«Tuvimos la osadía de pensar que se podía hacer un país mejor»

«Tuvimos la osadía de pensar que se podía hacer un país mejor»

En una nueva audiencia por los crímenes de los pozos de Banfield, Quilmes y Lanús, declararon los sobreviviente de la familia Suárez, militantes del PRT ERP y la nieta restituida, María Victoria Moyano Artigas.

En la audiencia 76 del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, declararon Dalmiro y Nelfa Suárez, Silvia Negro y María Victoria Moyano Artigas en una jornada que duró más de siete horas donde hubo declaraciones extensas y detalladas para que, como dijo Dalmiro Suárez: “Lo que queda instalado acá es el relato histórico para que no se tergiversen historias. Tuvimos la osadía de pensar en que se podía hacer un país mejor”.

La jornada se inició con el testimonio de Dalmiro Ysmael Suárez, quien describió a su familia conformada por sus padres y cinco hermanos, todos provenientes de la provincia de Santiago del Estero: “Era una familia de origen campesino, por situaciones económicas y laborales mi padre tuvo que venir a Buenos Aires porque se había quedado sin trabajo”. Suárez menciona en el relato de la historia de su familia que tanto sus padres como sus abuelos siempre se preocuparon por cuestiones sociales: “Desde siempre, hemos tenido injerencia en el interés político y siempre estuvimos comprometidos con el accionar social”. El día en que sus padres se conocieron también estuvo marcado por la organización política: “Fue en la casa de mis abuelos en una reunión de reclamo que estaban preparando los campesinos y mi padre llegó ahí conducido por Francisco Santucho, padre de Roberto Santucho. Lo conoció porque Santucho era abogado en algunos gremios forestales”.

La familia llegó a Buenos Aires en 1963, terminó sus estudios bajo el mandato de sus padres: estudiar o trabajar. Tanto Dalmiro como sus tres hermanos (el mayor se había quedado en la provincia) eligieron estudiar. Primero estudió Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires y luego el Profesorado de Física y Química, obligado por la persecución política y por haberse quedado sin trabajo y no poder pagar el viaje desde Quilmes hasta Núñez. Recuerda que, en 1972, cuando estaba estudiando con su compañero Carlos Höld, se enteraron de la Masacre de Trelew, y dice: «Ahí empezó nuestra militancia más firme, yo comencé a militar en el PRT, después mi hermano Ari y Nelfa». En 1974 se produce el asesinato de Ortega Peña: “Como muchos, fuimos al velatorio que se hizo en el Sindicato de Gráficos. El cortejo salió a llevar el féretro a Chacarita, se produjo una represión y detuvieron a mucha gente que fue fichada. Después toda esa gente apareció en las listas de las AAA”.  En esa lista estaban incluidos todos sus hermanos, excepto él porque no lo llegaron a detener. 

A fines de 1974 su hermano Ari (Aristides Suárez), que tenía 20 años, había sido sorteado para hacer la conscripción, pero lo asesinaron en una acción llevada a cabo por el PRT. “A partir de ahí, la seguridad nuestra ya no era posible”, dice. Dalmiro dio testimonio de los nueve años de detención desde el 13 de noviembre de 1974 hasta octubre de 1983. Lo llevaron a diferentes lugares de la provincia de Buenos Aires. El recorrido comenzó en Quilmes, después fue a Puente 12 (juicio en el que también prestó declaración), estuvo en el Pozo de Banfield donde dice que permaneció tres días, bajo tortura y maltratos, hasta que fue legalizado por el PEN. Ese mismo año lo trasladaron a la comisaría de La Plata, luego al penal de Sierra Chica y en 1979 lo trasladaron a Rawson, donde permaneció hasta que recuperó su libertad doce días antes de las elecciones, el 18 de octubre de 1983. 

Destaca la figura de su madre: «Estaba siempre adelante en todas las marchas, intentando encontrar una mínima noticia de sus hijos, ubicar o conocer algo sobre ellos. Dónde estuvieron y quiénes fueron los responsables. Y se murió sin saber nada. No se enteró de Omar. La familia quedó reducida a mi hermana y a mí que sobrevivimos, y mi sobrino, el hijo de Nelfa, que nació en la cárcel de Olmos». Continúa su relato citando a Roberto Santoro, el escritor del PRT desaparecido: «Él decía que el recuerdo es una aguja que teje y desteje permanentemente. Y eso es lo que hacemos acá, vamos tejiendo y destejiendo historias».

Antes de despedirse pide un minuto para agregar unas palabras: «Quiero hacer un recordatorio, todas las fotos que están atrás mío son mis afectos más cercanos, mis amigos y compañeros de militancia. Y quiero recordar que dentro de cuatro días vamos a recordar los 50 años de la Masacre de Trelew que fue una bisagra y un aviso de lo que se venía, un anuncio de lo que iba a acontecer en todo el país. Esos compañeros fueron masacrados hace 50 años y creo que también hay que recordarlos». 

