los temas que les preocupan: la salud, la educación, el hambre, son algunos de los que se repiten.

«Estamos en la casa de los trabajadores, porque somos sus hijos. Cuando se ataca a los trabajadores, se ataca nuestro futuro», dijo un niño de la Escuela Popular San Roque.

Exposiciones

Las exposiciones se suceden. Cada vocero, dice su nombre en el micrófono, de parte de qué organización viene y cuáles son sus preocupaciones y demandas. Algunas exposiciones fueron habladas, otras cantadas, actuadas y hasta bailadas. Algunas de las voces que se escuchan en el micrófono, temblaban un poco, aunque nunca dejaron de tener la frescura propia de la infancia. 

Los voceros de Escuela Popular San Roque plantearon: «Estamos en la casa de los trabajadores, porque somos sus hijos. Cuando se ataca a los trabajadores, se ataca nuestro futuro». Y agrega: «Libertad es que los hijos e hijas de los obreros puedan ir a la universidad».

Candela, de «Niños y territorio» sostiene: «Venimos para que se escuchen nuestras voces. Queremos ir a la escuela, tomar la merienda», y agrega «no somos peligrosos, estamos en peligro». Voceros de «Centro comunitario El Eternauta» explican: «El hambre es un crimen, porque no podemos soñar si no podemos comer». Ale, del «Colectivo La Casa de La Plata»: «Nuestro sueño no es ir a la luna, es ir a una plaza y tomar un helado, pero no podemos». «Corazones del sur»: «nos preocupa, no tener medios de transporte, un plato de comida, un techo».

Movimiento social chicos del pueblo

Chicxs del pueblo, es una red nacional de organizaciones sociales. Están en nueve provincias y tienen 410 casas. Son organizaciones de todo tipo: clubes, apoyo escolar, centros socioeducativos, hogares convivenciales, jardines comunitarios. Cada organización, arma su espacio con independencia. Lo único que los une, es la firma de una declaración. 

Paula Salinas, es responsable de comunicación. En un intercambio con ANCCOM, cuenta: «Somos herederos del movimiento social de los chicos del pueblo que surgió posdictadura. Se dio un fenómeno social, que se llamaba mediáticamente Los chicos de la calle. A la vez surgió una respuesta amorosa de muchos compañeros y compañeras, que empezaron abrir sus casas, para vivir con ellos y criarlos. Se fueron encontrando en el camino y así se fundó en 1987 el movimiento nacional de los chicos del pueblo. Este movimiento, en el año 88 hizo el primer congreso, aquí en la CGT. Por eso, en este momento difícil, nos acercamos a las centrales de trabajadores para que nos acompañen. Acá no está solo la CGT, está la CTA, la UTEP. La CGT tuvo la generosidad de abrirnos esta casa».

Para terminar, los referentes de las centrales y organismos de derechos humanos dijeron unas palabras. Se anunció la intención de condensar estas demandas en una marcha. Aún no hay una fecha establecida, pero convocan a que todas las personas acompañen la lucha. La jornada culminó con el cantó de «La marcha de lxs Chicos del pueblo« escrita por Darío Witt.

Cuestión de piel infantil

Cuestión de piel infantil

Las nuevas generaciones pasaron de jugar con muñecas a obsesionarse con el “skincare”, o cuidado de la piel. La obsesión de muchas niñas con productos de belleza dedicados a la piel ha permitido un gran negocio.

Resulta cada vez más llamativo el deseo de las niñas por productos para la piel influenciados por las redes sociales. “Get ready with me”, “hauls” o “mi rutina de skincare” son algunos de los reels o videos principales que utilizan influencers de Tik Tok e Instagram para publicitar diferentes productos de belleza: maquillaje, cremas, tónicos, mascarillas, masajeadores faciales, entre otros. La paradoja es que las cremas y tratamientos prometen una piel suave como la de una niña, algo que ellas ya son: “Es mucho más frecuente que niñas y adolescentes utilicen productos de cuidado de la piel desde edades muy tempranas, desde los ocho o nueve años en adelante, ya sean productos que encuentran en su casa o piden a las familias que les compren”, comenta al respecto la dermatóloga pediatra Jimena Martínez.

