Menos gritos y más palabras

Menos gritos y más palabras

Bajo el lema “El silencio” se llevó a cabo la 16° edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires en 16 espacios de la ciudad, para poner en valor la lectura y la palabra.

El Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) es una organización privada sin fines de lucro, que se creó en 2009 con el fin de promover la literatura en todas sus formas y a diferentes tipos de lectores, a través de actividades libres y gratuitas. En un contexto de un fuerte desmantelamiento cultural por parte del Gobierno nacional, la 16° edición del FILBA —que tuvo como temática central el silencio— llegó para satisfacer la necesidad literaria de miles de aficionados, que llenaron cada uno de los 16 espacios de la ciudad donde se llevó a cabo el festival.

“Lejos de ser un llamado a silenciarnos de manera imperativa, de censurarnos o de autocensurarnos, es una búsqueda de aquel silencio que comunica y que permite también poder escucharnos”, expresó la directora del FILBA, Amalia Sanz, en el discurso inaugural de esta nueva edición. “Estamos en una época de mucho ruido, de gritos, de reproducciones de mentiras, de opiniones sobre todo, y ese ruido no deja escuchar lo importante y lo peligroso también”, agregó Sanz.

El penúltimo día del FILBA —que tuvo lugar desde el jueves 26 hasta el domingo 29 de septiembre— constó de múltiples actividades en diversos espacios culturales de la ciudad. “Vivir entre lenguas” se desarrolló el sábado 28 en la Microgalería del Centro Cultural 25 de Mayo; un espacio emplazado en una casa antigua del barrio de Villa Crespo, con paredes intervenidas y salas pequeñas desbordadas de expresiones artísticas en múltiples lenguajes.

Media hora antes del inicio de la primera actividad, el patio interno, con paredes descascaradas, intervenidas con graffitis y plantas que emergen de ellas, ya estaba repleto. En él, decenas de personas con bebidas en mano mantenían conversaciones en diversas lenguas —inglés, francés, italiano, portugués y claro, español— mientras aguardaban el comienzo de “Traducciones homofónicas”. Esta primera actividad tuvo lugar en la sala más próxima a la puerta de entrada, en la que, con una atmósfera íntima y cercana con el público, el autor haitiano, Makenzy Orcel, y el poeta esloveno, Aleš Šteger, leyeron textos propios en su idioma original. Las traducciones fueron llevadas a cabo por los poetas argentinos Ezequiel Alemian y Andi Nachón, aunque no se trató de traducciones literales, sino “homofónicas”, en las que los autores dieron su propia interpretación de los poemas utilizando palabras fonéticamente similares..
Fiel a su estilo, el espacio contaba con una pequeña barra en la que los asistentes podían comprar comida y bebidas entre actividad y actividad. En la pared que se encontraba justo detrás, se podían leer las iniciales “KDA”. “Significa ‘Kiosco De Artistas’ —contó Camila, la joven que atendía en la barra—, es un proyecto que nació en el año 2002  con la intención de agrupar a distintos artistas argentinos que no tenían un espacio para exponer y comercializar sus obras”.

La segunda actividad de la noche tuvo lugar en la sala más grande de la Microgalería. Al ingresar, todos los asistentes se sentaron en el suelo, sin que nadie se los pidiera. Tres mujeres esperaban al fondo de la sala, alumbradas por una luz cálida y tenue. Tras unos segundos esperando a que todos se ubicaran en sus lugares y guardaran silencio, la primera de las tres mujeres, Lucía Pietranera, se puso de pie. Sin emitir sonidos y a través de la lengua de señas, se dirigió al público para dar inicio a la performance. La siguieron la bailarina y profesora Tania Dick, y la escritora francesa Mónica Zwaig. Las tres, ahora paradas frente al público, comenzaron a leer anécdotas sobre cómo sus vidas se vieron atravesadas por la lengua.
“Tuve insomnios tratando de entender a Los Redondos o a Spinetta. Ahora esa época ya pasó. Ahora cuando no entiendo, no sufro más”, contó Zwaig, quien se mudó a Argentina en el 2007 y aprendió a hablar castellano asistiendo a los juicios de lesa humanidad. “Tengo que hacer un esfuerzo para que los taxistas no descubran mi acento y quieran dar vueltas más largas para cobrarme de más”, agregó la escritora, refiriéndose a los problemas que atraviesa diariamente al tener que hablar en una lengua distinta a su lengua de nacimiento. Luego de unos minutos y muchas emociones distintas por parte del público, la performance terminó y las escritoras fueron despedidas con aplausos fuertes, aplausos mudos y algunas lágrimas.

