Vender en la plaza para zafar de la malaria

Vender en la plaza para zafar de la malaria

Los fines de semana, una multitud desborda los límites de la feria en el Parque Los Andes. Son vendedores que buscan intercambiar sus ropas, objetos de cocina, juguetes en desuso o su propias obras de arte para sobrevivir a la durísima crisis de los últimos meses. El miedo a la policía y un gobierno sin empatía.

Enfrente de la estación Lacroze de la línea Urquiza se encuentra el Parque Los Andes, donde una gran cantidad de personas se encuentran en los puestitos de la feria, que ocupa dos de las tres plazas en que se divide el parque para vender sus productos. Pero desde hace un tiempo, la única plaza que se encontraba vacía pasó a llenarse de gente. A los cinco manteros que eran al principio se le sumaron cada vez más y más personas que buscan hacerse unos mangos los fines de semana y feriados, incluso en días nublados y con pronóstico de lluvia como lo es este. Son cientos.

 Algunos se acercan a vender sus ropas que no usan, otros nuevas que quién sabe donde la consiguen, unos ofrecen  juguetes que sus hijos ya no usan, instrumentos para la cocina, golosinas, libros, cuadros, lo que sea que los ayude a tener algún ingreso extra. Y a pesar del frío, familias y amigos se acercan a ver la feria, a comprar algo que necesitan por un precio menor al que lo conseguirían en algún comercio..

En una parte, un poco aislada, se encuentra una mujer mayor. Se llama Juana y alguna vez pudo llevar la vida de una artista, recibida en Bellas Artes. Vendió cuadros a Europa y tuvo la experiencia de vivir afuera. Pero ahora se encuentra sentada en una reposera, a la espera de la llegada de algún cliente. A un costado, una manta con ropa. 

 Hace tres años que viene a tirar manta a la plaza. ‘’Desde que he comenzado hacer la feria no he parado un solo día’’, cuenta. Juana vivía en Parque Chas cuando el alquiler de su departamento subió de un día para el otro y tuvo que mudarse a otro lugar. También hizo que tuviera que venir a la feria a trabajar. ‘’Estoy cansada. Es agobiante esto’’ dice, con el rostro serio. Ahora pasa los fines de semana y feriados en el Parque, desde las siete de la mañana hasta que anochece. 

 Juana ha dejado de pintar. Por un problema económico y de espacio. ‘’Los pintores profesionales necesitan un lugar que sea agradable, que haya luz natural, se necesitan muchas cosas’’ dice. No tiene los medios ni el lugar. ‘’Es complicado ser artista en Argentina’’. 

 Tiene una hija y un hijo, pero cada uno tiene su vida. ‘’No me gusta ser una carga así que me arreglo como puedo’’. Tiene un  tono de voz firme, determinante. El próximo mes va a cumplir setenta años y dice de manera orgullosa que lleva todos los años bien vividos. ‘’Si yo no salgo a buscar el mango, nadie va a golpear a mi puerta a traermelo. Yo tengo una jubilación, porque es mi derecho, porque tengo la edad, porque la luché’’, dice, y hace un silencio.‘’En la vida nada es fácil, y es lo que te enseña’’.

Algo parecido piensa Miriam, quien se encuentra del lado de la calle Corrientes, vendiendo cosas de cocina y golosinas. Miriam es de Formosa. Tiene cincuenta y cinco años y trabaja de enfermera, pero el sueldo no le alcanza y sale los fines de semana a las cinco de la mañana de su casa para venir a la feria. 

‘’Hace un mes estoy acá pero porque sacaron todo en Parque Patricios. La gente del Gobierno no sé qué quiere hacer con nosotros. Yo trabajo pero no alcanza la plata. A nadie le alcanza’’ dice, haciendo notar la indignación que siente por haber perdido su antiguo lugar.

Miriam junto con otras personas, llevan unas semanas tirando manta en este Parque porque el Gobierno de la Ciudad los echó de donde estaban antes. Los manteros de Parque Patricios, de Retiro y de Constitución tuvieron que reinstalarse en otros lugares para seguir vendiendo y poder seguir comiendo, pero la acumulación de personas en el Parque Los Andes hace que los vendedores que se encuentran en el lugar desde hace más tiempo tengan el miedo de que venga la policía y los eche a ellos también. 

