Juntos se rapea mejor

Juntos se rapea mejor

La Universidad Arturo Jauretche acompaña a nueve raperos del conurbano bajo la consigna de que pueden potenciarse de manera colectiva.

El rap como estilo musical nació en un mítico 11 de agosto de 1973, cuando se produjo la primera fiesta de hip hop en el Bronx de Nueva York, Estados Unidos. Desde entonces recorrió un largo camino hasta las y los jóvenes de los barrios populares del Gran Buenos Aires, quienes se apropiaron de él para compartir su realidad

Las juventudes puertorriqueñas, italianas, irlandesas que carecían de dinero para ir a un boliche crearon esta cultura contrahegemónica hace exactamente cinco décadas. Luego el productor musical y DJ Afrika Bambaataa le dio cohesión política y así permitió que fuera acogido en un largo proceso de asimilación por una innumerable cantidad de pibas y pibes, muchos de ellos humildes, del conurbano bonaerense.

Para Martín Biaggini, investigador especializado en Educación, Lenguajes y Medios por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la democratización de la tecnología, producida en los últimos diez años -y que le atribuye en parte a políticas como el Programa Conectar Igualdad- permitió a estos jóvenes convertirse en enunciadores y “hacer un poquito de ruido” hablando de sus barrios con otras perspectivas.

Su aproximación a este mundo del rap sucedió 2015, mientras investigaba la literatura bonaerense para la publicación del libro Alto Guiso dedicado a la poesía en La Matanza, y le permitió llegar a la conclusión de que la poesía joven hoy en día tiene su expresión a través de las letras de rap.

El hip hop es un fenómeno caracterizado por los cruces de, al menos, de cuatro elementos fundamentales: el rap entendido como recitar o cantar, los Disc-Jockey, el breakdance como baile y el graffiti. Hay otro pilar sobre el que no hay tanto concepto, pero que muchas veces puede verse en las letras: el conocimiento.

«Más fuertes»

El proyecto de vinculación #HacindoRapJuntos es un proceso territorial de acompañamiento que, desde la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), se hace a nueve raperos y raperas de distintos puntos del conurbano. Desde allí se intenta que comprendan que es por intermedio del funcionamiento colectivo como pueden ser “más fuertes”, trabajando por sobre las divisiones o los enfrentamientos preexistentes. El proyecto les permitió conseguir subsidios estatales e incluso que uno de los integrantes firme contrato con el exproductor de la banda Los Fabulosos Cadillacs. La idea original también se materializó en un libro de antología, bajo el mismo nombre, de las letras de cada artista participante con su respectiva biografía.

La rapera Elena Pensa, cuyo seudónimo es Elena LNA, cuenta que sus inicios estuvieron vinculados a la escritura de poesía, incentivada por cuadernos que le regaló su mamá, pero también se nutrió de otros estilos musicales como la cumbia colombiana, con los que no encajaban sus textos. En eso estaba cuando llegó a su poder un teléfono celular con canciones instrumentales sobre los que empezó a probar sus poemas; y ahí sintió “el flechazo” y se dio cuenta de que siempre había escrito rap. Al tiempo fue impulsada por un grupo de amigos que conoció en González Catán, quienes confiaron en ella para que comenzara a subirse a los escenarios y mostrara su talento cuando tenía apenas 18 años de edad.

Elena, que actualmente se dedica a dar clases de filosofía en colegios secundarios, ya es una exponente del estilo mejor conocido como “rap consciente”, en el que codifica los mensajes para un público predispuesto a focalizar en las letras. Para ella es totalmente cierto que el rap es una expresión narrativa donde “las personas no solo cuentan su historia sino su esencia”

 La artista recuerda una anécdota que la define: una vez escuchó que “uno es hip hop 24 horas por 7 días a la semana” y ahora utiliza la frase para explicar al pensador presocrático Heráclito (famoso por su frase célebre: “Ningún hombre se sumerge dos veces en el mismo río”). Cuando da clases, asegura, que “todos sus alumnos saben que hace rap” y, si bien en ese momento está en el rol de docente, nunca deja de llevar consigo el rap, el cual la atraviesa todo el tiempo y en todas las circunstancias.

