¿Se lanza?

¿Se lanza?

Miles de personas se reunieron en el la Ciudad de La Plata, para conmemorar el Día de la Militancia y escuchar a Cristina Fernández de Kirchner, de quien esperan sea la candidata a presidenta en 2023.

Organizaciones sociales, políticas y los sindicatos participaron del acto por el día de la Militancia que se llevó a cabo en el Estadio Diego Armando Maradona de La Plata. El día histórico y la reivindicación del peronismo como lemas entre las banderas a la espera de la principal oradora, Cristina Fernández de Kirchner, en su segunda aparición pública luego del intento de magnicidio

 El 17 de noviembre se conmemora el retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina, luego del destierro iniciado en 1955, tras el primer golpe militar a un gobierno peronista. 

El viaje hacia la Plata comenzó en la Asociación Homero Manzi, ubicado en la intersección de Belgrano y Boedo, donde de a poco, se juntaron militantes de todas las comunas de Capital Federal. Entre ellas Ana, oriunda de Ciudad Evita, que hace 50 años estuvo presente cuando Juan Domingo Perón volvió a Argentina. “No nos dejaban cruzar”, recordó, pues las fuerzas militares habían impedido llegar a Ezeiza por la Richieri. Entonces, decidieron cruzar las aguas del Matanza para poder recibir al líder del peronismo. Esa demostración de compromiso, como otras más, fue la que llevó a que ese día se convierta en el Día de la Militancia.

Hoy, 50 años después, “es por ella (Cristina Fernández de Kirchner)”, mencionó con mucha seguridad, y se unió al cántico de sus compañeros y compañeras, que acompañó todo el viaje hacia La Plata: “Cristina presidenta/Cristina presidenta/Cristina presidenta”. Una vez allí, se unieron a demás organizaciones a la espera del discurso de la vicepresidenta de la Nación, pero no tardaron en hacerse oír otra vez: “Cristina presidenta”. El pedido del pueblo fue claro.

La previa del acto estuvo en manos de Pedro Rosenblat y Julia Mengolini. Por el escenario pasaron diferentes artistas desde la dj Coneja China, freestylers y La Mancha de Rolando. Hasta que pasadas las 19.30, llegó Cristina Fernández de Kirchner. 

En la espera a la principal oradora, Anccom dialogó con diferentes referentes de la política. Lorena Pokoik, ex legisladora porteña por el Frente de Todos, resaltó: “hay una operación clamor de un sector muy importante del movimiento nacional y popular. Esa operación clamor, Cristina 2023, tiene que ver con que es la garante de cómo creemos nosotros que hay que sacar a la Argentina adelante. Entendemos que en un movimiento tan grande y popular como es el peronismo hay matices y diferencias, pero nosotros creemos que la forma de salir adelante es profundizando la distribución de la riqueza”. Y agregó: “Para nosotros ir a un acto con Cristina es ratificar nuestras banderas de una patria justa, libre y soberana. Es ratificar el coraje que se necesita para tomar las medidas necesarias que nos permita pensar en una Argentina feliz para todos y todas. La única garante de eso, la gran líder y de conducción indiscutible del movimiento nacional es Cristina. Por eso este Día de la Militancia es un día particular y que tiene un doble sentido”. 

En sintonía, Julio Marini, intendente de Benito Juárez, resaltó: “Cristina es una persona que gobierna, pero no con tibieza, gobierna con la situación que viven los argentinos y lo siente de esa manera. Confío en Cristina. No veo un político, de cualquier partido, que esté en condiciones de gobernar este país en serio para sacarlo adelante”. Asimismo, opinó que “Cristina tiene capacidad de trabajo, tiene experiencia, ya fue presidenta. Me parece que merece una oportunidad más. Creo que la gente se lo va a dar. Sino la derecha va a terminar vendiendo hasta Vaca Muerta. No nos van a dejar nada”.

A pesar de que el mensaje esperado por quienes acudieron al acto central del Día de la Militancia era Cristina 2023, la vicepresidenta evitó mencionar su candidatura. En los militantes resonó su discurso marcado por críticas a la Justicia y a la oposición. También hizo referencia al atentado que sufrió el 1º de septiembre, remarcó la importancia de tener una política de seguridad e hizo un fuerte énfasis en la cultura del trabajo. 

