«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

El exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, Roberto Salvarezza, es el presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio. Opina acerca del debate sobre la nacionalización del litio, la relación entre el Estado y el sector privado, la necesidad de industrializar el recurso y los riesgos y beneficios que puede presentar para el medio ambiente.

El litio es un mineral clave para una transición energética hacia fuentes renovables por su capacidad de almacenar energía en pequeñas y grandes escalas. Se trata de uno de los recursos más demandados de los últimos años y es un insumo esencial en la fabricación de baterías para de todo tipo de dispositivos, desde celulares a automóviles eléctricos, algo que permitiría reducir el consumo de combustibles fósiles.

Argentina, Bolivia y Chile conforman el denominado “triángulo del litio”, una región que concentra más del 60% de las reservas conocidas a nivel mundial del mineral en un marco en el que los precios del recurso se dispararon un 400% en 2022 y la tonelada llegó a alcanzar un valor de 80.000 dólares.

A mediados de enero, La Rioja declaró el litio como recurso estratégico y reabrió el debate sobre el rol que debe ocupar el Estado en el desarrollo de la explotación del recurso. Por un lado, organizaciones empresariales aseguraron que la decisión pone en juego puestos de trabajo y afecta la inversión privada en un contexto donde el país necesita con urgencia el ingreso de dólares. Por otro, está la postura de que Argentina necesita desarrollar su cadena de valor e industrializar su producción.

Sobre estos temas cruciales para el país, ANCCOM entrevistó a Roberto Salvarezza, exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación y actual presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio

¿Cómo conviven las tensiones en el sector y cuál es la posición que toma Y-TEC?

 Es un panorama complejo, pero creo que se puede manejar si entendemos el marco legal que hoy tiene el litio en el país, que es el único en el que una empresa como YPF o Y-TEC puede manejarse. Hoy en día, por la Constitución, el litio es propiedad de las provincias. No hay otro marco vigente. Uno podría decir: “Bueno, modifiquemos este marco legal”, pero eso requiere la aprobación por parte del Congreso y una serie de acciones que hoy no son posibles. Más allá de algunas discusiones, está aceptado que el litio es un recurso provincial. En ese contexto, la provincia de La Rioja puede tomar la determinación que ella considere necesaria. Si la provincia no ha logrado que las empresas a las que concesionó áreas potencialmente explotables en litio hayan avanzado e invertido, tiene todo el derecho a retomar el control de esas áreas y entregárselas a EMSE, que es la empresa provincial. Hay otras provincias que tienen otras posiciones y la mayoría de los proyectos están en otras áreas: el caso de Catamarca, Salta y Jujuy. Entonces, me parece que esta polémica no tiene mayormente sentido.

 

¿Se puede esperar un crecimiento en la participación estatal en la producción de litio?

El tema de cómo se explota el litio en el marco hoy legal vigente es una decisión de las provincias. Jujuy tiene una normativa en la cual su empresa provincial, JEMSE, tiene una participación. En Salta se están licitando áreas a distintas empresas y la suya, que es REMSa, no tiene una participación en la producción de litio. En el caso de Catamarca, tampoco. Es un lío, porque uno hace una cosa, otro hace otra. ¿Cómo desarmamos este caos que hay en torno al litio? Todas las multinacionales exportan. No tenemos control sobre el litio, no es un recurso a nivel nacional. Las provincias van acordando cada una de acuerdo a sus intereses. ¿Cómo hacemos? Yo creo que eso se construye, no es un tema que uno lo hace por decreto. No se puede imponer las cosas porque no está la legislación. En el caso de Bolivia todo el litio es del Estado y hoy no exportan una tonelada de carbonato de litio.

 

¿Qué rol tiene YPF en este panorama?

Nosotros creemos que YPF es una buena herramienta para que el Estado participe de la explotación del litio en el actual marco legal. ¿Por qué? Primero, es una empresa mayoritaria del Estado. El 51% está en sus manos, con lo cual tiene una influencia importante, y es una empresa que puede perfectamente presentarse a licitar como cualquier otra compañía internacional. Podemos presentarnos, participar en la exploración, en la explotación y también en la industrialización del litio. Para eso, YPF ha diseñado una estrategia con dos participadas. Una es YPF Litio, de reciente creación en el año 2021, y la otra es Y-TEC, que ya tiene un recorrido más grande, pero que es parte de esa cadena que hace que YPF pueda entrar y ser un jugador más en el área. YPF Litio se ocupa de lo que es la exploración y explotación hasta el carbonato de litio e Y-TEC toma el carbonato de litio hasta la transformación en las celdas para las baterías. Entonces, cubrimos todo el espectro que hace la parte exploratoria, la explotación de la salmuera, su transformación química en un producto como el carbonato de litio o el hidróxido de litio, y luego esto puede ser exportado o puede ser industrializado. YPF tiene espalda para invertir. Ahora estamos encarando la exploración de 20.000 hectáreas en Fiambalá. Ahí, YPF prioriza el acuerdo con las empresas provinciales. Por ejemplo, llegó a un acuerdo con CAMYEN, la empresa minera y energética de Catamarca, y también estamos hablando con REMSa, que es la de Salta, para lograr explotación de salares. Por otra parte, estamos avanzando en dos nuevas plantas, una en Santiago del Estero para electromovilidad, que es cinco veces la de La Plata, y otra en Catamarca para energía estacionaria. Hemos avanzado un montón. Habría que remontarse a dos años atrás para ver cuál era la reacción si uno decía que iba a hacer baterías de litio en el país. El 90% decía: “No se puede, solo los chinos hacen eso”. Sin embargo, hoy en la Mesa del Litio los gobernadores están hablando de industrializar el litio. Algo ha cambiado, hubo 12 años que se trabajó desde la ciencia y la tecnología para entender cómo son las celdas, se trabajó para llevar adelante el desarrollo de un material de cátodo, hubo un proyecto en 2015 para hacer una planta piloto que se terminó de ejecutar, se probaron las celdas y ahora tenemos una planta industrial.

Ya nadie puede decir que Argentina no va a poder hacer celdas. Ahora, ¿quién hubiera discutido industrializar el litio si no hubiéramos demostrado que éramos capaces de hacer celdas para las baterías?, ¿Cómo disputás el carbonato de litio cuando no tenés capacidad para industrializarlo? Muchos cuestionaron por qué hacíamos la batería sin tener el carbonato, pero recién cuando demostrás que sos capaz de hacerlo, podés ir a disputar con las empresas que exportan el litio y pedirles que dejen una fracción en el país. Nadie les va a decir que no exporten, pero dejen una fracción para desarrollar el agregado de valor en Argentina. Entonces, la estrategia que hoy en día yo veo factible en Argentina para que el Estado no quede fuera de la cadena de valor del litio, desde la salmuera hasta la batería, es a través de YPF. Si después en el Congreso Nacional los diputados y los senadores cambian ese marco legal, es otro juego, pero en el marco actual una empresa tiene que jugar con las reglas que tiene.

