Oct 21, 2021 | Destacado 2, Novedades, Vidas políticas

-Yo no hablaba, todavía me cuesta. Todo lo que digo me sale del alma y de la bronca, del dolor- dice con énfasis Alicia, una de las integrantes de Fuerza de Mujeres.
Para muchas es la primera vez que están en una toma de tierras, que reclaman, que hablan con medios de comunicación o que cortan una calle. Desde el 30 de septiembre, cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desalojó a más de cien familias que conformaban el asentamiento Fuerza de Mujeres, una toma en el barrio Carlos Mugica, de Retiro, casi todos los días participan en movilizaciones en el Obelisco, en el Ministerio de Desarrollo Social y en el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad. Este último domingo, festejaron el Día de la Madre en el predio del que fueron expulsadas con violencia ejercida por el Estado.
Al principio estaban desorganizadas, no sabían cómo reclamar, pero con la ayuda de distintas agrupaciones se fueron organizando, teniendo siempre en claro que son ellas las que deciden.
Miércoles 13, en el Obelisco: llegaron algunas con sus bebés en brazos, tiraron cartones en el piso, escribieron carteles, y llevaron sus remeras blancas con frases en las que se podía leer: “Basta de desalojos. ¡Vivienda digna Ya!” Después cortaron la calle, parándose una al lado de la otra, usando también los cochecitos de los bebés y haciendo ruido con maracas hechas de botellas con piedritas adentro.
“Vinieron a las siete de la mañana, que los chicos todavía dormían, ni siquiera se habían levantado para ir a la escuela. No esperaron ni siquiera a las nueve para que no estén ellos, lo hicieron con mis hijas ahí —dice Andrea casi sin respirar—. Es más cuando leyeron el papel, nosotras escuchábamos y en eso gritaron, ‘avancen chicos’ y empezaron las topadoras, no dieron tiempo de nada, pegaban patadas y quemaban todo. No dieron un minuto para nada, ni siquiera para despertar a los niños y explicarles lo que estaba pasando. Andrea, todavía se desespera cuando cuenta lo que sucedió con ella y con tantas otras que ese día vieron aplastada la posibilidad de un futuro mejor para sus hijos y ellas.

– ¡Mi bebe, la bebe!
El 30 de septiembre, el grito de Andrea logró clavar la topadora que ya había tirado la carpa y estaba a centímetros de las maderas que formaban la habitación de la casita. El policía descreído entró a retirar solo una de las cuatro camas que había adentro y ahí estaba, la más chiquita de tres hermanitas, durmiendo sin saber que alrededor todo estaba prendiéndose fuego.
-Podrían haber matado chicos o prendido fuego y nunca estuvo la Tutelar del menor -recuerda ahora Andrea, refiriéndose a las autoridades estatales de resguardar los derechos de la niñez y adolescencia
Las mujeres del barrio aseguran que era una orden de allanamiento y no de desalojo, y que las autoridades tutelares solo llegaron cuando ya estaba todo hecho cenizas. Todas coinciden con mucha rabia en lo mismo:
-Ojalá, fuera así con los narcotraficantes, estaría bueno así cuando la policía se va los dejan sin nada.
«Nosotras ya sufrimos violencia de género, venimos de ahí. Que un hombre te hable fuerte otra vez te da pánico. Me dieron ganas de salir corriendo, no sabía qué hacer, no sabía a dónde ir, salía y entraba», recuerda Andrea, que, a pesar de parecer mucho mayor por su actitud y su forma de hablar, en su voz y en su rostro jovial se denotan sus tan solo 27 años. Ese día, la amenazaron con sacarle a sus hijas por no querer ir al paradero y agrega indignada: «Me dio mucha bronca, porque mis hijas están sanas y bien cuidadas ¿porque me las van a sacar habiendo tanto chico solo en la calle sin su mama? ¿Por qué no van a recoger esos chicos?»
La policía hizo una muralla para que no pudieran pasar, ni siquiera para sacar sus cosas. «Mis hijos estaban felices, iban a tener una casita, una pieza aparte, los ponía contentos saber qué iba a ser de nosotros», relata Lucy, otra integrante de Fuerza de Mujeres, que contagia con su energía a las demás por su fuerte carácter. Otra de las mamás cuenta que el día del desalojo sus hijos se sintieron muy mal, la más grande fue la que más lo sufrió. Cuando fueron al otro día del desalojo a hacer una conferencia de prensa y ella vio su almohada, quiso rescatarla. Una vecina le pidió a un policía que le dejara pasar, ella entró y la trajo junto con una pantufla que encontró de su hermanita.
