En la Ciudad, no hubo sorpresas

En la Ciudad, no hubo sorpresas

El Búnker porteño de Fuerza Patria se mostró desanimado al recibir los resultados que daban como ganadora a la Libertad Avanza. Los candidatos porteños del peronismo, no obstante, consideraron que la elección en la Ciudad fue buena.

La alianza Fuerza Patria quedó segunda en la Ciudad de Buenos Aires con el 26,97 por ciento de los votos, frente al 47, 35 % de los votos de La Libertad Avanza (LLA). De este modo obtuvo cuatro bancas para la Cámara Baja – Itai Hagman; Kelly Olmos; Santiago Roberto y Lucía Cámpora-, mientras que Mariano Recalde aseguró su banca como senador.

Luego de conocerse los resultados, el primero en salir a hablar en el búnker porteño fue el primer candidato a senador, Mariano Recalde. La militancia, que hasta entonces permanecía en silencio, empezó a cantar, tratando de recuperar el ánimo. El senador reelecto tomó el micrófono y declaró: “Esta campaña fue militante, se hizo una campaña colectiva, todos formaron parte para que Fuerza Patria siga creciendo en la Ciudad de Buenos Aires. Nuestro objetivo es claro: ponerle un freno a Milei en el Congreso. Para eso nuestros votantes confiaron en Fuerza Patria y acá venimos a expresar públicamente que ratificamos y vamos a cumplir ese compromiso”, aseguró y prometió: “Vamos a seguir peleando en las bancas, en las calles y en las urnas. Entendemos que la única lucha que se pierde es la que se abandona”.

Tras su discurso, volvieron los cánticos de la juventud, que devolvieron algo de energía al ambiente. En diálogo con ANCCOM, Ana Arias, candidata a senadora nacional por CABA, sostuvo: “Los números que sacamos en la Ciudad de Buenos Aires son muy buenos, el tema es que la LLA tuvo más del 50%, aumentó en dos puntos lo que había tenido en la última elección y eso es lo más desconcertante”. No obstante, la candidata y decana de la Facultad de Ciencias Sociales analizó: “Hay variables que nosotros analizábamos que íbamos a tener en contra, como los acuerdos con EE.UU., generó el afianzamiento de votos. Hoy los pasos a seguir son los de continuar debatiendo el modelo que plantea el gobierno: deja mucha gente afuera, destruye el Estado argentino, destruye lo público. Nosotros vamos a tener que seguir construyendo una resistencia a este modelo frente a esta situación triste”.

Desde la organización Barrios de Pie, Walter Córdoba, que esperó el resultado junto a sus compañeros, compartió su mirada: “Hay que trabajar con la sociedad, porque claramente las políticas de este gobierno son contrarias a los intereses nacionales y a los intereses de los sectores populares. Es necesario volver a poner en valor las experiencias organizativas de cada espacio político y, sobre todo, poder confrontar con los errores del gobierno, con las promesas incumplidas que siguen generando un golpe muy importante en el bolsillo de la gente”.

En diálogo con ANCCOM, Itai Hagman, diputado electo, declaró: “En CABA hicimos una elección muy buena, cumplimos el objetivo de aumentar la representación del peronismo en la Cámara de Diputados. El resultado que tuvimos a nivel nacional hoy es necesario analizarlo, hay que hilar los números muy finos. El resultado del gobierno fue mejor de lo que esperábamos, pero como primera lectura, esta elección se dio bajo una extorsión muy fuerte, de Trump y del propio presidente”.

Por su parte, Kelly Olmos destacó el rol de las juventudes en la campaña: “Fue muy importante. En el peronismo, la juventud es un impulsor muy importante y una certeza de la trascendencia del proyecto hacia el futuro. Hay que cuidarla, formarla y proteger a los cuadros jóvenes”.

Una noche de ansiedad y desconcierto

La noche del domingo 26 de octubre encontró al búnker porteño de Fuerza Patria atravesado por una mezcla de nerviosismo, expectativa y silencios prolongados. Mientras en todo el país se desarrollaban las elecciones legislativas nacionales, en el local de la calle San José al 181, en la Ciudad de Buenos Aires, la militancia aguardaba con ansiedad los primeros resultados.

