Otra vivienda es posible

Otra vivienda es posible

Una cooperativa de vecinos del barrio de Constitución, llamada El Molino, transformó una antigua fábrica en una vivienda colectiva habitada por 56 familias. Las obras que ellos mismos llevan adelante, ampliarán techo para otros 46 hogares. Las tentaciones de la privatización.

Vecinos del barrio porteño de Constitución transformaron una antigua fábrica en una vivienda colectiva en la que ya viven 56 familias. El proyecto comenzó hace más de veinte años con la fundación de la Cooperativa El Molino, allá por el año 2002. Hoy, suma y resta de inevitables avances y retrocesos, avanza con la cuarta y última etapa de construcción, que dará techo propio a 46 familias más.

Cualquier estereotipo que vincule a la idea de brica tomadacon precariedad, ilegalidad, o abandono, se olvida rápidamente al arribar a la calle Solís al 1900. Allí donde se encontraba el decimonónico molino harinero, hoy se alza un complejo de espaciosos y modernos departamentos, bien cuidados y llenos de vida. Pintura de colores, columnas altas, un espacio común al centro y tras las rejas; sí, las rejas, las que dicen a partir de dónde y hasta dónde el espacio es privado y cooperativo. Sin peros. Quien quiera pensar que la vida es blanco o negro que se quede fuera de los límites de El Molino. Para el que se anime a habitar las paradojas, las puertas están abiertas.

Pelear este pedacito en la Ciudad de Buenos Aires, donde el problema de la vivienda es central, es un logro”, sostiene Víctor Betancourt, actual presidente de la cooperativa. El hombre, de avanzada edad, canoso y de anteojos rectangulares, asegura -con algo de brillo en sus ojos- que en El Molino existe una gran familia donde todos se conocen con todos. También dice estar al tanto de todas las “debilidades y fortalezas del que tenés al lado, con la ironía de estar elevando la voz para hacerse escuchar por encima del ladrido de sus perros, que están del otro lado de la puerta de su departamento. Y sigue: “Poner un pie en el Molino significaba ilusionarse o imaginarse. Hoy es un sueño, completa Betancourt.

Codo a codo y a pulmón

Mauricio Vargas es otro de los vecinos cooperativistas. Transparente y franco, todavía no logra comprender cómo un edificio que inicialmente estaba lleno de “caca, palomas y semillasse transformó en ese bonito lugar llamado hogar. Fueron sus manos grandes y rugosas las que, junto a las de otros compañeros, dieron luz a este proyecto. “Se necesita una organización férrea, fuerte y militante para poder hacerlo posible, sentencia en la terraza del último piso del antiguo molino, desde donde se alcanza a ver La Bombonera y la rivera de La Boca.

 Todo se remonta al 2002. La crisis de la convertibilidad pegaba duro y una de sus caras más brutales era la de los desalojos, muy habituales en la Ciudad de Buenos Aires de ese entonces. Dos organizaciones populares del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) decidieron unir fuerzas para ocupar un terreno del barrio de Constitución. Eran personas que estaban cansadas de vivir hacinadas en habitaciones de hoteles o de no tener un lugar donde dormir.

“Había hambre, no tenías otra posibilidad de vivienda. O lo conseguías, o lo conseguías, no te quedaba otra”, asegura Vargas y pone todo su cuerpo al servicio de la pronunciación de la palabra “hambre, una de las indiscutidas protagonistas de la Argentina del cambio de milenio.

En ese mismo año, Eduardo Jozami, funcionario porteño de Aníbal Ibarra, le entregó el terreno a la organización. Al poco tiempo, amparada en la Ley 341, sancionada en el año 2000, la Ciudad de Buenos Aires le otorgó un crédito blando a la organización social para que pudiera acondicionar ese viejo molino harinero de la calle Solís y lo convierta en un complejo de viviendas que llevaría luego el mismo nombre de los antiguos enemigos del Quijote de la Mancha.

De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades

Los principios básicos del MOI son cuatro y pueden ser fácilmente recordados por Carolina Díaz, militante de la organización y vecina de El Molino: autogestión, ayuda mutua, propiedad colectiva y derecho a la ciudad. Las dice de corrido; no duda ni un segundo, porque sabe que esas consignas son tan fuertes como las columnas que sostienen su casa.

La autogestión significa que los propios vecinos gestionan inteligentemente y de forma autónoma los recursos del Estado, quien según Víctor construye “caro y mal. La propiedad es colectiva porque es de todos y a la vez de nadie -al menos por el momento- ya que hay algunos debates al respecto. Es decir, no hay escrituras individuales, la organización como conjunto se hace cargo de la propiedad.

