Nueva edición de la Feria Migra

Nueva edición de la Feria Migra

Realizada en el Parque de la Estación, se erigió una vez más como un espacio libre y gratuito de intercambio y conocimiento para las pequeñas editoriales y el público. Entre otras piezas ineludibles se pudieron observar afiches en torno a las muertes no contadas de las personas en situación de calle.

La feria de arte impreso Migra, hizo una nueva parada en el Parque de la Estación, en la calle Juan Domingo Perón 3326, CABA, entre el viernes y el domingo que coincidió con el Día del Maestro. Mantuvo la entrada libre y gratuita de ediciones anteriores y ofreció talleres diferentes, como el de xilografía y montaje, presentaciones, shows en vivo y pasillos llenos de arte impreso. Se pudieron encontrar libros de artistas, publicaciones en distintos formatos, que incluyen desde libros de texto o fotografía de menos de cinco centímetros, hasta grandes afiches de alrededor de un metro, placas metálicas con animales, grabados, serigrafías en remeras, bolsos de tela, lienzos, vasos y cuadros de ilustraciones.

Migra es un colectivo porteño de artistas, con un enfoque inclusivo y de apoyo a las minorías disidentes. En sus redes indica que el colectivo surge a partir de la necesidad de generar un espacio comunitario de contención y apoyo que permita representar y visibilizar a proyectos emergentes dentro del panorama de las publicaciones, las artes visuales y la fotografía. La feria surgió en junio de 2018, organizada por Revista Balam, una publicación de fotografía contemporánea del grupo, creada como una forma de buscar un espacio por fuera de las librerías y museos, desde una perspectiva novedosa con estética propia. 

Para cada feria se realiza una convocatoria abierta en donde participan artistas y proyectos editoriales de Argentina y distintos países de la región. En la última edición, participaron más de 200 editoriales y proyectos independientes locales, de Chile, Brasil, Ecuador, Uruguay y México. Es el caso de Microeditorial, de Rancagua (Chile), por primera vez en Argentina con un catálogo disponible con variedad de fanzines y dibujos. También la editorial Recodo Press llegó a Buenos Aires desde Quito (Ecuador) con libros y fanzines realizados en su taller mediante el sistema de impresión digital de risografía. Desde la ciudad de Corrientes, el proyecto Neike mostró grandes afiches de colores, con notas sobre cultura popular, lenguaje y payecitos. Al pasar te regalaban stickers, uno dice: “Magia y chamamé”, el otro “Añeteguáva, del guaraní, que significa “lo real, verdadero”. 

También estuvo la revista y editorial artesanal Tóxicxs, que invita a leer narrativa, ensayo, y sus artbooks realizados en Santiago del Estero.

Los coordinadores señalan que es una feria temática para visibilizar y dar a conocer los distintos proyectos que se especializan en el arte impreso como práctica desde el hacer, donde se crea un espacio público para reunir a personas que entienden el arte impreso como una forma de vida. Se propone como un lugar de intercambio y conocimiento para los feriantes y el público. Afirman que la idea es migrar hacia las comunidades, incentivando y siendo un ámbito de intercambio, producción y representación cultural.

Durante los tres días se pudieron observar afiches realizados por No Tan Distintes y Serigrafistas Queer, en torno a las muertes no contadas de las personas en situación de calle. Serigrafistas queer es un «no grupo» que trabaja desde el año 2007, realizando encuentros todos los años, en los que se discuten consignas y se arman plantillas para realizar impresiones para las marchas del Orgullo LGBTTTIQ+ y la protesta feminista. A finales de 2019, Serigrafistas queer lanzó su primer proyecto editorial, Papel Cuis, con el poemario Me quedé en Karina, de Karina Pintarelli, cuya presentación de la reedición se realizó en la feria. Pintarelli es la primera persona trans en obtener un reconocimiento del Estado nacional debido a la persecución y las torturas que sufrió durante la última dictadura cívico-militar, lo que constituye un precedente fundamental para todo el colectivo travesti trans del país. No Tan Distintes es una organización social, política y transfeminista conformada mujeres LGTBIQ+ que están o estuvieron en situación de calle. Se dedican a acompañar y a construir redes materiales y afectivas, proyectos colectivos y autogestivos.

