«No me molesta que me griten puto»

«No me molesta que me griten puto»

Futbolista amateur en una liga bonaerense, Nicolás Fernández es el primer jugador en hacer pública su homosexualidad. “Con mis compañeros se me hizo fácil porque me conocieron como persona primero”, afirma.

Nicolás Fernández, 27 años, fue el primer jugador argentino en reconocerse gay en un ámbito tan homofóbico como el fútbol. Arquero en Huracán de Pellegrini de la Liga Trenquelauquense, en diálogo con ANCCOM cuenta como hizo público su elección sexual en un vestuario frente a sus compañeros, su relación con las hinchadas y su lucha constante por la visibilización del amor homosexual.

¿Cómo empezaste en el fútbol?

Arranqué de chico a jugar en mi pueblo, Pellegrini (provincia de Buenos Aires, en el límite con La Pampa). Debuté a los 15 años en primera y me mantuve hasta los 18. Luego de dos años sin jugar estuve en Barrio Alegre de Trenque Lauquen, en la liga amateur. En 2017 pasé por la Liga Cultural de La Pampa, un año y medio por Deportivo Rivera, medio año en Anguil y seis meses en Atlético Belgrano, de Santa Rosa. Me rompí ligamentos cruzados y volví en 2020 a atajar en Belgrano. Hicimos toda la pretemporada y pude jugar sólo un partido, porque nos agarró la pandemia. Después me mudé a La Plata y empecé a jugar en Universitario de Berisso, en la Liga Platense. Luego de ocho años de haber dejado de jugar en Huracán de Pellegrini, volví al pueblo y al club y estoy viajando todos los fines de semana a jugar.

 

El capitán del equipo me preguntó delante de todos mis compañeros si los pibes que vivían conmigo en la pensión eran gays. Yo le dije que hacía tres años que salía con un chico.

Nicolás Fernández

¿Cómo fue el momento en que declaraste ser gay en un vestuario?

Cuando jugaba en Rivera, estábamos jodiendo con el capitán del equipo y delante de todos mis compañeros me preguntó si con los que yo vivía en la pensión, que eran tres compañeros, eran gays. Me preguntó delante de todo el plantel. Yo le blanqueé lo mío, que hacía tres años que salía con un chico y si había algún problema que me lo dijeran. Por suerte quedó todo ahí, la mejor. Se me hizo fácil porque siempre me conocieron como persona primero, y después mis gustos o elecciones sexuales. Más tarde, en un boliche, estaba con mi expareja y decidí hacer una publicación en Facebook, y ahí se viralizó

¿Te acordás qué decía?

“Soy feliz. Gracias a quienes lo entienden. Y perdón a quién no. Un género no determina nada y mucho menos habla de quién soy como persona. Estoy enamorado y sí, de alguien de mi mismo sexo”. Justo coincidió con que era un 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTB, pero no me di cuenta, no fue a propósito.

De un día para el otro te convertiste en una figura mediática…

Recibí apoyo de todo el mundo, de personas que creía que no se iban a arrimar o no iban a decir nada. Me han escrito futbolistas amateurs de España, Perú, Estados Unidos, diciéndome que era un paso adelante para ellos, que les había servido un montón.

El arquero siempre está cerca de las hinchadas, ¿cómo reaccionás ante los insultos?

Es parte del folklore del fútbol, lo tomo así. No me molesta que me griten “puto” o “qué lindas medias tenés”, porque yo antes usaba medias rosas a propósito. Al contrario, me doy vuelta y me río, lo tomo a chiste. No me tomo nada a pecho porque es en joda, y si lo dicen de verdad, habla mucho más de ellos que de mí. En este 2022 me ha tocado participar de clásicos de Huracán de Pellegrini con Atlético, que es uno de los más grandes de la zona. Van más de 2 mil personas. Siempre está la expectativa de que te griten cosas, pero el último clásico fue con mucho respeto, nadie me dijo nada respecto a mi sexualidad, sí ha pasado con otros equipos, pero no le doy bola, no presto atención, disfruto, más cuando el partido termina con un triunfo nuestro.

 

 

 

¿Cómo sigue tu futuro en el fútbol?

Disfrutando. Volví a compartir cancha con mi mejor amigo que es como mi hermano, después de ocho años. Estoy en el club del cual siempre fui hincha y siempre quise estar, jugando siempre en el fútbol amateur, veremos cómo sigue, por el momento sólo disfrutar y que se den los resultados para que estemos más tranquilos

¿Hay alguna reflexión que te gustaría transimitir?

Siempre digo lo mismo: cada uno tiene que vivir en la forma en que le toca y elija, sin miedo a lo que puedan llegar a decir. La gente va a hablar siempre, para bien o para mal. Es cuestión de disfrutar y no prestar demasiada atención a cosas que no tienen importancia.

«Siguen matando pibes»

«Siguen matando pibes»

Dolly Sigampa, la mamá de Ezequiel Demonty, asesinado por la Policía Federal hace 20 años, habla sobre el proyecto de Ley contra la Violencia Institucional que se debate en el Congreso. ¿Qué hacer para terminar con el abuso policial?

Una mujer de pelo negro largo, piel morena y mediana estatura hace señas desde fuera del café ubicado en la intersección entre las avenidas Cobo y del Barco Centenera, a seis cuadras de la Villa 1-11-14, en el barrio porteño de Flores. Señala su cigarrillo para avisar que en unos segundos va a entrar.

Dolly Sigampa, o Dolly Demonty, como muchos la conocen, es la madre de Ezequiel Demonty. Ezequiel fue asesinado en democracia, cuando en septiembre de 2002 un grupo de policías, por entonces de la Federal, lo arrojó a él y a dos de sus amigos al Riachuelo desde el Puente Alsina, ahora rebautizado Puente Ezequiel Demonty. 

Dolly se sienta y le pide a la chica que atiende un cafe negro chiquito. “Yo lo tomo sin nada”, dice, todavía un poco incómoda y recién llegada, mientras rechaza con una sonrisa el sobre de azúcar.   

¿Ahora se cumplen 20 años verdad?

Sí, ahora, el 21 de septiembre. Vamos a ir al Riachuelo. Como todos los años.

La máquina de café, las voces provenientes de las mesas y el sonido de la calle que entra cuando alguien abre la puerta, llenan el lugar de sonidos. 

“El proyecto de ley… ¿lo tenés? Si no, te lo puedo mandar por el whatsapp -dice Dolly con el celular en la mano y el archivo del proyecto de Ley Contra la Violencia Institucional abierto en la pantalla-. Está bueno, en realidad es una herramienta más. Con este proyecto se busca generar herramientas integrales para prevenir y erradicar casos de violencia institucional por fuerzas policiales, de seguridad y de servicios penitenciarios en todo el territorio nacional. Está el de Nación y el de la Ciudad. Yo lamentablemente no creo que erradiquemos la violencia institucional, esto ya es una herencia de la Dictadura. Pero esta es una herramienta necesaria”. 

¿Cuáles son tus expectativas?

Hay muchas expectativas, pero como madre, la expectativa es sobre todo que haya prevención. 