 La expansión que se está dando con el rap es algo que a ella le encanta que suceda y siente que puede salvarles la vida a muchos más jóvenes, llevándolos, tarde o temprano, a la búsqueda de alguna forma de conocimiento. Por eso considera valioso, un suceso importante para la cultura del rap como es que empiece a ser reconocida por el ámbito académico-universitario: y al respecto tiene la convicción “que el hecho de que se hagan libros le da un peso de reconocimiento a una transformación donde todos tiramos para adelante”, asegura.

“Lo maravilloso del proyecto haciendo rap juntxs es que, al ser un grupo de personas diversas, hay gente con la cual uno no se lleva bien desde antes, pero esta causa me permite trascender esas diferencias y poner en práctica una comunión entre los artistas integrantes”, concluye.

 

Una cooperativa ambulante

Una cooperativa ambulante

Mientras reclaman que el Estado termine de reconocerlos como trabajadores formales, los artistas callejeros se organizan para democratizar la cultura y obtener fuentes de trabajo.

Pies tímidos, balanceos vacilantes y bailes desinhibidos acompañan el remolino musical que se gesta en el barrio de Recoleta. Danzantes y curiosos, se reúnen en la esquina de Junín y Vicente López a bailar y cantar. Bajo, guitarra, batería y saxofón son la fórmula para que la gente se desate. Frente a los músicos, sobre una pequeña banqueta de lona, hay un sombrero galera. Así transcurre el espectáculo, una tarde de sábado, de El Pelado Del Subte (EPDS), una de las bandas integrantes de TCA Producciones, la cooperativa de los Trabajadores de la Cultura Ambulante.

El origen de TCA Producciones se remonta a 2018, cuando se aprobó la reforma del Código Contravencional impulsada por el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, que plantea que los “ruidos molestos” provenientes de la vía pública constituyen una contravención. Viendo que el trabajo diario de los artistas callejeros se veía comprometido y negado, nació la lucha de la agrupación, cuyos miembros, gracias a la organización colectiva, son hoy reconocidos como parte de la economía popular.

Con la democratización de la cultura como bandera, los integrantes de TCA Producciones comparten la idea de que su trabajo permite el acceso al arte a personas que, sobre todo en tiempos de crisis económica, “no pueden pagar un show privado”, como describe Julián Mouriño, guitarrista y voz del dúo La Tribu Subterránea, parte de la cooperativa. Alan Bonafine, saxofonista de EPDS, agrega: “Quien no tiene, puede igualmente sentarse y escuchar todo el show gratis. Eso es democratizar la cultura”.

La elección de la calle como escenario no se limita a una decisión política. “Los espacios públicos son la ventana para el resto de los eventos privados que hacemos”, explica Julio Arredondo, bajista y voz de EPDS. Con repertorio fijo, ensayos y dedicación profesional, los artistas de la productora preparan a diario los espectáculos que brindan no solo en la calle, sino también públicos y privados. Trabajando a veces doble turno y otros medio, el cuidado de la voz es una de las prioridades de los cantantes que, entre apurados y amargados, son capaces de tornar semblantes grises en sonrisas.

El promedio de trabajo diario oscila las cuatro horas. El doble turno es reservado para los viernes y sábados, “días buenos para laburar porque hay otra onda de la gente”, como dice Rodrigo Pérez Barfly, voz y teclado de La Tribu Subterránea. De realizar jornada completa, no llega a ser de ocho horas porque “la voz para las seis [horas] llega muy rota” y se trata de un instrumento indispensable que de sobreexigirse puede poner en riesgo el resto de la semana laboral.

Ante afonías o enfermedades, se prioriza el reposo hasta la recuperación para no comprometer la salud ni el trabajo. “La voz es sagrada, hay que cuidarla lo más que se pueda –sostiene Pérez Barfly–. Cuando uno la pierde, lamentablemente hay que parar”. Para los dúos o bandas, el espectáculo puede continuar con un cambio de roles, pero en el caso de los solistas, la jornada puede verse limitada a hacer un set instrumental.

Para La Tribu Subterránea, la cifra generada en un “buen día” ronda los 10 mil pesos. Los fines de semana lo complementan con el caché fijo que reciben por eventos en bares y espacios privados. Con la inflación, que se come los ingresos de la galera, el dúo destaca: “Lo que nos sirve mucho y nos salva son los eventos”.

Los integrantes de EPDS reconocen las dificultades debido a la crisis, pero resaltan el trampolín laboral que significa su trabajo en la vía pública: “A través de la calle salieron la mayoría de las contrataciones”, señala Bonafine.