Luego de un breve cuarto intermedio, declaró Nelfa Suárez, hermana de Dalmiro. En la mesa en la que está el micrófono, ubica una foto: Aristides Benjamín Suárez, su hermano menor. Y aporta más datos sobre su familia: «Provengo de una familia en la que mis padres tuvieron cinco hijos y criaron a dos primos hermanos. Somos hijos de dictaduras militares». 

A los quince años quiso empezar a trabajar, aunque sus padres estuvieron en contra por ser menor de edad y en su primera experiencia laboral la eligieron como delegada de su sector en la fábrica. Luego del cierre de la planta, afirma que se comprometió con la militancia: «Mi padre decía siempre que lo más importante era ser un militante de la vida y vivir dignamente y comprometidos con la realidad que nos toque a cada uno de nosotros». 

Posteriormente, recuerda lo ocurrido en el velatorio de Ortega Peña: “Después del velorio me detienen y me fichan y luego en mi casa aparecen volantes con nuestros nombres firmado por la “Alianza Anticomunista Argentina”, es decir, el grupo parapolicial ‘Las tres A».

Cuando los detuvieron en noviembre de 1974, Nelfa estaba embarazada de cuatro meses. Tiene certezas de la fecha debido a que su esposo en agosto fue a Tucumán a formar parte de la compañía de Monte (como militante del PRT – ERP). Por lo cual, calculaba la fecha para el 24 de abril, y recuerda la fecha porque era el cumpleaños de su hermana Nora. Con la fecha cumplida comenzó a pedir que la lleven a la maternidad, ya que su bebé tenía que nacer. “Finalmente, después de tanto insistir y exigir, me trasladan a la maternidad de La Plata, donde me suben a una camilla y me esposan de los pies y manos. Allí me tuvieron tres días. El 17 de mayo de 1975 me trasladan al quirófano de urgencia porque el médico dijo que no se escuchaban latidos. Víctor Benjamín nació a las 12. No recuerdo el nombre del médico y del pediatra que me asistieron, pero ese pediatra hoy engrosa la lista de los 30 mil desaparecidos”. Nelfa y su hijo estuvieron internados 12 días en La Plata y pudo recibir las visitas de su madre, su hermana Nora y es donde vio por última vez a su hermano Omar, que fue con sus sobrinas y le dijo: “Creo que va a ser la última vez que te vea, no puedo ir a visitarte a la cárcel”. 

Nelfa estuvo detenida desde 1974 hasta principios de 1983. Pero su liberación no le dio libertad ya que la siguieron persiguiendo y amenazando. A los tres días publican en los medios que se había ido en libertad a Europa y un auto sin identificación llega a su casa y le dicen a su padre que se la tienen que llevar por orden del Ministerio del Interior, quien responde: “De esta casa no se van a llevar a ningún hijo más mío, van a pasar sobre mi cadáver, pero no se la van a llevar”. Luego volvieron con una citación y el juez Gabrieli la interrogó y amenazó, le dice que tiene 48 horas para buscar el acta de defunción de Víctor Manuel Taboada al juzgado 2 de La Plata y Nelfa le preguntó: “¿Dónde está el cadáver?» a lo que le el juez le respondió: “Ah, no sé, búsquelo”. Ante su insistencia, el juez le repite: “Recuerde lo que le dije, usted tiene a su hermano aún preso en Rawson, a su hijo, a sus padres. Esta es la orden y tiene 48 horas”. 

 

La jornada continuó con la declaración de Silvia Negro, quien también estuvo embarazada al momento de su detención. “En la madrugada del 14 al 15 de 1974 fuimos detenidas por un grupo civil que se autodenominó la Triple A”. Los otros detenidos ese día en Lanús fueron Carlos Tacchela, Alfredo Manachian y su esposa y Roberto Omar Leonardo (su compañero y padre de su hijo). 

En el Pozo de Banfield recuerda haber escuchado a Víctor Taboada quejándose y cuando no lo escuchó más supo que había muerto. Sin embargo, en los diarios informaron que había caído en un enfrentamiento.

Negro siguió el circuito de detención y estuvo detenida como una «presa legal». En 1976 la trasladaron a Villa Devoto. En noviembre de 1976 declaró ante Amnistía Internacional sobre la ilegalidad del proceso de detención y en 1977 fue liberada. Su declaración concluyó: «Todos los hechos de mi vida fueron contados por eventos políticos. Han pasado 48 años desde la vez que nos detuvieron y han pasado 20 años desde la CONADEP. Quizás en algún momento todo esto tenga una resolución. Muchos ya no están, para nosotros es importante que exista la justicia porque hasta ahora no hay demasiado. Si bien he declarado muchas veces no hay una resolución sobre los hechos». Posteriormente, exhibe una foto de segundo año de la secundaria de su compañero, Roberto Leonardo, junto con un compañero jugando al ajedrez. Dice que ese compañero vive en Ituzaingó e hizo una escuela de ajedrez para niños reivindicando a Roberto quien lo había introducido en el ajedrez.

