«Soriano aguanta y resiste»

«Soriano aguanta y resiste»

Angel Berlanga es periodista, docente y autor de “Soriano: una historia”, libro que presentará este 4 de septiembre en la Biblioteca Nacional. La primera biografía del reconocido escritor argentino rememora sus comienzos en Tandil y llega hasta su muerte. Un centenar de entrevistas, cartas, documentos personales, diarios y revistas para reconstruir la vida de un fabulador.

Este 4 de septiembre, a 50 años del aniversario de Triste, solitario y final, Angel Berlanga, periodista –editor de ANCCOM– y docente en la Universidad de Buenos Aires, presentará su libro Soriano: una historia. La cita es en la Biblioteca Nacional, a las 19, en el Auditorio Jorge Luis Borges. La biografía recorre los comienzos de Osvaldo Soriano como periodista en la revista Primera Plana hasta su muerte en 1997. La historia se toma su tiempo en momentos clave de la carrera del escritor y en otros más personales, como la relación con su padre, siempre acompañado por comentarios de familiares y amigos del escritor.

Soriano es autor de novelas, cuentos y crónicas periodísticas publicadas en varias partes del mundo. Muchos de sus libros fueron best-seller y también pasaron a la pantalla grande como ocurrió con “No habrá penas ni olvido” (1983) y “Cuarteles de invierno” (1984). Nació en Mar del Plata aunque en su infancia se mudó varias veces. A los 18 años se estableció en Tandil, lugar del que partiría ocho años después para vivir en Buenos Aires, donde su carrera se disparó.

Soriano fue un autodidacta que llegó a la literatura de grande, cuando comenzó a leer ficción por primera vez y luego a escribir. Su paso del periodismo a la literatura es una característica que Berlanga comparte pero partiendo desde su profesión como arquitecto. El periodista creció en Santa Teresita y se mudó a Capital Federal a los 18 años, donde comenzó a estudiar en la UBA. Descubrió a Soriano leyendo sus publicaciones en Página/12 y en las revistas El porteño y Crisis, pero no fue hasta que encontró Cuarteles de invierno en una librería de usados que decidió dedicarse al periodismo.

¿Arrancaste en Página/12 escribiendo sobre Soriano?

 No, ¿sabés que no? Sin embargo, desemboqué en Página/12 por él. Soriano muere en enero de 1997 y yo escribí un número especial de Soriano para la revista La Maga que salió en septiembre de ese año en donde tuve que entrevistar a Rodrigo Fresán y Juan Fort, que eran allegados a él pero más jóvenes. Para cuando se cumplió un año de la muerte de Soriano, en Página/12 hicieron otro especial que se llamaba “Soriano por Soriano”. Era parecido a lo que yo había hecho. En ese momento lo llamé por teléfono a Ford para decirle: “Che, mirá, yo tengo materiales que no entraron en La Maga, por ahí les pueden servir”. Me dijeron que no porque no había un mango para pagar colaboraciones. Entonces le dije: “Bueno, si te parece, yo te paso el material, no me pagues nada por eso pero al mismo tiempo te ofrezco una serie de propuestas de notas para ver si alguna les interesa”. Así entré a Página/12: le llevé un sumario que todavía tengo y lo uso a veces en las clases que doy. No empecé escribiendo sobre Soriano pero la puerta de entrada a Página/12 fue por él.

 ¿Cómo definirías al Soriano escritor?

Siempre lo defino como un muy buen “proyector”. Te presenta las cosas de un modo que la lectura resulta entretenida mientras te da curiosidad para seguir indagando. No es fácil hacer eso, pero se lee muy sencillo. Creo que ese es uno de los roles de los medios ¿No? Contar algo de un modo tal que te den ganas de sumergirte.

 Resulta interesante como empezó con una cosa y terminó con otra…o las combinó al hacerse periodista y después escritor.

Sí. Esto en el libro está desarrollado: cómo algunos temas que aparecen desde el periodismo luego pasan a su literatura. Es un asunto que a mí me parece muy atractivo y que en sectores de la academia generaba rechazo. Me parece que tiene una lectura política: porque desde su impronta y su quehacer te incita. Del otro lado es como si se establecieran podios, templos del saber, que expulsan a veces por complejidad o por el lenguaje.

 ¿Hay algo de ficción en la biografía? En el libro se pueden encontrar sentimientos o pensamientos que no se pueden corroborar del todo.

A mí en particular me interesaba mucho esta bajadita o, como dice el subtítulo de mi libro, encontrar una historia. Yo tengo una cantidad tremenda de material. Es una tonelada. De ese material elegí partes que son las que están acá. Esas partes que componen la historia ya forman una subjetividad. Lo que cuento por mi parte son testimonios o cosas que leí. Eso por un lado. Luego claro, uno cuando habla con alguien no sabés hasta qué punto eso que está narrando es un invento o algo que efectivamente pasó. Soriano fabulaba mucho. Él compuso bastante su personaje. Algunas de las personas que hablan sobre él en particular también fabulaban, de modo que es un escritor que reivindicaba esto de construirse como personaje.

