Donde hubo fuego, causas penales (a mapuches y brigadistas) quedan

Donde hubo fuego, causas penales (a mapuches y brigadistas) quedan

Con el objetivo de señalar algún culpable y disimular el abando del Estado en la prevención, las autoridades patagónicas criminalizan a pueblos originarios y voluntarios. También allanaron y destruyeron una radio.

“Quien tenga estos libros en su biblioteca estaría en peligro como lo estoy yo, así actúan las dictaduras”, dice visiblemente afectada la referente mapuche Moira Millán, desde su comunidad Pillán Mahuiza, en Chubut. Un comando conjunto de fuerzas estatales allanó su casa y secuestró Feminismo Negro de Angela Davis, Pampas y Lanzas de Liborio Justo, El Niño Resentido de César González, Mujeres, vida y libertad de Rosa Luxemburgo; la historia de las Madres de Plaza de Mayo, Los caminos del Zapatismo y Derecho de las Mujeres Indígenas, entre otros de sus libros. Millán enfatiza que si se concreta la amenaza del gobernador Ignacio Torres de desalojar la Lof Pillán Mahuiza “estaría desconociendo el estado de derecho y los convenios internacionales”. Al borde de las lágrimas, y tras exigir la inmediata libertad de la mapuche Victoria Núñez Fernández, Millán cierra: “Soy una mujer mapuche pero también soy escritora, los libros han abierto mi mente, defendamos el derecho a pensar, a escribir y a leer, la democracia para todos, no sólo para la blanquitud, me estoy enterando de que me quieren encarcelar, quizás este sea mi último video, ante las difamaciones guarden mi verdad”.

El pasado martes 11 de febrero se realizaron diversos allanamientos en comunidades mapuche–tehuelches tales como las Lof Cañío, Catriman Colihueque y Nauelpan, entre otras, y en algunos domicilios de Esquel, en el marco de las causas que investigan la intencionalidad de los incendios en la Patagonia. También fue allanada una radio comunitaria, FM la Petü Mogeleiñ. En paralelo, Patricia Bullrich, quien tiene a su cargo el Sistema Nacional de Manejo del Fuego dentro del Ministerio de Seguridad, apareció en El Bolsón anunciando la creación de una nueva oficina burocrática: la Agencia Federal de Emergencia. El anunció sorprendió porque en el último año se subejecutó el presupuesto del Plan Nacional de Manejo del Fuego y fueron despedidos casi quinientos brigadistas.

Moira Millan.

Bullrich también señaló que caerán “con toda la fuerza de la ley a aquellos que incendian”. Mientras tanto, el fuego continúa, algunos focos en El Bolsón se van enfriando, pero la ayuda gubernamental no llega y los vecinos en las redes sociales agradecen a Dios y a la Mapu cuando llueve.

“Estos van a ser declarados, por el Artículo 41, como terroristas”, escribió Bullrich en X (ex-twitter), para referirse a la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), y para anunciar la detención de “una incendiaria terrorista pseudo mapuche”. La detenida es Núñez Fernández de 33 años, integrante de la Lof Pillan Mahuiza. En estos momentos se encuentra privada de su libertad en la Comisaría 1 de Esquel. Estuvo incomunicada desde el momento de su detención, y en ningún momento se le hizo saber por qué acción concreta estaba imputada. El 12 de febrero a las 12 se realizó la audiencia en la oficina judicial para definir su situación procesal. Luego, el juez penal Jorge Criado dictó, a pedido de la Fiscalía, la prisión preventiva por 60 días para esta mujer.

Núñez Fernández fue detenida en el contexto de allanamiento en Pillán Mahuiza, ubicada cerca de Corcovado, a 100 kilómetros de Esquel. “Las fuerzas especiales entraron a la fuerza, no querían mostrar la orden de allanamiento, rompieron puertas y ventanas, nos hicieron tirar a todos en el piso y a algunos le pusieron precintos en las manos”, explicó Evis Millán, hermano de Moira Millán weichafe (guerrera) de la comunidad.

En la radio comunitaria FM Petü Mogeleiñ, la policía provincial irrumpió en la radio sin avisar y sin orden de allanamiento, rompieron las cerraduras del local donde se encontraba el transmisor, la sala de operación y la de locución” , informan desde la radio. También rompieron la habitación de archivo que se encuentra en el lateral de la edificación, el SUM de la radio y una vivienda cercana. Durante el allanamiento también tiraron materiales diversos, comida y aparatos costosos que le permiten a la radio salir al aire, entre ellos, dos CPU que también les posibilita retransmitir por streaming. 