En último lugar, declaró la nieta restituida María Victoria Moyano Artigas, hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano. Quienes habían sido detenidos y torturados en Uruguay cuando comenzó la dictadura en el país vecino, por lo que debieron exiliarse a la Argentina. Relata lo que le contaron sobre la vida de su familia y los posteriores secuestros de sus padres y su abuela, en 1975, cuando estuvieron tres días en la Brigada de San Justo. “La detención de mis padres fue parte de un operativo en conjunto entre Uruguay y Argentina, que se denominó «Operativo Dragón donde cayeron 21 militantes del MNLN y cinco del ERP”. 

«Todo lo que estoy contando no es porque lo haya vivido sino porque lo investigué. Porque es lo que nos tocó hacer a las víctimas, investigar para poder pedir justicia» y continúa: “Quiero destacar que, para llegar a San Justo, a la desaparición de mis padres, hubo una persecución política, hubo desapariciones y tortura. Esto no comenzó en el 76, yo tengo conocimiento que como mínimo empezó en el 74 en San Justo, pero también en el 75 y ahí es el primer secuestro de mis padres”. Fueron liberados y en diciembre de 1977 vuelven a secuestrarlos. Moyano Artigas afirma que sus padres hicieron el Circuito Camps. “Mi madre estaba embarazada de mí, pero no lo sabía. Desarrolla todo el embarazo en una situación de tortura permanente hasta que llega al Pozo de Banfield”. El día que secuestraron a sus padres habían secuestrado a más de veinte militantes que fueron llevados todos al Pozo de Banfield, pero con el pasar del tiempo los trasladaron a otros lugares. Su madre permaneció allí dando curso a su embarazo. Le contaron que en el Pozo de Banfield su mamá fue una persona muy solidaria. “Diego Barreda me contó que mi mamá le hizo con una frazada un poncho y que fue su único abrigo durante ochenta días. Ese poncho lo entregó en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo con una carta diciendo que esa era la solidaridad que se expresaba en el Pozo”.

Adriana (Calvo) quien compartió cautiverio con su madre le contó que ella le cantaba todo el tiempo pero que quedó muy triste cuando trasladaron a su padre. Sabía que María Asunción estaba embarazada pero nunca pudo saber de su nacimiento porque había sido trasladado antes. “En esas condiciones terribles, lo que sé de mi madre y de mi padre me da mucho orgullo”.

María Victoria nació el 25 de agosto de 1978: “La llevaron a mi madre a una enfermería y me tuvo ahí. Adriana me contó que nací a las 12.30 del mediodía, a mi madre no le permitían darme el pecho, pero me lo dio igual”, y quien firma su partida de nacimiento es el médico Vidal (al igual que la de Paula Logares, otra nieta restituida). Continúa: “Mi madre, después del nacimiento, le empezó a contar a todos los detenidos cómo era yo para que, si alguno salía, me buscara y le contara a mi abuela cómo era yo, que iba a estar en la Casa Cuna”. Estuvo ocho horas con su mamá, que le dio el pecho y volvió a su celda sin su hija. Cuenta que el Comisario de San Justo, Oscar Penna la regaló a su hermano, quien muere un año después, y a su cuñada: “Lo más perverso es que la figura paterna era el torturador Oscar Penna, el jefe de la Brigada de San Justo, que había controlado el embarazo y el secuestro de mis padres”. Y denuncia: “Si pensamos el juicio solo en lo que puede ser la conducta del Pozo de Banfield, no vamos a hacer ni mucha justicia ni mucha verdad. Por eso planteo (investigar) toda la persecución desde el 75, el Plan Cóndor y llegada a Banfield. Es todo un trayecto donde intervienen de manera conjunta diferentes centros clandestinos”. Este es el quinto juicio en el que declara y advierte sobre la dispersión de las diferentes causas que no son tomadas como parte de un plan sistemático.

La próxima audiencia se realizará el martes 23 de agosto a las 8.30.

“Olvidar para este pueblo es como dejar de respirar”

“Olvidar para este pueblo es como dejar de respirar”

En una jornada llena de música, Sergio Maldonado acompañado por organismos de derechos humanos y organizaciones que luchan contra la violencia institucional, reclamó justicia por su hermano Santiago, desaparecido y hallado muerto hace 5 años.

A 5 años de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado se realizó un acto en Plaza de Mayo para pedir justicia por lo sucedido. El encuentro tuvo a Sergio Maldonado como principal orador y contó con el acompañamiento de organismos de derechos humanos y familiares de víctimas de violencia institucional y la presencia de distintas bandas invitadas.