Actualmente, el mercado internacional de productos de belleza y cuidado personal es un negocio que no deja de incrementarse. Y la Argentina no es una excepción: según un estudio realizado por la empresa de investigación Mordor Intelligence, se estima que en 2024 se alcance los 2.770 millones de dólares y crezca a una tasa compuesta anual del 2,88% hasta alcanzar los 3.190 millones de dólares en 2029.

En el mundo, los números resultan superiores. Allied Market Research detalla que el mercado global de cosméticos se valoró en 429.000 mil millones de dólares en 2022 y prevé que alcance los 864.000 millones de dólares en 2032. Según el estudio, este incremento se debe en gran medida por el aumento del uso de internet en estos últimos años.

Los jugadores clave que forman parte del mercado elaboran estrategias de marketing en plataformas para atraer clientes específicos. Las mujeres todavía predominan como las principales consumidoras. Diferentes marcas de productos de belleza y cuidado para la piel procuran establecer campañas de marketing con influencers, en muchos casos también menores de edad, que atraen al público juvenil e infantil. Las redes sociales no solo alientan un consumo inesperado de estos productos, sino que además pueden apurar una preocupación por el envejecimiento que los niños no tienen por qué sufrir.

 

Pieles sanas

“Ya está instalado hace un par de años que inicien a edades tempranas con el cuidado de la piel” explica Jimena Martínez, quien también es pediatra. “En este último tiempo surgió en redes sociales con ‘Sephora Kids’, un negocio donde venden productos que ahora son diseñados específicamente para niños y niñas. A raíz de eso las familias vienen a consultar para orientar a sus hijas”. El impacto de la campaña de Sephora Kids generó muchísimos debates en redes sociales. De pronto, por todo el mundo, las tiendas de esta marca se convirtieron en uno de los intereses principales de las más chicas.

La especialista en dermatología infantil aclara que no suele observar daños físicos en sus pacientes por el uso de estos productos. Sin embargo, algunos con contenido abrasivo como el retinol, salicílico o glicólico resultan propensos a provocar irritación, inflamación o cambios de coloración en la piel. Sobre el fenómeno, opina: “Este aumento de preocupación en niñas y adolescentes por cuidarse la piel únicamente del rostro, porque no se cuidan la piel de todo el cuerpo, está impulsado a través del uso de redes sociales, las cuales provocan mirar videos repetidos compulsivamente. Es claro que las niñas empiezan a aprender de estos videos, al mismo tiempo que les genera una necesidad”.

Por su parte, Cristina Pascutto, médica dermatóloga y secretaria general de la Sociedad Argentina de Dermatología dirige su crítica hacia los creadores de contenido: “Hay muchísima gente que no tiene ningún tipo de capacitación o de formación profesional y aconsejan un sin número de cuidados inadecuados para la piel que realmente no son necesarios para niños o adolescentes”.

Ambas especialistas coinciden en que pieles tan jóvenes sólo deben ser cuidadas con protector solar en verano a menos que tengan alguna patología. Como mucho, Martínez recomienda una crema hidratante sin ningún activo antiage. En sus consultas prioriza el cuidado de la salud de forma integral, con el objetivo de llegar a un fin saludable y no estético. Lo que más le concierne son las consecuencias a largo plazo: “Muchas veces la imagen que se brinda en redes es una imagen distorsionada. Tiene filtros o la persona de la foto está muy maquillada. Ahí es donde la realidad se confunde. El ideal al que quieren llegar es inexistente. Trato de informar, especialmente a los adultos responsables, que los productos que se muestran en redes sociales se están vendiendo aunque parezca que no. Simplemente se realizan canjes para que del otro lado de la pantalla alguien lo quiera comprar” explica. La especialista asegura que, obviamente, está a favor del cuidado de la piel pero la práctica se está volviendo obsesiva: “Las niñas comienzan a copiar estos videos de influencers repitiendo frases sobre el envejecimiento mientras están en pleno desarrollo. Con toda esta información que están manejando, me preocupa lo que pueda llegar a pasar cuando sean adultas”, concluye.