Desde Madres en Lucha trabajan hace años en la prevención de la violencia institucional y la contención de las familias de las víctimas. Dolly estuvo desde la conformación del colectivo hace 14 años, y también previo a eso cuando se juntaban con otras madres sin tener un nombre fijo.

“Nosotras, cuando acompañamos, lo hacemos en serio. Entendemos la importancia de la prevención porque estamos en los barrios. Tenés que estar ahí defendiendo a los pibes, defendiendo sus derechos. Tenemos que ir a una villa, a donde sea. Vamos. Nosotras no hacemos diferencia por color, clero, raza, nada”, subraya. 

Las madres organizadas miran a las políticas públicas desde los barrios. Con una sonrisa caída, marcada en la profundidad con la que las comisuras de sus ojos descienden, Dolly habla del territorio, de los barrios, de la villa como una poeta de la miseria. La realidad villera no es marketinera, pero es realidad. 

Muchos de los pibes y las pibas no pueden reclamar por sus derechos porque dicen que es contraproducente, porque les terminan pegando más. Están en una situación muy vulnerable. Les roban todo. Les terminan robando hasta la dignidad. Yo lo que pido es que los adultos se comprometan. Ojalá la ley sirva para prevenir estas cosas”, dice. 

La única ley anterior sobre el tema apenas constituyó el 8 de mayo como el Día Contra la Violencia Institucional en conmemoración de la Masacre de Budge.

¿Desde Madres en Lucha participaron del armado de estos proyectos?

Sí, del de Nación participamos. Hubo reuniones y charlas previas. 

¿Qué es lo que te parece más importante de la ley?

Muchos de los puntos que se tocan en el proyecto tienen que ver con contención psicológica. Nosotras no tuvimos eso -dice Dolly con tono de resignación, se acaricia el brazo para darse calor y entre sus ojos se cruzan un racconto de escenas de Ezequiel y su familia- Que el Estado se haga cargo de los psicólogos que atienden a las familias de víctimas. Esto lo defiende mucho mi hijo mayor, Leonardo Demonty. Todos ellos pasaron momentos muy duros cuando pasó todo lo de Ezequiel. 

Claro, hace falta acompañamiento a las familias.

Sí, y no solo a ellos sino también a los testigos que estuvieron con él ese día. Ninguno tuvo asistencia psicológica, no había ningún tipo de ley que pida eso y tampoco tuvieron resguardo de parte de la justicia.

Un alivio que Ezequiel no sea solo su muerte. A Dolly se le iluminan los ojos cuando en el café del Bajo Flores, entre palabras lo hace presente.

Era tan bueno él, muy caritativo, si no podía daba lo que tenía. Él quería ser músico y arquitecto. Decía que iba a hacer su casa y hasta la había dibujado. Perdí ese dibujo”, dice Dolly y mira para abajo, mientras todavía intenta recordar dónde dejó ese papel. “Le gustaba tocar la guitarra y la batería y parte de la batería todavía está en casa, pero no la vi más. Hay cosas que todavía me duelen si las veo”.

Veinte años después, Ezequiel se aparece en su sonrisa caída y en sus ojos contenidos, brevemente humedecidos.

“Bueno, y la ley, la ley es un proyecto muy importante…”, retoma.

¿Y qué opinas de las campañas contra la inseguridad? 

En esta lucha te tenes que bancar que digan de todo. Hasta los fiscales que se supone que te tienen que defender, dicen que para la policía, el barrio donde se entra es peligroso y es obvio que en medio del miedo van a disparar para cualquier lado. 

Como cuando disparan a tres amigos sentados en una esquina de Ingeniero Budge, o cuando hacen saltar a tres chicos por un puente. El asesinato de Ezequiel está presente, ahora y siempre. 

“Blumberg, por ejemplo, pide más seguridad. Y a él lo acompañaban los policías exonerados, los sin gorra. Yo digo que todos queremos seguridad, pero que sea una seguridad justa. La seguridad que él está pidiendo es la inseguridad que mató a mi hijo”, reflexiona.

¿Por qué decís que esto es una herencia de la Dictadura? 

Habiendo vivido todo lo que viví de chica, cuando me dicen que a Ezequiel se lo llevó la policía y no aparece, yo me quedé helada -Dolly se acaricia el brazo con disimulo, se da calor. El frío de invierno entra por la puerta medio abierta-. Hablamos de 30.000 desaparecidos, pero esto sigue pasando. Y la mayoría de los pibes y pibas son de los barrios populares, de las villas. 

Los uniformados se colaron en la vida de Dolly como un cuentagotas de violencias. Ya desde chica la violencia se aferró como cotidiana.

Yo me crié en un lugar donde viví la dictadura desde que nací”, recuerda.

Entre historias de un pasado no tan lejano, Dolly comienza sus años de infancia en La Lonja y pocos años después se muda a Ciudad Oculta, dos villas de la Provincia de Buenos Aires.

“Ahí vivimos la dictadura siempre y tuvimos que protegernos entre nosotros. Las familias tenían miedo en esa época, no podías hablar de esto. Menos en los barrios. A mí misma me llevaron presa a los 15 años. A las tres de la mañana entraron a la casa donde estaba y nos llevaron a mi y al papá de Ezequiel. Hay cosas que yo no las puedo contar, pero hemos vivido muchas cosas”, relata

¿En qué año fue esto? 

Esto era por el 76. Fue una lucha por sobrevivir.

En un momento donde las desapariciones eran moneda corriente, la memoria se constituye como herramienta de aprendizaje, porque “lo que no sabes lo aprendes después en la lucha”, como dice Dolly y ejemplifica: “En la lucha vos terminás aprendiendo de leyes.”

¿Por?

Porque asistís a los juicios, escuchás a los familiares, te cuentan lo que va pasando. A mí misma me sirvió para poner el habeas corpus. Mi mamá, yo me acuerdo, cuando tenía cinco o seis años buscaba a mi papá y me quedó grabada esa palabra, habeas corpus, que ella había hecho un habeas corpus. No sé por qué me quedó grabada esa palabra. Cuando pasó lo de Ezequiel, que me dicen que no aparece, salimos a buscarlo por todos lados, y a la noche me manda una señora del barrio a decir que haga un habeas corpus. Ahí como que se me vino a la memoría. “Me voy ahora”, les dije a mis hijos: “No me quieren llevar me voy caminando, como sea, pero yo voy”. Y ahí lo hice.

“El padre de Somohano -uno de los policias condenados por el asesinato de Ezequiel- escribió un libro donde dice que la desaparición y el secuestro de los hijos de desaparecidos fue por honor a la patria. Yo decía que él aprendió del padre, para mi el padre también era un asesino. Él no se adjudicó ningún asesinato, pero su libro lo decía todo”, señala.

La herencia de la dictadura personificada. 

Sí. Yo les respeto los derechos. Les respetamos los derechos humanos como a todos. Llegó un límite donde no había más que podíamos pedirle a la justicia y terminaron saliendo. Yo no los voy a escrachar, no voy a hacer nada. Yo lo que quiero es que no se acerquen más a nuestras vidas. El respeto que yo les tuve a ellos, ellos no lo tuvieron con nosotros. Menos con mi hijo.