Desde ese día, el nene más chiquito de Alicia les tiene bronca a todos los policías en la calle y les pregunta cada vez que los ve:
– ¿Por qué hiciste ese desastre? ¿Por qué tiraste mi casita?
Su mamá, una mujer fuerte y joven, luchó hasta el mes de enero con un marido violento a quien no le alcanzó con meterse con ella, sino que también marcó a su hijo. Esa violencia fue el límite. Juntó fuerza para abandonar su hogar con sus mellizos de 5 años y un bebé y fue al medio de un basural con ratas, cucarachas y escombros. Fue una de las primeras en llegar la noche de la toma junto con otras cuatro mujeres y sus hijos. Se enteraron de que había una familia que estaba viviendo ahí, hacía más de un año y medio, en un contenedor en el predio y no los habían echado.

La primera noche fueron 50 mujeres con sus familias, los días siguientes se sumaron las demás. «Los primeros meses dejé de trabajar para estar ahí. El último mes tuve que volver al trabajo porque no aguantaba más. Armamos las carpas de nylon primero. Después íbamos en grupos de cinco mamás a buscar chapas y maderas usadas, porque no podíamos comprar algo nuevo, tratábamos de que todas llegaran a tener algo sobre la cabeza, pero a lo último ya estaba más habitable. Tuvimos mucha fuerza para estar ahí, había viento, frío, llovía y estábamos mojadas, los chicos se enfermaban, pasamos hambre”, cuenta Alicia.
Otras mamás recuerdan que cuando recién llegaron había otras familias que tenían fuego prendido. Ellas pudieron traer frazadas para sus hijos, y les prestaron carbón para prender una fogata. Hubo familias que recién la tercera noche pudieron poner paraguas. Cuentan que limpiaron el basural, pidieron prestadas bolsas a organizaciones, para no tener que quemar y generar humo del pastizal. “Había una parte, incluso, que el Gobierno tiraba escombros y los sacamos con la pala, porque no tenemos máquina, fue todo de a poco”, recuerdan orgullosas por todo lo que habían conseguido y tristes por todo lo que perdieron.
Fuerza de Mujeres surgió a partir de la toma, más allá de que algunas tenían pareja, eran las menos. Estar acompañada de otras mamás fue lo que les dio fuerzas, se entendieron y sabían qué era lo que le estaba pasando a la otra, porque todas habían estado en la toma.
«Fuimos de a poco entrando. Yo entré porque me avisaron, estaba una de mis conocidas que está en mí misma situación, sufriendo violencia de género. La mayoría le estábamos poniendo el pecho”, cuenta Lucy mientras se sube en el colectivo que la lleva a la marcha que se hace frente al Ministerio de Desarrollo Social para pedir una solución y sigue contando apurada por llegar:
-Pedimos mesa de diálogo durante los tres meses que estuvimos y nunca nos dieron nada.
Varias mamás tienen subsidio habitacional, pero nadie quiere alquilarles porque los “dueños” no aceptan chicos. «Nosotras dijimos desde el primer momento, no es que necesitamos plata, si todas somos trabajadoras. Yo trabajaba de vendedora ambulante, otras vendían comida, café, o salían a juntar cartón. Eso era un basural que estaba ahí, hace seis años. Nosotras limpiamos y ahora que nos desalojaron a todas quedó de vuelta un basural», cuenta Alicia. En las marchas se la puede reconocer fácilmente por su sonrisa al hablar con sus compañeras y llamarlas al grito de “¡asamblea, asamblea!” para consultar con sus compañeras como continuar y añade:
-No me sirve la plata sino me quieren alquilar con chicos.
Lucy, en la marcha del Obelisco, estaba pegadita a Alicia, atrás de la bandera.
“Siempre le dan prioridad a la gente que tiene plata y a los que no tenemos pareciera que somos invisibles a la hora de recibir créditos o planes para obtener una casa -dice Lucy-. Es como que no existimos, no contamos. Es verdad, no podemos alquilar en el barrio, menos en un hotel familiar o afuera un departamento, porque te piden un montón de requisitos hasta te preguntan de qué color es el pelo del perro y alquilar una pieza es imposible porque nos piden que dejemos tirados a nuestros hijos en la calle».