 

Riesgos en la salud mental

Efectivamente el bombardeo constante de contenido en redes sociales es un problema que trae consecuencias. Un ejemplo concreto es el estudio realizado por Facebook sobre el impacto que genera su aplicación Instagram en millones de usuarios jóvenes. El estudio interno, publicado en un artículo del Wall Street Journal, asegura que el uso constante de estas plataformas incrementó la tasa de cuadros de ansiedad y depresión en jóvenes, mientras uno de cada tres usuarios puede desarrollar problemas con su imagen corporal. En Estados Unidos un 6% de los adolescentes informaron tener pensamientos suicidas originados por lo que ven en Instagram, mientras que en Reino Unido llega a un 13%. Si bien algunos ejecutivos de la empresa minimizan los riesgos y se niegan a hacer públicos los estudios sobre el efecto en la salud mental de los niños, es de vital importancia generar conciencia sobre sus posibles riesgos.

Diana Novominsky es psicóloga clínica y directora del centro “Vivir más liviano”, un equipo dedicado a tratar niños y adolescentes con trastornos en la imagen corporal. Al respecto señala que las redes sociales definitivamente fomentan este tipo de trastornos: “Por un lado es importante recalcar el desarrollo de una niñez donde se pueda jugar y divertirse sin tener que ocuparse de temas aún innecesarios. Sin embargo, pueden aparecer estos trastornos de ansiedad o ideales del deber ser” y agrega: “Me parece que empezar a ver ciertas características propias como defectos  adelantan todos estos problemas”. Sobre una posible “adolescencia temprana” en las niñas de esta generación Novomisky cree que el término correcto es más bien una “malformación” que “complica el desarrollo”. Considera que los padres son responsables de lo que consumen sus hijos, pero que existen otros factores culturales y generacionales que han cambiado el panorama de las infancias: “Hay cuestiones culturales a lo largo de la historia, que siempre han afectado a las mujeres, pero inevitablemente se traen a colación nuevos problemas. Por ejemplo, el tema de la autocrítica en esta generación se ha potenciado con las redes sociales. Todas las miradas parecen multiplicarse y antes eso no pasaba”, reflexiona. 

 

Captadas desde niñas

Evidentemente los avances de la tecnología permiten el bombardeo constante de contenido, que inclusive se autogenera, sobre todo en aplicaciones como Tik Tok. Estas plataformas profundizan los posibles conflictos que tienen las niñas con su cuerpo y su piel. Los mandatos del sistema patriarcal se refuerzan con internet al resultar evidente que el objetivo siguen siendo las mujeres.

“Estos productos no son juguetes” sostiene Esther Pineda, Doctora en ciencias sociales y escritora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer” entre otros. Pineda, plantea que “este malestar o miedo no es natural” sino “impuesto por las campañas mediáticas de productos de belleza” y afirma que: “Desde muy temprana edad les están diciendo a las niñas que su valor social y condición de mujer se organiza en torno a la belleza. Si bien esto siempre ha existido en las diferentes etapas del proceso histórico social, en la actualidad se ha profundizado como consecuencia de la hiperconexión y la ausencia de regulaciones en las redes sociales”.

