Los trabajadores del Bauen no se dan por vencidos

Los trabajadores del Bauen no se dan por vencidos

La pandemia logró lo que no pudo el poder: que cierre el autogestionado hotel Bauen. Pero sus integrantes ya armaron tres nuevas cooperativas y sueñan con una cuarta.

La cooperativa Sweet Canela la integran cinco extrabajadores del Bauen.

La pandemia de covid-19 causó la pérdida de innumerables puestos de trabajo y con ello la necesidad de decenas de familias de encontrar en medio de la crisis, nuevas formas para sustentarse. El coronavirus, entre otras cosas, logró lo que no pudo el Poder Judicial, el macrismo y empresariado: el Hotel Bauen cerró en octubre de 2020, luego de casi dos décadas de autogestión cooperativista y constantes luchas por las recurrentes amenazas de desalojo, los trabajadores tuvieron que abandonar el edificio debido a las deudas por la falta de ingresos a y previo a esto, los tarifazos y el veto de Mauricio Macri a la Ley de Expropiación, en el 2016.

Se cerró un capítulo para el exBauen, pero sus integrantes se repensaron junto con compañeros de otras cooperativas y así inició una nueva etapa, esta vez con mucha experiencia acumulada. Por eso, tras abandonar el edificio, surgieron tres experiencias cooperativistas. De estas, dos son gastronómicas: Sweet Canela, que administra el bar del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini; Los Carpinchos, que asume la gestión del bar de los trabajadores del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (en la ex ESMA, Avenida del Libertador 8151) y Rutas Argentinas, la agencia de turismo que les va a permitir a todos los trabajadores conocer los alojamientos y destinos turísticos en manos de cooperativas y mutuales en todo el país y se espera que para el segundo semestre del año este en función en Avenida Cabildo al 1700.

Los exintegrantes de la cooperativa del Bauen ya crearon dos emprendimientos gastronómicos y uno turístico.

“Aún nos resta continuar con el Hotel. Es difícil pero no vamos a parar hasta encontrarlo. Como lo posible no se encuentra tirado por ahí sino que se construye espalda con espalda, salimos nuevamente a la cancha con más ganas que nunca”, indica Federico Tonarelli, presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA).

En este sentido, Tonarelli cuenta: “Nos encontramos en la búsqueda de un edificio estatal que cumpla con las condiciones necesarias para el desarrollo de la actividad hotelera, estamos gestionando los permisos de uso con la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), es un proyecto a mediano plazo”.

En paralelo al cierre del Hotel Bauen, algunos trabajadores siguieron en la cooperativa, otros desarrollaron proyectos personales y algunos están trabajando en relación de dependencia. “La dispersión del grupo fue medio inevitable; sobre todo, por no haber podido resolver rápidamente lo del nuevo edificio”, dice Tonarelli. Sin embargo, hubo un grupo que siguió con el horizonte puesto en el asociativismo y la economía solidaria. En la actualidad, son 15 los trabajadores directos, 5 en cada una de las tres nuevas cooperativas, y a ellos se sumarían otros puestos de trabajo, según el número de habitaciones que tenga el futuro hotel y el crecimiento de cada una de las nuevas empresas autogestivas.

Sweet Canela asumió la administración del café-bar del Centro Cultural de la Cooperación en junio de 2022; el equipo de trabajo está integrado por cinco personas (tres mujeres y dos varones) y las ganancias se reparten entre todos por igual. Nancy Galván es la presidenta de esa cooperativa, y también es la encargada del local, en donde trabaja su hija mayor, Jacqueline.

Sweet es el proyecto que más recorrido tuvo en este tiempo y la más pura de los exBauen, aunque son poquitos por ahora, porque el bar de la CCC da para pocos todavía», explica el presidente de FACTA y adelanta “Cooperativa Los Carpinchos somos compañeros de la cooperativa Bar La Cacerola y yo que vengo del Hotel”.

La cooperativa Rutas Argentinas, en tanto, está integrada por siete trabajadores exBauen junto con compañeros de la Cooperativa Escuela Mundo Nuevo y la de lácteos La Ciudad (Séptimo Varón). “Si bien aún el proyecto está en sus inicios, ya tiene matrícula y CUIT y está tramitando el legajo de agencia de turismo en el Ministerio”, explica Tonarelli.

El objetivo a mediano plazo es reabrir el hotel.

El objetivo central es la reapertura del hotel que para el Mundial de 1978 fue hecho para albergar turistas y que tras la crisis económica, política y social del 2001 desatada por las políticas neoliberales que llevaron adelante los presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa terminó con sus puestos de trabajo. Así nació la cooperativa de los trabajadores que por casi 20 años hospedó a miles de personas y comensales y en sus últimos años supo ser la casa y cuna de diferentes proyectos culturales y sociales tales como las redacciones de las revistas La Garganta Poderosa y Cítrica, el grupo teatral El Descubridor (con Manuel Callau a la cabeza) y un almacén de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

“La suma de tantas voluntades hizo nacer el Espacio Cooperativo Bauen, y esperamos poder continuar con el trabajo de tantos años. A estas tres cooperativas que hablamos, se le sumaría la cuarta, que es la cooperativa del Hotel Bauen. Dependemos para poder avanzar de las negociaciones que con la AABE estamos motorizando para conseguir un edificio estatal en comodato. Si conseguimos un edificio habría un rápido reagrupamiento de los compañeros, de eso no tenemos dudas», cierra Tonarelli.

Cuando la comunicación es cooperativa

Cuando la comunicación es cooperativa

El periodista y docente Washington Uranga integra la cooperativa de comunicación Huvaiti, que brinda servicios a organizaciones de la economía popular. ¿Por qué hace falta comunicar profesionalmente en esos sectores? Las tensiones entre el trabajo y la militancia.

“Huvaiti es un proyecto integrado por personas preocupadas por las cuestiones sociales, la política, la comunicación y los derechos humanos, que decidieron organizarse con la convicción de la importancia del trabajo asociado y con el propósito de generar alternativas y propuestas para la comunidad, desde una perspectiva integral de derechos e intentando contribuir a la mejor calidad de vida”, dice la carta de presentación de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación y el Desarrollo de la Economía Social y la Cultura Popular, Huvaiti. En criollo, una cooperativa que lo que  produce son servicios de comunicación para la comunidad inserta en la economía popular.

