Del productor a tu mesa

Del productor a tu mesa

Nacida en 2010, la cooperativa Colectivo Solidario ofrece frutas y verduras agroecológicas y artículos de cosmética natural con la premisa de comercializar productos de productores directos y la intención de fomentar la economía social y participativa.

La cooperativa Colectivo Solidario propone una forma de comercialización y consumo alternativos, inscriptos en el marco de la Economía Social y Solidaria. Posee dos espacios de venta al público, ambos ubicados en la Ciudad de Buenos Aires: el Almacén Cooperativo Palermo (sobre el final del pasillo en el Mercado de Economía Solidaria Bondpland, Bonpland 1660) y el Almacén Cooperativo Colegiales (Céspedes 3081), donde ofrecen frutas y verduras agroecológicas, y además realizan envíos gratuitos en la ciudad.

“Somos una cooperativa de trabajo, es decir, somos trabajadores organizados que llevamos adelante el proyecto, sin un patrón. Se trata de una comercializadora solidaria: vendemos productos de productores directos”, comenta Pamela, parte de los siete socios que llevan adelante Colectivo Solidario. El proyecto reúne una variedad de productos (alimentos, cosmética natural, elementos de limpieza, entre otros) de más de 40 productores de distintas partes del país, los cuales siguen, a su vez, los lineamientos del tipo de economía por la cual pugna la comercializadora.

“La cooperativa nació en 2010, ideada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA –dice Pamela–. Empezaron a hablar, investigar, y se dieron cuenta de que la comercialización era una instancia que los productos de empresas recuperadas por trabajadores no tenían, no había dónde ubicarlos. Entonces, decidieron armar una cooperativa orientada al consumo, para poder organizar a los consumidores y concientizar a las personas sobre la importancia de consumir en el marco de la economía social, que todavía no era un término muy conocido. En principio era acotado lo que se vendía, de a poco se fue estructurando y organizando el proyecto, que se terminó de hacer efectivo después de la participación en una feria del Centro Cultural IMPA, el cual es un espacio recuperado emblemático de nuestro sector”.

Ignacio, otro de los socios fundadores de la cooperativa, agrega que el detonante que motivó su desarrollo fue la vinculación y relación entre tales estudiantes y los trabajadores de la fábrica de chocolates Arrufat, que se encontraba en pleno proceso de recuperación. “A partir de esa experiencia el grupo se organizó, intentando volcar el consumo de alimentos a les productores de la economía social y solidaria”.

Desde entonces la comercializadora ha ido creciendo, al punto que hace un año organizaron la primera Federación de Comercializadoras (cooperativas de trabajo) del país. Allí, las diez entidades participantes llevan una agenda en común y compran colectivamente toneladas de frutas y verduras. Lo que impulsó la creación de dicha Federación fue el espíritu de la cooperativa, el establecer vínculos solidarios y tejer redes con emprendimientos similares en pos de un mutuo aprendizaje y colaboración.

“Elegí la coope porque es un sistema de trabajo que encaja con mis ideales —destaca Ignacio sobre su participación en el proyecto–. Creo que desde este espacio se pueden construir grandes realidades, tanto del productor y el modelo productivo como la realidad del consumidor y el sistema de consumo. Además, se sostiene trabajo asociativo y justo para quienes distribuyen el alimento”.

Por otra parte, Pamela explica que Colectivo Solidario no comercializa productos de emprendimientos desarrollados por una única persona, ya que esto iría en contra de la economía social: “Intentamos que los proyectos participantes sean colectivos autogestionados, para poder fortalecer la mirada que tenemos con la cooperativa: no trabajar desde la individualidad”. Para cerciorarse del efectivo cumplimiento del espíritu social, los socios de la cooperativa se encargan de realizar una breve investigación de los emprendimientos acudiendo al lugar de producción cuando es posible, o a través de una ‘certificación colectiva’, es decir estableciendo contacto con las redes ya existentes del sector para recibir recomendaciones e información.

“Durante estos 11 años aprendimos mucho acerca de la realidad de los productores, en principio fue conocernos y luego transitar una relación cercana que nos permita comprender las problemáticas del sector y abordarlas de la mejor manera. Al cabo de tantos años sabemos con quién trabajamos y los nuevos proyectos están en etapa de conocimiento”, sumó Ignacio respecto a las cooperativas cuyos productos son comercializados por Colectivo Solidario.

Asimismo, aparte de la Federación y los dos almacenes, la comercializadora está presente en la Feria del Productor al Consumidor, iniciativa de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de la Facultad de Agronomía de la UBA. “Para nosotros es un puesto de venta importante ya que va mucha gente. Se desarrolla en La Agronomía los segundos sábados y domingos de cada mes. La gente va y se tira con el mate, compra, tiene un patio de comidas a disposición, hay eventos culturales”, menciona Pamela, y destaca la tarea de gestión que conlleva ya que previamente acuden con la cooperativa a realizar tareas de limpieza y reparación del parque.

–¿Cómo se traduce el ‘consumo responsable’ en la práctica?

Ignacio: Es una manera diferente de percibir la alimentación, pensar que los alimentos no son mercancía y reflexionar sobre cómo viven y producen quienes están dentro de la economía social popular y solidaria. Qué mundo queremos al momento de elegir alimentos es un objetivo que perseguimos quienes comercializamos.