La semana pasada ANCCOM informaba sobre el inicio de las detenciones, primero a brigadistas y luego a mapuches, que en su mayoría terminaron con los imputados en libertad por falta de pruebas. Sin embargo, además de Núñez Fernández permanece detenido el albañil neuquino Nicolás Heredia, que estaba de vacaciones y acudió a llevar comida a los brigadistas que luchaban contra el fuego en Mallín Ahogado. Varios organismos de derechos humanos levantaron su voz por la cacería de brujas que está llevando adelante el Poder Judicial, tal como lo expresó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Por su parte, ayer el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) dijo que “la prisión preventiva a Nicolás Heredia y los allanamientos a medios de comunicación mapuche muestran una tendencia preocupante en el sistema penal en la Patagonia: la criminalización de defensores ambientales y el hostigamiento a comunidades indígenas”.

 

La conferencia de prensa del gobernador de Chubut

El gobernador Ignacio «Nacho» Torres encabezó una conferencia de prensa este martes 11, en donde se explayó sobre los allanamientos realizados. La conferencia fue titulada como “El atentado en Trevelin expone la red de responsables de los incendios en la provincia”, y en ella expuso una cronología de los hechos, un tanto particular. Comenzó mencionando el 2 de enero como el anuncio del desalojo de la “ocupación ilegal’’ en el Parque Nacional Los Alerces desde el 2020. En ese año el gobierno de Alberto Fernandez reconoció desde el Estado que esas tierras le correspondía al pueblo mapuche–tehuelche Lof Paillako, sin embargo el actual gobierno mantiene su postura de decir que fue una ocupación ilegal.

Torres continuó con el 9 de enero, el día del desalojo, que lo tituló como el día que “recuperamos las tierras tomadas”. Y afirmó que “menos de una semana después del desalojo, se inició el incendio intencional en Epuyén”. El mandatario provincial expresó que “muchas teorías conspiranoides de terraplanistas hacían referencia a grandes terratenientes que prendían fuego sus campos para lotear y vender las tierras, acá no hay grandes terratenientes.”. Sin embargo, nada dijo de los empleados del magnate británico Joe Lewis pretendiendo impedir el despegue de un avión hidrante y el ataque de un grupo similar, “la patota de gauchos armados con cuchillos” cuando se fue a pedir por la libertad de los brigadistas acusados la semana pasada. También hubo sospechas respecto al destino de las tierras quemadas, porque el presidente Javier Milei había anunciado que derogaría la ley que impide su venta por 60 años, algo que finalmente no sucedió.

En su cronología, acompañada por un Power Point, siguió con el 18 de enero como el día del “atentado incendiario” en la Estancia Amancay de Trevelin. Según Torres, a partir de esta situación se pudo “ver la vinculación entre los distintos focos y los responsables del atentado hecho con bombas molotov”. En ese punto acusó a Victoria Núñez Fernández, a Luisa Vanesa Roldan, a Lianca Millán, a Mau Belen Jones y a Moira Millán de “refugiarlos en una propiedad usurpada cerca de Corcovado”. Esa “propiedad usurpada” es la Lof Pillán Mahuiza, la que fuerzas especiales allanaron violentamente el 11 de febrero sin mostrar la orden judicial y detuvieron a Victoria Núñez Fernández. 

Finalmente Torres sostuvo que “el 4 de febrero denunciaron penalmente a Jones Huala, y dos días después se iniciaron seis focos de incendio simultáneos en El Pedregoso, y un día más tarde en Cholila”. Para Mirta Ñancunao, de la comunidad mapuche Las Huaytecas y werken (vocera) de la Coordinadora del Parlamento Mapuche–Tehuelche de Río Negro, “estos incendios es el medio que utilizan los gobiernos para despojar a comunidades y campesinos”. El condimento de la ensalada de datos que presentó Torres, como siempre, es la RAM, cuya actividad en la Patagonia es mucho menos protagónica que los funcionarios de derecha pretenden.

 

Por su parte, la Red Enfoques de medios comunitarios, alternativos y populares de la Patagonia afirmó: “Todavía desconocemos los motivos judiciales de este operativo, pero sabemos las razones políticas: buscar chivos expiatorios, perseguir y estigmatizar al pueblo mapuche–tehuelche, y a todo tipo de solidaridad comunitaria”. Y agregó que “no es casual la presencia en la zona de Patricia Bullrrich y de Luis Petri como ministros represores del gobierno nacional, sumado a las reiteradas declaraciones del gobernador de Chubut Ignacio Torres en contra del pueblo mapuche. Es claro que forma parte de una maniobra mediática, política y judicial represiva, en lugar de combatir el fuego y asistir a las familias damnificadas.”

El pasado fin de semana, en su show en Neuquén frente a medio millón de personas, Maria Becerra pidió donaciones por los incendios en la Patagonia. “Hay que visibilizar la situación, y sí el Estado no está dando la ayuda necesaria, la damos nosotros. Demostremos que Argentina es un pueblo solidario”, dijo la cantante. Al igual que cuando atacó a Lali Espósito, el presidente Javier Milei, vía historias de Instagram, respondió con un meme que dio a entender que la cantante quiere hacer plata con esa causa. 