 Así lo escucharon los y las militantes, como Gladys López de Garín, provincia de Buenos Aires, quien expresó: “fue un discurso esperanzador, con mucha energía para el momento difícil que estamos pasando. Ella va a ser una de las candidatas al 2023. Va a jugar como candidata. A pesar de que no lo dijo, dejó una puerta abierta, como hace siempre, que nos permite darnos alegría”. Y sumó: “Creo que es una referente política con mucha capacidad. Es la única que puede destrabar todos estos conflictos y la problemática que hoy tenemos en la economía. Como dice ella, tenemos que volver a lo que éramos en esos 12 años que pasamos y volver a recuperar a la familia en su hogar, con todas sus necesidades cumplidas a través del trabajo”. 

 

Si bien Cristina Fernández de Kirchner mantuvo hermetismo respecto de su candidatura, su discurso tuvo una fuerte connotación electoral. Por lo cual, militantes políticos, sociales, referentes de derechos humanos, y la sociedad en general esperan que tome carrera hacia el 2023. Pues bajo su conducción política se encolumnan las tres banderas del movimiento más grande del país: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política.

«No es revancha, es amor y dolor»

«No es revancha, es amor y dolor»

El peronismo porteño realizó un acto en Parque Lezama para «cuidar» a Cristina Fernández de Kirchner y solidarizarse con ella tras el atentado del que fue víctima el pasado 1º de septiembre.

Es una concentración anunciada en defensa (de la vida) de Cristina Fernández de Kirchner, pero a la vez hay un clima de recital o estadio de fútbol Con sus banderas de fondo, la multitud agita y aguanta arriba de las gradas del anfiteatro del Parque Lezama, dispuesta en un semicírculo que mira hacia el escenario que está en el centro. A una semana del atentado a su líder, partidos, agrupaciones y autoconvocados peronistas, kirchneristas y de izquierda, se concentran para repudiar el odio con unidad.

El jueves 1 de septiembre pasadas las 21, un hombre llamado Fernando Andrés Sabag Montiel gatilló dos veces en la cara de la vicepresidenta. En el video que se viralizó y que espantó a una gran parte de la población, se ve que justo en el momento en que el arma se acerca a su cara, Cristina se agacha a buscar un ejemplar de Sinceramente que se le había caído. En su declaración confiesa no haberse percatado de lo que pasó en ese momento. Muchos hablaron de un milagro por el que no salió la bala. 

“Cuando vi lo que pasó me angustié, lloré. Me sentí violenta también, que es algo que me sorprendió de mí porque no soy así. Pero la verdad, sentí ganas de romper todo. Y me siento impotente para contrarrestarlo, no encuentro las herramientas”, reflexiona Silvana, subiendo la voz entre los cánticos de la hinchada compañera y los temas de Los Redondos que salen de los parlantes. En su rol como docente ve cierta violencia que se refleja en padres, madres y estudiantes de su escuela. Habla de cierta responsabilidad en el sistema de enseñanza, con una materia como Historia “que no se ve como la historia de la política, entonces los profesores la enseñan como una sucesión de eventos que no tienen lógica, donde no se mencionan las pujas entre los intereses de los distintos sectores”. 

En el escenario, Dora Barrancos se levanta de su silla y toma el micrófono. Describe el atentado bajo la carátula de un intento de “magnifemicidio”, poniendo sobre la mesa que “los odiantes no soportan la calidad de la inteligencia, de las convicciones y del coraje de Cristina”. La socióloga y asesora presidencial hace dos pedidos. El primero a “lo que queda de justicia justa”, con el petitorio de que la investigación “llegue hasta las raíces mismas: no nos van a convencer de que los miembros de un grupo marginal sean los actores principales de esta tentativa”. El segundo, un recado a la unidad de los manifestantes presentes y los simpatizantes de la vicepresidenta al grito de “¡si estamos unidos, las hienas retrocederán!”.  

Lola y Alondra son dos pibas de Mar del Plata. Allá hay manifestaciones, como a la que fueron el viernes, pero comentan que no son tan masivas como las que suceden en CABA o como en la que están hoy. Cuando vieron las imágenes se quedaron duras mirando la pantalla. “Me dio miedo, después me asusté, después me enojé y al otro día fuimos a la plaza”, cuenta Lola. “El aguante allá siempre está, pero es una ciudad que la gobierna la derecha hace años. Es complejo, por eso hay que estar ahí”, explica Alondra.  

