Mocha Celis tiene nuevo edificio

Mocha Celis tiene nuevo edificio

El bachillerato que nació para darle la posibilidad de titularse a la comunidad travesti-trans se muda a una sede que duplica su espacio para albergar a 300 estudiantes.

En las últimas semanas, el Bachillerato Popular Mocha Celis, conocida asociación civil dedicada a “tejer por la igualdad de derechos para las personas Travestis, Trans y No Binarias”, se mudó de sus antiguas instalaciones en el barrio de Chacarita a un nuevo edificio más amplio ubicado en la Av. Jujuy al 748, Balvanera, buscando albergar con comodidad a sus 300 estudiantes. “Allá teníamos 160 metros cuadrados y acá 650”, comentó Manu Mireles, secretaria académica del bahcillerato.

Desde su fundación en 2011, Mocha Celis se constituyó como una Unidad de Gestión Educativa Experimental, es decir, una escuela secundaria gratuita que busca darles la posibilidad de estudiar a las personas del colectivo travesti trans y no binaries (TTNB) con el objetivo de consruir mejores oportunidades de futuro. Las estadísticas reflejadas en La Revolución de las Mariposas -informe sobre las condiciones de vida de la población travesti trans- destacan el trabajo de la asociación ya que, para el año 2005, el 64% de las personas autopercibidas trans no había terminado la escuela primaria y solo el 20,8% había terminado el secundario. En 2016, ya un 24,3% contaba con el secundario completo.

Teniendo en cuenta la marginación social de este colectivo y el alto porcentaje de “expulsión” de la educación formal, el objetivo principal de Mocha Celis es crear un espacio de igualdad: “Nuestro trabajo no es una ayuda al colectivo trans, sino una forma de  profundizar la democracia y garantizar la justicia social”, sostuvo Mireles.

Maryanne Lettieri, tesorera y socia fundadora de la Organización Civil Mocha Celis, contó que aunque una mayoría de estudiantes llega a la escuela a través del “boca en boca”, les docentes llevan a cabo diferentes acciones para difundir e invitar a formar parte de la asociación. Para Lattieri la “explosión” de matrícula de los últimos años tuvo que ver con que “por un lado, la pandemia ayudó mucho a que las personas trans se decidieran a empezar a estudiar, y por el otro, con la reglamentación de la Ley de Cupo Laboral Trans que también motivó a que busquen el título para poder insertarse en el ámbito laboral”.

En Mocha Celis, quienes concluyen el bachillerato acceden al título de “Perito y Desarrollo de las Comunidades” y también a diferentes certificaciones gracias a los talleres extracurriculares que se desarrollan en este mismo espacio. Los programas #TejeSolidario, Acceso a Derechos, Empleo Trans, Escuela Popular de Géneros, Biblioteca Lohana Berkins, Encuentros regionales, Cultura y saberes, Alfabetización Digital buscan desarrollar saberes y habilidades para mejorar la calidad de vida de las personas TTNB.

Hacer un trabajo integral en relación a la formación y la inserción laboral no es tarea sencilla. La Mocha, bautizada por sus estudiantes como “escuela ternura”, abraza fuerte y “hace que las personas despierten ese sueño que tenían en la infancia o la juventud de querer ser en el sentido de dedicarse a, en el sentido de sus deseos”. Política y éticamente la construcción es compleja porque «más allá de las leyes sigue habiendo situaciones en donde te formaste, estudiaste, hiciste cursos y cuando vas a buscar laburo hay resistencia o, si hay apertura, buscan contratar a personas que no están atravesando situaciones complejas «, comentó enfáticamente Lettieri.

Acompañar las trayectorias escolares de personas que en su mayoría ha tenido la prostitución como un destino casi ineludible implica “la necesidad de poner en marcha una serie de dispositivos que ayuden desde el compromiso de acompañar a sostener la cursada. Por esto el horario del estudio se estableció entre las 14 y las 18.30 horas ya que la mayoría de estudiantes trabaja de noche y una cursada temprano se hacía insostenible.

 

El lenguaje inclusivo 

-¿Es verdad que nos van a prohibir mencionarnos en la escuela? ¿Que no vamos a poder llamarnos como nos llamamos?

La pregunta que habilita este diálogo en la entrada de la escuela para Manu Mireles resumió lo que significa para el bachillerato la medida de la ministra Soledad Acuña de prohibir el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas porteñas.