 

¿Democracia o tierracracia? | Estuve ahí

¿Democracia o tierracracia? | Estuve ahí

Moira Millán, una mapuche que impulsó el Movimiento de Mujeres Indígenas del Buenvivir, señala que en estos 40 años el Estado no ha puesto en cuestión el mito de la Argentina blanca. La invisibilización de los pueblos originarios. ¿Por qué dice que aún hay una dictadura? La trampa del debate en Jujuy, su mirada del feminismo y del mundo universitario.

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales ? – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso, Estefanía Hernández e Ian Werbin.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini
Bariloche, territorio mapuche y feminista

Bariloche, territorio mapuche y feminista

El 36º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, busca unificar al movimiento feminista bajo una misma consigna: la visibilización de los reclamos de la comunidad mapuche.

El 14, 15 y 16 de este mes se realizará en Bariloche un nuevo Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias. Se estima que unas 100 mil personas se distribuirán en escuelas, clubes y otros lugares de la ciudad turística rionegrina para debatir, como cada octubre desde 1986, la agenda feminista.

El año pasado, este evento masivo se dividió en dos por primera vez, por un lado el Encuentro Nacional de Mujeres y por el otro el Encuentro que contemplaba la plurinacionalidad y a las disidencias. Ambos tuvieron lugar en San Luis, pero este último logró convocar a más gente y llevarse a cabo en octubre, su mes histórico. 

Tras el violento desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu de Villa Mascardi, por parte del Comando Unificado de Fuerzas Federales de Seguridad que detuvo a siete mujeres y niños mapuches, las Comisiones Organizadoras de los dos Encuentros acordaron unificarse y establecer a Bariloche como su próxima sede.

Para Moira Millán, weychafe mapuche –”guerrera” en idioma mapudungun– y coordinadora del Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, esta decisión implicó saldar las diferencias en torno a la nomenclatura y a la representatividad del Encuentro que tiene una larga historia: “Ganó una fuerza aglutinante y emergente en favor del reconocimiento de la plurinacionalidad y de la diversidad frente a un modelo de país racista, homofóbico y odiante que cree en los privilegios de ciertos sectores y desdeña el derecho de los demás”, sostiene en diálogo con ANCCOM.

La weychafe mapuche, en el Encuentro de 2016 en Rosario, fue quien instaló en el debate feminista la necesidad de hacerlo plurinacional: “Se me ocurrió plantear esta discusión para que tanto los derechos lingüísticos indígenas como nuestra mirada esté incluida de manera transversal en todos los temas y no únicamente en un taller sobre mujeres originarias”. Dos años después, cuando se resuelve hacerlo en Chubut –su provincia natal–, junto a sus compañeras del Movimiento por el Buen Vivir, inician la campaña “Nos Queremos Plurinacional” a la que otros colectivos también adhirieron.

Estos posicionamientos despertaron la respuesta de muchos sectores de la sociedad, el rechazo al cambio de la nomenclatura en el Encuentro de 2019 y la consecuente división el año pasado. “A partir de esa campaña nos dimos cuenta que la verdadera grieta en Argentina es el racismo”, explica Millán, quien remarca el cambio sustancial que provocó la elección de Bariloche como sede: “Esa respuesta de abrazarnos y decir ´vamos al territorio mapuche, vamos a Bariloche´, es una expresión más de cómo la participación de las mujeres indígenas se convirtió en una fuerza instituyente de agenda de los pueblos”.

Millán considera que uno de los desafíos radica en trasladar esta transformación sustancial a otros espacios del pueblo argentino donde la mirada plurinacional todavía no tiene lugar: a los partidos políticos, a las propuestas de los candidatos y principalmente a las políticas de Estado de los distintos gobiernos. Desde el espacio del Encuentro, subraya, nacen reclamos que terminan definiendo la agenda política y menciona el caso del aborto y del matrimonio igualitario como ejemplos.

Otro rasgo distintivo que hace de este Encuentro particular y diferente a otros, es el hecho de que se realice la semana previa a las elecciones presidenciales. “El verdadero debate, la verdadera disputa de las agendas de gobernabilidad que queremos nosotras, se va a dirimir en este espacio”, afirma Millán.

Lilen Gallo, militante feminista del Frente Patria Grande y parte de la Comision Organizadora del 36º Encuentro, también destaca la importancia del contexto electoral: “Estamos en uno de los momentos más importantes de la política argentina y está todo en juego, así que desde la militancia tenemos la tarea de llevar esta discusión al Encuentro”, señala a ANCCOM

La participación de las comunidades originarias contribuye a su visibilización como sujetos y actores sociales frente a un intento constante de negarles sus territorios, perseguirlos, desalojarlos y relegarlos a la marginalización. Gallo cuenta que a partir del Encuentro de Chaco y después con el de Trelew, “le cayó la ficha” sobre la fuerte presencia de este sector social en la escena pública y que por eso le sorprendió lo sucedido el año pasado dentro del movimiento: “Me pareció llamativo que se haya partido el Encuentro, porque para mí algo maravilloso que tiene el movimiento feminista es que, a pesar de todas las diferencias, reúne un arco muy amplio de organizaciones, de espacios, de personas y tiene un foco común muy claro”.

