«Quiero saber en qué fosa tiraron a mi papá»

«Quiero saber en qué fosa tiraron a mi papá»

Victoria Donda declaró en el juicio contra su tío Adolfo, involucrado en su apropiación y sustracción de identidad. El represor no quiso verla cara a cara y la extitular del Inadi le pidió conocer su fecha real de nacimiento.

El lunes pasado se realizó la décima audiencia en los tribunales de Comodoro Py por la causa en la que se investiga la responsabilidad del militar Adolfo Donda Tigel, que formó parte del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, en la sustracción de identidad y entrega de su sobrina Victoria al prefecto Juan Antonio Azic. Los padres de Victoria fueron detenidos en 1977 y al día de hoy continúan desparecidos.

En una jornada cargada de expectativa por lo que podría suceder, Victoria Donda Pérez, hoy subsecretaria de Análisis y Seguimiento de Políticas Estratégicas del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, declaró por más de una hora frente a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 6 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por los jueces Ricardo Basilico, Daniel Obligado y Gabriela López Iñíguez.

En el banquillo de acusados, desde la Unidad Federal 31, se presentó de forma virtual el tío de la dirigente del Frente de Todos, el militar Adolfo Donda Tigel, de 76 años, que es imputado por su participación en la apropiación de Victoria y por la desaparición de su hermano José María Laureano Donda­ (padre de Victoria), arrojado en los denominados “vuelos de la muerte” al Rio de la Plata.

El exmarino ya había sido condenado junto a Alfredo Astiz y Jorge Eduardo Acosta a prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua por el Tribunal Oral Federal Nº 5 tras ser declarado culpable por privación ilegítima de la libertad doblemente agravado por su carácter de funcionario público durante la última dictadura.

En este caso, se busca probar si Donda Tigel tenía vinculación con el apropiador de Victoria, el prefecto Juan Antonio Azic, con quien fue compañero de tareas en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Azic fue condenado por el delito de apropiación, en 2012, a catorce años y medio de prisión, y la cumple de manera domiciliaria por una cuestión de salud.

La extitular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y querellante de la causa nació en la maternidad clandestina de la ESMA durante el cautiverio de su mamá, María Hilda Pérez de Donda, quien al igual que su papá, continúa desaparecida desde 1977.

En 2004, Victoria conoció los resultados de la prueba a la que se había sometido en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand, por los que se determinó que su familia biológica no era la que la había criado, sino que su apropiador había formado parte de los agentes de represión de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura.

Los pingos se ven en el tribunal

La declarante fue contundente con su presentación y el vínculo inoxidable con su madre: “Victoria Analía Donda Pérez es el nombre que elegí después del 8 de octubre de 2004, cuando me enteré que mi mamá me parió en la ESMA y me llamó Victoria. En honor a ella me puse Victoria como primer nombre”.

Las semblanzas de sus padres, en base a lo aportado por testigos, familiares y vecinos de ellos, fueron sintéticas pero muy ilustrativas de quienes eran y cuáles eran sus personalidades: “Mi mamá se llamaba María Hilde Pérez, tenía 23 años, y le decían Cori. Era militante de la JP en la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires. Ingresó a la organización Montoneros. Tenía otra hija que es mi hermana Eva Daniela. Y era una mujer muy solidaria que las vecinas la recuerdan como la chica que les enseñaba a coser a máquina, como forma de ganarse la vida”. Sobre su padre contó: “Se llamaba José María Donda, tenía 21 años, era alto y flaco. Le decían Pato, en la organización, o Cabo, en el Liceo Naval donde hizo el secundario. Fumaba, no sabía andar en bicicleta. Era hábil y sabía escuchar. Así lo recuerdan todos. Un hombre muy callado”, detalló.

Victoria se explayó sobre lo que lo que sucedió con sus padres a finales de marzo de 1977: “Los dos fueron secuestrados. Primero mi mamá… cuando estaba embarazada de mí. La secuestran en la plaza Castelar, primero la subieron a la camioneta con un compañero. A mi mamá enseguida se le notaba la panza… Para la época que la secuestran ya tenía cinco meses de embarazo. Una panza prominente pero igual no se bajaba de los tacos”, resaltó.

Fueron esos tacos los que se le rompieron cuando intentó salir de la camioneta luego de que su compañero buscara escaparse de la brigada castrense. La mujer se cayó, cuando llegaba a la estación de Castelar, se le rompió el calzado, y fue recapturada en la plaza municipal.  

Con respecto a su padre, hizo hincapié en la desesperación por encontrar a su pareja y a su hija raptadas y los últimos momentos en los que fue visto aún con vida. “Cuando llega (a la plaza) mi papá unas horas más tarde, encuentra el zapato”, narró Victoria. Por una nota que el compañero de José María le narró en una carta a Adela Segarra, quien militaba por entonces en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Victoria supo que su papá mantuvo “alguna comunicación” con sus dos abuelas: Cuqui (de parte de su padre) y Leontina (de parte de su madre). “Mi abuela iba a donde mi papá la citara”, aseguró la declarante, que destacó que pedía que esos encuentros sean sin la presencia de su hermano Adolfo Donda Tigel, ni la de nadie.