Valentina Arias, también doctora en Ciencias Sociales y autora del libro “Mandar Fotitos. Mujeres jóvenes, imagen y sexualidad en la era digital” reflexiona sobre cómo ciertos mandatos se reconfiguraron estos últimos tiempos: “Funciona esta idea del cuerpo como un proyecto en donde siempre se lo puede mejorar. Y sobre lo mejorado podés mejorar más. Entonces: ¿qué vas a hacer hoy por tu cuerpo? Siempre tenemos que encontrar la manera de estar óptimas», asevera. La escritora lo describe como “generaciar el envejecimiento” donde no resulta una sorpresa que las campañas de belleza para niñas tengan tanto éxito: “Promueven ‘el hacerse cargo del propio cuerpo’ como un proyecto para aumentar el capital estético, por lo que es necesario prepararlo con la mayor anticipación posible”, remata.

Así como sucede con las infancias, las edades se van acortando en lo que respecta al uso de cirugías estéticas y en la actualidad es cada vez más usual el uso de ácido hialurónico, fillers o botox en jóvenes de 20 años. A pesar de que las rutinas de skincare en un principio parecen un juego inofensivo, resulta fundamental informarse sobre estas problemáticas para orientar no solo a los más chicos, sino también a los adultos responsables. 

Denuncian el uso de la motosierra con las infancias y adolescencias

Denuncian el uso de la motosierra con las infancias y adolescencias

Los trabajadores de la exSecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia realizaron una radio abierta frente al edificio donde se encuentra el organismo para visibilizar despidos, desfinanciación y la falta de designación de personal jerárquico. Todos los cuestionamientos apuntan a la ministra Sandra Pettovello.

La exSecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) realizó una radio abierta para denunciar su desfinanciación, el despido de 61 trabajadores y la falta de designación de  personal jerárquico. La actividad se desarrolló desde las 13 en el edificio del organismo, ubicado en Perón 524, y contó con la presencia de los trabajadores que forman parte de los centros de desarrollo infantil, los hogares para adultos mayores y la línea de asistencia para chicos y chicas.

La actividad tuvo lugar después de que los trabajadores lanzaran un comunicado en el que se alertaba que la SENAF había sido degradada a subsecretaría, por lo que había menos recursos para mantener el mismo nivel de asistencia. Por otro lado, en el texto firmado por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE)  manifestaba preocupación por el aumento de la explotación laboral y la posibilidad de que haya aún más rescisiones de contratos. 

En este sentido, Adolfo DArdik, secretario general de la Junta Interna de la Subsecretaría lamentó: “ Que desfinancien al Estado como lo vienen haciendo aventura un desguace de un organismo que, en este contexto de crisis socioeconómica, debería estar a disposición de todos los sectores más vulnerados”.

Esto se da en el marco de una paralización que los trabajadores han bautizado como “caos administrativo”: “No tenemos funcionarios designados, no hay interlocución. Cada tanto aparecen quienes deberían ocupar algunos cargos de jerarquía y solo nos dicen ‘no tenemos definiciones’”, explicó el gremialista. 

Sandra, integrante del personal de SENAF, tomó el micrófono de la radio abierta y coincidió con Dardik: “Como no hay autoridades, no hay firma, entonces no se mueve ningún papel. No hay dictámenes, no hay pagos, no hay firmas de convenios, no se están tramitando las reparaciones económicas para niños y adolescentes que han perdido a sus madres por femicidios, no se están gestionando pagos para espacios de primera infancia”. 

“Nos acercamos hacia el fin de un primer trimestre con ejecución cero, cosa nunca vista en el organismo —continuó— Y en la medida que esto no se subsane, el segundo trimestre quizás no sea de ejecución cero pero sí de subejecución. Encima tenemos un presupuesto prorrogado del 2023, por lo que está a la baja” 

El siguiente en tomar la palabra fue Dardik, quien adelantó que habrá más actividades similares si no se oyen los reclamos de los trabajadores. “El presidente se encargó en las últimas entrevistas de denominarnos como parte de una asociación criminal, dijo que el Estado es una asociación criminal. Es horrible en todo sentido”, sostuvo.

Es claro que nosotros a la disputa ideológica la damos en todos los campos —añadió—; nuestra disputa es en el campo del sentido. Esta gestión (la de Sandra Pettovello), en las pocas intervenciones públicas que ha tenido habló de caridad y beneficencia. Nosotros hablamos de justicia social, de un Estado presente en territorio, que genere políticas públicas y derechos”.