El derecho a la ciudad entiende que la misma debe ser habitada y disfrutada por todos. La ayuda mutua es la pata indispensable para que la organización sea genuinamente colectiva: cada familia debe aportar 3.000 horas de trabajo para poder convertirse en socia del proyecto. Esto tiene mitad de postura política -porque se entiende que el sujeto se transforma solo a través de la experiencia- y mitad de pragmatismo, porque los créditos de la Ley 341 sólo financian la mitad de la obra y esto obliga a tener que abaratar costos. “La ciudad que queremos es sin expulsores ni expulsados por razones económicas”, señala Díaz a modo de síntesis perfecta de todos los aforismos anteriores.

Están los que, como Mauricio, reconocen haber estado de acuerdo con que todo fuera comunitario en un principio, pero luego de que el tiempo pasó, comenzó a preguntarse qué le iba a dejar a sus hijos cuando ya no esté.

Déficit habitacional

 El valor de una experiencia como la de El Molino es que haya sido posible en una ciudad que tiene déficit habitacional. Decenas de informes de los últimos años pintan los trazos más gruesos de la problemática: primero se derrumba el sueño de la casa propia, luego incluso peligra el del alquiler, un sucedáneo que empieza a adornarse y tornarse pomposo, quién diría, ante la escasez de unidades disponibles, y de dinero que alcance, en los tiempos que corren.

Según un informe de la Mesa de Estudio de la Vivienda Vacía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la crisis habitacional afecta en CABA a un 11,5% de los hogares. Reinan las condiciones de hacinamiento o bien de una necesidad de refacciones estructurales urgentes. Este porcentaje es equivalente al de la cantidad de viviendas vacías que registra la ciudad.

s datos que pintan el panorama de la gran urbe: una de cada tres personas se encuentra alquilando, 300 mil porteños residen en barrios populares y unos 7500 porteños se encuentran en situación de calle, según estimaciones de la organización civil ACIJ

El dilema  

Al igual que en los jardines que imaginó Borges, las organizaciones pueden seguir senderos que se bifurcan. Hoy el tipo de propiedad de las viviendas de El Molino despierta posiciones encontradas entre los cooperativistas.

Están los que, como Mauricio, reconocen haber estado de acuerdo con que todo fuera comunitario en un principio, pero luego de que el tiempo pasó, comenzó a preguntarse qué le iba a dejar a sus hijos cuando ya no esté. Por eso ahora está interesado en tener la escritura a su nombre, pero anticipa que esto no se debe a “una cuestión egoísta o de desprecio hacía lo colectivo, sino a la simple voluntad de querer darle una mano a sus hijos.

También están los que, como Carolina, se mantienen fieles a uno de los principios de la organización en la que milita: la propiedad colectiva. Para la vecina, en un contexto de crisis habitacional, lo comunitario se vuelve una herramienta de defensa de los trabajadores porque “te permite plantarte con mayor firmeza en una discusión con el Estado”.

El tiempo dirá cuál va a ser la postura mayoritaria entre los vecinos y qué consecuencias les traerá. Pero incluso a pesar de las inconsistencias e incertidumbres, El Molino avanza y sigue construyendo.

El día después de los sin techo desalojados del Aeroparque

El día después de los sin techo desalojados del Aeroparque

Algunos de los desalojados fueron trasladados a paradores pero otros rechazaron la propuesta. Martín, uno de los que se quedó en la vereda, cuenta por qué.

Entre la noche del jueves 29 y la madrugada del viernes 30 de junio, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) junto con el Ministerio de Desarrollo Humano de la Ciudad de Buenos Aires realizaron un operativo de desalojo de las personas que dormían desde hace meses en el interior del Aeroparque Internacional Jorge Newbery.

Si bien se presentó una camioneta del programa Buenos Aires Presente (BAP) ofreciendo trasladar a los desalojados a un parador, muchos de ellos prefirieron seguir durmiendo en el exterior. Como explica Leandro Vera Belli, coordinador del equipo de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), “la gente que va a un refugio o a un parador se queda a lo sumo una noche y después se va porque no son lugares que la gente suele elegir”. El motivo son los robos reiterados, que los obligan a abandonar los carros que para muchos son una herramienta de trabajo y subsistencia y el hecho de que esos espacios son transitorios, no resuelven la falta de vivienda.

Martín (quién prefiere no dar su apellido) le cuenta a ANCCOM que llevaba ocho meses viviendo en el aeropuerto. También que se negó a ir a un parador porque la primera y única vez que fue le desapareció la ropa que había llevado y el mismo encargado del lugar le quitó las zapatillas que se había comprado con el dinero que ganó cuidando autos en Retiro. “Prefiero lamentablemente dormir a la intemperie y amanecer con todas mis cosas al lado mío antes que despertarme y no tener nada”, explica.