En relación a esta experiencia pasada, resalta el trabajo en conjunto que se hace este año junto a las comunidades mapuches: “Vamos a poder pensarnos desde otras maneras de habitar la tierra que son más viejas de las que nos enseñaron. Este Encuentro puede ser transformador en el avance de muchas discusiones”.

El 36º Encuentro Plurinacional de  Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries marca una presencia también global. “Somos una gran vidriera de todas las experiencias de resistencia y por eso muchas mujeres de todas partes del mundo van a participar en nuestro espacio en Bariloche. Este es el principio de un camino hacia la plurinacionalidad”, concluye Moira Millán.

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

La documentalista María Laura Vázquez cuenta cómo filmó «La rebelión de las Flores», el documental que muestra desde adentro la toma, por parte de mujeres indígenas, de la cartera que encabezaba Rogelio Frigerio durante el macrismo. Entrevista publicada el 4 de agosto de 2022.

La documentalista María Laura Vásquez, habla sobre su última película La rebelión de las flores sobre la ocupación pacífica del Ministerio del Interior, ocurrida en 2019, durante el gobierno de Mauricio Macri, en la que durante 11 días un grupo de mujeres indígenas organizadas reclamó ser escuchadas, por las necesidades básicas para sus familias,  por sus territorios  y por la dignidad de sus vidas y las de sus comunidades. En un contexto de desfinanciamiento de la cultura, la realizadora cuenta la travesía que fue grabar ese hecho sin precedentes en la historia del continente latinoamericano y la poca relevancia que dio la prensa, el clima de tensión con la autoridad, el rol de la mujer indígena y militante y su representación.  

¿Cómo nace la iniciativa de rodar la película?

La película no arrancó en la ocupación pacífica sino que inició cuatro años antes. Yo conocí a Moira Millán (fundadora del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir) por intermedio de un amigo. Empecé a profundizar el vínculo con ella, conocí a las hermanas, y en ese momento me interesó las críticas y propuestas que hacía el movimiento y empecé a registrar, a conocerlas, a compartir situaciones con ellas. Fuimos juntas al Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, con Moira fuimos al Encuentro de Mujeres que Luchan en Chiapas, estuve en el nacimiento de su nieta. Fue ella la que se me acercó y me dijo que quería hacer una película conmigo. Asique cuando arranca la ocupación ya había años de vínculo. Por eso puede parecer extraño el nivel de cercanía que tiene la cámara.  

¿Cómo se desarrolla ese efecto de cercanía en el film?

La puesta en escena de la cercanía fue algo que partió más de la precariedad del registro que de una decisión estética. Yo filmé esa película sola, con una cámara de 50 mm –porque era el lente más liviano y luminoso que tenía– y un micrófono colgado al cuello. Trabajé a 3.600 asas porque ahí adentro estaba muy oscuro y no tenía luces. Ese lente implica un foco muy reducido entonces la cuestión de cercanía estuvo implicada, además, por un espacio de registro muy pequeño, un lugar de 4×4 con veintipico de mujeres adentro conviviendo durante 11 días. Trabajé con lo que tenía y paradójicamente creo que es la mejor elección que surgió del azar, porque desde esa mirada podía sugerirse una hermana más. Con el correr de los días, ellas perdían el registro de la cámara porque yo estaba ahí todo el tiempo. Dormía, comía con ellas, mi presencia estaba absolutamente naturalizada. Siempre que filmaba algo le preguntaba a las hermanas, les preguntaba, me daban acceso, sabían que yo estaba haciendo una película. Además, en el documental no hay nada guionado. Una crítica dice que es un docuficción, cosa que me dio mucha risa, supongo que porque creyó que era inverosímil que yo estuviera tan cerca en determinadas situaciones. Pero yo no soy de laburar haciendo puestas en escena, sino que veo lo que hay y acomodo la cámara en función a eso, no al revés. Hay escenas llamativas en las que justo entra un secretario, por ejemplo. Son esas cosas que pasan cuando uno está conectado, no sé si es algo cósmico o espiritual pero sucedía que a veces pasaban las cosas y yo estaba en el lugar exacto donde registrarlas. 

¿Cómo se organizaron para ocupar el hall del Ministerio del Interior durante 11 días? 