Para la secretaria académica «es una medida antidemocrática, que viola la posibilidad de garantizar la Ley de Identidad de Género y de continuar profundizando la perspectiva de trabajo con la ESI. Tenemos que comprender que la propuesta del lenguaje no binario lo que intenta cambiar es la sociedad y no la gramática en sí misma. Mientras, nos seguimos preguntando qué pasa con les docentes que somos elles, con les estudiantes, con todas las personas que nos identificamos y comprendemos que el lenguaje es dinámico, es una construcción colectiva e implica un espacio de disputa de poder y de generación de nuevos sentidos en la sociedad». Y agregó: «En la Mocha Celis es totalmente inaplicable esta medida que prohíbe, en democracia, poder decir en palabras propias quiénes somos. Es una manera de anular la existencia de una persona, por lo que viola el marco normativo vigente. El Gobierno de la Ciudad tiene la legitimidad que implica haber ganado y estar en una posición de gobierno. Pero aunque nos quiten el agua no van a poder quitarnos la sed».

La Ley de Cupo Laboral

 Consultadas por la influencia que la Ley de Cupo Laboral puede tener en la realidad, Mireles y Lettieri coinciden en que “ninguna ley hace a un cambio cultural”, sino que se trata más bien de “salir a disputar las relaciones de sentido y conocimiento, es decir, qué se dice, cómo y quién lo dice, además de generar estadísticas que sirvan de instrumento a la gestión de políticas públicas. Esas estadísticas que los organismos manejan son las que hacemos nosotras”, afirmaron en referencia a las investigaciones “Cumbia, copeteo y lágrimas” (2007) y “La Revolución de las Mariposas” (2017) que buscan dar cuenta de la situación de la comunidad en CABA.

La ley de cupo contempla únicamente el 1% del empleo público pero nada dice del sector privado, este es otro punto con el que, en el momento de discutirse la normativa, las organizaciones señalaron. Por otra parte,  los empleos disponibles reproducen los estereotipos: las mujeres trans van a limpiar y los hombres a decidir. “No hay ninguna mujer trans que tome decisiones, no en nuestros registros y el del Ministerio de Mujeres, incluso en las listas de los partidos, las mujeres trans quedaron últimas”, sostuvo Lettieri.

Es por todo esto que el programa Empleo Trans, coordinado por Maryanne Lettieri, busca tender puentes, desde 2015, entre personas de la comunidad que buscan empleo y empresas que buscan talento TTNB. Funciona como nexo entre el bachillerato y posibles espacios laborales estatales y privados. A su vez, se dedica a la capacitación en empresas y entornos de trabajo acompañando las inserciones de personas TTNB con asesoramiento continuo sobre cuestiones como uso de baños y problemas con las obras sociales o las ART, entre otras. En los dos años de pandemia se lograron, a través de este programa, 43 nuevas inserciones laborales formales en el sector público y privado, en los ámbitos de tecnología, administración, bancario y logística. Sobre la puesta en marcha del programa, Lettieri comentó: “Cuando hacemos capacitaciones en las empresas lo que primero salta es el desconocimiento. Entonces el logro es que se empiecen a abrir un montón de aristas, que personas se acerquen y nos digan ‘me acabo de dar cuenta que toda la vida discriminé’”.

El paradigma desde el cual se trabaja no es el de la inclusión o “no exclusión” sino el de la valoración porque “hablar de inclusión es como ser la gota de aceite que da vueltas en una olla con agua, estoy en la olla, pero sigo siendo esa gota de aceite”, sostuvo Lettieri.

Cuando la visita al nuevo edificio estaba llegando a su fin, Francisco “Pancho” Quiñones Quarta, director del bachillerato, se acercó a conversar con ANCCOM. “Este edificio –dijo es provisorio, vamos a estar acá seis años, ¡no quiero pensar ahora en otra mudanza!”, comentó con suspiro agotado. Grata sorpresa saber que todo lo bello que acontece con el crecimiento de la matrícula y al edificio propio es tan solo una parada previa. El edificio definitivo de la Mocha se encuentra en el barrio de Once, “entre la Estación y Cromañón” y actualmente lo están refaccionando. El trabajo llevará tiempo porque el objetivo es readaptar el antiguo espacio ferroviario a las necesidades de la organización civil procurando conservar el patrimonio histórico, “algo bastante difícil en Buenos Aires”. Al lado de la Mocha funcionará, además, el nuevo edificio del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación (MMGyD), organismo rector de las políticas de género y diversidad a nivel nacional. Pancho estaba apurado. Prometió seguir la charla en otro momento porque corría hacia un aula: “es importante porque estamos con el curso de extraccionistas y tiene certificado y salida laboral”.