Soriano fabulaba mucho. Él compuso bastante su personaje. Algunas de las personas que hablan sobre él en particular también fabulaban, de modo que es un escritor que reivindicaba esto de construirse como personaje.

Ángel Berlanga

¿Tenía está tendencia a embellecer las historias, como hacía cuando hablaba del padre?

Viste que en algún tramo está dicho: “Yo no sé escribir aburrido. Apenas empiezo a ver que ésto está pesado, largo”. Yo creo que en función de esa narrativa, le pone sus condimentos. Yo no sé si el padre era tan parecido a Dashiell Hammett como él decía que era. Pero si lo decís, ya tenés un elemento de peso mucho más contundente. Creo que él ponía sus agregados para que la historia funcione. Lo he visto en muchos sitios. En un punto tiene que ver con su papel de narrador, de abrazarse a su papel más allá del detallecito de la historia, siempre y cuando no termine tergiversando todo el sentido. Lo hacía para llegar al interlocutor. Ese rol de fabulador que aparece a lo largo del libro lo retoman las primas, los compañeros de fútbol. Los compañeros en el diario decían que era todo un espectáculo ver cómo en la apertura que se armaban los sábados en La opinión, Soriano contaba sus historias. Eso lo ves a lo largo de muchos tramos de su vida con muchos testigos. Es algo innato que tiene él.

 ¿Tenés algún número aproximado de la cantidad de entrevistas o archivos que recopilaste?

En el libro figuran como unos ochenta entrevistados, pero debo haber hecho cien. Hay muchas entrevistas personales. Yo empecé la biografía hace diez años, pero juntaba materiales desde hace mucho tiempo, a lo mejor hace treinta años. Son esas cosas que uno hace por gusto. Es más: en la época del videocasete, por ejemplo, grababa entrevistas que aparecían en televisión. ¿Viste esas entrevistas que no están por ningún lado? Las tengo yo. Tengo infinidad de cosas. Para el laburo en sí, fui a la hemeroteca y a la Biblioteca Nacional y rastreé toda la obra periodística. Ahí me encontré con muchos materiales. Incluso el libro tenía una versión mucho más grande donde aparecían más referencias a esa obra periodística porque incluía qué pasaba en esa época. Él escribía muchas cosas al mismo tiempo. Un asesinato, alguna cuestión deportiva o alguna cuestión político-económica, que en esa versión aparecía contextualizada. Después está todo lo del exilio. Su mujer me permitió acceder a correspondencia, por ejemplo. Esa es otra de las vertientes del libro. También vi todos los pasaportes. Eso me ayudó mucho a establecer en qué momento, por ejemplo, se fue exactamente al exilio o en qué día volvió, y volvió a irse. Todos esos recorridos los pude establecer por los sellos de los pasaportes.

¿Cómo fue organizar todo ese material para el libro teniendo en cuenta lo que era cierto y lo que era mentira?

Eso fue todo un asunto y desde el principio fue una inquietud, porque pensaba: “Si esto una biografía tiene que ir con la premisa de la verdad». Pero en un momento renuncié a eso. Es muy difícil establecer la verdad. Muchas veces tiene distintas caras y depende de quién las interprete. Entonces por un lado me interesaba que la voz de él apareciera. No solamente las entrevistas de radio y televisión sino también las entrevistas gráficas. Por lo que renuncié a ponerme en investigador hasta las últimas consecuencias de cómo habían sido las cosas.

 ¿Cuál fue el aprendizaje que más te quedó de Soriano?

Primero la cuestión de abordar cualquier tema o muchos y a la vez tratar de ser entretenido para el lector. Yo creo que él ponía muy en práctica eso. Buscar ser entretenido y abrir una perspectiva para seguir indagando cuestiones. También, por una cuestión de estar tanto tiempo laburando sobre esto, y como él abarcó tantos temas, me aparecen situaciones que dialogan con cosas que escribió él. Por ejemplo, hoy por hoy las caracterizaciones que Soriano hacía de Menem las veo en Milei. Mil situaciones así vinculadas al fútbol, a la economía, a la prepotencia del fascismo, del poder económico. Pero es como le pasa a mi viejo, que es un español de 86 años que todo el tiempo le aparecen refranes para aplicar a cualquier situación. Bueno, a mi me aparecen posturas de Soriano (risas).

 ¿Lo seguís leyendo?