La verdad es que se llegó con lo que se tenía y a medida que iban pasando los días, primero una se dormía en el piso, algunas desenrollaban las colchonetitas o bolsas de dormir que habían llevado. Después, a medida que empezó a aparecer un poquito la solidaridad, se hacían donaciones de comida, colchones, un gazebo afuera, una estructura un tanto mejor. Yo, por ejemplo, dormía sobre una colchoneta de yoga que me había llevado.

¿Tuviste problemas para grabar alguna parte de la película?

En tanto a los representantes del Estado, podría preguntarse cómo dejaron que se filmaran algunas cosas. Yo creo que tiene que ver con la falta de autocrítica y percepción de las barbaridades que hacen en relación a un cierto pueblo. En ningún momento me impidieron grabar ni hay ninguna cámara oculta. Eso plasma la brutalidad histórica que el Estado ha tenido con los pueblos y las mujeres originarias 

¿Qué sentían con respecto a las fuerzas de seguridad? ¿Había tensión? 

Era una ocupación pacífica pero era una ocupación al fin. La latencia de una posible situación represiva de desalojo estaba presente todo el tiempo. La policía se la pasaba afuera. Una no sabía cuando eso podía llegar a pasar a otro tipo de acción. De hecho, se intentaba tener una mínima logística para ver cómo se podía reaccionar con respecto a las personas con problemas de salud o movilidad. Había una preocupación y una angustia de que se pudiera herir a alguna hermana. Yo intentaba sacar todo el material que tenía, todos los días venía alguien y se llevaba las tarjetas de memoria para no perder el material si había algún incidente. 

 ¿Cómo se grabó la parte de la reunión con el ministro Rogelio Frigerio? 

Ahí no me dejaron entrar con la cámara y nos habían hecho dejar todos los celulares afuera. Las hermanas insistieron y dijeron que no se iban a mover si no las dejaban tener un registro audiovisual de la reunión, entonces las autoridades terminaron accediendo. El sonido y la imagen están captadas desde un celular. En un momento me dio mucha angustia porque no estaban consiguiendo nada y pedí a las hermanas hablar. Les dije a ellos que por favor pusieran un interlocutor para que haga el seguimiento del caso. Pero esa toma la saqué.  

 ¿Cómo te sentías vos detrás de la cámara? ¿Por qué decidiste no aparecer?

Muchas veces crucé el lugar de la mera observadora a la acción porque la necesidad de la situación me lo exigía. Yo me sentía parte de ellas de alguna manera. Yo charlaba mucho con ellas. En un momento en el montaje había más participación mía como personaje en off, pero después decidí sacarla porque me pareció que funcionaba más esta cuestión de “hermana transparente” que está ahí. Además, yo no soy una mujer originaria –tengo una abuela guaraní pero en términos culturales no viví en una nación indigena– y me pareció una incidencia que no estaba bien. 

 ¿Cómo se trabajó la forma de representación de las mujeres indígenas en el documental?

Hacer esta película era toda una película atrás. Sobre todo con Moira fue una película muy charlada y discutida. Aunque ella me buscó para hacerla, las dudas de ella de sentirse o no representada por quien era yo estuvieron presentes todo el tiempo. Hubo varias complejidades y momentos de tensión para ver cómo se resolvían algunas cosas. Todas estuvimos de acuerdo en que no es una película indígena, sino que es una narrativa recontra clásica occidental. Es una película realizada desde una gran empatía emocional e ideológica con una causa, pero de una mujer occidental. Y creo que dirigida también a un público con esas características, y ese era el objetivo. Eso se charló y se debatió con la participación de todas. Estaban presentes en la postproducción y daban sus devoluciones. La película estuvo terminada cuando ellas se sintieron representadas. 

Por qué creés que el hecho en sí no tuvo visibilidad mediática?

No existe un hecho parecido en el mundo como la ocupación pacífica de un ministerio de Interior y menos por un grupo de mujeres indígenas. Fue muy llamativo el silenciamiento mediático que se hizo de eso. Página/12 solamente sacó una nota y algunos medios alternativos, pero no se hizo ninguna cobertura. En lo que refiere a la prensa se invisibilizó absolutamente. Y de la gente en general, nadie se interesaba o se paraba a escuchar. La selección del material refleja la indiferencia del porteño de a pie que pasaba frente al Ministerio.  

 ¿Por qué elegiste hacer este documental?

Hace 20 años laburo en esto y siempre hice documentales políticos y  sociales en América Latina que intenten registrar procesos políticos que buscaran cambios más soberanos, revolucionarios y generen modelos que no fueran los neoliberales en el continente. El tema indigena aparecía como el germen de todo. No hay forma de explicar la desigualdad, la estratificacion, el genocidio, el patriarcado de América Latina si uno no se retrotrae a estos espacios. Para mí, conocer a Moira y al movimiento fue fundamental para decidir centrarme por primera vez en esa temática. Ahí converge la lucha de los pueblos originarios con la de las mujeres en una combinación muy importante porque, como dice Moira en la película, en general cuando se cuenta la resistencia indígena por la tierra, los protagonistas son hombres. Me parecía que era importante relatar lo que implica que la mujer salga a militar por la causa que sea. Hacer una película de estas características es un acto militante y estoy traspasada por todas esas demandas. 