La última actividad de la noche —y una de las más esperadas— fue en la misma sala de la antigua casa. Nuevamente, el espacio quedó repleto de personas —y también se sumó un gato— que se sentaron en el piso a la espera de la “Lectura al unísono”, protagonizada por Kim Thúy, Verónica Jordan, Eugenia Zicavo, Ana Prieto y Luciana Barbieri. Fue la autora vietnamita Kim Thúy quien rompió el hielo y comenzó a narrar en francés su historia de vida y la influencia que la lengua tuvo en ella, cuando a los 10 años huyó junto a su familia de la guerra que transcurría en su país para finalmente instalarse en Quebec, Canadá. La siguieron las otras cuatro mujeres, quienes continuaron con la narración de la historia de Kim en distintos idiomas: español, inglés, italiano y portugués. Cada algunos minutos, la lectura se veía interrumpida por una campana y un breve silencio, que parecía separar la narración en capítulos. Cerca del final, las cinco mujeres leyeron el relato al unísono. El recital de voces que hablaban distintas lenguas, paradójicamente, dificultó la comprensión.  Luego, siguió un nuevo silencio. La lectura había terminado. El público, conmovido, despidió a las mujeres con una cálida y prolongada ovación.

 

 

“Acá están nuestras placentas, no elegimos el territorio por turismo”

“Acá están nuestras placentas, no elegimos el territorio por turismo”

En el segundo día del juicio que investiga a siete mujeres mapuche acusadas de tomar terrenos en Villa Mascardi, declaró la machi de la comunidad. El lunes serán los alegatos.

En la segunda jornada del juicio contra mujeres de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu, acusadas de usurpar un predio de alrededor de siete hectáreas en Villa Mascardi, a unos 35 kilómetros de San Carlos de Bariloche, en Río Negro, en la sede del Escuadrón 34 de Gendarmería Nacional. El juez Hugo Greca resolvió no permitir declarar a la machi Betiana Colhuan como testigo. Sin embargo, los abogados pidieron que lo hiciera bajo la figura del amicus curiae y así pudo ser escuchada su palabra. Habló sobre la importancia espiritual del cuidado del rewe que se encuentra en Villa Mascardi. “No elegimos el lugar por un negocio inmobiliario o turístico sino porque toda la vida estuvimos vinculados con ese territorio, y hoy ahí están las placentas de los hijos que parí”, declaró.

Este juicio corresponde con los sucesos ocurridos en noviembre de 2017, el desalojo policial de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu por supuesta usurpación en terrenos en Villa Mascardi, San Carlos de Bariloche, a partir de la denuncia de Parques Nacionales. A pesar que durante el gobierno  de Alberto Fernández se había llegado a un acuerdo entre las partes en el que se determinó el compromiso del Estado a reconocer el rewe, lugar en el que se realizan tareas espirituales y de sanación, como sitio sagrado para esta comunidad, en el Parque Nacional Nahuel Huapi.

En la causa están imputados Yéssica Fernanda Bonnefoi, Johana Colhuan, Gonzalo Coña, Luciana Martha Jaramillo, María Isabel Nahuel, Romina Rosas y Mayra Aylén Tapia. Mientras que la machi, Betiana Colhuan, fue sobreseída en el primer día del juicio por ser menor de edad en el momento de los hechos. Uno de los primeros temas que se abordó en la jornada fue el testimonio de Colhuan. Contrario a lo que pedía la querella, el juez decidió llevar este debate de forma abierta, para que pueda ser atendido públicamente.

La defensa de la Gremial de Abogados y Abogadas de la Argentina pidió que se incorporase a Colhuan como testigo de la causa, permitiendo que la misma declarase bajo juramento y detallase los eventos ocurridos el 23 de noviembre de 2017, cuando las fuerzas policiales llevaron a cabo un gran dispositivo de desalojo en el lugar en el que se encontraba viviendo la comunidad. Para la defensa, este testimonio era esencial para la construcción de su alegato, entendiendo que era fundamental contar con los relatos de Colhuan.

La machi es la guía y sanadora del pueblo mapuche, ella se encarga de las cuestiones del espíritu de los miembros de su comunidad, además de, como es el caso particular de Colhuan, la salud de los mismos.

En tanto, la parte querellante alegó que la incorporación como testigo de Colhuan no resultaría conducente por haber sido sobreseída el día anterior por ser menor de edad durante el momento de los hechos, y por no haber sido ofrecida en tal carácter al momento de la citación al juicio.

La Fiscalía estuvo de acuerdo con el alegato de la defensa, entendiendo de todas formas los riesgos que puede implicar el testimonio bajo juramento de Colhuan al haber sido sobreseída, al implicársele todas las generalesl de la ley y por ser una de las imputadas su madre. A pesar de que entendían lo fino del límite y el extremo cuidado que se debía tener con un eventual testimonio de la machi, la Fiscalía decidió no oponerse al mismo.

A pesar de ello, el juez finalmente tomó la decisión de no permitir a Betiana Colhuan prestar testimonial bajo juramento. Pero sí determinó que la misma iba a presentarse al final de la jornada en calidad de amicus curiae, para poder explicar la cosmovisión mapuche, el rol que cumple una machi y el significado espiritual de un rewe.

Durante esta segunda jornada de juicio, declararon  nueve testigos en total, entre ellos algunos empleados del parque, efectivos policiales, y algunos miembros del grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina que participaron del operativo en el cual falleció Rafael Nahuel.