¿Existe un plan desde el Gobierno nacional para nacionalizar el litio?

Yo creo que no. Sucedió lo mismo en el caso del petróleo. Nosotros no nacionalizamos el petróleo, creamos una empresa nacional y dejamos que convivan las dos cosas. ¿Por qué no nos conviene a nosotros nacionalizar el litio? Porque no tenemos la capacidad de inversión necesaria para desarrollarlo solos. Hoy en día, una exploración de litio de 20.000 hectáreas nos puede salir dos millones de dólares. Si la exploración fuera positiva y te diera litio, hacer una planta piloto sale 30 millones de dólares, y hacer una planta industrial te sale 300 millones. Eso para una empresa privada es un montón de plata. YPF podría hacerlo porque es una compañía que el año pasado ganó 5.000 millones de dólares, pero el Estado no. Yo creo que es una buena jugada tener una empresa nacional que esté ahí y que haya algún conjunto de empresas que estén exportando y sacando litio; y que una parte quede y se industrialice, ya sea por YPF u otra empresa nacional. Es importante pensar el litio desde el lado de que haya una empresa  que sea mayoritaria del Estado, que pueda alinear y marcar el mercado y hacerse cargo de las inversiones que requiera la industrialización, algo que una empresa con la espalda de YPF puede hacer.  Yo creo que es un esquema posible dentro de lo que es la realidad latinoamericana y que sería menos menos conflictivo para los cambios de gobierno.

 

¿Un cambio de gobierno modificaría la política de producción en el sector? 

Como el recurso es de las provincias, depende de los cambios que haya a nivel provincial. Si las provincias no cambian los gobiernos, no necesariamente tiene que haber una modificación. También hay una enorme demanda internacional, por lo que yo no veo que vaya a variar el tema del litio si cambia el gobierno a nivel nacional. Probablemente le daría más facilidad a las multinacionales y tal vez limitaría a YPF, como lo hizo Macri durante los cuatro años de su mandato.

 

¿Observa una estrategia impulsada desde el Estado Nacional para coordinar la actividad con las provincias para que funcione de manera conjunta y en una dirección similar?

Recientemente, YPF fue admitida en la Mesa del Litio a través de Y-TEC. Nosotros hemos participado de la última reunión en forma oficial y noto que hay una necesidad de construir una estrategia. De hecho, también se sumó a la Mesa, la Secretaría de Asuntos Estratégicos. Primero está el tema del agregado de valor, que surge en las declaraciones públicas de los funcionarios. El tema de empezar a mirar al litio desde una óptica que no sea la de cuánto más vengan e inviertan en poner los piletones y la obra civil, ya está. Esa era la inversión que recibíamos, pero ahí quedaba el tema. Ahora, ya empieza a haber otra mirada sobre lo bueno que sería que podamos industrializar el recurso. A mí me parece que eso está cambiando. Creo que se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio que nos va a permitir que Argentina pueda quedarse una fracción de la riqueza que posee y que hoy en día está perdiendo. El Estado puede ver de ir sacando incentivos, como ha hecho con los reintegros, y tal vez avanzar en esta idea de que una fracción creciente del carbonato de litio sea ofertada para ser industrializada por empresas nacionales. Eso sería para mí un paso muy importante: acordar con todos los que van a producir que el 10% o el 15% lo destinen a industrializar en el país, si hay demanda, obviamente. Y si no la hay, exportarlo. Si logramos consensuar eso, yo creo que tenemos la posibilidad de industrializar el litio y generar mucho valor.

 

¿Qué diferencia representa exportar el producto primario, el carbonato de litio, y el producto industrializado, la batería? 

Simplemente de transformar el carbonato de litio en el material de cátodo que nosotros elegimos, que es el LFP, uno de los que ahora se está imponiendo como una de las mejores tecnologías, ganás el 60% solamente del primer escalón, del carbonato al material del cátodo. Vos hoy podrías exportar LFP, tranquilamente. Si lo llevas a celdas, ganás mucho más, pero podés agregar valor simplemente con una mínima transformación en el material del cátodo de la batería.

 

Como otras actividades mineras, extraer litio requiere una gran cantidad de agua dulce, ¿Cuál es el daño ambiental que el desarrollo de la actividad podría representar para el área donde se realiza?

El tema del agua es muy importante, pero hay que ponerlo un poquito en contexto.  Yo creo que la licencia social está en todo lo que son las actividades mineras. El litio es una actividad un poco diferente porque, por ejemplo, no requiere extracción a cielo abierto como en las intervenciones que se hacen sobre la roca, se extrae de salares. Australia lo saca de roca, o sea, es una minería más convencional, como la del cobre. Nosotros tenemos una minería que es en base a salmuera y requiere menos químicos. Es un manejo más parecido al del petróleo, porque es un manejo de fluidos. El salar es una capa sólida en la parte superficial, pero debajo hay agua y salmueras, y eso es lo que uno extrae. Esas salmueras contienen mucho cloruro de sodio y poco cloruro de litio. Entonces, todo el proceso químico implica poder extraer ese poco que hay de cloruro de litio y bombear la salmuera con el agua. Ese proceso puede afectar la hidrología de la cuenca, por lo que hay que manejarlo con mucho cuidado y trabajar muy bien la hidrogeología de manera tal que uno pueda constatar que lo que uno procesa no afecte la cuenca hídrica en la cual está instalado el lago. Yo hablaba el otro día con gente de Chile, del Ministerio de Minería, que ellos tienen una experiencia ya prolongada en el salar de Atacama, y decían que no tienen evidencia de que haya habido una disminución de los niveles hídricos por la explotación, pero por supuesto está lo precautorio, es decir, hay que controlar y estudiar. Nosotros entendemos que cualquier intervención que haga YPF en el salar va a tener que tener toda la licencia social que requiere la actividad. De hecho, YPF tiene una trayectoria de 100 años de explotar petróleo. En ese tiempo ha tenido reclamos ambientales y ha tenido que intervenir con las comunidades. Lo cierto es que la mirada social que tiene una empresa multinacional que viene a llevarse un recurso y se va es distinta a una empresa que vive en el país, que tiene que hacerse cargo de los pasivos ambientales y dar cuenta a la sociedad. YPF tiene otras garantías y otras sensibilidades con el manejo del tema ambiental.

Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

Roberto Salvarezza

¿Cómo es la relación con las comunidades que habitan las áreas donde se realiza la actividad?

Los proyectos que tenemos en ejecución tienen que trabajar con las comunidades que estén en el territorio, algunas son comunidades originarias, otras son comunidades que viven en el entorno. Siempre hay que trabajar con la licencia social, sin eso no se puede hacer nada. Para habilitar un proceso de este tipo, tenés que cumplir con todos los requisitos de impacto ambiental. La principal queja que hemos visto en las comunidades es que no se las consulta, que no se hacen todos los pasos que hay que hacer para lograr la aprobación de un proyecto. Nosotros decimos que hay que cumplir con todos los pasos: la legislación de cada provincia, los requerimientos y las normas internacionales para el desarrollo de un proyecto minero, las audiencias públicas, hablar con las comunidades para que perciban que la actividad del litio va a tener un beneficio para ellos. Toda actividad de intervención tiene un impacto ambiental, ninguna es neutra, pero vos la admitís cuando tiene un beneficio. Cuando vos no tenés ningún impacto positivo, realmente no hay licencia social. Eso requiere un esfuerzo de comunicación, trabajar con las comunidades y llevar propuestas. Creo que en ese aspecto, YPF tiene una ventaja sobre las empresas multinacionales.

 

¿Existen métodos alternativos de extracción que puedan ser menos dañinos para el ambiente?

Hemos tratado de ver otras tecnologías, pero eso no quiere decir que sean exitosas. La que estamos llevando adelante en la planta de Jujuy está en una etapa piloto. Tenemos que ver si es implementable a un nivel ya escalado. También hay otras tecnologías que están apareciendo. Todo el mundo quiere cortar los ciclos, no quiere evaporar tanta agua, no quiere esperar dos años para empezar a tener algún resultado, es el tema más de frontera para el sistema científico.

 

El litio, si bien posee ventajas que no tiene el petróleo, sigue siendo un recurso no renovable y finito. ¿Cómo se encara esa discusión para el futuro?

Hay algunas diferencias. Hoy, en la transición energética, el petróleo y el gas generan dióxido de carbono, efecto invernadero y un aumento de la temperatura. El litio no tiene ese problema, si bien gasta agua, es más beneficioso. Efectivamente, el litio se podría agotar, pero hay muchísimo. El agua de mar tiene litio, lo que pasa es que está muy diluido. Entonces, vos podrías desarrollar tecnologías donde pudieras concentrar el litio y extraerlo de ahí, que es lo que se está tratando. Pero también puede pasar que dentro de veinte años  tengas otra batería que sea de sodio, que ya se está probando, y no de litio. Sodio hay un montón. Hoy las que te funcionan son las de litio, pero podemos llegar a otros recursos. Yo creo que también hay que mirar eso, la contaminación y los problemas que tenemos. Hoy a la humanidad le preocupa más el efecto invernadero, el dióxido de carbono y el cambio climático. Entonces, los combustibles fósiles son nuestro principal enemigo desde el punto de vista social, y lo digo siendo YPF. Por eso nosotros defendemos el gas de YPF, que es mejor que el carbón. Si nosotros exportamos gas evitaríamos que Alemania vuelva a usar carbón, porque la guerra de Ucrania los dejó sin gas. Y ahí una reflexión: los alemanes empujan el hidrógeno verde, el litio, todo verde, pero tienen el problema de que pasan frío en el invierno y salen a abrir las minas de carbón. Nosotros, que tenemos pibes que no comen y tienen frío todo el año, no queremos explotar el offshore y salimos a protestar en Mar del Plata. También hay que pensarlo esto, porque muchas veces nos embarcan en cruzadas, pero, ¿cuánto contaminamos nosotros? Que ellos cierren las minas de carbón. Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes  y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

Cupo laboral trans: una ley que no se cumple

Cupo laboral trans: una ley que no se cumple

El registro de aspirantes ya superó los 6000 inscriptos mientras los monitoreos sobre el Sector Público Nacional no superan los 500 empleos efectivos. La “Fundación Trans Argentinxs” reclama un Observatorio por el lento cumplimiento de la norma.

El 7 de julio de 2021 se promulgó la Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgénero «Diana Sacayán–Lohana Berkins». A más de 18 meses de la sanción, la norma presenta ambigüedades en su aplicación , tornando efímera la ampliación de derechos en el sector más vulnerable de  la comunidad LGTB+.

En septiembre de 2020 el Decreto 721/2020 estableció que el Estado debía incorporar en sus espacios de trabajo al menos un 1% de personal con personas travestis, transexuales y transgénero. En julio de 2021, con la sanción de la Ley 27.636, se reglamentaron las condiciones de contratación y reserva de puestos para garantizar ese cupo laboral. También, la ley instauró el Registro Único de Aspirantes, en donde aquellas personas que deseaban conseguir empleo podían cargar sus datos.

Lautaro Lucas Cruz, presidente de la Fundación Trans Argentinxs hace énfasis en que “muchos adultos trans fueron expuestos a la situación de prostitución sin poder decidir. Con esta ley buscamos reparar y contener a las juventudes trans y no binarias para que puedan tener acceso a un trabajo formal”, explica en diálogo con ANCCOM.

Se trata de una población en extremo vulnerable y que por su bajo número de inscriptos esa situación puede ser resuelta con celeridad, pero en la práctica la realidad no ha cambiado mucho según los datos estadísticos.

Al cumplirse un año de la sanción de la Ley, el Departamento de Género y Diversidad de ATE Nacional y la Asamblea TTNB por la Salud Integral presentó un estudio y estableció que en julio de 2022 ese porcentaje era suficiente para la contratación de 5.551 personas que expresaron su necesidad de trabajo. Sin embargo, solo 313 personas habían sido incorporadas.

Según los resultados del monitoreo realizado por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, dispuesto el 30 de septiembre del mismo año, 480 personas trans son las empleadas en el Sector Público Nacional, sólo 167 personas más desde el monitoreo de julio. Según el mencionado estudio realizado por ATE Nacional y la Asamblea TTNB de Salud Integral
se cubrieron el 8,65% de las vacantes laborales disponibles.

Dentro de este numero total, la cantidad de personas Travestis, Transexuales y/o Transgénero que fueron contratadas antes del Decreto 721/20 es de 64 personas, mientras que 112 se sumaron entre el Decreto y la sanción de la Ley N° 27.636. Siguiendo esos datos –tras un pedido de acceso a la información realizado por ANCCOM– se observa que antes de la norma ya había un total de 176 personas con empleo. En términos porcentuales el empleo creció un 36,7% del total, tomando como referencia las 480 personas registradas hasta el 30 de septiembre de 2022, pero en números concretos menos del 10% de las personas que pidieron un trabajo digno pudieron salir de la marginalidad laboral y/o social.