Dos días después del operativo, al mediodía del sábado, en la entrada de Arribos Nacionales aún se encuentran personas instaladas con carpas mientras que afuera de la puerta de Partidas, otros usan los bancos de material que están a metros de los carritos en donde se vende comida.

Las entradas se encuentran resguardadas por oficiales de la PSA, quienes se negaron a hablar con ANCCOM. Una de ellas acotó que sólo se encargan de la seguridad del lugar y que el operativo de desalojo se trató de “una situación de la gente del aeropuerto”. Otro oficial recomendó hablar con los trabajadores de Aeropuertos Argentina 2000, que también estuvieron involucrados en el desalojo, pero la custodia en las entradas hizo imposible el contacto ya que exigen mostrar pasaje y reserva de check-in para acceder a las instalaciones.

“Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, dice Martín.

A la intemperie

Como expresó el CELS en su cuenta de Twitter, el operativo de la PSA se realizó de noche y con frío y se calcula que fueron entre ochenta y cien personas las desalojadas, según afirma Vera Belli. En tanto a las razones, agrega que “cualquier persona que está en esa situación sabe que puede ser desalojada en cualquier momento” ya que si bien el Aeroparque cuenta con baños limpios y la posibilidad de resguardarse del frío, “es un espacio que no está destinado para eso”.

Martín, con su colchón entre una ventana y una pared en la salida de Partidas, cuenta que el desalojo se realizó a partir de denuncias por parte de pasajeros y trabajadores de locales dentro de Aeroparque que presenciaban actos de delincuencia. Frente a eso, los encargados de los locales amenazaron con cesar el pago de los alquileres y los directivos del lugar decidieron desalojar a la totalidad de los sin techo.

La presencia de gente refugiándose en el Aeroparque aumentó desde la llegada del frío otoñal. Muchos venían de Retiro, Once o Constitución, y Aeroparque pasó a tener “168 inquilinos”, según Martín. Si bien cuando él llegó, no era todo “paz y amor”, la inquietud se intensificó en los últimos meses: “En la parte del fondo, que es la de vuelos nacionales, tenían televisión, pava eléctrica, microondas y hasta un anafe y esas cosas tampoco le gustaban a los directivos ni a los mismos empleados”.

Por el momento, la situación es incierta, las entradas siguen resguardadas y según Vera Belli, aquellos que aceptaron ir a un parador “tienen que comenzar un proceso de búsqueda de vivienda de vuelta”. En tanto a los que decidieron quedarse en Aeroparque, Martín explica que “los gerentes de acá me han dicho que es por un mes, mes y medio nada más” y expresa su deseo de que tengan consideración con aquellos que no realizaron disturbios y los dejen ingresar ya que “si están las veinticuatro horas detrás de un monitor, creo que saben quién se porta mal y quién se porta bien”.

Este caso despierta una vez más la inquietud por la situación de aquellos que viven en la calle, buscando resguardo donde sea. “Yo lamentablemente no tengo donde vivir pero no porque no quiera, sino porque no tengo un trabajo digno ni un plan social del gobierno”, se justifica Martín y explica lo difícil que es conseguir trabajo ya que hasta “para trabajar de barrendero te piden secundario completo” y en las changas los “negrean”: “Te usan, te explotan y te esclavizan”.

Morir de frío

Morir de frío

En junio, tres personas en situación de calle murieron en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto, el Gobierno porteño desalojó a 160 personas que dormían en el Aeroparque ¿Qué políticas les ofrece Horacio Rodríguez Larreta? ¿Por qué fallan?

Héctor era un joven de 36 años que dormía en Parque Centenario. Siempre buscaba changas y se desempeñaba usualmente como albañil. Ramiro era un hombre que dormía en un banco de Almagro. Durante una época logró conseguir un trabajo lo suficientemente estable para poder alquilar, pero tiempo después perdió su empleo y volvió a las calles. Orlando era un hombre mayor, de unos 80 años, que vivía en las veredas del barrio porteño de Belgrano. Los tres se encontraban en situación de calle. Los tres murieron durante las temperaturas bajas ocurridas a finales de mayo y principios de junio. Los tres fueron víctimas fatales de la desidia estatal. 

Mientras tanto, el Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, con asistencia de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, desalojó en la madrugada del viernes a 160 personas refugiadas en el Aeroparque Jorge Newbery. Además de los desalojos, la otra política que mantiene el Ejecutivo porteño es el Operativo Frío y convoca a la comunidad a involucrarse a través del llamado a la línea 108 para dar aviso de personas que pernoctan en la vía pública. A su vez, las organizaciones sociales intensifican sus recorridas nocturnas, la Iglesia refuerza la colecta y entrega de abrigo. Sin embargo, la Ley 27.654, aprobada en 2021 y reglamentada en abril de este último año, espera su adecuada implementación, según sostienen asociaciones civiles y el propio impulsor de la ley. 