También se destaca el trabajo del grupo Act Up Argentina, que el sábado brindó una charla sobre la situación precarizada de las personas con VIH que no pueden acceder a condiciones básicas habitacionales, laborales, económicas, en la sala de la biblioteca del Parque de La Estación. Los carteles realizados por el grupo se encontraban a lo largo de la feria en diversos lugares. Con un fondo negro y un triángulo rosa flúo, señalaban la igualdad entre distintas palabras como estigma, racismo, transfobia, criminalización y muerte. Realizaron una performance en vivo con lecturas para luego dialogar con el público. Además, crearon murales realizados en presente continuo donde se invitaba a los participantes a compartir sobre el papel los estigmas propios sufridos. Act Up Argentina es un movimiento global, activista performático, abierto para todos los géneros y edades, con una mirada atenta a la crisis política del VIH. 

Los cierres fueron a pura música de la mano de Violeta Castillo y Sylvia Pop. La feria mostró el nivel de producción cada vez mayor de las pequeñas editoriales, abriendo la posibilidad del intercambio y conocimiento, tanto con el público como entre los grupos y colectivos que nuevamente eligieron el Parque de la Estación en Almagro.

«Un idioma maricón»

«Un idioma maricón»

El carrilche nació hacia 1940 entre la comunidad travesti como un argot para poder hablar entre los miembros de la comunidad en medio de situaciones de peligro y sin que la policía entienda. Aquí su historia.

María Belén Correa, en la Marcha de la Memoria Trans.

“Hablamos idioma maricón. Hablamos carrilche”, dice la activista María Belén Correa, fundadora del Archivo de la Memoria Trans. El carrilche significa marica y es el argot que nació en la década de 1940 como mecanismo de defensa de la comunidad ante la policía y los presos. En ese entonces, existían ciertas figuras legales que servían como forma de control y represión estatal. Hacerse visible ante la persona equivocada implicaba terminar en la Estancia -la cárcel de Devoto-, donde permanecían de 15 a 120 días, reencontrándose.

 

Cuma doda la sidilcre

 Los testimonios de Malva Solís en la película Con nombre de flor y la revista El Teje dan cuenta de la resistencia del colectivo travesti trans frente a la violencia policial, y de los lazos intracomunitarios. Solís se encontraba en la cárcel cuando las hermanas Arveja- Florián y Orquídea-, atendieron la urgencia de inventar palabras para usar en la calle ante la caza. En este contexto, surgieron los términos fundamentales para su supervivencia, como doda (cuidado) o sidilcre (policía), y también aquellos que denotaban pertenencia como cuma (maricón). Estos se cristalizarían en fórmulas como “cuma doda la sidilcre” (maricón,  cuidado la policía).

“Nosotras hacemos visible a Malva porque fue la última que podía hablar el carrilche original. Ella dejó testimonio de ese argot con un diccionario. Hay algunas palabras que pueden utilizarse hoy, pero no todas están en uso. Ninguna de las personas que hoy hablamos el carrilche de los 90’ utilizamos el carrilche original de los 40”, dice María Belén.

            Daniel Busato, director de la compañía de teatro Kumas de Sitges, reflexiona acerca  de la actualidad: “Se utilizan ciertas palabras en tono gracioso, pero la realidad del carrilche es otra: solamente que las personas que lo hablan se enteren de lo que están hablando sin que un tercero o cuarto -en su origen la policía o carceleros-, se enteraran de qué era lo que estábamos hablando”.

             A través del tiempo y con la creatividad de la comunidad, el carrilche fue mutando: se amplió, degeneró, algunas palabras se olvidaron y otras se sumaron. No en todo el país se hablaba igual; por ejemplo la gente de Santiago del Estero hablaba diferente que la del Río de la Plata. Pero también se nutrió de otros argots, ya que se trataba de un método de defensa existente en distintos países, sin tener conexión entre las personas. “En Estados Unidos te decían si conocías a Dorothy para saber si eras gay. En Brasil se hablaba abogó y, en Perú, lóxoro”, menciona Correa.