Las posibilidades de eventos que surgen en la vía pública compensan los problemas que se pueden presentar en la calle, donde, denuncia Arredondo, “la Policía y el Estado no nos terminan de reconocer como trabajadores formales”.

A pesar de su incorporación al Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP), su formalización como artistas callejeros para un ejercicio pleno de sus derechos laborales aún es incompleto. Pueden inscribirse en el Registro Oficial de Artistas Callejeros de la Ciudad dependiente del Ministerio de Cultura porteño, sin embargo, el permiso final para poder actuar en la vía pública es otorgado por las comunas, lo que puede restringir, de manera arbitraria, su labor.

Habitués del espacio público, los artistas callejeros observan y conviven con las vicisitudes de las veredas de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, incluidas las consecuencias de la crisis económica que empuja a las masas fuera del sistema. Y allí trabajan para difundir y compartir cultura, arte y música para todos, todas y todes. “Siempre sucede algo que hace que cada día en la calle sea especial”, concluye Julián Mouriño.

Poesía con las rejas como paisaje

Poesía con las rejas como paisaje

El XI Festival Internacional VaPoesía desarrolló uno de sus encuentros en un instituto de encierro de adolescentes. Un poeta sueco intercambió sus poemas con jóvenes privados de libertad y ANCCOM fue testigo privilegiado.

Henrik Nilsson preparaba su español mientras cruzaba el umbral que se abría bajo las manos estrechadas del Escudo Nacional, a media cuadra de la intersección entre las avenidas Belgrano y Jujuy. Atrás quedó ese bullicio urbano de miércoles por la mañana.

El poeta y traductor vino desde Suecia como invitado especial a un festival literario inusual: no va a presentar su obra en salones de actos y conferencias, sino que llegó a Balvanera para conversar con jóvenes privados de su libertad, en el Centro Socioeducativo de Régimen Cerrado Manuel Belgrano. Es una de las tantas actividades del XI Festival Internacional VaPoesía, que lleva a autores argentinos y extranjeros por distintos puntos de Mendoza y Buenos Aires, al encuentro de comunidades en situación de vulnerabilidad. La poesía como medio de escucha.

Lo acompañaron Marta Miranda, organizadora del Festival, y Diego Schulman, asesor cultural de la Embajada de Suecia. “Acá residen 15 jóvenes mayores de 18 años. Sus causas iniciaron cuando eran adolescentes y aguardan a que el tribunal determine si recuperan la libertad o pasan a una unidad penitenciaria”, explicó Néstor Lamendia, docente del Centro, mientras los guiaba por los pasillos que llevaban al aula. Henrik respondió que en Suecia había instituciones similares. 

“Los colores de tu bandera son los mismos que los del club de fútbol Boca Juniors, ¿lo sabías?”, le preguntó Néstor, sugiriendo un tema de conversación por si más adelante se encontraban con el mismo silencio que reinaba en las aulas vacías. Sin embargo, no iba a hacer falta mencionar la coincidencia. 

Los visitantes siguieron al guardapolvo blanco, deteniéndose brevemente a mirar, como si fueran fotos o pinturas, las sillas desocupadas y las paredes descascaradas que quedaban enmarcadas en las puertas y ventanas. El cielo gris parecía haber apagado los colores, incluso de los murales y mosaicos que cercan el patio. Por encima, mucho más para arriba del metegol, la canasta de básquet y los arcos de fútbol -vedados temporalmente por un arreglo en el tendido eléctrico-, el óxido de las rejas se desparramaba como lluvia sobre las paredes de los pisos superiores. Marta preguntaba y comparaba las condiciones puertas adentro con otros lugares de encierro que conoció: en este, al menos hay calefacción hasta octubre, zonas para poder refrescarse en el verano, colchones y ventanas. No es tan habitual como cabría imaginar. “Una arquitectura enferma, enferma al que la transita”, concluyó Néstor, que previamente trabajó en el penal de Devoto.

 Los primeros signos de vida aparecieron una vez llegados al pasillo donde estaba el aula preparada para la reunión. Unas mayúsculas trazadas en pizarra blanca le daban la bienvenida a Henrik, y el olor a café anticipaba un breve paso por la sala de profesores. Todavía no habían bajado los muchachos, pero ya se los empezaba a conocer a través de las paredes. Nombres de barrios populares -Bajo Flores, Cildáñez, Zavaleta, Barracas, Soldati- de puño y letra y en stencil. En un corcho, entre las fotos a color que los mostraban trabajando, había un cartel violeta donde se leía: “El mejor proyecto individual es el proyecto colectivo”. Los internos formaron una cooperativa gráfica, La Revancha, para afrontar gastos y ayudar a sus familias vendiendo cuadernos que producen artesanalmente. También armaron con papel un cisne grande de origami, que largaron en libertad el año pasado y estuvo exhibido en la ex-ESMA. 