En un pequeño local de la calle Moreno, ubicado en el barrio porteño de Monserrat, está el almacén de “Alimentos Cooperativos”, que funciona como sede de encuentro para las y los trabajadores de la Cooperativa Huvaiti. Pero, ¿quiénes son las trabajadoras y trabajadores de Huvaiti?

“Somos un grupo de amigos -dijo Washington Uranga, presidente de la Cooperativa-. Nos encontramos algunos en la facultad, otros en la militancia, pero todos en la búsqueda de una propuesta de comunicación en la que nosotros y nosotras nos sintamos contentos y felices.Esto es algo que ni el mercado ni el Estado nos estaban ofreciendo. Te ofrecen trabajos profesionales que no terminan de satisfacer lo que nosotros tenemos en la cabeza y en el corazón respecto de lo que es la comunicación. De alguna manera lo que hicimos fue comenzar a fabricar una propuesta que nos representara. En principio hicimos cosas juntos y juntas y después decidimos de alguna manera institucionalizarlo. Pensamos diferentes formas organizativas y finalmente llegamos a la conclusión de que esto era una cooperativa de trabajo, porque lo que sumamos es eso, nuestro laburo. Después empezamos a imaginar proyectos. Imaginar proyectos significa poder aportar de la comunicación a un modelo de sociedad, a una propuesta política en términos amplios. Cuando digo una propuesta política intento que no se confunda estrictamente con una propuesta política partidaria, aunque todos tengamos posiciones partidarias. Pero una propuesta política tiene que ver con la vigencia plena de derechos, que me parece que es lo más político de todo. Construir espacios y sociedades donde la vigencia de derechos sea plena. Y pensar, nosotros comunicadores y comunicadoras, ¿qué hacemos desde ahí? ¿Cómo lo hacemos desde ahí?

Una pregunta bastante angustiante

Sí, y también ¿cómo lo hacemos en estas condiciones? Esa es una pregunta que te parte. Todos tenemos que vivir de algo, necesitamos generar ingresos. Normalmente estos espacios se convierten en espacios de militancia y la militancia no es rentada, por lo menos no la nuestra. En algún momento el proyecto Huvaiti tiene que caminar para que nosotras y nosotros podamos vivir de esto. Ni mañana, ni pasado probablemente. Pero sobre todo los y las más jóvenes, que mañana puedan hacer de esto un proyecto en el que puedan hacer confluir el sentido de su vida, la militancia y la profesión.

 Se piensa como dicotómicos y antagónicos el fin de lucro y la militancia. ¿Y para quién termina siendo accesible entonces la militancia? 

Exactamente, entonces nosotros y nosotras tuvimos que buscar ahí un modelo de gestión. Es decir, que la cooperativa tenga un desarrollo complejo que nos permita por un lado generar ingresos, pero al mismo tiempo, que esos ingresos sirvan para solventar por lo menos el trabajo de algunos y algunas, y que además podamos dedicar parte de estos a hacer prestaciones que sean gratuitas o casi gratuitas. Por ejemplo, Walter Isaias y Manual Barrientos están trabajando en un proyecto , para nosotros muy importante, con la Radio La Colifata. Para nosotros dentro del proyecto de Huvaiti es muy importante, estamos haciendo ahí un desarrollo que tiene que ver con las personas, pero también trabajando en una marca colectiva para La Colifata.

 ¿Cómo una marca?

Claro, ellos están comenzando a producir productos de la economía social. ¿Cómo se reconoce eso? Bueno, con una marca que se llame La Colifata. Pero eso también necesita estrategia de comunicación. Entonces, ¿es un proyecto de promoción humana? Sí. ¿Es un proyecto de derechos humanos? Sí. ¿Es un proyecto comercial? También. Y es un proyecto comunicacional. Huvaiti intenta ser un proyecto complejo de comunicación. Está Huvaiti la editorial, generamos estrategias de comunicación, desarrollamos la plataforma de comercialización de productos de la economía popular, ESAP se llama, y trabajamos un programa de radio que se llama “Mundo Hormiga”, que se produce una vez por semana y se distribuye por cuarenta y tantas emisoras comunitarias de todo el país. Entonces tenés una serie de cosas. Huvaiti es todo eso. Y todo eso con distintas miradas. 

 ¿De dónde sale Huvaiti ediciones?

 Decidimos abrir Huvaiti ediciones porque nosotros queremos debatir en el mundo de la política y en el mundo de la academia poniendo temas a circular. Queremos producir eso, temas para discutir.

 ¿Producir sentido?

Exactamente. Pero eso necesita sustentarse. Los libros los vendemos baratos porque tenemos que venderlos. Aunque consigamos algunos subsidios que nos permiten producir los libros, hay que seguir produciendo. Por ejemplo, acabamos de producir un libro que no se va a imprimir porque tiene 380 páginas y es imposible imprimir por el costo. Pero este habla de nuestra vocación latinoamericana, es un libro en alianza con la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Eso es gratis, gratis en el sentido que nosotros no cobramos nada, pero nos parece importante meter en nuestra colección también un libro de sentido latinoamericano. Entre otras cosas porque creemos profundamente que solo no se salva nadie y en que nosotros tenemos que pensar latinoamericanamente. 

Presentación del libro «Por una construcción colectiva. Comunicación para la organización y la economía comunitaria».