 ¿Qué implica que la mujer salga a militar?

Lo que implica cuando la mujer decide salir a un acto como este tiene una eminencia de peligrosidad porque las mujeres seguimos siendo el centro de cuidado familiar. Con todos los miedos que tenemos, a mi también me daba miedo que entre la policía porque yo estaba en la misma situación que ellas, el temor por nuestros hijos. Quería, sin evitar esa conflictividad, mostrarlas como mujeres valientes pero a la vez profundamente vulnerables como lo somos cada vez que hacemos algo así. Ellas no son militantes sin contradicciones o totalmente resueltas con que no hay otra cosa que no sea la lucha, sino que están todo el tiempo resolviendo otras cosas y traspasadas por mil conflictos. 

 ¿Qué te impulsa a lidiar con el miedo y hacer la película de todas formas?

Creo que es tan importante lo que tengo que contar que asumo esos riesgos. Pero hasta diría que la mía es una elección burguesa. En el caso de ellas, qué miedo van a tener si ya les mataron a los hijos, si se están muriendo de hambre, si no toman agua hace dos semanas. Son mujeres que llegaron a ese punto porque estaba en juego lo más básico y ya no había elección posible.     

 En este sentido, ¿qué se puso en juego en tu rol de madre?

A mis hijos los había dejado con una gran amiga que fue una segunda madre para ellos, que siempre los cuida porque, en general, me ausentó mucho por este tipo de trabajos. En la ocupación me sonaba el teléfono todo el tiempo para hacerme reclamos cotidianos, qué faltaba algo o que se peleaban entre ellos. Lo que me preocupaba, más que ellos que estaban cerca y bien cuidados, era que me pasara algo a mí. Yo soy madre monoparental, hija única, estructura troncal económica de la familia y la que cuida a todo el mundo. Sin embargo, lo que siempre tuve claro es que esto es una necesidad vital. Me da mucha felicidad hacer lo que hago y siento que mucho tiene que ver con mis hijos. No podría dejar de hacer lo que hago por una cuestión de quedarme en casa –aunque lo vivo con alegría–, no me lo perdonaría nunca. 

 ¿De qué forma se desarrolló el proceso de producción, postproducción y su estreno en este contexto crítico para la cultura?

Durante años estuve laburando sola porque no tenía un peso. Varios años después conseguimos financiamiento del INCAA. Con eso pudimos terminar de filmar algunas cosas. Arranqué hace cuatro años y recién pudimos terminar de filmar el año pasado en pandemia. El tiempo de postproducción fue larguísimo porque la cantidad de material era bestial. Vi las cientos de horas de todo lo grabado, empecé a seleccionar y armar secuencias y vi claramente que la película tenía toda su fuerza narrativa en la ocupación y ahí decidí centrarla. 

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

La documentalista María Laura Vázquez cuenta cómo filmó «La rebelión de las Flores», el documental que muestra desde adentro la toma, por parte de mujeres indígenas, de la cartera que encabezaba Rogelio Frigerio durante el macrismo.

La documentalista María Laura Vásquez, habla sobre su última película La rebelión de las flores sobre la ocupación pacífica del Ministerio del Interior, ocurrida en 2019, durante el gobierno de Mauricio Macri, en la que durante 11 días un grupo de mujeres indígenas organizadas reclamó ser escuchadas, por las necesidades básicas para sus familias,  por sus territorios  y por la dignidad de sus vidas y las de sus comunidades. En un contexto de desfinanciamiento de la cultura, la realizadora cuenta la travesía que fue grabar ese hecho sin precedentes en la historia del continente latinoamericano y la poca relevancia que dio la prensa, el clima de tensión con la autoridad, el rol de la mujer indígena y militante y su representación.  

¿Cómo nace la iniciativa de rodar la película?

La película no arrancó en la ocupación pacífica sino que inició cuatro años antes. Yo conocí a Moira Millán (fundadora del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir) por intermedio de un amigo. Empecé a profundizar el vínculo con ella, conocí a las hermanas, y en ese momento me interesó las críticas y propuestas que hacía el movimiento y empecé a registrar, a conocerlas, a compartir situaciones con ellas. Fuimos juntas al Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, con Moira fuimos al Encuentro de Mujeres que Luchan en Chiapas, estuve en el nacimiento de su nieta. Fue ella la que se me acercó y me dijo que quería hacer una película conmigo. Asique cuando arranca la ocupación ya había años de vínculo. Por eso puede parecer extraño el nivel de cercanía que tiene la cámara.  

¿Cómo se desarrolla ese efecto de cercanía en el film?