Recibir un subsidio habitacional no les resuelve el conflicto, aunque de las ochenta familias, el Estado solo les entregó un cheque de emergencia a diez. Las familias evitan a toda costa ir a un parador por lo poco habitables que son. El día del desalojo, cuando les ofrecieron esa “solución” contestaron que no, que iban a ver de conseguir alojamiento en la casa de alguna amiga o pariente por esa noche. Entonces, la trabajadora social anotó en el informe que tenían donde vivir y no necesitaban el subsidio habitacional, porque tenían un “alojamiento propio” y cuando volvieron a pedir ayuda del Estado se las negaron.
“En el barrio tuvimos un montón de apoyo. El Gobierno nacional, solamente fue a poner en alta a las que sufren violencia de género con el plan Acompañar. Nos dieron alguna mercadería, dijeron que nos iban a dar un bono, pero todavía nada. Desde el Gobierno de la Ciudad el viernes fuimos a hacer un corte enfrente al Ministerio de Desarrollo y tuvimos una reunión con el encargado, para ver si, aunque sea, nos habilitaban el habitacional, pero ni siquiera eso”, dice Andrea, quien trata de estar bien informada. Todavía está esperando una respuesta del Estado para resolver el conflicto habitacional y se pregunta:
– ¿De qué sirve una escuela en el barrio si mis hijas no tienen donde vivir?
En el predio actualmente hay un cartel que dice que se va a construir una escuela próximamente. Se planea trasladar la Escuela N*11 ubicada en una de las zonas más cotizadas de la Ciudad de Buenos Aires dejando a 175 alumnos sin vacante cerca de su casa. «Ni siquiera son capaces de hacer una escuela nueva. Acá en el barrio hay escuelas, también jardines. Lo que necesitamos es una casa. Es importante que los chicos tengan educación, pero para eso, primero necesitan tener un lugar donde vivir», dice una mamá y otra agrega: “Larreta estuvo haciendo campaña en el Barrio, pero nunca habló con nosotras si para él somos invisibles, no le importamos”.

Lo sucedido pone otra vez de manifiesto el problema habitacional que sufre la Ciudad de Buenos Aires. La imposibilidad de acceder a un alquiler o una vivienda propia y cómo esto se agrava cuando los inquilinos tienen menores recursos y aún más cuando son mujeres con niños. El Estado afirma que uno de los sectores más golpeados por la pandemia y la crisis económica son los jóvenes. Se refleja en la toma: la mayoría son mujeres que no superan los 30 años y sus hijos no pasan los 10.
Oct 21, 2021 | Deportes, Destacado 3, Novedades

El juicio oral a los ocho rugbiers del club Náutico Arsenal Zárate que asesinaron a Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en la ciudad bonaerense de Villa Gesell, el 18 de enero de 2020, ya tiene fecha: está previsto para el 2 de enero de 2023. Cerca de cumplirse dos años del violento episodio, ¿qué cambió en el rugby para erradicar la violencia machista que cobija?
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8 de diciembre de 2020. Dos jugadores del Tala Rugby Club de 17 y 18 años agredieron a un joven de la misma edad en una casa de un barrio privado en Córdoba, después de una discusión, porque buscaban ingresar a una fiesta sin haber sido invitados.
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Después del asesinato de Fernando Báez Sosa, la Unión Argentina de Rugby (UAR) y la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) —que nuclea a a 91 clubes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el AMBA— tuvieron que replantearse los modos de ser del rugby y las prácticas y escenarios violentos que permanecían invisibilizados dentro y fuera del deporte.
Para Marcos Julianes, presidente y fundador del club Virreyes, el asesinato de Fernando Báez Sosa es un antes y un después en la historia del rugby. El ex jugador reconoce que en ese momento los dirigentes no estuvieron a la altura de la situación: “Se disparó algo que fuimos procesando con el tiempo, que es que estas cosas podrían haber pasado antes, y nadie puede decir que no sabía que estas cosas podrían llegar a pasar”, dice. “Nuestra primera reflexión fue que el rugby o el deporte con todos sus valores había perdido el eje, en el sentido de que no había sabido adaptar sus enseñanzas, sus metodologías y su educación a la realidad de una sociedad muy violenta”, agrega Julianes.
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27 de diciembre de 2020. Dos rugbiers de 31 años que juegan en la Intermedia B de La Plata Rugby Club intimidaron, insultaron y golpearon a un joven de 21 años en un balneario de Claromecó, en el partido de Tres Arroyos.
