Y vueltas y vueltas bajo tierra

Y vueltas y vueltas bajo tierra

Todos los días, decenas de artistas muestran su arte en las líneas del subterráneo porteño. ¿Cómo se organizan? ¿Cuánto ganan? ¿Cuántas horas trabajan? ANCCOM los acompañó para conocer ese mundo.

Los medios de transporte se convierten a diario en un escenario donde los artistas callejeros, por necesidad o decisión, ofrecen sus creaciones para ganarse la vida. Jeremías Pérez, cantante y compositor de 22 años, es uno de ellos. Trabaja desde hace meses en la Línea H del subte, una de las que más artistas alberga. Cada vez que sube a un vagón  con su guitarra al hombro se presenta como Jeremías Uriel y comienza a entonar diferentes canciones de rock nacional en formato acústico. Son apenas cinco minutos que los viajeros gozan de su música. Lo que no saben es que detrás de esos 5 minutos hay un enorme detrás de escena.

Oriundo de Villa de Mayo, barrio del partido de Malvinas Argentinas, Jeremías, encara una travesía de 36 kilómetros para llegar a su lugar de trabajo. Todo comienza con el colectivo 341, que lo lleva de su casa hasta la estación de Los Polvorines, donde se toma el tren hasta Retiro. En la terminal del ferrocarril Belgrano Norte lo esperaba ANCCOM para acompañarlo durante toda su jornada de trabajo.

Retiro apenas es una parada intermedia para llegar a su escenario rodante. “Ahora hay que tomarse la Línea E para hacer combinación con la H, en Jujuy”, indica Jeremías, y agrega: “Yo cuento las horas que trabajo desde que subo al subte y empiezo a cantar. Usualmente hago entre cuatro y seis horas. Tengo dos horas de viaje de ida y dos horas de vuelta”.

“Acá, en la Línea E, no canto porque es muy ruidosa, son coches más viejos, no se escucha la voz. Fijate que casi nunca se ve a nadie haciendo arte en este subte”. Jeremías aprovecha para desgranar su historia: “Empecé antes de la pandemia con una amigo por la zona de Boulogne, después trabajé de otras cosas pero decidí renunciar y empezar a estudiar Licenciatura en Música y trabajar con esto. Además tengo mi banda, Siluetas Del Pasado, donde canto y toco la guitarra. La experiencia del subte sirve para soltarse en el escenario, antes me costaba mucho. Todavía me falta desarrollar un poco más de carisma: vengo con el cassette puesto”. Entre charla y consultas, el subte llega a la línea H. Ahora queda llegar a Parque Patricios en donde comienza la función.

Un mundo con reglas propias

“La E y la B son muy ruidosas”, retoma. “La C tiene un recorrido muy corto y se llena mucho, eso es contraproducente. La A y la D son muy jodidas, hay mucha competencia; la H es la mejor, es la más tranquila y donde mejor se puede trabajar”, comenta Jeremías. Subir a cantar a un transporte no es tan fácil como parece.

“La primera vez que vine al subte a cantar lo hice con un amigo sin saber cómo funcionaba. Primero fuimos a la Línea A y nos estaba yendo muy bien, pero vino otro músico y nos amenazó, nos dijo que íbamos a tener problemas si seguíamos yendo. Ahí fue cuando decidimos probar en la H. Fue una lástima porque en la A se ganaba mejor. Quizás por eso tiene esa modalidad más dura”.

En los trenes tampoco tuvo suerte: “Me dijeron que si quería tocar tenía que pagarle tres mil pesos por semana a un vendedor que supuestamente coordina todo. No es mucho pero no pienso pagar para trabajar”. En los colectivos, dice, también es complicado: depende mucho del humor del conductor que decide si se puede subir a cantar o no. A pesar de esto Jeremías tuvo buenas experiencias: “Ahora estoy probando tocar en el colectivo de mi barrio y me va muy bien, es una zona humilde, no suele haber artistas callejeros, la idea también es traer un poco de cultura al barrio”.

Jeremías encontró en la Línea H cierta estabilidad que en parte está garantizada por la  organización interna que tienen los artistas. El desfile de músicos está coordinado y reglamentado. Hay postulados que deben cumplirse a rajatabla para no romper con el buen clima entre colegas y existen delegados que se encargan de hablar con los vendedores para hacer que la relación sea lo más amigable posible. Tres puntos son innegociables: no puede haber dos artistas en la misma formación, los artistas nuevos no pueden ir antes de las 3 de la tarde y los recorridos empiezan y terminan siempre en Parque Patricios.

“El mismo día que nos echaron a mi amigo y a mí de la Línea A, probamos suerte en la H y no era horario permitido para los nuevos, nosotros no sabíamos y entonces nos explicaron cómo funcionaba todo, pero siempre lo hicieron con muy buena onda”, cuenta. “Tenemos grupo de WhatsApp, se suele hablar para informar cada uno en qué formación está”.

La comunicación entre ellos no se limita a cuestiones organizativas, también se extiende a los lazos sociales: “A la mañana nos saludamos, nos deseamos suerte. Hay muy buena onda, hablamos de todo, de la vida, situaciones personales, se forma un lazo entre nosotros”, destaca Jeremías. Por supuesto, a veces hay conflictos: “Hace poco a un chico lo expulsaron de la Línea, porque no cumplía ninguno de los acuerdos que tenemos, llegaba a cualquier horario y se subía en la estación que quería, cuando está estipulado que hay que subir en Parque Patricios, ahí recién arranca la vuelta. No te podes subir en otra estación. Se hizo una asamblea y se votó la moción de expulsarlo. Él  estaba presente y dio sus explicaciones pero lo terminó aceptando. Había amenazado a un compañero por eso todos votaron para que se vaya”.

“Si yo estoy cantando en una formación y alguien se sube en cualquier lado me puede perjudicar –completa-. La idea es que haya un artista por cada formación así no competimos entre nosotros en un mismo coche”, esta alternancia entre artistas y vagones es fundamental en un tiempo donde los dos principales valores que puede capitalizar un artista callejero escasean. Uno es el dinero y el otro es la atención que puede habilitar una retribución. En tiempos de bolsillos flacos y de atención limitada por los celulares, auriculares y otras distracciones, la presencia de dos artistas en un mismo viaje para inviable.