Antes de concluir, sentenció: “Esta pelea la vamos a ganar, como hemos ganado otras tantas. Porque sabemos de nuestro compromiso, sabemos de nuestra fortaleza, sabemos que cuanto más nos golpean más solidaridad generamos. Estos personajes que deambulan por nuestro organismo, que se jactan de hablar del niño por nacer, poco les interesan los derechos de los niños nacidos, que son los que laburamos”.  

La realidad detrás de los recortes

A Alejandra (54) la despidieron a través del sistema de gestión de documentos el 30 de diciembre. Ese martes llegó al Centro de Desarrollo Infantil Evita, en el barrio de Congreso, y al prender la computadora se encontró con un cartel que le indicaba que no le había renovado su contrato. 

“Me agarró una crisis que quería romper todo… No sé cómo explicarte —recordó con lágrimas en sus ojos ante este medio—. Me empezó a latir el corazón muy fuerte, fue tristísimo”. 

Había ingresado al SENAF en mayo del 2023, en el marco de una serie de contrataciones que buscaban cubrir bajas en diversas áreas críticas. Antes se desempeñaba en trabajos temporales como acompañante terapéutica y niñera, por lo que la posibilidad de acceder a un trabajo en blanco había significado un gran progreso para su carrera. 

“Me tocó trabajar con nenes de dos años. La verdad es que trabajamos un montón —indicó, mientras se inclinaba hacia delante, casi como si suplicara que le creyeran—. El CDI ordenaba mi vida. Era un trabajo hermoso”. 

Luego de la notificación virtual, siguió acudiendo a su trabajo durante dos semanas: “Iba porque era mi puesto de laburo, por suerte tuve el apoyo de mi jefa, mi directora y mis compañeras. Yo quería laburar. Dicen que somos unos vagos, que somos todos ñoquis, que el Estado da gasto y no suma, pero es el Estado el que sostiene todo”. 

Las calesitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…

Las calesitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…

Calesitas o carruseles -según si están fijos o se mueven verticalmente los caballitos, elefantes o leones- son parte del paisaje porteño desde 1867. ¿Qué tuvo que ver la guerra con este popular juego?

En pleno Boedo, Avenida Independencia al 4200, se cuela la Placita de los Vecinos entre tanto edificio. A pesar de la oscuridad tenue de la tardecita, hay un sector lleno de luz en su entrada. Es un núcleo colorido, musical y en movimiento que atrae a los niños cual polillas y les hace repetir como disco rayado: “¡Otra vez! ¡Una más!”. El éxtasis está en el aire y en su atmósfera. Gira una calesita.

Hernán Pernochea piensa que su calesita es moderna” en comparación con otras. Se encargó de que, además de los icónicos caballos y los ciervos de nariz respingona, también estén los personajes que convocan a los niños y niñas del presente como el Rayo McQueen, la Rapunzel de Disney y Spiderman. La ilusión de los chicos es la materia prima de su trabajo: “La verdad es que siempre quise ser calesitero, y hoy es mi profesión y lo que elijo”.

Antonio Cid, calesitero desde 1971 del Parque Pereyra, en Barracas bien al sur, va más allá al definir su oficio y utiliza una curiosa metáfora, similar a la del economista Emanuel Álvarez Agis sobre la deuda pública: “Esto es lo que me gusta. Una vez que entrás es como la droga… la diversión es una droga que no te hace mal”.  

En general, resaltan estos trabajadores, el oficio es heredado. “Mi abuelo era calesitero, mi viejo es calesitero y yo también lo soy”, confiesa Hernán. Don Antonio también cumple la regla y se enorgullece al contar que desde los 18 años sigue la tradición de su papá. Hoy tiene cerca de 70 y se pregunta si alguno de sus hijos continuará haciendo girar a sus caballitos de madera al ritmo de La Vaca Lola. El tiempo lo dirá.