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En febrero de 2020, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) presentó el “Proyecto de Red FIMCO (Formación Integral de Mejora del Comportamiento)”, creado y dirigido por Miguel García Lombardi, psicólogo social y especialista en deporte de alto rendimiento. El programa, dirigido a jugadores, entrenadores y dirigentes, consistía en una serie de encuentros, charlas y capacitaciones para la prevención y gestión de la violencia.
“Nuestro objetivo era generar un referente por cada club que haya sido un expresidente o un coordinador general de rugby para armar una red, empezar un trabajo de deconstrucción y poner el tema de la violencia por parte de los jugadores, sobre todo fuera del ámbito del rugby, arriba de la agenda”, explica el psicólogo social. “Este tema estaba siempre debajo de la agenda, porque se ocultaba o silenciaba”, reconoce.
Desde entonces, se realizaron 100 talleres, de los que participaron en promedio 80 personas y 400 jugadores, entrenadores y dirigentes, según explica el director del proyecto.
Los 91 presidentes de los clubes nucleados en URBA dispusieron cinco acuerdos o ejes a trabajar en el primer semestre de 2020 de implementación del proyecto. El primero giró en torno a la violencia ligada al juego: “el actor en patota”, el “efecto manada”, “el acostumbramiento del golpe”. Es decir, el no registro de la vulnerabilidad del otro ni de la propia, y las violencias simbólicas que tienen que ver con el trato entre jugadores, y jugadores y entrenadores. Para García Lomabrdi es en estos aspectos donde se pretendió trabajar con el concepto de masculinidad hegemónica, para gestionar y entender la violencia desde su génesis.

El segundo eje puso el foco en la discriminación, la violencia de género y rituales iniciatorios conocidos como “bautismos”: La cuestión de los bautismos fue lo primero que logramos cambiar. No hay más bautismos denigrantes, no hubo cuando volvió el rugby hace dos meses. No hubo más bautismos denigrantes. Quedan algunas prácticas como rapar a los chicos que debutan, pero es una rapada voluntaria”, explica el presidente de la Comisión FIMCO.
Al respecto, Xoana Sosa, jugadora del Club SITAS, reconoce que hay clubes que modificaron los “bautismos”. “Quizás hay buenas intenciones de modificarlos, pero de ahí a que esa intención se concrete es más complejo”, dice Sosa, que pone el foco en la masculinidad hegemónica: “Hay algo de la matriz cultural machista que hace que los varones tengan esa mirada violenta, homofóbica, misógina, que tiene que ver con una cultura de la muerte. Nosotras tejemos redes entre nosotras, tenemos una cultura de cuidado, no se nos ocurre ir a pegarle a otra piba o a otra jugadora porque le tenemos bronca”, reflexiona. “Ese es uno de los ejes que debatimos en los encuentros. Nosotras celebramos que venga una chica nueva, no se nos ocurre cortarle el pelo o hacerle algo para que se vaya llorando, concluye sobre las prácticas de los “bautismos”.
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3 de octubre de 2021. Un grupo de siete rugbiers entre 21 y 25 años del Club Albatros de la ciudad de City Bell, partido de La Plata, golpeó a un joven de 21 hasta dejarlo inconsciente en la puerta de una casa donde se realizaba una fiesta.
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Sin embargo, la jugadora del SITAS ve con buenos ojos la iniciativa de la URBA en un deporte conservador como el rugby: “En las charlas debatimos sobre distintos ejes, como los bautismos, la violencia de género y los casos y denuncias de abuso”, dice la rugbier. “Se trabaja con todos los clubes en estas charlas de información, y nos hacen participar mucho a nosotras. Si bien hay resistencias, los avances se ven a medida que se dan los debates”, plantea.
La cuestión de la inclusión de las mujeres en el rugby es otro de los ejes que se tiene que trabajar en el Programa FIMCO, plantea Sosa. “Deberían escucharnos más a nosotras porque todavía en los clubes estamos muy invisibilizadas. Somos muy poquitas las mujeres que jugamos en el rugby, 24 clubes a comparación de los clubes de jugadores masculinos. Es importante que tengamos espacios para hablar”, dice. “Siempre digo que hay mucho por aprender, porque las mujeres, y sobre todo las que jugamos al rugby, proponemos un paradigma totalmente diferente. Somos muy respetuosas, nunca nos manejamos con violencia”, concluye la militante feminista.