“Hoy 1 de agosto se cumplen cinco años del inicio de la impunidad en el caso de Santiago Maldonado”. Con estas palabras inició su discurso Sergio Maldonado en el escenario montado en Plaza de Mayo, pasadas las 18 horas. El acto fue acompañado por una muchedumbre y por gran parte de las organizaciones de lucha por los derechos humanos como Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, H.I.J.O.S. Capital, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Matanza, Asociación Buena Memoria
Comisión Memoria, Verdad y Justicia Zona Norte, Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz, Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, Liga Argentina por los Derechos Humanos, Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Entre las bandas que pusieron música a la jornada de reclamo tomaron protagonismo en la tarde porteña: La Chilinga, Malena D’Alessio en Bandada, Cabra da Peste, Las Manos de Filippi, La Delio Valdez y la aparición sorpresiva de Teté Iglesias, bajista de La Renga.

Para Sergio, a aquel 1 de agosto de 2017 “le siguieron 78 días de negación, ocultamientos, mentiras, instalación de pistas falsas, hostigación a mi familia y la demonización de Santiago en su lucha por parte del gobierno de Mauricio Macri y su ministra de seguridad Patricia Bulrich”. La ministra y el presidente de la gestión anterior fueron las figuras más repudiadas por los asistentes: “No puede ser que estos tipos caminen impunes después de ensuciar tanto la investigación”, comentó afligida Gabriela Ruiz, de 62 años oriunda de Lanús.

“Olvidar para este pueblo es como dejar de respirar”, rapeaba Malena D’Alessio desde el escenario, a la vez que la pantalla que vestía el escenario mostraba a la gente amuchada en la plaza. A pesar del paso del tiempo la herida sigue abierta y tanto los familiares, como una gran parte de la sociedad civil, cree necesario mantener viva la memoria de lo que sucedió con Santiago: “La militancia nunca puede ser perseguida y menos desde el Estado -señaló Manuel Torres, un estudiante de 24 años proveniente de La Plata-. Estamos acá para que eso no se pierda”.

Frente al olvido combaten los Maldonado: “Somos las familias las que debemos batallar contra esta impunidad”. Sergio se refirió a lo que tuvieron que atravesar en su lucha: “Nos vamos convirtiendo en peritos, investigadores, recolectores de pruebas y aportantes de testigos”. También recuerda que la causa sigue abierta en espera de una resolución de la Suprema Corte de Justicia. En este sentido se pronunció frente al manejo de la causa por el Poder Judicial: “¿Cuánto debemos esperar para que se asigne un nuevo juez que quiera investigar?”. Por su parte Stella Peloso, madre de Santiago, realizó un pedido concreto en su breve alocución: “Lo único que vengo a pedir es justicia. No me quiero morir sin antes saber la verdad”.

Por otro lado, en otro pasaje Sergio hizo un reclamo al gobierno nacional actual: “Faltó una clara voluntad política del presidente Alberto Fernández para saber lo que pasó con Santiago”. Con el recuerdo de Facundo Astudillo Castro, Luis Espinoza y Lautaro Rosé señaló que “seguiremos armando una lista interminable de víctimas de la violencia del Estado hasta que no exista una clara decisión de los gobiernos con verdaderas políticas que garanticen de una vez por todas el Nunca Más”.

Sin embargo, a pesar de todas las vicisitudes, el espíritu combativo de los Maldonado parece inclaudicable. “Somos los familiares los que debemos transformar el dolor en lucha”, señaló Sergio. El acompañamiento de la música complementó a la perfección el mensaje: “No se trata de una celebración, pero sí de algo muy latinoamericano que es la defensa a la posibilidad de ser felices”, señala Malena D’Alessio.

La jornada terminó con La Delio Valdez y su “mensaje de cumbia” para la Plaza y el cierre de Sergio: “Hoy luchamos un poquito para hacérsela más difícil a esta gente. Verdad y justicia por Santiago”.

La memoria y el derecho a la identidad en las aulas

La memoria y el derecho a la identidad en las aulas

“Los derechos en las aulas”, el ciclo de Abuelas de Plaza de Mayo destinado a docentes volvió a la presencialidad con un conversatorio sobre la edición de libros sobre memoria a cargo de Laura Leibiker y Cecilia Rassi, editora y asesora infantojuvenil respectivamente, moderadas por los escritores Mario Méndez y Paula Bombara.

¿Cuál es la mejor forma de trabajar el tema de la vulneración de los derechos humanos con las infancias? ¿Cómo trabajar el derecho a la identidad desde la literatura infantojuvenil? ¿Cuál es la información apropiada para cada nivel educativo? Estas y otras preguntas funcionaron como ejes del conversatorio «Editar para la memoria. Producción de libros infanto juveniles sobre la historia reciente» organizado por Abuelas de Plaza de Mayo y la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (ALIJA).

En el Auditorio de Casa por la Identidad Espacio Memoria y Derechos Humanos, luego de dos años, se volvió a realizar presencialmente el ciclo “Los derechos en las aulas”, que desde hace cuatro años Abuelas destina a docentes y público educativo. Laura Leibiker, directora editorial del área de literatura infantil y juvenil de Norma, y Cecilia Rassi, asesora pedagógica de la misma editorial y también docente del Instituto de Formación Docente “Santo Domingo” de Ramos Mejía, fueron invitadas para que, desde sus experiencias profesionales, compartieran sus miradas sobre el tratamiento de la violencia y la vulneración de los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar en los libros infantiles. El conversatorio estuvo moderado por dos escritores: Paula Bombara y Mario Méndez, él también presidente de ALIJA.