“Mientras (mi papá) buscaba a mi mamá, escribió una carta y se la dejó por debajo de la puerta a Leontina, que vivía con Daniela y con sus propios hijos en Morón (mi mamá le había dejado a Danielita). Cuando mi abuela vio que entró un sobre por la puerta, abrió la puerta y vio la sombra de mi papá yéndose del lugar. En esa carta, habla de mi mamá, de su embarazo, o sea de mí. Pide que nos busquen, que nos críen juntes con mi hermana y también le dice que vayan a buscar a Adolfo Donda, su hermano. Que creía que tenía la humanidad para poder buscarme”, planteó Victoria con un gesto de cierto asombro considerando lo que finalmente sucedió.

«Mi abuela fue a buscar a Adolfo Donda para que ayude a mis padres y él le contestó que ellos sabían lo que les podía pasar», declaró Victoria.

La nieta restituida aseguró que, en base a lo que le contaron distintas personas, como Lidia Vieyra, cuando su madre comenzó con el trabajo de parto pidió que una de sus compañeras la ayudase. La llevaron, contó, a la salita de la Sardá (pieza de embarazadas de la ESMA, conocida en el ámbito castrense como “Maternidad Sardá”) y que ella nació en una mesa de madera por parto natural.

“Le habían puesto un suero a mi mamá y le habían dejado a Lidia un hilo de coser azul con una aguja. Apenas nací entró Magnacco (Jorge Luis, médico de la Armada que firmó numerosos certificados de nacimientos de hijos de desaparecidas nacidos en cautiverio en la ESMA). Se enteró que yo había nacido con vida. Cuando se fue, mi mamá se arrancó el suero, salto de la cama y me abrazó. Y ahí me puso Victoria”, contó, visiblemente emocionada. “Tenía bastante fuerza”, aseguró orgullosa para luego agregar que estuvo “unos días más” con su mama “en una canastita”.

En uno de los momentos más potentes de su alocución, Donda Pérez afirmó que su abuela Leontina “fue a ver a Adolfo Donda para decirle que la ayude a buscarnos”. La respuesta del militar, según el relato de Victoria, fue seca: “Él le contestó que mi mamá y mi papá sabían lo que les podía pasar, que él se había ofrecido para ayudarlos para que se vayan pero que su decisión fue quedarse sabiendo lo que les podía pasar”.

Además, señaló que su abuela materna Leontina y su tía (hermana de su madre María Hilda) se fueron a vivir a Canadá cuando se sancionaron las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida porque “le tenían miedo a Adolfo”, que había salido de la cárcel y sabían de su rol como jefe de unos de los grupos de tareas de la ESMA. “Yo en lugar de mi abuela, también tendría miedo”, se sinceró. Según Victoria, quienes continuaron su búsqueda a lo largo de los años cuando Cuqui falleció y Leontina se exilió fueron las Abuelas de Plaza de Mayo, “como siguen buscando a todos los nietos que faltan”, junto con otras agrupaciones.

Victoria señaló que hoy puede tener una vinculación con Azic. “Independientemente de los vínculos personales creo que hay una responsabilidad social y política que quiero asumir. Y si hoy puedo hablar con él y mi hija puede conocerlo en parte es también porque pude ser parte de quienes lo llevaron a estar hoy detenido”, resaltó Donda Pérez, que fue querellante en las causas en las que fue condenado.

La militante fue directa en su pedido a su tío de sangre: «A mí me interesa saber dos cosas: quiero saber mi fecha de nacimiento porque estoy segura que él—Donda Tigel—la sabe, y saber en qué fosa lo tiraron a mi papá para poder llevar sus huesos, sus cenizas, a algún lugar y poder dejarle una flor».

Con respecto al conocimiento de Donda Tigel sobre las torturas a su cuñada durante su paso por la ESMA, Victoria subrayó, en base a los testimonios de Sara Osatinsky, Raúl Cubas y Enrique “Cachito” Fukman, que su mamá “estaba esperanzada” de que el represor cumpliera con su palabra y le diera a la bebé Victoria a su abuela materna para que se criara junto con su hermana. Sin embargo, eso no sucedió y Adolfo Donda Tigel estuvo presente al menos en una oportunidad en la sala de interrogatorios durante los castigos aberrantes a las prisioneras. 

En una de sus últimas intervenciones, Victoria leyó una carta que su padre José Laureano escribió “de puño y letra”, dirigida a su abuela paterna. En un fragmento de la misiva resaltó el «sacrificio, humildad y rectitud de principios, que ha sido siempre el desarrollo del marco familiar que me ha permitido ver cuál es el único modo de asumir la vida”.