Yo si tengo que dar charlas en las academias voy y lo hago, con Rosita Bru lo hicimos varias veces. No quiero justificar lo que hace la policía con esto, pero hay que hacer un control, porque ellos también son violentados. Se violentan entre ellos. En la escuela de policía de Ramón Falcón había un pibe que del baile que le habían dado casi lo matan. No sé por qué lo hacen, parece que viene así desde el Ejército. Esa misma violencia que muchas veces ejercen con los pibes y pibas más vulnerables de los barrios también la tienen dentro de la fuerza, y después la llevan a sus casas. Muchos de los femicidios tienen que ver con esto, muchas de las chicas son asesinadas por sus parejas policías usando el arma reglamentaria”, sostiene.. 

¿Eso también se tiene en cuenta en el proyecto de ley?

Sí, es algo importante de la ley, les hace dejar las armas en sus lugares de trabajo.

 

“Yo pienso que esta lucha es lo que a mí me mantiene en pie, pero es difícil. No es fácil para ninguna de nosotras. Más al principio. Hay madres que se levantan y hay otras que no. Vos luchás y luchás por justicia, pero, ¿qué pasa cuando ya hubo justicia? ¿Y ahora? Ellos pueden ir presos, 5, 10, 20 años, pero siguen ahí. Siguen vivos, ven a sus familias, si tienen madres, ven a sus madres”, describe. 

Silencio.

“No sé –dice-. Yo cada cumpleaños, cada nacimiento de un nieto, están todos menos él. Falta mi hijo”. 

Silencio.

“Vos luchás por justicia, vos acompañás, pero la verdad es que no queremos que nos sigan matando pibes. Nosotras no queremos una madre más en el grupo, pero sigue pasando. Vos pensás que tu hijo es el último, pero sigue pasando. Siguen matando a los pibes. Esto no se termina nunca. Te dicen que lo dejes en manos de Dios. Y hay muchas cosas que yo dejé en manos de Dios, el perdón por ejemplo. Pero el perdón al hombre, no a sus actos. Y el acto que cometió este hombre lo siguen haciendo. Y eso no lo vamos a perdonar. Al menos no nosotros. Nosotros queremos que haya justicia terrenal.»

¿Cómo siguen ahora?

Ahora la idea es ir puerta a puerta a hablar con todos los legisladores. Llevarles la ley para que la estudien, y si quieren modificar algo, ver que se modifica, pero que se trate la ley. Yo si me tengo que sentar, me siento con quien sea. Esto no tiene que ver con pensamiento político. Esto se trata de la violencia al primer derecho del ser humano que es la vida. La violencia institucional es la deuda de la democracia y esta deuda se salda poniendo en agenda la lucha contra la violencia institucional. Y esta lucha es de todos, porque los pibes y pibas, también pertenecen a la Ciudad, y las autoridades tienen que hacerse cargo de eso. 

«Vivimos en una vetocracia»

«Vivimos en una vetocracia»

El economista Eduardo Crespo analiza la situación económica y las medidas anunciada por Silvina Batakis. ¿Qué le preocupa?

En un escenario político altamente dinámico, por momentos convulsionado e impredecible y en el que inflación creciente parece indomable, ANCCOM dialogó con el economista Eduardo Crespo, para intentar pensar de dónde venimos, hacia dónde vamos, y cuáles son los temas más urgentes de la agenda económica hoy.

¿Cuál es su lectura del actual panorama económico argentino?

La verdad es que de solo ver los datos se ve que tenemos altísimos niveles de inflación, debemos estar entre el 70 u 80 por ciento anual, y puede seguir aumentando, tenemos un bajísimo nivel de reservas, cepo y brecha cambiaria que genera todo tipo de problemas y los va a seguir generando en la medida que exista. Eso en cuanto al panorama inflacionario. Por otro lado, tenemos tras la pandemia una recuperación económica en 2021, y un arranque muy fuerte en 2022. El problema es que si hay un crecimiento grande pero no hay reservas, es inevitable parar, y eso es lo que está pasando ahora. No hay forma de seguir creciendo, porque hay una demanda de importaciones y dólares que es inconsistente con la capacidad de generarlos. Y esto tiene una dimensión comercial pero fundamentalmente financiera. Esto es, tal vez, lo más difícil de entender. Hay un diagnóstico totalmente equivocado sobre la inflación y la fuga de capitales. Para sumar, el tema de la política es preocupante. Vivimos en un país en donde todo el mundo tiene capacidad de veto, es una «vetocracia»: ambientalistas, ruralistas, piqueteros, oposición, Poder Judicial. Pero además, ahora, al interior de la coalición, se dan también los vetos internos y no hay coincidencia sobre lo que hay que hacer.

 ¿Por qué los diagnósticos sobre la inflación y la fuga de capitales le parecen totalmente equivocados?

Cuando hay inflación, la moneda que vos estás emitiendo va perdiendo algunas de las funciones del dinero. Para entender esto es bueno diferenciar el dinero de la moneda. El dinero es la función social. La moneda, el instrumento para esa función. Entonces, cuando hay inflación la moneda pierde una función fundamentalísima del dinero que es reservar valor líquido. Es la primera función que desaparece con la inflación. Y es lógico que los operadores empiecen a buscar otros activos que cumplan esa función. Una posibilidad sería que vos pongas una tasa de interés alta que haga que la gente se quede en el peso y que le gane a la expectativa de devaluación. Pero todo esto es mucha ingeniería, porque cuando hay inflación a la larga se crea expectativa de devaluación.

 ¿Cuáles deberían ser, entonces, los ejes centrales de un programa antiinflacionario?

Tenés que acumular reservas porque es lo que te permite fijar el tipo de cambio y es preciso tener un tipo de cambio fijo si se quiere estabilizar la economía. Entonces, eso lo resolvés o con un crédito extraordinario tipo FMI o con una recesión muy grande que te haga caer las importaciones. Pero bueno, obviamente, eso tiene un efecto drástico en lo social.

La nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, dijo tras su asunción que es preciso subir las exportaciones y que la especulación no se justifica porque el tipo de cambio multilateral es competitivo. ¿Esto es así?

El problema no es que sea competitivo, el problema es que el cepo constituye una mayor presión a la devaluación. Cuando vos pones un cepo la brecha se arma a los quince minutos y te la arma cualquiera, no es la gran conspiración del capital. Entonces hay una idea de que el tipo de cambio está bien porque crecieron las exportaciones un 30% pero es una mala lectura porque se está mirando solo el lado comercial cuando el problema es que siguen existiendo incentivos para huir del peso. Esto tendría que quedar claro. Alejando Fiorito, un colega economista, plantea una metáfora para pensar este tema. Si vos querés llenar una bañera y no pones el tapón, por más que abras al máximo todas las canillas, el agua se sigue yendo. El tapón es la cuestión financiera. Si no ordenas esto es muy difícil resolver el tema. Yo no sé si (Martín) Guzmán tenía poder para hacerlo, pero creo que no.