A diferencia de otras jornadas electorales, el movimiento fue menor. En el interior del salón, los militantes seguían el minuto a minuto desde sus teléfonos o desde los televisores encendidos. Afuera, un grupo reducido se mantenía en la vereda, atento a las actualizaciones. El clima era de espera, de esos en los que la incertidumbre pesa más que el cansancio.

Con el cierre de las mesas a las 18 horas, Kelly Olmos y Lucía Cámpora realizaron una conferencia de prensa. Desde el escenario, agradecieron: “a la militancia por haber sostenido la campaña en cada esquina de la Ciudad” y llamaron a “cuidar los votos hasta el final”. Sus caras reflejaban preocupación y desconcierto, sin embargo nadie se atrevía a anticipar resultados.

Pasadas las ocho de la noche, la tensión crecía. En los pasillos se percibía una mezcla de ansiedad y desconcierto. Faltaban figuras de referencia, los dirigentes más importantes del espacio aún no se habían mostrado, y la ausencia de información oficial comenzaba a incomodar a los presentes. Los periodistas aguardaban en la sala de prensa; los fotógrafos acomodaban sus cámaras, listos para capturar el momento exacto en que las pantallas anunciaran los primeros datos.

Minutos antes de las nueve, el murmullo se convirtió en silencio. En los televisores comenzó a escucharse la voz del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien informaba que ya se había escrutado el 90,05% de las mesas. Nadie habló. Las caras serias se multiplicaron a medida que las cifras se confirmaban: La Libertad Avanza se imponía a nivel nacional con el 40,8% de los votos, consolidándose como la principal fuerza política de la jornada. Los resultados desfavorables para Fuerza Patria, trajeron desilusión. En la sala, los gestos serios y el murmullo apagado reflejaban el desgano y la bronca.

Una caravana de esperanza

A medida que avanzaba la noche, los dirigentes se fueron retirando lentamente del búnker. En el interior ya no quedaba tensión, sino una calma cargada de compromiso. Afuera, en cambio, la calle volvió a llenarse de voces y banderas. La consigna era clara: marchar en caravana hasta la casa de Cristina, en San José 1111. Como recompensas, la expresidenta salió a saludar desde su balcón.

Entre cánticos, abrazos y promesas de seguir militando, la jornada cerró con una sensación compartida entre los presentes: más allá de los resultados, la política sigue siendo un acto de esperanza colectiva.

Trabajadores a cielo abierto

Trabajadores a cielo abierto

Lejos del debate sobre la digitalización del trabajo, toda una comunidad analógica se gana la vida día a día, lejos de las plataformas: en las calles.

Clarea la mañana en la estación Liniers. El sol alumbra encima de los rieles, sin calentar, y el vapor del aliento asoma entre los abrigos. Cada tantos minutos, cuando llegan o parten los trenes, un torrente de pasos sube por la pasarela metálica que cruza las vías. Un joven se planta en medio, extiende los brazos y muestra dos bolsas de plástico de las que emana un halo de calor: ”¡Lleve, aproveche el chipá caliente, lleve aproveche!

Yo estoy acá porque no es territorio de la policía —dice N., de 20 años, en diálogo amable, aunque prefiere no revelar su identidad—. Trenes Argentinos es un espacio privado, y ellos no pasan para acá. Entonces, cada vez que me corren de la calle, me escapo acá y me quedo tranquilo.

N. cuenta que los turnos para vender en el tren están divididos y comercializados, pero se niega a señalar a quienes le venden ese derecho. A él le asignaron el horario que va de las 4 de la mañana a la 1 de la tarde: 

Yo soy un empleado más, o sea yo trabajo para alguien. Al no pagar alquiler de un local ni pagar impuestos, la ganancia es bastante. Pero yo no cobro como ellos; cobro como empleado.

Después del almuerzo trabaja de Rappi y estudia Programación. Se recibió de maestro mayor de obras y está ahorrando plata para “seguir estudiando en la UBA”.