Lo leo, sí. Porque también el laburo hizo que descubriera otras dimensiones. Yo creo que muchas de sus novelas, no todas, obvio, siguen hablando y teniendo sentido. Exceden la mera historia que cuentan. Hablan muy fuertemente de la condición humana y de nuestra identidad. Ahora ya hace rato que no agarro una novela de nuevo, pero para este trabajo tuve que releer y me sigue gustando. Muchas veces pasa que cuando uno ve una película que ya viste no te sorprende, o el efecto es distinto. Pero en la lectura de Soriano aparecen otras cosas. Aguanta. Resiste.

Ocho años de impunidad

Ocho años de impunidad

La desaparición de Sebastián «Nino» Largueri continúa impune, mientras que la causa sigue deambulando por los tribunales correntinos. Su hermana denuncia connivencia entre la policía y el poder político.

Tras ocho años de la desaparición y muerte del joven de 23 años, Sebastián “Nino” Largueri en Monte Caseros, provincia de Corrientes, los policías imputados Roberto Aguirre, Walter García, Ramón Goin y Cristian Ibalo han declarado por primera vez. Sin embargo, tanto la jueza Elsa López como el fiscal Ricardo López Ruíz han rechazado el pedido de “detención inmediata” presentado por la querella. Su hermana, Anahí Andrade dialogó con ANCCOM y contó cómo vive esta situación de impunidad que hoy cumple casi una década.

En una provincia donde sigue vigente el Código Contravencional, es decir que la policía puede parar y llevar a la comisaría a cualquier persona sin más excusas que la averiguación de antecedentes, merodeo o portación de rostro; Anahí se ha convertido en una referente social al denunciar y luchar contra la violencia institucional. Ella señala el encubrimiento y la complicidad no sólo por parte de la justicia, sino también del poder político que no tuvo ni una muestra de solidaridad con la familia. Con el apoyo de organizaciones sociales de derechos humanos, las madres y hermanas víctimas de “gatillo fácil” y los medios provinciales o de Buenos Aires, pero no locales, ha logrado que su caso trascienda e incluso llegue a otros países como Kurdistán, Francia y México desde donde también recibe la solidaridad de las compañeras.  

“Nino era mi hermano menor, al que prácticamente materné”, cuenta Anahí desde su casa en Monte Caseros. Sebastián amaba el deporte, jugaba al fútbol y había realizado varias exhibiciones de box. “Tuvimos una vida muy dura. A los 17 años él empezó con ataques de pánico y a tratarse con psicólogos, pero al mismo tiempo comenzó a consumir drogas y se enfermó. Luego de varios años le diagnosticaron esquizofrenia, lo tuvimos que internar varias veces en el Hospital de San Francisco de Asís en Corrientes Capital que es un horror, fueron situaciones muy angustiosas. Hacía falta denunciarlo porque dada la Ley de Salud Mental que rige no podíamos internarlo en contra de su voluntad”. Desde entonces, Anahí y su familia se enfrentan al desprecio y la falta de respuesta por parte de las autoridades y de la justicia. “Con la jueza Elsa López ―quien justamente lleva la causa en la actualidad― había firmado una red de protección para Nino donde me hacía cargo de encontrarle una casa, de su medicación, de la comida; mientras que ellos se habían comprometido a enviar un asistente social una vez por semana, pero nunca lo cumplieron”.

El 31 de agosto de 2015 Anahí Andrade se enteró de lo que había sucedido con su hermano menor, quien estuvo desaparecido por dos semanas en Monte Caseros. Su cuerpo apareció en el río Miriñay luego de haber sido detenido por la policía en la casa de un amigo. Anahí cuenta cómo fueron los momentos previos a su detención, que evidencian el hostigamiento que Nino estaba sufriendo: “En julio de 2015 lo retiré del hospital y me contó que lo llevaron a un descampado, lo habían golpeado, torturado. Lo amenazaron con hacerlo ‘NN’, estaba dispuesto a denunciar esto. Cuatro días antes de que lo secuestraran fue con un abogado a la fiscalía y, supuestamente, ese día el fiscal no se encontraba”. Agrega que algunos estados de la red social Facebook de su hermano rezaban: “Yo no soy ningún ladrón” e insultaba a la policía. 

En un primer momento la causa estuvo en manos del juez Eduardo Alegre. Gracias al trabajo de la querella, los policías Aguirre, García, Goin e Ibalo fueron imputados por privación ilegítima de la libertad y vejámenes agravados. Pero ante el pedido de investigación e imputación por homicidio calificado, el juez se negó rotundamente, “es absurdo, fue él quien los imputó por secuestro y tortura en primaria instancia”, sostiene Anahí. 