Otra escuela víctima de la inmobiliaria de Rodríguez Larreta

Otra escuela víctima de la inmobiliaria de Rodríguez Larreta

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea mudar la primaria Indira Gandhi, con más de 50 años de historia y a la que asisten chicas y chicos de barrios populares, para instalar allí un parque cervecero. Las familias resisten y denuncian el negocio que hay detrás del traslado.

Hace más de medio siglo que la Escuela N° 11 D.E 10 “Indira Gandhi” funciona en el mismo lugar, muy cerca de la Costanera Norte y de la Ciudad Universitaria, en un predio de dos hectáreas con canchas de fútbol y básquet, árboles frutales y hasta plantas de moras. También hay una enorme huerta que siembran y cosechan los alumnos que cursan la primaria bajo la modalidad de jornada completa, la mayoría de ellos del Barrio Mugica. Pero al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta parece importarle sólo los negocios inmobiliarios, y la Indira Ghandi tiene la desgracia de estar ubicada en una de las zonas más cotizadas de la ciudad.

El edificio de la escuela está en perfecto estado: galerías para aprovechar los espacios cuando hace frío o llueve, un amplio comedor con cocina, calefacción, aulas cómodas y luminosas, y mucho espacio para que los estudiantes jueguen y corran. Todo decorado con sus obras: murales, fotos intervenidas, pinturas sobre superficies recicladas, collages hechos con distinto tipos de materiales.

Así y todo, el Ministerio de Educación porteño planea mudar la escuela. Paola Rocha es  exalumna y en 2010 volvió como mamá. Hoy ocupa la presidencia de la cooperadora y desde allí lucha para frenar el traslado inminente. Cuenta que en sus inicios, Indira Gandhi era una escuela asistencial para los barrios carenciados de los alrededores, incluido el conurbano. Ofrecía asistencia pedagógica y dos psicólogos. También dos consultorios odontológicos que dependían del Rotary Club. Y, fundamentalmente, proveía de alimentación abundante y de calidad hecha en el comedor.

De a poco, relata Rocha, se le fue quitando presupuesto y dejó de funcionar como escuela asistencial. Se retiró la ayuda psicológica y se cerraron los consultorios odontológicos. Y con respecto a la comida, no solo se achicaron las porciones, sino que además bajó la calidad.

La pelea con el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires viene de hace rato. «Cuando volví como mamá, llevando a mis hijos, me encontré con una escuela vacía, con menos de diez alumnos en las aulas -rememora-. ¿Por qué había cincuenta chicos donde antes había más de doscientos?”. Pronto comenzaron a llegar las intimaciones de cierre por la baja matrícula, pero considerando la sistemática falta de vacantes en la Ciudad de Buenos Aires, la comunidad del colegio se puso en alerta.

“Empezamos a preguntarnos qué pasaba. Ahí fue cuando entré como presidenta de la cooperadora. Llegamos a pensar que nadie elegía a la Indira Gandhi por nuestra reputación, que como éramos la mayoría de la villa, nadie quería venir. Cuando empezó la inscripción online nos dimos cuenta que nuestra escuela no estaba en el sistema. Así, supimos que no había forma de que nuestra matrícula aumente», sostiene Rocha.

Las familias y la cooperadora se organizaron para sumar alumnos y llenar los grados por el boca en boca, volanteando, haciendo cadenas. Hoy, gracias a este esfuerzo, el establecimiento tiene 180 alumnos. De manera similar, tras 10 años de batalla y acciones legales, lograron que el Gobierno les proporcione los cuatro micros escolares que se requieren para llevar a los chicos y chicas a estudiar.

«¿Por qué había cincuenta chicos donde antes había más de doscientos?”, reflexiona Paola Rocha.

El año pasado, cuando los rumores de traslado se hicieron más fuertes, la cooperadora se movilizó y en noviembre hizo un reclamo ante la Defensoría del Pueblo, que fue respondido en abril pasado. Se les informó que el traslado está previsto para mediados de 2023 y que el edificio nuevo se va a construir en el Barrio 31, en el predio donde se produjo la toma de tierras “Fuerza de mujeres”, desalojada en octubre de 2021, tras una violenta represión. Se trataría de una edificación de tres pisos para todos los niveles, con una terraza donde se podría hacer deporte y colocar macetas para la huerta.