Sobre el tercero, cuarto y quinto ejes se trabajó la violencia en los terceros tiempos, la prevención de las adicciones y la violencia institucional. Sobre la pedagogía de los entrenadores, García Lombardi explica que fue necesario implementar clases dedicadas a la formación de los entrenadores: “Mucho de los problemas era la formación de los entrenadores porque tenés entrenadores que eran muy buenos jugadores de rugby pero con un modelo de liderazgo y con paradigmas de la década del ‘70, ‘80 y ‘90. Hoy necesitamos otra educación, otra formación. Y ellos no tenían tanta formación pedagógica.”
Sobre este punto, Xoana Sosa mantiene una postura crítica: “Muchas veces en la categoría de juveniles ponen entrenadores profundamente machistas o conservadores. Y te dicen: ‘Es un histórico dirigiendo juveniles, cómo lo voy a sacar’. Esa persona no puede formar jugadores de 15 años. Esto claramente va en contra de lo que estamos haciendo”, dice Sosa. “El tema es cómo desarmar esas estructuras institucionales. Hay mucho por trabajar, y se está trabajando de a poco”, concluye.
Para Miguel García Lombardi, la clave del cambio está en trabajar en el “efecto manada”. “El efecto manada en el rugby tiene que ver con que los chicos aprenden desde muy chiquitos que somos una sola cosa, que somos un equipo. Entonces, la consigna es: tocan a uno, tocan a todos. Esto es lo que buscamos desarticular”, explica. Y reconoce que aún no se logró todavía: “Estamos recién empezando porque es un trabajo de años, hay un trabajo de deconstrucción muy fuerte”, dice el psicólogo.

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16 de octubre de 2021. Un grupo de rugbiers entre 19 y 20 años agredió a un chico de 16 que había salido en defensa de su amigo, al que este grupo intimidaba en la puerta de un cumpleaños de 15 en la ciudad mendocina de Luján de Cuyo.
Mismo día y mismo episodio en una fiesta en la localidad de Campo Quijano, en Salta: un grupo de jugadores del Jockey Club de Salta golpeó a un menor de 17 años hasta dejarlo inconsciente.
No parecen casos aislados.
Oct 20, 2021 | Culturas, Destacado 4, Novedades
La vorágine de pantallas y datos en la que vivimos hoy tiene un nombre y es sociedad de la información. Desde que googleamos el clima a las 8 de la mañana hasta que nos quedamos dormidos scrolleando en Instagram, compartimos información. Nuestros gustos, amistades, ubicaciones e intereses se materializan en clicks que construyen nuestro “ADN digital”.
A partir de la pandemia, nuestra inmersión en el mundo virtual, que ya había comenzado, fue profunda y continua. La tecnología se adapta a nuestras nuevas necesidades y nos ofrece cada vez más herramientas para facilitar la vida no presencial. Pero, ¿será realmente la tecnología la que se adapta a nosotros? ¿O al revés?
En su última actualización, Whatsapp nos regaló la posibilidad de transformar un minuto en 30 segundos. Varias semanas después, la aceleración de los mensajes de voz demostró su notoria utilidad laboral, pero a nivel personal sigue generando dudas. ¿Cuán grave es dejar de percibir elementos claves de una conversación, como son los silencios y entonaciones? ¿Y si perdemos la costumbre de la cadencia regular de una charla?
Conversamos con una lingüista, un experto en manejo del tiempo y una especialista en tecnologías y subjetividades para formarnos una idea más clara.
¿Hay algo que se pierde?
Valentina Noblia es doctora en Letras y estudia los cambios en el uso del lenguaje en contextos mediados por lo digital. “Cuando a un lingüista uno le pregunta qué pasa con el lenguaje, yo siempre contesto que no pasa nada. A los que nos pasan es a las personas”, afirma.
Ella aclara que lo que cambia no es el lenguaje, que es una capacidad, sino el uso de la lengua. Pero no le asustan los vertiginosos avances técnicos, aunque modifiquen nuestras experiencias comunicacionales: “Esas son posibilidades que las personas podemos usar. A veces hay recursos maravillosos, pero si la cultura no se los apropia y los transforma en alguna herramienta, no se constituyen en sí mismos como recursos de comunicación. La misma cultura se apropia, desarrolla o va ajustando las nuevas tecnologías”.