Si bien las editoriales constituyen espacios de la periferia de la escuela, también la nutren e influyen en los estudiantes. Para Laura Leibiker el editor es un constructor de sentido: construye un catálogo de libros y este refleja una visión determinada del mundo. “Al leer un libro que me llega lo que busco es que me interpele a mí como lectora, me tiene que pasar algo, me tiene que transmitir algún tipo de emoción. Uno tiene una posición política y frente al mundo. En el trabajo esa posición también está ahí, te acompaña. El catálogo refleja lo que yo creo que el mundo debería ser, lo que creo que es necesario que se diga en este momento. También, surge de una necesidad de los lectores, de poner a disposición ciertas temáticas, narrativas. La cuestión de los derechos y la identidad son dos temas muy presentes”, explica.

Ante la preocupación o el miedo de que las familias se opongan a ciertos ejemplares Laura Leibiker comenta que se deben encontrar mecanismos para que eso no sea un impedimento. “Cuando algo está amparado por ley la discusión se corre un montón. Hay leyes que permiten que se aborden ciertos temas. Las escuelas no deciden las leyes. Podemos hablar de eso porque está legitimado por la ley, los textos que tienen que ver con la reivindicación de derechos van a provocar una discusión, porque qué texto interesante no provoca una. Todo lo que tenga que ver con la libertad, la libre elección, el conocimiento de la propia identidad, esos son los libros que a mí me interesa que lleguen a las escuelas”.

Cecilia Rassi, quien cuenta con una vasta experiencia docente en todos los niveles educativos, considera que la escuela debería funcionar como un espacio de libertad. Es por eso que el rol del docente es tan importante y conlleva una gran responsabilidad. “La escuela debería funcionar ofreciendo caminos, sentidos diversos. Un buen docente debería ser quien habilite esos distintos sentidos, quien introduzca al niño cuando se está formando como lector. Tiene que ser una mano que lo lleve a una zona de libertad”, expresa en diálogo con ANCCOM. Para Cecilia la literatura es muchas veces una aliada para meterse con los temas más complicados como es en este caso el tratamiento de lo ocurrido en la dictadura cívico militar.

“Tanto con los chicos como con los grandes se puede hablar de cualquier cuestión, el problema es cómo lo vas a encarar. Hay información que no hace falta darle a un nene muy chiquito. Hay que hablar sobre dictadura pero quizás hay textos que permiten abordar la cuestión sin el nivel de detalle que impide que un nene duerma, sí con un nivel que haga que ese mismo nene vuelva a la casa y pregunte qué fue lo que pasó, cuándo pasó, dónde estaba la familia”, agrega Laura Leibiker.

La directora editorial concluye que siempre se preocupó por encontrar una forma de acompañar a las abuelas. Al pensar en el momento en que firmaron el contrato por Ovillos de trazos, un libro infantil integrado por doce microrrelatos donde se entrecruzan historias en torno a la memoria y a la identidad, en diálogo con ANCCOM recuerda: “lloramos desde que llegamos hasta que salimos. Siempre me interesó mucho poner en nuestros libros cuestiones que tienen que ver con la memoria histórica, porque nos parece importante que en la escuela haya material para trabajar con la literatura sobre nuestra historia reciente”.

2×1: Atropello a la libertad de prensa y a los derechos de las infancias

2×1: Atropello a la libertad de prensa y a los derechos de las infancias

Allanaron ilegalmente la casa de la periodista Manuela Calvo quien investiga un caso emblemático de abuso sexual a una menor en La Rioja.

El pasado domingo 5 de junio a las 10 de la mañana allanaron ilegalmente la casa de la periodista Manuela Calvo quien investiga sobre Arcoiris, un caso emblemático de abuso sexual a una menor en la provincia de La Rioja.

El caso Arcoiris trata sobre el abuso a una menor de 6 años por parte de su abuelo paterno, funcionario público del poder judicial riojano, y que su madre viene denunciando desde hace más de cuatro años, en reiteradas oportunidades. El caso ha tenido repercusión en varias ocasiones en los medios dado que los fallos jurídicos son siempre a favor de la familia del progenitor cuando las pruebas que incluyen cámaras Gesell, profesionales de la salud clínicos y psiquiátricos han concluido que sí existió y existen signos de violencia y abuso sexual contra la menor. Se ha intentado incluso criminalizar a la madre por oponerse a la custodia compartida ya que la menor manifiesta explícitamente no querer ir a la casa de su progenitor ni estar con su familia paterna.

La periodista Manuela Calvo, autora del documental Mala Víctima en el cual expone el contraste entre la violencia mediática en el tratamiento de este tipo de casos con el sentir y pensar de sobrevivientes de abuso, iba a estrenar su segundo documental llamado Mala Madre en el cual basaría su relato en el caso de Delfina, la madre de Arcoiris. Este segundo trabajo forma parte de una secuencia de documentales donde el eje estará puesto en la manipulación mediática y revictimización de las sobrevivientes de abusos por parte de los medios de comunicación.