 Pero ¿no hay algo de esto inscripto en la estructura productiva? Es decir, si la industria no se autofinancia, ¿no es esperable que se mantenga este esquema?

No, si la industria va creciendo con los dólares que le genera el comercio. Si ponés una (Silvina) Batakis o un (Matías) Kulfas a promover todo lo que se pueda la exportación entonces el crecimiento industrial es totalmente viable.

 En este contexto, en el que algunos analistas comienzan a señalar que el boom agroexportador no va a cubrir el rojo de las importaciones de energía, ¿cuál es, en materia energética, la agenda más urgente?

Argentina tiene que terminar el gasoducto Néstor Kirchner y ponerlo en marcha lo antes posible. Es algo que se retrasó mucho y hay provincias que están esperándolo para activar sus proyectos. Vaca Muerta, depende como se mida, es la primera o segunda reserva del mundo. Entonces tenés ahí una promesa de “otra pampa húmeda”. Insisto: no vamos a ser Corea del Sur o Australia, pero si recuperas la moneda, con un proyecto semejante, podes ordenarte mucho.

 ¿Y la segmentación de tarifas cuánto puede colaborar a resolver algo de la crisis energética?

El gran problema es que los subsidios te están generando un gran déficit fiscal. Si no hubiera inflación eso no sería un problema, pero con la inflación el subsidio es creciente. Por otro lado, en ningún lado del mundo te regalan la energía y nosotros, por lo menos por ahora, necesitamos importar. El otro problema es que muchos de los contratos de inversión están sujetos a las tarifas.

 Tras su reunión con Batakis, Kristalina Georgieva dijo que Argentina se comprometió a cumplir con el programa firmado por Guzmán y señaló que “las acciones dolorosas a veces son necesarias”. Según tu criterio, ¿es viable cumplir con estas metas?

El principal problema que veo es con una de las cláusulas que creo que no se le ha dado demasiada importancia. Es la que establece que el tipo de cambio se tiene que actualizar con la inflación. Esto se conoce como crowling peg o fijación de arrastre y hace que el tipo de cambio suba con el aumento de la inflación. Esa cláusula traba la posibilidad de fijar el tipo de cambio y apreciar la moneda. Y hay que ver a qué se refiere Georgieva con “acciones dolorosas” porque si vos no estabilizas mínimamente y empezar a recortar gasto público no vas a resolver nada, eso es hambre. Tiene que haber algún plan de estabilización.

“Lo que me asusta un poquito es esto de ajustar el tipo de cambio según la inflación”.

Batakis anunció un plan de medidas tendientes a garantizar el equilibrio fiscal ratificando, a su vez, el cumplimiento de las metas acordadas con el FMI. ¿Qué opinión le merecen las medidas en su conjunto?

El conjunto de medidas me parece bastante consistente. Yo pondría el acento en subir tasas, es preciso dar incentivos a quienes tienen pesos para que se queden en pesos o en activos nominados en pesos como los depósitos bancarios. Las tasas de interés bajas incentivan también la compra de dólares. Entonces, tanto el déficit fiscal como las tasas bajas llevan a los actores económicos, desde los más pobres a los más ricos, a la compra de dólares cuando les sobra algún pesos. Y me parece que eso es lo que se busca atacar. Son medidas dolorosas pero absolutamente necesarias. Ahora, lo que me asusta un poquito es esto de ajustar el tipo de cambio según la inflación. Esto es algo acordado con el FMI. Lo cierto es que un plan de estabilización debería ser, en algún momento, precedido por una devaluación, es decir, liberar el tipo de cambio y después apreciar. Veo difícil estabilizar sin algún tipo de apreciación como fue el caso de la convertibilidad o el austral. Me parece el punto más crítico de lo que se anunció. Pero el resto me parece bastante consistente. Ciertamente va a tener una oposición interna significativa, al interior del kirchnerismo, por parte de quienes esperaban que la salida de Guzmán y la entrada de Batakis significara algún tipo de vuelco a políticas más redistributivas, para las cuales no hay hoy el menor margen. Y bueno, Batakis, en principio, parece reforzar la línea de Guzmán. Consecuentemente va a tener bastante oposición. Pero, sinceramente, yo creo que en las actuales circunstancias no queda otra.  

 ¿Qué características tendría un plan de estabilización?

Lo ideal sería una especie de “convertibilidad a la brasileña”: una convertibilidad flexible, donde vos fijas el tipo de cambio y si en algún momento necesitas devaluar de nuevo con toda la prudencia necesaria devaluás y salís. Y después estableces un régimen de metas. Esto evitaría una salida de la convertibilidad como fue Argentina en 2001. Una convertibilidad con un mínimo de flexibilidad que establezca un tipo de cambio pero que no la ate a futuro. Lo peor que nos puede ocurrir es ir a una convertibilidad durísima, una «dolarización de facto». Ahí perdés toda autonomía monetaria y fiscal, pasas a depender pura y exclusivamente del ciclo internacional.

 ¿Cuál sería su consejo principal si fueras asesor de la ministra?

Que ponga el tapón. Es necesario tomar una serie de medidas coordinadas para frenar el drenaje de reservas y recuperar la moneda, poner todos los cañones a bajar la inflación, estabilizar y evitar la fuga de capitales. El resto se puede ir trabajando en simultáneo. Pero esto es condición necesaria pero no suficiente, no va a garantizar nada, pero si no haces eso el resto de las medidas están con pies de barro porque tenés ese agujero.

 ¿Cuál podría llegar a ser, de acá a un año, el mejor y el peor de los escenarios posibles?

El mejor panorama sería que dentro del gobierno se llegue a un acuerdo con el cual, de la forma más civilizada posible, y dentro de una orientación popular, se pueda encaminar la cuestión financiera. Y el peor escenario es que no se resuelva ese problema, vayamos a una dinámica cada vez más cercana a la hiperinflación y el programa lo decida la derecha, con dolarización, flexibilización laboral y disciplinamiento social, es decir, un paquete neoliberal extremo.

 

La heredera

La heredera

Araceli Matus, la nieta de Mercedes Sosa, presentó su disco Matuséandose en el Centro Cultural Borges el día que su abuela hubiera cumplido 87 años. Además, la homenajeron bautizando al auditorio con el nombre de la cantante tucumana y presentando una muestra fotográfica que recorre su vida.

Curiosamente nacida un 9 de julio, el Centro Centro Cultural Borges celebró en la fecha patria el  87 aniversario del nacimiento de  Mercedes Sosa, con la inauguración oficial de la muestra fotográfica en torno a su figura, la designación de una sala con su nombre, y un concierto de su  nieta, Araceli Matus, en el Auditorio Astor Piazzolla. 

El C.C.Borges se encuentra en las porteñas Galerías Pacífico de la calle Viamonte 525, un espacio gestionado desde 1995 por la Fundación para las Artes, que  este año pasó a la órbita del Estado como uno de los polos culturales del Ministerio de Cultura de la Nación. La celebración del cumpleaños de la artista es una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación y la Fundación Mercedes Sosa, impulsada por su nieta Araceli Matus, quien presentó su disco debut Matuseándose.