 “Ese modo es la lucha, esa lucha es por la familia, porque en definitiva, la patria y el pueblo son la suma de las familias de nuestra tierra. La construcción de una familia nueva, de un hombre nuevo, de una sociedad nueva es nuestro objetivo», cerró la funcionaria.

“No se puede ser piadoso ni condescendiente: son ustedes o nosotros, como lo hice con mi hermano y mi cuñada”

“No se puede ser piadoso ni condescendiente: son ustedes o nosotros, como lo hice con mi hermano y mi cuñada”

Adriana Marcus y Alicia Ruszkowski declararon en la causa en la que se investiga la responsabilidad del militar Adolfo Donda Tigel, tío biológico de Victoria Donda, en la sustracción y la apropiación de la hoy Subsecretaria de Análisis y Seguimiento Político Estratégico de la provincia de Buenos Aires.

Otra jornada de debate en la sala SUM de los tribunales federales de Comodoro Py, con dos declaraciones de potencia, que ponen en jaque al represor Adolfo Donda Tigel, en el juicio donde es acusado de facilitar y entregar a su sobrina Victoria. Los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) Nº6 de la Ciudad de Buenos Aires ——integrado por Ricardo Basílico, como presidente, María Gabriela López Iñiguez y Daniel Horacio Obligado— escucharon con atención a la doctora Adriana Marcus y a la licenciada en Antropología Alicia Ruszkowski. El acusado observó las alocuciones desde la Unidad 31 de Ezeiza, ya que fue condenado dos veces a reclusión perpetua también por delitos de lesa humanidad en la ESMA.

En México pisó el “Palito”

La doctora Marcus —hija y nieta de inmigrantes alemanes judíos perseguidos por el nazismo— fue secuestrada el 26 de agosto de 1978 en su casa y llevada a la ESMA donde estuvo hasta el 24 de abril de 1979. Pudo volver a alojarse en el hogar de sus padres y tuvo que realizar tareas de prensa, como ella definió de “trabajo esclavo”, hasta su salida del país en 1980.

Aseveró que la siguieron controlando, llamando, e incluso buscando personalmente en el aeropuerto cuando, unos meses después, volvió al país ya que debía rendir una materia de quinto año de Medicina. Quien la siguió hasta abril de 1982 fue Ricardo Miguel Cavallo, exmilitar y represor argentino, que fue cabeza del Grupo de tareas 3.3.2. y declarado culpable de crímenes de lesa humanidad. Marcus se recluyó en el interior de la provincia de Neuquén junto a su pareja a mediados de ese año donde trabajó como médica rural. 

En mayo de 1979, mientras estaba secuestrada y hacía trabajo de prensa y la llevaron a México junto con otras compañeras recluidas, en un hotel de lujo, Donda Tigel habló de más. En su paso por el D.F, en el parque de la universidad de la Capital, “Palito”, como lo apodan al represor, le contó a Marcus que tenía un hermano y una cuñada “subversivos” como ella. “Me dijo que no los podía salvar”, afirmó. Ante la pregunta de la jueza López Iñiguez, Marcus destacó que supo muchos años después acerca de la historia de Hilda, la madre biológica de la niña Victoria, dentro de la ESMA.

“También me dijo que tenían una hija y que él la criaba porque era el tío. Muchos años después me enteré que había otra niña que había nacido en la ESMA y que había sido entregada a otro personal del campo de concentración”, recalcó. También mencionó que, a diferencia de otros militares torturadores, Donda Tigel era más reservado y que hablaban poco, a excepción de aquella vez durante el viaje, que fue una ocasión sorpresiva para Marcus, ya que no había relación de diálogo fluido con el acusado. En otro pasaje afirmó que al exmarino “se lo veía permanentemente por la ESMA”.

Cuando Caín “exterminó” a Abel 

Alicia Ruszkowski fue detenida por la dictadura militar en la casa de sus padres en Mar del Plata, estuvo secuestrada desde el 18 de diciembre de 1979 hasta el 3 de marzo de 1980 en la ESMA. “Me tiraron en un auto y estuve casi todo el tiempo engrillada y con esposas”, señaló apesadumbrada. Con plena certeza, responsabilizó a Donda Tigel de su secuestro y señaló haberlo visto “muchas veces”, presentándose en muchos interrogatorios durante las torturas que sufrió. Estuvo en todo el proceso de libertad “vigilada” llamando por teléfono a la casa de sus padres, donde se alojaba Alicia, bajo el pseudónimo “Gerónimo”.  