Es el proceso de ir balanceando esta estructura de la cual pueden depender económicamente y al mismo tiempo ir construyendo el sentido y el posicionamiento en el que creen

Claro, de la misma manera es nuestra alianza con Alimentos Cooperativos. Este tiene dos sentidos. El primero tiene que ver con nuestro compromiso con la economía social y la agricultura familiar. Y, en segunda instancia, tenemos un diagnóstico que nos dice que en general los compañeros y las compañeras de la economía social y la agricultura familiar no tienen  trabajo comunicacional, no tienen estrategia de comunicación que visibilicen su existencia y la de sus productos. Entonces dijimos: “Bueno, nosotros vamos a aportar ahí”. Pero hay que estar dentro de ese proceso, porque si estás afuera no se puede hacer. Entonces decidimos generar esta alianza con alimentos cooperativos para poner un almacén. Algunos amigos se ríen porque dicen: “Ustedes, académicos, terminaron de almaceneros”. Pero que el almacén sea de alguna prueba piloto de cómo se puede montar un almacén que te de visibilidad, en el que puedas incorporar sentidos, y que pongas a discutir otras cosas. Que además le podamos decir a otros y otras de la economía social “mirá, esto se puede hacer así y podemos hacerlo juntos y juntas y corrijamos entre todos y todas”. 

También eso te pone en la agenda en la cual vos queres participar en otras conversaciones, en otros momentos y experiencias. La combinación ciencia-territorio acá es muy interesante y ser comunicadores almaceneros es un poco también eso.

No se me había ocurrido, pero está bueno. De hecho, a nosotros nos fue llevando a otras cosas. Nosotros, como Huvaiti, estamos haciendo las redes de Alimentos Cooperativos, hacemos las redes de la Federación de Cooperativas Rurales de la Rioja y estamos conversando la posibilidad de hacer la comunicación de otras cooperativas o redes de cooperativas. 

Es parte un poco de pensar la comunicación como producto, ¿no?

Pensar la comunicación como producto y como proceso, la relación comunicación-territorio. Yo me apoyo mucho para pensar en el territorio en De Certeau. Él te dice “movilidad transitando”. El territorio no es un mapa, es básicamente relaciones, vincularidades. 

Lo hablaban en la presentación del último libro Por una construcción colectiva: pensar la comunicación como un producto más de la economía social, solidaria, popular y comunitaria.

Sí, esto es una tensión a veces, porque los compañeros no tienen en cuenta que esto tiene costo y que esto es nuestro trabajo. Y a veces debatís eso y les decís: “¿Sabes que yo laburo de esto?” Y te contestan: “Por qué no me tirás unas cuantas ideas de cómo hacer esto”. Sí, compa, yo te tiro un par de ideas, pero nosotros estamos laburando, así como vos producís las aceitunas yo genero productos comunicacionales, entonces por qué tus aceitunas valen y mis productos de comunicación no. Yo sé que es intangible y puede ser difícil de entender, pero es una discusión que hay que dar porque los compañeros y las compañeras no lo tienen en claro. Te dicen: “Vos que sabes hacer de esto…” Sí y a mí me gusta comer queso, y los quesos me los vendés. Nosotros nos planteamos como grupo, como cooperativa de interlocutores en lo comunicacional y en lo político. Yo trabajé y aspiro a seguir trabajando con el movimiento sindical, porque también soy de los convencidos, y los compañeros también, de que el movimiento sindical necesita mucho de la comunicación, tienen miradas muy estereotipadas.

¿En qué sentido?

Hay formatos que perdieron vigencia. El formato del puño cerrado en blanco y negro pudo haber tenido mucho valor en algun momento, y no digo que ahora no tenga nada de valor, pero hay que encontrar otra forma de comunicar el mundo sindical que además ahora está muy estereotipado. Vos tenés que luchar contra determinados sentidos construidos, sentidos que dicen que los dirigentes y las dirigentas sindicales son esto o lo otro. Y no, son muchas más cosas. Y eso es lo que no se ve, el sistema corporativo de medios transmite otra cosa, y eso es lo que hay que discutir. Pero a los primeros y primeras que hay que convencer de eso es a los compañeros y a las compañeras. Ellos son otros de los que te dicen: “¿No venís a darme una mano con un plenario? A explicar un poquito lo de la comunicación? Y sabés que yo laburo de esto. “¿Pero qué te cuesta?” Y sí me cuesta loco.

Claro, hay toda una trayectoria hecha

Y ni siquiera es por la trayectoria, es poner el cuerpo, y si yo estoy poniendo el cuerpo estoy laburando. Si vos le reconocés a tanta otra gente el laburo, ¿por qué no a nosotros? ¿por qué a un abogado le pagás y a nosotros no?

Los periodistas Jorge Vilas y Gisselle Teper, el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Diego de Charras, y los miembros de Huvaiti, Whasington Uranga y Clarisa Veiga en la presentación del libro realizada en Almacén.

En la presentación y en el libro vos hablás del pensar latinoamericano y la democracia. 

Sí, por mi historia en general yo estoy muy atravesado por América Latina, cuando a mi me preguntan ciudadanía, yo digo latinoamericano. Soy de los convencidos de que este continente es indisociable. Nosotros no podemos dejar de pensarnos como unidad latinoamericana, y nuestro futuro depende de que nosotros y nosotras seamos capaces de pensarnos así. Y esto hay que construirlo y muy particularmente hay que construirlo desde Argentina. Y la otra, para mí la democracia tiene sentido en cuanto significa restitución y vigencia de derechos, sino es una farsa. Incluso puede llegar a ser una farsa participativa si no sirve efectivamente para mejorar la calidad de vida. Yo rescato mucho la cosmovisión andina del Buen Vivir o el Vivir Bien. Como dicen los colombianos ahora, a Vivir la Buena Vida, que no es vivir de joda, es la buena vida, es calidad de vida, felicidad, sentirse feliz con lo que hacemos. La democracia tiene que estar ligada a eso. Si no está ligado a eso es como una lucha sin sentido, como una carga permanente, y no puede ser una carga. Nosotros necesitamos construirnos con alegría, con satisfacción de lo que hacemos. Lo que intento decir cuando escribo es ese tipo de cosas. ¿Para qué comunicás? o ¿comunicar en qué sentido? Comunicar con sentido latinoamericano, comunicar con Buen Vivir. Porque si no, ¿la  democracia qué es? ¿Un voto? ¿Ir a votar? Es como demasiado poco. 