Araceli, nieta de Mercedes y del guitarrista y compositor Oscar Matus, creció rodeada de música. Empezó a los catorce años a tocar los teclados y a cantar coros en distintos grupos. A los diecisiete, en el Teatro Ópera de Buenos Aires, cantó en público por primera vez junto a su abuela. Además de su formación musical, es docente, musicoterapeuta y preside la Fundación Mercedes Sosa. En diálogo con ANCCOM, Araceli cuenta sobre su primer disco y, en especial, recuerda aquella relación con su abuela:

Matuseandose ya tiene una nominación a los Premios Gardel, ¿qué significa para vos “Matusearse”?

Matusearse lo usábamos mucho con mi abuelo, como algo bueno. De la misma manera que se usa caetanear. Yo tardé mucho en realizar esta idea que tenía del disco. Matusearme tiene que ver con lo que soy: yo soy Matus. Está muy relacionado a mi identidad, como el disco de mi abuelo Matuseando de 1967. También como una manera de diferenciarme de mi abuela, que es lo que más amo, pero tenía esa necesidad.

Para los que no te conocen ¿qué tipo de música dirías que se van a encontrar en el disco?

Siempre toqué en bandas desde la adolescencia, pero en los últimos años me dediqué más al canto. En realidad, canto desde siempre, pero empecé a poner el foco en el canto en las producciones musicales. El disco tiene que ver con eso, el foco en la voz, con canciones en castellano y en portugués. Hay dos canciones con música compuesta por mí y la letra es de Junior Carrizo, que es un músico de Brasil que vivió muchos años en Argentina.

¿Cuál dirías que es la influencia más fuerte de esa abuela como abuela y como artista, si es que se pueden separar?

La extraño como mi abuela, es mi familia. Lo que más me cuesta es esa figura, la pública, donde desde la Fundación, en la que estoy como responsable, trabajamos para preservar esa figura, su legado. Yo pasaba mucho tiempo con ella y me influenció como mujer, como música, como persona. 

¿Cómo es mantener vivo ese legado?

Es un peso inmenso. Mi papá que estaba como responsable de la fundación Mercedes Sosa, se enfermó y se murió a los tres meses. La fundación cumplió 10 años el año pasado. Yo estoy buscando la forma de llevarla adelante a mi manera y también poder cumplir con la función de la fundación que es el cuidado y la difusión del legado musical y artístico de mi abuela y de la cultura latinoamericana, porque somos latinoamericanistas. Uno de los objetivos, por ejemplo, es llegar a otras generaciones, que puedan escucharla, saber quién fue. En este sentido, estoy contenta porque en Argentina, sobre todo en Buenos Aires, hay tres jardines de infantes, creo que tres primarias, cuatro secundarias y escuelas de música gratuitas que llevan su nombre. Tiene que ver con el trabajo que hacen las comunidades, y como Fundación nosotros estamos trabajando para apoyar y facilitar, compartir fotos e información. 

El inicio de la celebración estuvo a cargo del periodista Gustavo Sylvestre quien brindó un emotivo discurso sobre su relación con Mercedes Sosa. Recordó la primera vez que la escuchó cantar y anécdotas como una cena en su casa, donde la cantante tucumana emocionó hasta las lágrimas al el expresidente Raúl Alfonsín, en 2007, y su relación con Araceli. Luego se proyectó un video breve por el aniversario, con saludos que incluían a su nieto, al cantautor Victor Heredia y múltiples fotos familiares. 

El momento del show musical comenzó con un repertorio variado que incluyó folclore, pero sobre todo ritmos rioplatentes, jazz y bossa nova. La formación músicos que acompañó a Araceli, con guitarra, bajo, batería, percusión y saxo barítono brillaron sobre el escenario. 

Sobre el final, Araceli mencionó el proyecto propuesto para crear el «Día de la cantora nacional», por la fecha en que su abuela se subió al escenario por primera vez de la mano de José Cafrune. Hay un día del cantor pero falta el de la cantora, explicó.

En relación a la muestra fotográfica, titulada Mercedes por Pupeto Mastropasqua, de Juan “Pupeto” Mastropasqua, reúne más de 50 fotografías que el artista le tomó a Mercedes como reportero gráfico en distintos recitales. Se pueden ver imágenes del tamaño del alto de la sala, en blanco y negro, y en las paredes retratos de distintos formatos que revelan a Mercedes sobre el escenario, con el bombo y también abajo, con la París del exilio de fondo. Además, se exhiben dos ponchos célebres, el bombo de la cantante y algunas cartas intercambiadas con artistas como Ernesto Sábato y Charly García.  

Asimismo, el auditorio del tercer piso quedó bautizado con el nombre de Mercedes Sosa, que pasará a ser programado por la Fundación Mercedes Sosa con el fin del cuidado y difusión de los valores de la canción popular.

La figura de Mercedes Sosa y su trabajo abrió camino de distintas maneras y como artistas de diferentes generaciones, es un ejemplo de, como decía ella “vivir la vida en voz alta”. Araceli Matus, es una nueva voz que se asoma con un legado que cuidar y un nuevo espacio como una oportunidad para la difusión y el trabajo, para contribuir en cierta forma en sembrar memoria y construir lo nuevo.

Un argentino marrón

Un argentino marrón

David Gudiño saltó al escenario público después de haber reunido 9 millones de vistas en su cortometraje Argentina No Es Blanca. El documental fue presentado en la novedosa categoría Tiktok en el festival de Cannes, en Francia. No fue seleccionado, pero sirvió para demostrar que Argentina es racista.

«El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”, recuerda Gudiño.

“¿Qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes mientras yo me quedaba solo en mi casa?”, reflexiona David Gudiño, actor, director y docente, durante esta entrevista con ANCCOM.  El disparador fue la producción de su corto Argentina No Es Blanca, que participó en la nueva categoría para cortometrajes en TikTok del Festival de Cannes y que, pese a no haber sido seleccionado, instaló el debate del racismo en Argentina tras viralizarse con más de nueve millones de vistas. Gudiño, además habla sobre el estreno de la serie “Marrón. Antirracismo en tiempo presente” por Canal Encuentro y de su activismo en el colectivo Identidad Marrón.

Aunque Argentina No Es Blanca no quedó entre los finalistas de Cannes, ¿qué cosas sentís que se movieron desde que se viralizó?

A partir del corto se comunicaron más de 30 medios. Siento que de alguna forma se instauró el debate y empezaron a decir: “Ah, mirá, son marrones”. Tenemos que entender que el racismo en Argentina circula de una forma distinta a lo que vemos en Estados Unidos y los medios están dispuestos a tener ese debate. Eso es un gran logro que jamás imaginé mientras hacía el corto. Que además lo grabamos en dos días con los chicos del colectivo Identidad Marrón y capaz hacíamos una toma sola y quedaba. Entre todas las redes sociales lo vieron nueve millones de personas. Es una locura, me para gente en la calle. El hecho de que se esté hablando de esto en medios grandes me parece muy importante para la causa. De hecho, en las últimas notas ya ni se menciona Cannes. Es el video por el video. Y es perfecto que haya pasado eso, porque lo del festival quedó como algo anecdótico y con esa excusa se empezó a hablar de identidad marrón. 