En este sentido, Pamela agrega que parte de su trabajo es informar a los consumidores. “Detrás de los productos están los productores y es lo que intentamos visibilizar: de dónde vienen las cosas, cómo se hacen. Tratamos que haya un vínculo entre productores y consumidores; prepandemia organizamos muchos encuentros con productores en el mercado. La miel que venden los supermercados muy barata no es, en realidad, miel pura, entra en cuestionamiento qué es lo que consumimos, qué calidad tienen los alimentos y productos. Ahora con la inflación nuestros precios son más competitivos; es difícil la rueda financiera de este tipo de proyectos porque no tenemos el lugar de acopio ni el dinero para comprar mucha mercadería, tener stock y bajar el precio”.

Asimismo, el Mercado de la Economía Solidaria Bondpland, donde se encuentra uno de los puntos de venta de Colectivo Solidario, tiene por sí mismo una historia ligada al tipo de emprendimientos que actualmente incorpora. Se trata de un lugar que fue recuperado por los vecinos de Palermo en el 2001; las asambleas barriales se reunían allí para hacer frente a un país en crisis. “Un señor que trabajaba con productores del sector, quien nos ayudó en el desarrollo de la cooperativa, comenzó a realizar proyectos con el Estado para armar el Mercado: los puestos, las estanterías y pisos. En ese proceso de recuperación fuimos ingresando las cooperativas”, comenta Pamela.

A su vez, explica, son las propias organizaciones del Mercado quienes lo gestionan a través de una asamblea mensual. “El diálogo con el Gobierno de la Ciudad fluctúa, a veces es bueno, otras no tanto. Pero siempre con ganas de conciliar las diferencias. Nos deben obras hace muchos años: no tenemos gas y se deben realizar obras de infraestructura en los techos; esto hizo que el propio Gobierno de la Ciudad, que no realizó las obras pertinentes, nos clausurara en un momento”.

–¿Cuáles son los objetivos de la cooperativa hacia el futuro?

Pamela: Queremos ampliar el rango horario del local de Colegiales, lo que también implicaría nuevos puestos de trabajo para otros compañeros. Cada vez que alguien se suma al proyecto es un desafío, porque la persona tiene que entender que no sólo viene a cumplir un horario sino que hay muchas cosas que pensar y hacer. También nos gustaría poner un galpón propio; sobre todo, encontrar alguna forma de financiamiento para poder stockearnos de mercadería y combatir la inflación. Además, queremos seguir generando encuentros con productores: a veces hacíamos visitas a los campos de donde vienen los ‘bolsones verdes’ y la gente podía acudir a la visita para conocer al productor. Estos lugares generan comunidad, sos parte de un proyecto. Lo lindo es que siempre hay nuevas cosas para hacer, nuevos desafíos, que van surgiendo en el año.

 

 

Tejiendo pasado, presente y futuro

Tejiendo pasado, presente y futuro

La fábrica de acolchados, sábanas y cubrecamas Alcoyana se convirtió en una cooperativa de trabajo autogestionada por los antiguos empleados. Presidida por una mujer, ahora enfrenta el desafío del traspaso generacional.

La Cooperativa de Trabajadores Alcoyana se encuentra en el barrio de Carapachay, partido de Vicente López. En una zona donde años atrás funcionaron muchas fábricas. Una de las pocas que continuaba abierta era esta planta de sábanas y acolchados que se había hecho famosa por auspiciar uno de los juegos de “Atrévase a Soñar”, un programa de entretenimientos de la década del 80 que conducía Berugo Carámbula. Pero el 5 de mayo del 2010, la firma fue declarada en quiebra por un interventor judicial.  A partir de ese momento, todo fue incertidumbre para sus trabajadores que no dudaron en luchar por conservar sus puestos de trabajo y comenzaron una toma que duró unos pocos días.

La actual presidenta de la cooperativa es Claudia Luna, quien abrió a ANCCOM las puertas de la planta para conocer un poco más el trabajo cotidiano. 

El local de exhibición es amplio e iluminado, rodeado de muestras de los productos de la marca. A ambos lados del salón hay unos muebles con repisas cubiertos de  distintos modelos de sábanas, acolchados y cubrecamas. 

A través de un pasillo largo, Claudia hace de guía hacia el interior de la planta para comenzar el recorrido y explica que allí se lleva adelante un proceso que quita las “pelusitas” de la tela de friza para que quede más suave. Al tener máquinas grandes trabajando, a medida que vamos ingresando a los distintos sectores el ruido aumenta.

El segundo sector es Tejeduría, allí se comienza a tejer la tela que luego será estampada o teñida. En este momento se están tejiendo paños para sábanas en un piso largo con distintos telares automáticos. Cinco trabajadores controlan los equipos. Al fondo, otras máquinas tejen las telas para repasadores y manteles. Todas ellas pertenecían a la planta original y ahora están a nombre de la Cooperativa Alcoyana. Se ve una gran cantidad de equipos que no están en funcionamiento, algunos están en reparación y otros por falta de materia prima. Claudia cuenta que trabajan con otra cooperativa que les provee algodón. Mientras que el poliéster lo importa otra empresa porque no hay proveedores nacionales. Con esas dos materias primas se genera la cadena de producción. 

La cooperativa actualmente está trabajando con unas 86 personas que son las que quedaron activas después de la pandemia. La mayoría de los trabajadores está desde la toma de la fábrica. En un momento llegaron a contar con 163 personas. Pero actualmente la preocupación pasa por que casi todos los socios son personas mayores, cerca de su retiro, y no cuentan con mano de obra joven que aprenda los oficios para que pueda continuar funcionando la planta. 

Cuando la cooperativa comenzó a funcionar en el año 2010, los trabajadores vendieron chatarra, máquinas que no estaban funcionando para poder levantar la fábrica. Finalizaron procesos que habían sido abandonados por los dueños anteriores y con ese dinero pudieron instalarse. A partir de allí se encargaron de salir a recuperar a los clientes que había perdido la empresa en el momento de la quiebra. También buscaron nuevos. 