 No todos los papeles que salen del Belgrano están en blanco. Este año, uno del grupo publicó su primer poemario. Inmediatamente se generó expectación por conocer al joven escritor. 

Bajaron. 

Cuando los 13 pares de zapatillas, algunas blancas, otras negras y otras grises, se iban deteniendo a saludar a conocidos y extraños, los docentes lo presentaron. Maxi, autor de Pequeños sentimientos en un mundo amarillo, antes de salir apurado a buscar un ejemplar, quiso cerciorarse de algo:

-¿Ya los hiciste tomar mate? -le preguntó a Marta, señalando a los suecos con un movimiento de cabeza. Estaba sentado de costado, inclinado sobre el termo que estaba en el piso, acomodando la yerba con la bombilla.

Henrik y Daniel conocían la bebida, pero no quisieron tomar esta vez. Marta, en cambio, aceptó con una sonrisa. Los demás muchachos estaban de brazos cruzados, con el gesto serio. Fijaban la mirada en un punto intermedio entre sus piernas extendidas y las caras de los visitantes, como si observaran algo que está lejos, imperceptible. Los del fondo, que estaban más cerca de la puerta, pidieron que la cerraran, a lo que los guardias erguidos en la entrada y el pasillo dijeron que no. Hacía frío, y apretaban los cierres de las camperas contra las narices, estirando para cubrirse la nuca todo lo posible. La calefacción se apaga a partir de octubre.

Para romper el hielo, Henrik trajo un poema para leer dos veces: primero en su lengua de tierras gélidas, provocando rostros de fascinación en los docentes -sentados de piernas cruzadas contra una pared lateral- y extrañamiento en los pibes. Las risas de todos, que no cazaron una, se transformaron luego de la lectura en español. El título era Guacamayo enjaulado, y los versos se ponían en la piel del pájaro, encerrado en un hotel para animar a los huéspedes:

No escogí mis rejas

Sin embargo fueron mis paisajes

 

Henrik no trajo libros, leyó sus poemas de hojas impresas. El libro con el que prosiguieron las lecturas provenía de adentro, de Maxi. Sus poemas no se ponían en la piel de nadie más: los versos, dedicados a su madre, sus abuelos o los lectores que provienen de otro mundo, remitían a sentimientos más profundos que los que daba a entender el “pequeños” del título. Todos culminaron con aplausos, sobre todo los que dejaban los pelos de punta:

Las cosas no se aguantan en estos lugares

No tienen nombre

Por un rato, la actividad se volvió una presentación de libro. Los suecos le preguntaban por su proceso de escritura, a veces a partir de la experiencia de Henrik. A diferencia suya, Maxi prefiere escribir de noche, cuando se va a acostar a la celda. “El poema lo escribo a mano así de una, lo dejo como queda para no arruinarlo”. No le molesta el ruido al momento de registrar las palabras en el papel. 

-Los argentinos vivimos en el bardo, somos ruidosos -señaló uno de los chicos. 

-Es muy porteño, además, eso de quedarse de noche despierto, haciendo arte, escribiendo -añadió uno de los docentes. 

-¿Y cómo arrancaste a escribir? ¿Qué te inspira? -preguntó el asesor cultural de la embajada. 

Algunos pibes se inclinaron. “Hablan muy lento”, exclamó uno. 

-Empecé para sumar puntos con el juez, pero escribí, escribí y… me enganché, ¿viste? Agarro un recuerdo, o cosas que veo acá. A veces escucho alguna canción y me gusta alguna palabra, una metáfora o expresión y quiero usarla para mis poemas. También leo mucho. A César González, que para mí es una inspiración y estuvo acá en cana, y estoy leyendo a Eduardo Galeano y a Roque Dalton. Hay mucho todavía por leer y escribir, quiero aprovechar el tiempo.

-¿Por qué el mundo “amarillo”? ¿Es por estas casas de la portada? -indagó Henrik. En la foto de tapa, se destacan unas casas del mismo amarillo que las paredes del aula, en contraste a la calle, las vías y el cielo, en blanco y negro. 

