Por Pablo Esquivel
Fotografía: Cristina Sille

Victoria Donda declaró en el juicio contra su tío Adolfo, involucrado en su apropiación y sustracción de identidad. El represor no quiso verla cara a cara y la extitular del Inadi le pidió conocer su fecha real de nacimiento.

El lunes pasado se realizó la décima audiencia en los tribunales de Comodoro Py por la causa en la que se investiga la responsabilidad del militar Adolfo Donda Tigel, que formó parte del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, en la sustracción de identidad y entrega de su sobrina Victoria al prefecto Juan Antonio Azic. Los padres de Victoria fueron detenidos en 1977 y al día de hoy continúan desparecidos.

En una jornada cargada de expectativa por lo que podría suceder, Victoria Donda Pérez, hoy subsecretaria de Análisis y Seguimiento de Políticas Estratégicas del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, declaró por más de una hora frente a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 6 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por los jueces Ricardo Basilico, Daniel Obligado y Gabriela López Iñíguez.

En el banquillo de acusados, desde la Unidad Federal 31, se presentó de forma virtual el tío de la dirigente del Frente de Todos, el militar Adolfo Donda Tigel, de 76 años, que es imputado por su participación en la apropiación de Victoria y por la desaparición de su hermano José María Laureano Donda­ (padre de Victoria), arrojado en los denominados “vuelos de la muerte” al Rio de la Plata.

El exmarino ya había sido condenado junto a Alfredo Astiz y Jorge Eduardo Acosta a prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua por el Tribunal Oral Federal Nº 5 tras ser declarado culpable por privación ilegítima de la libertad doblemente agravado por su carácter de funcionario público durante la última dictadura.

En este caso, se busca probar si Donda Tigel tenía vinculación con el apropiador de Victoria, el prefecto Juan Antonio Azic, con quien fue compañero de tareas en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Azic fue condenado por el delito de apropiación, en 2012, a catorce años y medio de prisión, y la cumple de manera domiciliaria por una cuestión de salud.

La extitular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y querellante de la causa nació en la maternidad clandestina de la ESMA durante el cautiverio de su mamá, María Hilda Pérez de Donda, quien al igual que su papá, continúa desaparecida desde 1977.

En 2004, Victoria conoció los resultados de la prueba a la que se había sometido en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand, por los que se determinó que su familia biológica no era la que la había criado, sino que su apropiador había formado parte de los agentes de represión de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura.

Los pingos se ven en el tribunal

La declarante fue contundente con su presentación y el vínculo inoxidable con su madre: “Victoria Analía Donda Pérez es el nombre que elegí después del 8 de octubre de 2004, cuando me enteré que mi mamá me parió en la ESMA y me llamó Victoria. En honor a ella me puse Victoria como primer nombre”.

Las semblanzas de sus padres, en base a lo aportado por testigos, familiares y vecinos de ellos, fueron sintéticas pero muy ilustrativas de quienes eran y cuáles eran sus personalidades: “Mi mamá se llamaba María Hilde Pérez, tenía 23 años, y le decían Cori. Era militante de la JP en la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires. Ingresó a la organización Montoneros. Tenía otra hija que es mi hermana Eva Daniela. Y era una mujer muy solidaria que las vecinas la recuerdan como la chica que les enseñaba a coser a máquina, como forma de ganarse la vida”. Sobre su padre contó: “Se llamaba José María Donda, tenía 21 años, era alto y flaco. Le decían Pato, en la organización, o Cabo, en el Liceo Naval donde hizo el secundario. Fumaba, no sabía andar en bicicleta. Era hábil y sabía escuchar. Así lo recuerdan todos. Un hombre muy callado”, detalló.

Victoria se explayó sobre lo que lo que sucedió con sus padres a finales de marzo de 1977: “Los dos fueron secuestrados. Primero mi mamá… cuando estaba embarazada de mí. La secuestran en la plaza Castelar, primero la subieron a la camioneta con un compañero. A mi mamá enseguida se le notaba la panza… Para la época que la secuestran ya tenía cinco meses de embarazo. Una panza prominente pero igual no se bajaba de los tacos”, resaltó.

Fueron esos tacos los que se le rompieron cuando intentó salir de la camioneta luego de que su compañero buscara escaparse de la brigada castrense. La mujer se cayó, cuando llegaba a la estación de Castelar, se le rompió el calzado, y fue recapturada en la plaza municipal.  

Con respecto a su padre, hizo hincapié en la desesperación por encontrar a su pareja y a su hija raptadas y los últimos momentos en los que fue visto aún con vida. “Cuando llega (a la plaza) mi papá unas horas más tarde, encuentra el zapato”, narró Victoria. Por una nota que el compañero de José María le narró en una carta a Adela Segarra, quien militaba por entonces en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Victoria supo que su papá mantuvo “alguna comunicación” con sus dos abuelas: Cuqui (de parte de su padre) y Leontina (de parte de su madre). “Mi abuela iba a donde mi papá la citara”, aseguró la declarante, que destacó que pedía que esos encuentros sean sin la presencia de su hermano Adolfo Donda Tigel, ni la de nadie.

