Por Luciana Díaz
Fotografía: Captura de pantalla La Retaguardia

En una nueva audiencia por los crímenes de los pozos de Banfield, Quilmes y Lanús, declararon los sobreviviente de la familia Suárez, militantes del PRT ERP y la nieta restituida, María Victoria Moyano Artigas.

En la audiencia 76 del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, declararon Dalmiro y Nelfa Suárez, Silvia Negro y María Victoria Moyano Artigas en una jornada que duró más de siete horas donde hubo declaraciones extensas y detalladas para que, como dijo Dalmiro Suárez: “Lo que queda instalado acá es el relato histórico para que no se tergiversen historias. Tuvimos la osadía de pensar en que se podía hacer un país mejor”.

La jornada se inició con el testimonio de Dalmiro Ysmael Suárez, quien describió a su familia conformada por sus padres y cinco hermanos, todos provenientes de la provincia de Santiago del Estero: “Era una familia de origen campesino, por situaciones económicas y laborales mi padre tuvo que venir a Buenos Aires porque se había quedado sin trabajo”. Suárez menciona en el relato de la historia de su familia que tanto sus padres como sus abuelos siempre se preocuparon por cuestiones sociales: “Desde siempre, hemos tenido injerencia en el interés político y siempre estuvimos comprometidos con el accionar social”. El día en que sus padres se conocieron también estuvo marcado por la organización política: “Fue en la casa de mis abuelos en una reunión de reclamo que estaban preparando los campesinos y mi padre llegó ahí conducido por Francisco Santucho, padre de Roberto Santucho. Lo conoció porque Santucho era abogado en algunos gremios forestales”.

La familia llegó a Buenos Aires en 1963, terminó sus estudios bajo el mandato de sus padres: estudiar o trabajar. Tanto Dalmiro como sus tres hermanos (el mayor se había quedado en la provincia) eligieron estudiar. Primero estudió Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires y luego el Profesorado de Física y Química, obligado por la persecución política y por haberse quedado sin trabajo y no poder pagar el viaje desde Quilmes hasta Núñez. Recuerda que, en 1972, cuando estaba estudiando con su compañero Carlos Höld, se enteraron de la Masacre de Trelew, y dice: «Ahí empezó nuestra militancia más firme, yo comencé a militar en el PRT, después mi hermano Ari y Nelfa». En 1974 se produce el asesinato de Ortega Peña: “Como muchos, fuimos al velatorio que se hizo en el Sindicato de Gráficos. El cortejo salió a llevar el féretro a Chacarita, se produjo una represión y detuvieron a mucha gente que fue fichada. Después toda esa gente apareció en las listas de las AAA”.  En esa lista estaban incluidos todos sus hermanos, excepto él porque no lo llegaron a detener. 

A fines de 1974 su hermano Ari (Aristides Suárez), que tenía 20 años, había sido sorteado para hacer la conscripción, pero lo asesinaron en una acción llevada a cabo por el PRT. “A partir de ahí, la seguridad nuestra ya no era posible”, dice. Dalmiro dio testimonio de los nueve años de detención desde el 13 de noviembre de 1974 hasta octubre de 1983. Lo llevaron a diferentes lugares de la provincia de Buenos Aires. El recorrido comenzó en Quilmes, después fue a Puente 12 (juicio en el que también prestó declaración), estuvo en el Pozo de Banfield donde dice que permaneció tres días, bajo tortura y maltratos, hasta que fue legalizado por el PEN. Ese mismo año lo trasladaron a la comisaría de La Plata, luego al penal de Sierra Chica y en 1979 lo trasladaron a Rawson, donde permaneció hasta que recuperó su libertad doce días antes de las elecciones, el 18 de octubre de 1983. 

Destaca la figura de su madre: «Estaba siempre adelante en todas las marchas, intentando encontrar una mínima noticia de sus hijos, ubicar o conocer algo sobre ellos. Dónde estuvieron y quiénes fueron los responsables. Y se murió sin saber nada. No se enteró de Omar. La familia quedó reducida a mi hermana y a mí que sobrevivimos, y mi sobrino, el hijo de Nelfa, que nació en la cárcel de Olmos». Continúa su relato citando a Roberto Santoro, el escritor del PRT desaparecido: «Él decía que el recuerdo es una aguja que teje y desteje permanentemente. Y eso es lo que hacemos acá, vamos tejiendo y destejiendo historias».