El terreno donde se emplaza la Indira Gandhi era público, hasta que durante el menemismo se vendió al Sindicato de Empleados de Comercio, que desde entonces opera allí los complejos Tierra Santa y Parque Norte. Una de las condiciones que se establecieron en ese momento fue que tanto la escuela como el albergue recreativo Puerto Pibes siguieran funcionando. Por tanto, si el Ministerio de Educación de la Ciudad llegara a un acuerdo para mudarlos a otro espacio, el Sindicato debería hacerse cargo de la edificación y que ésta garantice que las actividades escolares puedan continuar de la misma forma.

El lugar que el Gobierno de Rodríguez Larreta ofrece no cumple con estos requisitos, ni se adapta al proyecto educativo que propone la escuela, fuertemente marcado por la relación con la naturaleza. “Estamos hablando de una escuela cárcel, de cemento, un depósito de chicos donde el único espacio verde que tienen es en un cantero -denuncia Rocha-. Ni se acerca a la escuela que tenemos. Pedimos hacer las mismas actividades, queremos lo que tenemos”.

La ministra de Educación Soledad Acuña mencionó en una entrevista radial que tenían planeada esta mudanza al interior del Barrio 31 para acortar el viaje de los chicos y que las familias estaban felices con la idea. Paola Rocha niega que se hayan comunicado con las familias y asegura que el interés es económico, no mejorar la calidad educativa ni acortar el tiempo de viaje, que tampoco es el que dice la Ministra.

Exigen más educación especial

Exigen más educación especial

Familias, docentes y sindicatos organizaron un festival para reclamarle al Gobierno de la Ciudad que no reduzca la cantidad de años de escolarización de las personas con discapacidad.

El domingo 22 de mayo se llevó a cabo un festival en la Plaza de Parque Patricios, organizado por escuelas de educación especial, docentes, sindicatos y familias que reclaman por las restricciones de la Ciudad de Buenos Aires en la aplicación de la Resolución 155/11 del Consejo Federal de Educación. Esta plantea el fin de la escolaridad de los alumnos con discapacidad a los 22 años y no permite que se lleve adelante la formación que, hasta diciembre del 2021 establecía el límite de la educación a los 30 años.

Entre las 14 y las 18, con un festival de música, baile y talleres se reunieron a padres, docentes y alumnos con pines que decían “yo defiendo la educación especial”. Lentamente, la plaza se comenzó a llenar. Bajo el cielo celeste y un sol radiante, con la participación de representantes de Ademys y Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), las banderas con frases que indicaban la lucha por el derecho a la educación especial unificaban un reclamo que unió a padres y docentes: la escolaridad de sus hijos y estudiantes con discapacidad está en peligro.

Jorge Godoy, secretario de Educación especial por  UTE-CTERA, expresó su descontento ante la situación que desplaza a miles de estudiantes con discapacidad hacia el vacío. Indicó que la Resolución 155/11 plantea que la formación integral de la educación especial concluye a los 22 años, pero también en su punto 3.4 establece la formación permanente del adulto. Sin embargo, sobre estas garantías nada se ha avanzado. Según sus palabras: “En la ciudad de Buenos Aires no está implementada ni planificada”.

Ante estas circunstancias, las familias ven el futuro educativo de sus hijos de manera incierta y sólo quienes cuentan con los recursos necesarios pueden trasladar a sus hijos a instituciones privadas para que terminen su formación. En el festival, docentes y padres expresaron sus deseos de que la sociedad se entere de lo que está pasando. Leonor Luna, maestra de Escuela de Educación Especial y Formación Laboral Nº 21, informó que lo que la resolución habilita es a que se les saquen muchos de los recursos y beneficios con los que los alumnos cuentan, como transporte y comedor. Para Luna “hay un montón de cosas que son crueldad, porque estos chicos no tienen otros lugares donde ir”. Agregó que muchos padres ya no pueden traerlos hasta las escuelas, porque además el horario escolar se redujo a tres horas: en algunos casos, dada la escasa cantidad de escuelas de estas características, los extensos trayectos hacia las instituciones hace que les insuma más tiempo de viaje que el que sus hijas e hijos permanecen en las instituciones. Muchos chicos ya no pueden asistir, de modo que se vulneran sun derechos a formarse a la vez que son apartados de sus amigos, de sus pares y de toda una comunidad que los comprende. “Porque la sociedad los discrimina y en la escuela encuentran su contención”, advirtió la docente.