-Mi barrio, tiene muchas casas así.

-¿Quién te gustaría que te lea? – preguntó Diego.

-Me gustaría que me lea la gente de Europa.

Marta quiso saber si alguno más escribe. Al fondo, se le marcaron los hoyuelos a uno de los muchachos, que tenía a otro chico apoyado en su hombro. “Yo. Le mandé los poemas a la editorial para que lo publiquen”. Como no tenía sus manuscritos a mano, no pudo leer algo. Maxi sonrió orgulloso; más tarde comentará que le estaba muy encima a su amigo, al que conoció en libertad, para que afianzara su escritura: “Antes era otro, ahora está más caballero”. Igual que una chica que lo alentaba desde afuera, y que sacó la foto de la portada, él busca que sus compañeros saquen las palabras que encierran. “Si no transmitís tus cosas vos, no las transmite nadie”.

-Y vos, ¿tenés más de un libro? -le preguntó a Henrik el poeta emergente. 

Algunos jóvenes empezaban a moverse. Le iban preguntando la hora a los guardias y los docentes. Las nueve menos cinco, las diez, las diez y cuarto. Había que ir cerrando.

-Tenés que hacerlos circular por acá -comentó Maxi.

-Y capaz te puede traducir al sueco, Maxi -dijo en broma, quizá con un dejo de seriedad, otro docente. Podría ser: Henrik traduce sólo del español al sueco; no se siente cómodo trasladando su idioma natal a otro que incorporó de grande. 

 

Los suecos se pusieron manos a la obra. Henrik se sacó los anteojos. Una línea en español seguida por la misma en sueco. Diego leía en silencio, era el único que podía corroborar que la traducción fuera correcta. Muchos arquearon las cejas cuando reconocieron la palabra “asma” en medio de tantas vocales y consonantes enrarecidas.

Los profesores despidieron a los chicos. Se intercambiaban abrazos, palmadas en la espalda y ambas a la vez. Maxi firmó un ejemplar para Henrik, y muy serio contó que ya tiene material para su segundo libro que, como el primero, va a ser leído antes por sus compañeros, docentes y afectos de afuera. 

“Esto es un momento en el tiempo, una circunstancia. No los define”. Esas fueron las palabras de Marta al comienzo del encuentro. Encima de la pizarra, un ventanal dividido en recuadros. Algunos estaban pintados: paisajes, sin edificios y sin sol, con lunas en distintas fases alumbrando los árboles y los caminos, en el mismo tono blanquecino que proyectan los tubos de luz sobre los pasillos del Belgrano. Otros todavía tienen el papel protector, como recién comprado, esperando a ser paisaje de los que alzan la mirada, imaginando la libertad. 

La lucha campesina en Mendoza

La lucha campesina en Mendoza

La ópera prima de Mariano Cócolo, La calma, muestra la realidad del pueblo huarpe a través de la historia de una joven que tiene que retornar a su tierra natal para cuidar a su padre.

 

La película La calma, del director mendocino Mariano Cócolo, cuenta la historia de Nancy, una joven que vuelve a su pueblo para cuidar a su padre que acaba de sufrir un ACV. Interpretada por la actriz Tania Casciani, Nancy se había mudado a la ciudad para estudiar Derecho y, al mismo tiempo, trabajar en una fábrica de botellas, pero tras el accidente cerebrovascular de su padre se ve obligada a volver a su pueblo natal, no sólo para atenderlo, sino también para resguardar sus tierras, que están bajo amenaza de los terratenientes.

Rodado en Lavalle, provincia de Mendoza, el filme busca visibilizar a la comunidad huarpe, cuyos miembros todavía hoy trabajan la tierra, viven de la crianza de animales y luchan diariamente con las inclemencias del lugar, sobre todo contra la crisis hídrica que padece el secano mendocino. “Me impactó la manera que resisten ese estilo de vida y cómo pelean día a día. A partir de las charlas, empezaron a salir problemáticas en relación a los abusos del poder, que despertaron algún tipo de inquietud y necesidad de contar una historia en torno a esa realidad”, expresa Cócolo en diálogo con ANCCOM

El proyecto, según el cineasta, nace en el campo, lo cual no es una experiencia nueva para él, ya que desde chico ha recorrido distintos parajes rurales. Sus padres, además, le transmitieron el amor por las tradiciones, el folklore y la gauchesca. Pero, aclara Cócolo, siempre fueron visitantes: disfrutaban ciertas actividades y volvían a la ciudad. Por esta razón, el director sintió la necesidad de compartir y escuchar a las personas de la comunidad huarpe para mostrar su coyuntura y sus costumbres, que van pasando de generación en generación.