Alegre fue apartado de la causa, sin embargo la jueza López, quien tomó las riendas a principio de este año, continúa con la misma línea de impunidad: tras haberlos citado a declarar dos veces (una en mayo donde los uniformados no se presentaron y la siguiente en julio donde fueron llevados por la fuerza pública y se negaron a declarar) resultaron efectivamente imputados, pero dejados en libertad con ciertas reglas de conducta que deben cumplir. Estas incluyen presentarse a firmar del 1 al 10 de cada mes y el no acercamiento a la familia, «algo que no han cumplido nunca”, asegura Anahí ya que escriben libremente en sus redes sociales y reciben amenazas de su parte. “García amagó con sacar un arma de fuego a las afueras del casino, hay pruebas de todo. Ellos continúan con su vida como si nada cuando a mí me han inventado cuatro causas, fui llevada a juicio e incluso condenada antes que los asesinos de mi hermano”. 

En la situación actual, las esperanzas están depositadas en el pedido de apelación  realizado por su abogado, Hermindo González: “Nos queda confiar en que esto se va a revocar y que se va a dar lugar a la apelación. La otra opción es pedir de forma urgente la elevación de la causa a juicio oral ya con la imputación de homicidio calificado y que de una vez por todas los policías sean juzgados y condenados”. 

“Justicia por Nino Largueri” es el nombre de las redes sociales de Instagram y Facebook que informa y reclama por el caso del joven. Al cumplirse en el día de la fecha ocho años de la aparición de su cuerpo, se ha publicado un video donde por medio del rap, se cuenta lo sucedido y se reclama justicia. El audiovisual fue realizado por Mauricio Centurión, “un pibe de Monte Caseros, periodista y cineasta que vive en Kurdistán que siempre está acompañándonos en la lucha y que incluso realizó el documental ‘¿Qué pasó con Nino Largueri?’ Esto es lo que nos ayuda no sólo a difundir sino a mantener y asegurar nuestra seguridad” concluye Anahí.

El rol de Clarín en el asesinato de Rafael Nahuel

El rol de Clarín en el asesinato de Rafael Nahuel

El líder de los Albatros declaró en el juicio que investiga la muerte del joven mapuche y aseguró que todo lo que sabía de la comunidad era lo que había leído en el diario. Otros testigos, señalaron que las víctimas no tenían armas de fuego.

Durante las últimas dos audiencias del juicio por la muerte de Rafael Nahuel en Villa Mascardi, los testimonios de diversos testigos, entre ellos miembros de la Policía Federal y de la Prefectura Naval, sugieren que la información obtenida a través de los medios de comunicación influyó en la estrategia y en la toma de decisiones de los equipos de seguridad. Asimismo, otros destacaron la ausencia de armas de fuego en poder de la comunidad mapuche durante el desalojo. 

Este martes 29 de agosto durante el juicio por el asesinato de Rafael Nahuel, Julio César Mostafá, líder del Grupo Albatros, admitió haber obtenido información sobre la situación de los mapuches en Chile a través del diario Clarín. La aseveración disparó nuevas preguntas del abogado de la querella de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Sebastián Feudal, quien le preguntó si conocía algunas características de las comunidades mapuches. “Sólo lo que se había visto en los medios de comunicación. Lo que había pasado en Chile. Sabíamos que (el desalojo) era en Bariloche, en apoyo a la Policía Federal y que iba a haber algún tipo de agresión. Sabía que (en Chile) había habido quemas de viviendas, ese tipo de cosas, bloqueo de rutas, lo que salió en los medios de comunicación”, respondió Mostafá.

“¿Qué vio o escuchó de cómo fue ocupado el predio?”, le preguntó el abogado, a lo que el prefecto respondió: “Vi por los medios que habían ocupado unos días antes, en Clarín. Y, después, cuando recibí la orden, me acordé de lo que había visto”. En distintos momentos del interrogatorio de las partes acusadoras, que incluyen a los abogados representantes de la familia de Nahuel y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, el abogado defensor de tres miembros de los Albatros, Marcelo Rocchetti, trató sin éxito de cambiar la dirección de las preguntas. A pesar de ello, el presidente del tribunal dio permiso para las preguntas, al considerar que era necesario brindar contexto al operativo que resultó en el asesinato del joven mapuche.

En relación a la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), Feudal preguntó a Mostafá qué sabía de esa organización, a lo cual el testigo reiteró: “Lo que leí en los medios, bloqueo de rutas en Chile, quemado de algunas fincas, nada más”. El letrado quiso saber por qué asoció esa sigla con el procedimiento represivo. “Es imposible no asociarlo, hablaban (los medios) de ramificaciones de la RAM en nuestro país, lo relacionaban con (Facundo) Jones Huala de la comunidad mapuche, imposible no relacionarlo”. Mostafá tenía a su cargo la decisión sobre el equipo y armamento del operativo del 25 de noviembre, dos días después del desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu. Como si hubiera quedado alguna duda, Feudal insistió: “¿Tomó esa determinación en base a los medios?”, preguntó Feudal. “Si se quiere, sí”, reconoció Mostafá. Más tarde, el abogado de la APDH consideró que “es un prejuicio muy claro” por parte del uniformado, que demuestra que “se actuó en base a consideraciones que no figuraban en la orden judicial”.