Mario Filippi, abogado y ex docente especializado en discapacidad, es padre de Franco, quien tiene síndrome de Down y concurre a la Escuela de Educación Especial N° 18. Asistió al festival y fue una de las caras más visibles de la jornada, dispuesto a hablar con las muchas personas que, ante la poca información sobre el tema, se acercaban a preguntar sobre la situación y el impacto de estas medidas. Es también uno de los impulsores de la Ley 360/00 que otorga el derecho a licencias especiales con goce de haberes por nacimiento de hijas o hijos con necesidades especiales o por adopción. Sin embargo, expresó que aún hoy se continúan sin respetar los derechos de las personas con discapacidad. Su hijo tiene 22 años y no sabe cuál será su futuro en la educación. Para Filippi “se necesita un ministerio nacional de discapacidad y tengo todas las esperanzas de que esto se cumpla, si la sociedad nos apoya”, comentó.

Jorge Godoy también argumentó que no se cumple con el 4% del cupo laboral de personas con discapacidad y que lo que hace la resolución es arrojar a los jóvenes al vacío.

Mientras seguían sonando La huesuda Rock, La Juani, Jun Che, Dijo quesillo y miel y Romina Oviedo se hicieron fuertes reclamos y se expresó el miedo hacia el futuro. Leonor Luna, dijo: “Queremos que la sociedad sepa, porque hay mucha gente que no vive en este mundo de la discapacidad que no sabe lo que está pasando. Nadie nos escucha. Pedimos socorro”.

El arte de dar clase en la cocina de una escuela

El arte de dar clase en la cocina de una escuela

La comunidad educativa de la Escuela Secundaria de Artes de Esteban Echeverría se encuentra en estado de alerta y movilización. Reclaman contra el ajuste a la educación y en defensa de una de las cinco escuelas de arte de la Provincia.

La comunidad educativa de la Escuela Secundaria Especializada en Artes N°1 de Luis Guillón está en estado de alerta desde antes de la pandemia y con el inicio de las clases presenciales retomaron los reclamos ante la inacción de las autoridades municipales y provinciales. Exigen respuestas para que les garanticen el derecho a la educación, mejoras edilicias, profesores y preceptores para la cobertura de cargos vacantes y personal auxiliar docente.

La ESEA N°1º o “El Poli», como se conoce a la institución en la zona, es una de las cinco escuelas secundarias especializadas en artes de la provincia de Buenos Aires, está ubicada en la localidad de Luis Guillón, Esteban Echeverría, y concentra a los estudiantes de todo el distrito y, también, de distritos vecinos como Lomas de Zamora, Lanús o Cañuelas, porque “la otra escuela de arte más cercana queda en San Isidro”, según comentan los padres. Una de las denuncias principales se refiere a la infraestructura. La comisión de madres y padres Autoconvocados en defensa de la ESEA dice: “La escuela fue creada para 280 chicos y tuvo que absorber el primer ciclo de la secundaria que comenzó en tercer año y ahora son 700 chicos y chicas”. Además, los padres agregan: “Los espacios que eran, por ejemplo, sala de profesores, preceptoría, laboratorio, biblioteca y cocina se convirtieron en aulas. Hay un aula que es de un metro por un metro donde la profesora o profesor que esté tiene que escribir en el pizarrón, salir para dar la explicación y tiene que volver a entrar”.

En este sentido, Cristina, otra de las madres menciona que, pese a que no hay espacio, hay dos aulas que se clausuraron por la rotura de un caño cloacal, por espejos rotos o por el piso astillado en el salón donde hacen danza. Ella misma explica que en una reunión en el verano vivió lo que viven sus hijos todos los días: “Ahí fue cuando empezamos a abrir los ojos nosotras. Tuvimos una reunión un día de mucho calor, a la mañana, en un aula con espejos para vocalizar que es de 1×1 y no podíamos estar”. Los padres y madres comenzaron a reunirse luego que el Director los convocó de urgencia y empezaron a surgir todas las problemáticas que tiene la escuela, ya que sólo conocían hasta la puerta y se enteraban de las cosas que pasaban por sus propios hijos e hijas.