En medio, más de 3.500 personas, acorde el último relevamiento oficial -las organizaciones sociales estiman el doble-, habitan las calles de la ciudad porteña a la espera de una solución. El tercer Encuentro Latinamericano y del Caribe de Personas en Situación de Calle, que se realizó esta última semana de junio en nuestro país, reavivó una polémica palpable en el día a día que parece no tener una salida inmediata.

La realidad oculta

Conforme el Relevamiento Censal de Personas en Situación de Calle de la Ciudad de Buenos Aires hay un total de 3511 personas en situación de calle, 34% más que el año anterior. Según la Dirección General de Estadística y Censos, el 64,6% del total es asistido en un Centro de Inclusión Social y el 35,4% habita aún las calles porteñas. Estas cifras contrastan con los datos recabados por el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, realizado en mayo del 2022. El mismo reconoció un total de 903 personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires y 2962 a nivel nacional. De todas maneras, estos números no coinciden con los obtenidos por las organizaciones que noche a noche recorren las calles y mantienen un contacto estrecho y frecuente con las personas en extrema vulnerabilidad. «El Censo Nacional tenía por primera vez la posibilidad histórica de contemplar a las personas en situación de calle, pero terminó siendo vergonzoso lo que hicieron», afirmó en diálogo con ANCCOM, Mónica De Russis, presidenta de la asociación civil Amigos en el Camino.

A partir del descreimiento de las cifras recabadas por el Estado, el conjunto de las organizaciones  decidieron realizar sus propios censos. El último de ellos, llevado a cabo en 2019, identificó 7.251 personas viviendo en la calle. Un número ampliamente mayor al obtenido por Nación y Ciudad. «No coincidimos con las cifras del Estado porque nosotros, que solo somos una ONG que recorre una pequeña porción de la Ciudad de Buenos Aires, vemos a más de mil personas en situación de calle por semana en los distintos barrios y comunas», sentenció De Russi.

Una de las razones principales de la causa del desfase de estos números claramente opuestos es la enorme cantidad de personas indocumentadas que se encuentran viviendo en la calle actualmente. A pesar de que existe una ley que garantiza el acceso de todos los hombres y mujeres sin techo a un Documento Nacional de Identidad (DNI), muchas personas aún no cuentan con uno y quedan fuera de los registros. No solo son desplazados del sistema, sino que también son invisibilizados. Incluso, algunos mueren en esas condiciones. «Héctor, Ramiro y Orlando eran los que nosotros visitábamos, de los que pudimos denunciar, pero seguramente murieron muchos NN que desconocemos, que mueren no solo en estos días de frío, sino los 365 días del año», afirma la presidenta de Amigos en el Camino y deja al descubierto una problemática aún más grande que parece no ser tenida en cuenta por las autoridades.

Una solución integral para una problemática urgente

La Ley Nacional de Personas en Situación de Calle y Familias sin Techo 27.654 comenzó  como una iniciativa del Frente Patria Grande, con el diputado Federico Fagioli a la cabeza, y redactada en conjunto con organizaciones sociales y con las mismas personas en situación de calle. Surgió a partir del deseo de poder brindar soluciones interdisciplinarias a partir de políticas públicas acordes a la gravedad de la problemática. 

Fue aprobada en diciembre de 2021 por el Senado de la Nación y reglamentada en abril de este año. «Sin embargo, falta su implementación, es decir, que se le otorgue el presupuesto correspondiente para hacerla efectiva. Esto se debe a que no hay la voluntad política del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y del de Economía para concretarlo», comenta Fagioli.

Su objetivo principal es “garantizar integralmente y hacer operativos los derechos humanos de las personas en situación de calle y en riesgo a la situación de calle que se encuentren en el territorio de la República Argentina”. Exige el rápido acceso al Documento Nacional de Identidad (DNI) de todas aquellas personas que no cuenten con uno. También ordena un relevamiento nacional de las personas en situación de calle. Estos dos elementos van de la mano y son primordiales para abordar esta cuestión de la manera que se merece, partiendo de datos reales y concretos. Al mismo tiempo, prevé la creación de una Red Nacional de Centros de Integración Social, de atención las 24 horas de los 365 días del año, que funcionen no solo como alojamiento, sino que también ofrezcan alimentación, higiene y cuidados de la salud. También establece el acceso y uso de los servicios, de la infraestructura y de los espacios públicos, y procura evitar la implementación de la fuerza coercitiva por parte de las autoridades. 