¿Se puede vivir?

“La media  que gano – revela- es de tres mil por hora, la vuelta es de 40 minutos en total, ahí se suele sacar alrededor de dos mil pesos, hay días muy malos también, es muy variable, lo máximo que llegue a sacar fueron 20 mil pesos, pero usualmente se saca alrededor de 15. Influye el momento que estamos pasando como país, también el momento del mes, tenés gente que deja 50 pesos y gente que te deja dos mil, pero la media es de 200 o 300 pesos”.

Jeremías divide su tiempo entre el subte y sus estudios, por lo tanto su ingreso es acorde al tiempo que le dedica, aunque reconoce que lo que puede obtener en un día es superior a lo que podría hacer en otros trabajos. “Cada vez que vine acá gane mejor de lo que me pagaban en otros lugares en los que estuve. Si lo llevás a nivel mensual es distinto, porque yo no vengo todos los días, pero lo que sacás por hora es mucho más que trabajando en gastronomía, por ejemplo”.

En el caso de Jeremías, el dinero que gana en el subte lo utiliza para solventar sus gastos personales, sin embargo, hay quienes pagan alquiler y hasta crían a sus hijos gracias a este trabajo. Tal es el caso de José Luis, alias “El niño”, cantante y actor peruano, que mantiene a su familia trabajando en el subte: “Hace 6 años que estoy acá. Yo crío a mi hijo y este es el único trabajo que me permite tener tiempo para estar con él. Con un trabajo formal no lo podría hacer. Con esto puedo vivir. Lo que te rinde el trabajo es relativo a lo que vos le dediques. Ahora estoy por mudarme, entonces le dedico más de lo que debería”.

Otro artista de “la H” es Daniel Olivera, folclorista mendocino que hace diez años vive de la música. “Estuve en Cosquín, grabé dos discos y de uno vendí más de diez mil copias, todo de boca en boca”, cuenta: “El año pasado vine porque me entregaron el premio Raíces por mis diez años de trayectoria, pero se me rompió el auto y no quedó otra opción que volver a cantar en el transporte. Buenos Aires tiene esa posibilidad”. Hace un año que está tocando en los subtes porteños: “Mi ingreso principal es el subte, se puede vivir bien con esto, yo hago seis horas de lunes a lunes, estoy todos los días”.

Zona de consultas

La estación de Parque Patricios no solo es un lugar de espera, sino también de interacción y consultas. Los plateados bancos se convierten en un diván donde los intercambios florecen naturalmente. “¿Vos dónde comés?” le pregunta Jeremías a José Luis. “Algunos van a la estación Caseros que arriba hay una sanguchería: es lo más barato, aunque yo voy a Plaza Miserere y compro comida peruana”, contesta.

Jeremías, por su parte, confiesa aguantarse el hambre para no tener que gastar parte de lo recaudado en el día: “Como cuando vuelvo a mi casa. Desayuno y vengo para acá”. Algo similar ocurre en relación a las necesidades fisiológicas debido a la escasez de baños: deben salir de las estaciones y volver a pagar el boleto. “Yo me aguanto hasta que salgo, no todas las estaciones tienen baños del lado de adentro y muchas veces están cerrados”, explica Jeremías.

“Esta línea es hermosa, hay mucha armonía. En el tren, por ejemplo, tenía que andar discutiendo con los vendedores. Acá no pasa eso”, comenta Olivera. “El Niño” también resalta las bondades de La H: “En varios lugares nos tratan mal. Yo además de cantar también actúo. Una vez haciendo de Don Quijote nos atacaron, nos dijeron que nos teníamos que ir a nuestro país, pero aca no es así, he hecho teatro, he improvisado, rapeado, traje títeres, hice de todo en el subte”.

Tarea difícil

En el subte, a diferencia del teatro, el cine u otros auditorios, el público no está allí para ver espectáculos artísticos. En ese contexto es difícil captar la atención y el interés de la audiencia.

Olivera explica: “Yo interpretó canciones mías, como si todo el mundo las supiera aunque no las conozcan. Cierro los ojos y empiezo a imaginar que estoy en un estadio frente a 40 mil personas”. Esa parece ser una de las claves para sobrellevar un trabajo en donde el rechazo y la indiferencia aparecen con frecuencia. Para Jeremías la preparación mental es fundamental: “Hay que tener una fortaleza importante, hay veces que haces toda una vuelta y no te dan ni mil pesos, pero hay que seguir adelante con buena onda porque eso influye un montón en la performance y la gente lo nota”.

Así como la indiferencia entristece, el buen recibimiento por parte de la audiencia genera sensaciones que trascienden lo económico. “Hay veces que tenés una ovación y después no te dan plata, pero al menos eso te llena. Por más que no me ayude a mi economía es algo que me hace bien espiritual y mentalmente. Hay gente que le gusta mucho lo que hacemos, esa es la idea nuestra también, darle un poco de cultura y arte para sacar esa monotonía y tedio del viaje”.

La receptividad y relación entre público y artista se consolida con el aporte de una colaboración, un dinero que sella la aprobación y el estímulo, dándole  sentido a la travesía del músico.

Ante todo este escenario, la pregunta se vuelve inevitable:

-¿Estás nervioso antes de cantar? 

-Hoy estoy un poco más nervioso porque están ustedes.

 

Pero los nervios quedan de lado cuando se ubica en el medio del vagón con su guitarra y llama la atención de los viajeros: “Para quienes aún no me conocen mi nombre es Jeremías Uriel, soy músico independiente y ahora vengo a compartir con ustedes un poco de lo que hago, un poquito de música. Ojala que les guste”, dice antes de entonar las primeras estrofas de “11 y 6” de Fito Páez. Su repertorio se basa en canciones clásicas del rock argentino, intercaladas con el primer tema de su autoría: “Fly Away”, compuesto en Inglés y promocionado en los vagones del subte: “Este fue mi primer tema propio, pueden encontrarlo en Spotify y Youtube”, dice el cantautor antes de pasar en búsqueda de las retribuciones voluntarias que los pasajeros decidan dejarle. Camina por todo el pasillo central del vagón como si fuera una pasarela, en la mano porta un gorro de lana de tonos violáceos el cual oficia como alcancía.