 Los trabajadores que se hicieron cargo de la administración comenzaron con poco conocimiento en la gestión, pero con ayuda de compañeros de otras cooperativas y fábricas recuperadas pudieron encaminarse. Claudia cuenta que actualmente pertenecen a una red de cooperativas llamada RECOOP donde fábricas recuperadas de distintas ramas se compran y venden productos entre sí. Y generan contacto entre ellas.

Camino al sector de Teñido y estampado, donde funcionan máquinas que trabajan con vapor, está Darío Agüero, que es el secretario de la cooperativa. Tiene 29 años, es uno de los más jóvenes y se sumó a la cooperativa en 2012. Claudia comenta que es una persona muy trabajadora y, desde que llegó, se interesó en el área administrativa. Ambos están de acuerdo en que el potencial de la cooperativa es grande, pero falta acuerdo entre sus trabajadores, más que nada por la edad de la mayoría que ya ven como un camino posible el retiro. Creen que es necesario el recambio en el equipo pero las condiciones salariales son difíciles de sostener actualmente y por eso muchos de los más jóvenes decidieron buscar otras propuestas de trabajo.

Pasando por el sector de Costurería, que le da la terminación a las sábanas y acolchados, llegamos a la oficina de la Administración. Allí se encuentra Walter Sorato, el tesorero, desde atrás de una computadora y una pila de carpetas cuenta que fue parte de la toma de la fábrica en 2010. Recuerda que la organización fue muy rápida: una vez que consiguieron asesorarse con el abogado Luis Caro y pudieron hacer los trámites para conformarse como Cooperativa. Hoy el espacio físico donde se encuentra la fábrica está judicializado, debido a que en el 2017 la empresa privada Galopenim S.A. compró la quiebra, es decir todo el predio que pertenecía al dueño anterior, prometiendo hacer la donación de la planta para que la cooperativa siga funcionando. Por el momento se encuentran a la espera de esa resolución, manteniendo la esperanza de no tener que mudarse a otro lugar.

Durante la pandemia, recibieron ayuda del Estado y luego hicieron una nueva solicitud al Ministerio de Desarrollo Social que no prosperó. Por ahora, los trabajadores logran mantenerse con la propia producción pero desean poder aumentarla para seguir creciendo.

 

PRESIDENTA

Claudia es hasta ahora la única mujer con cargo de gestión. Dice que las compañeras no se animan a postularse, porque creen que es un desafío ocuparlos cuando en su mayoría los socios de la cooperativa son varones y hay que saber darse lugar para tomar decisiones. De todas formas, durante su mandato hasta ahora han prosperado y logrado mantenerse a flote, pese a diferentes dificultades, sobre todo económicas.

Los trabajadores en su sopa

Los trabajadores en su sopa

Ubicada en Berazategui, Provincia de Buenos Aires, la fábrica de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas Safra fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras en 2010. Desde entonces continúa produciendo y piensa ampliarse a la fabricación de snacks.

La Cooperativa de Trabajo Safra, ubicada en Berazategui, surgió en el 2010 tras la quiebra de la antigua empresa Aachen. Dedicada a la producción de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas, los 25 asociados trabajan en equipo para sacar adelante la cooperativa.  

Corría el año 2009 cuando los trabajadores y trabajadoras se encontraron con una difícil situación: el cierre de su espacio de trabajo. Graciela Avalos, presidenta de la Cooperativa, cuenta que, tras el fallecimiento del dueño, a sus hijas no les interesó continuar con el negocio familiar y llevaron la empresa a la quiebra: “Poco a poco dejaron de venir, y ni siquiera hizo falta tomarla”. Frente a lo ocurrido, el dilema que se les presentó a los empleados fue elegir entre conseguir un nuevo trabajo u organizarse y tomar el control del lugar. Finalmente, recuperaron la fábrica y comenzó a funcionar la Cooperativa de Trabajo Safra. 

Avalos relata cómo fueron esos primeros momentos y las dificultades que tuvieron que atravesar, principalmente a la hora de organizarse para evitar que las instalaciones fueran ocupadas. Sin ningún tipo de experiencia, más allá de la que tenían por haber pasado por la producción, lograron sobreponerse a la situación. Debido a que el dueño anterior había estafado tanto a los empleados como a los proveedores y clientes, a muchos de estos últimos les costó volver a confiar en la empresa y establecer nuevamente los vínculos. “Costó mucho levantarlo, sacrificio, ganas, llanto”, señala. 

La cooperativa está conformada en su mayoría por mujeres, ya que la habilidad y agilidad a la hora de hacer el trabajo manual resulta fundamental para una buena producción. La presidenta recuerda que cuando eran empleadas en relación de dependencia no tenían obra social, y muchas mujeres fueron despedidas por pedir licencia de embarazo. En la actualidad, los derechos laborales de los asociados se respetan: “Las cosas las estamos haciendo bien, tratamos en lo posible de encajar en el sistema”, agrega. 

 Todo se consulta entre los asociados, la Cooperativa se organiza en torno a una Comisión Directiva integrada por Graciela Avalos, Ángel Mansilla, Christian Mansilla, Rosa Correa y Stella Maris González, quienes son los encargados de la toma de decisiones. Las ganancias obtenidas por las ventas de productos se reparten equitativamente, de manera que todos los trabajadores, integrantes y socios perciben el mismo salario. 