Del otro lado del cruce, mirando hacia la iglesia de San Cayetano, Isaac Espinoza (80), albañil jubilado, se sienta en el cordón de la vereda. Frente a él se extiende una manta con ristras de ajo, un cajón de limones y bolsitas de ají rojo, curry, orégano, cúrcuma…

—Hace poco vino un muchacho conocido aquí, por esta zona. Me pidió la hora, yo saqué el celular y ahí me lo manoteó y se fue. ¿Cómo lo iba a correr, si yo tengo problemas? Puedo caminar con ayuda de un bastón, pero correrlo no puedo. Además, si me voy me van a robar el carrito y la mercadería. Entonces lo que hice fue comprar un machete —dice y muestra una hoja envuelta en plástico.

Isaac dejó la construcción tras sufrir un accidente en la pierna. Cobra una pensión de 160 mil pesos que se le va en alquiler. Más o menos ando bien con los préstamos del ANSES. Ahora voy a ver si pido otro del banco para aumentar las cositas para vender: trapos de piso… Como la gente anda viajando, no tiene tiempo de ir a buscar trapos a otro lado. Entonces aprovecharía eso para poder decir: ‘Bueno, el domingo como’. Porque yo voy a los comedores de las iglesias: en La Matanza, tres días aquí en San Cayetano, los sábados voy a Martínez al desayuno, ahí nomás almuerzo, me dan ropa, y así vivo…

Al pasar las horas, mientras la tarde se nubla, los pasos se encaminan al otro lado del tren. En José León Suárez y Falcón, ocho policías de la Ciudad escoltan a los agentes de Espacio Público. Los vendedores esconden la mercadería en bolsas de tela y de consorcio: entra un billete, sale una porción de budín y un café humeante. Y entre medio de todas las piernas y la fachada grisácea del Plaza Shopping, se escucha un rasgueo de guitarra.

—A mí no me molestan los de Espacio Público porque los músicos no vendemos nada —dice Emiliano Maldonado, de 48 años, con la guitarra cruzada en el pecho, apenas apoyado en su silla de ruedas. Tiene los dedos torcidos con una protuberancia sobre el puño, pero parece que vuelan cuando pellizca las cuerdas, recorre el mástil y hace salir, como sin esfuerzo, la melodía—. Yo lo único que vendo es alegría, amor… —dice y desgrana su historia—. Me fui de gira con una banda de rock en 2001. Hicimos toda Sudamérica durante 15 años: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Chile… Estábamos en hoteles, con todos los lujos, y ahora la vida me trajo acá. Como toda banda de rock, tuvimos algunos problemas: mucho consumo, drogas, alcohol, y algunos problemas de salud. Yo, de hecho, tengo problemas producto de ese exceso. Entonces decidí cortar con la noche, con todo ese mundo, y pasar más al día, a lo familiero, a la calle, como para dejar de estar en contacto con esa parte que a veces excede un poco.

Emiliano volvió a Argentina en 2015 y dio clases particulares hasta 2022. Su oficio cambió con la situación económica: Muchos papás me han llamado para interrumpir, entiendo que por la crisis pensaban no seguir, dedicarse al alimento y a la educación básica. Ahora se recupera de una caída que le valió cuatro tornillos en la pierna. Mantiene, sin embargo, la sonrisa: La música lo que tiene es que uno está independiente de todo el sistema —explica—. Yo por ahí gano en cuatro horas lo que una persona en diez o doce.

Bajando por José León Suárez, pasado el cruce con Falcón, dos hileras de locales con vitrina a la calle, jugueterías, rotiserías y verdulerías, muestran manojos de acelga, bolsones de porotos rojos y negros, carcasas de celulares y pollos girando al espiedo, en un coro de tonadas peruana y boliviana. Los volanteros promocionan a videntes indígenas que ofrecen maldiciones y amarres de amor; y de un grupo de gente sale un sonido chillón, estridente, que es imposible de ignorar: ”¡Venga amiguito! ¡Venga por su regalo, su espadita!” Es otra música. Música infantil que retumba en los altoparlantes instalados al frente de una juguetería. Y una mujer disfrazada de Minnie junto a un payaso que vocifera en el micrófono: ”¡Acérquese también el papito para que no tenga miedo!” Un niño lo mira y tirita.