“Hubo mucho aplauso pero a nivel económico fue flojito. Igual esto es muy variable, hay que tener fortaleza mental”, dice Jeremías en relación a su primera vuelta. “El humor social está muy caldeado. Antes la gente tenía más onda que ahora. Yo creo que se debe a la crisis que estamos viviendo”. Sin embargo, su segunda vuelta mejora exponencialmente: “Esta vez superó las expectativas: casi cuatro mil pesos en 40 minutos, muy distinta a la primera, esto es así, una incertidumbre total”.

Su idea de hacer un total de seis vueltas se desvaneció a medida que su garganta le iba pasando factura. “Vengo de unos días complicados, bastante resfriado”, confiesa después de realizar cuatro viajes en otras tantas horas. Dentro del subte no se pueden ver los  recorridos, en cuestión de minutos las distancias se ensanchan kilometricamente: se pierde el sentido del tiempo y el espacio. Una vorágine propia de una especie de túnel del tiempo donde solo la repetición de las canciones pueden dar una idea de cuantas vueltas se llevan andando. Lo que sí quedó claro es que la jornada dio sus frutos, la gorra de lana logró albergar unos 15 mil pesos, un número convincente para Jremías que da por terminado el día laboral.

Más que un trabajo

Ser artista callejero no solo es un medio de vida: ingresar en los túneles y dar vueltas por debajo de la ciudad no es para cualquiera. “Es un medio de subsistencia pero también es una forma de resistencia política: yo podría dejar de hacer esto y buscar trabajo en una oficina o un restaurante, pero a mí lo que me apasiona y me moviliza es el arte y creo que es una forma de transformar la realidad, ser músico subterráneo es una manera de resistencia”, resume Jeremías, quien explica: “Mis motivaciones son varias: la primera que te podría decir es la necesidad económica. Ahora, elijo este y no otro trabajo, por la satisfacción que me da venir a tocar y que la gente me escuche. La música me apasiona, es un medio de expresión que me hace bien, es combinar el trabajo con la música, algo que siempre quise”. Aunque de una forma alternativa, ser artista callejero es una aproximación al ideal de vivir de su vocación aunque no cualquiera se adapta al ritmo de la calle. Para quienes lo logran es un disfrute. “Me gusta la idea de hacer a la gente escucharme, que sepan que existo; es un manifiesto de la existencia artística”.

Los 36 kilómetros que Jeremías atraviesa cada vez que va a trabajar al subte son eclipsados por la satisfacción de hacer lo que ama. “No me arrepiento para nada de haber elegido esto, me siento orgulloso de lo que hago” dice, dejando en claro que la vocación compensa cualquier esfuerzo y acorta cualquier distancia.

Absuelven a cuatro manifestantes del Chubutazo

Absuelven a cuatro manifestantes del Chubutazo

Un tribunal popular declaró «no culpables» a los acusados de incendiar el diario El Chubut en la manifestación de diciembre de 2021 contra la rezonificación minera.

El pasado 19 de septiembre un jurado popular absolvió a cuatro manifestantes implicados por las protestas de diciembre del 2021, una histórica jornada para la provincia de Chubut en la que una pueblada sin precedentes consiguió derogar el Proyecto de Zonificación Minera.

Marcos Antonio Wilipán, Víctor Emanuel Cotut, Jonathan Andrés Luna Almada y Walter Eduardo Medina fueron declarados “no culpables” en la causa llevada a juicio por la Fiscalía de Trelew, acusados de estrago doloso, por daños e incendio  al edificio del diario El Chubut, ocurridos el 20 de diciembre de 2021.

Este hecho implica una nueva derrota para quienes se han dedicado a perseguir sistemáticamente a grupos ambientalistas en la provincia, criminalizando los actos de protesta: el Poder Judicial resolvió a favor de los manifestantes, librándolos de culpa.

En la provincia de Chubut han habido numerosos casos de protesta ciudadana en contra de la explotación minera que hace muchos años amenaza con azotar el ecosistema. De estos casos, en la provincia hay muchos antecedentes, y uno de los más importantes sucedió en 2021, el popularmente conocido “Chubutazo”.

 Ha habido victorias y derrotas para ambos sectores. Desde la aprobación de la Ley 5001 en el 2003, que prohibió la actividad minera metalífera a cielo abierto y con uso de cianuro, gran hito para la lucha ambientalista, hasta la adhesión del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), impulsado por el gobierno de Javier Milei y votado por mayoría en la Legislatura de Chubut, el pasado mes de agosto.

El 15 de diciembre de ese año, la Legislatura chubutense aprobó el “Proyecto de Desarrollo Industrial Minero Metalífero Sustentable de la Provincia de Chubut”, un proyecto de zonificación minera que dejaba el medioambiente local a merced de la megaminería.

Esto provocó una enorme respuesta popular que implicó seis días seguidos de manifestaciones en Rawson y Trelew, enmarcadas en tiempos de represión policial y persecución judicial de quienes salieron a las calles en defensa del agua. Durante esa jornada hubo 56 detenidos.

En el segundo artículo de la Ley 5001 había un permiso de zonificación para ejercer la explotación en una parte delimitada de la provincia. Dicho artículo tenía como fecha de caducidad 120 días después de aprobada esa ley, en 2003. A pesar de ello, el proyecto de zonificación fue presentado por el entonces gobernador Mariano Arcioni, tomando ese artículo sin vigencia, y haciendo una delimitación en el departamento de Telsen y la localidad de Gan Gan para poder realizar actividades de explotación minera.

En diálogo con ANCCOM, Noelia Silva, activista ambientalista y comunicadora social, dijo que “ese proyecto lo aprobaron en una sesión especial con el pueblo en la calle, los que estábamos ahí nos dispusimos a bloquear las salidas de la Legislatura, pidiendo a los diputados que reviertan esa aprobación, y automáticamente apareció la Infantería y empezó a disparar sin mediar palabra”. Aquella noche del 15 de diciembre la represión continuó hasta las cuatro de la mañana, “eso sucedió durante seis días ininterrumpidos, en Rawson y Trelew”, agregó Silva.