Otro testigo que compareció en la audiencia del martes fue Leandro Ruata, quien en ese entonces era el jefe de la delegación de la Prefectura Naval Argentina en Bariloche. Ruata entró en contradicción respecto a un punto fundamental de la investigación. Declaró que al llegar a Villa Mascardi –unas dos horas después de ser informado sobre el supuesto enfrentamiento– «escuchó disparos que provenían de la montaña». El abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Mariano Przybylski, salió al cruce y citó un fragmento de su declaración durante la instrucción de la causa, en la que afirmó no haber escuchado disparos de armas de fuego en el lugar. “Es cierto, me debo haber equivocado ahora. Lo que escuché eran voces, no detonaciones. O gritos, no sé precisar de quién”, admitió el testigo.

También dio testimonio el oficial de la Policía Federal, Felipe Duarte, quien, en calidad de francotirador, se infiltró en la zona ocupada por la comunidad mapuche dos días antes del desalojo para obtener información. Duarte afirmó que no percibió una actitud agresiva por parte de los miembros de la comunidad, aunque admitió que no pudo ver con claridad cuántas personas formaban parte del grupo que sería desalojado debido a que permaneció oculto.

Por su parte, declararon los suboficiales de Prefectura Diego Sánchez e Ignacio Salinas. Ambos coincidieron en que no escucharon disparos de armas de fuego de manera directa ni a través de los equipos de comunicación. Cada uno de ellos indicó que oyó los llamados de auxilio por parte de los integrantes de la patrulla que subió a la montaña. Sánchez informó que estaba subiendo cuando se encontró a mitad de camino con sus compañeros que bajaban y que le comunicaron que habían sido atacados con armas de fuego.

Armas y piedras

El miércoles 30 de agosto fueron interrogados cuatro testigos: Aníbal Onetto, integrante de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que participó del secuestro de armas a los Albatros; y Marcelo Sertic, Gonzalo Rosales y Ricardo Ramírez, miembros de la Policía Federal Argentina. 

Cuarenta y ocho horas antes del asesinato de Rafael Nahuel, un contingente compuesto por una veintena de agentes del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) de la Policía Federal Argentina (PFA) fue desplegado con la finalidad de llevar a cabo el desalojo de la comunidad mapuche a la que pertenecía el joven de 22 años. Durante el operativo del 23 de noviembre de 2017, Sertic estuvo asignado a un pequeño equipo encargado de llevar a cabo labores de inteligencia en el terreno en los días previos, con el propósito de desarrollar un plan de desalojo. “No le vamos a disparar con arma de fuego a alguien que tira una piedra”, lanzó el testigo, y dijo que por eso solo utilizaron “escopeta antitumulto” durante el desalojo, ya que las agresiones de quienes resistían eran con piedras. “El arma letal es la última respuesta, cuando se produce el desalojo la actitud era hostil, como defendiendo el lugar que ocupaban”, dijo Sertic en respuesta a las consultas de la parte querellante. En este sentido, todos los testigos vienen coincidiendo en que no observaron armas de fuego en manos de los miembros de la comunidad mapuche, ni antes ni durante el proceso de desalojo. Además, ninguno de los testigos oyó disparos. 

Durante las labores de recolección de información previa, Sertic reportó que pudo avistar individuos en el lugar, incluyendo hombres, mujeres y niños, así como cabañas construidas. Fue capaz de especificar que había alrededor de nueve personas en total. El desalojo tuvo lugar durante las primeras horas de la madrugada, cuando todavía estaba oscuro. Sertic afirmó que sólo detuvieron a mujeres porque los hombres escaparon hacia la cima del cerro.

Por su parte, Ramírez, inspector de la Policía Federal de la delegación Bariloche, habló de “agresión con piedras”. Explicó que hubo personal policial que sufrió lesiones producto de las piedras, pero descartó la presencia de armas de fuego en su relato. “Había muchas mujeres y niños. Algunos lo tomaron de buena manera y otros no tanto (…) No tuve ningún tipo de agresión física”, dijo el testigo quien en aquel momento realizó la lectura de la orden de allanamiento y labró la instrucción del acta.

En tanto, Onetto, jefe de Delitos Complejos de la PSA en la Patagonia, dijo que su tarea fue trasladar a los dos detenidos quienes habían bajado a Rafael Nahuel desde la montaña hasta la ruta, Lautaro González y Fausto Jones Huala, así como también realizar el secuestro de armamentos y celulares de todos los albatros imputados. González y Huala habían sido detenidos y esposados por los prefectos que estaban arriba en la montaña. Una de las hipótesis de la querella es que podría haber habido “transferencia de residuos de disparo” por el hallazgo de pólvora en sus manos, tema en controversia en el juicio. Onetto explicó que verificaron las municiones y secuestraron los teléfonos, además de tomar muestras de pólvora de las manos, tarea que en el caso de los prefectos estuvo a cargo de la Policía de Río Negro, dijo. 

