Por Sebastián Alonso
Fotografía: Tina Brisky

La tradicional confitería Nuova Piazza, famosa por sus medialunas, fue recuperada durante la pandemia por sus trabajadores, quienes priorizan la calidad de sus productos artesanales, fabricados sin químicos.

Ubicada a dos cuadras del Congreso de la Nación y frente a la Plaza Lorea, la Cooperativa La Nuova Piazza, panadería y confitería, mantiene un clásico de la zona desde hace 38 años. Su origen se remonta a Mar del Plata, donde se fundó Piazza. Tras ganar popularidad en la ciudad balnearia de la mano de sus características medialunas, en 1984 se abrió la sucursal en la Ciudad de Buenos Aires. 

A pesar de que el Piazza de Mar del Plata cerró en 1995, en Buenos Aires continúa en funciones en la calle Luis Sáenz Peña y Avenida Rivadavia. La Nuova Piazza es, desde 2020, una cooperativa administrada por sus 19 trabajadores, que funciona las 24 horas: la atención al público es desde las 07:30 a las 21, tras el cierre ingresan los encargados de la producción y cocción. 

Sus productos estrella continúan siendo las medialunas y la parte de panificados, así como las tortas y alfajores, todos productos artesanales, sin químicos. Lo que comenzó siendo una panadería y confitería poco a poco comenzó a incorporar variedad de productos de fiambrería, ofreciendo comida para llevar, lo que hace que los clientes se acerquen todos los días. 

En busca de innovación, comenzaron a sumar productos con otras harinas, con ayuda del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) para la elaboración de las fórmulas de panificados, su conservación y cuidados, como es el caso de la medialuna de 100 por ciento cacao, incorporada recientemente. También, se realizan ventas mayoristas, principalmente a hoteles, donde con una camioneta adquirida a partir de un subsidio del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), realizan el recorrido y reparto diario. 

Una fecha está marcada a fuego en la memoria de 12 de los trabajadores de la antigua Piazza, el 7 de septiembre de 2020: el momento en el que comenzaron con el proceso de la recuperación de sus puestos de trabajo, en plena pandemia. La dificultad era recuperar un lugar con identidad en el barrio, donde muchas personas se acercaban a rememorar otros tiempos cuando asistían con sus padres y abuelos a comer sus medialunas.

Durante el gobierno de Mauricio Macri, el negocio empezó a andar mal, sus dueños cambiaron la razón social, los trabajadores se encontraban sin recibo de sueldo, las pagas comenzaron a ser por día, sumado a que debían pagar prioritariamente a los proveedores. Esto repercutió en la materia prima utilizada para la elaboración de los productos, y en el desgano laboral generalizado. Y la pandemia vino a empeorar aún más la situación.

Luego de años de dejadez y problemas económicos y administrativos, sumado a las deudas de un año y medio de alquiler, luz y gas que se dejaron de pagar completamente, se le estaba por iniciar un juicio de desalojo al local, que fue frenado por la pandemia. Al considerar que de una u otra manera iban a perder su trabajo de años, los trabajadores decidieron tomar el lugar con apoyo de otras cooperativas, y presentaron un proyecto de viabilidad a la inmobiliaria que administraba el local.

Lo que llevó a armar una cooperativa fue la idea de no quedarse sin trabajo. “La mayoría tenemos de 40 años para arriba, con hijos, y quedarse sin laburo era terrible. Casi todos somos del ámbito de la gastronomía, donde conseguir laburo para gente de nuestra edad es muy difícil. Quizás no para alguien de oficio como un panadero o pastelero”, comenta Analía Martínez, presidenta de la cooperativa, en diálogo con ANCCOM. 

En ese proceso tuvo un papel clave la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas: allí se realizó la Asamblea Constitutiva donde se designaron los cargos y se redactó el estatuto. “Era una situación muy angustiante para muchos, nos repartíamos bolsones de comida, estábamos todos los días a la expectativa de salir a responder desde la parte legal, mientras algunos se acercaban para ver si se podían quedar con Piazza”, recuerda Martínez, emocionada. 