Sin embargo, un miedo se hace presente: la creencia de que una cooperativa no es responsable, las dudas sobre su inestabilidad, y prejuicios sobre su organización. “A veces por ser cooperativa prueban el producto, les gusta, pero no te compran”, señala Avalos y agrega: “No deja de ser una empresa, pero manejada por sus empleados. La diferencia también es que cuando viene la época difícil, no pensamos en echar a nadie: acá nos salvamos todos, o nos fundimos todos”.

Ese sentimiento se comparte entre las cooperativas. Safra está asociada a Empresas Recuperadas, dependiente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), que favorece la conexión entre ellas. Sus principales proveedores de materias primas, insumos y de diseño, son emprendedores, pequeñas empresas o cooperativas para ayudarse mutuamente. 

El apoyo del Estado para Safra es esencial, que les llega principalmente a través de los subsidios o préstamos para la compra de maquinarias, otorgados por el INAES, la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA), o el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Aunque fue un subsidio otorgado por España e Italia el que, en 2010, les sirvió de impulso para retomar la producción. “Hay muchas personas que creen que por ser cooperativa nos regalan todo, pero pagamos tasas, luz, gas. Lo único que no nos cobran es el impuesto a las ganancias. Acá casi nos sacaron porque no se pagaban los impuestos, y nos tuvimos que meter en un préstamo para poder pagar una deuda de años”, comenta Avalos. 

Mientras los trabajadores están atentos a sus tareas, el ruido de las máquinas en funcionamiento completa la escena. La modalidad de trabajo es principalmente por pedido, y la materia prima para producir tanto caldos como sopas es la misma, por lo que no pueden permitirse producir algo sin tener la certeza de que saldrá al mercado inmediatamente, aunque cuentan con un stock como reserva.

La época del año donde más trabajo tienen está llegando a su fin. Los caldos y las sopas instantáneas no son tan compatibles con las altas temperaturas del verano, y es el momento cuando comienzan las dificultades debido a la poca producción y venta. Sin embargo, la presidenta señala que uno de los objetivos a largo plazo es producir y comercializar snacks, de esa manera el transcurso de la primavera y verano no sería tan complicado. Al respecto, señala que ya cuentan con algunas máquinas para comenzar con la producción, aunque todavía les falta adentrarse en este nuevo rubro. Por otro lado, asegura que los “productos son de óptima calidad, lo que nos falta es la propaganda”.  

Entre las problemáticas actuales, se destaca un litigio judicial en el que se le reclama a la Cooperativa el cese del uso de las marcas Caldiet y Safra. Esto se debe a que los antiguos dueños están peleando por recuperarlas y, pese a que desde la Cooperativa señalan que continuaron trabajando y manteniendo las marcas y la empresa, los demandantes sostienen que les pertenecen. Aunque la transición no será fácil, están en busca de un nuevo nombre que les permita desligarse de este conflicto y lanzar nuevos productos al mercado. 

Uno de los pedidos al gobierno provincial es que se adquiera el lugar en el que actualmente funciona la Cooperativa, y por el que se le abona un canon mensual por alquiler al síndico judicial para mantenerse allí. “Tenemos derecho a estar acá porque ellos nos han estafado, no nos pagaron sueldos, nos sacaron la obra social. Antes trabajaban 80 personas, había tres turnos, y no paraban nunca las máquinas. Si nosotros tuviéramos la oportunidad, podríamos ofrecer mucho trabajo”, sostiene Avalos.

Con vistas al futuro, Safra se propone mantener el trabajo y lograr una capacidad productiva que les permita abastecer a grandes clientes. Esto va de la mano del reconocimiento de la empresa para estar a la altura de la competencia, pero sobre todo para que sus productos estén en las góndolas y el consumidor tenga la oportunidad de comprarlos. “Costó 12 años levantarnos y hay que mantenerse, porque la caída puede ser en un segundo”, reflexiona Avalos, y agrega: “son las ganas y el orgullo de hacer las cosas bien”. 

 

Cuando la comunicación es cooperativa

Cuando la comunicación es cooperativa

El periodista y docente Washington Uranga integra la cooperativa de comunicación Huvaiti, que brinda servicios a organizaciones de la economía popular. ¿Por qué hace falta comunicar profesionalmente en esos sectores? Las tensiones entre el trabajo y la militancia.

“Huvaiti es un proyecto integrado por personas preocupadas por las cuestiones sociales, la política, la comunicación y los derechos humanos, que decidieron organizarse con la convicción de la importancia del trabajo asociado y con el propósito de generar alternativas y propuestas para la comunidad, desde una perspectiva integral de derechos e intentando contribuir a la mejor calidad de vida”, dice la carta de presentación de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación y el Desarrollo de la Economía Social y la Cultura Popular, Huvaiti. En criollo, una cooperativa que lo que  produce son servicios de comunicación para la comunidad inserta en la economía popular.

En un pequeño local de la calle Moreno, ubicado en el barrio porteño de Monserrat, está el almacén de “Alimentos Cooperativos”, que funciona como sede de encuentro para las y los trabajadores de la Cooperativa Huvaiti. Pero, ¿quiénes son las trabajadoras y trabajadores de Huvaiti?