Antes de despedirse pide un minuto para agregar unas palabras: «Quiero hacer un recordatorio, todas las fotos que están atrás mío son mis afectos más cercanos, mis amigos y compañeros de militancia. Y quiero recordar que dentro de cuatro días vamos a recordar los 50 años de la Masacre de Trelew que fue una bisagra y un aviso de lo que se venía, un anuncio de lo que iba a acontecer en todo el país. Esos compañeros fueron masacrados hace 50 años y creo que también hay que recordarlos». 

Luego de un breve cuarto intermedio, declaró Nelfa Suárez, hermana de Dalmiro. En la mesa en la que está el micrófono, ubica una foto: Aristides Benjamín Suárez, su hermano menor. Y aporta más datos sobre su familia: «Provengo de una familia en la que mis padres tuvieron cinco hijos y criaron a dos primos hermanos. Somos hijos de dictaduras militares». 

A los quince años quiso empezar a trabajar, aunque sus padres estuvieron en contra por ser menor de edad y en su primera experiencia laboral la eligieron como delegada de su sector en la fábrica. Luego del cierre de la planta, afirma que se comprometió con la militancia: «Mi padre decía siempre que lo más importante era ser un militante de la vida y vivir dignamente y comprometidos con la realidad que nos toque a cada uno de nosotros». 

Posteriormente, recuerda lo ocurrido en el velatorio de Ortega Peña: “Después del velorio me detienen y me fichan y luego en mi casa aparecen volantes con nuestros nombres firmado por la “Alianza Anticomunista Argentina”, es decir, el grupo parapolicial ‘Las tres A».

Cuando los detuvieron en noviembre de 1974, Nelfa estaba embarazada de cuatro meses. Tiene certezas de la fecha debido a que su esposo en agosto fue a Tucumán a formar parte de la compañía de Monte (como militante del PRT – ERP). Por lo cual, calculaba la fecha para el 24 de abril, y recuerda la fecha porque era el cumpleaños de su hermana Nora. Con la fecha cumplida comenzó a pedir que la lleven a la maternidad, ya que su bebé tenía que nacer. “Finalmente, después de tanto insistir y exigir, me trasladan a la maternidad de La Plata, donde me suben a una camilla y me esposan de los pies y manos. Allí me tuvieron tres días. El 17 de mayo de 1975 me trasladan al quirófano de urgencia porque el médico dijo que no se escuchaban latidos. Víctor Benjamín nació a las 12. No recuerdo el nombre del médico y del pediatra que me asistieron, pero ese pediatra hoy engrosa la lista de los 30 mil desaparecidos”. Nelfa y su hijo estuvieron internados 12 días en La Plata y pudo recibir las visitas de su madre, su hermana Nora y es donde vio por última vez a su hermano Omar, que fue con sus sobrinas y le dijo: “Creo que va a ser la última vez que te vea, no puedo ir a visitarte a la cárcel”. 

Nelfa estuvo detenida desde 1974 hasta principios de 1983. Pero su liberación no le dio libertad ya que la siguieron persiguiendo y amenazando. A los tres días publican en los medios que se había ido en libertad a Europa y un auto sin identificación llega a su casa y le dicen a su padre que se la tienen que llevar por orden del Ministerio del Interior, quien responde: “De esta casa no se van a llevar a ningún hijo más mío, van a pasar sobre mi cadáver, pero no se la van a llevar”. Luego volvieron con una citación y el juez Gabrieli la interrogó y amenazó, le dice que tiene 48 horas para buscar el acta de defunción de Víctor Manuel Taboada al juzgado 2 de La Plata y Nelfa le preguntó: “¿Dónde está el cadáver?» a lo que le el juez le respondió: “Ah, no sé, búsquelo”. Ante su insistencia, el juez le repite: “Recuerde lo que le dije, usted tiene a su hermano aún preso en Rawson, a su hijo, a sus padres. Esta es la orden y tiene 48 horas”. 

 

La jornada continuó con la declaración de Silvia Negro, quien también estuvo embarazada al momento de su detención. “En la madrugada del 14 al 15 de 1974 fuimos detenidas por un grupo civil que se autodenominó la Triple A”. Los otros detenidos ese día en Lanús fueron Carlos Tacchela, Alfredo Manachian y su esposa y Roberto Omar Leonardo (su compañero y padre de su hijo). 

En el Pozo de Banfield recuerda haber escuchado a Víctor Taboada quejándose y cuando no lo escuchó más supo que había muerto. Sin embargo, en los diarios informaron que había caído en un enfrentamiento.