¿Cómo nació la idea del corto?

El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”. Yo ahí ya participaba en el colectivo Identidad Marrón y percibía mi identidad como tal. A TikTok no entré a hablar de racismo, entré a hacer humor. Y cuando saltaron los comentarios racistas me sorprendió muchísimo, porque en TikTok hay gran mediación con las normas con el hateo. “Un peruano se ríe de Majul”, “No sabía que en Perú miraban TN”, “Lo que pasa es que sos boliviano”. Cuando pensaba en el corto, era imposible no pensar en las nacionalidades porque a mí me las dicen, es algo que atravesé todo el año. En Perú se generó una gran controversia a partir de esto. De los tres millones que vieron el video en TikTok, el 40% son peruanos. Tuve que salir en vivo a decir: “Sí, esto está pasando en Argentina”. No sé si les habrá pasado a Malena Pichot, Santi Maratea o cualquier otro comediante que le digan alemán, polaco, italiano, inmigrante ándate. Es innegable que en Argentina el racismo llegó a tal punto que las nacionalidades son utilizadas como un insulto. El 10% de las reproducciones son de Bolivia y el 7% de Chile. 15 mil peruanos comenzaron a seguirme después de eso. 

¿De qué forma pensás tu contenido para TikTok? 

Tuve un año de estudio de mercado para ver qué prendía. Yo sabía que si algo se volvía viral, la gente tenía ganas de ver eso. Observé que la gente en TikTok tenía ganas de consumir crítica social, política y medios con humor. En la pandemia los medios me estallaron la cabeza. La vacuna, la cuarentena, lo anti, el encierro, la alerta. Me harté y pensé: “¿Qué hago yo como ciudadano para generar una contrapropuesta?” Lo que hago en mis videos como productor que tira letra dentro del control de un estudio de TV es una forma de demostrarles que lo que hacen no es tan importante. Es de cartón, es un relato. Ahora es lo mejor que sé hacer en mi vida. Lo vi, se me ocurrió y pum, lo grabé a las 9 de la mañana. En general, la grabación es espontánea. Me ocupo de que a lo que estoy reaccionando desde el control sea conciso y se entienda. Hago tres tomas y elijo lo mejor. En Tiktok si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch.

¿Cómo conociste a Identidad Marrón y cuándo decidiste empezar a participar de ese colectivo?

Hace dos años, cuando fue lo de George Floyd en mayo del 2020, una compañera de la facu compartió un collage que se hizo viral de los rostros de los pibes marrones de acá y hablaba de que no había que ir muy lejos para encontrar racismo. 

«En Tiktok, si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch», admite Gudiño.

David interrumpe lo que está diciendo, toma su celular y busca algo. Finalmente lo encuentra: es el collage del que está hablando. Se coloca el celular junto a su rostro, manotea del escritorio su gorra, se la pone y dice:

Vi eso y caí: “Ah, tengo la misma cara”. En ese mismo momento fui al espejo, me miré y dije: “Soy marrón”. Ahí, como un vómito en mi cocina, escribí mi monólogo Marrón. En julio ya estaba adentro del colectivo. A mi me paró una vez la policía, me pasó también estando junto a un amigo blanco en una clínica que uno de seguridad me pida la mochila y a él no. Todo eso lo tomaba como algo normal, como lo que me tocó. Pero cuando entendés que tiene que ver con algo estructural y con tu color de piel, la cosa cambia. Encontrar Identidad Marrón fue como volver a nacer. Yo me sentía perdido, hasta ese punto llega la identidad. Ahora sé todo el valor que tuvo y tiene ser marrón.

Este mes se estrenó la serie que hicieron con el colectivo Marrón. “Antirracismo en tiempo presente» por Canal Encuentro. ¿Cómo nació el proyecto?

Había empezado a circular en redes un meme de un Zamba “turro” que portaba un arma. Nosotros, desde el colectivo, le sacamos la pistola al dibujo y la publicamos diciendo basta a la estigmatización de los chicos de barrios populares. A partir de que una compañera, América Canela, se lo tatuó y se hizo viral, llegó hasta Jésica Tritten, la directora de contenidos de Canal Encuentro. Tras algunas reuniones se decidió que Identidad Marrón formaría parte del contenido de la programación 2022 del canal. La grabamos toda este verano. Estuvimos en el guión, la producción y la edición en conjunto con la productora Un Puma, que nos incluyó siempre en la toma de decisiones.

¿De qué forma pensaron la escena en la que los roles se intercambian y los productores blancos pasan a ser entrevistados por los actores marrones?

La propuesta surgió en conjunto. La idea era no caer en una exotización, hacer algo más real. La productora puede estar compuesta por personas blancas pero nosotros también nos movimos dentro de ese contenido. No fue un “hagan lo que tengan ganas con nosotros”. Esa escena fue un momento interesante para poder pensar en la aceptación de las diferencias. Crecimos en entornos distintos y con cosas distintas, eso es real. Que alguien hoy pueda tener una productora implica que pudo tener acceso a una cámara de niño. Se trata de chicos, como dice uno de ellos en esa escena, que fueron cuidados por personas marrones. De hecho mi mamá iba a cuidar otros chicos y me dejaba solo con mis hermanas cuidando de mi cuando yo tenía diez años. Sirve para pensar cómo nos constituimos de manera distinta, que no está mal, sino que es lo dado, y ahora con un capital cultural se puede reflexionar: ¿qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes y yo me quedaba solo en mi casa? ¿Cómo camino mi vida hoy? 

¿Cómo fue crecer en una familia marrón en un país que se dice blanco?

Crecí en un ambiente no tan violento en el sentido racista. Sí, andando en bici me decían “boliguayo”. Sí, no me sentía parte. Pero dentro de todo en Tierra del Fuego, como clase marrona, tuvimos un ascenso social, y hoy es la provincia con menor nivel de pobreza. Invito a algún sociólogo marrón a analizar este caso –ríe–. En las familias marrones a veces no está cultivar el talento. Había otras prioridades. El talento estaba en saber levantar una pared, saber hacer algo rápido. Es algo que compartimos todos los marrones. Dije que iba a estudiar Medicina, pero terminé haciendo el Profesorado de Biología. Más tarde, finalmente, me cagué en lo que esperaban mis viejos de mí. Sufrí y lloré un montón que mis viejos no vengan a verme actuar o cuando a los 17 estrené una obra que había escrito yo en un festival regional. Mis viejos ni deben saber hasta ahora que eso pasó. El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos. A los 7 años, mientras le ponía azúcar a un té, un tipo me dijo: “No le pongas tanta azúcar al té que nunca vas a ser blanco”. Desde ahí yo cargo con una aspiración de ser lo que nunca voy a ser. Así, me ponía la toalla en las rodillas para que no se me pongan tan marrones o me ponía protector solar en invierno. Y cuando empecé a tener más plata, un protector solar más caro que impida que me vuelva más marrón. 

El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, al mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos.