 El libro juega mucho con cuestiones más abstractas, más ensayísticas, pero también te encontrás con un un cuadro concreto de estrategias de comunicación en el medio. Esto también deja ver que se ponen en juego cuestiones materiales al hacer comunicacional, como por ejemplo que tus amigos te pidan que des un plenario gratis o que te pidan consejos de cómo gestionar un proyecto. 

¿Eso sabes por qué? Porque eso surge de nuestra propia práctica. Vos mirás y analizás lo que escribe Clarisa (Veiga), por ejemplo: lo que está haciendo es poniendo sobre la mesa su propia experiencia con Abuelas de Plaza de Mayo. En la que tuvo que traducir una cantidad de cuestiones que tienen que ver con salir de una idea, para traducirla en una propuesta que haga sentido en una sociedad donde muchas veces domina otra. Entonces, muchas veces eso significa producto, metodología, proceso. El texto de Manuel Barrrientos tiene un montón de cosas que son también estratégicas. Porque también eso lo tenemos que discutir, porque sino terminamos todos y todas haciendo Marketing Comunicacional. Yo ni siquiera estoy en contra del marketing, pero hay formas del marketing que no me cierran. Pero necesitamos construir metodologías.

 Decías en un momento ¨popularizar la comunicación corporativa”.

Si, va por ese lado. Encontrar que la comunicación popular tenga también un costado que responda a la sociedad de mercado en la que vivimos. Hay que poder responder a eso y hay que poder hacerlo desde nuestro lugar. No simplemente para acoplarnos o sumarnos, sino que para responder desde otro lugar. Fácil no es. Pero bueno hay que hacerlo. 

 ¿Pudiste trabajar un poco el sentido o desarmar un poco las ideas con respecto al intento de magnicidio de Cristina?

Los intercambios con los y las compañeras, con los y las colegas, son desazón, incertidumbre y angustia. Tiene que ver con la dificultad de construir escenarios de futuro. Me parece que lo más tensionante es eso. Pero, además, la dificultad de construirnos como sociedad en la diferencia. Si uno no piensa que las sociedades se construyen a partir de la diferencia, es muy difícil imaginar el futuro. Porque sería de alguna manera muy totalitario, todos y todas tienen que pensar igual. Y, además, porque el enriquecimiento en la sociedad se da en el principio de alteridad, el otro y la otra me enriquece desde su diferencia. Sería muy aburrido si todos seríamos iguales.

 ¿Seríamos algo si todos fuésemos iguales?

Por eso. Entonces no admitir la diferencia y además cargarle a eso violencia física, es de alguna manera un sentido de destrucción de lo social. Pero más allá del hecho particular,que es gravísimo y detestable, lo que hay es el contexto que genera eso. Y más allá de que algunos y algunas colegas están tratando de decir “ay nos están poniendo a nosotros como culpables”, es verdad que el sistema de medios cargó de sentidos a través de determinadas personas que habilitaron ese acto violento. No quiero decir que le hayan puesto la pistola en la mano ni mucho menos, pero sí creo que esa persona se sintió habilitada por un contexto, y eso es grave. Y por otra parte, creo que están faltando decisiones políticas para ponerle límite a eso. Porque esos discursos de odio están violando los derechos de todos nosotros.

 Vos hablabas de la comunicación y la democracia como restitución y vigencia de derechos, y en todo esto ¿qué es esta comunicación?

Yo diría también que la comunicación es un espacio de disputa simbólica por el poder. Es un espacio de lucha simbólica y está claro que quienes actúan como lo están haciendo, falseando, mintiendo, agrediendo, están dando una disputa simbólica y nosotros no nos podemos quedar callados y calladas. Pero para eso necesitamos también construir metodología, para eso también necesitamos valernos de herramientas. Y la otra es ¿cómo convertimos esto, que es una tragedia, en un hecho positivo que construya? Yo soy de los que piensa que esto necesita movilización social. Que no hay otra forma. Si no hay respuestas institucionales tiene que haber movilización social. Tiene que haber calle. 

 La construcción social es un alivio a la angustia

Si pero depende, yo soy muy prospectivista en esto.

 ¿En qué sentido?

Es una mirada que te permite construir sobre la base de escenarios futuros. Nosotros no podemos construir escenarios futuros que nos sirvan como horizonte. Y digo escenarios en plural, porque no es un escenario, pueden ser muchos. Pero necesito construirlos, si no tengo eso no camino. Y para poder construirlo necesito organización. No es lo mismo pero es esa idea que le atribuyen a Galeano, pero no es de Galeano, es de Fernando Birri, que habla sobre la utopía y dice: “¿Para qué sirve la utopía? Y bueno, para seguir caminando”. La idea de los prospectivistas es así: construir escenarios de futuro pero para poder actuar en el presente. 

 ¿Por qué el nombre Huvaiti? ¿Por qué “camino hacia el encuentro”?

Porque de alguna manera nos representa así, nos representa la idea de camino, la idea del encuentro. Es eso. No hay nada terminado, estamos caminando. Y el encuentro es eso, es comunicación, es diálogo, es construcción colectiva, es todo eso. 

La herencia de Darío

La herencia de Darío

Una radiografía del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán: la distribución del trabajo, la red de contención, la mayoritaria intervención de las mujeres y las tareas de cuidado. Una economía que busca más la dignidad que el lucro.

“Nosotros estamos acá hace más o menos 19 años. El espacio de arriba es el que más tiempo tiene, ¿verdad Silvia?”, decía Dina Sánchez, vocera del Frente Popular Darío Santillán, secretaria general adjunta de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) y “luchadora, trabajadora de la economía popular y feminista”, como se presenta en sus redes.
“Sí, antes estaba el sector de arriba no más -continuó Silvia Cano, coordinadora del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán-. El año pasado armamos la parte de abajo porque no entrábamos más”. Había largas hileras de máquinas de coser y pilas de camperas y guardapolvos que resbalaban por las mesas en el Polo. Afuera, se escuchaba la sinfónica de sierras anunciando la ampliación de la planta baja.