Y al pensar en particular en la posibilidad de acelerar las voces, Noblia asegura que, mientras no sea una imposición, no piensa que se pierda nada porque será usada de acuerdo a las circunstancias.
No somos meros espectadores
Existe, entonces, una relación muy fuerte entre cultura, tecnología y uso de la lengua. Ahora, ¿qué rol cumplimos las personas? ¿Es posible rechazar una tecnología de gran utilidad, aunque la reconociéramos como negativa?
Margarita Martínez, doctora en Ciencias Sociales y especialista en nuevas tecnologías y subjetividades contemporáneas, invita a reflexionar: “Muchas veces echamos la culpa a los artefactos de procesos que habían comenzado antes. Somos nosotros quienes decidimos utilizar la función de acelerar los audios. Si noto que me provoca efectos negativos, soy también soberano para dejar de hacerlo. No debemos infantilizarnos ante ese y ante ningún recurso suponiendo que nos va a controlar o dominar”.
Gran parte de nuestra socialización pasa hoy por plataformas digitales, transformación a la que las sociedades se van acostumbrando de forma segura, aunque paulatina. Ante la resistencia que a veces evoca la tecnología, Martínez aconseja: “Romper la dicotomía natural/artificial podría ayudar a pensar este punto. El ser humano es un animal social que estuvo privado de toda sociabilidad corporal presencial, y la técnica supo restituir o sostener la dimensión humana por excelencia hasta nuevo aviso”.
Por último, dice: “Si la aparición de esta función nos hiciera demandar comunicaciones aceleradas, la pregunta sería más bien qué tipo de vínculos estábamos desplegando que ni siquiera ameritan el tiempo de una escucha a ritmo normal”.
La famosa “productividad”
Pablo Fernández es periodista e investigador especializado en sociedad, innovación y manejo del tiempo. Respecto a WhatsApp, concede que “en realidad no está necesariamente mal, pero también se podrían haber hecho otras funciones que ayuden a que la gente viva un poco más tranquila, como programar chats”.
Como coautor de dos libros salvavidas para la inmersión digital –La fábrica del tiempo y Cómo domar tus pantallas-, sus recomendaciones para la gestión del tiempo y el “detox digital” buscan ayudar a los usuarios a frenar la vorágine y repensar su relación con la tecnología. “Nosotros no proponemos desconectarte 100%, por motivos profesionales y personales. Esto está todo diseñado por gente que sabe mucho sobre el tema y que sabe qué botones tocar en nuestra cabeza para que nos enganchemos más”.
Al pensar en esa relación, Fernández opina que, por supuesto, la pandemia reforzó un uso que venía de antes. Y afirma: “Hay que salir de la inercia, y hacer un uso más consciente de la tecnología. Es difícil, a veces cuesta, hay un montón de presiones, pero, aunque sea hay que empezar a pensarlo, y después accionar”.
¿Y entonces?
Seguirán apareciendo actualizaciones, como la de WhatsApp, que dan cuenta de la relación dialéctica entre las necesidades de los usuarios y los intereses de la industria tech.
Hoy, la línea entre lo tecnológico y lo no tecnológico es muy difusa, casi como dos colores de plastilina que quieren diferenciarse, pero ya son un todo. Y las posibilidades técnicas son cada vez más y mejores, pero estas no tienen por qué forzar un tipo de relación entre las personas y sus dispositivos. En ese sentido, son varias las instancias de resistencia ante procesos que no se sientan sanos, siendo la cultura el principal diferenciador entre lo que será adoptado y lo que caerá en desuso.
Oct 20, 2021 | Comunidad, Destacado 5, Novedades
Mauricio Macri no se presentó a la indagatoria por la causa de espionaje ilegal a familiares del ARA San Juan. Citado por segunda vez por el juez federal de Dolores Martín Bava –la anterior había sido el 7 de octubre–, el ex mandatario adujo incompetencia y arbitrariedad de parte del magistrado para justificar su ausencia.
Los familiares de las víctimas del submarino siguen esperando respuestas, pero son escépticos. En diálogo con ANCCOM, Claudio Rodríguez, hermano del suboficial Hernán Rodríguez, afirma: “No se va a presentar, no tiene ganas, está haciendo todo lo posible para evitarlo. En la primera citación que le hizo la justicia por el espionaje a las familias, que fue real, él está mencionado en los papeles que los espías le mandaban diciéndole ‘Señor presidente, cuando vaya a verlo tal y tal persona, le va a decir tal y tal cosa en la Casa de Gobierno’, o sea que esos papeles de la investigación estaban dirigidos a él”.