El relato de la machi

Betiana Colhuan hizo un emocionado relato sobre la cosmovisión mapuche. Comenzó contando en qué consiste su rol, que le fue designado por una anterior machi, Teresa Painequeo, antes de que ella naciese, y se describió como la guía espiritual de su pueblo. Ella se formó durante muchos años para poder ejercer una labor que le fue asignada, para cumplir un rol sagrado que en los últimos años “se había terminado de este lado (de la cordillera de los Andes), los machis ceremoniales fueron encarcelados y asesinados”. Ella también debe llevar a cabo las cuestiones de la salud física y espiritual de su pueblo, y contó que también se formó para ello atendiendo a la “medicina occidental” y tomando algunas prácticas convencionales para ayudar a sus compañeros. Además, explicó que en esta comunidad en particular hubo un proceso de fortalecimiento espiritual y el levantamiento de un rewe de una machi que llegó a orillas del Lago Mascardi, una ceremonia que se realizó antes incluso de que ella naciera.

 El rewe es una especie de altar sagrado en el cual cada comunidad mapuche genera un vínculo con la tierra y con sus antepasados, un lugar de suma importancia cultural. Al haber sido edificado en ese contexto, el rewe de esta comunidad en particular, también tiene propiedades de sanación, “es un lugar donde se vincula la salud de las personas”, declaró Colhuan.

Acerca del territorio de Villa Mascardi, contó que su abuelo ya había sido cuidador allí, y que se encargó de cumplir ese rol durante toda su vida. ”No somos dueño del territorio, no pretendemos serlo, esos son títulos de un Estado, nosotros lo que buscamos es tener un vínculo con esa tierra y cuidar ese espacio, protegerlo”. A su vez también comentó que su pueblo, si bien ya no está en esos terrenos, sigue teniendo el vínculo con ese espacio, estrechamente vinculado con su espiritualidad. Para la machi, “perder ese lugar es perder mi vida, si dejo ese rol voy a morirme, es mi ser, mi existencia”, y por esa razón ella sigue visitando recurrentemente ese espacio. Y por ese motivo es que también dijo que su comunidad estaba dispuesta a ceder muchas cosas, que no querían ser dueños de un título de propiedad, y que simplemente lo que querían era poder tener acceso a ese lugar.

Finalmente, y ante el apuro del juez para que haga su testimonio en sólo veinte minutos, Colhuan cerró con un emotivo relato sobre lo que ha vivido ella y su pueblo: “Una quiere ser fuerte, pero yo soy de carne y hueso, he sufrido mucha violencia por parte de la sociedad, he estado encarcelada, he estado expuesta a un montón de cosas, y voy a seguir siendo mapuche hasta el día que me muera”.

Decisiones políticas

Otra de las declaraciones más importantes de esta jornada fue la que prestó la guardaparques del Parque Nacional Nahuel Huapi, Marcia Lorena Urbinati. Ella fue la primera agente en presentarse tras el acto de recuperación de terrenos por parte de la comunidad, que se dio lugar el 14 de noviembre de 2017.

Urbinati, en un extenso relato que duró más de una hora, declaró que fue señalada por el entonces intendente  del parque Damián Mujica para que se acerque al lugar en el que, como le había avisado el cuidador de un hotel de la zona, había un grupo de personas generando ciertos disturbios.

“Me dijeron que estaban recuperando una tierra, que no se iban a ir y que estaban por llegar cientos de ellos”, comentó la guardaparques, y relató que fue acompañada del brigadista Oscar Montenegro y escoltada por un móvil policial que se quedó sobre la ruta, fuera del campo de visión del grupo para evitar cualquier tipo de conflicto. Ambos, Montenegro y el oficial que se hizo presente ese día, también declararon en la misma jornada.

Urbinati narró que en la zona encontró a un grupo de personas completamente tapados y encapuchados, con las manos en los bolsillos, y acompañados de un grupo de niños, que se alinearon en frente de ella y su compañero para recriminarles su presencia. “Me trataron de huinca genocida (término despectivo para personas que no son de la comunidad), y a él le gritaban traidor porque pertenece a otra comunidad”, señaló. Montenegro, como él mismo aclaró más tarde, es miembro de la comunidad wiritray, que tiene su territorio en cercanías de la Lafken Winkul Mapu.

Ella declaró que “mi intención era dejar que dijeran todo lo que tenían que decir y escuchar qué era lo que pretendían, para ver cómo actuar”, pero al ver que la situación empezaba a ser cada vez más violenta, tomó la decisión de retirarse del lugar sin entablar diálogo con el grupo.

A partir de ese suceso, según narró Urbinati, la situación se fue volviendo cada vez más compleja, y “cambió la realidad del lugar”. Narró otros hechos de violencia sufridos, y dijo que ella en lo posible trataba de evitar pasar por ese espacio si no era necesario, pero que recurrentemente tenía que hacerlo porque en esa zona se abastecían de combustible, había lugares de uso público como campamentos educativos y también vivían otros vecinos. También comentó que se vio obligada a retirar todo el ploteo de los vehículos oficiales y a no utilizar su uniforme “para no ser identificada”.