Arriba del escenario, Ofelia Fernández, hace alusión a sus jóvenes 22 años, expresando que “lo que pasó el jueves que intentaron asesinar a Cristina, es una excepción en mi vida y en la política que conozco pero no en la historia y menos en la del peronismo”. En medio del debate del “ellos o nosotros”, la legisladora recuerda la movilización del viernes pasado donde “no había revancha, había amor y había dolor”. Y hablando de amor concluye su discurso apenada porque “debe ser realmente desesperante lo que les pasa, porque nadie nunca los va a querer como nosotros la queremos a Cristina, la historia nunca se va a acordar de ellos y eso les debe doler mucho”. Se piantan unos lagrimones en algunos rostros que se disimulan con aplausos. 

El sol ya empieza a bajar. A una mitad de la tribuna le sigue pegando el sol, mientras que la otra se saca los lentes y las gorras para descansar en la sombra. Constantemente dos cosas se atraviesan por los discursos de los dirigentes: el humo de las parrillas y los cantitos peronistas. Ambos cruzan el aire de la plaza, incontenibles. 

Como en todo recital de rock, partido de fútbol o marcha peronista, no falta el merchandising. Accesorios y ropa nacional y popular, librerías itinerantes, manteros con todo para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero compañero. Silvia, así como lo hizo el viernes pasado, vende stickers, pins e imanes a cuatro manos en su puestito frente al escenario. “La rueda del odio se frena con la unidad, es la única que hay, con la lucha en las calles como lo hicimos siempre”, comenta la feriante. 

Gabriela Cerruti abre el acto de cierre. Recibe algunos silbidos contados con los dedos de la mano. La portavoz presidencial se refiere, entre otras cosas, a la cuestión en boca de todos los últimos días. ”A veces siento que le quitamos ideología cuando decimos ‘discursos del odio’. No se trata de una crítica, un insulto o una discusión.  Es un discurso que cree que construye un ‘otro’ que no tiene valores democráticos, con el que no se puede convivir y tiene que ser exterminado de la sociedad. Es profundamente ideológico, un discurso provisto por el neoliberalismo y la ultraderecha, que tiene detrás intereses económicos”. 

 Mariano Recalde cierra el acto con certezas: “Con Cristina hay 2023”. La multitud ovaciona y ahí nomás siguen con el repertorio peronista. Un montón de voces corean “cuánto les falta para entender que no fue magia, nos conduce una mujer”. 

Un grupo de pibes y pibas militantes del Frente Patria Grande van y vienen armando pogos en el medio del anfiteatro. «Vinimos para dar una demostración, como decía Néstor, de conciencia popular frente al odio que se genera en los tiempos que corren», expresa Abril, militante y estudiante de trabajo social, mientras respira después de una tarde de saltar y cantar.    

Una familia tipo con dos hijos de alrededor de 13 y 9 años, se van de la movilización bailando ante una cámara que los transmite en la pantalla. La madre habla por todos: “Tenemos que dejarles un país mejor a nuestros hijos. ¿Y cuál es? Con Cristina”. 

El Gobierno fue a misa

El Gobierno fue a misa

El gabinete nacional, encabezado por el presidente Alberto Fernández, asistió a la Misa por la Paz y la Fraternidad en la Basílica de Luján. La oposición, que estuvo invitada, no asistió. Otro gesto de unidad del oficialismo tras el atentado a la vicepresidenta y una grieta que no se cierra.

Bajo el llamado de la Conferencia Episcopal Argentina a rezar por la paz y la fraternidad entre todos los argentinos y las argentinas, el intendente de Luján Leonardo Boto propuso la búsqueda del diálogo político y a rezar para acabar con la fuerte violencia política que alcanzó su punto máximo en el atentado a la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner.  

Sin militantes ni movilización social a la vista, el acto religioso fue el centro de atención. Se desarrolló en un panorama de muchas expectativas y una convocatoria que llenó la Basílica. Como ya había sido anunciado, la vicepresidenta no asistió al evento religioso, así como tampoco su hijo Máximo Kirchner. A diferencia de Alberto Fernández, que a través del portavoz de la presidencia Gabriela Cerruti, ya había confirmado su asistencia. 