Durante la audiencia hubo un duro cruce entre el juez federal que preside el tribunal en el juicio, Alejandro Silva, y el defensor particular Marcelo Rochetti que hizo una “propuesta” sobre cómo continuar y realizó constantes interrupciones. El magistrado le respondió: “No me dirija el debate. Si no, venga y siéntese acá”. 

Justicia por Rafita

El proceso judicial se inició hace dos semanas en el Tribunal Oral Federal de General Roca (Fiske Menuco) en la provincia de Río Negro, y se extenderá durante los próximos dos meses. En cada jornada, diversos grupos de comunidades mapuche y organizaciones sociales se manifiestan afuera en reclamo de justicia por “Rafita”, al tiempo que los protagonistas hacen declaraciones a los medios.

La causa, titulada «Pintos, Francisco Javier y otros sobre homicidio simple, usurpación y atentado agravado a mano armada», tiene a Alejandro Nahuel, padre de Rafael Nahuel, como el querellante. En esta causa, el cabo primero Cavia enfrenta cargos por «homicidio agravado cometido en exceso de legítima defensa», mientras que los otros cuatro miembros del grupo Albatros son considerados «partícipes necesarios» de los hechos.

Las próximas audiencias del juicio (séptima y octava) serán el 5 y 6 de septiembre en Roca. El cronograma de testigos ya está previsto para las próximas dos jornadas del debate oral y público. Se vienen al menos siete peritos, quienes realizaron varios procedimientos en la causa; como la autopsia en el cuerpo de Rafael Nahuel y quienes hicieron las pericias balísticas y del terreno. Declaran la semana que viene: Leonardo Sacomano, Roberto Nigris, Natalia Uribe, Silvia Bufarini, Javier Moreno, Silvina Lastreti y Jorge Delgado. La mayoría lo hará por Zoom.

 

¿Es posible reírse de la dictadura?

¿Es posible reírse de la dictadura?

Este jueves se estrena Estertor, una película de humor negro que aborda la historia de un represor que atraviesa su prisión domiciliaria con Alzheimer y sus cuidadores.

Juan Basovih y Sofía Jallinsky fllmaron Estertor, un largometraje que intenta dialogar con la memoria desde el humor. En el departamento de dos ambientes en el que viven, Juan y Sofía rodaron su segunda película, producida por Palestra Films. La historia narra cómo un genocida condenado a prisión domiciliaria transcurre su vejez en el sopor de la inconsciencia. Enfermo de Alzheimer, vive a merced de un grupo de cuidadores que sobrelleva la carga de un trabajo precarizado, el encierro y la alienación sometiéndolo a vejaciones que pueden rápidamente mutar de una broma ridícula a la tortura. Tal como señala la gacetilla, la violencia se expresa en todas sus formas, incluidas aquellas que imponen la desigualdad de clase, la necesidad económica, el aburrimiento y la desidia.

La obra llega a Buenos Aires tras ganar el Premio del Público y una Mención Especial del Jurado en el 7º Festival de Cine de General Pico, y tras conseguir el Premio a la Distribución del Festival Internacional de Cine de Gijón, España. ¿El estreno? Este jueves en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín a las 21 .

ANCCOM habló con los directores para conocer los detalles de esta peculiar película

 

¿Cómo juega el humor y la identidad nacional en dos ambientes?

JB: Siempre la identidad nacional estuvo muy ligada al humor, sobre todo al humor negro. Cuando nos ponemos a pensar en el cine de la dictadura para atrás vemos mucho cine de humor negro, la literatura también. Hay algo que se fue perdiendo, en lo audiovisual y en lo teatral, en lo literario se recuperó bastante rápido. Creo que la identidad nacional siempre tuvo ese humor y, de alguna forma, nuestro diálogo partía de la pregunta: ¿Por qué no está esto unido, si no es todo tan solemne? Nosotros no somos un pueblo solemne, si nos emocionamos, tenemos cierto orgullo pero también tenemos un montón de humor. Automáticamente, cuando sucede una desgracia, sucede un chiste. Forma parte de nuestra identidad.  

SJ: Hasta familiarmente tenemos discusiones picantes, y se picantea entre el chiste y no tan chiste. Son discusiones y comentarios que te ponen en otro lugar y tenés que aprender a defenderte, armarte, bancarlo y retrucar con altura y creatividad. Nos parecía muy extraño no ver eso.

 

El humor está un poco encasillado en Guillermo Francella, falta un humor que juegue con temas como la dictadura. El humor, en este caso, se juega en la búsqueda por romper un límite…

JB: También sentimos un poco que estamos hablando de la contemporaneidad. Hablar de la contemporaneidad y con la distancia que tenemos nosotros como generación sentimos que podemos meterle humor. La distancia nos da el humor. 