Mucho chongo

            Hacia finales de las décadas de 1980 y 1990’, las únicas personas que seguían hablando carrilche eran quienes se relacionaban con el espectáculo. Esto se debe a que las personas que estaban en la calle ya no lo utilizaban de la misma forma. “Desde que lo adopté, lo utilizamos en los camerinos”, cuenta Daniel. El carrilche se utilizó entonces para que los strippers o iluminadores no entendieran lo que hablaban. María Belén comenta: “Al cambiar las leyes, las mismas personas dejaron de utilizarlo para el cometido y empezó a usarse de manera social: un idioma distinto”.

Las vedettes comenzaron a escuchar las palabras de sus amistades que las peinaban o maquillaban. Si tenían buena relación, se les enseñaban los términos. En ese marco, se viralizó un audio de Moria Casán donde decía “mucho chongo” y hoy todo el mundo sabe lo que es. En este marco, María Belén afirma que “las pocas palabras que se han popularizado fueron utilizadas correctamente. Pero fue un error porque fueron palabras que ya no pudimos usar”.

            Hay debates que tienden a negar al lenguaje como campo de disputa por los sentidos, tierra fértil para la resistencia y la trasgresión, pero ante la violencia de la norma, la lengua insiste y deja huellas identitarias. En este sentido, Correa reflexiona: “La persona que habla carrilche tiene una historia de vida mucho más fuerte que una persona que no lo habla. Era un método de defensa que algunas pocas podemos seguir manteniendo. Fue una forma de pertenecer, la llave para poder ser del grupo. Saber carrilche era poder estar en la conversación, ser parte de. En aquellos tiempos, se vivía con bastante soledad y vos eras parte de un grupo, te hacía pertenecer a algo, a una familia: nos entendíamos y hablábamos el mismo idioma”.

 

Teatro como en la cancha

Teatro como en la cancha

«¿Quién dijo que la H es muda?» es una obra de teatro que cuenta la historia de Huracán en medio de un clima propio del estadio Tomás Adolfo Ducó. La pasión, la herencia familiar, la alegría y la tristeza atraviesan un relato unipersonal.

¿Quién dijo que la H es muda?, una obra de teatro unipersonal dirigida por Antonio Célico y actuada por Fernando Álvarez relata, con mucha pasión, la historia de Huracán.

Con la misma sensación de ir a la cancha, pero en esta ocasión en una sala de teatro, se espera por el comienzo de obra, entre debates sobre la actualidad del club, la formación del equipo, el desempeño del torneo y hasta reflexiones políticas. De pronto, comienzan a sonar las canciones con las que ingresa el equipo quemero al Estadio Tomás Adolfo Ducó. 

Un recorrido mítico que comienza con su nacimiento aquel 25 de mayo de 1903 que, como cuenta el “Loco”, ocurre cuando unos jóvenes de Nueva Pompeya fundan un club de fútbol con un polémico nombre, “Verde esperanza no pierde” o “Verde esperanza y no se pierde”. Este grupo se dirigió hacia una librería para comprar un sello de goma con ese nombre pero, al ser muy largo, el librero italiano les recomendó que sea uno más corto. Así nace, por un almanaque en la pared, el nombre “El Huracán”. Tal vez por un error, o por el vocablo italiano del librero, faltaba la letra “H”. 

Pero la historia sigue y también los apodos, por qué “El Globo”, o “Quemeros”, son algunas de las tantas anécdotas que distinguen al relato.  En este repaso por la historia del Club también sonaron nombres de grandes jugadores que vistieron la camiseta y se convirtieron en ídolos de Huracán, como Herminio Masantonio, Miguel Brindisi, Omar Larrosa y Guillermo Stabile. 

En ese ida y vuelta con el público, que de a ratos canta junto al protagonistas canciones del Globo, sonó “Soy quemero en las buenas y en las malas”, para destacar aquellos torneos y campeonatos obtenidos, pero también la presencia de la tristeza que genera el descenso. 

La rivalidad con San Lorenzo, Boca, River, Racing e Independiente, particularmente con el clásico y las chicanas futboleras no faltan. Sobre todo, al recordar cuál de los dos fue el primero en irse a la B.