Otro de los reclamos que es clave tanto para los padres como para los estudiantes y docentes es el de la seguridad. La escuela está ubicada al lado de un centro de distribución de bebidas, de donde entran y salen camiones constantemente y de una empresa de colectivos. En la calle no hay semáforos y hay poca señalización. Mientras un grupo de estudiantes y madres dialogaba con ANCCOM, un camión de gaseosas pasaba por al lado del grupo y les grita: “Ojalá que nos echen de acá, sigan reclamando”. Éste se une a otro de los pedidos que es el de tener un comedor dentro del establecimiento, porque al mediodía los chicos salen a la calle a comer, en cualquier lugar donde puedan sentarse y sacar sus viandas. “Digan lo que digan es una escuela con doble jornada. Los chicos entran a las 7.30 y los que más temprano se van son a las 15.30, después a las 17.30 o 18.30. Y la única merienda que tienen es un té o un mate cosido y ahora lo que les están repartiendo es un paquete de galletitas, unas vainillas”. Por lo cual, sí o sí tienen que traer su vianda que, según comenta otra de las madres: “Antes mi hija podía traerse la vianda y la podía calentar en el microondas, pero ahora está todo deteriorada la instalación eléctrica, prendían las luces de abajo y saltaban las de arriba, prendían las de arriba y saltaban las de abajo. Además, se electrificaron las paredes”.

A fines de abril, las familias, sindicatos del distrito y docentes desde la Plaza Bellas Artes, ubicada a metros de la escuela, realizaron una gran movilización, con el reclamo que se podía leer en las banderas y pancartas que ellos mismos realizaron: “Educación digna ya”. La movilización comenzó allí, caminaron hasta la oficina de inspectores de Monte Grande al grito de “Escuela Nueva ya», bailaron y cantaron acompañados de bombos y redoblantes. Luego, fueron al Consejo Escolar donde los recibió una línea de policías que custodiaban el edificio. Y desde allí fueron a la municipalidad. Nunca dejaron de cantar y agitar las banderas con sus demandas. Un grupo de padres fue recibido y pudieron hablar con el Subsecretario de Gobierno quien les dijo que desde el estado municipal no pueden resolver sus reclamos, ya que el organismo a cargo del presupuesto para la construcción y refacción de escuelas es la Dirección General de Cultura y Educación. Leonardo Diaz, uno de los padres que ingresó a la reunión dijo: “Les pedimos que se hagan cargo de las cuestiones críticas de seguridad, porque si le llega a pasar algo a algún chico o chica, ahí sí va a ser competencia suya”. Desde el Municipio les recibieron la nota con los reclamos e iniciaron un expediente administrativo.

En las semanas posteriores a la movilización se designaron auxiliares y también dos preceptores por turno, pese a que debería haber cuatro a la mañana y cuatro a la tarde. También se cubrieron cargos docentes que estaban vacantes. “Lo que están haciendo hasta ahora son parches” y nuestros hijos siguen hacinados cursando en aulas que tienen bachas porque eran laboratorios, no tienen vestuarios para danzas, ni aulas acústicas. “Uno de los padres que es Licenciado en Seguridad e Higiene realizó informes que demuestran las falencias”, dice Mayra, otra mamá de la Comisión. Sin embargo, el objetivo de máxima es el que se exige hace años y es una escuela nueva, con instalaciones aptas para que cada estudiante pueda hacer aquello que ama.

En las escuelas porteñas el gato por liebre es sinónimo de arroz por pollo

En las escuelas porteñas el gato por liebre es sinónimo de arroz por pollo

Frente a la Legislatura se realizó una concentración de madres, padres, alumnos y docentes. Reclamaron que la vianda de les pibes tenga alimentos y que sean saludables.

Sobre la calle Perú al 160 se erige el edificio de la Legislatura porteña. En la peatonal, que luego se hace Florida caminando para el lado de Corrientes, dos nenas con joggin color rosa pastel y guardapolvo blanco juegan entre las vallas metálicas negras de seguridad. Al lado, frente a un gacebo con flyers que rezan la consigna “Por un nuevo sistema de alimentación escolar”, sus padres y docentes disertan ante el micrófono abierto convocado por la legisladora Ofelia Fernández. 

Arriba de una mesa blanca, cerca de los oradores, están emplatadas o empaquetadas las comidas que todos los días reciben los chicos y chicas de la Ciudad de Buenos Aires en los comedores escolares. Un pollo descolorido junto a un puré uniforme, pebetes poco apetecibles y paquetes con tres galletitas ultraprocesadas. Alejandro, padre e integrante de la Campaña por una alimentación de calidad y gratuita para todxs, con la participación de la comunidad educativa, agarra con una mano el micrófono y con la otra uno de los medallones rebozados: “Esto que dicen que es de pollo fue analizado por especialistas y confirmaron que era arroz. Les dan a los pibes arroz con arroz. Por este plato el Gobierno de la Ciudad paga 320 pesos», sostiene Alejandro. 

