Por Juan Ignacio Simoni
Fotografía: Valentina Gomez

La Universidad Arturo Jauretche acompaña a nueve raperos del conurbano bajo la consigna de que pueden potenciarse de manera colectiva.

El rap como estilo musical nació en un mítico 11 de agosto de 1973, cuando se produjo la primera fiesta de hip hop en el Bronx de Nueva York, Estados Unidos. Desde entonces recorrió un largo camino hasta las y los jóvenes de los barrios populares del Gran Buenos Aires, quienes se apropiaron de él para compartir su realidad

Las juventudes puertorriqueñas, italianas, irlandesas que carecían de dinero para ir a un boliche crearon esta cultura contrahegemónica hace exactamente cinco décadas. Luego el productor musical y DJ Afrika Bambaataa le dio cohesión política y así permitió que fuera acogido en un largo proceso de asimilación por una innumerable cantidad de pibas y pibes, muchos de ellos humildes, del conurbano bonaerense.

Para Martín Biaggini, investigador especializado en Educación, Lenguajes y Medios por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la democratización de la tecnología, producida en los últimos diez años -y que le atribuye en parte a políticas como el Programa Conectar Igualdad- permitió a estos jóvenes convertirse en enunciadores y “hacer un poquito de ruido” hablando de sus barrios con otras perspectivas.

Su aproximación a este mundo del rap sucedió 2015, mientras investigaba la literatura bonaerense para la publicación del libro Alto Guiso dedicado a la poesía en La Matanza, y le permitió llegar a la conclusión de que la poesía joven hoy en día tiene su expresión a través de las letras de rap.

El hip hop es un fenómeno caracterizado por los cruces de, al menos, de cuatro elementos fundamentales: el rap entendido como recitar o cantar, los Disc-Jockey, el breakdance como baile y el graffiti. Hay otro pilar sobre el que no hay tanto concepto, pero que muchas veces puede verse en las letras: el conocimiento.

«Más fuertes»

El proyecto de vinculación #HacindoRapJuntos es un proceso territorial de acompañamiento que, desde la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), se hace a nueve raperos y raperas de distintos puntos del conurbano. Desde allí se intenta que comprendan que es por intermedio del funcionamiento colectivo como pueden ser “más fuertes”, trabajando por sobre las divisiones o los enfrentamientos preexistentes. El proyecto les permitió conseguir subsidios estatales e incluso que uno de los integrantes firme contrato con el exproductor de la banda Los Fabulosos Cadillacs. La idea original también se materializó en un libro de antología, bajo el mismo nombre, de las letras de cada artista participante con su respectiva biografía.

La rapera Elena Pensa, cuyo seudónimo es Elena LNA, cuenta que sus inicios estuvieron vinculados a la escritura de poesía, incentivada por cuadernos que le regaló su mamá, pero también se nutrió de otros estilos musicales como la cumbia colombiana, con los que no encajaban sus textos. En eso estaba cuando llegó a su poder un teléfono celular con canciones instrumentales sobre los que empezó a probar sus poemas; y ahí sintió “el flechazo” y se dio cuenta de que siempre había escrito rap. Al tiempo fue impulsada por un grupo de amigos que conoció en González Catán, quienes confiaron en ella para que comenzara a subirse a los escenarios y mostrara su talento cuando tenía apenas 18 años de edad.

Elena, que actualmente se dedica a dar clases de filosofía en colegios secundarios, ya es una exponente del estilo mejor conocido como “rap consciente”, en el que codifica los mensajes para un público predispuesto a focalizar en las letras. Para ella es totalmente cierto que el rap es una expresión narrativa donde “las personas no solo cuentan su historia sino su esencia”

 La artista recuerda una anécdota que la define: una vez escuchó que “uno es hip hop 24 horas por 7 días a la semana” y ahora utiliza la frase para explicar al pensador presocrático Heráclito (famoso por su frase célebre: “Ningún hombre se sumerge dos veces en el mismo río”). Cuando da clases, asegura, que “todos sus alumnos saben que hace rap” y, si bien en ese momento está en el rol de docente, nunca deja de llevar consigo el rap, el cual la atraviesa todo el tiempo y en todas las circunstancias.

 La expansión que se está dando con el rap es algo que a ella le encanta que suceda y siente que puede salvarles la vida a muchos más jóvenes, llevándolos, tarde o temprano, a la búsqueda de alguna forma de conocimiento. Por eso considera valioso, un suceso importante para la cultura del rap como es que empiece a ser reconocida por el ámbito académico-universitario: y al respecto tiene la convicción “que el hecho de que se hagan libros le da un peso de reconocimiento a una transformación donde todos tiramos para adelante”, asegura.

“Lo maravilloso del proyecto haciendo rap juntxs es que, al ser un grupo de personas diversas, hay gente con la cual uno no se lleva bien desde antes, pero esta causa me permite trascender esas diferencias y poner en práctica una comunión entre los artistas integrantes”, concluye.