Finalmente, se derogó el Proyecto de Zonificación Minera, gracias a la Ley 5.001 y a las rebeliones populares que, luego de casi una semana de represiones y protestas, consiguieron una de las victorias más importantes en la lucha contra la explotación minera.

La disputa de los grupos ambientalistas en contra de la megaminería ha sido un conflicto constante y sin final, que ha consignado los últimos 20 años en la provincia. En esta pugna también se han visto recurrentemente involucrados los diputados y gobernadores oficialistas, que en muchas oportunidades se han articulado con el Poder Judicial para criminalizar estas manifestaciones.

Son muchos los casos ya en los que las protestas se han visto obstaculizadas por denuncias y causas armadas, la mayoría de ellas que no llegaban a ningún lado. A esto, además, se le ha sumado la operación de los principales medios de comunicación de la provincia que se han encargado de inculpar a los ambientalistas. Este conflicto en la provincia, aún hoy, sigue estando vigente, y lejos está de concluir.

Todavía quedan ocho ciudadanos con juicio pendiente por las protestas del 2021, uno de ellos por el supuesto incendio de la Fiscalía y Casa de Gobierno, y los otros siete inculpados por daño y hurto, que consiguieron seis de ellos la suspensión del juicio a prueba.

Incendio a las oficinas del diario El Chubut

El 20 de diciembre de 2021, en el marco de esta jornada de protestas, un grupo numeroso de manifestantes que habían participado de un corte de ruta, marcharon alrededor de las 18 horas hacia la ciudad de Trelew. Allí se acercaron a inmediaciones del edificio del diario El Chubut como forma de protesta de la relación cómplice que entienden los manifestantes tiene esa redacción con el Poder Ejecutivo. “Siempre hay un reclamo fuerte, pero ese día se desbandó”, comentó Silva.

En ese momento, se dan los hechos por los que son llevados a la justicia los cuatro imputados recientemente absueltos, acusados de daños al edificio por lanzar piedras y de incendios provocados por el uso de bombas molotov, hecho que no se pudo probar. Incluso uno de los acusados, Walter Medina, declaró que ni siquiera había estado en el lugar de los hechos porque estaba en reposo por una fractura.

Igualmente, Medina había tenido una orden de captura, y fue detenido junto a otras personas, y apresado preventivamente durante una semana hasta que fue liberado por el reclamo popular. “Estaban sufriendo una preventiva de 60 días sin ningún tipo de prueba en contra”, explicó Silva.

 

Mientras eran juzgados, todos ellos declararon no haber participado en los hechos de los que se les acusaba. Y fueron claves los testimonios de algunos testigos para poder evidenciar su no culpabilidad. Un reportero gráfico jubilado, que en ese momento trabajaba en el municipio local, señaló haber visto a quienes habrían iniciado el ataque, un grupo de personas encapuchadas y vestidas de negro que rápidamente habrían huído del lugar.

Debido a que muchos jueces tuvieron que correrse para tomar la presidencia del tribunal por la exposición mediática que esto implicaba, se decidió que ese proceso iba a ser llevado a cabo por un jurado popular. La jueza María Laura Martini, por ejemplo, luego de elevar el juicio a prueba por la quema de Casa de Gobierno recibió un fuerte amedrentamiento por muchos de los medios más importantes de Chubut, e incluso una diputada presentó un proyecto para rever el pedido de traslado a Rawson, por motivos laborales, que Martini había solicitado un mes antes de esa resolución y que, finalmente, fue rechazado por el Consejo de la Magistratura.

“Nosotros realmente no sabemos cómo pueden salir las cosas con el sistema judicial, porque está mediáticamente expuesto que hay un apriete y un control del Ejecutivo sobre el mismo”, comentó Silva, y explicó también la incertidumbre que tenían los acusados por ser juzgados por un jurado popular: “En la provincia se estigmatiza mucho a la protesta social, y a nosotros realmente nos daba miedo que los vecinos tuvieran que resolver”, apuntó. No obstante, el último día de juicio, el jurado determinó de forma unánime la inocencia de los imputados.

 

 

 

“Las películas son una forma de hacer memoria”

“Las películas son una forma de hacer memoria”

“Corresponsal”, la película de Emiliano Serra, fue la elegida para la tercera función del ciclo Cine por la Identidad, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo en su sede en el Espacio Memoria (ex Esma). El director dialogó con el público y rescató la importancia de seguir narrando desde el cine.

Corresponsal, de Emiliano Serra, fue la película elegida para la tercera función del Ciclo de Cine por la Identidad, actividad impulsada por la asociación Abuelas de Plaza de Mayo. El jueves 19 de septiembre se abrieron las puertas del Auditorio de la Casa por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo, ubicado en el Espacio para la Memoria (ex ESMA), invitando a ver, reflexionar sobre las complicidades del periodismo y la dictadura.

“Tiene mucha trascendencia que se haga en este lugar. Ya solamente entrar acá nos invita a la reflexión de qué pasó, cómo pudo suceder lo que sucedió en la dictadura y cómo intentar que los discursos, especialmente los negacionistas o aquellos que dicen que esto es parte del pasado, no sigan trascendiendo”, comentó Mónica Inés Parada, unas de las espectadoras que desde temprano estaba a la espera de la proyección. Enseguida las luces del auditorio se apagaron, y el proyector se encendió, exhibiendo La Vida encuentra la Vida, corto institucional realizado por Abuelas de Plaza de Mayo junto a la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que recorre la historia de la institución. Serra se hizo lugar entre el público y se acomodó en la segunda fila de asientos.

Finalmente llegó el plato principal: Corresponsal está situada en Argentina, en el año 1978, y sigue a Eduardo Ulrich, retratado por Gabriel Rosas, un corresponsal en medios afines a las dictaduras latinoamericanas. Es una ficción política que busca exponer la complicidad entre los medios de comunicación y la dictadura cívico-militar. Es consecuencia de un proyecto predecesor: Operación Cóndor, documental co-dirigido por Andrea Bello. “Cuando investigué para Operación Cóndor había un personaje que era una espía, que había seguido a uno en Entre Ríos y me flasheó todo lo que escribía. Había detalles en los informes: que cambió tanta plata y compraba tal cosa, iba a la verdulería. Y cuando lo empezamos a ver con Santiago, nos pareció que una de las maneras de contar la película era con ese personaje protagónico”, contó Serra.