Desde el Mocha Celis procuran instancias de inclusión que reconozcan las horas de estudio. Foto: ARCHIVO

En la Fundación Trans Argentinxs donde también acompañan y asesoran a niñxs, adolescentes y juventudes trans de todo el país que tienen entre 3 y 24 años, aseguran que “se dificulta que entren las personas a trabajar porque no hay decisión política. Además, es preciso que el cupo laboral sea implementado de manera federal”.

En la provincia de Buenos Aires y CABA se contrataron 356 personas, mientras que en el resto de las provincias sólo se contrataron 83 nuevos empleados y empleadas, quedando un restante de 41 personas que no fueron contabilizadas según su jurisdicción. “Para que en el interior se pueda cumplir la ley haría falta una adhesión de las provincias”, advierte Lautaro Cruz.

Mientras tanto la demanda de trabajo sigue creciendo. El Registro Único de Aspirantes contabiliza al cierre de esta edición 6.807 personas Travestis, Transexuales y Transgénero inscriptas. En otras palabras, la respuesta del Estado sigue siendo lenta en relación con el ejercicio pleno del derecho. Así, tomando los datos dispuestos por ATE Nacional y la Asamblea TTNB, los 5.551 puestos de trabajo ya podrían estar cubiertos con mayor compromiso de las autoridades del sector público y atender la demanda de nuevas solicitudes.

Este registro tiene la finalidad de que aquellas personas que estén interesadas en cubrir vacantes en el marco de la ley puedan brindar sus datos para establecer una orientación de adecuación profesional. Este solicita el nombre autopercibido, los antecedentes educativos y laborales y las aptitudes y preferencias laborales de las personas aspirantes. Es allí donde surge la trampa burocrática. El perfil de los puestos no coincide con la formación de los aspirantes y no existen mecanismos ni resortes reglamentarios formales para que se capaciten mientras acceden a los puestos de trabajo.

La Asociación Civil Mocha Celis y su Bachillerato Popular trabaja para revertir esta situación desde hace más de una década, en especial porque la discriminación tiende a expulsar a las personas trans de los ámbitos educativos cuando atraviesan la enseñanza secundaria. Desde la Mocha saben que la inserción laboral no es sencilla y procuran instancias de inclusión que impliquen el reconocimiento de horas de estudio como estrategia.

Cruz insiste en la importancia de la ley para este colectivo. “Cuando lees que tu expectativa de vida es de 35 o 40 años –explica– te da un poco de miedo… Saber que vas a tener un futuro, que vas a tener la posibilidad de elegir donde trabajar y/o estudiar, te da un poco de tranquilidad. Es el saber que vas a estar bien. Eso es lo importante”.

La Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgénero «Diana Sacayán – Lohana Berkins» establece un incentivo tributario para aquellos empleadores privados que contraten a trabajadores y trabajadoras de la comunidad trans travesti con el fin de fomentar el acceso al empleo. Además, los organismos que están comprendidos dentro de la normativa deben llevar a cabo acciones que faciliten una sensibilización y comprensión sobre la perspectiva de género y de diversidad sexual en los ámbitos laborales.

La norma surge frente a la ausencia de una ley integral –como en el caso uruguayo– de igualdad de género. En Argentina las minorías sexuales fueron conquistando derechos por partes.. En 2012, la Ley de Identidad de Género estableció un marco legal en el cual se asienta que no se necesitan diagnósticos médicos o psiquiátricos, ni operaciones de cambio de sexo para acreditar la identidad. Dentro de los grupos que lucharon por esta ley se encontraba el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, una alianza de más de 15 organizaciones. En ella se encontraba Lohana Berkins, una activista travesti que buscó en esa norma dar un acceso pleno a la atención sanitaria para que aquellos que soliciten intervenciones médicas o tratamientos puedan obtenerlos.

 

Por otro lado, la Ley Diana Sacayán aprobada en 2015 en la Provincia de Buenos Aires fue un gran antecedente. Esta última institucionalizó el cupo laboral travesti trans, utilizando como nombre a la primera travesti en recibir su DNI con la inscripción del género femenino en 2012 y el de Lohana, ambas activistas en el proyecto de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero.

Sobre la aplicación real de la ley se destaca que el Ministerio de Economía es aquel que más personal travesti y trans tiene, contando con un total de 92. Por su parte, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad cuenta 19 personas y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social 39. El Ministerio de Educación es aquel con menor cantidad de contratados, solo con 1 persona contemplada bajo las condiciones de esta norma.

“Es necesario un Observatorio de la ley de cupo laboral trans y travesti. En todas las políticas públicas que tienen que ver con este colectivo es necesario”, concluye Lautaro Cruz.

Su atención por favor…

Su atención por favor…

Los argentinos pasan cuatro horas diarias, en promedio, frente a una pantalla. ¿Cómo impactan las nuevas plataformas y formas de producción en la concentración de los espectadores y en el consumo del cine y las series?  

Según una nota de Carolina Liponetzky publicada en Ámbito Financiero, Argentina se ubica como el mayor consumidor de pantallas en Latinoamérica: cuatro horas diarias p or persona. Nuestro país históricamente estuvo muy vinculado al cine y la televisión. Con la llegada de las redes sociales y las plataformas comenzaron a aparecer cambios en los hábitos de consumo ligados a estas prácticas y estás, a su vez, generaron otros efectos.

Por ejemplo, cada vez cuesta más permanecer concentrado por un largo tiempo. No nos hace ruido atracarnos en una tarde con una temporada entera de alguna serie pero luego nos resulta difícil terminar una película de corrido, sin cortes ni pausas. Nos acostumbramos a la inmediatez, a la brevedad y el bombardeo constante de estímulos. ¿Por qué sucede esto? ¿Las plataformas influyen en nuestros hábitos de consumo o son nuestros hábitos los que determinan el funcionamiento de las plataformas y el tipo de contenido que producen? Para Carolina Duek, investigadora del CONICET y docente de la UBA, son las dos cosas: “Hay un cambio en la forma de producción de contenidos y un cambio en la forma del consumo de ese contenido”, afirma en declaraciones a ANCCOM.