La regulación de la ley por parte del Gobierno llegó pocos días después de la muerte de una beba de tres meses en las inmediaciones de la Casa Rosada. La pequeña vivía con su familia a la intemperie. Fagioli anunció la noticia en redes sociales y recalcó «la ley sin duda va a evitar muchas muertes». Lamentablemente eso no ocurrió, las últimas temperaturas heladas se llevaron la vida de tres hombres más. «Lo que hace el Estado no alcanza. En general, lo que se realiza es paliativo y lo que necesitamos son políticas de fondo, como proponemos en la Ley Nacional. En muchos casos, por desconocimiento de la problemática o, incluso, por desinterés, se la aborda de formas totalmente inapropiadas», sentencia con énfasis el diputado del Frente de Todos (rebautizado, Unión por la Patria). Al respecto, la presidenta de Amigos en el Camino agrega: «El Estado debería cumplir con la ley, que no se cumple en muchos de los aspectos, y cambiar el sistema de paradores, que realmente se conviertan en centros de inclusión nacional».

Los sin techo rechazan los centros de inclusión que ofrece el Gobierno debido a los robos de las pertenencias, los actos de violencia cometidos en los complejos, la prohibición de la entrada de mascotas y el impedimento de acceder con los carros, que muchos utilizan como herramienta principal de trabajo.

¿Centros de inclusión?

La ministra de Desarrollo Humano y Hábitat porteña, María Migliore, incentiva desde sus redes sociales los centros de inclusión, más conocidos como “paradores”, e invita a los ciudadanos a comunicarse al 108, la línea telefónica que brinda asistencia inmediata a las personas en situación de calle durante las 24 horas. Sin embargo, muchos de los comentarios en sus publicaciones al respecto reclaman lo contrario. En 2022 se realizaron 116.657 llamadas y en lo que va del año más de 40.000.

Migliore también asegura que en los centros de inclusión, además de lugar donde dormir, proveen a las personas de cuatro comidas y duchas calientes. Al mismo tiempo que reciben asistencia física y psicológica, y la posibilidad de iniciar el trámite para obtener el DNI. Además, sostiene que el gobierno cuenta con más de cuarenta de estos centros a lo largo y ancho de la ciudad.

Todas estas medidas se enmarcan dentro del Operativo Frío, un programa impulsado por el Gobierno de la Ciudad con el fin de minimizar el impacto de las bajas temperaturas en las personas en situación de calle, brindando asistencia inmediata. Se lleva a cabo los meses más fríos del año y se complementa con el programa Buenos Aires Presente (BAP) que ayuda a personas y familias en condición de emergencia social.

A lo largo del invierno, equipos móviles recorren las calles porteñas durante la tarde y parte de la madrugada, entregando frazadas, infusiones, viandas secas y viandas calientes  a todas aquellas personas con las que se encuentren durante su trayecto. Al mismo tiempo, les ofrecen el traslado a los centros de inclusión. 

Pero los Centros de Inclusión que ofrece el GCBA parecen no funcionar de la manera en que deberían. Mónica de Russi afirma que muchas de las personas sin techo prefieren optar por las calles en lugar de los centros y la mayoría de los que fueron, prefieren no volver. Esto se debe a varias razones: los robos de las pertenencias, los actos de violencia cometidos en los complejos, la imposibilidad de poder permanecer todos juntos, en el caso de las familias sin distinción de géneros, la prohibición de la entrada de mascotas y el impedimento de acceder con los carros, que muchos utilizan como herramienta principal de trabajo. Todas razones aparentemente no contempladas o ignoradas por las autoridades.

La presidenta de Amigos en el Camino continúa su relato y afirma: «Todas las noches las ONG entregamos frazadas, el BAP compra y entrega frazadas también, pero Espacio Público pasa, tira todas las frazadas y corre a las personas para limpiar el lugar. Por lo menos deberían tener una política de comunicación y trabajar en conjunto. La gente en situación de calle no es basura para limpiarla». 

Acompañamiento, abrigo y Duchas del Sagrado

Lo cierto es que a pesar de las medidas llevadas a cabo por el Estado, la problemática continúa y las soluciones parecen no ser suficientes. O por lo menos eso es lo que indican las cifras cada vez más altas de pobreza y personas sin techo. Allí es donde entran en juego dos piezas fundamentales: las organizaciones civiles y las Iglesias. 

Amigos en el Camino es una organización sin fines de lucro que recorre los barrios porteños durante las noches y ofrece, además de acompañamiento, alimentos y abrigo. Comenzaron su labor en octubre de 2011 y, desde entonces, recolectan y entregan todo tipo de elementos útiles para aquellas personas que más lo necesiten, pero también procuran que las personas en situación de calle accedan a sus derechos e intentan ayudarlos a salir de la posición en la que se encuentran. Sostienen que el subsidio habitacional, entregado por el Estado, no es suficiente. Es necesario acompañar a las personas sin techo porque aunque salir de esa situación es difícil, más difícil es sostenerlo en el tiempo. 