En cuanto a la participación de Donda Tigel en las torturas, secuestros y desapariciones de su hermano José María Laureano Donda, detenido en mayo de 1977, y María Hilda Pérez, secuestrada dos meses antes, en marzo de 1977, la declarante fue categórica con los dichos del marino. Recordó que apareció en unos de los interrogatorios durante enero de 1980 y le dijo, para amedrentarla y presionarla: “No se puede ser piadoso ni condescendiente con el enemigo. No lo fuimos con mi hermano, que fue “Monto”, ni con mi cuñada que ha sido traída, secuestrada y trasladada. Como con vos si no hablas y contás todo lo que sabes. Vamos a ser impiadosos. Son ustedes o nosotros”. 

Ruszkowski planteó que con esa sentencia de Donda Tigel se había cumplido la profecía bíblica: “Era Caín contra Abel”, remarcó atónita, destacando que ese había sido el único conocimiento que tuvo del paso de la mamá de Victoria, porque no habían coincidido allí. 

“Era teniente navío y del Grupo de Tareas deInteligencia, tenía un activísimo rol permanente. La cara de él no me la olvido más. Su nivel de perversión era muy fuerte, No puedo creer que pueda seguir durmiendo. Hablaba de guerra, me la repitió dos veces, pero estábamos todos secuestrados en un sitio como la ESMA. Eso no es una guerra. ¿Dónde están los códigos de guerra?”, reflexionó.

Luego de su testimonio fue el turno del militar imputado, que pidió ampliar su declaración indagatoria para desconocer las acusaciones sobre él, e intentó mostrar, como en otras ocasiones, “predisposición” para saber qué fue del paradero de su hermano y de su cuñada. En todo momento de su intervención, se lo pudo ver con mayor vehemencia que en sus anteriores testimonios, buscando relativizar y poner en discusión lo expuestos durante las alocuciones de las dos mujeres.  

El Tribunal fijó un cuarto intermedio hasta el lunes 13 de marzo a las 10. En esa audiencia está pautada la declaración de Victoria Donda Pérez, en lo que será uno de los momentos de mayor expectativa del juicio.

Se reanudó el juicio contra Donda Tigel

Se reanudó el juicio contra Donda Tigel

Lisandro Raúl Cubas, sobreviviente de la ESMA, declaró en la causa en la que se investiga la responsabilidad del exmarino por la apropiación ilegal de su sobrina de sangre, Victoria Donda Pérez.

Con el fin de la feria judicial, se reanudaron las actividades en los tribunales de Comodoro Py y se abrió una nueva página —la séptimade uno de los casos que se volvieron emblema en las investigaciones sobre la represión ilegal durante la última dictadura: el que investiga la responsabilidad del marino Adolfo Donda Tigel en la apropiación ilegal de su sobrina, la actual dirigente Victoria Donda Pérez.

 La primera declaración del año fue la de Lisandro Raúl Cubas, que durante casi una hora expuso su tortuosa experiencia en la ESMA frente al Tribunal Oral Federal (TOF) N° 6 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por Ricardo Basílico, María Gabriela López Iñiguez y Daniel Horacio Obligado.

Cubas aportó más datos sobre la participación del exmarino Adolfo Miguel Donda Tigel para facilitar la sustracción y ocultamiento de identidad de su sobrina Victoria. La beba nació en la ESMA y luego fue apropiada por el represor Juan Antonio Azic y su pareja durante casi treinta años. Azic, apodado “Piraña», fue ayudante mayor de la Prefectura Naval y miembro del sector Operaciones del Grupo de Tareas 3.3.2 dentro de la ESMA.

Con pasado de militancia en la Juventud Peronista y luego en Montoneros, Cubas estuvo detenido casi veintisiete meses —desde el 20 de octubre de 1976 hasta el 19 de enero de 1979— y tras quedar en libertad tomó un avión hacia Venezuela. Entre 1969 y 1972 había compartido “terceros tiempos” de rugby con el papá de Victoria, José María Laureano “Pato” Donda, cuando Lisandro jugaba en el Liceo militar Gral. San Martín y “Pato” lo hacía en el Liceo Naval.

En ese último año, se interesó por la actividad política y social. Cuando lo citaron a una reunión de coordinación política montonera en Morón con otras organizaciones sociales, se volvió a ver con “Pato”. “Fue una sorpresa encontrarlo ahí. Ahora estábamos en el mismo equipo”, bromeó. También conoció allí a  “Cori”, pareja de José María con quién se volvería a ver en la ESMA. 

Cubas fue detenido en su casa de La Matanza luego de que varias personas vestidas de civil se presentaron y lo obligaron a tirarse al suelo para ser esposado. Quiso quitarse la vida con una pastilla de cianuro pero no lo logró y fue metido en el baúl de un auto. Una vez detenido y llevado a la ESMA, le asignaron tareas organizativas. “Me tenían haciendo trabajos en una oficina de acción psicológica”. Llenaba los casilleros de los organigramas de los compañeros que iban deteniendo.