El director recibió agradecido los aplausos efusivos de los presentes, y el acompañamiento de Santiago Hadida, amigo y guionista de Corresponsal. Dedicó su proyección a Andrea Bello, sobreviviente de ESMA, alguien muy importante en su vida y en la película. Esteban Herrera Simerman, miembro de la organización que lo convocó, es quien ocupó el rol de presentador y quien dio inicio al debate, en un ejercicio más que propone la Asociación  para mantener la memoria y la lucha de las abuelas. “Este ciclo es una de las actividades que se realizan a modo de mantener vivo este lugar y mantener viva también la historia. Y en este momento de ataque constante de la ultraderecha es importante poder juntarnos, poder hablar, poder ver cómo seguir adelante, para poder también generar en la gente la conciencia de lo importante que ha sido la lucha de las Abuelas. Poder continuar con la búsqueda de los casi 300 nietos que faltan. Poder dar testimonio en primera persona. Tanto yo como varios de los que estamos trabajando acá también fuimos víctimas del terrorismo de Estado, fuimos secuestrados, fuimos apropiados, algunos tienen a sus hermanos desaparecidos”, expresó Juan Pablo Moyano, miembro de la Comisión Directiva de Abuelas de Plaza de Mayo,  en diálogo con ANCCOM. “Para mí, la película hace una denuncia muy importante, que hay que tener en cuenta. Más ahora también con cómo los medios están operando de vuelta en contra de todo lo que tiene que ver con la memoria, la verdad, la justicia”, agregó más tarde.

En cuanto a la decisión por optar por la ficción, pero apoyarse en lo documental para el final, Hadida dijo: “Nosotros siempre nos preguntamos sobre la cuestión histórica, porque es muy difícil escribir un cine histórico con temas delicados, sobre todo con aquellos que les tenemos respeto. Nos vamos preguntando sobre cuánto anclaje tiene que tener, cuánta parte del texto que vamos mostrando debe contar con un correlato con hechos concretos o no. Porque en la medida que parecen más concretos vos podés encontrar también un reclamo de alguien que está diciendo que no estás contando la historia verdadera. Entonces, como es algo muy importante para nosotros, tampoco queríamos que sean hechos concretos. Pero no podía tener nada, porque la película es un registro de un momento histórico, por más que no hay un hecho histórico concreto”. Además, sostiene que el guion fue escrito para ser pensado en paralelo con el presente, y como vehículo de memoria: “Las películas son una forma de hacer memoria”, reflexionó.

Serra construye una película oscura a partir de la figura antagonista del corresponsal, quien progresivamente, descubre el peso de su propia consciencia, del encubrimiento y silencio del que es capaz. “Nuestro personaje remite a Ulrich Schmidl, primer periodista del Río de la Plata. El periodismo en ese momento era una forma de recabar información y entonces decirle a un interesado lo que se iban a encontrar cuando vinieran a conquistar. La historia del periodismo está unida a la política desde siempre. El periodismo no es objetivo en ningún lado, y en la historia del periodismo en Argentina lo podemos ver. Dentro de cada declaración hay un interés, y generalmente hablan en favor de quien le paga. Por eso también es raro que a veces seamos tan ingenuos para entender cómo es el discurso periodístico”, afirmó Hadida. Respecto al periodismo hoy en día, Serra concluyó: “Siempre el periodismo está jugando a otra cosa que a veces los pueblos no lo saben leer. Por eso en la película quisimos contar el terror que puede haber con un gobierno malo y terrorífico y de facto junto con los medios trabajando para ellos. Los veo en un momento malísimo”.

El evento finalizó con la invitación a la próxima edición del ciclo, y el recordatorio de su relevancia en un contexto de golpe al cine y a los derechos humanos, y a la donación en la página de Abuelas para sostener la búsqueda de los 300 nietos y nietas que aún falta encontrar.

Milei vuelve con la receta menemista de vender Aerolíneas

Milei vuelve con la receta menemista de vender Aerolíneas

Todos los sindicatos del transporte se declararon en alerta y movilización. «Esta película ya la vimos: se rifó todo un capital acumulado por la población» dijo Fabio Basteiro, referente gremial de los 90.

Luego de que el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunciara la (re)privatización de Aerolíneas Argentinas avivando las llamas del conflicto gremial, el histórico exsecretario general de la Asociación de Trabajadores Aeronáuticos, Fabián Basteiro, comparó la disputa actual del gobierno de Milei con el vaciamiento de Aerolíneas en la era menemista: “Esta experiencia ya la vivimos. Se rifó todo un capital acumulado por el conjunto de la población», dijo Basteiro a ANCCOM.

“Queremos comunicar que, en virtud de los persistentes paros que afectaron cerca de 40 mil pasajeros, el Gobierno ha iniciado conversaciones con varias empresas privadas latinoamericanas para que se hagan cargo de Aerolíneas en caso de que las extorsiones continúen”, comunicaba por la mañana Adorni.

Horas antes, vía red social X, la Jefatura de Gabinete publicó una foto de la reunión que tuvo lugar esta mañana, con el texto “para terminar con la extorsión permanente de los gremios de Aerolíneas Argentinas”“. En el encuentro estuvieron presentes la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei; el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el ministro de Economía, Luis Caputo; el secretario de Transporte, Franco Mogetta; el asesor Santiago Caputo, el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán; y Manuel Adorni. 

Pero más temprano, el exprimer mandatario Mauricio Macri había tuiteado: «Por el bien de todos los argentinos, lo que necesita Aerolíneas Argentinas es un plan de desarme urgente. La situación actual es una ruina sin salida. Los convenios colectivos de APLA (pilotos); APTA (mecánicos y despachantes) y AAA (representante de los tripulantes de cabina) estipulan privilegios insostenibles y vergonzosos”, publicó al mismo tiempo que indicó algunos pasos a seguir para el cierre de la aerolínea de bandera. 