La obra de teatro toca también el tema de la herencia futbolera y la unión familiar. En estos lazos, se traspasa la pasión desde el “Loco Álvarez” hacia su sobrino, Miguelito quien nació en la maternidad del Sardá en Parque Patricios. A la familia los une la pasión por el Globo. 

Al finalizar el espectáculo, y en diálogo con ANCCOM, Gustavo que hace 47 años que es hincha de Huracán, destacó el recorrido que hace la obra por la historia del club: “Tengo los ojos llorosos porque es un repaso por la historia, los buenos y malos momentos, que lamentablemente han sido más los malos, pero el amor por los colores es más fuerte”. 

El actor Fernando Álvarez, hizo hincapié en tres puntos centrales de la obra: la memoria, la familia y la globalización. “Nosotros somos historia y dentro de esa historia no hay que olvidar todo lo que pasó con las dictaduras. Justo Huracán tuvo momentos en su historia que fueron en el 73 cuando vuelve Perón, que hace caer la dictadura de Lanusse; y en el 76 con el horror que vivimos”, señaló.

En cuanto a la familia mencionó que “es una mirada diferente, desde la herencia, acá no se habla si se quiere o no a los padres, a los hijos o a los nietos, lo que sabemos es que todos tenemos que ser de Huracán. Es una herencia futbolística, es el amor y la pasión”. Por último, cuestionó que “ahora todo es Boca o River, porque los equipos más chicos no tienen plata, no pueden armar equipos competitivos”.

¿Quién dijo que la H es muda?, es una obra de teatro diferente, que llama aquellos que tienen alma futbolera y les gusta la historia. Estará en cartelera durante el mes de agosto los juves a las 20.30 y los domingos a las 18.00 en el Teatro Azul. Mientras que en septiembre la función de los domingos pasará a las 15.30. Si juega Huracán, obviamente, la función se suspende.

El arte como herramienta de memoria

El arte como herramienta de memoria

La inauguración de MURO, la obra de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández, dan continuidad al proyecto «La violencia en el espacio, que investiga sobre el impacto urbanístico de las dictaduras.

Con la inauguración de la obra “MURO” de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández y la proyección de “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” el pasado 6 de agosto la plataforma La Violencia en el Espacio, ubicada en el Edificio Familiares del Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex-ESMA), continuó con su tarea de plantear una revisión crítica de proyectos territoriales y urbanos emprendidos durante las últimas dictaduras cívico-militares de Argentina y países de la región que transformaron las formas de pensar y habitar los espacios.

Carlos Salamanca Villamizar, coordinador del proyecto, explicó que esta plataforma “comenzó en 2018 con una exposición itinerante que se llamó ‘La Violencia en el Espacio’ y que se inauguró en Rosario, que se propuso pensar de qué manera la última dictadura cívico militar intentó modificar la sociedad a través de la transformación de los territorios. Nuestra propuesta de trabajo es analizar esa dimensión espacial y tomar por cierto y literal que cuando [Jorge Rafael] Videla dijo ‘vamos a emprender un proceso de reorganización nacional’ en realidad era de reorganización espacial. De alguna manera, se reconfigura la ciudad, las zonas de frontera, estableciendo relaciones de exilio y segregación que configuran el presente de nuestras ciudades y regiones”.

En la inauguración de MURO se proyectó “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá”.

Desnaturalizar los espacios

“MURO” es un proyecto colaborativo compuesto por obras de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández. Se inauguró en esta jornada con una sala repleta de asistentes y en el marco de una conferencia en la que los artistas y organizadores reflexionaron sobre la importancia de esta creación.

A la característica frialdad de la arquitectura del edificio de la Ex-ESMA, la compensaba la calidez de los guías al recibir a los invitados. Las paredes lisas de cemento no se veían  impasibles porque esta vez las cubrían figuras de extraños humanoides que rompían con la quietud característica del lugar. Estos personajes precisamente son los protagonistas de las diez obras que componen la intervención artística “MURO”: cinco elaboradas por el dibujante Martínez Salas y otras cinco creadas por el pintor Chillemi Fernández.