La puesta en escena de la cercanía fue algo que partió más de la precariedad del registro que de una decisión estética. Yo filmé esa película sola, con una cámara de 50 mm –porque era el lente más liviano y luminoso que tenía– y un micrófono colgado al cuello. Trabajé a 3.600 asas porque ahí adentro estaba muy oscuro y no tenía luces. Ese lente implica un foco muy reducido entonces la cuestión de cercanía estuvo implicada, además, por un espacio de registro muy pequeño, un lugar de 4×4 con veintipico de mujeres adentro conviviendo durante 11 días. Trabajé con lo que tenía y paradójicamente creo que es la mejor elección que surgió del azar, porque desde esa mirada podía sugerirse una hermana más. Con el correr de los días, ellas perdían el registro de la cámara porque yo estaba ahí todo el tiempo. Dormía, comía con ellas, mi presencia estaba absolutamente naturalizada. Siempre que filmaba algo le preguntaba a las hermanas, les preguntaba, me daban acceso, sabían que yo estaba haciendo una película. Además, en el documental no hay nada guionado. Una crítica dice que es un docuficción, cosa que me dio mucha risa, supongo que porque creyó que era inverosímil que yo estuviera tan cerca en determinadas situaciones. Pero yo no soy de laburar haciendo puestas en escena, sino que veo lo que hay y acomodo la cámara en función a eso, no al revés. Hay escenas llamativas en las que justo entra un secretario, por ejemplo. Son esas cosas que pasan cuando uno está conectado, no sé si es algo cósmico o espiritual pero sucedía que a veces pasaban las cosas y yo estaba en el lugar exacto donde registrarlas. 

¿Cómo se organizaron para ocupar el hall del Ministerio del Interior durante 11 días? 

La verdad es que se llegó con lo que se tenía y a medida que iban pasando los días, primero una se dormía en el piso, algunas desenrollaban las colchonetitas o bolsas de dormir que habían llevado. Después, a medida que empezó a aparecer un poquito la solidaridad, se hacían donaciones de comida, colchones, un gazebo afuera, una estructura un tanto mejor. Yo, por ejemplo, dormía sobre una colchoneta de yoga que me había llevado.

¿Tuviste problemas para grabar alguna parte de la película?

En tanto a los representantes del Estado, podría preguntarse cómo dejaron que se filmaran algunas cosas. Yo creo que tiene que ver con la falta de autocrítica y percepción de las barbaridades que hacen en relación a un cierto pueblo. En ningún momento me impidieron grabar ni hay ninguna cámara oculta. Eso plasma la brutalidad histórica que el Estado ha tenido con los pueblos y las mujeres originarias 

¿Qué sentían con respecto a las fuerzas de seguridad? ¿Había tensión? 

Era una ocupación pacífica pero era una ocupación al fin. La latencia de una posible situación represiva de desalojo estaba presente todo el tiempo. La policía se la pasaba afuera. Una no sabía cuando eso podía llegar a pasar a otro tipo de acción. De hecho, se intentaba tener una mínima logística para ver cómo se podía reaccionar con respecto a las personas con problemas de salud o movilidad. Había una preocupación y una angustia de que se pudiera herir a alguna hermana. Yo intentaba sacar todo el material que tenía, todos los días venía alguien y se llevaba las tarjetas de memoria para no perder el material si había algún incidente. 

 ¿Cómo se grabó la parte de la reunión con el ministro Rogelio Frigerio? 

Ahí no me dejaron entrar con la cámara y nos habían hecho dejar todos los celulares afuera. Las hermanas insistieron y dijeron que no se iban a mover si no las dejaban tener un registro audiovisual de la reunión, entonces las autoridades terminaron accediendo. El sonido y la imagen están captadas desde un celular. En un momento me dio mucha angustia porque no estaban consiguiendo nada y pedí a las hermanas hablar. Les dije a ellos que por favor pusieran un interlocutor para que haga el seguimiento del caso. Pero esa toma la saqué.  

 ¿Cómo te sentías vos detrás de la cámara? ¿Por qué decidiste no aparecer?

Muchas veces crucé el lugar de la mera observadora a la acción porque la necesidad de la situación me lo exigía. Yo me sentía parte de ellas de alguna manera. Yo charlaba mucho con ellas. En un momento en el montaje había más participación mía como personaje en off, pero después decidí sacarla porque me pareció que funcionaba más esta cuestión de “hermana transparente” que está ahí. Además, yo no soy una mujer originaria –tengo una abuela guaraní pero en términos culturales no viví en una nación indigena– y me pareció una incidencia que no estaba bien. 

 ¿Cómo se trabajó la forma de representación de las mujeres indígenas en el documental?