Desde la llegada de Milei, los gremios han señalado un retraso salarial del 80%, lo que motivó a las organizaciones sindicales a planificar una serie de asambleas informativas durante las dos primeras semanas de septiembre.  Como contraofensiva, el Gobierno declaró a la aviación comercial como “servicio esencial”, obligando así a mantener un 50% de los vuelos en funcionamiento incluso durante las huelgas. 

En diálogo con ANCCOM, Mariano Recalde, expresidente de Aerolíneas Argentinas (2009-2015) y actual senador, aclaró que “como el gobierno no pudo antes porque se rechazó ese punto en la Ley Bases, están buscando destruirla por otros medios: provocando a los trabajadores”. 

“Cuando se privatizó Aerolíneas se la fue vaciando lentamente: menos vuelos, menos aviones y menos conexión entre las provincias. Cuando la recuperó el Estado se renovó y amplió la flota, mejorando la puntualidad y  la regularidad. Además de que se levantó el concurso preventivo de acreedores para que se inserte nuevamente en la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA)”, remarcó Recalde.

Fabio Basteiro, quien fue secretario general de ATA durante el menemismo, señaló que “más allá de la privatización, hay una pelea de fondo que tiene que ver con la destrucción de la política regulatoria de Argentina. No quieren discutir si Aerolíneas es o no rentable; lo que buscan es entregar la desregulación aérea a las grandes compañías internacionales, respaldadas por fondos de inversión con negocios poco claros y que eluden responsabilidades civiles y penales. En muchos casos, esos mismos fondos son los dueños de los bonos de la deuda argentina.”

“Aerolíneas viajaba a Londres, París, Hamburgo, Zurich, Amsterdam: con Menem fueron levantadas absolutamente todas las escalas. Los aviones iban con ruedas nuevas y les ponían ruedas usadas de Iberia. Hasta se vendió un simulador de vuelo que terminó en un parque de diversiones en Brasil. Hangares y edificios, vendidos”, añadió Basteiro. 

“Lo que antes era una unidad productiva robusta, capaz de generar rentabilidad operativa, terminó siendo desmantelada en favor de intereses privados”, aseveró el histórico dirigente de ATA.  También explicó que “las aerolíneas low-cost en Europa funcionan porque allí hay una alta densidad poblacional y distancias cortas, características no aplicables a Argentina, que tiene un extenso territorio y una población concentrada en pocas áreas”.

En cuanto a la rentabilidad de AA, Recalde especificó que no se limita únicamente a los retornos derivados del funcionamiento operativo de los vuelos, sino que también se debe contemplar recaudaciones indirectas, como son el impacto económico generado por el turismo y otras actividades relacionadas. “También en divisas, porque en una economía bimonetaria como la nuestra, con faltante de dólares, si un argentino compra un pasaje por American Airlines esos dólares se fugan”, detalló.

El actual senador destacó que Aerolíneas Argentinas está diseñada para impulsar el turismo receptivo, lo que contribuye significativamente a la generación de divisas. Según Recalde, aunque algunos vuelos, como los que conectan Brasil con Salta, pueden no ser directamente rentables, su verdadero valor radica en activar el turismo en esa región y promover ingresos para el país.

“Macrí está atrás de esto por una cuestión ideológica y porque tiene negocios: cuando Aerolíneas era privada, las provincias se quedaban sin vuelos y tenían que contratar a otras empresas aéreas, contrataban a MacAir, la empresa del grupo Macri “, remató Recalde.

Tras la ofensiva del gobierno, y asamblea de por medio, los gremios aeronáuticos anunciaron la creación de una Mesa Nacional de Transporte, que contará con la participación de los camioneros liderados por Pablo Moyano, ferroviarios y otros sindicatos de la CGT.  

 El encuentro reunió  figuras del movimiento sindical transportista, incluyendo a Pablo Biró (Asociación Pilotos de Líneas Aéreas), Pablo Moyano y Omar Pérez (camioneros), Juan Pablo Brey (Aeronavegantes), Omar Maturano (La Fraternidad), Mario Caligari (UTA), Juan Carlos Schmid (Fempinra) y Raúl Durdos (Obreros marítimos).

La Mesa  la integran sindicatos afiliados a la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) y la Unión General de Asociaciones de Trabajadores del Transporte (UGATT).

En el comunicado emitido por la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), se remarcó que el objetivo  de la mesa es “defender los derechos laborales de los y las trabajadoras y garantizar la no precarización de la actividad, expresando el fuerte rechazo a la regularización del derecho a la huelga”.

El comunicado también subraya que «estamos unidos más allá de nuestras centrales de transporte, en respuesta a la situación política actual que nos llevó a constituir esta Mesa Nacional del Transporte». A su vez, se anunció un “estado de alerta y movilización”. Por último, se detalló que la próxima semana se llevará a cabo una nueva reunión para elaborar un «plan de lucha general», que podría incluir medidas de fuerza de carácter nacional.

40 años diciendo Nunca Más

40 años diciendo Nunca Más

El 20 de septiembre de 1984, el entonces presidente Raúl Alfonsín recibía el informe final de la CONADEP, un documento clave para establecer las miles de violaciones a los derechos humanos que cometió la dictadura. El recuerdo de quienes lo elaboraron.

El Nunca Más en alto en la última marcha por la defensa de la educación gratuita el 23 de abril. 

“Tenían dos hijos, uno muerto y uno desaparecido”, relató María Eugenia Lanfranco, voluntaria en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), socióloga y actriz, en relación a un caso terrible que le tocó registrar en el que un padre había perdido a sus dos hijos, uno de ellos por leucemia y otro en manos de la dictadura. ‘Señorita no sabe cuánto más pesa el cuerpo del desaparecido que el que yo enterré –recordó Lanfranco las palabras del padre en aquel momento–. Yo llevé el cajón de mi hijo que murió con leucemia, pero no sabe cuánto más pesado es no haber podido llevar el otro”.