Las reglas del juego

Según datos oficiales, en la Ciudad de Buenos Aires hay 55 calesitas. La Ley 5418 determina que los permisos para el funcionamiento de los carruseles en el espacio público son por cinco años y tienen la posibilidad de renovación. Además, se estipula una prioridad para el otorgamiento de licencias para quienes hayan sido titulares en el pasado. Este punto, destacado en el Capítulo 9.15 del Código de Habilitaciones y Verificaciones, resuelve un viejo problema que, según recuerda Pernochea, generaba un proceso poco transparente donde “podía concesionar el que ponía más guita”.

Desde hace unos años, los calesiteros acordaron con el Gobierno que los jardines y chicos de hasta primer grado pueden hacer una excursión gratis. Otra regla ordena que las calesitas deben guardar una distancia mínima de diez cuadras entre sí. La idea es que no haya competencia entre compañeros.

Algunos de los carruseles están protegidos por la Ley de Patrimonio Cultural, lo que implica que fueron declarados sitios de interés para la identidad porteña. En los hechos, esto significa que hay que pedir una autorización para hacer alguna refacción, como darle una mano de pintura o cambiar un caballito de lugar. Por ejemplo, Antonio firmó un contrato recientemente con la empresa Bayer porque la marca se ofreció a restaurarle la calesita a cambio de poder utilizarla para un evento. Distintas formas de conservar el patrimonio.

De la guerra al juego

En un inicio, la calesita fue un medio de entrenamiento para los jinetes turcos que combatían contra enemigos ficticios que giraban en la sarianguik, un plato de madera con caballos hechos del mismo material. Luego, con las cruzadas, se extendió hacia Europa Occidental y, así, recibió su nombre en castellano: carosela, “la primera batalla”. Más tarde, la realeza del viejo continente construyó carruseles en jardines privados y le dio su propósito actual, el entretenimiento infantil. La última parada de este viaje fueron las ferias populares, lo que permitió que la actividad se emancipe de los ricos y se vuelva un juego para el pueblo.

La primera calesita argentina data de 1867, de fabricación alemana, estaba ubicada en la actual Plaza Lavalle. Pasaron 24 años para que llegara la primera confeccionada por manos nacionales. Y si hablamos de inventos argentinos, la sortija es uno de ellos. Su fisonomía se compone de una bocha con forma de pera, una chaveta y una arandela. Las hay simples o más sofisticadas. Su valor está en la idea de regalar otra vuelta más. Pero no es fácil: los niños deben superar el hábil muñequeo del calesitero. Para Cid, el secreto está en esperar lo suficiente y en asegurarse de que todos los gurises logren conseguirla. Sabe que para un pibe hay pocas alegrías como atrapar la sortija y ganar otro paseo.

El ritual se remonta a las corridas de sortija gauchescas del siglo XIX. Los jinetes de la Pampa Húmeda competían para demostrar su habilidad en la monta. El objetivo era embocar un palo en una argolla que estaba a casi tres metros de altura. Los años pasaron y la tradición se conservó. Ahora el bravo quiebre de muñeca ilusiona con un viaje gratis para cualquier niño. Otra vez la competencia se hizo juego.

 

Mi carrusel arrabalero

Una diferencia fundamental: la calesita es un juego mecánico que tiene asientos inmóviles, mientras que en el carrusel se mueven verticalmente. Cuestión de nomenclaturas, las palabras y las cosas.

Algunos carruseles superan los 100 años, como el caso de la calesita de Antonio. Fue diseñada originalmente por un portugués en 1897 y adquirida luego por su padre, quien la refaccionó para convertirla en un carrusel. Don Antonio se enorgullece, respira hondo y hace historia: “Sus partes son de madera maciza. Un caballo pesa alrededor de 90 kilos. Son de material bueno, a diferencia de las actuales que se hacen con fibra de vidrio. La madera tiene más aguante”, asegura.