“Somos un grupo de amigos -dijo Washington Uranga, presidente de la Cooperativa-. Nos encontramos algunos en la facultad, otros en la militancia, pero todos en la búsqueda de una propuesta de comunicación en la que nosotros y nosotras nos sintamos contentos y felices.Esto es algo que ni el mercado ni el Estado nos estaban ofreciendo. Te ofrecen trabajos profesionales que no terminan de satisfacer lo que nosotros tenemos en la cabeza y en el corazón respecto de lo que es la comunicación. De alguna manera lo que hicimos fue comenzar a fabricar una propuesta que nos representara. En principio hicimos cosas juntos y juntas y después decidimos de alguna manera institucionalizarlo. Pensamos diferentes formas organizativas y finalmente llegamos a la conclusión de que esto era una cooperativa de trabajo, porque lo que sumamos es eso, nuestro laburo. Después empezamos a imaginar proyectos. Imaginar proyectos significa poder aportar de la comunicación a un modelo de sociedad, a una propuesta política en términos amplios. Cuando digo una propuesta política intento que no se confunda estrictamente con una propuesta política partidaria, aunque todos tengamos posiciones partidarias. Pero una propuesta política tiene que ver con la vigencia plena de derechos, que me parece que es lo más político de todo. Construir espacios y sociedades donde la vigencia de derechos sea plena. Y pensar, nosotros comunicadores y comunicadoras, ¿qué hacemos desde ahí? ¿Cómo lo hacemos desde ahí?

Una pregunta bastante angustiante

Sí, y también ¿cómo lo hacemos en estas condiciones? Esa es una pregunta que te parte. Todos tenemos que vivir de algo, necesitamos generar ingresos. Normalmente estos espacios se convierten en espacios de militancia y la militancia no es rentada, por lo menos no la nuestra. En algún momento el proyecto Huvaiti tiene que caminar para que nosotras y nosotros podamos vivir de esto. Ni mañana, ni pasado probablemente. Pero sobre todo los y las más jóvenes, que mañana puedan hacer de esto un proyecto en el que puedan hacer confluir el sentido de su vida, la militancia y la profesión.

 Se piensa como dicotómicos y antagónicos el fin de lucro y la militancia. ¿Y para quién termina siendo accesible entonces la militancia? 

Exactamente, entonces nosotros y nosotras tuvimos que buscar ahí un modelo de gestión. Es decir, que la cooperativa tenga un desarrollo complejo que nos permita por un lado generar ingresos, pero al mismo tiempo, que esos ingresos sirvan para solventar por lo menos el trabajo de algunos y algunas, y que además podamos dedicar parte de estos a hacer prestaciones que sean gratuitas o casi gratuitas. Por ejemplo, Walter Isaias y Manual Barrientos están trabajando en un proyecto , para nosotros muy importante, con la Radio La Colifata. Para nosotros dentro del proyecto de Huvaiti es muy importante, estamos haciendo ahí un desarrollo que tiene que ver con las personas, pero también trabajando en una marca colectiva para La Colifata.

 ¿Cómo una marca?

Claro, ellos están comenzando a producir productos de la economía social. ¿Cómo se reconoce eso? Bueno, con una marca que se llame La Colifata. Pero eso también necesita estrategia de comunicación. Entonces, ¿es un proyecto de promoción humana? Sí. ¿Es un proyecto de derechos humanos? Sí. ¿Es un proyecto comercial? También. Y es un proyecto comunicacional. Huvaiti intenta ser un proyecto complejo de comunicación. Está Huvaiti la editorial, generamos estrategias de comunicación, desarrollamos la plataforma de comercialización de productos de la economía popular, ESAP se llama, y trabajamos un programa de radio que se llama “Mundo Hormiga”, que se produce una vez por semana y se distribuye por cuarenta y tantas emisoras comunitarias de todo el país. Entonces tenés una serie de cosas. Huvaiti es todo eso. Y todo eso con distintas miradas. 

 ¿De dónde sale Huvaiti ediciones?

 Decidimos abrir Huvaiti ediciones porque nosotros queremos debatir en el mundo de la política y en el mundo de la academia poniendo temas a circular. Queremos producir eso, temas para discutir.

 ¿Producir sentido?

Exactamente. Pero eso necesita sustentarse. Los libros los vendemos baratos porque tenemos que venderlos. Aunque consigamos algunos subsidios que nos permiten producir los libros, hay que seguir produciendo. Por ejemplo, acabamos de producir un libro que no se va a imprimir porque tiene 380 páginas y es imposible imprimir por el costo. Pero este habla de nuestra vocación latinoamericana, es un libro en alianza con la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Eso es gratis, gratis en el sentido que nosotros no cobramos nada, pero nos parece importante meter en nuestra colección también un libro de sentido latinoamericano. Entre otras cosas porque creemos profundamente que solo no se salva nadie y en que nosotros tenemos que pensar latinoamericanamente. 

Presentación del libro «Por una construcción colectiva. Comunicación para la organización y la economía comunitaria».

Es el proceso de ir balanceando esta estructura de la cual pueden depender económicamente y al mismo tiempo ir construyendo el sentido y el posicionamiento en el que creen

Claro, de la misma manera es nuestra alianza con Alimentos Cooperativos. Este tiene dos sentidos. El primero tiene que ver con nuestro compromiso con la economía social y la agricultura familiar. Y, en segunda instancia, tenemos un diagnóstico que nos dice que en general los compañeros y las compañeras de la economía social y la agricultura familiar no tienen  trabajo comunicacional, no tienen estrategia de comunicación que visibilicen su existencia y la de sus productos. Entonces dijimos: “Bueno, nosotros vamos a aportar ahí”. Pero hay que estar dentro de ese proceso, porque si estás afuera no se puede hacer. Entonces decidimos generar esta alianza con alimentos cooperativos para poner un almacén. Algunos amigos se ríen porque dicen: “Ustedes, académicos, terminaron de almaceneros”. Pero que el almacén sea de alguna prueba piloto de cómo se puede montar un almacén que te de visibilidad, en el que puedas incorporar sentidos, y que pongas a discutir otras cosas. Que además le podamos decir a otros y otras de la economía social “mirá, esto se puede hacer así y podemos hacerlo juntos y juntas y corrijamos entre todos y todas”. 