Negro siguió el circuito de detención y estuvo detenida como una «presa legal». En 1976 la trasladaron a Villa Devoto. En noviembre de 1976 declaró ante Amnistía Internacional sobre la ilegalidad del proceso de detención y en 1977 fue liberada. Su declaración concluyó: «Todos los hechos de mi vida fueron contados por eventos políticos. Han pasado 48 años desde la vez que nos detuvieron y han pasado 20 años desde la CONADEP. Quizás en algún momento todo esto tenga una resolución. Muchos ya no están, para nosotros es importante que exista la justicia porque hasta ahora no hay demasiado. Si bien he declarado muchas veces no hay una resolución sobre los hechos». Posteriormente, exhibe una foto de segundo año de la secundaria de su compañero, Roberto Leonardo, junto con un compañero jugando al ajedrez. Dice que ese compañero vive en Ituzaingó e hizo una escuela de ajedrez para niños reivindicando a Roberto quien lo había introducido en el ajedrez.

En último lugar, declaró la nieta restituida María Victoria Moyano Artigas, hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano. Quienes habían sido detenidos y torturados en Uruguay cuando comenzó la dictadura en el país vecino, por lo que debieron exiliarse a la Argentina. Relata lo que le contaron sobre la vida de su familia y los posteriores secuestros de sus padres y su abuela, en 1975, cuando estuvieron tres días en la Brigada de San Justo. “La detención de mis padres fue parte de un operativo en conjunto entre Uruguay y Argentina, que se denominó «Operativo Dragón donde cayeron 21 militantes del MNLN y cinco del ERP”. 

«Todo lo que estoy contando no es porque lo haya vivido sino porque lo investigué. Porque es lo que nos tocó hacer a las víctimas, investigar para poder pedir justicia» y continúa: “Quiero destacar que, para llegar a San Justo, a la desaparición de mis padres, hubo una persecución política, hubo desapariciones y tortura. Esto no comenzó en el 76, yo tengo conocimiento que como mínimo empezó en el 74 en San Justo, pero también en el 75 y ahí es el primer secuestro de mis padres”. Fueron liberados y en diciembre de 1977 vuelven a secuestrarlos. Moyano Artigas afirma que sus padres hicieron el Circuito Camps. “Mi madre estaba embarazada de mí, pero no lo sabía. Desarrolla todo el embarazo en una situación de tortura permanente hasta que llega al Pozo de Banfield”. El día que secuestraron a sus padres habían secuestrado a más de veinte militantes que fueron llevados todos al Pozo de Banfield, pero con el pasar del tiempo los trasladaron a otros lugares. Su madre permaneció allí dando curso a su embarazo. Le contaron que en el Pozo de Banfield su mamá fue una persona muy solidaria. “Diego Barreda me contó que mi mamá le hizo con una frazada un poncho y que fue su único abrigo durante ochenta días. Ese poncho lo entregó en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo con una carta diciendo que esa era la solidaridad que se expresaba en el Pozo”.

Adriana (Calvo) quien compartió cautiverio con su madre le contó que ella le cantaba todo el tiempo pero que quedó muy triste cuando trasladaron a su padre. Sabía que María Asunción estaba embarazada pero nunca pudo saber de su nacimiento porque había sido trasladado antes. “En esas condiciones terribles, lo que sé de mi madre y de mi padre me da mucho orgullo”.

María Victoria nació el 25 de agosto de 1978: “La llevaron a mi madre a una enfermería y me tuvo ahí. Adriana me contó que nací a las 12.30 del mediodía, a mi madre no le permitían darme el pecho, pero me lo dio igual”, y quien firma su partida de nacimiento es el médico Vidal (al igual que la de Paula Logares, otra nieta restituida). Continúa: “Mi madre, después del nacimiento, le empezó a contar a todos los detenidos cómo era yo para que, si alguno salía, me buscara y le contara a mi abuela cómo era yo, que iba a estar en la Casa Cuna”. Estuvo ocho horas con su mamá, que le dio el pecho y volvió a su celda sin su hija. Cuenta que el Comisario de San Justo, Oscar Penna la regaló a su hermano, quien muere un año después, y a su cuñada: “Lo más perverso es que la figura paterna era el torturador Oscar Penna, el jefe de la Brigada de San Justo, que había controlado el embarazo y el secuestro de mis padres”. Y denuncia: “Si pensamos el juicio solo en lo que puede ser la conducta del Pozo de Banfield, no vamos a hacer ni mucha justicia ni mucha verdad. Por eso planteo (investigar) toda la persecución desde el 75, el Plan Cóndor y llegada a Banfield. Es todo un trayecto donde intervienen de manera conjunta diferentes centros clandestinos”. Este es el quinto juicio en el que declara y advierte sobre la dispersión de las diferentes causas que no son tomadas como parte de un plan sistemático.

La próxima audiencia se realizará el martes 23 de agosto a las 8.30.