“Mi impresión es que estaba el lugar tomado”, comentó también Urbinati, explicando que en ocasiones la agrupación hacía uso de la ruta, que a veces la deshabilitaban, y que incluso cortaban el suministro de energía. Sobre este último hecho, sin embargo, fue consultado un empleado de la Cooperativa de Electricidad Bariloche, que fue el encargado de ir al lugar a solucionar uno de los tantos problemas eléctricos que se narraron, y si bien declaró que no lo dejaron pasar con todo el equipo que había llevado ni con las otras tres personas que lo acompañaban, pudo acercarse y determinar que había un cable cortado. Cuando se le consultó si sabía que había provocado el corte, declaró simplemente que podía haberse debido a árboles o ramas que caen sobre las líneas con frecuencia.

Por su parte, Montenegro también declaró, y comentó que si bien no forma parte de muchas de las costumbres de su pueblo porque se alejó de la mayoría de ellas, fue instruido por su comunidad para ser parte querellante de la causa por “decisiones políticas de las que no participo”. Aclaró también que, a diferencia de su ya fallecida hermana, él no es autoridad wiritray, y que ni siquiera puede hablar el idioma, sólo entender algunas frases.

El lunes 30 de septiembre será la tercera y última jornada, en la que se conocerán los alegatos finales, pero la sentencia del juez Hugo Greca podría ser emitida a posteriori y por Internet.

 

Un fallo histórico contra la represión a la protesta

Un fallo histórico contra la represión a la protesta

La Corte ratificó el fallo que condena a Enrique Mathov y Rubén Santos por los asesinatos de los manifestantes del 19 y 20 de diciembre de 2001. Por primera vez irán presos responsables políticos de una represión. ¿Mensaje para Bullrich? Habla la viuda de una de las víctimas.

A casi 23 años de la represión policial del 19 y 20 de diciembre de 2001, la Corte Suprema de Justicia confirmó las condenas del entonces secretario de Seguridad Enríque Mathov y Rubén Santos, jefe de la Policía Federal, dos de los máximos responsables políticos de los asesinatos de manifestantes que reclamaron en las calles contra el gobierno de Fernando De la Rúa. Pocas horas después, ambos ex funcionarios quedaron detenidos en el Hospital Central Penitenciario de Ezeiza. ANCCOM habló con María Arena, la viuda de una de las víctimas, quien considera que ese fallo es histórico porque nunca antes hubo responsables políticos presos por reprimir la protesta social.

A más de ocho años de que la Justicia condenara en primera instancia a los responsables de la represión policial del 19 y 20 de diciembre de 2001, la Corte Suprema dejó firmes las sentencias. Esto significa que ambos funcionarios encontrados culpables cumplirán su pena tras las rejas, salvo que obtengan el beneficio del arresto domiciliario.

En medio del regreso de la represión de las protestas sociales, con las fuerzas de seguridad que golpean a jubilados y gasean a niñas de 10 años, el máximo tribunal del país mantuvo la pena de 4 años y 3 meses de prisión para el exsecretario de Seguridad Interior del gobierno de Fernando de la Rúa, Enríque Mathov; y del entonces jefe de la Policía Federal Argentina, Rubén Santos, a 3 años y 6 meses de cárcel. 

Las condenas fueron por los crímenes de tres de las personas que habían salido a las calles de la Ciudad de Buenos Aires para reclamar contra el gobierno de la Alianza, que horas después terminaría con la renuncia del entonces presidente y su salida en helicóptero de la Casa Rosada.

Aquellas víctimas de la brutal represión fueron Diego Lamagna, Carlos Almirón y Gastón Riva. Todos ellos, con diferentes orígenes e historias de vida, salieron de sus casas para protestar contra un gobierno que había agravado la crisis económica y social, que había comenzado en la década del 90 con el menemismo, y tenía al país atrapado en niveles de pobreza y desempleo altísimo.

A más de dos décadas, María Arena aún recuerda todo como si hubiese sido ayer. Ella estaba casada con Riva, uno de tantos jóvenes que vio las imágenes de la Policía avanzando contra los manifestantes y decidió acercarse a participar y, en un gesto de solidaridad, ayudar con su moto a quienes habían quedado envueltos en los gases lacrimógenos. Nunca volvió a su casa. Lo que llegó después fue hacerse cargo de tres hijos que habían perdido a su padre, y también motorizar una lucha en calles y tribunales para que la muerte de su compañero no quedara impune. Tanto tiempo después, la condena de Mathov y Santos demuestra que aquel derrotero no fue en vano.