También eso te pone en la agenda en la cual vos queres participar en otras conversaciones, en otros momentos y experiencias. La combinación ciencia-territorio acá es muy interesante y ser comunicadores almaceneros es un poco también eso.

No se me había ocurrido, pero está bueno. De hecho, a nosotros nos fue llevando a otras cosas. Nosotros, como Huvaiti, estamos haciendo las redes de Alimentos Cooperativos, hacemos las redes de la Federación de Cooperativas Rurales de la Rioja y estamos conversando la posibilidad de hacer la comunicación de otras cooperativas o redes de cooperativas. 

Es parte un poco de pensar la comunicación como producto, ¿no?

Pensar la comunicación como producto y como proceso, la relación comunicación-territorio. Yo me apoyo mucho para pensar en el territorio en De Certeau. Él te dice “movilidad transitando”. El territorio no es un mapa, es básicamente relaciones, vincularidades. 

Lo hablaban en la presentación del último libro Por una construcción colectiva: pensar la comunicación como un producto más de la economía social, solidaria, popular y comunitaria.

Sí, esto es una tensión a veces, porque los compañeros no tienen en cuenta que esto tiene costo y que esto es nuestro trabajo. Y a veces debatís eso y les decís: “¿Sabes que yo laburo de esto?” Y te contestan: “Por qué no me tirás unas cuantas ideas de cómo hacer esto”. Sí, compa, yo te tiro un par de ideas, pero nosotros estamos laburando, así como vos producís las aceitunas yo genero productos comunicacionales, entonces por qué tus aceitunas valen y mis productos de comunicación no. Yo sé que es intangible y puede ser difícil de entender, pero es una discusión que hay que dar porque los compañeros y las compañeras no lo tienen en claro. Te dicen: “Vos que sabes hacer de esto…” Sí y a mí me gusta comer queso, y los quesos me los vendés. Nosotros nos planteamos como grupo, como cooperativa de interlocutores en lo comunicacional y en lo político. Yo trabajé y aspiro a seguir trabajando con el movimiento sindical, porque también soy de los convencidos, y los compañeros también, de que el movimiento sindical necesita mucho de la comunicación, tienen miradas muy estereotipadas.

¿En qué sentido?

Hay formatos que perdieron vigencia. El formato del puño cerrado en blanco y negro pudo haber tenido mucho valor en algun momento, y no digo que ahora no tenga nada de valor, pero hay que encontrar otra forma de comunicar el mundo sindical que además ahora está muy estereotipado. Vos tenés que luchar contra determinados sentidos construidos, sentidos que dicen que los dirigentes y las dirigentas sindicales son esto o lo otro. Y no, son muchas más cosas. Y eso es lo que no se ve, el sistema corporativo de medios transmite otra cosa, y eso es lo que hay que discutir. Pero a los primeros y primeras que hay que convencer de eso es a los compañeros y a las compañeras. Ellos son otros de los que te dicen: “¿No venís a darme una mano con un plenario? A explicar un poquito lo de la comunicación? Y sabés que yo laburo de esto. “¿Pero qué te cuesta?” Y sí me cuesta loco.

Claro, hay toda una trayectoria hecha

Y ni siquiera es por la trayectoria, es poner el cuerpo, y si yo estoy poniendo el cuerpo estoy laburando. Si vos le reconocés a tanta otra gente el laburo, ¿por qué no a nosotros? ¿por qué a un abogado le pagás y a nosotros no?

Los periodistas Jorge Vilas y Gisselle Teper, el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Diego de Charras, y los miembros de Huvaiti, Whasington Uranga y Clarisa Veiga en la presentación del libro realizada en Almacén.

En la presentación y en el libro vos hablás del pensar latinoamericano y la democracia. 

Sí, por mi historia en general yo estoy muy atravesado por América Latina, cuando a mi me preguntan ciudadanía, yo digo latinoamericano. Soy de los convencidos de que este continente es indisociable. Nosotros no podemos dejar de pensarnos como unidad latinoamericana, y nuestro futuro depende de que nosotros y nosotras seamos capaces de pensarnos así. Y esto hay que construirlo y muy particularmente hay que construirlo desde Argentina. Y la otra, para mí la democracia tiene sentido en cuanto significa restitución y vigencia de derechos, sino es una farsa. Incluso puede llegar a ser una farsa participativa si no sirve efectivamente para mejorar la calidad de vida. Yo rescato mucho la cosmovisión andina del Buen Vivir o el Vivir Bien. Como dicen los colombianos ahora, a Vivir la Buena Vida, que no es vivir de joda, es la buena vida, es calidad de vida, felicidad, sentirse feliz con lo que hacemos. La democracia tiene que estar ligada a eso. Si no está ligado a eso es como una lucha sin sentido, como una carga permanente, y no puede ser una carga. Nosotros necesitamos construirnos con alegría, con satisfacción de lo que hacemos. Lo que intento decir cuando escribo es ese tipo de cosas. ¿Para qué comunicás? o ¿comunicar en qué sentido? Comunicar con sentido latinoamericano, comunicar con Buen Vivir. Porque si no, ¿la  democracia qué es? ¿Un voto? ¿Ir a votar? Es como demasiado poco. 

 El libro juega mucho con cuestiones más abstractas, más ensayísticas, pero también te encontrás con un un cuadro concreto de estrategias de comunicación en el medio. Esto también deja ver que se ponen en juego cuestiones materiales al hacer comunicacional, como por ejemplo que tus amigos te pidan que des un plenario gratis o que te pidan consejos de cómo gestionar un proyecto. 