El capitán (Francis William) Whamond era su encargado de “recuperación” ideológica, y mantenían una charla “fluida”. En una fecha “entre fines de mayo, principios de junio de 1977”,  el represor le indicó a Cubas que iba a recibir en La Capucha —espacio del Casino de Oficiales donde se guardaba a los prisioneros—  a “una embarazada” que había llegado al centro y lo “conocía”. En la pieza de las embarazadas, en el altillo de la ESMA, al lado del baño, se encontró con María Hilda Pérez. De acuerdo al relato, Cubas la tranquilizó diciéndole que allí las embarazadas tenían un “buen tratamiento”. “Me contó que estaba detenida con su esposo”, indicó, en referencia al cautiverio que sufrieron junto con otros militantes en la comisaría de Castelar Nº 3, que dependía de Aeronáutica. 

Hubo una segunda oportunidad para charlar con “Cori” cuando Cubas pudo sortear una guardia “flexible”. Su objetivo era averiguar el paradero de sus dos hermanos (se refería a Juan Carlos y Georgina), y su cuñado, que estaban desparecidos desde abril de 1977. “Vivía con esa preocupación y le pregunté si los conocía. Cori me dijo que no”. 

Fue en ese mismo segundo intercambio en el que se mencionó por primera vez a Adolfo Donda Tigel, apodado “Palito”, y cuál iba a ser el destino de la beba Victoria, que ya había nacido y había sido puesta en una “canastita”. “No es un detenido, es el hermano del Pato, que es marino y vino a hablar conmigo‘, contó Cubas sobre el reparo que le puso María Hilda. 

“Él (en alusión a Donda Tigel) le comentó que se quedara tranquila que a la niña la iban a entregar a la familia”, añadió Cubas. “Si él está aquí, quizás tengan suerte y zafen, y en una de esas te dejan en libertad”, llegó a completar antes de que la charla se interrumpiera definitivamente y tuviese que volver a su encierro. 

En julio de 1977, Cubas fue trasladado por un mes a la Base Naval de Baterías en Bahía Blanca. Cuando regresó a la ESMA, “Cori no estaba en el cuarto de embarazadas”, señaló, añadiendo que esa habitación ya estaba vacía. 

Cubas también afirmó haber visto “varias veces” a Donda Tigel dentro de la Escuela de Mecánica y que era “muy parecido” físicamente a su hermano “Pato”. “La primera vez que lo vi fue en marzo de 1977, en el sótano, durante las recorridas de los marinos por la zona”. Luego lo volvió a ver en octubre de 1977 cuando ya trabajaba en la oficina de prensa, mientras el represor garantizaba los operativos de rastrillaje callejero para secuestrar personas. También recordó haberlo visto para la misma época de 1978. En ese entonces, “Palito” ya era jefe de Operaciones, tras los cambios internos de oficiales de la Marina en los grupos de tareas. 

Cabe destacar que Cubas afirmó no conocer al apropiador Azic. Donda Tigel no asistó ni física ni virtualmente a la audiencia, a la que solo se presentó su abogado defensor Guillermo Fanego. Pero Cubas le recalcó qué actitud esperaría del genocida, buscando quebrar su pacto de silencio: “Tengo la esperanza de que algún día nos diga si sabe dónde están los cuerpos de su hermano y de su cuñada”. 

Estudiantes de una escuela técnica restauraron un avión de la Guerra de Malvinas

Estudiantes de una escuela técnica restauraron un avión de la Guerra de Malvinas

Catorce alumnos de una escuela de Quilmes pusieron en valor un nave Aero Commander 500 como parte de su proyecto curricular para su tecnicatura en Aeronáutica.

Los alumnos del último año de la Escuela de Educación Secundaria N° 7 “Taller Regional Quilmes” ex IMPA, que depende de la Fuerza Aérea, reconstruyeron la nave Aero Commander 500, utilizada en el conflicto bélico de 1982.

Parecía una contienda imposible, pero no lo fue. No al menos para los catorce estudiantes abocados a la tarea de reconstrucción del Aero Commander 500, que formó parte del proyecto curricular del último año de estudios de la tecnicatura aeronáutica y que quedará en esta escuela, que se encuentra próxima al Rio de La Plata, en la ribera quilmeña, como material didáctico para nuevos trabajos en la institución.

El avión, que en el pasado garantizaba las tareas de apoyo para el desempeño de otras aeronaves en la guerra, hoy brilla con un fondo blanco y su trompa celeste con líneas del mismo color que rodean toda la nave, emulando la bandera nacional. Su nombre “55 héroes” homenajea a los caídos de la fuerza durante el combate. La matrícula de la Fuerza Aérea Argentina y la marca del territorio de las Islas Malvinas complementan esta renovación que no olvida la historia pasada.

Lucas Ibarrola, recientemente egresado de la escuela, fue uno de los impulsores para que este trabajo formase parte de las prácticas de profesionalización aprobado por las autoridades del ex IMPA. Destacó que todo estos detalles de la fachada le “dan personalidad” a la nueva versión que, según el joven, hoy está en condiciones de volar pero no lo hace por cuestiones legales. “Decidimos trabajar en este proyecto porque el avión estaba lastimadísimo, le faltaba mucho cariño”, se sinceró Lucas.