Para hacer esto hay que tener mucha actitud, alma. Yo creo que se nace —dice el Payasito Sonatita, de 40 años, conversando en la vereda, al costado de la juguetería. Dice que formó una compañía de entretenimiento en Guernica, que trabaja a pedido. Desde el cordón de la vereda, atrae a la gente por los altoparlantes y les ofrece globos con forma de espada, de perrito, se toman las fotos con Minnie y promocionan productos de la tienda que lo contrató–. En Buenos Aires llevamos prácticamente diez años trabajando. Con todas las comunidades: la peruana, boliviana, argentina, paraguaya. Hacemos no solamente shows infantiles sino también para grandes: quince años, animación. Nos va bien.

La caída de la noche funciona como un tablero de control: hay partes de la ciudad que se apagan, otras se encienden. Lejos de Liniers, en pleno centro de Buenos Aires, las veredas de las grandes peatonales ya se empiezan a llenar, y los trabajadores recién empiezan a instalarse.

La ciudad que nunca duerme

La noche de la Avenida Corrientes está llena de luz artificial: alumbran los faroles, los carteles de neón en las vitrinas y los cientos de pequeñas bombillas de los teatros. Acá los folletos no son de amarres de amor, sino de las obras en cartelera; la gente no le tiene miedo a la cámara, sino que cobra por la foto; los vendedores no ofrecen café ni chipá, sino artesanías en madera, metal, cuero, lana…

Yo tengo como cinco años acá —dice Gladys Valencia, de 50 años, con media bufanda entre las manos—. También trabajé en la Pellegrini y en Santa Fe, siempre vendiendo tejidos y también estos moñitos. Todo lo de acá es a crochet. Yo tejo desde el colegio. Allá en Perú me enseñaron a agarrar el crochet, en Lima

Gladys empezó a vender sus trabajos por redes sociales en la pandemia, pero la falta de pedidos la llevó a probar el pavimento. Ahí fue que aumentaron sus ventas, se hizo de clientes frecuentes. Pero la calle, como regala sonrisas, también tiene problemas —aquí y en Liniers—. Cuenta: Algo malo, que ya tuve la experiencia allá en la Pellegrini que, así como ve mi pañito, me quitaron todas mis cosas los del Espacio Público. Así sea artesanal, sea lo que sea, me lo sacaron. Es fuerte porque tienes que tejer, hacer; esto de acá no es comprado, todo esto de acá es lo que yo hago, coso y lo armo, y me dolió cuando me lo quitaron. Ahora, gracias a Dios, permiten vender todo lo que es artesanal. Lo que sea reventa, te lo sacan. Esto será desde hace dos meses. Porque he dejado de trabajar por medio año, por ese motivo. Había empezado a vender por Internet. Pero no es igual que los clientes no lo puedan ver, porque acá la gente puede mirar, puede tocar, probarse si le queda, si no le queda…”

Los horarios en la Avenida Corrientes son los del teatro y del turismo. Gladys trabaja los viernes, sábados y domingos apenas cae la noche, al igual que los demás artesanos, volanteras y artistas callejeros. 

—Cuando hay gente estoy yo; si no hay gente, no estoy —dice Gastón Giráldez, alias Buda Tom, de 49 años, recostado sobre el pavimento junto a un enorme dibujo de Calvin & Hobbes que acaba de terminar. Llega a las seis de la tarde, cuando se prenden las luces, y se va entre las once de la noche y las dos de la madrugada, si el tiempo acompaña. 

—La calle tiene muchas contras: el clima, el desprecio. A veces alguna persona me pisa la mano, o me dan plata de mala manera. Y el problema no es que me den un peso o que me den un millón: es la actitud con la que me dan —explica—. Yo tengo un bastón, soy obeso, me cuesta mucho estar en el suelo, cosas que tendrían que tener en cuenta; a nadie le interesa, pero están a la vista, ni siquiera tengo que mentir. Porque realmente me cuesta levantarme; dibujo en el piso porque no me puedo levantar y agachar todo el tiempo —sigue Buda, mientras repasa el contorno de la figura con tiza blanca y difumina los bordes con el dedo.