La investigadora refiere a una especie de triángulo de las Bermudas que tiene que ver con una modificación de la estructura de los programas y las series, de las plataformas, y en consecuencia de los hábitos de consumo. Esto puede verse, por ejemplo, en cómo las miniseries han ganado terreno sobre las series más largas: “Hay algo vinculado con el tiempo que dura un contenido que se empieza a valorar. Las últimas producciones grandes que están ahora en el top diez de Netflix son series de cuatro a seis capítulos. Hay una modificación del tiempo total de consumo, pero a la vez hay una modificación del hábito de consumo que se intercepta con esto”. En 2020, la plataforma incluyó un elemento ya presente en YouTube: la posibilidad de modificar la velocidad de reproducción de sus contenidos, un claro ejemplo del rol que se da al tiempo de que se consume. Pero no es lo único: “Antes tardaba quince segundos en arrancar el capítulo siguiente, ahora tarda cinco. Te distrajiste dos minutos, tomaste un vaso de agua y ya está el otro capítulo. Y uno dice ‘Bueno, ya está, lo veo’”, ejemplifica Duek. Además, los hábitos también se generan a partir de las características del contenido en sí: “Desde los guiones y la edición está todo estructurado para que vos te quedes con ganas de poner inmediatamente el capítulo siguiente”.

Qué hay de nuevo viejo

 Por supuesto que no hay nada nuevo en esto: “La estandarización, la repetición, la serialización, la previsibilidad; son todos recursos que siempre tuvo la industria cultural”, explica la docente. La novedad surge por otro lado: “Hay una valoración de la unidad mínima más corta, aunque el tiempo total de exposición sea el mismo. Prefiero cuatro capítulos de cuarenta minutos antes que una película de dos horas y media. Esto tiene que ver con cuánto tiempo estamos entrenados y dispuestos hoy a prestar atención a un argumento que empieza y termina. Si uno quiere una audiencia masiva necesita productos más o menos cortos y fragmentarios”.

Respecto al rol del algoritmo en lo que consumimos y por cuánto tiempo lo hacemos, Duek considera que la programación misma de la plataforma recomienda e insiste para que uno se incline por ciertos contenidos: “Ninguna plataforma es neutral. La construcción de agenda no es solamente a quién votar, también es de qué vamos a hablar y qué vamos a pensar”.

A su vez, la docente sostiene que para entender por qué las personas ven las cosas que ven, el ocultamiento de la información de los portales de streaming es clave: “Acceder a los datos de consumo de las plataformas es imposible. Netflix dice que la película más vista es tal y la película más vista es esa. ¿Qué datos lo sostienen? Es una cuestión de elegir creer.”

Durante la pandemia, hubo un momento donde las plataformas tomaron un gran protagonismo, pero este año las suscripciones de Netflix fueron muy inestables y desde la empresa evalúan la posibilidad de introducir publicidades para hacer el servicio más rentable. Solo en el segundo trimestre de 2022, el gigante del streaming perdió 970.000 suscriptores, según informó la compañía. Con algunos estrenos de peso, como la cuarta temporada de Stranger Things o la serie de Jeffrey Dahmer, su audiencia logró recomponerse, pero los números dejaron en evidencia la volatilidad del sector. Para la docente, esto se explica en que “los hábitos de consumo culturales son siempre dinámicos y cambiantes”, lo cual agrega complejidad a su estudio.

Sin embargo, sin importar sus aumentos y recaídas, hay sedimentos de esos consumos de plataformas que van más allá de lo televisivo y las pantallas: “El diario claramente tuvo que reacondicionarse. Hubo un acortamiento de las notas y una predominancia de lo espectacular por sobre otra cosa. En el teatro empiezan a surgir fenómenos como el microteatro, que ves tres o cuatro obras cortitas. Aparecen libros muy cortos para leer en una sentada. Todo se sigue editando para apostar al consumo masivo, donde también hubo una transformación en los tiempos de atención”. Por supuesto que esto después repercute en la convivencia con actividades que requieren otro tipo de concentración: “Cada vez es más difícil estudiar, leer o pensar en un tiempo distinto al acelerado de las plataformas. Lo veo como docente y como investigadora”. A partir de allí, surge la pregunta de qué tan sostenibles son estas prácticas en el tiempo y cuáles son las alternativas.

¿Otro camino es posible?

 Marcelo Schapces dirige Contar, una plataforma de contenidos públicos creada para difundir las producciones del Estado y de sus entes vinculados que no sean específicamente cine, ya que eso es jurisdicción de su prima hermana CINE.AR que pertenece al INCAA. Entre sus contenidos se buscan destacar aquellos relacionados a la actualidad o a determinadas efemérides, por ejemplo, numerosas series sobre el Mundial y sus personalidades, o anteriormente, acerca de las Madres de Plaza de Mayo, tras la muerte de Hebe de Bonafini. Schapces también destaca una producción propia de Contar llamada Nadie es inocente, un podcast complementado con secuencias audiovisuales sobre cuentos policiales de autoras mujeres.

 “Históricamente, Argentina siempre fue un gran consumidor de series con muy buena repercusión en el formato de la telenovela, el cual había que seguir, en muchísimos, casos diariamente. Entonces, creo que el hábito para seguir contenidos ya estaba de alguna manera en la genética de los consumidores de este país. Lo que sucedió con las plataformas es que rápidamente consiguieron instalarse y cambiar el paradigma de la forma de visualización de películas. Ahora ya no se habla de cine, se habla de contenidos audiovisuales. El otro gran cambio importante es que en función del rápido crecimiento, lo que era una plataforma de visualización se transformó de pronto también en productora de contenidos, algo prohibido en el cine por las leyes antimonopólicas de Estados Unidos”, considera el cineasta. Esta conjunción entre producción y difusión facilita que las empresas desarrollen estos hábitos de consumo en sus usuarios.

Para Schapces, “las plataformas han sabido sintonizar bien con lo que está sucediendo con las redes sociales y las formas en que ven contenidos la última porción de los millennials y los centennials. El marketing, el algoritmo y las métricas son centrales, pero también la sociedad va adoptando determinadas formas de acceder a las cosas y eso interactúa permanentemente con un mecanismo comercial que las detecta y convierte en una forma de ofrecer sus productos”. El director observa, al igual que Duek, “una incitación permanente a consumir cada vez más, cada vez más rápido y cada vez más corto”.