 

Basílica dividida en dos

Desde el mediodía del sábado, la Basílica se dividió en dos entradas. La calle 9 de Julio, al costado del templo, estaba vallada. Por allí entraron los invitados del intendente: Ministros, Diputados, Legisladores y gremialistas. Quienes tenían reservados los primeros lugares. Y por la gran puerta del frente entraban los vecinos, feligreses y militantes que quisieran estar presentes.

En la calle, los turistas y los puestos de santerías seguían el ritmo normal del fin de semana. A unos pocos metros, la UOCRA, único gremio que se hizo presente, levantaba sus banderas. “La misa no sabemos sí es importante o no, la unión es lo principal”, afirmaba Sergio, trabajador que marchaba en esa columna. “Cuando nos convocan, siempre estamos presentes porque lo sentimos de corazón” agregaba Oscar, uno de sus compañeros.

Diez minutos después de las 13, horario pactado para el comienzo de la misa, las puertas del costado se cerraron. Aún no había llegado el presidente Alberto Fernández ante el extrañamiento de los simpatizantes con altas expectativas de saludarlo. Minutos después, el Presidente surgió de otra puerta y se sentó junto a Eduardo Duhalde, Wado De Pedro, Boto y otros ministros y diputados.

La ceremonia

Al cerrarse las puertas de 9 de Julio, los simpatizantes se quedaron detrás de las vallas y presenciaron la misa que se transmitía en vivo en una pantalla mediana afuera del templo. 

Leonor, una señora que se apoyaba en las paredes de la santería oficial de la Basílica, escuchaba atenta las palabras de Jorge Scheinig, arzobispo que presidió el acto. Entre lágrimas, al recordar el hecho vivido por la Vicepresidenta el pasado jueves 1 de septiembre, afirmó: “Espero que Dios y la virgen protejan a Cristina”. 

Las familias abrazadas, rezando en voz baja, repitiendo las palabras de Scheinig y levantando las manos al aire fueron la imagen de éste sábado. 

Tras el pedido por el “saludo de la paz” por parte del arzobispo se generó un clima de unidad: “Desearle al otro que éste lleno, lleno de Dios, nos marca el camino», oró el religioso. Afuera, del otro lado de las paredes del centro espiritual, los espectadores se saludaban unos con otros, chocando los puños y con besos en las mejillas. 

«A los gorilas me gustaría darles la paz» conversaban dos amigas tras el abrazo, remarcando la ausencia de la oposición en el acto. 

Un repudio limitado

Un repudio limitado

La Cámara Baja votó una resolución que condena el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. Hubo que negociar la declaración para que la vote el PRO, cuyos diputados abandonaron el recinto para no participar del debate.

Este sábado Diputados votó en sesión especial el repudio al intento de asesinato a la vicepresidenta de la Nación. El bloque PRO se retiró del recinto tras la insistencia de Cristian Ritondo en tomar la palabra antes que nadie y luego del show de Javier Milei que siguió sus pasos al grito de “casta”, tras polemizar con Cecilia Moreau por el uso del lenguaje inclusivo al dirigirse a ella como “presidente”. Terminadas las actuaciones para la televisión, los legisladores argumentaron los motivos por los cuales se debe defender la paz social y la democracia.

La sesión convocada por el titular del bloque del Frente de Todos (FdT), Germán Martínez, reunió a diputados oficialistas y opositores con el objetivo común de repudiar el atentado producido el pasado jueves por la noche, cuando André Sábag Montiel se abrió paso entre la multitud, apuntó un arma y gatilló dos veces a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sin que, milagrosamente, se disparara la bala.

Hacia las 10:30, Martínez entregó a la prensa el orden del día que sería discutido por los integrantes del cuerpo: “La Cámara de Diputados resuelve expresar su más enérgica condena y repudio al intento de magnicidio cometido contra la actual señora vicepresidenta Cristina Kirchner. Asimismo, expresamos la solidaridad con la vicepresidenta y su familia. A la vez que exigimos una pronta investigación y condena a los responsables. Instamos a toda la dirigencia política, sindical, empresarial y a la sociedad a condenar el atentado perpetrado y a la responsabilidad y compromiso de erradicar la violencia política y los discursos de odio en nuestro país.”