El árido paisaje se exhibe, en la película, en blanco y negro. Si bien se filmó a color, el monitor lo tenían con un registro visual clásico, para quitarle artificio al entorno. Querían poner el foco en el personaje y la realidad que vivía, sacándole cualquier tipo de color. De alguna manera, el blanco y negro resumía lo que pasaba allí. Algunas de las escenas, tal como cuenta Cócolo, estuvieron inspiradas en el director soviético Andrei Tarkovsky, a modo de homenaje estético.

La calma propone una experiencia visual y sonora que permite al público reflexionar y conmoverse. «A veces, por amor, uno deja muchas cosas atrás para estar con la persona que ama. En este caso, Nancy se quedó con su padre y lo cuidó hasta el día de su muerte. Al ver que él estaba sufriendo, ella dejó sus estudios y su trabajo, eso realmente me emocionó”, afirmó Facundo Coronel, un espectador de la película.

Durante el rodaje, el equipo debió afrontar distintos desafíos, como el intenso frío por las noches. El actor Miguel Ángel Borra, quien interpretó el padre de Nancy, vivió en carne propia tales inclemencias y llegó incluso a enfermarse, no tanto, por supuesto, como su personaje. Asimismo, estuvieron días sin poder ducharse, por las pocas comodidades de las que disponían y por el estricto cuidado del agua en el lugar.

“El desafío más grande es llevar adelante una película con pocos recursos. Pero uno encuentra justamente en eso la posibilidad de tener al lado gente maravillosa, a la que voy a estar agradecido siempre”, remarca Cócolo.  El rodaje, señala, se realizó en dos etapas: 11 jornadas a partir de julio de 2018 y, casi un año después, en 2019, dos jornadas más. En total fueron trece jornadas junto a un equipo “muy talentoso y hermoso”, como lo define Cócolo.

Distinguida con diversos premios en Argentina y en el exterior, La calma se puede ver en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, CABA.

Una marcha de miles en tierras mapuche

Una marcha de miles en tierras mapuche

Una multitud de militantes del feminismo, de pueblos originarios, y de diversidades, marcharon en Bariloche al compás de consignas contra el fascismo y las propuestas electorales arrasadoras de la extrema derecha, como cierre al 36° Encuentro de Mujeres y Diversidades. 

-No me da más el aire -exclama una mujer mientras camina cuesta arriba. A lo lejos, emerge desde los cerros nevados el ruido de los tambores. Son casi las seis de la tarde en Bariloche, que es también Furilofche Wallmapu, tierra mapuche. A su espalda grupos de mujeres y disidencias también se dirigen a paso firme hasta el punto de encuentro. Al llegar hasta Beschtedt y la Ruta Juan Marcos Herman, una sonrisa se le dibuja cuando descubre a les miles que ya aguardan a que comience la marcha.

Camperas infladas, ponchos, lanas de todos colores y guantes cubren del frío a la columna que empieza a inquietarse. “Estamos desde las tres de la tarde”, comenta una militante del MTE. Junto a sus compañeras arma una ronda sin dejar de sostener las banderas que el viento agita con fuerza. Por su parte, integrantes de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito aprovechan el tiempo para ponerse el glitter verde que adorna sus rostros.

Para las siete de la tarde, empiezan a moverse las casi 70 mil personas de todo el país que nutren las cuadras de la ciudad rionegrina. Muchas, tal como las compañeras cordobesas de la agrupación Dignidad, viajaron más de 25 horas para poder llegar. “La unión es nuestra diversidad”, afirma Zulma y reivindica la importancia de haber coincidido en este 36 Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. 

Florencia Bark, vocera de la Comisión Organizadora del Encuentro, comenta que “una de las mayores dificultades fue la situación económica que llevó a que el presupuesto se duplicara en unos meses”. Aún así, lograron habilitar  los gimnasios, universidades y escuelas que brindaron alojamiento y el espacio para los 112 talleres que se realizaron. 