 

Hay una línea discursiva donde no nos podemos meter con ciertas cosas y se nos escapan por otro lado. Si del lado en el que se reconoce la causa por la memoria hay solo solemnidad, las risas están del otro lado…

SJ: Es decir: “Bueno, ¿qué vas a hacer con esto?” Lo que nos interesa mucho del humor es esa posibilidad que se genera cuando te estás riendo de algo, en parte genuinamente y, a la vez, sabes que no está bien. ¿Qué pasa ahí? Aparece algo muy genuino de lo que en verdad pensamos. En tiempos de tanta corrección política, hay cosas que después no se condicen con los resultados, con las últimas elecciones por ejemplo. Decís, pará, si todos pensábamos eso, ¿qué onda?

¿Cómo fue filmar en su casa?

SJ: Es un loop rarísimo, porque estuvimos quince días filmando adentro, durmiendo ahí. No nos fuimos a ningún lado. Dormíamos en la cama del genocida, un asco. Te imaginarás que no lavábamos mucho todo, estábamos destruidos. Si bien el equipo era chico, éramos quince o veinte personas. 

 

No entran en un dos ambientes…

SJ: Un quilombo. Un montón de lugares ocupados por equipos. Pero también entras en una dinámica de locura y estás todo el día pensando en ese lugar.

 

La película retrata una cotidianidad muy cercana. Es su casa. ¿Qué tan cierta es esa heladera? ¿Es un cartón de leche y nada más o tiene momentos mejores?  

 

SJ: Leche seguro que no porque a Juan le da asco. Y esa es otra cosa, someternos, también en los detalles, a cosas que nos dan asco. Es un juego para nosotros: construir personajes desagradables. No coincidimos con esos personajes. Pareciera que en el cine no está saldada la discusión de que el autor cree en esos personajes. En la literatura si.  

JB.: Volviendo a lo del departamento: esos dos ambientes tal vez se vuelven infinitos porque hay que habitar todos los recovecos y se expanden. Que toda la película surja ahí y construir una escena distinta para cada situación, para cada espacio hace que todo se multiplique. Se amplía. Tenemos un espacio y hay que filmarlo de muchas maneras distintas porque si no se agota al espectador. Es amplificador y sofocante, a la vez.

 

 Hay una cotidianidad atravesada por el cine. ¿Se dedican tiempo completo a esto?

SJ: No, para nada.

J B.: No, no. Tenemos trabajos.

SJ.: No es que tenemos que hacer reuniones todas las semanas. La reunión es levantarse a tomar mate. Es el mate.

JB: Vivimos de otra cosa, pero como estamos en casa todo el día, estamos pensando todo el tiempo en eso.

SJ: No hay muchas personas que puedan vivir del cine. Por eso el cine es bastante clase media para arriba. Eso es un conflicto porque hay un montón de relatos que faltan.

 

¿Cómo juega en ustedes, y en sus proyectos esos relatos que faltan?

SJ.: Hay una cuestión económica que no nos permite hacer proyectos grandes. Pero también hay algo que defendemos un montón de esa forma de hacer las cosas: pensemos bien en la historia, trabajemos mucho con los actores y, después, lo formal no es lo más importante para nosotros.

JB: El cine lo hace gente de ciertos lugares, adoptan distintos lenguajes que olvidan lo que quieren decir y toman decisiones que son para un grupo particular de personas. Tenemos que hablar desde el lugar en el que estamos parados y qué es lo que queremos representar y, sobre todo, con qué cine nos criamos.

SJ.: Seguimos hablando desde una clase media, nuestros personajes son de clase media.

¿Cómo encuentran la película leída en esta actualidad?

SJ: A veces creamos representaciones y nos juntamos con gente más o menos igual y pensás que hay cosas que ya no se dicen. De repente la realidad te da una cachetada en la cara. Ya se venían sintiendo discursos negacionistas – al momento de pensar y grabar la película-, había como una sensación que estaba apareciendo. Si no le das la vuelta, si no lo hablas, pasa esto. No estábamos dialogando ciertas cosas, mismo dentro de los feminismos.  

JB: La película la escribimos en el 2021, fue la segunda etapa, mucho más corta, de la cuarentena. Como ahora, la calle estaba tomada por los fachos, por los que protestaban por la cuarentena, los que iban a Plaza de Mayo y colgaban muñecos con las Madres.

 

El campo popular no logró volver a la calle de una forma potente…

SJ: Es como que fue la primera vez que se dieron cuenta de que podían ir a la calle y hacer algo que tal vez era nuestro. Lo capitalizaron muy bien.

 

Estertor se estrena en Buenos Aires este jueves a las 21 horas en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530. Además habrá funciones el: viernes 1, sábado 2 y domingo 3 de septiembre a las 21; martes 5, miércoles 6 y jueves 7 de septiembre a las 18.