David Gudiño

¿En qué lugares siempre te viste hasta que aparecieron ciertas barreras sociales, culturales o raciales que te impidieron habitarlos?

Por lo general fueron lugares de belleza, de sentirme bello. Siempre que me vi representado en la tele, mi color aparece como sucio, desalineado. Pero a mi siempre me gustó sonreír, sentirme lindo, el sentirme deseado, en el buen sentido del “che, levanto”. Ese  lugar siempre se me negaba hasta que encontré Identidad Marrón. De hecho, como un acto político, mando cada tanto una foto al feed medio en bolas, para que el algoritmo salte. También, siempre quise ser aceptado como un buen deportista. Nunca tuve un compañero que me enseñe a jugar a la pelota, ni mi papá. Me faltaron amigos, que ahora por suerte los tengo, que me apoyen en las debilidades que yo sentía del cuerpo. A mí me gustaba el deporte, pero me hacía sentir mal no jugar tan bien. Y a su vez el lugar más masculino, varonil me fue negado también. Había siempre algo de que el varón arreglaba todo solo. Y también estaba el hecho de tener que proteger pero no poder ser protegido. Eso lo veía en mi viejo. Que un varón pueda decir, más allá de su condición sexual, que sufre racismo, es un lugar vulnerable. Me llegan muchos mensajes de chicos que pasan por esas situaciones y se sienten identificados. Es importante que entre varones podamos hablar de eso para contribuir en el acercamiento hacia el varón deconstruido que queremos hoy en día. 

¿De qué forma vivís la articulación entre tu carrera artística, el reclamo antirracista y la reivindicación de tu propia identidad?

Lo vivo con muchísima alegría. Hay recuerdos que tengo de chico del ritual de familia marrona, clase media baja, haciendo humita que pensé que no tenía valor. Pero ahora me doy cuenta que artísticamente es algo bellísimo. Que podría escribir una novela sobre eso. Haber crecido sin tapa de inodoro, sin cortinas, sin botiquín para mirarme al espejo son cosas que hoy como artista las valoro mucho. Y eso es lo que se me juntó. Que todo mi mundo marrón que yo creía indigno y sin valor, es artísticamente muy potente y muy bello. Y me inspira y puede inspirar a otros. Haber estudiado para tener una voz y para poder articular bien y poder decir claramente: Lautaro Rosé, Camila Arjona, Fernando Báez Sosa… Es como si me hubiera preparado esos ocho años de carrera para poder decir esos nombres. Lo primero que quiero decir son los nombres de estos chicos que mataron. ¿Cómo voy a decir otra cosa? Ahí están las ganas de seguir creando. Es algo que me podría haber pasado a mí. Ser marrón a la noche, al lado de la policía, es estar en peligro. El monólogo Marrón es una interpelación a los marrones. “Facundo no somos blancos ni negros”. Es hacia nosotros. A mí no me gusta apuntar a nadie y decir: “Ustedes son racistas”. Ellos que hagan sus cosas, nosotros hagamos nuestro contenido. Cuando me di cuenta que solo iba a hacer castings para ser chorro o policía me puse a escribir y dirigir yo. Si no podía actuar iba a hacer otra cosa. La universidad pública me preparó para hacer todo y podía hacer algo con esas oportunidades. 

¿Cuáles son las urgencias del reclamo antirracista hoy?

Principalmente hay que atender la cuestión del racismo institucional y de la violencia institucional. Es importante contar con una ley sobre el entendimiento de la violencia institucional que ejerce la policía sobre los cuerpos marrones y que se acepte que existe un perfilamiento policial: que por tus rasgos fenotípicos sos percibido como alguien que desea hacer el mal a una sociedad. Se necesita una capacitación a la policía para entender estos mecanismos. ¿Cómo negar que a Fernando Báez Sosa se lo mató a patadas mientras se le decía negro de mierda? En Argentina no hay jurisprudencia en relación a sentencias de crímenes racistas. Pero bueno, cuando fue lo de George Floyd, estalló todo. 

¿A qué se debe la indignación con lo que pasa en Estados Unidos en detrimento de lo que pasa acá?

Hay una aspiración blanca en Argentina que nosotros, los marrones, la arruinamos con la presencia de nuestros cuerpos. Es una cuestión histórica: en esta nación se eligió al sujeto europeo como digno de habitar y construirla y se tomó la clara decisión de correr al sujeto indígena fuera del plano. Esto se suma a que mundialmente reconocemos un solo tipo de racismo, que genera una homogeneización del concepto y que desplaza la territorialización del término. Debemos entender cómo circula, por eso es tan difícil hablar de racismo en Argentina. Por eso el corto no gana. 

En una escena de la serie, César González reflexiona sobre que quizá la solución para el racismo no sea empezar a ser tapa de revista, a ocupar todos esos lugares de visibilidad de los blancos. Para vos, ¿con qué tiene que ver esa solución?

Por un lado, se trata de que una clase social pueda aceptar sus privilegios. Hay un discurso instalado de que “somos todos seres humanos” o “somos iguales ante la ley”. Pero hay que ver esas diferencias para poder debatir qué hacer con eso, ese es el primer paso. Yo estoy de acuerdo con César: no se trata de algo frívolo, de que los marrones queremos actuar y en las series haya marrones o estar en las revistas. Pero a la vez, recibo muchos mensajes de gente que le hace bien que yo esté en esos lugares. Entonces, puede ayudar a un montón de personas a verse representada. Pero después es importante que debatamos derechos civiles y políticas públicas. El pibe marrón que vive en un barrio popular no tiene TikTok para ver mi video. Es el amigo de Lucas González, Dante Valero, diciendo que por ser más morochito y tener visera ya sospechan de vos. Hay un sujeto que no tiene recursos para hablar porque no nos educan sobre el racismo, y la desigualdad que existe en Argentina. Si hay un pueblo marrón que es pobre, ¿podemos aceptar que esto es así o vamos a seguir en este “daltonismo social” del que habla Alejandro Mamani? En Identidad Marrón hablamos de una doble racialización: por tu color de piel y de dónde venís. Las personas blancas son racializadas por la sociedad que les dice negros de mierda porque son pobres o porque vienen de determinado barrio. No somos propietarios de nada. Tratamos de dar el debate desde nuestros recursos y la visibilización mediática. Después de 30 entrevistas veo que en este tema no hay grieta: todos los medios coinciden en que nos merecemos el debate sobre racismo en Argentina. 

¿Qué cosas nuevas se vienen desde Identidad Marrón?

Marrones escriben es un libro que se está terminando de editar. Contiene todo el material teórico que hemos podido producir en este tiempo. Escrito por marrones que escriben de diversos temas, sean o no del colectivo. El proyecto fue presentado en la Universidad de Manchester y trabajamos con organizaciones de Brasil, de México, para poder hacer una contribución global al estudio sobre el racismo. Luego, el objetivo anual es siempre “Octubre Marrón”, donde reivindicamos nuestro legado indígena, donde recordamos que nadie descubrió nada y cómo nuestros cuerpos habitan en el presente. Habrá actividades virtuales, presenciales, festivas, de encuentro durante todo el mes. Nos estamos organizando con recursos propios, integrando también organizaciones de otros países. 