“Cuando pusieron la fecha para el juicio yo creía que nunca iban a ir presos. Sobre todo que hace cuatro años fue la condena”, sostiene la mujer en relación al fallo de la Cámara Federal de Casación Penal, que en junio de 2020 había confirmado las sentencias emitidas por el Tribunal Oral Federal Nº 6. “Durante todos estos años vivimos distintas situaciones, incluso la resignación. Suena horrible, pero es que pasaron 23 años, mucho tiempo. Aún así, nunca perdimos la esperanza, pero no pensamos que de sopetón iba a llegar la decisión de la Corte, que estuvo todos estos años sin expedirse”, revela. La resolución del máximo tribunal no solo significa la confirmación definitiva de las penas para los responsables, sino también que ambos deberán cumplir sus sentencias tras las rejas, un hecho inédito para Argentina y la región, donde los funcionarios responsables de este tipo de hechos suelen salir impunes.

“Nunca pensé que iban a cumplir efectivamente las sentencias. Vamos a ver por cuánto tiempo, porque Mathov tiene edad para pedir prisión domiciliaria, pero lo cierto es que lo detuvieron y van a hacer lo mismo con Santos cuando regrese de España”, sostiene Arena, que es locutora y productora periodística. (N.d.R: al momento de la entrevista, el extitular de la Policía Federal ya se entregó y está detenido junto a Mathov en Ezeiza). “La sensación es un poco rara. En tantos años una va pensando, sufriendo, desilusionándose, teniendo esperanza, pasan tantas cosas. Igualmente, no deja de ser un día histórico, porque no existía condena a responsables de una represión en democracia”, apunta.

A pesar del alivio de que tras tantos años de lucha se haya llegado a una condena, a los familiares de las víctimas les queda una sensación agridulce, ya que la primera plana de la política -con el expresidente a la cabeza- salieron indemnes por la letal represión de diciembre de 2001. “Lamentablemente, nunca se llevó a juicio a Fernando de la Rúa. Se murió totalmente impune y esa es una espina que te queda, aunque yo creo que la condena social es fundamental y no creo que haya mucha gente que pueda defenderlo”, asegura. Pasaron más de dos décadas pero Arena tiene la memoria intacta. “Aun así, no me olvido de algunos radicales que en su momento firmaron una solicitada en el diario La Nación defendiendo a Mathov”.

Atención Bullrich

Un detalle del fallo de la Corte es que llegó en un momento en el que la represión policial volvió a ser una tendencia de las últimas manifestaciones populares. Docentes, jubilados, movimientos sociales e, incluso, hasta niñas de 10 años han sido víctimas de la acción de las fuerzas de seguridad lideradas por la ministra Patricia Bullrich, otrora integrante del gabinete de la Alianza a principios de este siglo. “La historia es cíclica. Sobre todo si el Poder Judicial tarda 23 años en poner preso a un tipo que mandó a matar gente. Inclusive, todavía hay juicios a los genocidas de la última dictadura habiendo pasado ya 40 años”, reflexiona Arena. “La Justicia favorece a que estas cosas vuelvan a suceder, junto al delicado trabajo de los medios de comunicación, que van tapando y olvidando”, agrega. “Cuando vos le das carta blanca a un gobierno, la utilizan y es lo que están haciendo. En realidad, la mitad de un pueblo le dijo ‘sí, toma, acá tenés el sillón de Rivadavia, sentate y goberná’ a un hombre que está totalmente desquiciado y siempre lo demostró. Una locura”, analiza.

En medio del clima de inestabilidad del gobierno de La Libertad Avanza, la Corte -que suele hacer uso de los tiempos para publicar sus resoluciones- confirmó un fallo que podría ser interpretado como un mensaje para la Casa Rosada. “Yo no sé que pensar”, reconoce Arena. “A veces pienso: ¿será un aviso de que no se puede hacer cualquier cosa? Después digo ‘no, es la Corte. Son estos jueces que conocemos bien’. Me parece que sí fue una jugada política, pero no sé a qué quisieron jugar”, dice.

El otro hecho llamativo fue que tan rápidamente se procediera a la detención de los dos funcionarios condenados, algo que generalmente suele demorar, ya sea por inacción de las autoridades o por falta de cooperación por parte de los propios condenados. “Me resorprendió, Mi abogado ya me había preparado para que espere que se resistan. Pero bueno, insisto en que no sé cuánto tiempo estará detenido”, advierte. “La foto de él (por Mathov) entrando con el bolsito a entregarse es realmente muy significativa”, reconoce. “Tantas veces pensé que estábamos perdiendo tanto tiempo de nuestras vidas y se lo quitaba a mis hijos para seguir con esto, para buscar justicia. Este es el momento en el que me doy cuenta de que todo eso no fue en vano”, dice Arena. Y se despide.

Plata y amor

Plata y amor

Hernán Urra fue una de las tres medallas de plata argentina de los últimos Juegos Paraolímpicos. Recién llegado de París, repasa la experiencia de su tercera participación en la maxima competencia internacional, en el que también decidió pedirle casamiento a su novia.

Hernán Urra volvió de los Juegos Paralímpicos con una medalla de plata, pero con dos alegrías bajo el brazo. El atleta oriundo de Cinco Saltos, provincia de Río Negro, además de batir el record panamericano en Lanzamiento de Bala F-35 y conseguir la presea en su categoría, recibió el sí de su novia Candela justo después de bajarse del podio.

