Por Karol Reyes
Fotografía: Prensa

La ópera prima de Mariano Cócolo, La calma, muestra la realidad del pueblo huarpe a través de la historia de una joven que tiene que retornar a su tierra natal para cuidar a su padre.

 

La película La calma, del director mendocino Mariano Cócolo, cuenta la historia de Nancy, una joven que vuelve a su pueblo para cuidar a su padre que acaba de sufrir un ACV. Interpretada por la actriz Tania Casciani, Nancy se había mudado a la ciudad para estudiar Derecho y, al mismo tiempo, trabajar en una fábrica de botellas, pero tras el accidente cerebrovascular de su padre se ve obligada a volver a su pueblo natal, no sólo para atenderlo, sino también para resguardar sus tierras, que están bajo amenaza de los terratenientes.

Rodado en Lavalle, provincia de Mendoza, el filme busca visibilizar a la comunidad huarpe, cuyos miembros todavía hoy trabajan la tierra, viven de la crianza de animales y luchan diariamente con las inclemencias del lugar, sobre todo contra la crisis hídrica que padece el secano mendocino. “Me impactó la manera que resisten ese estilo de vida y cómo pelean día a día. A partir de las charlas, empezaron a salir problemáticas en relación a los abusos del poder, que despertaron algún tipo de inquietud y necesidad de contar una historia en torno a esa realidad”, expresa Cócolo en diálogo con ANCCOM

El proyecto, según el cineasta, nace en el campo, lo cual no es una experiencia nueva para él, ya que desde chico ha recorrido distintos parajes rurales. Sus padres, además, le transmitieron el amor por las tradiciones, el folklore y la gauchesca. Pero, aclara Cócolo, siempre fueron visitantes: disfrutaban ciertas actividades y volvían a la ciudad. Por esta razón, el director sintió la necesidad de compartir y escuchar a las personas de la comunidad huarpe para mostrar su coyuntura y sus costumbres, que van pasando de generación en generación.

El árido paisaje se exhibe, en la película, en blanco y negro. Si bien se filmó a color, el monitor lo tenían con un registro visual clásico, para quitarle artificio al entorno. Querían poner el foco en el personaje y la realidad que vivía, sacándole cualquier tipo de color. De alguna manera, el blanco y negro resumía lo que pasaba allí. Algunas de las escenas, tal como cuenta Cócolo, estuvieron inspiradas en el director soviético Andrei Tarkovsky, a modo de homenaje estético.

La calma propone una experiencia visual y sonora que permite al público reflexionar y conmoverse. «A veces, por amor, uno deja muchas cosas atrás para estar con la persona que ama. En este caso, Nancy se quedó con su padre y lo cuidó hasta el día de su muerte. Al ver que él estaba sufriendo, ella dejó sus estudios y su trabajo, eso realmente me emocionó”, afirmó Facundo Coronel, un espectador de la película.

Durante el rodaje, el equipo debió afrontar distintos desafíos, como el intenso frío por las noches. El actor Miguel Ángel Borra, quien interpretó el padre de Nancy, vivió en carne propia tales inclemencias y llegó incluso a enfermarse, no tanto, por supuesto, como su personaje. Asimismo, estuvieron días sin poder ducharse, por las pocas comodidades de las que disponían y por el estricto cuidado del agua en el lugar.

“El desafío más grande es llevar adelante una película con pocos recursos. Pero uno encuentra justamente en eso la posibilidad de tener al lado gente maravillosa, a la que voy a estar agradecido siempre”, remarca Cócolo.  El rodaje, señala, se realizó en dos etapas: 11 jornadas a partir de julio de 2018 y, casi un año después, en 2019, dos jornadas más. En total fueron trece jornadas junto a un equipo “muy talentoso y hermoso”, como lo define Cócolo.

Distinguida con diversos premios en Argentina y en el exterior, La calma se puede ver en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, CABA.