Se trata de un avión bimotor a pistón, que fue comprado por nuestro país en 1968, durante la gestión del dictador Juan Carlos Onganía y que, hasta su aterrizaje de emergencia por una falla de mecánica en su tren de aterrizaje y su posterior inactividad, era el más longevo en vuelo que tenía la Fuerza Aérea. El arma donó el avión tras su en 2018 y fue iniciativa de los estudiantes, con apoyo de los profesores y del resto de la comunidad educativa, los que hicieron posible el sueño de restaurarlo.

Aunque el colegio tenía otros dos aviones similares, el desafío era darle vida nuevamente al que había llegado en peores condiciones. “El avión no vino ni para un museo, vino para tirarse. Y nosotros lo dejamos no para un museo, sino para una flota aérea”, afirmó Lucas, orgulloso, que recuerda que sus dos profesores a cargo —Luis Frontini y Leonardo Calienni— los alertaban que no iban a llegar a terminar el trabajo en los plazos estipulados. Sus tutores calificaron la labor como “más que efectiva” y destacaron que el grupo funcionó de una forma “compacta” para alcanzar semejante resultado.

Lucas indicó que tanto él como sus compañeros ignoraban lo que este avión había hecho durante la guerra de Malvinas hasta que se toparon con la posibilidad de hacer la restauración. Pero cuando se enteraron, “se volvieron locos”. “Siempre se le da el foco a los aviones de combate. El Aero Commander 500 le daba la posibilidad a los otros a que lleguen allí. Llevaba personas y carga para que los otros aviones pudieran combatir. Este (señalando la nave), no llegó a Malvinas pero sí proporcionó muchas tareas desde nuestro territorio: garantizando las misiones de enlace, llevando pilotos de combate, haciendo evacuaciones aeromédicas. Todo esto es un poco desconocido en general”, planteó.

La camada de séptimo año que ahora egresó de la escuela trabajó mucho para fabricar casi desde cero la estructura del avión. Los encargados de trabajar en la estructura debían reparar la panza del avión y todos los golpes que mostraba, lijarlo completamente y, luego, pintarlo. “Tenía 17 capas de pintura abajo. Lijamos a pulmón por casi cuatro meses”, afirmó entre risas, y admitiendo que debieron pedir refuerzos con chicos más jóvenes de otros cursos para completar la tarea. “El avión va a quedar acá para ellos”, expresó Lucas, que quiere seguir su carrera en la Fuerza Aérea.

Además del grupo de estructura, se armaron dos equipos más para el renacimiento del Aero Commander: uno que debían poner el sistema de luces que harían que funcionase el de lubricación y el hidráulico; y, otro responsable de poner los dos motores de la nave en funcionamiento.

El proyecto atrajo la atención de varias empresas. Algunas de ellas aportaron pintura y hasta cursos para aprender técnicas. “Nosotros no sabíamos pintar porque la materia la perdimos cuando fue la pandemia”. Trabajaron con máquinas de compresión, también donadas: “En un día, con una sola pasada, pudimos terminar de pintarlo”, destacó. Otras entidades aportaron lubricantes y accesorios para limpiar los tapizados y las uniones eléctricas. Además, fueron donadas abundantes litros de combustible que permitieron que ambos motores funcioncen. “El papá de un compañero de quinto de Aeronáutica nos donó todo el plotteado”, completó Lucas, mientras contemplaba el resultado final.

Los jóvenes no solo se ganaron la admiración de sus pares en el ámbito de las escuelas técnicas del país, sino también la algarabía de excombatientes en la Guerra de Malvinas.

“Muchos chicos están motivados por este tema. Cuando se aborda y se trabaja al respecto, surge el interés”, observó Jorge Pablo Juárez, director del ex IMPA, que, además de trascender por el proyecto de restauración del Aero Commander fue reconocida por la iniciativa de otro grupo de alumnos que diseñó un sistema anti propagación para la extracción de petróleo por derrames en el mar.

“Empezaron a aparecer todos los mecánicos, pilotos y técnicos del avión. Desde todos los puntos del país llegaban sus mensajes preguntando por los avances, y cuando se ponía en marcha. Vino un vecino mío durante la presentación, que combatió en Malvinas con un (Douglas Skyhawk) A-4, y que, años después, voló este mismo avión. Se emocionó muchísimo. También vino a verlo el abuelo de un compañero de segundo año que lo arreglaba y lo volaba. Nos dijo que nosotros le habíamos cambiado la vida”, resaltó Lucas, con una enorme sonrisa.

“Nosotros hicimos todo lo posible para que el avión sea algo que quede en la escuela como un recuerdo eterno de que las islas son nuestras”, concluyó Lucas. El resultado quedó a la vista.