Jorge Suárez, padre del cabo Germán Oscar Suárez, subraya que “el abogado de Macri aún no hizo nada, todavía ni fueron a ver el expediente. Si Macri viniera, para informarle, tendrían que haberlo visto y no lo hicieron”, sostiene. Según Suárez, se trata de una chicana para estirar los plazos: aducirán que no tuvieron tiempo de leer la causa y que el ex presidente no acudirá a la indagatoria ya que, en caso de asistir, el juez lo procesaría. Y agrega: “Por eso Bava se adelantó y le dijo que el expediente estaba a su disposición y que lo podían ir a ver tranquilamente”.
El abogado querellante y familiar, Luis Tagliapietra, padre de Alejandro, teniente de fragata, señala: “Lo que esperamos es que como todo ciudadano se presente, se ajuste a derecho, cosa que no ha hecho, más allá de la presentación que realizó a través de su abogado, y que diga la verdad, aunque esa no es la expectativa que tenemos. No creo que vaya en contra de lo que ya dijeron Arribas y Majdalani. Por lo pronto, esperamos que se presente y después, el juez y nosotros, en tanto querellantes, evaluemos esa declaración y pidamos las medidas que correspondan”.
“Cuando le hicieron la primera citación, presentamos un pedido de captura internacional por desacato y desobediencia porque creíamos que no iba a aparecer ni tampoco hoy, así que queremos que el juez haga lo que tenga que hacer como con cualquier ciudadano argentino que no se presenta ante la justicia. Fiel a su accionar mafioso, que maneja hilos en la justicia, en el gobierno, en la prensa, Macri no va a presentarse. Queremos que la justicia obre en consecuencia y pida su captura”, asegura Rodríguez.

Luis Tagliapietra, padre de uno de los tripulantes del ARA San Juan y abogado de una de las querellas que se siguen por el hundimiento del submarino.
En lo relativo a la prohibición de salir del país para Macri, Tagliapietra detalla: “Está firme, por más que la haya apelado, y no se le puede imponer carácter suspensivo tal como pidió. Por lo tanto, hasta que no resuelva la Cámara Federal de Mar del Plata, no va a poder volver a salir de la Argentina, mucho más con este antecedente de que pretende quedarse en Estados Unidos a dar clases. Ese es nuestro reclamo, que se sostenga esta medida. Y vamos a reiterar nuestro pedido de que se lo declare en rebeldía y se ordene su captura nacional e internacional”, concluye Tagliapietra.
Oct 20, 2021 | Entrevistas
Son las nueve de la mañana y el Mercado Central de Buenos Aires está tranquilo. Es la calma que aparece luego de la tormenta. Quedan pocos camiones y la mayoría son autos particulares que se someten a un tráfico casi anárquico. El lugar tiene una superficie doce veces más grande que la del Vaticano. Sindicatos, bancos, concesionarias de autos y camiones, estaciones de servicio, un centro médico ambulatorio, las infaltables paradas de colectivos, un vivero, ferreterías, casas de repuestos para vehículos (más grandes que las de Warnes), autoservicios mayoristas y minoristas. Es una metrópoli dentro de otra donde, según la página oficial del Mercado Central, diez mil personas interactúan a diario. La oficina queda en el quinto piso, es un lugar lúgubre y marrón en un edificio con arquitectura ochentosa. Pero, al entrar a la oficina la imagen es distinta. Lo primero que se siente es un olor a hierba que proviene de una huerta plantada en un cajón de verduras al lado de la ventana. Hay una gran mesa ovalada en el medio de la habitación, dos mates, dos termos, dos materas. El palo santo está apagado al lado de la notebook del presidente. En una esquina hay carteles de la Unión de los Trabajadores de la Tierra (UTT, organización de la cual es el coordinador nacional) reclamando por la Ley de Acceso a la Tierra y al lado, un mástil con la bandera Wiphala. Nahuel Levaggi no viste formal, lleva puesto un buzo azul, una bombacha de campo, zapatillas de trekking y, al parecer, no está cómodo con las fotos. Es evidente que su campo de acción es otro, es la tierra, pero acepta con amabilidad el pedido de fotografiarlo.