Este no es el único Polo Textil, la organización tiene trece talleres textiles más en el Área Metropolitana y en la Provincia de Buenos Aires. Reparten el trabajo en ellos talleres y luego centralizan todo en el de Avellaneda.
“Hacemos el producto hasta el terminado: serigrafía, estampado, bordado… Tratamos de que todo quede en los compañeros. Acá, en el Polo Textil, es Silvia la que hace la gestión, la que va a comprar todas las telas. No tenemos economistas para hacernos los balances, así que vamos sumando nosotras centavo por centavo. Y las ganancias no se las lleva Silvia, tenemos acuerdos de trabajo. Las horas se cuentan y las compañeras ganamos de la misma manera, lo mismo se cobra en los trece talleres. Por eso siempre rajamos a buscar las telas, porque al día siguiente pueden aumentar y mientras más caminemos mejores precios vamos a encontrar. Así buscamos que el precio de la confección sea digno para que las compañeras y compañeros a fin de mes se puedan llevar una buena moneda para garantizar el alquiler y lo que se necesite”, explicaba Dina. 

“Yo tengo el mío, vos agarrate el tuyo”, insistió Silvia con una sonrisa mientras pasaba los platos de comida. Las cocineras también van de lunes a viernes y pueden preparar desde cincuenta hasta cien platos por día.  

El trabajo colectivo no se limita a las paredes del Polo, trabaja toda la organización. Silvia explicó que las asambleas que llevan adelante son fundamentales para poder charlar y poner en común lo que pasa en todo el territorio: “No es que yo soy de Polo Textil y no me importa si vos tenes que ir a barrer y no te paga nadie. No, toda la compañerada se organiza para bancar ante cualquier situación. A veces nos turnamos para ir a cubrir a las compañeras que trabajan de barrenderas en Barracas de lunes a lunes, así pueden descansar por lo menos algunos días. Después, también cuando nosotras tenemos una entrega vienen los compañeros y compañeras de herrería, de niñeces, de todos lados a darnos una mano. Las compañeras del territorio a las seis o siete dejan de hacer lo que están haciendo y se viene para acá para ayudarnos a doblar. Doblamos, ponemos todo en cajas, viene el camión, todos cargamos el camión y lo llevamos para entregar. Nos damos una mano entre todos”. 

“Nosotros no somos arquitectos, pero clavamos y construimos. Nosotros no somos contadores, pero sabemos contar con los dedos y vemos que los números no nos están dando. Nosotros no somos enfermeros, pero nos damos cuenta que los pibes se están desnutriendo. Y a todo eso le tenemos que dar respuesta”, dijo Silvia. 

Desde la organización trabajan principalmente con el Estado. “Es un tema porque vos le entregás hoy y te pagan en dos meses. Nosotros podemos trabajar con ellos porque ya hace un montón de tiempo que laburamos, ya hicimos la cadena. Este mes nos entra el pago del anterior trabajo que hicimos, el mes que viene lo de los guardapolvos, el otro el de las camperas y así se va dando. Como tenemos tiempo trabajando podemos sostener eso, si no se dificulta un montón”, comentó Dina. 

“Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki”, dice el parlante del tren Roca cada vez que llega a Avellaneda. Bajando de la estación, la variedad de texturas y colores pintan las paredes, que en sus dibujos cuentan la historia de los ya conocidos símbolos de lucha, muerte y resistencia. A un costado, sin siquiera pasar los molinetes, hay una pequeña reja que abre las puertas al Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán. Silvia explicaba que “la estación es un lugar de paso, hay un montón de gente en situación de calle que se acerca y te pide la comida y ¿le vas a decir que no? Hemos ido construyendo muchas redes en los barrios, con las salitas, las escuelas. Cuando necesitan algo vamos nosotros y  arreglamos las paredes, las sillas, los cuadernos, traemos las carpetas a las carpinterías para arreglar, todas esas cosas. Es un laburo de todos los días, porque todos los días hay una nueva necesidad. El construir estas redes y estar en los barrios nos ha permitido que sepan quienes somos. Y quién nos conoce sabe que no somos lo que dicen en la tele.”
El asegurar espacios para el cuidado de las niñeces fue un punto importante en el que trabajaron a través de los años. Con eso buscan asegurar que todas las mujeres que trabajan en la organización que están a cargo de la crianza de sus hijos o nietos, puedan adaptar sus horarios para poder trabajar tranquilas. Dina explicó que “en la economía popular el 80 por ciento somos mujeres y cuando hablamos de la feminización de la pobreza nos referimos a esto. Nosotras hace mucho tiempo que venimos construyendo poder popular y eso es porque muchas de nosotras entendimos que somos sujetas políticas y tenemos que pelear por nuestros derechos, nadie se va a acordar de nosotras si nosotras no lo hacemos. Estar en los territorios ha permitido que las compañeras den discusiones que antes no se daban. Siempre decimos que vengan a conocer para darse cuenta que en todos nuestros espacios la mayoría somos mujeres”.

“Al final, las planeras trabajamos, y trabajamos mucho. En nuestra organización en su gran mayoría somos mujeres las que estamos al frente de los espacios como responsables políticas. Empezamos a entender que nosotras podemos hablar y no vamos a permitir que los varones hablen por nosotras”, agregó Silvia. 

Las personas que se acercan a la organización ya no lo hacen solamente por un plato de comida sino en busca de trabajo. “Cuando se dice que ahora no podría ser un 2001, es porque ahora la gente ya está organizada -afirmó Dina-. En los barrios ya hay muchas organizaciones, la persona que se queda sin laburo sabe que hay una organización en su barrio que, por lo menos, te va a garantizar la comida. Y hoy, cuando comer es un privilegio y donde la especulación en los precios de los alimentos es constante, acortarlo inclusive a decir ‘por lo menos va a haber comida’, ya es un montón, garantizar comida todos los días en tu casa es un número que para muchas compañeras es una ayuda enorme”.

El cuidado de las niñeces, los comedores y merenderos, el acompañamiento a personas con problemas de adicción, el bachillerato popular, “cosas que en otras economías pareciera no ser importante, pero para nosotros es fundamental -dijo Silvia-. No venimos a decir que las otras economías, tanto la privada como la pública, sirven. Nosotros creemos que las tres economías pueden convivir tranquilamente. Pero la diferencia valorable es que la economía popular no busca el lucro, busca el cuidado, busca el buen vivir. Y el buen vivir no es llenarnos de guita, es justamente un buen vivir que nos permita tener una obra social, una ART, aportes jubilatorios”. 