En diálogo con ANCCOM Calvo expresó: “Tocaron timbre el domingo a la mañana. Mi marido me dice: ‘vestite, nos vinieron a allanar’. Yo no lo podía creer. El allanamiento a mi casa fue con una orden judicial por desacato a la autoridad. El motivo es que en febrero me censuraron un corto animado de ficción de tres minutos que cuestiona de manera estructural el actuar del sistema jurídico en los casos de abuso y violación infantil.” Este corto animado de ficción que iba a ser estrenado en febrero de este año, no fue exhibido por una intimación del progenitor de la menor, acusando de exponer en ese corto información de una persona sin su consentimiento. “Recibo la orden judicial y acato, hasta me pongo a disposición de la justicia para que mi labor periodística no entorpezca la investigación del caso”, relató la periodista, y agregó: “Vale aclarar que el corto animado de ficciónno habla de un caso real puntual sino de un personaje ficticio que cuenta lo que le sucede y cómo se siente siendo víctima de una situación de abuso y desamparo judicial. De todos modos, por no encontrar a tiempo una abogada que aceptara representarme, acato la orden y borro todos los posteos hechos en mis redes sociales como se me pide porque sino me multaban con cincuenta mil pesos por cada publicación.”

Paralelamente la periodista le hizo saber a sus colegas sobre este claro hecho de censura y comienza a manejarse en red con la Red de Comunicadoras de La Rioja y participación activa en la Asamblea Ni Una Menos: “Toda información falsa que circulaba sobre el caso, los ponía a mis colegas en aviso porque tengo entrevistas a fuentes confiables e información que no había sido hasta el momento revelada. Lamentablemente en el allanamiento se llevan todos los dispositivos sin dejar constancia de lo sustraído, como es debido. En mi computadora tenía material sensible, entrevistas a sobrevivientes que no deben ni pueden ser reveladas, información, datos, mi vida íntima, la de mi familia, veinte años de trabajo. Se llevaron todas mis herramientas de trabajo en el marco de un allanamiento indebido y con irregularidades graves. Esto es hostigamiento. También me acusan de administrar las páginas Ni Un Menos y Justicia por Arcoiris. Esto no es así. Pero hay claramente una cacería antifeminista y de derechos de la niñeces avalada por el Estado riojano, por eso es urgente la reforma judicial con perspectiva de género.”

En el día de ayer, 7 de junio, la periodista se presentó ante la Policía Técnica Federal para exigir la devolución inmediata de sus elementos de trabajo y salvaguardar la información de su computadora, ya que sus fuentes temen por su integridad. A partir de este atropello y atentado hacia la periodista sus familiares, amigos y colegas se solidarizan para con ella por la falta de garantía que ofrece el Estado hacia la periodista.

“Mi hijo menor tiene miedo de que me mate uno de los agresores de la causa por la cual investigo. Yo también siento miedo porque lo que me sugirieron que iba a pasarme es lo que me pasó”, confesó Calvo. En su voz se advierte que dice la palabra sugerencia por no decir amenaza. Y concluyó: “También me dijeron que podían pasarme cosas peores y hoy, en el día del periodista, tengo más que nunca presente a Cabezas.”

 

«Me soltaron pero no me liberaron»

«Me soltaron pero no me liberaron»

En una nueva audiencia virtual del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús, declararon los sobrevivientes Rubén Fernando Schell, Rebeca Krasner y la testigo Graciela Nordi.

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata juzga a 18 represores que actuaron en los centros clandestinos de detención Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús, entre ellos Miguel Osvaldo Etchecolatz, el exmédico policial Jorge Antonio Bergés y Juan Miguel Wolk, responsable del Pozo de Banfield durante la última dictadura. 

La primera en dar testimonio en la audiencia de este martes fue Rebeca Krasner, secuestrada a sus 27 años, en su domicilio, junto a su pareja Luis Alberto Santilli de 26 años. El operativo tuvo lugar el 18 de agosto de 1977 entre las 20 y las 20.30. Ambos fueron llevados al Pozo de Quilmes y Rebeca fue liberada al día siguiente.

Krasner narró que ese día cuatro hombres vestidos de civil golpearon violentamente la puerta de su casa. Su papá fue quien les abrió. En su relato expresó: “Subieron por las escaleras con armas largas. Uno solo hablaba, preguntaba dónde estaba mi marido. Yo le dije que no tenía, porque no estábamos casados. En ese momento, Luis Alberto llegó del trabajo y ellos nos hicieron preguntas. No fueron violentos en ese momento, luego vendaron nuestros ojos y nos tiraron a un auto”. La víctima agregó: “Mi papá le preguntó dónde me llevaban y ellos dijeron que al Regimiento de Patricios”.