¿Eso sabes por qué? Porque eso surge de nuestra propia práctica. Vos mirás y analizás lo que escribe Clarisa (Veiga), por ejemplo: lo que está haciendo es poniendo sobre la mesa su propia experiencia con Abuelas de Plaza de Mayo. En la que tuvo que traducir una cantidad de cuestiones que tienen que ver con salir de una idea, para traducirla en una propuesta que haga sentido en una sociedad donde muchas veces domina otra. Entonces, muchas veces eso significa producto, metodología, proceso. El texto de Manuel Barrrientos tiene un montón de cosas que son también estratégicas. Porque también eso lo tenemos que discutir, porque sino terminamos todos y todas haciendo Marketing Comunicacional. Yo ni siquiera estoy en contra del marketing, pero hay formas del marketing que no me cierran. Pero necesitamos construir metodologías.

 Decías en un momento ¨popularizar la comunicación corporativa”.

Si, va por ese lado. Encontrar que la comunicación popular tenga también un costado que responda a la sociedad de mercado en la que vivimos. Hay que poder responder a eso y hay que poder hacerlo desde nuestro lugar. No simplemente para acoplarnos o sumarnos, sino que para responder desde otro lugar. Fácil no es. Pero bueno hay que hacerlo. 

 ¿Pudiste trabajar un poco el sentido o desarmar un poco las ideas con respecto al intento de magnicidio de Cristina?

Los intercambios con los y las compañeras, con los y las colegas, son desazón, incertidumbre y angustia. Tiene que ver con la dificultad de construir escenarios de futuro. Me parece que lo más tensionante es eso. Pero, además, la dificultad de construirnos como sociedad en la diferencia. Si uno no piensa que las sociedades se construyen a partir de la diferencia, es muy difícil imaginar el futuro. Porque sería de alguna manera muy totalitario, todos y todas tienen que pensar igual. Y, además, porque el enriquecimiento en la sociedad se da en el principio de alteridad, el otro y la otra me enriquece desde su diferencia. Sería muy aburrido si todos seríamos iguales.

 ¿Seríamos algo si todos fuésemos iguales?

Por eso. Entonces no admitir la diferencia y además cargarle a eso violencia física, es de alguna manera un sentido de destrucción de lo social. Pero más allá del hecho particular,que es gravísimo y detestable, lo que hay es el contexto que genera eso. Y más allá de que algunos y algunas colegas están tratando de decir “ay nos están poniendo a nosotros como culpables”, es verdad que el sistema de medios cargó de sentidos a través de determinadas personas que habilitaron ese acto violento. No quiero decir que le hayan puesto la pistola en la mano ni mucho menos, pero sí creo que esa persona se sintió habilitada por un contexto, y eso es grave. Y por otra parte, creo que están faltando decisiones políticas para ponerle límite a eso. Porque esos discursos de odio están violando los derechos de todos nosotros.

 Vos hablabas de la comunicación y la democracia como restitución y vigencia de derechos, y en todo esto ¿qué es esta comunicación?

Yo diría también que la comunicación es un espacio de disputa simbólica por el poder. Es un espacio de lucha simbólica y está claro que quienes actúan como lo están haciendo, falseando, mintiendo, agrediendo, están dando una disputa simbólica y nosotros no nos podemos quedar callados y calladas. Pero para eso necesitamos también construir metodología, para eso también necesitamos valernos de herramientas. Y la otra es ¿cómo convertimos esto, que es una tragedia, en un hecho positivo que construya? Yo soy de los que piensa que esto necesita movilización social. Que no hay otra forma. Si no hay respuestas institucionales tiene que haber movilización social. Tiene que haber calle. 

 La construcción social es un alivio a la angustia

Si pero depende, yo soy muy prospectivista en esto.

 ¿En qué sentido?

Es una mirada que te permite construir sobre la base de escenarios futuros. Nosotros no podemos construir escenarios futuros que nos sirvan como horizonte. Y digo escenarios en plural, porque no es un escenario, pueden ser muchos. Pero necesito construirlos, si no tengo eso no camino. Y para poder construirlo necesito organización. No es lo mismo pero es esa idea que le atribuyen a Galeano, pero no es de Galeano, es de Fernando Birri, que habla sobre la utopía y dice: “¿Para qué sirve la utopía? Y bueno, para seguir caminando”. La idea de los prospectivistas es así: construir escenarios de futuro pero para poder actuar en el presente. 

 ¿Por qué el nombre Huvaiti? ¿Por qué “camino hacia el encuentro”?

Porque de alguna manera nos representa así, nos representa la idea de camino, la idea del encuentro. Es eso. No hay nada terminado, estamos caminando. Y el encuentro es eso, es comunicación, es diálogo, es construcción colectiva, es todo eso. 

Amasando el futuro

Amasando el futuro

Ubicada en el barrio de Villa Martelli, la fábrica de tostadas Maxim fue recuperada por sus trabajadores en 2010. Desde entonces continúan produciendo pan tostado. ¿Cómo se organizan para mantener la cooperativa en funcionamiento?

El aroma a pan recién horneado y tostado se hace presente en Villa Martelli, donde se encuentra Maxim, fábrica recuperada por las y los trabajadores, que produce panificados y comercializa sus productos bajo la marca Unitostas.

La cooperativa autaogestionada se formó en el 2010 cuando 15 trabajadoras y trabajadores se unieron para continuar con el trabajo que venían realizando en la fábrica. A fines de ese año tomaron la planta. Meses antes del quiebre fue un proceso de suspensiones de un día, después una semana o quince días, en donde los salarios no eran pagados, las condiciones laborales no se cumplían y quien denunció la quiebra fue la obra social a la cual no le estaban realizando aportes.  “Nos pagaban cien pesos por día. Después de una jornada para la otra cerrábamos porque no había insumos”, cuenta Catalina “Caty” Geréz, quien está desde 2007 y acompañó el proceso de recuperación de la fábrica. 