Dina afirmó que los salarios sociales complementarios no alcanzan para vivir. “¿A quién le alcanza 22.000 pesos? Dicen que los planeros viven del Estado pero para las compañeras que tienen el Potenciar Trabajo les sirve solo como una base, un programa de empleo, pero igual tienen que trabajar para conseguir más ingresos porque no alcanza”.

 “‘El planero’, ‘el negro’, ‘el piquetero’, ‘el cabecita’, hay instalado un odio de clase bastante fuerte”, dijo Silvia. 

“Con eso de los planeros se quedaron 20 años atrás -siguió Dina-. Los gobiernos tienen que hacerse cargo porque las políticas sociales, es decir los mal llamados planes, aparecen cuando ellos se mandan una cagada. ¿Por qué Macri fue el mayor planero? Porque cerraba todo el tiempo empresas, cerraban fábricas. Y a esa gente les daba un plancito para que se quedaran tranquilos mientras él se la llevaba en pala. Nosotras entendimos que nadie vive con un plan. Por eso empezamos a tener nuestros espacios productivos”.

Dina explicó que “el sistema hoy no tiene capacidad para generar empleo. Hay políticos que te dicen, nosotros estamos pensando en la creación de dos millones de puestos de trabajo de acá a 10 años ¿A diez años? Hoy tenemos en la Argentina a 7 millones de personas que están por fuera de lo que es un empleo formal. ¿Tienen trabajo? Por supuesto, la gente no vive del aire, pero no es empleo formal. Entonces, hay que reconocer que emerge otra economía y que cuando decimos que la economía popular llega para quedarse es tal cual. Porque por ejemplo, a la gente que la echan a los cuarenta o cincuenta años del trabajo, ¿qué hace esa gente? juntan sus ahorros, se compran un autito y salen a hacer ‘Didi´, la gente no se puede quedar en su casa. Lo mismo los pibes, que los tenemos dando vueltas en moto con sus mochilitas laburando de delivery. Eso también es economía popular. Nosotros desde la economía popular organizada exigimos que reconozcan que existimos y que venimos dando respuestas cuando ellos no las dan”. 

 

Una cooperativa exquisita

Una cooperativa exquisita

La tradicional confitería Nuova Piazza, famosa por sus medialunas, fue recuperada durante la pandemia por sus trabajadores, quienes priorizan la calidad de sus productos artesanales, fabricados sin químicos.

Ubicada a dos cuadras del Congreso de la Nación y frente a la Plaza Lorea, la Cooperativa La Nuova Piazza, panadería y confitería, mantiene un clásico de la zona desde hace 38 años. Su origen se remonta a Mar del Plata, donde se fundó Piazza. Tras ganar popularidad en la ciudad balnearia de la mano de sus características medialunas, en 1984 se abrió la sucursal en la Ciudad de Buenos Aires. 

A pesar de que el Piazza de Mar del Plata cerró en 1995, en Buenos Aires continúa en funciones en la calle Luis Sáenz Peña y Avenida Rivadavia. La Nuova Piazza es, desde 2020, una cooperativa administrada por sus 19 trabajadores, que funciona las 24 horas: la atención al público es desde las 07:30 a las 21, tras el cierre ingresan los encargados de la producción y cocción. 

Sus productos estrella continúan siendo las medialunas y la parte de panificados, así como las tortas y alfajores, todos productos artesanales, sin químicos. Lo que comenzó siendo una panadería y confitería poco a poco comenzó a incorporar variedad de productos de fiambrería, ofreciendo comida para llevar, lo que hace que los clientes se acerquen todos los días. 

En busca de innovación, comenzaron a sumar productos con otras harinas, con ayuda del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) para la elaboración de las fórmulas de panificados, su conservación y cuidados, como es el caso de la medialuna de 100 por ciento cacao, incorporada recientemente. También, se realizan ventas mayoristas, principalmente a hoteles, donde con una camioneta adquirida a partir de un subsidio del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), realizan el recorrido y reparto diario. 

Una fecha está marcada a fuego en la memoria de 12 de los trabajadores de la antigua Piazza, el 7 de septiembre de 2020: el momento en el que comenzaron con el proceso de la recuperación de sus puestos de trabajo, en plena pandemia. La dificultad era recuperar un lugar con identidad en el barrio, donde muchas personas se acercaban a rememorar otros tiempos cuando asistían con sus padres y abuelos a comer sus medialunas.

Durante el gobierno de Mauricio Macri, el negocio empezó a andar mal, sus dueños cambiaron la razón social, los trabajadores se encontraban sin recibo de sueldo, las pagas comenzaron a ser por día, sumado a que debían pagar prioritariamente a los proveedores. Esto repercutió en la materia prima utilizada para la elaboración de los productos, y en el desgano laboral generalizado. Y la pandemia vino a empeorar aún más la situación.

Luego de años de dejadez y problemas económicos y administrativos, sumado a las deudas de un año y medio de alquiler, luz y gas que se dejaron de pagar completamente, se le estaba por iniciar un juicio de desalojo al local, que fue frenado por la pandemia. Al considerar que de una u otra manera iban a perder su trabajo de años, los trabajadores decidieron tomar el lugar con apoyo de otras cooperativas, y presentaron un proyecto de viabilidad a la inmobiliaria que administraba el local.

Lo que llevó a armar una cooperativa fue la idea de no quedarse sin trabajo. “La mayoría tenemos de 40 años para arriba, con hijos, y quedarse sin laburo era terrible. Casi todos somos del ámbito de la gastronomía, donde conseguir laburo para gente de nuestra edad es muy difícil. Quizás no para alguien de oficio como un panadero o pastelero”, comenta Analía Martínez, presidenta de la cooperativa, en diálogo con ANCCOM. 