—Acá está pegando fuerte el tema económico —dice—. Y eso repercute mucho en la propina y en el humor también. Yo soy el último eslabón de la economía del país: si a mí me llega poco es porque la otra persona también tiene poco. Es una cadena de dramas, digamos. Pero yo le pongo optimismo, vengo con toda la onda. Sé que también hay que darle color a la ciudad; así como las luces y todo lo demás, mi aporte es ese: darle el color, mantener la alegría.

Vivimos en tiempos donde la calle está tensa y sus trabajadores cansados y hasta paranoicos. Pero la vida se trata de buscar soluciones, y mientras unos esconden la mercadería y juegan al límite de la confiscación policial, otros encuentran su mural en el piso y arman un escenario en la vereda.

—No somos los malos —dijo N. en la estación Liniers—. Por laburar en la calle, usualmente nos ven como gente delictiva, pero en realidad nada que ver—. El sol ya brillaba encumbrado y se prendían los puchos en la fila del bondi. N. miró a los dos lados y caminó hacia esa fila: —¡Lleve, aproveche el chipá caliente…!

En cada esquina, en cada manta extendida, late una economía que no figura en los balances oficiales pero sostiene la vida. Las redes de vendedores, músicos, payasos, cartoneros, artesanos —y también les vendedores de Hecho en Buenos Aires, que salen cada día con las revistas bajo el brazo— forman un sistema paralelo que mantiene en movimiento a barrios enteros: alimentan, visten, entretienen, reciclan, comunican, sostienen. La informalidad no es el margen: es la trama que permite que la ciudad no se detenga. Invisibilizados en los discursos sobre innovación y futuro del trabajo, estos oficios callejeros son también la prueba de que la creatividad y la subsistencia encuentran siempre un modo de resistir. La ciudad se enciende con ellos; sin ellos, sería puro cemento.

“Esto es un retroceso en la calidad de la educación”

“Esto es un retroceso en la calidad de la educación”

Familias, docentes y estudiantes de la Escuela de Cerámica N° 1 de CABA rechazan la reforma que quiere implementar el Gobierno de Jorge Macri. Dicen que tras la fachada de una modernización trae precarización y degradación de la enseñanza.

“Este plan atenta contra la calidad del aprendizaje, desarrollo integral y colectivo de nuestros hijos”, afirma Mariela Sarlinga, madre de una estudiante de la Escuela Superior de Enseñanza Artística de Cerámica N° 1, ubicada en el barrio porteño de Almagro.

Junto con otras madres, padres y estudiantes, Sarlinga forma parte del colectivo “Familias del Cera”, que busca defender al histórico establecimiento educativo, fundado en 1940, de la reforma impulsada en colegios primarios y secundarios por el gobierno de Jorge Macri, en el marco del Plan Estratégico Buenos Aires Aprende (BA Aprende).

“Se perderá la especificidad de materias curriculares que nuestros estudiantes, quizás, querrán estudiar el día de mañana, pasando a ser un simple taller, todo mezclado y reducido en carga horaria –agrega Sarlinga–. Ni hablar de la incorporación de educación emocional, del enfoque individualista que le quieren dar a la enseñanza, todo esto asociado a las neurociencias… El ‘Cera’ le dice un ‘no’ rotundo a estas reformas”.

Desde 2010, el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires viene poniendo en marcha sucesivas reformas educativas, tanto en los contenidos de los aprendizajes como en los planes de estudio primarios y secundarios. BA Aprende es la tercera, con pruebas piloto en algunos colegios desde principios de 2024. “El Cera” y otros rechazan estos cambios, ya que, sostienen, degradan y precarizan la enseñanza.