El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió como el nuevo presidente electo de la Argentina, iniciando así el periodo democrático más largo del país hasta el momento y dando fin a la dictadura cívico-militar más salvaje que vivió el país. Cinco días más tarde el Ejecutivo creó la CONADEP, una comisión descentralizada que tenía como fin investigar las violaciones a los derechos humanos y la desaparición forzada de personas que se dieron en el territorio argentino desde 1976 hasta 1983. Fue presidida por el escritor Ernesto Sábato y estuvo integrada por doce personalidades reconocidas en todo el país y que provenían de diversas áreas, entre ellas: el médico René Favaloro; los exrectores de la Universidad de Buenos Aires Ricardo Colombres e Hilario Fernández Long; el rabino Marshall T. Meyer; y la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otros. Además, contó con seis secretarios: Daniel Salvador; Graciela Fernández Meijide; Raúl Peneón; Alberto Mansur; Leopoldo Silgueira; y Agunstín Altamiranda. Por otro lado, se valió de casi 100 trabajadores que se abocaron en la tarea de la recepción y luego recopilación de denuncias y testimonios.

«Las denuncias se tomaban mayoritariamente a mano porque teníamos muy pocas máquinas de escribir. El disco rígido eran nuestras propias cabezas”, describe María Eugenia Lanfranco

Este viernes 20 de septiembre se cumplen 40 años de la entrega del informe de la Comisión a Raúl Alfonsín en Casa Rosada, un documento de más de 50 mil páginas que condensa el arduo trabajo de la CONADEP y que, dos meses más tarde, se sintetizaría en uno de los libros más importantes de la historia argentina: Nunca Más. “El Nunca Más era una expresión de deseo, de que todo lo que se estaba haciendo sirviera y pudiera dar sustento para lograr que la sociedad se convierta en defensora de la democracia”, sentenció al respecto Daniel Salvador, abogado, radical y uno de los seis secretarios elegidos personalmente por el presidente para participar de la Comisión.

“Nuestra tarea era poder desentrañar qué es lo que había pasado en Argentina durante la dictadura cívico-militar: qué pasó con los desaparecidos; qué pasó con los niños que habían desaparecido de sus familias; todos esos hechos de violencia”, describió el abogado. En la misma línea, agregó: «También era muy importante que se vaya conociendo por la sociedad para que esto no quedara encapsulado y elevar todo a la justicia a medida que se iba conociendo y constatando”.

En este sentido, Salvador conceptualizó los logros de la CONADEP en tres ejes diferentes. El primero fue desentrañar que los crímenes de la dictadura no constituyeron hechos aislados, sino un plan siniestro, premeditado para sembrar el terror: “Secuestro de personas, interrogatorios, torturas, desaparición, robos de bebés, cambios de identidad”, enumeró el abogado y completó: “Nosotros pudimos comprobar en nueve meses que ocurrió eso”. El segundo, continuó el exsecretario, fue lograr un seguimiento detallado en la investigación en una sociedad que primero tuvo que perder el temor para hacerse parte de este proceso: “Veníamos de años de miedo en Argentina y animarse a saber lo que había ocurrido y acompañar toda la investigación terminó siendo una gran gesta del pueblo argentino”, situó Salvador. Por último, el tercer logro que alcanzó la Comisión fue elevar las pruebas a la justicia que, con la consagración del informe, constituyó la base para la ejecución del juicio a las Juntas en el año 1985.

«Dormíamos en el Centro Cultural San Martín, nos levantábamos e íbamos a laburar como perros, todas las noches teníamos pesadillas», recuerda Lanfranco.

La Comisión fue pensada como un proyecto que duraría seis meses, pero, a pedido de sus integrantes, se extendió a nueve. La primera instancia se basó en recibir y recopilar testimonios de sobrevivientes liberados, de familiares de desaparecidos y hasta de vecinos de los centros clandestinos de detención. “Los primeros días fueron difíciles porque había mucho temor. Argentina seguía rodeada de países que tenían gobiernos dictatoriales; además veníamos con antecedentes de golpes de estado que no habían tenido consecuencias”, expresó Salvador y detalló: “También porque aquellos que habían dado el golpe militar, que eran a los que nosotros estábamos investigando y juzgando, se mantenían en plena vigencia, al frente de sus cuarteles y en distintos estamentos del poder en Argentina”.

 

El trabajo en primera persona

“Nuestra labor era muy artesanal. Las denuncias se tomaban mayoritariamente a mano porque teníamos muy pocas máquinas de escribir. El disco rígido eran nuestras propias cabezas”, Lanfranco, una de los casi 100 trabajadores de la CONADEP que se encargó de la toma de testimonios. Siempre que se le pregunta cómo llegó a la Comisión, Lanfranco responde que llegó en el tren Sarmiento. Desde Ituzaingó y con tan solo 20 años, se presentó en las oficinas de la Comisión con la decisión de querer colaborar. Así, empezó a trabajar ad honorem y luego de un mes le ofrecieron un contrato. “Fue un impulso de época. Yo fui una paracaidista, sabía que ahí tenía que estar y no me arrepiento”, expresó la voluntaria.

Lanfranco divide a los trabajadores de la Comisión en dos grupos. Por un lado, los que ella llama “notables”, es decir aquel grupo de personas elegidas por el Presidente. Por el otro, «estábamos nosotros, los ‘no notables’, que éramos casi 100. Cada uno tenía un origen diferente. Había gente que venía del exilio, personas que habían estado detenidas y desaparecidas, compañeros que venían de organismos de derechos humanos que ya tenían alguna experiencia –amplió la socióloga­. Dormíamos en el Centro Cultural San Martín, nos levantábamos e íbamos a laburar como perros, seguíamos todas las noches teniendo pesadillas, no nos podíamos separar entre nosotros”.

Fotografía de Enrique Shore en la muestra «Evidencias».

Tanto ella como Salvador destacaron la labor y la presencia indispensable de los trabajadores provenientes de organizaciones de derechos humanos. Ellos contaban con la experiencia y la preparación para la toma de denuncias que necesitaba la CONADEP. “En la primera etapa, los testimonios los tomaban empleados de la administración pública que enviaban los ministerios y era una carga gigantesca. Con la llegada de Graciela Fernández Meijide tuvimos la posibilidad de acceder a los legajos de los organismos y de que vengan los empleados. Ahí empezó a tomar otro volumen y la gente empezó a tomar confianza”, destacó el abogado.