En ese momento, el diputado negó un posible cambio en la redacción del documento, ya que no tenía un direccionamiento político, como había acusado el presidente del bloque del PRO, Cristian Ritondo, unos minutos antes.

 

Conforme pasaba la mañana, los funcionarios que llegaron al recinto se tomaron unos minutos para dar sus testimonios. Entre ellos, Myriam Bergman y Nicolás Del Caño (PTS – FIT Unidad ), quienes calificaron al hecho como un “atentado fascista y de derecha” y declararon tener un texto alternativo propio al proyecto de Resolución. Por otro lado, figuras cómo Javier Milei, de La Libertad Avanza, entraron rápidamente sin dar declaraciones. También se hizo presente el ministro de Justicia, Martin Soria, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti, la titular del INADI Victoria Donda, y organizaciones como El Movimiento Ecumenico por los Derechos Humanos, creado en febrero de 1976, de forma anticipatoria a la última dictadura militar. La más atroz de nuestra historia.

A las 12:50, el tenor Juan Carlos Vasallo entonó el Himno Nacional con moño protocolar y Cecilia Moreau dio inicio a su primera sesión cómo presidenta de la Cámara, convirtiéndose en la primera mujer en la historia en ejercer ese cargo, y muy cerca de su padre, Leopoldo Moreau, quien ocupa una banca también por esas curiosidades del destino político.  

Como primera orden se leyó la Resolución, la cual sufrió alteraciones en comparación al texto original, compartido unas horas antes. Los términos “violencia política” y “discursos de odio» fueron eliminados y reemplazados con la frase “exhortamos a la dirigencia toda y la población a buscar todos los caminos que conduzcan a la paz social”. Seguidamente, el bloque Frente de Izquierda solicitó el permiso de abstención: “El texto leído no contiene todo nuestro pensamiento», declaró Del Caño.

 

Luego de la aprobación de la Resolución, el bloque del PRO abandonó sus sillas ubicadas a la derecha del recinto. Fuera de agenda, Ritondo justificó la salida: “No es la calle ni el recinto el lugar para determinar los culpables de un delito, [sino] es el Poder Judicial, el único que tiene el deber de investigar, juzgar y condenar”.

A su vez, José Luis Espert (Avanza Libertad) tomó la palabra para repudiar la violencia pero también se apartó del tema en cuestión para reclamar que se discutan otros proyectos.»No entiendo por qué la Cámara de Diputados se encuentra sesionando un sábado para tratar un hecho de índole policial que debe ser dilucidado por la justicia”, insistió.

Una vez fuera del recinto y frente a la voluntad de posicionar al atentado como un acto violento aislado, Diego Santilli (PRO) afirmó a ANCCOM que «no podemos seguir teniendo discursos como el que tiene el oficialismo respecto a que lo que sucedió el jueves fue consecuencia de lo que dice una investigación judicial, los medios de comunicación o la oposición. Me parece que eso es todo lo contrario, en vez de ayudar agrava un discurso agrietado, polarizado, de bronca y odio”.

El diputado republicano aseguró que para mejorar el clima social de tensión y violencia, el gobierno debe focalizarse en los problemas del país tales como la pobreza y el desempleo, y culpó al presidente Alberto Fernández en no propiciar consensos, al afirmar que “me hubiera gustado que el presidente hubiera convocado a la oposición, pero no lo hizo”, en referencia a la reunión que Fernández mantuvo el día de ayer con otros dirigentes políticos.

La decisión de la segunda minoría no fue tomada de buena manera por parte de los legisladores. Romina Del Pla (Frente de Izquierda), también declaró a esta agencia que  “El PRO había condicionado desde el primer momento el debate pretendiendo no escuchar ningún comentario o conclusión y no sorprende porque su presidenta, Patricia Bullrich, no ha condenado el ataque, con lo cual de algún modo hay que llamar la atención de que no deja de ser una viabilización del ataque”.

Del Pla comparte la idea de que el atentado es resultado de una campaña de larga data replicada con un objetivo determinado. “Claramente es un hecho extraordinario, por eso la conmoción. Pero no es del todo sorpresivo, en un cuadro de campaña fascistizante, la cual genera un ataque a ciertos sectores que luchan como el movimiento piquetero o hacia sectores del gobierno”, afirmó.