Del paco a la literatura

Del paco a la literatura

Ariel González es un poeta popular que, a través de sus rimas y narraciones, retrata la vida de los vecinos y vecinas de la Villa Itatí, de Quilmes. Logró dejar atrás consumos problemáticos, pero nunca se olvida de los que no pudieron hacerlo. Escribió dos libros que se difunden en las escuelas del distrito y recibió el reconocimiento de las autoridades municipales. Su nuevo proyecto se llama Villa Filosofía, que muestra los trabajos de diferentes artistas de las barriadas humides.

La historia de Ariel González transcurre por muchos caminos comunes que atraviesan a los habitantes de las barriadas humildes de nuestro país, en el contexto de una Argentina con pobreza e indigencia que casi alcanzan a la mitad de la población. Pero también se evidencia en él una excepción a la regla que lo hace un personaje distinto: su extrema lucidez para transmitir lo que es la cotidianeidad en Villa Itatí. El relato de este artista “villero” (como él mismo se define) incluye carencias y durísimas experiencias de vida tanto para él como para su entorno, pero también un afán de superación y solidaridad colectiva que irradian potencia e inconformismo con la realidad que atraviesa el barrio. Su arte combina todos estos factores.  

Concertar la entrevista con “Ari” en la casa de su abuela en el triángulo de Bernal (lugar conocido por tener un santuario del Gauchito Gil) fue cuestión de segundos: “Estoy haciendo laburos de albañilería por mi cuenta en el barrio y me vendría bien, así también zafo porque me duele mucho la espalda, ja”. Su pequeño cuerpo —no supera 1,65 metros de estatura— debe lidiar con horas de esfuerzo y malas posturas, en jornadas interminables de revoques y apuntalamientos de paredes.  

Una cara casi adolescente oculta sus 35 años y es aún más increíble cuando cuenta que tiene cinco hijos, (el más chico de 3 y el más grande tiene 12). Su mamá, pilar fundamental para la recuperación de Ariel, es jubilada y optó ser portera de escuela aunque tenía título como profesora de Contabilidad. Ahora trabaja de costurera de cartucheras en su casa en Itatí. Ese fue el trabajo que le legó la abuela de Ariel que ya no podía tomar más esas tareas. “Es una esclavitud”, expresaba con una mueca irónica. “Ari” es el hermano del medio en su familia. Los trabajos de sus otros cuatro hermanos incluyen desde la repartición de pan, la albañilería y las labores para cooperativas populares, hasta la costurería que realiza su hermana junto a su madre.  

Pasó por tres colegios y llegó hasta tercer grado: “Iba a la escuela porque veía que mis amigos iban y ahí te daban de comer”, contó. Señaló que no le interesa terminar los estudios porque aprender “solo te da un conocimiento que después no usas para nada”. 

Como contraparte, afirmó que aprendió más “viviendo y sufriendo” con lo que le deparaba “la calle”. “No estoy ni en pedo en contra del estudio, pero tengo problemas con la concentración. Se me parte la cabeza”, se sinceró. Ariel destacó que quiso terminar la escuela, yendo a un colegio de Villa Azul, barrió vecino de Itatí, pero cuando volvía a su casa esos dolores lo aquejaban. Apunta que la causa de este problema se relaciona con su consumo de paco por doce años. Seducido por su mensaje de paz, se volvió fanático de Bob Marley y adora a Charly García. También se considera profundamente creyente, aunque cuando algún vecino le achaca que no asiste a misa, siempre recalca que habla con Dios “todos los días”.

La lucha contra el paco en primera persona (y también en tercera)

Fue en ese periodo de adicción —entre los 15 y los 24 años— que comenzaron a fluir sus primeras rimas y reflexiones, que su madre transcribía en la computadora: “Yo no sabía escribir”, recordó. En todo momento, Ariel reafirmó que su inspiración surgía “del sufrimiento”. Señaló que lo tenía “muy mal” saber que no podía dejar de consumir. Sus recaídas eran recurrentes. 

El arte de Ariel reflejaba eso que le pasaba a él pero que se replicaba en decenas de pibes y pibas del barrio. De una vez que pagó casi el doble de lo que valía una dosis de paco salió una de sus primeras poesías, que le “hablaba a la abstinencia”: “Para comprarla no ponemos pretextos ni peros, cuando la esperamos nos tiramos pedos. Queremos dejarla pero no podemos, cada vez que nos acordamos, el culo retorcemos”. Y recordaba, irónicamente y entre risas, que no se quejaba de ese aumento “repentino” de precio pero sí lo hacia con la yerba que compraba todos los días para el mate.  