Con su recuperación, el lugar pasó a llamarse “La Nuova Piazza”, confiando en los nuevos aires que comenzaban a vislumbrarse. Llevar adelante una cooperativa es para ellos un constante aprendizaje, por eso consideran que no dejan de ser “laburantes que autogestionan el lugar, en busca de otro modelo de producir y trabajar, que sea mejor y más sustentable”, aseguran. Consideran que, antes que una cooperativa, son una empresa recuperada. 

En un comienzo, el modo de organización fue mediante asambleas permanentes, pero luego comprendieron que no eran del todo útil, porque paraban la producción y las ventas, entonces, decidieron hacerlas de manera mensual mediante un cuerpo administrativo que debate las cuestiones a resolver, como puede ser asociar a un nuevo trabajador. Sin embargo, más allá de las jerarquías administrativas, tienen en claro que todos cumplen un rol fundamental en el funcionamiento de la cooperativa, ya sea atendiendo las mesas, en la caja, o en la cocina. 

Un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social llamado Manos a la Obra les permitió adquirir nuevo equipamiento para la cocina como hornos, freezers y microondas. También se puso en funcionamiento la cámara de producción que era utilizada como depósito, y se logró la habilitación del lugar, que no estaba vigente en el último tiempo.

Ese empezar de nuevo implicó arrancar con lo justo, y poder generar y comprar más materia prima, aunque sin proveedores, porque habían sido estafados por el anterior dueño, que les debía dinero. Martínez destaca que en estos años se avanzó mucho, y “los vecinos vienen y no pueden creer lo lindo que está hoy el lugar, a comparación de las cosas que se veían hace dos años, sobre todo en lo relacionado a los productos y la atención”. 

Uno de los propósitos de la cooperativa es poder brindar puestos de trabajo, y para ello consideran que hay cuestiones a modificar. Por ejemplo, lo relacionado con las obras sociales, donde a pesar de tener aportes jubilatorios, son monotributistas sociales. Además, no pueden contratar, salvo a un porcentaje mínimo de profesionales. La única solución es asociarse a la cooperativa, con las complicaciones que eso implica.

Otro eje fundamental como la relación con otras cooperativas,  se facilita a través de la Moneda de Intercambio Argentina (MIA), una moneda social en común creada por el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, donde cada MIA equivale a un peso. Muchos de los productos que se venden en La Nuova Piazza son principalmente de empresas recuperadas o de otras cooperativas. 

El espíritu cooperativista se expande, con la idea de que, como figura en su estatuto, no sea sólo un comercio sino también un espacio cultural. En ese sentido, una vez al mes se realizan peñas con shows en vivo de folklore y rock, y se arman ferias, con gran aceptación del público. También mantienen relación con el Teatro Liceo, ubicado a metros del lugar: los espectadores de cada función, sus trabajadores, y artistas como Elena Roger, frecuentan el lugar. 

Pensando a futuro, están trabajando en un cambio y remodelación del local en cuanto a los colores y estructura, que permita una nueva identificación de la cooperativa, una fusión entre lo que eran y lo que son hoy. Está presente el sueño de reabrir la sucursal de Mar del Plata, para acercarse a sus orígenes, o un nuevo local dentro de la Ciudad de Buenos Aires. En cuanto a lo laboral, planean ampliar los puestos de trabajo, y reducir la jornada laboral a seis horas con un franco en la semana, con un sueldo acorde.  

Pero, sobre todo, está la idea de que La Nuova Piazza sea accesible para que todos puedan ir a tomar un café con medialunas. “Para nosotros, es importante que la calidad se mantenga. Nos importa mucho lo que llega a la mesa de los clientes: si no se lo daríamos a nuestros hijos, no se lo damos a nadie”, reflexiona Martínez, y agrega: “Dedicarse a la gastronomía y dar de comer es un acto de amor. Son cosas que tratamos de no perderlas”.