En pie de lucha, las “Familias de Cera” se organizan para impedir que la reforma quede vigente en 2026, como prevé el Gobierno porteño. “Aceptarla implica permitir cambios perjudiciales para nuestros hijos. El conocimiento queda relegado a un segundo lugar, sin darle la debida importancia a la historia, el arte, la cultura, y en particular a nuestros orígenes. Quieren convertir las materias de Historia, Filosofía, Arte, Ciencias Sociales, Naturales y Educación Física, entre otras, en simples talleres, agrupándolos en áreas llamadas ‘de laboratorio’”, subraya Sarlinga.

Las familias rechazan la imposición inconsulta y arbitraria de esta reforma. Daniela Mauro, otra de las madres del “Cera”, expresa su enojo: “Propone reducir la formación a tres materias troncales: Lengua, Matemáticas e Idiomas, relegando al resto, empobreciendo la formación, dando lugar a conocimientos a corto plazo, dejando de lado una formación cuidada, crítica, cultural e integral de largo plazo, y poniendo en riesgo la fuente laboral docente, ya que su carga horaria será reducida, produciendo inestabilidad laboral y rompiendo la continuidad pedagógica, por lo que nuestros docentes, al igual que los estudiantes, se  verán afectados”.

“Queremos que el aprendizaje que reciben nuestros hijos sea de calidad, y que se respeten los colegios con orientaciones, que escuchen nuestras voces y más aún las de nuestros hijos, ya que ellos son los que eligen estas escuelas como formadoras para su futuro. Para las familias del Cera esto significa un retroceso en la calidad de la educación. Exigimos una enseñanza integral y de calidad”, reclama Mauro.

Hernán Cortiñas, docente del área de Ciencias Sociales de la escuela, remarca que “el Cera ha formado a generaciones de estudiantes en el arte y la cultura”. “Sin embargo, con la reforma –dice– las materias de arte y cultura corren el riesgo de ser reducidas a simples talleres. Estas reformas afectarán el área pedagógica y nuestra propia participación. El objetivo es que los estudiantes trabajen más individualmente, personalizando saberes y conocimientos, en desmedro de lo grupal, reduciendo nuestro rol al de tutores o acompañantes, ya no educadores. Las fuentes laborales de muchos docentes se verán perjudicadas, muchos vamos a quedar sin trabajo, ya que se priorizarán más las horas de cátedra y titularizadas”, detalla.

“Si hoy lo que cobra un docente en CABA por hora cátedra es muy poco, unos 38 mil pesos –prosigue Cortiñas–, esto se verá reducido. Por ejemplo, un profesor de Historia con cuatro horas semanales pasaría a tener solamente dos, porque su materia ya no sería troncal, y formaría parte de un taller semanal de dos horas, con la consecuente disminución de su ingreso. Además, está el tema de las nuevas formas de promoción, calificando logros adquiridos y no saberes, un sistema con características individualistas y que contempla además la participación del sector empresarial. Nosotros seguimos trabajando con mucha incertidumbre, ya que nos enteramos todo por los medios de comunicación y luego por las autoridades”.

Por su parte, Temis Saccomanno, secretario de Educación Artística de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), refiere que el sindicato “está en negociaciones con el Ministerio de Educación en cuanto a la conformación del nuevo plan orgánico funcional y reagrupamiento de horas”. “Entendemos el impacto y la preocupación de los padres y docentes –continúa–. Si bien al principio la reforma ‘Secundaria aprende’ (parte de BA Aprende) estaba más dirigida a escuelas de educación general, como los bachilleratos, ahora involucra a otras con especialidades. Como sindicato pedimos que se respeten la voluntad y los plazos, que el Ministerio de Educación no sea tan exigente y que arbitre los medios para generar espacios de diálogo, ya que el tema aún no está cerrado. Creemos que tenemos la posibilidad de aclarar cuestiones y cambios, antes de que esto se ponga en marcha definitivamente”.

Mientras tanto, las “Familias del Cera” continúan reclamando que se detenga la implementación de la reforma y solicitan a las autoridades del colegio que se las informe y se las escuche, al fin y al cabo, son sus hijos e hijas quienes estudian allí.