Al llegar, Krasner comentó que escuchaba muchas voces. La llevaron escaleras arriba a un calabozo, pero sola, sin Luis Alberto. Al rato, comenzó a escuchar los gritos de su pareja y una radio muy fuerte que trataba de opacar su voz. Luego de un largo silencio, abrieron la puerta de su calabazo y la llevaron a la sala de tortura. La víctima relató que Luis Alberto pidió que la llevaran a su casa y que se queden con él a cambio, agregó que su pareja le suplicó: “Rebeca seguí adelante con todos nuestros proyectos”. En ese momento, el “jefe” del operativo aceptó y la retiraron de la sala. “Me sacaron gritando que lo amaba”, expresó.

En su testimonio, Krasner afirmó que al otro día realizó la denuncia en la Comisaría N°1 de Quilmes, junto al hermano de Luis Alberto, Norberto Santilli, quien afirmó años más tarde que el comisario que lo atendió le dijo “olvidate de tu hermano porque los vamos a matar a todos”. Por más que intentaron cerrar la causa en el Juzgado de La Plata, Rebeca nunca se rindió y llegó al juicio de hoy. La víctima cerró su relato sentenciando: “Desde entonces mi vida está rota, desgarrada. Lo único que me sostuvo fue mi carrera de Psicología y mi trabajo. Uno aprende a soportar lo insoportable. La reparación que sentimos las víctimas es la justicia, porque cuando me soltaron, no me liberaron. La liberación viene a través de la justicia. Tuve que esperar 45 años para llegar hasta acá”, además agregó que “los hermanos de Luis Alberto dieron muestras de sangre al equipo de arqueología que lleva adelante la investigación y hasta ahora no hay novedades. Él sigue desaparecido”.

Luego de un corto cuarto intermedio, el segundo testimonio de la jornada fue prestado por Graciela Nordi, quien declaró por el caso de Susana Beatriz Mata Freixas, su compañera de militancia. La testigo afirmó que ambas eran maestras y que se conocieron en una asamblea, luego de una manifestación en donde se exigía un aumento salarial. En ese lugar, las dos decidieron sumarse a la idea de formar un sindicato docente y comenzaron a militar. Luego de estudiar mucho sobre el tema, llegaron a ser dirigentes gremiales. 

Nordi explicó que en 1974 los sindicatos comenzaron a correr peligro. Afirmó que dejó de ver a Susana con la misma recurrencia, ya no se reunían en su casa para protegerse. Sólo se veían en las actividades gremiales, en donde se entera que Mata estaba embarazada. La testigo comentó que a finales de ese año el marido de Susana, Juan Alejandro Barry, fue detenido en un bar de Lomas de Zamora. Además, agregó que debido a esto, “ella abandona las actividades de la escuela, iba a las reuniones del sindicato con mayores cuidados por miedo y por su embarazo. Fue alojada en la casa de unos amigos en Adrogué, por su seguridad”. 

La testigo afirmó que, a fines de 1974, Susana llama a la casa de Nora Muñoz, su compañera del sindicato, y sintió que su voz era rara. Detrás del teléfono, Nora le decía que no vaya a su casa. Susana se preocupó y fue igual. Ahí la detuvieron, según afirmó Nordi, “la estaban esperando”. La llevaron a Olmos, La Plata. 

Al paso de los días, la testigo aseguró que se enteró que su compañera estaba internada en el Hospital de Clínicas por pérdidas y fue a visitarla. La encontró esposada a la cama, con un embarazo avanzado y custodiada. Pudieron hablar un rato, luego la sacaron. Nordi se enteró que ella dio a luz a su hija Alejandrina en condiciones terribles, en el penal donde se encontraba privada ilegalmente de su libertad.

Graciela comentó que ocho años más tarde, apareció en la puerta de su casa Susana con su hija, “me pidió que se la cuidara por un rato, no quise hacer preguntas. Lo único que me contó fue que salió con libertad condicional”, expresó la testigo. Al atardecer, Susana volvió y le contó algunas vivencias de la cárcel: “Sus compañeras la ayudaron con su bebé, fueron muy empáticas con ella”, aseguró. Después de ese día Nord,i no la vio más. Por medio de sus compañeros del sindicato se enteró que se fue de Buenos Aires, pero no sabía dónde. 

En su testimonio, Graciela explicó que con el Golpe de Estado de 1976 el sindicato fue cerrado. Ella estaba embarazada de su tercer hijo. En mayo de ese mismo año, la testigo fue secuestrada, afirmó que le hicieron preguntas sobre el sindicato, “yo no pude contestar mucho, dejé de ver a mis compañeros luego del cierre del gremio” y agregó “nunca supe donde estuve porque siempre permanecí vendada. Esa misma noche, me subieron a un auto y me bajaron cerca de mi casa”. Por miedo, Nordi se refugió en la casa de un vecino por cinco días. Pero luego, gracias a la ayuda económica de su mamá, se exilió a España con sus hijos. En diciembre de 1976, recibió una carta que expresaba que Susana había sido asesinada en Uruguay junto a su marido. Cerró su testimonio afirmando: “Nosotras nos habíamos prometido que si algo nos pasaba íbamos a cuidar de nuestros hijos, pero no pudimos hacerlo. Agradezco a la vida haberlos conocido, fueron excelentes personas, apostaron por un cambio positivo en el país, lucharon hasta el final”.