¿Qué forma sentís que es la más cómoda para nombrarte? 

A mí me encantaría que me digan “che, marrón”. Ahora amo mi color y lo vivo con mucha felicidad. Para seguir bastardeando la aspiración blanca de Argentina, me gusta que me digan “un argentino marrón”. Necesitamos muchos más marrones haciendo cosas. Identidad Marrón no es un colectivo, no es un producto, no es una idea, es una identidad. Cualquier persona marrón, con rasgos indígenas, que hable y que haga desde su perspectiva y su visión. Ya un montón de blancos autorizados hablaron sobre indígenas en documentales, ahora dejame a mí que yo hable desde lo que me pasa. 

Una china en Parque Chas

Una china en Parque Chas

Haien nació en Shangai, vivió en la Patagonia y ahora reside en Buenos Aires, donde lanzó su segundo disco, «Olas».

¿Una cantante y compositora nacida en la ciudad china de Shangai, criada en el sur argentino y que ahora vive en Parque Chas? Sí, es Haien (Haien Qiu es su nombre y apellido completo), quien presenta su segundo disco solista, Olas. En esta entrevista habla de la relación entre dos países tan distintos y cómo ser mujer en el ámbito de la música, entre otras cosas.

¿Cómo fue tu niñez?

Nací en China, en Shangai, vine a los 3 años a la Argentina. Fuimos con mis padres a vivir a Puerto Deseado y luego a Comodoro Rivadavia. Con mis padres tengo una gran brecha generacional y cultural. Además, al vivir en el sur, no me relacioné con otros asiáticos de mi generación. Encima, la cultura occidental y la oriental son bastante opuestas, a la vez, complementarias. Me identifica mucho una canción de Facundo Cabral que dice: “No soy de aquí, no soy de allá. No tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad”. Siento que no soy de un lugar específico.

 

¿Sentís que la ambivalencia cultural influyó tu música?

Tanto en China como en el sur de Argentina viví en la costa y el mar tiene mucha importancia en mi música, sobre todo en las letras y en la esencia. El sur es un lugar frío, despoblado, estepario y ventoso que genera algo introspectivo que tengo bastante presente. También tengo algunos pensamientos más orientales que vienen de sangre. Es un mix que no sé si está muy explícito en mi música pero que es parte de mi identidad.

 

¿Y cómo llegaste a Buenos Aires?

Me vine a Buenos Aires cuando terminé el secundario para estudiar. Hice un año del CBC para Nutrición y estudié un año de Diseño de Indumentaria. Fueron experimentos de áreas que me interesan pero siempre estuvo la música presente. Ahora trabajo como actriz publicitaria y eso me da tiempo para la música.

¿Cuándo te diste cuenta que querías ser artista?

Desde siempre la música es un refugio y canto desde los 8 años en los actos y en las misas de la escuela. Mi familia trabajaba mucho y no había lugar para lo hedonista. Yo precisamente quería que mi vida fuera opuesta a la de mis padres. Entonces, apareció la música y me abrió muchísimas puertas.  Después, en la adolescencia, tuve bandas con las que hacíamos temas de Radiohead, de Alanis Morissette y algunas canciones más experimentales.

 

¿Cómo fue tu primera presentación en público?

Mi primera presentación fue a los 12 años en el teatro de la escuela María Auxiliadora de Comodoro Rivadavia, donde canté a capela “Sueña” de Luis Miguel. A capela y en un teatro bastante grande, claro que estaba muerta de miedo pero en ese momento me di cuenta que era algo que quería hacer siempre.

Me gusta contar estas historias porque me reencuentro con un momento muy ingenuo y autogestivo con la música. Me acuerdo que me hacía los flyers con témpera y con lapicera, los fotocopiaba y después los pegaba en los negocios del centro. Ser solista también me remite a eso, a moverse para que algunas cosas sucedan.

 

¿Cómo vivís tu carrera artística?

No sé si yo lo siento como una carrera porque no tengo apuro por ciertas cosas que quizás otros artistas sí. Estoy en un momento de querer disfrutar más del proceso en vez de estar pensando en pegarla o no. Obvio que también quiero tener la mayor llegada posible, es lo que queremos todos. Sin embargo, cada momento es especial, cada colaboración, cada trabajo, y es importante disfrutarlo. Además, una de las cosas más lindas es poder conectar con otros músicos y generar, además de algo artístico, vínculos personales.

 

¿Qué artistas te inspiran?

Aprendí mucho con Christian Basso, con quién he colaborado en su disco La música cura, y él también ha colaborado en mi primer álbum, La respuesta, de 2015. Me abrió un mundo diferente al que venía transitando. Mi música es bastante versátil, nunca me casé con un género pero venía de proyectos más pop, rockeros o electrónicos, y con Christian me metí en el mundo de la balada y del soundtrack. Fue un encuentro de mucho crecimiento y que me influenció mucho.

¿Cómo fue tu experiencia como cantante de Adicta?

Mi encuentro con Adicta era algo que tenía que suceder. Era un desafío porque nunca me había involucrado en un proyecto en el que tuviera que aprender un gran repertorio de canciones ajenas. Experimenté vocalmente y pulí cuestiones escénicas. Me sentí con la libertad de interpretar y aportar artísticamente.

Como soy muy autodidacta, estuvo buena toda la experiencia para mejorar mi performance en general.

 

¿Alguna vez sufriste algún tipo de discriminación en el ambiente musical?

Se podría decir que no y con el paso del tiempo empecé a valorar el hecho de ser diferente. Sin embargo, siendo mujer en la música, en un palo más rockero y con más hombres, naturalicé ciertas actitudes machistas. Por suerte, estamos en pleno cambio para ir a un lugar con más igualdad y sensibilidad común.

¿Cómo fue la creación de tu último disco, Olas, en el que participaron, entre otros, Fernando Samalea, Mario Siperman y Yul Acri?

La mayoría de las canciones las escribí en estos últimos años, la pandemia fue un buen momento para eso. Mi proceso es muy de componer con la guitarra, lapicera y papel. Después, lo llevo al live para darle un poco de forma. También me junté con Dizzy Espeche, que es músico, guitarrista y amigo. Juntos estuvimos maquetando las canciones y después pasaron a manos de Jerónimo Romero, quien produjo todo el disco. Además, el álbum abre con una canción de Shaman Herrera y cierra con una canción interpretada por Mercedes Sosa, que es de Tejada Gomez y Matus. En resumen, fue un proceso largo, al menos yo lo necesito para ver qué quiero transmitir. Finalmente, logramos un disco de ocho canciones que puede tener distintos adornos pero la esencia está en las melodías y en las letras.

 

¿Cómo le describirías tu música a alguien que todavía no la conoce?

Si tengo que poner en palabras lo que hago, puedo decir que son canciones que transmiten vivencias, sentimientos y emociones. Tienen simpleza, poesía y son atemporales. Son temas transparentes que pueden abrirse a varios significados. Quién los escuche decidirá si conectar con lo que transmite.