¿De qué manera se logra conservar a estos gigantes forjados en hierro? En general las refacciones suelen ser realizadas por los propios calesiteros. Los trabajadores rodantes dicen que “escuchan y sienten” cuándo deben intervenir. “Es el calesitero el que se trepa, agarra un pincelito y le manda grasa a lo que sea. Se encarga de evitar que haya problemas”, aporta Hernán.

Pero la autogestión no todo lo puede, por eso muchas veces recurren a sus compañeros. Así comenzó la Asociación Argentina de Calesiteros y Afines: “Hay un aguante colectivo, nos damos una mano entre todos», asegura Cid. Su germen fueron las juntadas entre colegas en el lejano 2004. La organización adquirió su personalidad jurídica en el 2010. Actualmente funciona como un lugar de encuentro en el cual los primeros lunes de cada mes, los trabajadores comparten un almuerzo e intercambian opiniones sobre su profesión.

Si todo este dispositivo llega a fallar, hay que levantar el teléfono y contactar a un matricero. La matricería es ese pequeño taller que repara la infraestructura del carrusel cuando está dañado. Puede arreglar los engranajes o recuperar algunos de los asientos. “Es la persona que labura en el fondo de su casa. Podés llegar al taller y ver que tienen un autito o un caballito en el techo”, apunta Pernochea. Los jardines de la mente, diría Charly García, y las estatuas que (ellos deben) pulir.

Cosa seria

Fermín tiene apenas dos años y rota por todos los juegos del patio inaugurado en Parque Lezama, cerca del cruce de Martín García y Defensa en San Telmo. De la hamaca a la locomotora, del auto al tobogán tirabuzón, no hay tiempo que perder. Pero cuando se eleva del medio metro que le consta por su edad, la vista se le clava en aquel techo descolorido del predio de enfrente que gira y gira desde 1960. La cale”, demanda. Si quiere dar la vuelta, que no se quede con ganas.

Para Celina Vietto, psicóloga maestrando en infancias y juventudes, el juego es una parte esencial en la constitución de las personas: “La creación es salud”, porque es un proceso de apropiación del mundo en el que se inventa lo que no se tiene al alcance. Incluso, el juego es considerado un derecho para los niños y en nuestro país está protegido en uno de los artículos de la Ley 26.061 sobre derechos de las infancias y adolescencias.

Fermín ruega una vuelta más apenas termina y acecha la sortija repleto de adrenalina. Francesco Tonucci, reconocido pedagogo, plantea que las ciudades no están adaptadas para la apropiación infantil. Desde 1991 lleva a cabo el proyecto Ciudad de los Niños donde remarca la importancia de reconocerlos como sujetos de derecho para pensar la planificación urbana a partir de sus necesidades: “Los niños quieren salir de casa y vivir en autonomía su experiencia de juego y de contacto con otros”.

Las calesitas son parte del paisaje urbano, pero para Pernochea son un momento de libertad: “En la cabeza de los pibes es una película. Hay un dicho que dice que es el primer viaje que el nene hace solo. A veces vienen los padres y le dicen ‘pero ese es aburrido, subite a tal’ y yo digo, loco, es el que eligió porque cuando entró lo vio y en su cabeza ya empezó su idea, su mundo, su mambo”.

Sigue girando

La calesita y su dueño echan raíces en la plaza. Don Antonio es famoso por su antigüedad y su carácter: “Hay gente que vivía en Barracas, se mudó pero tiene algún pariente en el barrio. Después vuelve y dice Oh, ¡todavía estás acá!’ ¿Qué querés, que me vaya? Es gente grande que venía cuando era chiquita. Venían los padres, trajeron a los hijos y a veces hasta vienen los nietos. Es lindo porque vas por cualquier lado y te dicen ‘¡Ahí va el calesitero!’”.

Cada uno con sus modos, los calesiteros se vuelven figuritas del barrio que encarnan las añoranzas de muchos; un pedazo de su pasado conservado en el presente.