En diálogo con ANCCOM, Hernán detalla su paso por París y lo que le depara el futuro, ya pensando en los juegos de Los Angeles 2028.

Urra comenzó a practicar atletismo a los doce años, motivado por Federico, un entrenador de su pueblo que lo vio jugar al fútbol en las canchas del barrio La Armonía. “En ese momento no era consciente de mi discapacidad. Siempre me sentí un chico más en el barrio”, afirma Hernán, que tiene parálisis cerebral, un trastorno que afecta a sus miembros inferiores y le dificulta el andar. “Fede me preguntó si me gustaba correr o nadar, y bueno a partir de ese momento comencé a entrenar con él y a participar de distintos eventos en Río Negro que me fueron abriendo puertas hasta llegar al CeNARD”.

Finalmente, se decantó por el lanzamiento de bala, y desde que lo practica de manera competitiva obtuvo una  medalla en Juegos Panamericanos (oro), dos en mundiales (plata y bronce) y tres en Juegos Paralímpicos (todas plata), incluyendo esta última en París 2024.

 

Es tu tercer Juego Paralímpico ¿Qué podés destacar de tu paso por París en comparación con los otros dos?

Río 2016 fue divertido. La gente era buena onda y me vine muy contento con los resultados. Ahí aprendí que estoy para dar mucho más. Tokio, por su parte, fue diferente, sin público  por la pandemia y plagado de normas. Todos los días nos hacíamos un hisopado, no nos podíamos enfermar ni salir de las habitaciones. Y en París competí con 30.000 personas en el estadio, una absurda cantidad de gente para mí. Me traje un lindo recuerdo, y además pudimos mejorar la marca, que son los objetivos principales. Mejorar la marca y subirnos al podio.

 

¿Cómo se vivió la estadía en Francia?

Fuimos unas semanas antes de la competencia a Taverny, un pueblo cerca de París. Estuvimos preparándonos con el equipo de atletismo, como metidos en una cápsula del tiempo. Taverny es una ciudad muy chica, y se ve que se conocen todos, Íbamos al supermercado y todos se nos quedaban mirando, algunos nos pedían autógrafos. Los franceses nos trataron como reyes, nada que ver con lo que se piensa acá. En cuanto a las instalaciones, eran de primer nivel. La pista tenía tres meses de haber sido restaurada, estaba como nueva y solo para nosotros. Eso es algo que te da muchas ganas de esforzarte más y competir.

 

¿Y qué recordás del día de la competición?

La verdad que en ese sentido estuve demasiado bien. Sabía que estaba para dar mucho más, yo creo que la medulla de oro se me escapa por mi ansiedad. Me veía el doble de fuerte que todos mis rivales, pero bueno, no se dio. Por suerte pudimos mejorar la marca y subirnos al podio. El tercer lanzamiento que hice fue de más de diecisiete metros, era para hacer récord olímpico pero me lo cobran nulo porque hice un pequeño roce en la tarima, cosa que no se puede. Tampoco me iba a poner a discutir.

 

Y luego de la entrega de medallas protagonizaste un momento romántico. ¿Lo tenías preparado?

El mismo día de la competencia estaba preparando mi camiseta, y se me cruzó la idea de pedirle casamiento a mi novia que iba a estar en las gradas. Nadie sabía, nadie se lo esperaba. Ni mi entrenador, que es el que está siempre conmigo. Y pensé, “Bueno, vamos a largarnos desde el último piso hasta la pileta. Si sale, sale. Si no, bueno, habrá otras oportunidades”. Y salió, obvio que salió. Le escribí en la parte de atrás de mi cartel y después de la premiación estaba muy emocionado, entonces la fui a buscar. Ella estaba en la segunda planta del estadio, y cuando la llamé haciéndole señas bajó corriendo, atropellando a mucha gente. Recuerdo a la seguridad del lugar yendo atrás de ella sin poder frenarla. Y bueno, ella me vino a abrazar, festejando el triunfo y le digo, “¿Y vos qué decís?” y me dice “¿De qué querés que te diga?” Y ahí le muestro el cartel, y ahí es donde explotamos los dos de alegría, y bueno, me dijo que sí. Los que nos rodeaban estaban más eufóricos que nosotros. Fue genial.

 

Y ahora ¿cómo sigue tu carrera?

La semana que viene empezamos a entrenar de a poco, el objetivo no es parar tanto, porque después cuesta volver. Así que ya empecé a moverme. Vamos a parar para las fiestas, y después apuntar a Los Ángeles directamente. Sé que vienen algunas giras mundiales, panamericanas, muchas cosas, pero bueno, yo siempre apunto al próximo juego olímpico directamente. Quizás es medio difícil, pero yo trato de pensar en lo más alto y prepararme para eso. Y para llegar, todavía somos muy jóvenes, voy a cumplir ahora veintiocho años, y mis rivales tienen alrededor de cuarenta años. Todavía estamos para seguir batallando. El sueño es jugar cuatro juegos más, o tres. Y después, bueno. Dejarle el lugar a otro. El trabajo que venimos haciendo día a día creo que va a dar frutos, el apoyo de la familia, de mis hijos, son los grandes pilares que tengo, y son los que me dan el aliento para seguir. También estamos luchando por la pista profesional en Cinco Saltos, porque la que tenemos es de tierra, y para entrenar como se debe tenemos que viajar hasta Neuquén todos los días, y eso es un desgaste extra que debemos hacer los atletas de acá.