En ese proceso tuvo un papel clave la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas: allí se realizó la Asamblea Constitutiva donde se designaron los cargos y se redactó el estatuto. “Era una situación muy angustiante para muchos, nos repartíamos bolsones de comida, estábamos todos los días a la expectativa de salir a responder desde la parte legal, mientras algunos se acercaban para ver si se podían quedar con Piazza”, recuerda Martínez, emocionada. 

Con su recuperación, el lugar pasó a llamarse “La Nuova Piazza”, confiando en los nuevos aires que comenzaban a vislumbrarse. Llevar adelante una cooperativa es para ellos un constante aprendizaje, por eso consideran que no dejan de ser “laburantes que autogestionan el lugar, en busca de otro modelo de producir y trabajar, que sea mejor y más sustentable”, aseguran. Consideran que, antes que una cooperativa, son una empresa recuperada. 

En un comienzo, el modo de organización fue mediante asambleas permanentes, pero luego comprendieron que no eran del todo útil, porque paraban la producción y las ventas, entonces, decidieron hacerlas de manera mensual mediante un cuerpo administrativo que debate las cuestiones a resolver, como puede ser asociar a un nuevo trabajador. Sin embargo, más allá de las jerarquías administrativas, tienen en claro que todos cumplen un rol fundamental en el funcionamiento de la cooperativa, ya sea atendiendo las mesas, en la caja, o en la cocina. 

Un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social llamado Manos a la Obra les permitió adquirir nuevo equipamiento para la cocina como hornos, freezers y microondas. También se puso en funcionamiento la cámara de producción que era utilizada como depósito, y se logró la habilitación del lugar, que no estaba vigente en el último tiempo.

Ese empezar de nuevo implicó arrancar con lo justo, y poder generar y comprar más materia prima, aunque sin proveedores, porque habían sido estafados por el anterior dueño, que les debía dinero. Martínez destaca que en estos años se avanzó mucho, y “los vecinos vienen y no pueden creer lo lindo que está hoy el lugar, a comparación de las cosas que se veían hace dos años, sobre todo en lo relacionado a los productos y la atención”. 

Uno de los propósitos de la cooperativa es poder brindar puestos de trabajo, y para ello consideran que hay cuestiones a modificar. Por ejemplo, lo relacionado con las obras sociales, donde a pesar de tener aportes jubilatorios, son monotributistas sociales. Además, no pueden contratar, salvo a un porcentaje mínimo de profesionales. La única solución es asociarse a la cooperativa, con las complicaciones que eso implica.

Otro eje fundamental como la relación con otras cooperativas,  se facilita a través de la Moneda de Intercambio Argentina (MIA), una moneda social en común creada por el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, donde cada MIA equivale a un peso. Muchos de los productos que se venden en La Nuova Piazza son principalmente de empresas recuperadas o de otras cooperativas. 

El espíritu cooperativista se expande, con la idea de que, como figura en su estatuto, no sea sólo un comercio sino también un espacio cultural. En ese sentido, una vez al mes se realizan peñas con shows en vivo de folklore y rock, y se arman ferias, con gran aceptación del público. También mantienen relación con el Teatro Liceo, ubicado a metros del lugar: los espectadores de cada función, sus trabajadores, y artistas como Elena Roger, frecuentan el lugar. 

Pensando a futuro, están trabajando en un cambio y remodelación del local en cuanto a los colores y estructura, que permita una nueva identificación de la cooperativa, una fusión entre lo que eran y lo que son hoy. Está presente el sueño de reabrir la sucursal de Mar del Plata, para acercarse a sus orígenes, o un nuevo local dentro de la Ciudad de Buenos Aires. En cuanto a lo laboral, planean ampliar los puestos de trabajo, y reducir la jornada laboral a seis horas con un franco en la semana, con un sueldo acorde.  

Pero, sobre todo, está la idea de que La Nuova Piazza sea accesible para que todos puedan ir a tomar un café con medialunas. “Para nosotros, es importante que la calidad se mantenga. Nos importa mucho lo que llega a la mesa de los clientes: si no se lo daríamos a nuestros hijos, no se lo damos a nadie”, reflexiona Martínez, y agrega: “Dedicarse a la gastronomía y dar de comer es un acto de amor. Son cosas que tratamos de no perderlas”. 

Del productor a tu mesa

Del productor a tu mesa

Nacida en 2010, la cooperativa Colectivo Solidario ofrece frutas y verduras agroecológicas y artículos de cosmética natural con la premisa de comercializar productos de productores directos y la intención de fomentar la economía social y participativa.

La cooperativa Colectivo Solidario propone una forma de comercialización y consumo alternativos, inscriptos en el marco de la Economía Social y Solidaria. Posee dos espacios de venta al público, ambos ubicados en la Ciudad de Buenos Aires: el Almacén Cooperativo Palermo (sobre el final del pasillo en el Mercado de Economía Solidaria Bondpland, Bonpland 1660) y el Almacén Cooperativo Colegiales (Céspedes 3081), donde ofrecen frutas y verduras agroecológicas, y además realizan envíos gratuitos en la ciudad.

“Somos una cooperativa de trabajo, es decir, somos trabajadores organizados que llevamos adelante el proyecto, sin un patrón. Se trata de una comercializadora solidaria: vendemos productos de productores directos”, comenta Pamela, parte de los siete socios que llevan adelante Colectivo Solidario. El proyecto reúne una variedad de productos (alimentos, cosmética natural, elementos de limpieza, entre otros) de más de 40 productores de distintas partes del país, los cuales siguen, a su vez, los lineamientos del tipo de economía por la cual pugna la comercializadora.

“La cooperativa nació en 2010, ideada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA –dice Pamela–. Empezaron a hablar, investigar, y se dieron cuenta de que la comercialización era una instancia que los productos de empresas recuperadas por trabajadores no tenían, no había dónde ubicarlos. Entonces, decidieron armar una cooperativa orientada al consumo, para poder organizar a los consumidores y concientizar a las personas sobre la importancia de consumir en el marco de la economía social, que todavía no era un término muy conocido. En principio era acotado lo que se vendía, de a poco se fue estructurando y organizando el proyecto, que se terminó de hacer efectivo después de la participación en una feria del Centro Cultural IMPA, el cual es un espacio recuperado emblemático de nuestro sector”.