Las primeras palabras del evento fueron las de Salamanca Villamizar, arquitecto con doctorado en Antropología e investigador, quien relató que la idea de esta obra surgió a partir de una visita de estos artistas a la plataforma “La Violencia en el Espacio”. Aquel encuentro fue el puntapié que despertó recuerdos de vivencias propias de los artistas y reflexiones acerca de las distintas modalidades de violencia socio-espacial, que ya venían trabajando y problematizando en sus obras. Finalmente, estas inquietudes dieron lugar a este proyecto que se viene gestando desde hace más de un año, donde Chillemi y Martínez profundizaron en la problemática, indagando en cómo lo habitamos y en cómo éste nos habita de cierta manera. El arte como motor de transformación y reflexión sobre la coyuntura social.

 En la mesa principal, junto a Salamanca y los artistas, se encontraban Tomás Crowder-Taraborrelli, doctorado en Español y Portugués en la Universidad de Irvine; y Kristi M. Wilson, profesora afiliada en Humanidades en la Soka University of America. Ambos habían sido invitados a la inauguración por sus trabajos vinculados a los estudios latinoamericanos. Wilson compartió un recorrido por los espacios de memoria que se encuentran alrededor del mundo: el 9/11 National Memorial, el Complejo Auschwitz, los parques de Memoria en Nagasaki e Hiroshima y el Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex-Esma. “Son archivos en sitios (…) considerados por la UNESCO como museos vivos de la memoria. Terrenos políticos contra amnésicos en los que la política cultural en curso busca empuñar las lagunas en el conocimiento de la gente, de modo en que los recuerdos recuperados puedan permanecer críticamente inquietantes”, explicó la docente e investigadora. “Críticamente inquietantes” son las palabras que ella utiliza para describir las obras de Sebastián Chillemi y Luis Martinez, quienes amalgamaron a través de su intervención artística la memoria institucional con la memoria pública.

A continuación, Tomás Crowder-Taraborrelli reflexionó sobre las causas más estructurales de la violencia que se da en los espacios. “Esto se puede ver en la obra de Sebastián, la concentración del capital en pocas manos, compañías que se convierten en grandes monopolios de los medios de producción y se lanzan a la colonización de nuestras vidas”, afirmó Taraborrelli. Además, destacó la promoción del rol activo del arte en la ciudadanía, frente a la violencia, la opresión y el genocidio político, social y económico. “La exhibición intenta insertarnos nuevamente en una práctica humanitaria que se opone a una extractivista, la de la muerte. Y la vida recupera su valor”, concluyó el investigador.

 Martínez compartió la lectura de un poema que escribió en su croquera a puño y letra:

 

MURO:

El lugar, el límite, mi casa, mi caja, mi cuerpo, mi espacio, mi refugio.

Un lugar, un lugar que habito, me habita, nos habita.

Un territorio, un cuerpo, un paisaje;

sujeto, sujetos, cerrados y encerrados.

El abrir por descubrir un adentro, un afuera, un hogar, una comunidad.

Cajitas, casitas.

 “Encontré estos personajes encerrados en una especie de figura geométrica, en una tensión constante con el espacio entendido como un lugar límite. De ahí viene ‘MURO’”, explicó Martínez, artista galardonado oriundo de la Ciudad de Valparaíso, que reside en Buenos Aires desde 2005. Su propuesta es una mirada crítica al modo de vivir en espacios reducidos y la manera en que deforman, moldean, asfixian, deterioran y reducen la calidad de vida del ser humano llevándolos a una degradación corporal orgánica. Su obra nos invita a reflexionar sobre la invasión de la violencia y las vivencias en los cuerpos pero también en los vínculos, la psiquis y las emociones. “Nos transformamos de a poco, lentamente”, afirmó el artista chileno.

Para Sebastián Chillemi: “Estamos en este lugar con mucha carga, con todo lo que implica”. Sus obras expresan un clima social en el que los trabajadores se ven con los cuerpos amoldados a su función en las fábricas: chimeneas, tuberías, engranajes y la presencia de estos personajes “autómatas” dan cuenta de un contexto industrial dictatorial caracterizado por vidas monótonas. El artista complementa al mundo obrero y autoritario con un rojo vibrante que se lleva todas las miradas. “La obra me pedía rojo”, confesó Chillemi, que se dedica al oficio del dibujo hace 33 años.