El deporte de alta competencia siempre requirió el apoyo y el impulso del Estado, ¿cómo ves su actualidad en este contexto de ajuste y desmantelamiento de los organismos públicos?

No soy de meterme a opinar respecto a la política. Gracias a Dios, mi ciudad, mi provincia y mi país me han tratado bien siempre, nada de qué quejarme. Yo estoy donde estoy y mis logros son gracias a mí sacrificio, esfuerzo, dedicación y a las personas que siempre me apoyan.

Con orgullo contra el hambre

Con orgullo contra el hambre

La Asociación Mocha Celis, de la comunidad travesti trans, organizó un reparto de comida caliente a quien necesitara calmar el hambre. Los discriminados por odio dieron de comer a otros perseguidos, los abandonados por la política ecónomica del gobierno de Javier Milei.

La calle está en silencio a pesar de ser plena avenida en el barrio Balvanera. Es un domingo gris, ventoso, con probabilidades de lluvia, excusa perfecta para encerrarse en la casa y pasarlo con la misma ropa con la que se sale de la cama. Pero en la esquina de Jujuy y México, a metros del bachillerato Mocha Celis, de la comunidad travesti trans, entran a la plaza unos tacos rojos de la altura de un rascacielos, un shorcito que cubre lo necesario, tops de encaje sofisticados, escotes prominentes, maquillajes glamorosos y mucha coquetería. Pero de a poco también se animan a entrar tímidamente unas viseras, remeras de fútbol, pantalones desgastados, bolsas de tela vieja y zapatillas agujereadas. Detrás de ellos, unos fuentones calientes y llenos de fideos mostachol con salsa boloñesa y queso. En la plaza Velazco Ibarra, la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo Línea Histórica (COMOLH) se prepara para recibir a quien quiera acercarse a la primera olla popular que realiza, “contra el hambre y el odio”.

La convocatoria es alta, son más de 50 banderas superpuestas en la reja de la plaza, todas de las organizaciones y asociaciones civiles que se agrupan bajo el Frente Orgullo y Lucha. La mesa del domingo necesitó metamorfosearse a banco de plaza, maceta, mantita sobre el suelo, todo lo que sirviera de asiento. “Hay ganas de recuperar la fiesta y ganas de participar y de construir ese mundo en el que queremos vivir”, exclama Francisco Quiñones Cuartas, director de la Mocha.

En esta ocasión inaugural, la Mocha se puso al hombro la preparación de unos diez kilos de fideos, una cantidad equitativa de salsa, bowls de queso rallado que parecían imitaciones a escala del planetario y hasta un ollón de arroz con leche de postre. Su cocina trabajó un día entero, porque también guardaron en el freezer dos eventos próximos más: uno de pastel de papa y otro de empanadas. El activismo no se sacia con una sola comida. 

—Sofi, ¿te ponés dos paquetes de fideos más? Hay gente que quiere repetir.

En la sobremesa, ahora con todas las panzas satisfechas, el tema de debate es la convocatoria al próximo 2 de noviembre, la 33° marcha del Orgullo. Esta vez, su consigna será “El orgullo no se vende, se visibiliza y se defiende”. Las políticas del gobierno de La Libertad Avanza son un ataque directo a la comunidad, como el cierre del INADI, la prohibición del lenguaje inclusivo en la administración pública, el desfinanciamiento de programas de acompañamiento, y todo un caldo de cultivo basado en “la lucha cultural” que bienrecibe a la violencia, discriminación e invisibilización de la comunidad LGBTIQ+. En esta cuenta neoliberal, al odio se le suma el hambre.

Pero el zarpazo del león no es más que una historia que se repite para muchas de las personas aquí sentadas. Para Virginia Silveira, la nueva directora de la Asociación Mocha Celis, egresada de su bachillerato, no hay tiempo para debates twitteros cuando la compañera de al lado no llega a fin de mes, o si otra no recibe sus medicamentos y una jubilación suficiente para tener una vejez digna (a pesar de que la expectativa de vida siga siendo entre los 35 y 40 años), o si una persona no tiene otro hogar más que la calle. 

Por eso, esta olla no es solo un discurso político combativo, es una idea materializada, un almuerzo de domingo con una familia que te sienta en su mesa sin conocerte, porque entiende que la mejor herramienta son los lazos tejidos a través del amor y el afecto. Solo el arroz con leche del fin de la jornada es tan dulce como esta red.