Los vecinos de Villa Martelli, al ver que estaban sacando la maquinaria de la fábrica, alertaron a Pedro Amado, quien avisó a sus compañeros y juntos se encaminaron para buscar sus pertenencias y decidieron no salir más del lugar. “Entramos en 2011, habremos estado de cuatro a seis meses, pasamos hambre. De las 15 compañeras que éramos, quedamos seis. Nos quedábamos a dormir, nos turnábamos para ir a nuestras casas”, cuenta Amado, presidente de la cooperativa y encargado de los sectores de panadería y administración. 

La cooperativa se formó en 2010, pero obtener la matrícula les demoró dos años. Recién en 2012 se convirtió formalmente en la Cooperativa de trabajo Maxim.

Arrancaron el emprendimiento desde cero. “Tuvimos ayuda desde el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en primer lugar, a través de ellos conocimos al Ministerio de Desarrollo Social, del que obtuvimos el subsidio de “Manos a la obra” para insumos y arreglos de maquinaria, porque de las líneas de tostadoras solo había cuatro o cinco que funcionaban”, cuenta Pedro mientras recorre la fábrica. 

Si bien trataron de recuperar el nombre original de las tostadas no pudieron por lo que tuvieron que idear una nueva marca y todas las habilitaciones que eso conlleva. El nombre fue elegido por todos los y las compañeros: las tostadas se llaman Unitostas ya que refiere a la unidad entre compañeros y compañeras. “Nos reunimos entre todas y elegimos ese nombre, porque quiere decir que somos unidos. Somos unidos, nos acompañamos y luchamos juntos”, describe Caty.

Por parte del Estado fueron beneficiados por varios subsidios, arreglos de maquinarias y adquirieron nuevas máquinas como la Flow pack, envasadora adquirida hace tres meses. Son parte del Programa Potenciar Trabajo, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. 

Para comenzar, recibieron ayuda del Movimiento de Fábricas Recuperadas, que les donó insumos para que puedan trabajar; también usaban facturas de otra cooperativa para poder vender. “Fue todo un tema conseguir los clientes, teníamos los remitos, las direcciones, pero no teníamos los teléfonos. Buscábamos en la guía qué colectivo tomar para poder ir al lugar y vender el producto, además de explicarle todo lo que estábamos pasando. No están más los dueños, pero seguimos siendo todos los mismos, los que trabajamos y hacemos el producto”, explicaba Caty.

El proceso productivo se realiza de manera manual y artesanal, desde el pan hasta el envasado. En un día normal, se producen alrededor de 100 kilos. El sector panadería, a cargo de Pedro, está ubicado al fondo del galpón, tienen una gran variedad de máquinas que a través de una ley de expropiación pudieron quedar en manos de los trabajadores.  La masa de pan recorre distintas máquinas. Primero, una la amasa durante media hora, después otra la corta en bollos y en una tercera leudan y reposan durante 40  minutos. 

Luego, los bollos se cargan grandes placas con moldes redondos y cuadrados, que después debe leudar nuevamente durante 15 minutos, entra en carros a grandes hornos donde se cocinan por poco menos de una hora. El tiempo lo señala una alarma, que indica cuando llegó el momento del desmolde. Tras dos días días de descanso en un cuarto, se procede al cortado en finas lonjas que son colocadas de manera manual en grandes placas que llegan a 200°C. Hoy algunas placas no se encuentran en funcionamiento. 

Al final llega el momento de selección y empaquetado, a cargo de Caty y Daniela Valles. Caty explica que el proceso de selección consta en dos pilas, aquellas que se deben volver a pasar por la tostadora porque están blancas y tienen que estar bien doradas y aquellas que están muy tostadas o rotas son descartadas. Luego son colocadas en la nueva envasadora y otra vez se realiza un proceso de selección, esta vez, a cargo de Daniela, una nueva socia que ingreso hace cuatro meses. 

El ruido de la cortadora, el abrir y cerrar de las máquinas de tostado, las risas y las charlas de Caty, Daniela, María y Pedro hacen eco en la fábrica recuperada por sus propios trabajadores. Sus cofias, ambos blancos, las paredes de las oficinas ubicadas en el segundo piso decoradas con publicidades de la empresa anterior cuentan la historia de todos los y las trabajadoras que pasaron por allí y que lucharon para poder seguir.  

El fuerte de ventas de Unitostas son las fiambrerías, es allí donde tienen más salida, venden a distribuidoras y alquilan el depósito a cooperativas para que guarden sus productos. Actualmente cuentan con poca producción, el problema se basa en la poca venta, lo que impide que amplíen producción y planta en la fábrica. La producción del día en Maxim se basó en la realización de productos para una nueva empresa, un trabajo a façón.  “Es temporada baja. Teníamos clientes que antes pedían 20 cajas y ahora piden 10. Bajó un montón el trabajo”, cuenta el presidente de la cooperativa. 

En el mes de julio estuvieron parados sin luz. “Eso nos mató, nos atrasamos con los pedidos y generamos deuda que todavía no llegamos a cubrir”, cuenta Pedro que espera conseguir un subsidio para poder financiarla. “Aunque no haya producción venimos igual, por si hay alguna venta.  Pedro y yo venimos todos los días. Hay que darle para adelante. Estamos en la lucha”, concluye Caty a lo que Pedro añade: “Queríamos y queremos trabajar acá, por eso luchamos para poder recuperar la fábrica”.