Lo interesante de la intervención es que ambos artistas dialogan de diferente manera con la plataforma; con los mismos materiales, la tela cruda, que da la impresión de estar pintando en la pared, en el MURO. Martínez representa al espacio casi de manera literal, con trazos y figuras geométricas que moldean esos cuerpos biotécnicos tullidos, asfixiados, quietos que luchan por dar una bocanada de aire. Chillemi, por su parte, crea un mundo que podría ser la cotidianeidad actual de muchos trabajadores: estancados en un espacio y contexto que no pueden modificar, en vidas predestinadas al trabajo forzoso, la obediencia y la muerte.

El conjunto de obras interpela al espectador invitando a que se cuestione acerca de los espacios que circula y cómo los circula. Proponen pausar al menos por un momento la automaticidad con la que vivimos, detenernos a observar lo que nos rodea, desnaturalizar e interrogar las políticas espaciales que estructuran los sitios que habitamos.

“Si podemos dejar algo muy pequeño en cada uno de ustedes y que esto continúe cuando nosotros no estemos es un gran logro”, concluyó Chillemi.

La exposición MURO, es una muestra itinerante en la plataforma “La Violencia en el Espacio. “ Los días y horarios de visita están disponibles en @/violenciaenelespacio

Despojos, violencia y memoria

 

Durante la misma jornada, se proyectó el documental “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” que reconstruye la historia más triste de Colombia; visibilizando todas las maneras de violencias contra las personas y contra la tierra en Nueva Colonia, municipio de Turbo, Urabá antioqueño en la década del ochenta, provocando la desaparición forzosa de indígenas y la destrucción ambiental.

Carlos Salamanca Villamizar inauguró la exhibición con la presentación del informe final de la Comisión de Verdad de Colombia y Forensic Architecture. Las proyección cuenta con testimonios de personas que sufrieron el despojo de sus tierras; realizando una reconstrucción de los lugares específicos y de la memoria de la violencia impartida por grupos paramilitares, grupos de narcotráfico y violencia por parte del Estado a través de los medios de control y seguridad que vulneraron los derechos de los ciudadanos.

Oscar Pedraza, uno de los investigadores de la Comisión de la Verdad expresó la importancia de visibilizar las distintas formas de violencia del país: “En 2019 hicimos este proyecto sobre la desaparición forzada, la violencia de la guerra y sus diferentes formas, en la geografía y sus pueblos indígenas. Aquí, se observa cómo se realizó el despojo de tierras y los recorridos de la relación entre empresas de bananas trasnacionales y colombianas, intereses estatales y las tensiones con campesinos: una articulación de alianzas entre empresarios y paramilitares para controlar la tierra por especulación financiera”.

Salamanca planteó que, desde que llegó al edificio y se convirtió en un gran promotor de la plataforma “La violencia en el espacio”, comenzó a trabajar con colegas de Chile para pensar cómo es esa expresión de lo espacial, el autoritarismo y la dictadura de Augusto Pinochet. Y que más recientemente empezó a trabajar con colegas de Colombia para tratar de pensar la misma problemática en ese contexto. “Naturalmente, las preguntas pueden ser similares pero los contextos pueden ser muy distintos y requieren de un proceso de elaboración teórica, conceptual y metodológica importante. En eso trabajamos. En ese marco, desde el año pasado cuando conocimos las huellas de la desaparición, promovida por la Comisión de Verdad de Colombia y el Equipo Internacional de Arquitectura, se fijó un acuerdo con este estudio de investigación para dar cuenta de cómo son estas violencias y los efectos que puede tener para la región”, expresó.

Carlos Beristain, del Comisionado de la Verdad de Colombia, enfatizó sobre la importancia de que los testimonios de las violencias salgan a la luz. “En Urabá se consolidó un proyecto paramilitar, las víctimas expresaron el dolor que esto produjo y contaron a la comisión cómo el empresariado financia a los grupos, la acumulación de tierra y los despojos, las zonas para lavar dinero y libre salida narco a diferentes países. Por eso, es importante el valor de campesinos y juezas para contar sus vivencias, silencios y el exilio. La clave para entender lo ocurrido en Colombia es el testimonio de las víctimas. Así se presentó el informe como aporte para pensar la humanidad rindiendo cuentas sobre el pasado. Un informe que es la voz de la sociedad, plural, que da cuenta de muchas formas en que la violencia en estos 50 años afectó las ciudades, regiones, poblaciones y comunidades de diferente manera Y a la naturaleza y el medio ambiente también como víctimas de esto”, agregó.