 

“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

Una textil recuperada, Overlock, que recrea el clima e historia de otra, Brukman, manejada por sus trabajadores desde la debacle de 2001: de eso trata esta obra de teatro independiente dirigida por Verónica Schneck, una pieza conmovedora, entretenida y altamente política.

La obra Overlock, escrita y dirigida por Verónica Schneck, cuenta la historia de la fábrica de textiles Brukman, una empresa abandonada por sus dueños y recuperada por sus trabajadores en plena crisis del 2001, en el barrio porteño de Balvanera. Al caer la noche, siete actrices y dos actores interpretan al plantel que decidió quedarse en la fábrica; nueve voces que intentarán mantener funcionando las máquinas bajo la inminente amenaza de desalojo, siempre con el retumbar de la ausencia del patrón.

“Me parecía muy interesante la situación de que el dueño se haya ido —dice la directora en diálogo con ANCCOM—. El lugar del poder quedaba como un espacio vacío, y seguía repercutiendo. Entonces se me apareció la idea de un fantasma, y a eso lo asociaba al capitalismo: al fantasma del capitalismo”.

Ese fantasma estará presente en el medio de todas las conversaciones, mientras los personajes discuten, se exasperan, hablan el uno por encima del otro mientras alguien gesticula por detrás, evocando ese caos tan propio de una asamblea o de una jornada de trabajo, en un escenario salpicado de trajes, gajos de telas, maniquíes y máquinas textiles. “Me gusta lo coral, porque me gusta trabajar en términos de ritmo —sigue Verónica, que después concluirá—: Que sea como un caos ordenado. Y para que ese caos fluya, tiene que haber mucho orden”.

Schneck, con un bebé en brazos, cuenta cómo ese caos se fue ordenando en la obra: era un proyecto de doce personas como trabajo final para su graduación en la UNA; a ese primer elenco, del que hoy quedan tres integrantes, se sumaron seis actores y actrices con quienes ella quería trabajar. Lo que faltaba no era talento, sino dinero. “Todo lo que ves en el escenario lo conseguimos: tías, tíos, familiares, todas las máquinas fueron donadas; las mesas son de la UNA; los retazos de telas fuimos a conseguirlos al Once”, dice la directora, que se nota frustrada por la situación actual: “El teatro independiente siempre es difícil —comenta—. Estoy todo el tiempo así: si es momento de ensayar o es momento de hacer función, si no es mucho el reme que hay que hacer en un momento tan difícil, donde hay que estar buscando gente que pague una entrada en tiempos donde no se llega a fin de mes. Bueno, eso de que la plata no alcanza lo dice la obra también, y ahora es lo que nos sucede: la plata no alcanza”.

El 2001, en Textiles Brukman, la plata tampoco alcanzaba. Las trabajadoras decidieron quedarse porque no podían pagar ni el colectivo; el dueño, Jacobo Brukman, les había tirado las llaves sin pagarles los sueldos, a ver qué podían hacer. Lo que hicieron fue tomar la fábrica, ponerla en marcha y resistir los intentos de desalojo con Myriam Bregman como abogada, con el apoyo de otras fábricas recuperadas cortando la calle, mientras por fuera se sucedían los presidentes, cerraban los bancos, gaseaban y apaleaban a obreros, jubilados y estudiantes. Una historia que, dice Schneck, remite mucho a este presente: “Es un poco un espejo, un espejo siniestro, de aquella época que se refleja en la actual”.

Pero Overlock es de todo menos lóbrega. Un momento tan simple como compartir una pizza se siente como un faro de calidez humana; un súbito corte de luz hace saltar al elenco y a la audiencia. Después, los discursos proféticos, llenos de épica: ‘¡Es mejor sin patrón!’, ‘¡La lucha hilvana un mundo mejor, compañeros!’, ‘¡Estatización ya!’… Es una obra directa, altamente política, pero sobre todo atrapante, conmovedora y entretenida.

Los personajes tienen voces únicas, son personas de carne: Eva, la secretaria, peleando contra el fantasma de su amante y patrón; Marcelo, el renegado, con su cinismo y sus solos de guitarra; una obrera inmigrante rusa contrasta el humor con la nostalgia soviética; Jazmín, la empleada nueva, con su cuello ortopédico; Rita, embarazada, de palabra más fuerte y decidida; y así con los nueve, todos en juego, repartidos en focos sobre el escenario, mezclados en diálogos que trasuntan cotidianidad, mundanos en el mejor sentido de la palabra. Cada uno con su jerga, su momento y su tarea: los actores parecen estar pasándolo bien. 

“Yo no creo que esté bueno en una obra independiente que alguien actúe muy poco —dice la directora—. Todos tienen que tener su volumen, su brillo. La obra tiene que enamorarlos, porque no hay dinero, entonces tiene que ser por otra cosa.”

¿Y cuál sería esa otra cosa?

El amor —su bebé llora—. Nada más. Nada más y todo eso.

Overlock será presentada en el teatro Becket (Guardia Vieja 3556) por otras siete funciones, todos los viernes a las 22:30. Las entradas están disponibles en Alternativa Teatral.