Por la vereda, una joven a paso apresurado pega afiches en los postes de luz. Sobre un fondo blanco y con letras negras se lee  “Con machos y fachos, nunca!” y también “Libertad es que la educación sea para todes”. Las consignas que se hacen eco del contexto electoral y del giro a la derecha se entonan con un ”Milei, Milei, no seas cara dura, vos sos la vieja casta que bancó la dictadura”. Pañuelos verdes y blancos se entrelazan atados en las mochilas.

Durante el trayecto, las mujeres de comunidades mapuche que encabezan la marcha también se hacen escuchar. Una de ellas grita a viva voz, mientras levanta el puño al cielo, el nombre de sus compañeres asesinades. Cada vez, le responden con un fuerte y claro “Presente”. Además, cantan en mapudungún y bailan mientras golpean sus kultrunes. El mismo instrumento en una versión gigante cubre por completo el monumento a Roca en el Centro Cívico. 

Detrás de un ventanal, una vecina de pelo canoso mira la multitud, junta sus palmas como en señal de agradecimiento y tira besos. “Mujer que escucha, únete a la lucha”, le dicen las mujeres que con pelucas fucsias marchan del otro lado. La situación se repite con les que saludan alegres desde sus balcones.

Sin embargo, no todes tienen esa postura. Cerca de las 21 horas, bajo un cielo estrellado, la marcha transita la avenida 12 de octubre a la vera del Nahuel Huapí. “Ojo, no pasen por ahí que están tirando piedras desde el edificio”, le advierte un grupo a otra mujer que camina con sus dos hijes de la mano. Las agrupaciones se acercan más a la costa y se alejan de las construcciones. El episodio no empaña la noche, que continúa festiva y suma incluso fuegos artificiales.

“Las urnas en octubre vamos a llenar de los votos feministas que exigen ¡ni un paso atrás!”, repite el coro en la recta final hacia el Velódromo, donde el disfrute continuará con la peña. Algunes se pasan botellas de vino o de cerveza, otres saltan para entrar en calor al ritmo de “Qué momento, a pesar de todo les hicimos el encuentro!”.

Día de la madre en contextos de encierro

Día de la madre en contextos de encierro

La Red Creer es un espacio pensado para la inclusión socioeconómica de las personas privadas de su libertad o liberadas y sus entornos directos. Las organizaciones que la conforman realizan diversas actividades para ayudar a las madres a repensar el vínculo con sus hijos e hijas y así “desarmar lo aprendido en contextos de vulneración de derechos”.

Maria Laura Fernandez tiene 44 años, es chef, jefa de hogar, madre de 2 niños y vive en Florencio Varela. Estuvo privada de su libertad pero mediante presentaciones en la justicia logró transitar esta situación bajo arresto domiciliario por ser “el único sustento económico y emocional de su hijo menor de edad”.

“Son muchas las cosas que cargamos como mujeres y madres solteras, y muchas las cosas que me llevaron a estar detenida”, explica María. “Me pude conocer más a mí misma”, agrega. Durante su tiempo detenida se recibió de promotora territorial de prevención de la violencia de género para ayudar a otras mujeres que pasaban por situaciones similares a las de ella. Ya en libertad asumió la militancia social como una forma de hacer correr la voz sobre la importancia del acompañamiento para creer que otra forma de vida es posible. “Hay un montón de compañeras que no llegan”, se lamenta María quien conoció a la Red Creer a través de la Dirección Nacional de Readaptación Social.

La Red Creer es un espacio pensado para inclusión socioeconómica de las personas privadas de su libertad o liberadas y sus entornos directos. Las organizaciones que la conforman realizan diversas actividades para ayudar a las madres a repensar el vínculo con sus hijos e hijas y así “desarmar lo aprendido en contextos de vulneración de derechos”.

Según el informe «Contextos de Encierro en América Latina» del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, la mayoría de las mujeres están privadas de su libertad por delitos no violentos. El 63 por ciento de ellas todavía está sin condena y el 27 por ciento de las que son madres tiene más de tres hijos.

En este contexto la red apunta a que tras las rejas se puedan construir otras formas de cuidado. Profundizar en la historia personal de las mujeres que viven con sus hijas e hijos de hasta 4 años en contextos de encierro permite hallar algunos puntos comunes entre todas. “Muchas de ellas desarrollan funciones vinculadas a lo maternal desde muy chicas, porque cuidan a hermanas o hermanos más pequeños o porque quedan embarazadas en la adolescencia y aprenden a ser mamás en contextos difíciles”, explica Marcelo Koyra, fundador de la Fundación “Crear desde la educación popular”, una de las 140 organizaciones que integran la Red con la perspectiva de generar, oportunidades laborales y de formación para personas que están y estuvieron en prisión.