Para Salamanca “no solamente las ciudades, el medioambiente, los espacios de diversión, los medios de comunicación y los espacios cotidianos fueron marcados por el autoritarismo que se expresa en el espacio y con el espacio. No es sólo un escenario en el que suceden cosas, sino que constituye las sociedades”. Y concluyó destacando la importancia de narrar la violencia para llegar a nuevos debates”.

Baek-ku

Baek-ku

Los coreanos argentos cada vez tienen más presencia en la vida cultural del país. Las nuevas generaciones impulsan una movida artística que derrama desde el epicentro Bajo Flores.

La escena musical fue sacudida en 2012 cuando el rapero surcoreano PSY lanzó Gangnam Style, que rompió récords y se ubicó como el video más visto en la historia de YouTube por dos años consecutivos. A partir de ese momento, el K-pop comenzó a tomar notoriedad a lo largo y ancho del planeta. Hoy, la cara visible del género es BTS, quien lidera los charts y reúne millones de reproducciones en plataformas de streaming. Este fenómeno tiene un nombre, Hallyu u ola coreana, pero no se limita a la música. En 2020, Parasite, del coreano Bong Joon-ho, se convirtió en el primer film asiático en conseguir el premio a mejor película en los Oscar. Su director subió al escenario del Teatro Dolby y, en coreano, animó a la industria y espectadores a romper la barrera de los subtítulos y consumir más películas de habla no inglesa. Algo similar ocurrió en la pantalla chica, cuando El Juego del Calamar, serie coreana original de Netflix, se convirtió en la más vista de la historia de la plataforma, incluso sin mucha promoción. Este auge no es casual, ni obra del destino. Al contrario, no es más que el resultado de un plan ideado minuciosamente y puesto en marcha hace ya varios años por el gobierno de Corea del Sur. Gabriel Pressello, gestor del Centro Cultural Coreano (CCC) en Buenos Aires, explica que “Corea trabaja desde hace varias décadas en expandir su industria cultural. El auge es consecuencia de un trabajo y una política sostenida en el tiempo”.

Ahora bien, el Hallyu, la ola coreana ¿ha alcanzado a la Argentina?

Coreanos argentos

La comunidad coreana en Argentina supera los 20.000 habitantes, según la Cancillería, y aunque es bastante menor a muchas otras, concentra una gran colectividad. La inmigración comenzó oficialmente en la década del 60, cuando 13 familias se instalaron en la provincia de Río Negro, convirtiéndose así en los primeros inmigrantes coreanos en asentarse en nuestro país. Sin embargo, el mayor flujo migratorio se produjo veinte años después, en la década del 80, momento en el que Corea del Sur atravesaba una dictadura, por lo que muchos de sus ciudadanos se vieron obligados a emigrar en busca de mejores condiciones. 

La mayor cantidad de coreanos se volcó a la industrial textil y se concentró en el barrio de Flores. Baek-ku, el barrio coreano de Flores que se extiende sobre avenida Carabobo, entre Eva Perón y Castañares, es hoy en día el corazón de Corea en Buenos Aires. Allí se puede observar la convivencia de ambas culturas, con carteles en letras coreanas que indican los negocios de origen oriental, mezclados con locales argentinos típicos de la Ciudad porteña. El barrio coreano alberga, además de los restaurantes asiáticos, el Instituto Coreano Argentino e iglesias y templos coreanos. Baek-ku, 109 en coreano, y bautizado así por la línea de colectivos que llegaba a esa zona, combina la vida diaria de dos culturas muy opuestas, pero que viven en armonía hace ya varias décadas. 

El libro Coreanos Argentos, del argentino Ricardo Mosso, es la prueba literaria de esta mezcla de culturas. En ese libro, publicado en fines de 2021, logró recopilar las historias de jóvenes de la comunidad coreana en Argentina, que crecieron a la par de ambas culturas. Allí podemos observar la vitalidad que, según el autor, caracteriza a los coreanos, sus ganas de trabajar, emprender y crecer. Pero, sobre todo, la biculturalidad con la que conviven, cómo logran, día a día, combinar ambas culturas sin prescindir de ninguna. 