Por su parte, afirma que en Contar no ocurre eso porque se busca que haya narrativas ordenadas o sostenidas en un sistema de comprensión y de conocimiento, si se quiere, un poco más clásico, pero que entienden que es mucho más efectivo. Esto es posible porque la plataforma es gratuita, no tiene publicidad y no se rige por la lógica del rating y el mercado. Sin embargo, uno se cuestiona qué tanto éxito puede tener una propuesta tan diferente a lo que el público masivo está acostumbrado. ¿Cómo competir contra un mecanismo gigantesco que mueve millones de dólares al año? ¿Cómo hacer series y películas que logren atraer a la audiencia sin adoptar estas formas? Schapces entiende que ir contra los hábitos de consumo masivos es muy difícil, pero no por eso hay que dejar de intentarlo: “Van a ganar igual, pero lo que nosotros tenemos que hacer es difundir lo más posible lo que hace el Estado, sobre todo cuando lo hace bien y tratar de interactuar de esa manera. Canales como Encuentro o Paka Paka hace 20 años eran impensables y, sin embargo, hoy son parte del sistema educativo. Difundiendo, sosteniendo y haciéndolo con calidad es posible ‘dar la batalla’ o buscar ocupar un lugar para poder dar la discusión sobre las ideas, sobre lo que el Estado puede elaborar y ofrecer a la ciudadanía”.

Nuestros hábitos y nuestros marcos de atención se han modificado, es una realidad. Las consecuencias se extienden más allá de lo que parece a primera vista, desde los pasatiempos que practicamos en los tiempos de ocio hasta el estudio o el trabajo. Por más que resulte un tanto utópico, o quizás ingenuo, resulta fundamental pensar en una dieta cultural variada que incluya contenidos que puedan llegar a ser positivos para nuestro día sin dejar de prestar atención a la forma en que los consumimos.

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En la UBA, el escenario político ha visto irrumpir a un nuevo jugador: la agrupación estudiantil Avancemos.

Acto de Javier Milei en Gerli en junio de 2022. 

“El grueso del activismo de derechas radicales son pibes jóvenes, cuya experiencia política ve solo deficiencias en los últimos gobiernos del país. No son muchachos y muchachas de derecha: expresan su descontento con ciertos candidatos como Milei que acusa a la casta en general y dice que son todos una mierda. Sería la mera expresión de un rechazo generalizado que está a la derecha, pero podría no estarlo”, reflexiona el licenciado en Ciencia Política e Investigador del CONICET, Sergio Morresi. Y agrega: “Si bien ese motor está, muchos de estos activistas se la pasan viendo videos y leyendo, intercambiando experiencias en encuentros, que se acercan a la ideología que fusiona esa tradición nacionalista reaccionaria y la tradición liberalista conservadora argentina en esta propuesta de derecha radicalizada”.

Hacer política de la antipolítica

Solve Gui es estudiante de la Carrera de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales, milita en la agrupación la Emergente y ofició de presidenta del Centro de Estudiantes en 2019 en representación de la Lista 15. Se dedica, estudia, y vive la política. Se pregunta por qué hoy parece no ser la respuesta para las frustraciones de la sociedad: “Hay una dimensión estructural: los jóvenes son los que tienen los trabajos más precarios. Pero también hay una dimensión subjetiva, donde ese panorama de precariedad hace lugar si no se gestan movimientos de organización colectivos. En los años 90 y en los 2000 se tramaron procesos de organización colectivos, y hoy se nos presenta como algo muy ajeno. Ahora estamos en un momento en donde tranquilamente podría haber un estallido, pero lo que hay es una implosión. Eso genera mucho nihilismo, mucho descreimiento, que provoca una fe en lo antipolítico. Esos sentimientos y desafecciones son muy traccionables”.

¿Está de moda ser de derecha?

Agustín Baletti, estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires, es uno de los impulsores de la conformación de Avancemos y referente de la agrupación en la Facultad de Ciencias Sociales y explica cómo se formó la agrupación: “La idea de Avancemos surge por una necesidad de los estudiantes de poder verse representados en las estructuras de discusión y de debate político en los debates universitarios. Nuestra principal proyección es poder representar, digamos, dar una apertura al debate, a que haya otras posiciones. Algunos las llamarán más de derecha, otros más de centro, pero buscamos que exista esa apertura porque no se puede vivir en un clima de persecución como el que viven muchos compañeros y compañeras que no pueden poner una mesa, incluso agrupaciones que ya están instaladas por ejemplo en la Facultad de Ciencias Sociales, agrupaciones peronistas que se manejan en un clima de miedo a la proscripción permanente”.

El politólogo Sergio Morresi explica las lógicas de convivencia política: “Eso funciona para todas las ciencias políticas, el que recién llega nunca es bien recibido, no importa qué posicionamiento político tenga, porque la torta siempre es una. La victimización en la política argentina es una forma de constitución de identidad. En el caso de la Facultad de Ciencias Sociales, donde hay un mainstream progresista de izquierda, eso queda sobrecargado porque aquel que propone ideas de derecha va a ser mirado como alguien que no debería estar ahí. Ese sentimiento es genuino, te da ese ambiente hostil.  Uno construye la identidad en el espejo que te devuelve el otro. El que está siendo rechazado por el sistema y el que refuerza la identidad tiende a radicalizar no a moderar”.

En una encuesta realizada especialmente para esta investigación, fueron relevados 200 estudiantes, de los que 61% consideró que ningún partido político les representa, y el 72% consideró que los partidos políticos no responden a las necesidades del electorado. Frente a la falta de representación y la falta de respuestas, la esperanza sólo parece encontrarse en un discurso con épica fuerte, que proponga una transformación revolucionaria de la realidad. El filósofo británico Mark Fisher explica que el problema principal de la izquierda no reside solamente en su dificultad para llevar a cabo proyectos transformadores, sino que no logra imaginarlos, no logra proponer un futuro mejor. Y si la izquierda perdió la capacidad de proyección, por eso augura que es el momento de la derecha para ganar terreno: “Hay dos focos que nos interesan muchísimo y que tienen un paralelismo interesante que son: la Facultad de Ciencias Sociales y la de Economía”, cuenta Baletti cuando se le pregunta sobre la proyección de su agrupación en términos electorales. “Nos interesa ver cuáles son las posibilidades de trabajar en cada una. En Sociales, tenemos ganas de hacer muchas cosas que puedan romper las paredes, las estructuras, el techo de cristal; en Avancemos se encuentran liberales, peronistas, desarrollistas que están desencantados con las formas de manejar las cosas en la Universidad, algo que nosotros llamamos la “casta universitaria”. Ahí hay mucho laburo, en soledad por parte de Avancemos, pero con la posibilidad de expandirse a otras universidades”.

¿Qué pasa con la juventud?