Por este plato, el Gobierno de la Ciudad paga 320 pesos.

Laura Seminara tiene 29 años y es docente hace nueve. Actualmente, es maestra de primer grado en una escuela de Parque Avellaneda. Todos los días ve a sus estudiantes comer los mismos sándwiches de pan blanco con jamón y queso. De postre manzana, mandarina o una barrita de cereal. “A veces piden más y no siempre tenemos para repetir, mucho menos para todes”, cuenta Laura.  

Para los niños y niñas solo existe una alternativa de menú por motivos de salud, certificado médico mediante. Las creencias religiosas o gustos personales no son contemplados. Además, Laura comenta que con el tiempo la calidad, variedad y cantidad de los alimentos empeoraron: “Hace unos años les daban “milanesas”, medallones de “pollo” o “pescado”. Luego empezaron a ser todos los sándwiches de fiambre (jamón o un ultraprocesado que decían que era de pollo pero tenía gusto a sopa)”, cuenta. Todavía recuerda la vez en la que, hace 11 años, ella misma se intoxicó con la comida del comedor. “Cada vez les dan menos frutas y después de la pandemia dejaron de darles yogur. El desayuno es una porción mínima: se les da mate cocido con leche y una  sola magdalena, por demás insuficiente”, agrega. 

Con esta foto, madres, padres y docentes de la comunidad educativa se organizaron por la calidad de vida de sus hijas e hijos. Así nació la Campaña que entre sus principales objetivos busca “terminar con el sistema de comedores escolares concesionado y pensar la transición hacia la recuperación de las cocinas escolares”, expresan en el comunicado. 

Para facilitar el proceso a los organismos responsables elaboraron una lista de propuestas. Algunas de ellas consisten en discutir los pliegos de la licitación pública con la comunidad educativa;  solicitar la inconstitucionalidad del sistema de becas; incorporar a trabajadores de la economía popular; presentar un proyecto de ley donde se priorice la educación alimentaria, y se respete la Ley de Etiquetado Frontal; y realizar un control comunitario con las cooperadoras de la cantidad y calidad de los alimentos brindados por las empresas concesionarias.

La Campaña por una Alimentación de Calidad propone volver a la cocinas escolares y dar de baja a las concesiones. 

Entre la gente que rodea el gacebo donde exponen los oradores, del bolso de una maestra sobresale un papel para forrar enrollado color verde con lunares blancos. Un niño que lleva guardapolvo blanco da vueltas animado en su monopatín, no debe llegar a siete años. Hoy en el colegio debe haber comido una madalena con mate cocido y quizá un sanguchito con fiambre. Y después de eso sus padres lo pasaron a buscar por la escuela y vinieron juntos hasta la Legislatura a pedir que le den algo más nutritivo de comer. Frena su monopatín, se baja, lo da vuelta y encara en otra dirección.

Sabrina Santesteban manda a su hija Indira al Jardín de Infantes Común N° 02 D.E 07 «Prof. Marina Margarita Ravioli» en Caballito. Como Licenciada en Nutrición, especialista en el área infanto-juvenil (MN 5598), observa como todos los días su hija recibe productos ultraprocesados en la escuela mientras que en casa le enseña a comer más sano. 

Así fue como ella junto con otra nutricionista, una médica y con el apoyo de la Comisión de Nutrición del Ravioli, conformada por otras madres, padres y directivos, hicieron un análisis nutricional de las viandas que recibían las niñas y niños del jardín. En función de eso, elaboraron un documento para argumentar la importancia de una alimentación de calidad en las infancias. En el listado de los productos que a diario se ofrecen en el comedor del Ravioli se analiza que “la mayor parte de los ingredientes de cada producto son aditivos”.

Una consigna tan clara como pasar de ultraprocesados a frutas se empezó a alargar. “Nos dijeron que era una cuestión de lugar, que nuestro jardín no contaba con las condiciones edilicias para poder almacenar las 600 raciones de fruta”, cuenta Sabrina. Sin embargo, pudieron llegar a un consenso: este año se redujo a menos de un 50% el azúcar y cacao en infusiones con el objetivo de llegar gradualmente a cero. “Esa pequeña reducción parece insignificante pero a la larga funciona como apaciguador del deseo por lo dulce”, explica la nutricionista.