A la hora de las preguntas, la primera corresponde a cuál es la manera para hacer accesible la canasta básica de frutas y verduras para toda la sociedad: “Los precios de las frutas y las verduras son por oferta y demanda. A diferencia de otras cadenas donde podés acordar, en el sector de la producción y comercialización minorista y mayorista de las frutas y verduras es muy difícil intervenir con una política de precios porque es un sector muy atomizado. Para eso, nosotros proponemos un impacto en toda la cadena, en el precio de producción, en la comercialización y recién ahí, acordar un precio final. Desde el Mercado Central hacemos semanalmente un acuerdo de precios estable, un acuerdo que pertenece al Compromiso Social de Abastecimiento”, establece Levaggi. Acorde a la página oficial del MC, es un programa que surgió en marzo del 2021 con el objetivo de dar respuesta al contexto de crisis económica y sanitaria. Consiste en un acuerdo semanal de precios mayoristas y minoristas de frutas, verduras y huevos, ofreciendo un valor de referencia razonable y accesible tanto para comerciantes como para consumidores. Además, Levaggi agrega la importancia de descalzar del dólar a la producción de alimentos ya que su precio depende de insumos y tierra valorizados en dólares.
Levaggi resalta la importancia del cultivo urbano local: “La banana no la vas a poder producir en el sur y la papa no la vas a poder producir en otras regiones, pero hay cierta fruta y verdura que sÍ podés impulsar una producción local para que tenga menos kilómetros de transporte. Hay ciertas regionalidades que no podés cambiar, porque tienen que ver con condiciones climáticas, pero hay otras que sí, sobre todo la hoja”. Acorde a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) es necesario el consumo de al menos 400 gramos diarios de frutas y verduras. “Nosotros no llegamos ni a la mitad de gramos diarios recomendados por día, de los cuales la mayoría es papa”, lamenta Levaggi.
La educación del consumidor, al parecer, es también un eje importante a la hora del abastecimiento de alimentos: “Cuando alguna fruta o verdura está cara también hay otra barata y eso tiene que ver con una educación del consumo que también hay que laburar. De pronto dicen ‘¡Ah, la frutilla esta cara!’. Sí, pero dentro de unos meses va a estar barata. La solución es no comprarla, hay cientos de productos frutihortícolas para consumir y siempre hay alguno que está en precio por la cuestión de la estacionalidad”, aclara el presidente del Mercado Central.
Sumado a la intervención en toda la cadena de producción de alimentos, Levaggi tiene como objetivo fomentar el modelo agroecológico desde su posición como referente: “El agronegocio se combate mostrando la realidad. Nosotros desde la UTT venimos multiplicando las hectáreas de agroecología y eso es porque los compañeros ven que sirve y que incluso ganan más plata. Incluso el precio se mantiene porque se descalza del dólar, a diferencia de los productos orgánicos que terminan siendo más caros porque se compran bioinsumos hechos por las mismas empresas dolarizadas de los agroquímicos. Los cientos y cientos de hectáreas que tenemos en la UTT de producción agroecológica demuestran que el modelo es posible, no es solo una idea, es nuestra práctica cotidiana.”.
Los objetivos de la nueva dirección del Mercado Central parecen ser optimistas pero, este espacio ha sido participe, durante años, de episodios muy marcados por la corrupción, a lo que Levaggi agrega: “El Mercado Central es una ciudad comercial que tiene 36 años con una comunidad muy cerrada y que durante muchos años ha tenido lógicas de gobernanza e intercambio que no comparto. Hay una práctica muy instalada de defender los negocios propios y cuando llegamos hubo un sector que quería ocupar partes de gestión para desarrollar su corrupción como venían haciendolo antes. De hecho, hay una denuncia en la Fiscalía con respecto a eso”. Según el presidente, es ese mismo sector el que periódicamente realiza acciones para manifestar su descontento. El ejemplo más cercano fue un bloqueo en la puerta del Mercado, con amenazas de cortar la autopista, realizada el 22 de septiembre, apenitas terminado el “verdurazo». Pero a Levaggi las presiones no parecen asustarle, tiene metas y principios claros que manifestó desde el comienzo de su conducción en el MC y que viene militando hace años en la UTT como coordinador nacional: “Nosotros vinimos a transformar y a continuar nuestro laburo que venimos haciendo en la UTT por una alimentación sana, segura y soberana. Y en el medio de eso, a gestionar un espacio desde la racionalidad, la legalidad y la legitimidad para ponerlo en función del pueblo y eso significa hacer las cosas bien.”