En las universidades públicas -y varias privadas- del país, existe el consenso del Centro de Estudiantes como pilar del funcionamiento social del estudiantado. La Facultad de Ciencias Sociales, en este caso, es una de las reglas que forman esta concepción. Solve Gui reflexiona sobre la militancia estudiantil: “Yo creo que la militancia por la educación se plantea sobre dos consensos mínimos; uno es un consenso global de todas las formas de expresión política argentina que es el consenso democrático. El otro consenso es que defendemos la educación pública, como frase abstracta, que tiene que ver con más inclusión, el acceso, la defensa de la universidad como espacio autónomo de decisión, de producción y reproducción de conocimiento; un espacio donde no solo se nos forme, sino que se nos dé lugar para hacer nuestro aporte”.

Agustín Baletti, por su parte, habla de una necesidad de representación que hay por parte del estudiantado: “Somos estudiantes los que formamos esta agrupación, no es una cuestión que nos baja nadie, es una necesidad de los estudiantes que decimos ´che tenemos que poder hacer algo´, no puede ser que haya identidades políticas con derecho a ser respetadas y otras que no, incluso hay estudiantes independientes que dicen ´yo quiero ir a la universidad y que me acompañen en mi carrera académica, en mi recorrido académico´. Avancemos se plantea en muchas cuestiones como un espacio que viene a dar discusiones esenciales para la universidad, porque muchas veces se pierden las necesidades de los alumnos por las necesidades de los políticos que están detrás de las agrupaciones estudiantiles”.

Pero ¿cuáles son esas discusiones? Gui cuenta un poco más sobre el trasfondo de los reclamos que se alzan desde estas “voces dissonantes” que plantea Baletti: “En la idea de la democratización del acceso a la política, ellos entran y dicen que no hay lugar para el CBC, que hay que poner examen de ingreso, medida que tuvo lugar en dictadura y se derogó en democracia. Desconocen puntos de partida que tienen que ver con la realidad de la universidad, como por ejemplo el por qué están las agrupaciones, cómo se maneja el presupuesto, qué potestad tiene o no la facultad de manejar tal cantidad de presupuesto, quién decide las reformas edilicias… Una serie de cosas que tienen que ver con el funcionamiento de la institución, ya que uno para lograr transformar un espacio, sea cual sea tu agrupación, tiene que conocerlo. Otro de esos consensos tiene que ver con la libertad de cátedra y esta idea de “adoctrinamiento ideológico” atenta contra la libertad de cátedra y contra la libertad de pensar y decir”.

Las nuevas derechas pretenden instalarse en las pasiones de la juventud adueñándose de la agenda mediante reclamos que Baletti describe como del sentido común. Según el joven, hay muchas cuestiones que tienen que revisarse en pos de mejorar el funcionamiento de la sociedad, pero denuncia persecución y cooptación de la libertad de expresión por parte de sus contrincantes políticos. 

Por su parte, Gui reflexiona sobre las limitaciones que pueden encontrarse las militancias preexistentes a la pandemia y cómo las mismas se encuentran encerradas en sus propias jaulas discursivas: “Nos acostumbramos a una forma de hacer política que a muchos nos es ajena, ¿por qué ahora no se puede, o la mayoría no quiere, trabajar en lo político desde el enojo? Hoy todos siguen la estética de la positividad, pero este es un discurso que choca con la realidad actual, en la que la gente se está muriendo de hambre. Entonces, en un marco donde muchas fuerzas están dejando de lado esta problemática y enfocándose en las instituciones y en la pequeña conquista, si alguien viene y dice “yo voy contra esto”, claro que va a llamar la atención”. Gui también remarca la importancia de reconocer la responsabilidad de las izquierdas por no haber logrado construir una alternativa como poder popular, otra forma de pensar al Estado: “Para mí la política  es como una “cancha” en la que todo espacio que uno deja libre, es un espacio que ocupa alguien más. Y esto se vio en la pandemia, cuando todos nos recluimos a lo comunitario, quienes ocuparon la calle, quienes empezaron a movilizarse fueron las derechas; y ahí es donde nosotros dimos un paso para atrás y ellos para adelante; yo creo que hay que flagelarse un poco con eso, porque es responsabilidad de quienes antes estábamos en ese lugar”.

La juventud es el campo traviesa en el que se está llevando adelante la disputa por la propiedad de la agenda ¿Qué se discute? ¿En qué marco? ¿Cuáles son los posicionamientos éticos desde los que van a pensarse las futuras medidas? Las tensiones discursivas se encuentran más que nunca a flor de piel, y estos espacios emergentes se presentan como una nueva alternativa para la participación política de les jóvenes.

Tenés un deslizamiento constante que es preocupante, y es algo digno de atención, que no pasa en todos lados. Sí pasó en Estados Unidos cuando Donald Trump, frente a las manifestaciones violentas de la KKK, dijo bueno sí también los zurdos de ANTIFA se manifestaron así. Uno puede decir, analíticamente, la frontera está acá y a partir de este lugar no estamos hablando más de democracia, pero muchas veces los mismos políticos que están dentro del mismo sistema parecen coquetear con ese límite”, concluye Morresi.

Un tema tabú que es necesario enfrentar

Un tema tabú que es necesario enfrentar

El suicidio es una temática compleja no solo por lo doloroso, sino también las múltiples causas que pueden generarlo. Hay señales de que está creciendo entre los jóvenes, pero las estadísticas no resultan demasiado confiables. ¿Cómo se ayuda a una persona que no soporta más el dolor que le produce vivir?

Distintas instituciones estatales, ONG y profesionales que tratan sobre la salud mental coinciden en que aumentaron los casos de suicidio durante la pandemia, pero también en que es un tema complejo, multicausal y que se registra de forma poco sistemática, por lo que no es fácil contar con estadísticas confiables. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de junio de este año menciona que las consultas por depresión y ansiedad aumentaron más de un 25% sólo en el primer año de la pandemia. La Iniciativa Especial de la OMS en el Área de Salud Mental del 2019 a 2023 propuso una cobertura sanitaria universal que considere las desigualdades sociales y económicas, las emergencias de salud pública, la guerra y la crisis climática como una de las amenazas estructurales globales para la salud mental. 

Es que, según la OMS, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes. En París por la pandemia hubo un crecimiento de 300% en los casos de menores de 15 años. Las estadísticas del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) realizó una encuesta durante el momento más crudo de la pandemia en Estados Unidos y concluyó que un 25 % de los jóvenes tenía pensamientos suicidas. 

Más datos: según el reciente informe sobre el suicidio en España, realizado por el Observatorio Biopolítica (formado por Profesionales para el Bien Común), el suicidio sigue siendo la principal causa de muerte no natural en España, produciendo el doble de muertes que los accidentes de tráfico, once veces más que los homicidios y setenta y dos veces más que la violencia de género. Es también, después de los tumores, la principal causa de muerte en la juventud española (15 a 34 años).

