Por Lucía Bernstein Alfonsín
Fotografía: Sabrina Nicotra

Una radiografía del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán: la distribución del trabajo, la red de contención, la mayoritaria intervención de las mujeres y las tareas de cuidado. Una economía que busca más la dignidad que el lucro.

“Nosotros estamos acá hace más o menos 19 años. El espacio de arriba es el que más tiempo tiene, ¿verdad Silvia?”, decía Dina Sánchez, vocera del Frente Popular Darío Santillán, secretaria general adjunta de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) y “luchadora, trabajadora de la economía popular y feminista”, como se presenta en sus redes.
“Sí, antes estaba el sector de arriba no más -continuó Silvia Cano, coordinadora del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán-. El año pasado armamos la parte de abajo porque no entrábamos más”. Había largas hileras de máquinas de coser y pilas de camperas y guardapolvos que resbalaban por las mesas en el Polo. Afuera, se escuchaba la sinfónica de sierras anunciando la ampliación de la planta baja.

Este no es el único Polo Textil, la organización tiene trece talleres textiles más en el Área Metropolitana y en la Provincia de Buenos Aires. Reparten el trabajo en ellos talleres y luego centralizan todo en el de Avellaneda.
“Hacemos el producto hasta el terminado: serigrafía, estampado, bordado… Tratamos de que todo quede en los compañeros. Acá, en el Polo Textil, es Silvia la que hace la gestión, la que va a comprar todas las telas. No tenemos economistas para hacernos los balances, así que vamos sumando nosotras centavo por centavo. Y las ganancias no se las lleva Silvia, tenemos acuerdos de trabajo. Las horas se cuentan y las compañeras ganamos de la misma manera, lo mismo se cobra en los trece talleres. Por eso siempre rajamos a buscar las telas, porque al día siguiente pueden aumentar y mientras más caminemos mejores precios vamos a encontrar. Así buscamos que el precio de la confección sea digno para que las compañeras y compañeros a fin de mes se puedan llevar una buena moneda para garantizar el alquiler y lo que se necesite”, explicaba Dina. 

“Yo tengo el mío, vos agarrate el tuyo”, insistió Silvia con una sonrisa mientras pasaba los platos de comida. Las cocineras también van de lunes a viernes y pueden preparar desde cincuenta hasta cien platos por día.  

El trabajo colectivo no se limita a las paredes del Polo, trabaja toda la organización. Silvia explicó que las asambleas que llevan adelante son fundamentales para poder charlar y poner en común lo que pasa en todo el territorio: “No es que yo soy de Polo Textil y no me importa si vos tenes que ir a barrer y no te paga nadie. No, toda la compañerada se organiza para bancar ante cualquier situación. A veces nos turnamos para ir a cubrir a las compañeras que trabajan de barrenderas en Barracas de lunes a lunes, así pueden descansar por lo menos algunos días. Después, también cuando nosotras tenemos una entrega vienen los compañeros y compañeras de herrería, de niñeces, de todos lados a darnos una mano. Las compañeras del territorio a las seis o siete dejan de hacer lo que están haciendo y se viene para acá para ayudarnos a doblar. Doblamos, ponemos todo en cajas, viene el camión, todos cargamos el camión y lo llevamos para entregar. Nos damos una mano entre todos”. 

“Nosotros no somos arquitectos, pero clavamos y construimos. Nosotros no somos contadores, pero sabemos contar con los dedos y vemos que los números no nos están dando. Nosotros no somos enfermeros, pero nos damos cuenta que los pibes se están desnutriendo. Y a todo eso le tenemos que dar respuesta”, dijo Silvia. 

Desde la organización trabajan principalmente con el Estado. “Es un tema porque vos le entregás hoy y te pagan en dos meses. Nosotros podemos trabajar con ellos porque ya hace un montón de tiempo que laburamos, ya hicimos la cadena. Este mes nos entra el pago del anterior trabajo que hicimos, el mes que viene lo de los guardapolvos, el otro el de las camperas y así se va dando. Como tenemos tiempo trabajando podemos sostener eso, si no se dificulta un montón”, comentó Dina. 

“Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki”, dice el parlante del tren Roca cada vez que llega a Avellaneda. Bajando de la estación, la variedad de texturas y colores pintan las paredes, que en sus dibujos cuentan la historia de los ya conocidos símbolos de lucha, muerte y resistencia. A un costado, sin siquiera pasar los molinetes, hay una pequeña reja que abre las puertas al Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán. Silvia explicaba que “la estación es un lugar de paso, hay un montón de gente en situación de calle que se acerca y te pide la comida y ¿le vas a decir que no? Hemos ido construyendo muchas redes en los barrios, con las salitas, las escuelas. Cuando necesitan algo vamos nosotros y  arreglamos las paredes, las sillas, los cuadernos, traemos las carpetas a las carpinterías para arreglar, todas esas cosas. Es un laburo de todos los días, porque todos los días hay una nueva necesidad. El construir estas redes y estar en los barrios nos ha permitido que sepan quienes somos. Y quién nos conoce sabe que no somos lo que dicen en la tele.”
El asegurar espacios para el cuidado de las niñeces fue un punto importante en el que trabajaron a través de los años. Con eso buscan asegurar que todas las mujeres que trabajan en la organización que están a cargo de la crianza de sus hijos o nietos, puedan adaptar sus horarios para poder trabajar tranquilas. Dina explicó que “en la economía popular el 80 por ciento somos mujeres y cuando hablamos de la feminización de la pobreza nos referimos a esto. Nosotras hace mucho tiempo que venimos construyendo poder popular y eso es porque muchas de nosotras entendimos que somos sujetas políticas y tenemos que pelear por nuestros derechos, nadie se va a acordar de nosotras si nosotras no lo hacemos. Estar en los territorios ha permitido que las compañeras den discusiones que antes no se daban. Siempre decimos que vengan a conocer para darse cuenta que en todos nuestros espacios la mayoría somos mujeres”.

“Al final, las planeras trabajamos, y trabajamos mucho. En nuestra organización en su gran mayoría somos mujeres las que estamos al frente de los espacios como responsables políticas. Empezamos a entender que nosotras podemos hablar y no vamos a permitir que los varones hablen por nosotras”, agregó Silvia. 

Las personas que se acercan a la organización ya no lo hacen solamente por un plato de comida sino en busca de trabajo. “Cuando se dice que ahora no podría ser un 2001, es porque ahora la gente ya está organizada -afirmó Dina-. En los barrios ya hay muchas organizaciones, la persona que se queda sin laburo sabe que hay una organización en su barrio que, por lo menos, te va a garantizar la comida. Y hoy, cuando comer es un privilegio y donde la especulación en los precios de los alimentos es constante, acortarlo inclusive a decir ‘por lo menos va a haber comida’, ya es un montón, garantizar comida todos los días en tu casa es un número que para muchas compañeras es una ayuda enorme”.

El cuidado de las niñeces, los comedores y merenderos, el acompañamiento a personas con problemas de adicción, el bachillerato popular, “cosas que en otras economías pareciera no ser importante, pero para nosotros es fundamental -dijo Silvia-. No venimos a decir que las otras economías, tanto la privada como la pública, sirven. Nosotros creemos que las tres economías pueden convivir tranquilamente. Pero la diferencia valorable es que la economía popular no busca el lucro, busca el cuidado, busca el buen vivir. Y el buen vivir no es llenarnos de guita, es justamente un buen vivir que nos permita tener una obra social, una ART, aportes jubilatorios”. 

Dina afirmó que los salarios sociales complementarios no alcanzan para vivir. “¿A quién le alcanza 22.000 pesos? Dicen que los planeros viven del Estado pero para las compañeras que tienen el Potenciar Trabajo les sirve solo como una base, un programa de empleo, pero igual tienen que trabajar para conseguir más ingresos porque no alcanza”.

 “‘El planero’, ‘el negro’, ‘el piquetero’, ‘el cabecita’, hay instalado un odio de clase bastante fuerte”, dijo Silvia. 

“Con eso de los planeros se quedaron 20 años atrás -siguió Dina-. Los gobiernos tienen que hacerse cargo porque las políticas sociales, es decir los mal llamados planes, aparecen cuando ellos se mandan una cagada. ¿Por qué Macri fue el mayor planero? Porque cerraba todo el tiempo empresas, cerraban fábricas. Y a esa gente les daba un plancito para que se quedaran tranquilos mientras él se la llevaba en pala. Nosotras entendimos que nadie vive con un plan. Por eso empezamos a tener nuestros espacios productivos”.

Dina explicó que “el sistema hoy no tiene capacidad para generar empleo. Hay políticos que te dicen, nosotros estamos pensando en la creación de dos millones de puestos de trabajo de acá a 10 años ¿A diez años? Hoy tenemos en la Argentina a 7 millones de personas que están por fuera de lo que es un empleo formal. ¿Tienen trabajo? Por supuesto, la gente no vive del aire, pero no es empleo formal. Entonces, hay que reconocer que emerge otra economía y que cuando decimos que la economía popular llega para quedarse es tal cual. Porque por ejemplo, a la gente que la echan a los cuarenta o cincuenta años del trabajo, ¿qué hace esa gente? juntan sus ahorros, se compran un autito y salen a hacer ‘Didi´, la gente no se puede quedar en su casa. Lo mismo los pibes, que los tenemos dando vueltas en moto con sus mochilitas laburando de delivery. Eso también es economía popular. Nosotros desde la economía popular organizada exigimos que reconozcan que existimos y que venimos dando respuestas cuando ellos no las dan”.