Los testimonios empezaron a ser cientos, miles. Salvador explicó que, en un primer momento, se intentó llevar adelante una investigación caso por caso, pero que, después de notar que había características similares en los relatos, lo más conveniente fue agrupar los casos según estas similitudes. “Si tomábamos una denuncia en la cual una persona relataba que se escuchaba pasar trenes, que había una gotera sistemática de un caño y que había ladridos de perros, y había otro testimonio que hablaba de un tren, de ladridos de perros y de una gotera, probablemente eran dos personas habían estado en el mismo centro clandestino y eso aumentaba la información”, añadió Lanfranco al respecto. Esas declaraciones ayudaron, entre otras cosas, a la reconstrucción espacial de los centros clandestinos de detención.

“El informe fue un paso inicial súper importante que sentó las bases del Juicio a las Juntas. No fue el fin, fue el comienzo”, puntualizó Enrique Shore, fotógrafo oficial de la CONADEP, cuya labor de registro visual continúa teniendo repercusión hasta la fecha. “Nunca tuve dudas de hacer ese trabajo, pero desde luego ni de casualidad tenía conciencia de la importancia que tenía y la repercusión que iba a tener a través del tiempo, es increíble”, reflexionó Shore.

El fotógrafo relató el proceso de visitas a los centros clandestinos de detención, que se realizaban también con abogados, arquitectos, testigos y sobrevivientes, precisamente para constatar que los testimonios coincidieran con la realidad espacial. “¿¡Cómo alguien va a saber describir exactamente las características de una habitación, donde está la ventana, qué escalera hay!?”, se preguntó Shore y agregó: “Justamente constituía una prueba documental porque es imposible que conozcas en detalle un lugar donde teóricamente nunca podrías haber estado”.

“Hubo muchas imágenes que inicialmente no les di mayor significado y resulta que fueron muy importantes y que siguen teniendo vigencia”, continuó el fotógrafo, quien narró varios episodios que lo han atravesado personalmente y que hasta hoy lo hacen emocionar. Uno de ellos se trataba de una fotografía en la que se veía a un señor que estaba señalando una mancha en el piso dentro de una habitación en uno de los centros de las afueras de Buenos Aires. En ese momento, la foto no significaba nada especial: “Este año, muchas décadas después, una de las señoras que trabaja en ese centro de memoria, me contó que gracias a esa foto se había identificado a una persona desaparecida porque habían visto que lo que estaba señalando el señor era una mancha de sangre. Mandaron a hacer un análisis de ADN y lograron identificar exactamente a la persona que habían matado ahí. Eso fue muy sorprendente para mí”, expuso Shore.

“Aunque habían pintado por encima todavía se distinguía esa inscripción, a través de los años”, relató el fotógrafo, en referencia a otro episodio de reconocimiento que sucedió en el conocido Pozo de Quilmes: un hombre sobreviviente encontró en la pared del centro de detención una inscripción que reconoció como propia, escrita hace añares en el momento de su secuestro: “Dios mío, ayúdame” se leía en aquella pared. Retrato que para Shore constituye una de las fotos más tremendas que ha hecho a lo largo de su vida.

El informe en el interior del país

“Señorita, ¿usted me los va a encontrar?”, le preguntaron a Lanfranco en uno de los momentos más duros de uno de sus viajes a Tucumán con el equipo de investigación de la Comisión. La voluntaria contó la historia de quince jóvenes desaparecidos de un mismo ingenio a las afueras de San Miguel: “Los trabajadores habían pedido reducción de la carga horaria de 14 a 12 horas por día. Los desaparecieron”, relató Lanfranco. Y parafraseó el pedido de aquel padre por su hijo: “Vine porque la patrona no para de llorar desde el día que se llevaron a los changos”. También, analizó que este caso se trató de uno de tantos ejemplos de la complicidad empresarial con el poder militar, que se movían entrelazados.

La socióloga hizo hincapié en la disparidad existente entre Buenos Aires y el interior del país en torno a la consciencia de lo que había ocurrido durante la dictadura y, especialmente, en torno a la conceptualización de la figura del desaparecido: “Ahí el mundo era otro. No existía una interpretación política de lo qué había pasado”, apuntó Lanfranco. Más allá de la despolitización que existía, según la voluntaria, había un gran nivel de analfabetismo social, que repercutió de forma negativa en la falta de información para reunir la documentación necesaria para denunciar las desapariciones o demandar el habeas corpus. “La mayoría de las personas que se acercaban era la primera vez que hacían la denuncia por la desaparición de un familiar”, señaló. Asimismo, analizó que muchas familias se pudieron animar a denunciar por la existencia de un organismo público que se encargó del registro de las desapariciones, como lo fue la CONADEP.

Si hay algo que une a los integrantes y trabajadores de la Comisión, es que todos destacan es la excepcionalidad de este proyecto. “La CONADEP fue la comisión de la verdad, única en el mundo. Inauguró algo importantísimo porque superó todas las estructuras políticas. El logro es, definitivamente, de todos los argentinos”, expresó Salvador. Por otro lado, Shore afirmó: “Es fundamental para un pueblo conocer el pasado e ir sacando a la luz todas las cosas que estuvieron tapadas por tantos años. La única manera de que todo esto se supere en el futuro es con Memoria, Verdad y Justicia”. Concluyó Lanfranco: “Hay un común denominador de todos los trabajadores de la CONADEP porque todos decimos lo mismo: ‘Fue el trabajo más importante que hice en mi vida’. Todos decimos lo mismo porque nos marcó a fuego”.

Fotos y relatos

El viernes 20 de septiembre, en el 40° aniversario de la entrega del informe que constituiría el Nunca Más, habrá diversas actividades para conmemorar la labor de estos trabajadores en la búsqueda de Verdad y Justicia para el pueblo argentino. A las 12, se inaugurará la muestra Evidencias. Fotografías, de Enrique Shore, en la Legislatura porteña. Esa misma tarde, a las 16, se realizará en el Espacio de Memoria y Derechos Humanos ex ESMA la charla Memorias de los trabajos de la CONADEP en la que participarán María Eugenia Lanfranco, Enrique Shore, Eduardo Schiel y Laura Reboratti. Ambas jornadas serán libres y gratuitas.