De acuerdo con las Estadísticas Sanitarias Mundiales del 2019 realizado por OMS, 97.339 personas murieron por suicidio en las Américas en 2019 y se estima que los intentos de suicidio pueden haber sido veinte veces esa cifra. Los hombres representaron alrededor del 77% de todas las defunciones por esta causa y, si bien se han hecho progresos en la prevención del suicidio, varios países siguen teniendo tasas crecientes. 

“Perder a un ser querido por suicidio es desgarrador y es algo que podemos prevenir”, afirmó Oliveira e Souza Jefe de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El proyecto  “Vivir la vida” se propone ayudar con los impulsos de cada país para reducir a un tercio las estadísticas a nivel mundial de suicidios para 2030. Podemos observar que aún está por actualizar los datos después de la pandemia, y desde la OPS se sigue trabajando en campañas con esta temática.

Pese a lo fragmentario de los datos y las dificultades para interpretarlos, algunas señales invitan a seguir pensando.

 En Argentina

 Los datos globales sirven como referencia para la Argentina donde, afirman los profesionales entrevistados, aun faltan estadísticas confiables. 

En 2018, en el 6º Encuentro Nacional de Epidemiología Pediátrica de Argentina, se explicaba que la primera causante de muerte de adolescentes en Argentina son los accidentes y en segundo lugar los suicidios. Según este informe, las provincias de la Región NOA son las más afectadas. Un equipo del Hospital Nacional Posadas realizó un informe en 2019 en el que aseguraba que en la Provincia de Buenos Aires los suicidios se triplicaron en los últimos 30 años, hasta llegar a los 12,7 por cada 100.000 adolescentes de entre 15-19 años de edad  y constituye la segunda causa de muerte en la franja entre 10 y 19 años.

Para hacer frente a este problema, el Ministerio de Salud tiene un servicio especializado en la atención por salud mental y consumos problemáticos de Niñas Niños y Adolescentes, hasta los 18 años. El servicio cuenta con atención a la demanda espontánea, ambulatoria y ambulatorio intensivo brindando servicio por medio de actividades grupales a los pacientes y sus familias. 

“Toda difusión es prevención, es tarea de todos prevenir. El suicidio es multicausal, nunca hay una sola razón”, afirma Fernanda Azcoitía, presidenta del Centro de Atención al Suicida (CAS) en Buenos Aires. “Todos podemos ser preventores estando atentos a nosotros mismos, a nuestros propios procesos y al entorno de los que tenemos cerca en cualquier espacio en que participemos. Estando atentos, mirando y escuchando a los demás, aún cuando estemos ocupados, vamos a notar que algún compañero puede empezar a apagarse, a tener una mirada más triste. Lo podemos captar  con una mirada atenta”. Según la especialista, los chicos están hoy en un mundo que les resulta particularmente complejo.  Entonces aparecen tentaciones para aliviar sufrimientos y dolores como el alcohol, consumos problemáticos, de vínculos o relaciones complejas.

Para Azcoitía, “no todos los intentos y no todos los suicidios son registrados como tales, con lo cual se piensa que las estadísticas están subvaluadas y esto es más preocupante aún”. El suicido es un punto en un proceso que empezó mucho antes del impulso o en el momento en que se toma una decisión, explica Azcoitía. “Si hay varios problemas que generan un colapso y va creciendo una crisis totalizadora del Yo, que lo abarca por completo. La persona lo que quiere es eliminar ese sufrimiento y dejar de sufrir. Si la persona no estuviera sufriendo eso, no querría  acabar con su vida”, concluye.

El camino de los jóvenes

El suicidio, “afecta a todas las edades, pero en particular a los jóvenes”, explica Amilcar Matosían, autor de EnREDAdos y Licenciado en Relaciones del Trabajo. “Si hay una muerte, hay familia, amigos y una sociedad que sufre. La tendencia es que los suicidios siguen aumentando. Los datos que tenemos es que hay más suicidios que homicidios en Argentina, aunque depende del juez que la causa de mortalidad quede correctamente registrada. Hay un año que sube más y otro puede bajar, pero la problemática es la tendencia y es global”, explica Matosian a ANCCOM. Hay una negación cultural del Occidente exitista que dificulta enfrentarnos a los fracasos y problemas. En Latinoamérica nos cuesta medir con números. Somos más románticos y medimos con las sensaciones, en cambio en el mundo anglosajón se valora más porque los números son objetivos”, afirma. 

“Uno de los mitos es pensar que la persona afectada por la ideación suicida, no sale. O que la persona que comete un intento, no puede recuperarse. Pero hay que dar el mensaje que sí es posible recuperarse y tener una vida plena en cuanto afectos, a proyección de futuro. Hay mucho prejuicio, mucho temor  a ser estigmatizado. La enfermedad mental tiene un estigma que no sucede con la enfermedad cardiaca, por ejemplo”, comenta Matosian, quien trabaja con un equipo de profesionales multidisciplinario: “Psicólogos, médicos de distintas especialidades, sociólogos, bomberos y otros profesionales”, comenta. 

“Después de la pandemia hay más llamados y las temáticas son muy diversas. Hay casos de personas que llaman con situaciones muy difíciles y complejas, sumado a todo un sistema de salud que no siempre está en condiciones de responder a la demanda que supone el aumento de toda una situación difícil en términos de salud mental y esto se da no en el sistema público y el sistema privado”, cuenta Azcoitía. 

Sandra Ledesma, psicóloga de niños y adolescentes, trabaja en la Asociación de Psicología Social Clínica de Argentina (APSCA). Según la especialista los cambios físicos de la adolescencia, la autoestima, la pertenencia, las primeras obligaciones, dudas del futuro y la plena construcción de la identidad, producen un movimiento muy grande por dentro, sin que necesariamente haya una relación directa con el contexto particular. Al tener problemas sin resolver, cosas dolorosas por expresar, la sensación es de muerte. “Luego de la pandemia fue muy difícil para los adolescentes retomar las clases, compartir salidas. La falta de cercanía los ha afectado mucho”, explica. Como especialista, Ledesma, sugiere fomentar espacios tranquilos y relajados, de diálogo con los niños y adolescentes. Recomienda que los adultos se dispongan a la escucha activa y, en la medida de lo posible, tener los aparatos electrónicos silenciados. 

Matosian y Azcoitía, Ledezma, insisten en la multicausalidad de los casos de suicidio invitan a estar atentos y evitar que los niños y adolescentes se aislen. También comparten la idea de trabajar de forma interdisciplinaria, porque la persona es un todo (su entorno social, político, familiar, emocional, espiritual, económico). Quitar el estigma a las cuestiones de salud mental, también puede ser un paso importante.