Ignacio, otro de los socios fundadores de la cooperativa, agrega que el detonante que motivó su desarrollo fue la vinculación y relación entre tales estudiantes y los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat, que se encontraba en pleno proceso de recuperación. “A partir de esa experiencia el grupo se organizó, intentando volcar el consumo de alimentos a les productores de la economía social y solidaria”.

Desde entonces la comercializadora ha ido creciendo, al punto que hace un año organizaron la primera Federación de Comercializadoras (cooperativas de trabajo) del país. Allí, las diez entidades participantes llevan una agenda en común y compran colectivamente toneladas de frutas y verduras. Lo que impulsó la creación de dicha Federación fue el espíritu de la cooperativa, el establecer vínculos solidarios y tejer redes con emprendimientos similares en pos de un mutuo aprendizaje y colaboración.

“Elegí la coope porque es un sistema de trabajo que encaja con mis ideales —destaca Ignacio sobre su participación en el proyecto–. Creo que desde este espacio se pueden construir grandes realidades, tanto del productor y el modelo productivo como la realidad del consumidor y el sistema de consumo. Además, se sostiene trabajo asociativo y justo para quienes distribuyen el alimento”.

Por otra parte, Pamela explica que Colectivo Solidario no comercializa productos de emprendimientos desarrollados por una única persona, ya que esto iría en contra de la economía social: “Intentamos que los proyectos participantes sean colectivos autogestionados, para poder fortalecer la mirada que tenemos con la cooperativa: no trabajar desde la individualidad”. Para cerciorarse del efectivo cumplimiento del espíritu social, los socios de la cooperativa se encargan de realizar una breve investigación de los emprendimientos acudiendo al lugar de producción cuando es posible, o a través de una ‘certificación colectiva’, es decir estableciendo contacto con las redes ya existentes del sector para recibir recomendaciones e información.

“Durante estos 11 años aprendimos mucho acerca de la realidad de los productores, en principio fue conocernos y luego transitar una relación cercana que nos permita comprender las problemáticas del sector y abordarlas de la mejor manera. Al cabo de tantos años sabemos con quién trabajamos y los nuevos proyectos están en etapa de conocimiento”, sumó Ignacio respecto a las cooperativas cuyos productos son comercializados por Colectivo Solidario.

Asimismo, aparte de la Federación y los dos almacenes, la comercializadora está presente en la Feria del Productor al Consumidor, iniciativa de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de la Facultad de Agronomía de la UBA. “Para nosotros es un puesto de venta importante ya que va mucha gente. Se desarrolla en La Agronomía los segundos sábados y domingos de cada mes. La gente va y se tira con el mate, compra, tiene un patio de comidas a disposición, hay eventos culturales”, menciona Pamela, y destaca la tarea de gestión que conlleva ya que previamente acuden con la cooperativa a realizar tareas de limpieza y reparación del parque.

–¿Cómo se traduce el ‘consumo responsable’ en la práctica?

Ignacio: Es una manera diferente de percibir la alimentación, pensar que los alimentos no son mercancía y reflexionar sobre cómo viven y producen quienes están dentro de la economía social popular y solidaria. Qué mundo queremos al momento de elegir alimentos es un objetivo que perseguimos quienes comercializamos.

En este sentido, Pamela agrega que parte de su trabajo es informar a los consumidores. “Detrás de los productos están los productores y es lo que intentamos visibilizar: de dónde vienen las cosas, cómo se hacen. Tratamos que haya un vínculo entre productores y consumidores; prepandemia organizamos muchos encuentros con productores en el mercado. La miel que venden los supermercados muy barata no es, en realidad, miel pura, entra en cuestionamiento qué es lo que consumimos, qué calidad tienen los alimentos y productos. Ahora con la inflación nuestros precios son más competitivos; es difícil la rueda financiera de este tipo de proyectos porque no tenemos el lugar de acopio ni el dinero para comprar mucha mercadería, tener stock y bajar el precio”.

Asimismo, el Mercado de la Economía Solidaria Bondpland, donde se encuentra uno de los puntos de venta de Colectivo Solidario, tiene por sí mismo una historia ligada al tipo de emprendimientos que actualmente incorpora. Se trata de un lugar que fue recuperado por los vecinos de Palermo en el 2001; las asambleas barriales se reunían allí para hacer frente a un país en crisis. “Un señor que trabajaba con productores del sector, quien nos ayudó en el desarrollo de la cooperativa, comenzó a realizar proyectos con el Estado para armar el Mercado: los puestos, las estanterías y pisos. En ese proceso de recuperación fuimos ingresando las cooperativas”, comenta Pamela.

A su vez, explica, son las propias organizaciones del Mercado quienes lo gestionan a través de una asamblea mensual. “El diálogo con el Gobierno de la Ciudad fluctúa, a veces es bueno, otras no tanto. Pero siempre con ganas de conciliar las diferencias. Nos deben obras hace muchos años: no tenemos gas y se deben realizar obras de infraestructura en los techos; esto hizo que el propio Gobierno de la Ciudad, que no realizó las obras pertinentes, nos clausurara en un momento”.

–¿Cuáles son los objetivos de la cooperativa hacia el futuro?

Pamela: Queremos ampliar el rango horario del local de Colegiales, lo que también implicaría nuevos puestos de trabajo para otros compañeros. Cada vez que alguien se suma al proyecto es un desafío, porque la persona tiene que entender que no sólo viene a cumplir un horario sino que hay muchas cosas que pensar y hacer. También nos gustaría poner un galpón propio; sobre todo, encontrar alguna forma de financiamiento para poder stockearnos de mercadería y combatir la inflación. Además, queremos seguir generando encuentros con productores: a veces hacíamos visitas a los campos de donde vienen los ‘bolsones verdes’ y la gente podía acudir a la visita para conocer al productor. Estos lugares generan comunidad, sos parte de un proyecto. Lo lindo es que siempre hay nuevas cosas para hacer, nuevos desafíos, que van surgiendo en el año.