Cuando el autor comenzó a recopilar todos estos testimonios, desde que se despertó su interés por la comunidad, allá por 2011, el mundo aún guardaba muchos recelos sobre este país. Argentina no era la excepción. Aún hoy, aunque muchas cosas han cambiado, los coreanos deben seguir lidiando con muchos de esos prejuicios. A raíz de esto, Mosso llega a la conclusión de que “son los jóvenes quienes intentan modificar esos supuestos”, aquellos con los que dialoga en este libro. “Al contrario de sus padres o abuelos, se muestran más abiertos y predispuestos a mostrar su cultura”, dice Mosso y sostiene que “a los coreanos les importa mucho el qué dirán, por lo que los jóvenes han tomado la posta en dar a conocer su cultura y así combatir varios de esos prejuicios”.

Mamá de dos culturas

Gloria Lee es una joven argentina empresaria de 32 años, primera generación de argentinos en una familia enteramente coreana, que emigró al país hace ya más de tres décadas. Actualmente se encuentra al frente de Filum, un local de indumentaria mayorista ubicado en el barrio de Flores, sobre la avenida Avellaneda. El nombre Filum, hilo en latín, y el símbolo detrás del negocio, abundancia, según la creencia oriental coreana, no son casuales. «Nosotros, los orientales, decimos que tu nombre es lo que guía tu vida, es muy importante. La cultura (coreana) siento que me dio parte de eso, la sabiduría”, nos cuenta Gloria, en una cafetería del barrio de Flores, donde se comunica con los dueños en coreano y a través de reverencias, propias de la cultura del país asiático. 

Lee no solo es dueña de Filum, sino también quien maneja las redes sociales. Con el correr del tiempo, y especialmente en la pandemia, logró formar una comunidad en internet, sobre todo en Tik Tok. Allí promociona su local de indumentaria y también recomienda productos, algunos de origen coreano. Nos cuenta que a partir del boom de El Juego del Calamar descubrió que las redes buscaban rostros orientales, y ella sacó provecho de esa situación. 

«Ser la primera generación de coreanos en la Argentina me marcó mucho porque costó llegar hasta acá» relata Lee acerca de su día a día con ambas culturas. «Tener descendencia coreana es hermoso, es una cultura milenaria de la que uno siempre aprende. La conexión la fui teniendo de grande. Me costó bastante por la mezcla y diferencia cultural que hay”, continúa. Lee repasa brevemente cómo fue su infancia siendo hija de inmigrantes coreanos y la contrapone con la crianza de su hija de 5 años, llega a la conclusión de que «hoy en día hago cosas que mi mamá nunca hizo, llevar e ir a buscar a mi hija al colegio. A mí me llevaba un remisero o la niñera. Los coreanos son más secos», culmina.

Corea del Sur y Argentina vienen construyendo una relación cada vez más estrecha en el último tiempo. Este 2022 celebran el 60° aniversario de las relaciones bilaterales de ambos países, firmadas en el gobierno de Arturo Frondizi, en febrero de 1962. Bajo este marco, muchos eventos se vienen desplegando desde comienzo de año, impulsados desde la Embajada de Corea y el CCC. Al Festival Hansik, propuesta gastronómica, HAN CINE y el Concurso KPOP Latinoamérica, eventos anuales impulsados por el Centro Cultural Coreano, se suman los propios del 60º aniversario. Durante la última semana de mayo y las primeras de junio, se celebró la semana de Intercambio Cultural Corea – Argentina y se llevó a cabo una iniciativa federal, trasladar el Centro Cultural porteño, ubicado en Retiro, a la provincia de Tucumán. De esta manera, se busca “abrir la posibilidad a conocer otros aspectos de Corea y a fomentar los intercambios entre coreanos y argentinos”, cuenta Presello, gestor del CCC. “La sociedad responde bien, por eso el crecimiento sostenido del interés por la cultura coreana en nuestro país”, finaliza.