Todo está guardado en la memoria

Todo está guardado en la memoria

El Archivo Biográfico de Abuelas de Plaza de Mayo cumplió 25 años. El proyecto nació impulsado por el trabajo conjunto del organismo de derechos humanos con la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Estela Carlotto, Daniela Drucaroff, Claudia Poblete Hlaczik, Diego de Charras y Ana Arias participaron del acto de homenaje.

La Facultad de Ciencias Sociales, en el marco de la Semana de la Memoria, conmemoró el 25 aniversario de la creación del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo. Estela de Carlotto ingresó al auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales recibiendo aplausos de pie de una sala llena de estudiantes, docentes, representantes de la institución y organismos de derechos humanos.

El Archivo Biográfico Familiar fue un proyecto de la Facultad de Ciencias Sociales en conjunto con la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo que comenzó en el año 1998. Es el registro de entrevistas a familiares, amigos, compañeros de militancia y cautiverio de los padres y madres de los nietos y nietas buscados y buscadas con el objetivo de reconstruir su historia de vida y aportar una dimensión social al resultado genético.

Durante el acto Ana Arias, decana de la Facultad, se mostró emocionada y reflexionó sobre la labor en conjunto con la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. “La universidad pública, la ciencia social y nuestra institución tienen un profundo compromiso por la memoria, la verdad, la justicia y esto da sentido para la tarea que hacemos todos los días”, sostuvo.

“Discutir sí, pelear no”, dijo Estela de Carlotto sobre la importancia de seguir debatiendo y expandiendo la historia de lucha y encuentro de Abuelas de Plaza de Mayo a los más jóvenes. Destacó que “todos tenemos que levantar el país al lugar que querían los treinta mil desaparecidos” y unirnos a pesar de las diferencias que existen “para que no ganen aquellos que van a querer hacer del país un cementerio. El amor es lo que más tiene signo en nuestra institución, el respeto y la lucha”, dijo al y bromeó con un “hay Estela para rato”.

Al igual que la presidenta de Abuelas, la coordinadora del Archivo Biográfico Familiar, Daniela Drucaroff, habló sobre la importancia del trabajo colectivo, desde el amor y la perseverancia que apela al saber de la comunidad, interpelando y comunicando. Rescató el trabajo de los primeros impulsores del proyecto junto con las Abuelas quienes “lograron sortear el silencio que quiso imponerse y la posibilidad de transmitir a otras generaciones esas historias”.

A su vez, la nieta restituida Claudia Poblete Hlaczik contó su experiencia al conocer su identidad y recibir su archivo. “Es una representación física de la memoria” que “me permitió completar mi historia”, dijo respecto a la posibilidad de no solo recuperar su identidad sino también la de sus padres. Agradeció a la colectividad que permitió la creación del archivo y el trabajo colaborativo con la Facultad de Ciencias Sociales que supone un recambio generacional constante que sigue aportando al registro.

En este sentido, Diego de Charras, vicedecano de la Facultad, destacó el insoslayable “rol de las Ciencias Sociales para las políticas de la verdad, memoria y justicia”. Al igual que de Carlotto, habló sobre el avance de “candidaturas negacionistas con discursos peligrosos” y por ello la esencialidad de abrir el debate con los jóvenes día a día y no permitir que se vuelva atrás en la cultura democrática argentina.

Al final del acto, Clarisa Veiga, profesora de la Facultad, editora de ANCCOM y coordinadora del área de difusión y prensa de Abuelas de Plaza de Mayo, se encargó de llamar al escenario y entregar los reconocimientos a quienes participaron activamente para la creación del Archivo. Entre los homenajeados estuvieron: Mónica Muñoz, coordinadora del Archivo, que lo recibieron sus hijos Luciano, Leonardo y Lisandro Kordon, y Enrique Oteiza, quien fuera director del Instituto Gino Germani al inicio de este trabajo. También fueron reconocidos Fortunato Mallimaci, decano de Sociales entre 1998 y 2002, Leila Gutiérrez, secretaria del Archivo. Ada Eroles, compañera de Carlos Eroles, codirector del Archivo en su fundación, en 1998. También se reconoció a los directores de carrera, funcionarios, docentes y no docentes de la Facultad que incentivaron la labor del Archivo. En la figura de Abel Madariaga, secretario de Abuelas, se reconoció a los familiares. También a Ruth Teubal, directora del Proyecto Hermanos de Desaparecidos. Y Graciela Daleo, en nombre del colectivo de entrevistados, sobrevivientes y no familiares.

Estela de Carlotto dijo unas palabras finales antes de las fotos con todos los reconocidos por la institución. Agradeció por el acto que definió como “histórico” y quedó a disposición de la Facultad para seguir trabajando en conjunto por la memoria, la verdad y la justicia.