Tres adolescentes posan para fotos con sus carteles escritos en marcador rojo sobre cartón. En el medio, una chica con el pelo teñido de azul sostiene un cartel que reza: «Este cartel es una mierda como el sistema de alimentación escolar».

Según un artículo publicado en el Observatorio del Derecho a la Ciudad, actualmente el presupuesto para el servicio de comedor es de $318,90, el de desayuno $37,44 y el de refrigerio $110,70. “Es decir que, por cada magdalena con mate cocido que se sirve, el GCBA paga casi 38 pesos, y por ese medallón de pescado sin proteínas, el gobierno paga casi 320 pesos”, exponen Jonatan Baldiviezo, María Eva Koutsovitis, y Alejandro Volkind, autores de la nota.

Son 12 mil millones de pesos los que el GCBA va a pagarle –solo por este año– a las empresas que ganen la licitación. Esto corresponde a “un presupuesto gigantesco que, en vez de garantizar comida nutritiva, abundante y de calidad, redunda en una pésima alimentación para les estudiantes y en gigantescas ganancias para las empresas”, analizan los autores. Además hablan de una falta de seriedad por parte del GCBA con dichas empresas: “En la estructura de costos que aparece en los pliegos de la Licitación, no figura la ganancia estimada de la empresa. En los papeles, las concesionarias brindan el servicio de manera gratuita”.

La legisladora Ofelia Fernández presentó un proyecto de ley para establecer un nuevo programa de alimentación escolar

En el barrio de Agronomía se encuentra la Escuela Primaria Nº 4 D.E. 16 Cnel. Mayor Ignacio Álvarez Thomas, en la que funciona una cooperadora que fue intervenida durante un año por el GCBA pero que -aún así- no pudo quebrar a la comunidad. “La Coope del Alva” es una de las cuatro en Capital Federal que autogestiona su comedor. Eso marca una diferencia sustantiva porque “el objetivo del servicio autogestivo es la calidad, y no la ganancia. Son nuestres hijes quienes comen en la escuela, no un cliente. Nos preocupa y nos ocupa, como familias, que lo que llegue a la mesa cada día sea de la mejor calidad posible”, explica Paula Insaurralde, integrante de la Coope que hoy marcha frente a la Legislatura.

Hay más diferencias sustantivas entre el servicio autogestivo y el concesionado. Por ejemplo, en el Alva los alimentos se reciben a diario y se cuenta con un personal profesional, estable y con experiencia que depende de la cooperadora. En el modelo privado se contemplan otras cosas. “Si a las cooperadoras no las dejan ni controlar los servicios, algo que está previsto en la norma y que las conducciones deberían garantizar, menos les van a permitir autogestionar. Se termina un negocio millonario”, sugiere Paula.

El 11 de abril, la legisladora porteña, Ofelia Fernández, presentó un proyecto de ley para proponer un nuevo plan de alimentación escolar. El mismo tiene como principios rectores la soberanía alimentaria, el derecho a la alimentación adecuada y el incentivo de la Economía Popular, Social y Solidaria, entendida esta última como el “conjunto de recursos, actividades, personas, instituciones y organizaciones que operan según principios de solidaridad, cooperación y autoridad legítima” en toda la cadena productiva.

Entre otras cosas, el proyecto establece la “universalidad de todos los servicios alimentarios que se brindan en los establecimientos educativos de todos los niveles y modalidades” ya sean públicos o privados con cuota cero dependientes de la Dirección General de Educación Estatal y el Ministerio de Educación de CABA. También contempla la garantía de un menú especial por cuestiones de salud o de decisión propia.

“Hay que discutir que se come en las escuelas, como se brindan los servicios y entender que la alimentación escolar es parte de la educación y por lo tanto no se la puede dejar en manos de privados”, resalta Paula entre el bullicio de la marcha. La Coope del Alva ha venido hoy porque, más allá del contraste notorio que le dio su autogestión en términos de calidad, sabe que en el debate también debe replantearse el sistema de becas: “La educación es gratuita y la alimentación escolar es parte de esa educación, por lo tanto no debe ser arancelada. Es derecho de todes poder acceder a una alimentación adecuada y el Estado tiene que garantizarlo. En este sentido, es fundamental que se fortalezca a las cooperadoras como herramienta de participación activa de la comunidad”, cierra Paula.