“Mientras (mi papá) buscaba a mi mamá, escribió una carta y se la dejó por debajo de la puerta a Leontina, que vivía con Daniela y con sus propios hijos en Morón (mi mamá le había dejado a Danielita). Cuando mi abuela vio que entró un sobre por la puerta, abrió la puerta y vio la sombra de mi papá yéndose del lugar. En esa carta, habla de mi mamá, de su embarazo, o sea de mí. Pide que nos busquen, que nos críen juntes con mi hermana y también le dice que vayan a buscar a Adolfo Donda, su hermano. Que creía que tenía la humanidad para poder buscarme”, planteó Victoria con un gesto de cierto asombro considerando lo que finalmente sucedió.

«Mi abuela fue a buscar a Adolfo Donda para que ayude a mis padres y él le contestó que ellos sabían lo que les podía pasar», declaró Victoria.

La nieta restituida aseguró que, en base a lo que le contaron distintas personas, como Lidia Vieyra, cuando su madre comenzó con el trabajo de parto pidió que una de sus compañeras la ayudase. La llevaron, contó, a la salita de la Sardá (pieza de embarazadas de la ESMA, conocida en el ámbito castrense como “Maternidad Sardá”) y que ella nació en una mesa de madera por parto natural.

“Le habían puesto un suero a mi mamá y le habían dejado a Lidia un hilo de coser azul con una aguja. Apenas nací entró Magnacco (Jorge Luis, médico de la Armada que firmó numerosos certificados de nacimientos de hijos de desaparecidas nacidos en cautiverio en la ESMA). Se enteró que yo había nacido con vida. Cuando se fue, mi mamá se arrancó el suero, salto de la cama y me abrazó. Y ahí me puso Victoria”, contó, visiblemente emocionada. “Tenía bastante fuerza”, aseguró orgullosa para luego agregar que estuvo “unos días más” con su mama “en una canastita”.

En uno de los momentos más potentes de su alocución, Donda Pérez afirmó que su abuela Leontina “fue a ver a Adolfo Donda para decirle que la ayude a buscarnos”. La respuesta del militar, según el relato de Victoria, fue seca: “Él le contestó que mi mamá y mi papá sabían lo que les podía pasar, que él se había ofrecido para ayudarlos para que se vayan pero que su decisión fue quedarse sabiendo lo que les podía pasar”.

Además, señaló que su abuela materna Leontina y su tía (hermana de su madre María Hilda) se fueron a vivir a Canadá cuando se sancionaron las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida porque “le tenían miedo a Adolfo”, que había salido de la cárcel y sabían de su rol como jefe de unos de los grupos de tareas de la ESMA. “Yo en lugar de mi abuela, también tendría miedo”, se sinceró. Según Victoria, quienes continuaron su búsqueda a lo largo de los años cuando Cuqui falleció y Leontina se exilió fueron las Abuelas de Plaza de Mayo, “como siguen buscando a todos los nietos que faltan”, junto con otras agrupaciones.

Victoria señaló que hoy puede tener una vinculación con Azic. “Independientemente de los vínculos personales creo que hay una responsabilidad social y política que quiero asumir. Y si hoy puedo hablar con él y mi hija puede conocerlo en parte es también porque pude ser parte de quienes lo llevaron a estar hoy detenido”, resaltó Donda Pérez, que fue querellante en las causas en las que fue condenado.

La militante fue directa en su pedido a su tío de sangre: «A mí me interesa saber dos cosas: quiero saber mi fecha de nacimiento porque estoy segura que él—Donda Tigel—la sabe, y saber en qué fosa lo tiraron a mi papá para poder llevar sus huesos, sus cenizas, a algún lugar y poder dejarle una flor».

Con respecto al conocimiento de Donda Tigel sobre las torturas a su cuñada durante su paso por la ESMA, Victoria subrayó, en base a los testimonios de Sara Osatinsky, Raúl Cubas y Enrique “Cachito” Fukman, que su mamá “estaba esperanzada” de que el represor cumpliera con su palabra y le diera a la bebé Victoria a su abuela materna para que se criara junto con su hermana. Sin embargo, eso no sucedió y Adolfo Donda Tigel estuvo presente al menos en una oportunidad en la sala de interrogatorios durante los castigos aberrantes a las prisioneras. 

En una de sus últimas intervenciones, Victoria leyó una carta que su padre José Laureano escribió “de puño y letra”, dirigida a su abuela paterna. En un fragmento de la misiva resaltó el «sacrificio, humildad y rectitud de principios, que ha sido siempre el desarrollo del marco familiar que me ha permitido ver cuál es el único modo de asumir la vida”.

 “Ese modo es la lucha, esa lucha es por la familia, porque en definitiva, la patria y el pueblo son la suma de las familias de nuestra tierra. La construcción de una familia nueva, de un hombre nuevo, de una sociedad nueva es nuestro objetivo», cerró la funcionaria.