A los cartoneros también les llegó el ajuste

A los cartoneros también les llegó el ajuste

Las cooperativas porteñas de recicladores urbanos protestaron toda la semana en el Parque Lezama porque el Gobierno de Jorge Macri les quitó el subsidio al transporte que permitía a los trabajadores llegar al centro de la ciudad. Encima, la apertura indiscriminada de exportaciones que decretó Javier Milei, hizo que baje el precio del cartón.

Referentes de cooperativas de trabajadores cartoneros, carreros y recicladores se encuentran encadenados en Parque Lezama haciendo una huelga de hambre frente al Ministerio de Espacio Público de la Ciudad. Las cooperativas de cartoneros, agrupadas en la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) –una de las organizaciones que componen la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP)– reclaman que el Gobierno de la Ciudad suspendió el financiamiento del traslado diario de los recolectores que viajaban desde el conurbano. Dejaron de contar con esta ayuda el 23 de julio, cuando el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri anunció que “están desarmando un sistema que, lejos de dar soluciones, se volvió parte del problema”. 

El gobierno porteño dejó de financiar el transporte diario a 3.500 familias de recuperadores urbanos -de las 6.000 que existen en el sistema- pertenecientes a las cooperativas Amanecer de los Cartoneros, Madreselvas, Recuperadores Urbanos del Oeste y Cartonera del Sur. Dejó a esas organizaciones sin ese beneficio con el argumento de que el dinero que ahorrarán –serían 6.000 millones de pesos al año-  será destinado a realizar mejoras en el sistema de reciclado porteño.

“La Policía nos saca la mercadería, nos secuestra los carros, nos reprime, nos pone multa, cuando saben que vivimos del cartón y del reciclado”, dijo Paula

Además del reclamo por su traslado diario hacia el centro, los trabajadores exigen la continuidad del transporte de sus hijos hasta las guarderías. Más de 600 chicos asisten a tres espacios de cuidado infantil en Fiorito, Constitución y Barracas. Carlos Suárez, cartonero perteneciente a la cooperativa MTE, manifestó que no quieren que los niños pierdan sus infancias por tener que estar en la calle acompañando a sus padres. También denunciaron la discriminación, la persecución y el maltrato de la Policía de la Ciudad y sus autoridades, quienes les quitan sus elementos de trabajo, no les permiten que lleven sus carros y sus bolsones, e incluso que los llevan detenidos y les cobran multas. 

“Nos sacan la mercadería, nos secuestran los carros, nos reprimen, nos ponen multa, cuando saben que vivimos del cartón y del reciclado”, dijo Paula, que carretea de toda la vida y se encuentra agrupada en la cooperativa Amanecer de los Cartoneros desde hace 6 años. Como ella, muchas de sus compañeras y compañeros mantienen a su familia con su trabajo, que cada día está siendo más perseguido. “Si vas a revisar un tacho vestida de cartonero, te hacen una multa que no llegamos a poder pagar”, agregó su compañera Olga. Gracias a su propia organización en cooperativas, reciben un sueldo por el trabajo que muchos realizaron durante toda su vida. 

Además de ser una fuente de subsistencia, el trabajo de recolección y reciclado de residuos que realizan los trabajadores cartoneros cumple un rol ciudadano importante, de limpieza y cuidado del medioambiente. Lejos de resguardar esta labor, la gestión de Jorge Macri les impone cada vez más dificultades. Al no contar con los micros que los trasladaban, su sueldo de apenas 390.000 pesos no les permite costear los viáticos. Sumado a esto, en el contexto nacional, Milei liberó las importaciones de materiales reciclados, lo que empeora aún más la situación. El kilo de cartón vale un 70% menos de lo que valía en 2024.