Esta problemática también atraviesa a la Iglesia. «Donde el Estado no puede hacer pie, donde no quiere, no puede o se olvidó, llegamos nosotros con algunos sectores de la Iglesia», afirma el Padre Santiago García, en diálogo con ANCCOM

La Basílica Sagrado Corazón de Barracas es solo uno de los tantos ejemplos. Liderados por el Padre Santiago, allí se realizan las Duchas del Sagrado, una actividad que buscó replicar lo hecho por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro allá por 2015. Todos los sábados por la mañana, desde marzo de 2016, la Basílica abre sus puertas a todas las personas que lo necesiten. Son recibidos con un desayuno y una vianda. Las personas en situación de calle tienen la posibilidad de una ducha caliente y un cambio de ropa. Desde la iglesia les brindan productos de aseo y también la posibilidad de ingresar a los talleres que ofrece la Basílica.

El Padre Santiago afirma que la demanda en épocas de frío aumenta en comparación al resto del año y, aunque las Duchas del Sagrado funcionan de manera exitosa desde hace siete años, considera que no deberían existir, porque, en primer lugar, no deberían existir las personas en situación de calle. Considera la problemática muy injusta y aunque reconoce que la comida y el abrigo son los pedidos más urgentes de parte de las personas sin techo, existe uno mayor y es la necesidad de ser mirados y observados. De esta manera, el Padre Santiago instala una cuestión central de todas y cada una de las personas en situación de calle: la necesidad inmediata de dejar de ser invisibilizados. 

La asistencia ofrecida por organizaciones civiles, como Amigos en el Camino, y por Iglesias, como la Basílica Sagrado Corazón, son fundamentales, pero no suficientes. No agotan la situación, aunque tampoco deberían hacerlo. El Estado es quien debe hacerse presente, cumplir lo que dicta la Ley Nacional y solucionar una problemática que hace años crece a pasos agigantados sin ninguna solución inmediata a la vista. 

Por lo pronto, alrededor de 160 personas que dormían hace ya varios meses en el Aeroparque Jorge Newbery fueron desalojadas esta madrugada del viernes. Algunos aceptaron ser trasladados a los centros de inclusión social, otros optaron por quedarse en las puertas del lugar. Muchos de ellos no pudieron retirar sus pertenencias personales una vez fuera y denunciaron maltrato por parte de las autoridades. El operativo fue llevado a cabo en conjunto entre organismos nacionales y el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires, quienes de momento no ofrecieron ninguna otra alternativa más que pasar la noche en los “paradores”.

Los sin techo toman la palabra

Los sin techo toman la palabra

Con un frazadazo de Plaza de Mayo al Congreso, finalizó el Tercer Encuentro Latinoamericano de personas en situación de calle. Reclamaron por la implementación de las leyes que protegen a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Todavía es de día. El sol está bajo pero el frío ya se siente en Buenos Aires; aunque eso no detiene a las diferentes personas que se reúnen en Plaza de Mayo para alzar sus banderas, preparar sus bombos, carteles significativos y numerosas frazadas para entregar a aquellos que las necesiten. Están preparando la marcha de cierre del Tercer Encuentro Latinoamericano de Personas en Situación de Calle.

Al grito de “¡Vamos carajo!” las diferentes organizaciones como Red Puentes, Proyecto 7,  Somos Barrios de Pie y Hecho en Buenos Aires comienzan a movilizarse hacia el Congreso de la Nación. Todos cuentan con una botella de plástico cortada en sus manos; en su interior una vela encendida que alzan para visibilizar su presencia; y en sus espaldas, una frazada que intenta tapar las oleadas de un frío inevitable. 

Las bocinas aturdidoras provenientes de los autos, colectivos y motos que pasan de manera indiferente a su lado, no logran callar los cánticos de los protagonistas de la tarde: “Frazadazo, olla popular, que nadie se quede sin luchar”. 

Detrás de las capuchas, los gorros de lana y las mantas que cubrían parte de sus cuerpos hay hombres en silla de ruedas, bebés en cochecitos, niños jugando a la pelota, mujeres mayores y el colectivo LGTBIQ+ acompañándose entre sí para una causa en común: la implementación de la Ley Nacional 27.654. 