Una de las mayores dificultades que afronta el ejercicio de la maternidad desde el encierro es que las dificultades van cambiando, afectadas por el desarrollo del proceso penal. Con la detención y el ingreso a las comisarías, se produce una separación de los niños y niñas, un desprendimiento que Koyra considera “desgarrador”. Luego cuando las mujeres pasan a los “pabellones de madres” del Servicio Penitenciario Bonaerense lo difícil está vinculado a las prácticas de cuidado en el contexto de una institución creada para garantizar la seguridad de sus habitantes: “Si bien los espacios han sido adecuados para albergar infancias, la infraestructura edilicia, ese espacio físico, no está diseñado ni proyectado según el interés superior del niño”, remarca el titular de la organización.

Patricia Tévez, vicepresidenta de la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACIFaD) considera que cuando las mujeres están detenidas se vulneran mucho los vínculos. La familia que está del lado de afuera, tal vez con otros hijos, no puede ir a verla. También son frecuentes los casos en que sus hijos están a cargo de hogares u otras instituciones y pierden toda clase de relación con ellos, lo que le genera “mucha tristeza”.

“Si bien los espacios han sido adecuados para albergar infancias, la infraestructura edilicia, ese espacio físico, no está diseñado ni proyectado según el interés superior del niño”, remarca el titular de la organización, incica Patricia Tévez.

Vínculos maternos

ANCCOM consultó a distintos integrantes de la Red Creer acerca de cómo trabajan para reformular el vínculo materno de las reclusas construido en situaciones de vulnerabilidad. En el caso de la Fundación Crear lo hacen desde la educación popular. El trabajo que desarrollan en la Unidad Penitenciaria 33 de Los Hornos, en La Plata, no tiene como objetivo principal una reforma del vínculo materno. Sin embargo, comentan que “este proceso se despliega a la luz de los intercambios que se generan con ellas en los distintos talleres que realizamos, los cuales están dirigidos a las infancias: títeres, teatro, plástica, música, danza, yoga y crianza sin violencia y cuestiones de género vinculadas a las mamás”.

Como explica Marcelo Koyra lo que buscan es fortalecer las capacidades de las mamás para llevar adelante procesos reflexivos y crianzas desde la ternura. Para esto trabajan en grupos desde la perspectiva de un abordaje psicosocial y de la educación popular con técnicas lúdicas y con actividades creativas. Estas actividades les permiten “historizar” la construcción del desempeño de su rol materno, indagando en los orígenes de su construcción.

Desde la visión de la vicepresidenta de la ACIFAD se considera que el proceso sale más que nada de las propias mujeres “porque hay unidades donde se puede mantener un vínculo acorde en las visitas de sus hijos pero otras en las que no”. Esto se debe a que en muchas penitenciarias el uso de teléfonos celulares está prohibido y las madres no pueden hablar con la maestra o la psicóloga y así seguir los pasos de ese hijo o hija. Además hay veces que las familias no pueden llevar ni una vez al mes a esos niños para que puedan ver a sus mamás. “Es muy difícil, pero ellas intentan poder estar”, sintetiza. 

Florencia Sequeira, coordinadora de la Red Creer, piensa que para darle un giro a la situación actual hay diversas urgencias que se necesitan atender en contexto de encierro y especialmente para las mujeres que pasan por un proceso de privación de su libertad: “Consideramos que los espacios, tanto para aprender habilidades técnicas como socioemocionales, son sumamente necesarias de abordar dentro de las unidades penitenciarias y que brindarles estas oportunidades de formarse, de conocer sobre oficios, de poder adquirir conocimientos sobre emprendedurismo, sobre economía social, son herramientas que van a permitirles acceder a fuente de ingreso una vez que recuperen su libertad y sobre todo, en el corto plazo, lo que tiene que ver con lo autogestivo”.

En Argentina hoy 15 de octubre se celebra el día de la madre, cuyo origen religioso ya se secularizó y expandió por toda la sociedad. En Estados Unidos el día (que se celebra en mayo) se debe a las activistas Anna Reeves Jarvis y Julia Ward Howe quienes esperaban y rezaban para que alguien, un día, reconozca la memoria de las madres, “para celebrar el servicio incomparable que prestan a la humanidad en todas las áreas de la vida”.