Hacer esta película era toda una película atrás. Sobre todo con Moira fue una película muy charlada y discutida. Aunque ella me buscó para hacerla, las dudas de ella de sentirse o no representada por quien era yo estuvieron presentes todo el tiempo. Hubo varias complejidades y momentos de tensión para ver cómo se resolvían algunas cosas. Todas estuvimos de acuerdo en que no es una película indígena, sino que es una narrativa recontra clásica occidental. Es una película realizada desde una gran empatía emocional e ideológica con una causa, pero de una mujer occidental. Y creo que dirigida también a un público con esas características, y ese era el objetivo. Eso se charló y se debatió con la participación de todas. Estaban presentes en la postproducción y daban sus devoluciones. La película estuvo terminada cuando ellas se sintieron representadas. 

Por qué creés que el hecho en sí no tuvo visibilidad mediática?

No existe un hecho parecido en el mundo como la ocupación pacífica de un ministerio de Interior y menos por un grupo de mujeres indígenas. Fue muy llamativo el silenciamiento mediático que se hizo de eso. Página/12 solamente sacó una nota y algunos medios alternativos, pero no se hizo ninguna cobertura. En lo que refiere a la prensa se invisibilizó absolutamente. Y de la gente en general, nadie se interesaba o se paraba a escuchar. La selección del material refleja la indiferencia del porteño de a pie que pasaba frente al Ministerio.  

 ¿Por qué elegiste hacer este documental?

Hace 20 años laburo en esto y siempre hice documentales políticos y  sociales en América Latina que intenten registrar procesos políticos que buscaran cambios más soberanos, revolucionarios y generen modelos que no fueran los neoliberales en el continente. El tema indigena aparecía como el germen de todo. No hay forma de explicar la desigualdad, la estratificacion, el genocidio, el patriarcado de América Latina si uno no se retrotrae a estos espacios. Para mí, conocer a Moira y al movimiento fue fundamental para decidir centrarme por primera vez en esa temática. Ahí converge la lucha de los pueblos originarios con la de las mujeres en una combinación muy importante porque, como dice Moira en la película, en general cuando se cuenta la resistencia indígena por la tierra, los protagonistas son hombres. Me parecía que era importante relatar lo que implica que la mujer salga a militar por la causa que sea. Hacer una película de estas características es un acto militante y estoy traspasada por todas esas demandas. 

 ¿Qué implica que la mujer salga a militar?

Lo que implica cuando la mujer decide salir a un acto como este tiene una eminencia de peligrosidad porque las mujeres seguimos siendo el centro de cuidado familiar. Con todos los miedos que tenemos, a mi también me daba miedo que entre la policía porque yo estaba en la misma situación que ellas, el temor por nuestros hijos. Quería, sin evitar esa conflictividad, mostrarlas como mujeres valientes pero a la vez profundamente vulnerables como lo somos cada vez que hacemos algo así. Ellas no son militantes sin contradicciones o totalmente resueltas con que no hay otra cosa que no sea la lucha, sino que están todo el tiempo resolviendo otras cosas y traspasadas por mil conflictos. 

 ¿Qué te impulsa a lidiar con el miedo y hacer la película de todas formas?

Creo que es tan importante lo que tengo que contar que asumo esos riesgos. Pero hasta diría que la mía es una elección burguesa. En el caso de ellas, qué miedo van a tener si ya les mataron a los hijos, si se están muriendo de hambre, si no toman agua hace dos semanas. Son mujeres que llegaron a ese punto porque estaba en juego lo más básico y ya no había elección posible.     

 En este sentido, ¿qué se puso en juego en tu rol de madre?

A mis hijos los había dejado con una gran amiga que fue una segunda madre para ellos, que siempre los cuida porque, en general, me ausentó mucho por este tipo de trabajos. En la ocupación me sonaba el teléfono todo el tiempo para hacerme reclamos cotidianos, qué faltaba algo o que se peleaban entre ellos. Lo que me preocupaba, más que ellos que estaban cerca y bien cuidados, era que me pasara algo a mí. Yo soy madre monoparental, hija única, estructura troncal económica de la familia y la que cuida a todo el mundo. Sin embargo, lo que siempre tuve claro es que esto es una necesidad vital. Me da mucha felicidad hacer lo que hago y siento que mucho tiene que ver con mis hijos. No podría dejar de hacer lo que hago por una cuestión de quedarme en casa –aunque lo vivo con alegría–, no me lo perdonaría nunca. 

 ¿De qué forma se desarrolló el proceso de producción, postproducción y su estreno en este contexto crítico para la cultura?

Durante años estuve laburando sola porque no tenía un peso. Varios años después conseguimos financiamiento del INCAA. Con eso pudimos terminar de filmar algunas cosas. Arranqué hace cuatro años y recién pudimos terminar de filmar el año pasado en pandemia. El tiempo de postproducción fue larguísimo porque la cantidad de material era bestial. Vi las cientos de horas de todo lo grabado, empecé a seleccionar y armar secuencias y vi claramente que la película tenía toda su fuerza narrativa en la ocupación y ahí decidí centrarla.