“No somos peligrosos, estamos en peligro”, escribe en un cartel Mariela Celis de 28 años, quien duerme en la calle y ha sufrido violaciones, abusos de fuerzas policiales y fue engañada para trabajar en la limpieza pero se encontró con la prostitución, de la que luego logró escapar hacia el mismo lugar de donde venia; la calle. No pide planes, subsidios o ayuda de “arriba”, sino posibilidades y recursos que le permitan tener una vida digna y se hagan valer sus derechos como ser humano. “Sufrí mucho frío, no podés dormir de noche por el peligro que hay, tenés que estar caminando porque si te dormís perdés tus cosas que te roban,  corrés riesgo de que te abusen nuevamente y bueno, antes no había donde poder alimentarte o bañarte pero ahora hay pocos lugares que podés acceder a eso.” 

Con un chaleco naranja y revistas bajo su brazo, Marcelo Díaz aprovecha el movimiento de gente para vender la revista Hecho en Buenos Aires -editado por la empresa social homónima-. Con su barba pronunciada y su gorro de lana, recorre la Plaza de Mayo en busca de un nuevo comprador. 

Marcelo es un hombre grande que vive en la calle hace veinte años pero encontró un espacio de ayuda en Hecho en Buenos Aires: “Cuando empezás, ellos te regalan diez revistas para que vos las vendas a 500 pesos cada una y así tener tu capital. A veces no me alcanza y voy para la sede a comer. Pero yo vivo en la calle.” 

Cada uno tiene un lugar asignado de venta, como dice su credencial, hecha por la organización. A Díaz, como a cualquier otro que necesite, Hecho en Buenos Aires al regalarle sus primeras revistas, genera una fuente de ingreso ya que el 70% del precio de tapa es para el vendedor y el 30% restante es para reponer publicaciones y seguir vendiendo. 

A Marisa le faltó ese dato. Con el dinero de la venta de sus tres revistas durante la tarde, se acercó a una de las coordinadoras de Hecho en Buenos Aires para saber cuándo tenía que darle el dinero. “Es tuyo, no me tenes que dar nada a mi”, fueron suficientes palabras para que la nueva integrante de la empresa social, con sus ojos celestes cristalizados por la emoción y un tono de confusión, abrace con fuerza y felicidad a su compañera durante unos largos minutos.

Mariela asiste a los lugares como Red Puentes -centro de abordaje comunitario- que le permite pasar el día, bañarse y comer las veces que quiera. Pero después vuelve a la calle y se enfrenta, a solas, a las adversidades de la noche. “Crecí en la calle y la policía no es nada. Te pasan por encima, te quieren gatillar, te sacan a patadas de donde estés durmiendo. No te respetan.”

A pesar de su condición de calle, Celis no se rinde y utiliza los pocos recursos que encuentra para hacerse valer. Uno de ellos, es el estudio en una escuela popular en Llavallol, donde pudo terminar la primaria y ahora continúa en carrera. “Yo participo de este encuentro dando mi opinión, los derechos que quiero y cómo defenderme porque yo dormí en la calle y no soy la única que está ahí. Mis compañeros de calle, mis conocidos han fallecido: Beto, Betty y Compi. Les ponemos así porque no tenemos DNI. Pero no nos merecemos vivir así como si fuéramos ratas. Nosotros somos personas como cualquier otra que están en la sociedad.” 

 La banda sonora que acompaña el encuentro está con problemas de conexión de cables y se dilata su llegada. Pero detrás de ella, aparece Somos de Pie -agrupación popular- con un aroma que prevalece en el ambiente: dos ollas populares gigantes, tan grandes que tenían que agarrarla entre dos o tres personas. La fila ya se empieza a armar. El frío se hace cada vez más presente y el hambre también. Cada uno, con ansiedad y expectativa reflejado en sus ojos, espera por su plato de comida. La preparación es rápida y entre muchas personas de las organizaciones sociales: algunos sirven en las bandejas, otros agregan el pan y dos se encargan de darles a quienes están en la espera. Ya todos servidos, la vereda era la mesa para sentarse a disfrutar de ese plato caliente y tan deseado. 

Ona Oriana es una chica trans que vivió en situación de calle por tres días, debido a sufrir violencia de género. Gracias a su médica de cabecera que dio inicio a su tratamiento hormonal, conoció una de las sedes de Red Puente, de mujeres y disidencias:  “Vivo ahí y tenemos ayuda psicológica, me dan la posibilidad de estudiar, de crecer porque antes yo no tenía esa posibilidad porque estaba muy encerrada, mi pareja no me dejaba hacer nada.”

Oriana hace manicura gracias a la enseñanza y recursos que ofrece la sede. De esa forma, genera ingresos para cuando esté lista, salir a alquilar. “Como digo siempre, estamos en un capullo y estamos esperando para salir a volar, para convertirnos en mariposas y salir a volar.” 