Destacó que su recuperación tuvo avances significativos cuando, en el medio de la villa, se paró frente a unos pibes que consumían y se mantuvo inmutable. Afirmó que aún vive en el infierno, pero que ya no lo “quema”. Sin embargo, ve que muchos a su alrededor hoy “se siguen quemando”. Gente “dopada”, “en cana”, o en centros de rehabilitación que, para Ariel, nunca generan buenos resultados, eran los destinos “inevitables” para los pibes y pibas que caían en la adicción.  

Ariel obtuvo el reconocimiento de amigos y vecinos del barrio cuando les mostraba esos primeros trabajos artísticos, e incluso se convirtió en una “referencia” para mucha gente de la villa, que lo buscaba para contarle sobre sus adicciones. Se convertía en su última “carta” a quien recurrir antes de ir a comprar paco. Su respuesta era siempre la misma: “Armaba una chimenea, comprábamos un pedazo de carne, pasábamos tiempo juntos e intentaba mostrar que la plata se puede gastar en otras cosas que no fueran la droga. A mí me ayuda ayudar a esos pibes”. 

Esas ganas de cambiar la situación del barrio generaron una primera semilla en él. Durante su proceso de mejoría, se produjeron los primeros encuentros de Ariel con el padre Ángel Tisot, un cura del barrio que luego fue a vivir al sur patagónico, al que le llevó sus fotocopias de los primeros escritos. Fue así como Tisot conoció en detalle el desolador paisaje de los pasillos de Itatí: pibes y pibas deambulando por las calles, sin rumbo alguno, haciendo trabajos precarios e incluso robando para conseguir nuevas dosis de pasta base, siempre bajo el acecho de las bandas que aun venden su “mercadería” en el barrio.  

Ariel le propuso al padre que transformaran la huerta que había en la iglesia ubicada en el corazón de la villa en un centro de “contención” para los pibes que sufrían de dependencia al paco. Ariel destacó que cada vez se hacía más numeroso el espacio y que conseguían comida a partir de las changas que hacían en los negocios del barrio: “No hacía falta la ayuda del Estado”. Esta reticencia de Ariel a la intervención estatal se basa en lo que para él son tratamientos poco eficaces para erradicar las adicciones en el barrio. Cuando Ariel y el padre Tisot se fueron quedó armada la estructura de lo que hoy se llama “Hogar de Cristo”, apadrinado por el Papa Francisco. Ariel contó que a veces vuelve al lugar y que cuando lo reconocen se queda jugando a la pelota con los pibes y pibas que hoy están allí: “Faltas vos”, le decían.    

A pesar de este escenario un poco más auspicioso para la realidad del barrio, Ariel no dio rodeos y fue “al hueso” cuando se le consultó sobre los grupos narcos que hacen base en el en la zona: “La situación ahora es terrible. Está volviendo la ola. Todo lo que yo escribí en mis libros que pasaba antes, pueden ser relatos de ahora”. Cargó contra los gobiernos de turno y aseguró que “todos los ‘peces gordos’ volvieron”.  Reclamó con urgencia que haya mayor intervención para erradicar el problema del consumo de paco en Itatí: “Prefiero hasta vivir sin luz, pero que mis hijos estén lo más lejos posible de las drogas”. A este “coctel”, Ariel añadió el clima de violencia e intolerancia que hay entre los propios vecinos, con peleas cotidianas tanto dentro de cada casa como fuera.

Creaciones en el medio del caos

Ariel publicó su primer libro en 2012 y fue en 2021 cuando salió su segundo trabajo literario, Yo soy Ariel. Su primer verso en esa publicación grafica a fondo el drama cotidiano de lidiar con la marginalidad y la oferta de droga a cada hora: “Con cien kilos de vidrio compras un kilo de pan/ Los precios para los pobres vuelan como Súperman/ Las tripas de mi panza viven a las trompadas, pero la esperanza nunca se me acaba”. 

A pesar de que hace unos meses este segundo libro fue declarado de interés municipal, expresó que tiene que regalar los libros que escribió y editó cuando brinda charlas en las escuelas (lo hace desde 2016) porque la ayuda económica del gobierno no llega. “Es más importante un pedazo de asfalto, que lo ponen, lo vuelven a romper, que la juventud, que es a la que tenemos que cuidar para el futuro porque es la que se mueve, la que piensa. Nosotros no vamos a estar más pero los chicos que están ahora son los que se van a quedar con todo esto que les dejamos. Si la nuestra es una generación de mierda, va a ir todo para atrás”.

Hoy se enfoca en su nuevo proyecto, Villa Filosofía. Este canal de videos de YouTube se convirtió en su carta de presentación para que la gente que no es de la villa conozca todo lo que se produce allí. Recalcó que solo conociendo los problemas que se narran desde la propia villa, se podrán generar las soluciones necesarias para superarlas y, según Ariel, “despertar la conciencia”.

Consultado sobre un futuro nuevo trabajo literario, este artista popular fue categórico: “Si alguien quiere tener mi tercer libro, que me escuche porque no lo escribí. Lo tengo en palabras”.