Luego de una semana de protesta en Parque Lezama, el viernes 29 encararon una marcha convocando a todos los sectores de la economía popular a reclamar con el movimiento cartonero, luego de no haber obtenido ninguna respuesta por parte de las autoridades a lo largo de estos días. Entre los carteles que sostienen se puede leer “Jorge Macri: sin los cartoneros, la ciudad estaría peor. Dejá de recortar el reciclado”, y “Lo que la ciudad desecha, nosotros los transformamos”. Insistirán en poder realizar su labor con dignidad y no seguir perdiendo los derechos que fueron adquiriendo a lo largo de los años mediante la organización popular. “La crueldad del gobierno de Macri no tiene límites, le declaró la guerra a los recicladores urbanos y los cartoneros que, con su trabajo, garantizan el sostenimiento de nuestra ciudad y la recuperación de residuos urbanos”, expresó en su apoyo el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

 A través del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, presidido por Ignacio Baistrocchi, quienes gestionan la ciudad afirman que buscan utilizar esos fondos para fortalecer la estructura y la capacidad del sistema de recolección y reciclado. Las medidas que llevaron adelante con este objetivo fueron: bancarizar a los recuperadores, hacer que comiencen a recibir su sueldo en cuentas del Banco Ciudad y no mediante las cooperativas a las que pertenecen, implementar un sistema de control de asistencia mediante dispositivos biométricos en los centros verdes y centros logisticos, y reforzar las rutas de recolección en zonas de alta generación.

 

Casi 12.000 personas están en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires

Casi 12.000 personas están en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires

El Tercer Censo Popular para relevar a quienes que viven en la vía pública arrojó el doble de personas que el recuento anterior, realizado en 2019. Y muchos más aún de los que declaran las cifras oficiales.

Las organizaciones que llevaron a cabo el Tercer Censo Popular de Personas en Situación de Calle en la Ciudad de Buenos Aires dieron a conocer este lunes los resultados iniciales. El primer dato es más que alarmante: contabilizaron un total de 11.892 personas, entre ellas, las que se encuentran en situación de calle efectiva y las que están temporalmente en Centros de Integración Social del Gobierno de la Ciudad. Esta cifra, cómo había adelantado ANCCOM, era tristemente esperada por las organizaciones y representa más del 50 por ciento de crecimiento desde el último Censo en 2019.

Los números del Tercer Censo fueron muy superiores a los datos que brinda el Gobierno de la Ciudad. Las organizaciones advierten que la población que vive en la vía pública no deja de crecer y denuncian que la calle no es un lugar para vivir y tampoco para morir. Entre las organizaciones que convocaron para realizar el censo estuvieron Proyecto 7, Irrompibles, Barrios de pie, Red Puentes, Nuestra América Movimiento Popular y La Patria es el otro. Miles de voluntarios recorrieron la ciudad y encuestaron a quienes encontraban instalados en la calle.

En un contexto de crisis creciente, cuándo en el país ya suman nueve personas fallecidas en situación de calle en lo poco que va del invierno, las organizaciones exigen tanto al Gobierno de la Ciudad como al nacional el estricto cumplimiento de la Ley 3.706 de Protección y Garantía Integral de los Derechos de las Personas en Situación de Calle y en Riesgo a la Situación de Calle con un presupuesto adecuado a las necesidades. Además, piden que se garantice el ingreso inmediato a los dispositivos de CABA junto con alimentos y mantas. Por otro lado, solicitan que se declare la emergencia en situación de calle y adicciones en la Ciudad, que se aumente el presupuesto a los programas vigentes y que sean de gestión accesible, que sea menos burocrático.

También exigen prohibir el uso del lenguaje ofensivo, discriminatorio, estigmatizante por parte de cualquier funcionario que trabaje en organismos o instituciones que dependan del Gobierno de la Ciudad, las fuerzas de seguridad y espacios públicos, hacia las personas en situación de calle. Le suman el pedido de cese inmediato de la represión y persecución a esta población, como también que se distribuyan las frazadas que tiene en sus depósitos el Ministerio de Capital Humano.

Según Horacio Ávila de Proyecto 7, “son 75 mil frazadas las que tienen en los depósitos”. Esta organización realiza desayunos y ollas solidarias en Once, Constitución y Flores a las cuales según nos cuentan, cada vez asiste más gente.

Actualmente, la administración gubernamental de la CABA posee una red de 48 dispositivos que están colapsados y sin vacantes. Según pudo saber esta redacción en diálogo con diferentes organizaciones, el gobierno de la Ciudad continúa sin dar respuesta.