Alejandro Barrera -Integrante de la coordinación de Proyecto 7- conoció la calle durante ocho meses, dado que perdió su trabajo anterior por consumo. Gracias a Proyecto 7, pudo volver a trabajar y con su dinero, alquilar un espacio para vivir. Sin embargo, sigue en lucha por sus compañeros y por el país. “Lo que se está tratando de lograr es que a nivel Latinoamérica se unifique la ley, como tenemos acá en la Argentina. Acá tenemos dos leyes, la de la ciudad y la nacional. La de la ciudad se cumple a medias y la nacional todavía no está implementada. Pero hay países como Ecuador que no tienen ninguna ley reglamentada para dar una cierta ayuda a los compañeros que tienen situación de calle. Directamente no existe.” 

Junto a su grupo de trabajo, ofrecen centros de integración para darle a la gente una solución a su salud mental, los problemas de consumo, que puedan volver,  generar un vínculo con la familia con aquellos que tienen o ayudarlos con sus problemas de ley y la justicia. El lema que los acompaña durante todo el encuentro marca su lucha: “La calle no es un lugar para vivir, ni para morir.” 

 

Los sin techo de la Patria Grande

Los sin techo de la Patria Grande

Desde este lunes 26 se realizará en Buenos Aires el Tercer Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Personas en Situación de Calle. Participarán personas que carecen de vivienda, además de organizaciones sociales, docentes, investigadores y funcionarios. El 29 cierra con un frazadazo.

Desde este lunes y hasta el 29 de mayo se lleva a cabo el Tercer Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Personas en Situación de Calle en la Ciudad de Buenos Aires. Los primeros tres días constan de reuniones en diferentes sedes, como la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y el Espacio de Memoria, Verdad y Justicia -exEsma- que invita a las personas y familias en situación de calle, junto a diferentes organizaciones sociales, docentes, investigadores académicos y funcionarios del ámbito público a debatir sobre las problemáticas que los aquejan y poner en la agenda política la implementación de la Ley Nacional 27.654 que busca proteger y garantizar los derechos humanos de aquellos que sufren la vulnerabilidad social de las calles. 

El encuentro gira en torno a cinco ejes de discusión: diseño y gestión de centros integración, inquilinatos y desalojos, política pública, acceso a la salud y violencia institucional. El objetivo es plantearlo desde una perspectiva transversal en géneros y diversidades para atender las particularidades de cada problemática en relación al colectivo LGTBIQ+, las niñeces, adultos y adultas mayores, violencias de géneros y discapacidades para llegar a un documento colectivo final que sintetizará las diferentes voces, discusiones y puestas en común que haya dejado esta semana de encuentros. Su exposición será el jueves 29, donde integrantes de las diferentes entidades organizadoras -Proyecto 7, CELS, ACIJ, Hecho en Buenos Aires, Red Puentes, Somos Barrios de Pie y Programa de Justicia y Derechos Humanos- se vestirán con frazadas en Plaza de Mayo y se movilizarán hacia el Congreso de la Nación para reclamar la regulación de la ley junto a otras políticas públicas que cuenten con un enfoque integral. 

“En todas las organizaciones, parte de nuestro equipo es gente en situación de calle. Entonces es simbólico, pero también es parte de nuestra realidad: la necesidad de las frazadas, la gente que duerme en la calle y que también se mueren durmiendo con una frazada. Se trata de un problema coyuntural”, cuenta Daniela Drozd, coordinadora general de Hecho en Buenos Aires -empresa social- y quien forma parte de la organización de este Tercer Encuentro Latinoamericano y del Caribe.

Drozd trabaja hace 23 años en la temática de inclusión pero su objetivo es claro: “No voy a hablar por ellos, sino que ellos van a estar hablando. Por eso hablamos de algo integral, no académico. Van a estar algunas organizaciones gubernamentales teniendo un reclamo vigente, que si bien genera tensiones, es bienvenido. Que no seamos las personas que no vivimos la situación, sino quienes están en carne propia sufriendo o quienes lo hayan sufrido hablando directamente por su acceso a la salud o justicia”. 

A partir de las 17 del jueves 29 se dará inicio al “Frazadazo” que estará acompañado por ollas populares y un festival con intervenciones musicales. Los integrantes de Proyecto 7, quienes cuentan con una panadería, se encargarán de hacer pan casero para los cuatro días de encuentros y donarlos a quienes más necesitan, ya que las personas contarán con desayuno, almuerzo, merienda y cena durante toda la jornada. 

Durante la jornada del jueves, las ollas populares estarán presentes desde la mañana en la sede de Hechos en Buenos Aires, ubicada en la Avenida San Juan 21, como invitación a aquellos que vienen del exterior y las personas en situación de calle para interactuar de una forma distendida entre todos y todas.