Luego de los comentarios de los presidentes de los distintos bloques e interbloques, el discurso final estuvo a cargo del diputado Germán Martinez, quien rememoró los discursos de odio a lo largo de los años en Argentina y sus consecuencias, y recordó también que  “el amor siempre vence al odio”.

A las 14:30, la sesión especial llegó a su fin, con el pedido de Cecilia Moreau de que “Nunca Más tengamos que sesionar por este tipo de hechos”.

«Habría que fusilarlos a todos»

«Habría que fusilarlos a todos»

La violencia política es parte de nuestra historia desde sus comienzos. El problema es cuando algunas de sus prácticas, como los discursos de odio, son aceptadas y legitimadas. Un viaje al pasado para tratar de entender el presente.

“La violencia política es un elemento constitutivo de la Argentina”, afirma el historiador, docente de la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf) y becario del CONICET, Mario Russo, quien explica que esto tiene su origen en la importancia que tuvo el Ejército como actor político en la formación del Estado Argentino, en su consolidación a fines del siglo XIX y durante gran parte del siglo XX.

Según Russo, las Fuerzas Armadas desarrollaron sus propios criterios institucionales de lo que se entendía por el poder, la democracia y la forma de hacer política, y que tales concepciones todavía pesan en la actualidad. Sin ir más lejos, frases como “habría que fusilarlos a todos” –de la jerga castrense– todavía circulan en la sociedad.

Es fundamental saber quiénes son los actores que han ejercido la violencia política a lo largo de los años, cómo ha ido cambiando y con qué fines. Por ejemplo, no se pueden comparar las primeras revoluciones radicales, impulsadas por un grupo organizado dentro de un partido con el fin político de promover reformas electorales, con el bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955, donde un sector de la Armada ejerció la violencia contra el propio Estado. “Hay que tener en cuenta qué actor social ejerce la violencia y con qué finalidad”, subraya Russo.

Por su parte, Walter Koppmann, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires y becario postdoctoral del CONICET, sitúa el inicio de la violencia política en el país alrededor de 1880 con la persecución y represión estatal al movimiento anarquista.

La utilización de la violencia no tiene una explicación monocausal y siempre depende de qué clase social la ejerza. “Es incomparable la que ejercen los de abajo contra los de arriba, con la de los de arriba contra los de abajo”, señala Koppmann, quien remarca que la clase empresarial en la Argentina, así como en todo el mundo, se vale de los resortes del aparato represivo del Estado y de la presión sobre la opinión pública para generar una legitimación de esa violencia contra el pueblo o, en particular, contra el sector de la clase trabajadora organizada.

Koppmann rememora la Semana Trágica de enero de 1919 como uno de los casos más emblemáticos de esa violencia estatal-empresarial, cuando se reprimió una huelga metalúrgica en el barrio porteño de Nueva Pompeya, que luego se convirtió en un pogromo contra poblaciones judías en los zonas aledañas, en lo que fue una de las peores masacres sufridas por el movimiento obrero argentino.

Para entender la política argentina, asevera Russo, se debe comprender que no se construyó dentro de las instituciones democráticas tradicionales, característica presente en los demás países de América latina. En su lugar, la democracia argentina se piensa “a través del desconocimiento del otro, la negación del adversario y la forma de confrontación directa como un medio válido dentro de las prácticas políticas particulares”, y agrega que estas situaciones se han repetido a lo largo de la historia.

La recurrencia de las prácticas violentas en la política tiene que ver con “la fragilidad de la democracia argentina –dice Russo– de crear instituciones que sean capaces de garantizar y articular las demandas sociales”. Para él, estas fallas del sistema democrático, que “muchas veces no es capaz de articular prácticas institucionales y discursivas con formas intermedias de acción política”, generan estallidos o sucesos particulares de violencia política que, si bien no son legítimos, terminan legitimándose, una vez que suceden, para un sector de la población.

Y esto explica por qué determinados discursos de odio, que se escuchan en la calle, en las redes y en los medios, se trasladan a las formas de acción política directa como algo que es propio del sistema. “Por eso circulan tanto y son tan efectivos: porque son aceptados y legitimados”, concluye Russo.