El último testimonio estuvo a cargo de Rubén Fernando Schell quien fue secuestrado y privado de su libertad a sus 23 años el 11 de noviembre de 1977 y estuvo cautivo en el Pozo de Quilmes hasta el 21 de febrero de 1978. Actualmente, es director general de Derechos Humanos en ese municipio, su oficina se encuentra en el ex Pozo de Quilmes. Sus declaraciones las dio desde ahí, con un fondo lleno de fotos de las personas desaparecidas en ese centro clandestino de detención.

Schell afirmó que, en el momento de su secuestro, estaba llegando a su casa del trabajo, que estacionaron tres autos, bajaron aproximadamente doce personas, con armas largas, todos vestidos de civiles y se dirigieron a la puerta de su domicilio. Ahí mismo lo redujeron, sin necesidad de ingresar a su casa. La víctima explicó que le envolvieron la cabeza con un pulóver y lo tiraron al piso del auto. Al llegar, lo llevaron directamente a la sala de tortura, le dieron golpes y usaron la picana eléctrica, desarrolló: “Me pegaban y pedían nombres. Eso hacían con todos. A mí me entregó Omar, un amigo de la infancia y militante peronista como yo”. 

En su testimonio, la víctima explicó que después de la extensa tortura, lo hicieron subir a una celda, esposado y con sus ojos vendados. Schell afirmó: “Al rato escucho voces que provenían de otras celdas, eran compañeros que estaban en mí misma situación. Me arrimé donde se escuchaban voces y se presentó el Colorado. Él me enseñó a como pasar las esposas adelante, ya que las tenía en la espalda. Como él, conocí a muchos detenidos con sus nombres de guerra -apodos-. Los que eran capturados pasaban a la sala de tortura. Otros venían de otros centros clandestinos muy lastimados y directamente los pasaban a las celdas”. Agregó también: “Había en algunos momentos uno por celda o, si venían muchos, hasta cinco. Desde ahí se escuchaba muy fuertes las torturas”.

“Cada vez que había un traslado -afirmó Schell- teníamos una costumbre, silbar la introducción de la 9na Sinfonía de Beethoven, la alegría como canto de esperanza”.

El testigo comentó que les daban de comer “guisopa”, una comida que no se definía entre el guiso y la sopa. Otros días comían un “mazacote” de fideos hervidos y a veces polenta. Aseguró en su declaración que era incomible, pero el hambre y la ansiedad de estar encerrado no le dejaba otra opción. Aprendió a hablar con las manos, “el lenguaje de los presos”. Así pudieron contarse entre los detenidos de dónde eran y sus apodos. Por uno de ellos, la víctima afirmó haberse enterado de que estaba en la Brigada de Quilmes. En ese momento, los captores lo identificaban como Chupadero Malvinas.

En su declaración, Schell expresó que cuando lo liberaron y volvió la democracia, recorrió varios organismos para denunciar lo que le sucedió a él y a sus compañeros, pero no obtuvo respuesta. Cuando se formó la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), pudo denunciar. Además, agregó: “Me llamaron a una cita para reconocer este sitio, ahí me reencontré con compañeros que pensé que habían desaparecido, muchos que pensé que ya no estaban con nosotros. Fueron 102 días, que resultaron eternos, tanto que los sigo viviendo”.

La víctima, al finalizar su testimonio, sentenció: “Muchos de los sobrevivientes están muriendo, fueron 45 años de espera del juicio, el tiempo nos va ganando. Se van los inocentes y los culpables, sin haber visto la justicia. Pero sigo siendo fiel creyente, aunque aún no la haya visto, necesitamos justicia, no venganza”.

En esta causa, que tuvo su primera elevación a juicio en abril de 2012, son querellantes las Abuelas de Plaza de Mayo junto a los nietos restituidos, Carlos D’Elía, Victoria Moyano Artigas, María José Lavalle Lemos y su hermana María Lavalle. También Pablo Díaz, sobreviviente de La Noche de los Lápices y Graciela Borelli Cattaneo, hermana del uruguayo Raúl Edgardo Borelli Cattaneo, víctima del Plan Cóndor. El juicio investiga a los responsables de 18 mujeres embarazadas que dieron a luz en cautiverio y que estuvieron detenidas en esos centros clandestinos de detención dependientes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. 

El juicio continúa el martes 24 de mayo, a partir de las 8:30, con los testimonios de Norma Esther Leanza, Ramon Raúl Romero y Diana Estela Guastavino. Ricardo Basílico, el juez del Tribunal Oral Criminal Federal N°1, afirmó que a partir de junio van a incrementar la cantidad de testigos por audiencia.