‘’Esta bien que es un parque pero hay gente que en verdad vive de esto, es su único ingreso. Si no venden y no tienen donde ir a trabajar, no comen. Hay gente que la está pasando mal. Todos tenemos derecho a vender. Hacerse la suerte.’’

Miriam termina de decir eso cuando los rumores empiezan a correr. ‘’Se dice que va a venir la policía a sacarnos’’ dicen dos vendedoras, y comienzan hacer circular entre los manteros el miedo.

– ¡Reunión! ¡Hay reunión!

 Los gritos se repiten varias veces mientras, en la parte de atrás de la plaza, se comienza a formar un gran círculo de personas, todas que venden su mercadería en el lugar, para hablar sobre los rumores que comenzaron a circular.

 Las personas van de todas las edades. Hay personas mayores, como Juana, y chicos muy jóvenes, como Francisco, que tiene quince años y vende ropa con sus amigos.‘’Vine un día porque necesitaba la plata, me fue bien, me hice un par de amigos y empecé a venir todos los fines de semana’’. Con él también está Pachito, de veintidós años, que vino desde la Patagonia a Buenos Aires para estudiar estilismo. Pachito considera que es inspirador ver a Fran y a los demás. 

 En medio de la gran ronda está la coordinadora de la feria. Carolina pone orden mientras La Turca está a su lado, grabando.  

 Caro trata de calmarlos diciendo que no van a venir a sacarlos, que fue una falsa alarma. Pero que para que no vengan, tienen que estar organizados. Les recuerda de dejar siempre limpio el lugar, nada de llamar la atención ni de faltar el respeto a ningún compañero. 

 Ellas dos están desde el principio de la feria, cuando eran cinco manteros los que iban a vender ahí. Empezaron a venir antes de la pandemia por necesidad. ‘’En el Gobierno no hay empatía hacia la otra persona, no hay empatía hacia el pobre. Lo único que quieren son las plazas limpias para que el rico pueda pasear en paz. No les interesa si la gente pobre viene a laburar’’, dice la coordinadora de los manteros una vez que la plaza se tranquilizó. 

Todos vuelven a su lugar. Algunos charlan con el mantero vecino o simplemente esperan a que transcurra el día, como Dulce, que espera tranquila a que lleguen las ventas. Dulce está en la mitad de la plaza porque hace dos años que está en la feria y sabe que no se puede estar del lado de la Avenida Corrientes por un arreglo con la policía. Pero la llegada de los vendedores de las otras ferias, además de la situación económica del país  que hace que se sumen cada vez más personas a vender, hace que el lado de la avenida esté lleno de gente y corran el riesgo de que venga la policía y levante todo. 

La ropa que vende es de ella y también compra para vender. ‘’Lo que no se vende yo lo regalo, porque si pasa una temporada ya sé que son cosas que no van a salir’’ dice, y al igual que otros, a veces le toca ir a la plaza con la ropa repetida porque no puede invertir si no gana. 

Dulce estudia kinesiología y su único ingreso es la feria. ‘’La facultad me consume mucho tiempo entonces los fines de semana vengo acá, que me puedo traer los apuntes y estudiar’’.

De a poco la gente se va marchando y los manteros comienzan a levantar sus cosas. 

‘’Adiós Dulce’’ se escucha, suave y amable, un saludo. 

Está lloviznando. Dulce le devuelve el saludo y comienza a levantar sus cosas, para volver como cada fin de semana y feriado, bien temprano a la mañana. 

 

Las cooperativas gastronómicas resisten

Las cooperativas gastronómicas resisten

Nacieron en la crisis del 2001 ocupando y poniendo a producir sus restaurantes cuando sus empleadores los dejaron en la calle. Ahora, enfrentan la caída del consumo y los tarifazos con esa experiencia a cuestas.

«El trabajo está muy caído, después de la pandemia no se terminó de acomodar”, cuentan desde La Robla

Según el último registro nacional de empresas recuperadas por sus trabajadores realizado en 2021, en el país existen más de 400 organizaciones de este tipo, en una extensa gama de rubros, entre ellos el gastronómico. Los Cabritos, La Robla y Pizzería 1893, tres experiencias porteñas, cuentan cómo atraviesan la caída del consumo y el aumento de las tarifas.

Las empresas gastronómicas recuperadas tienen experiencia en sobreponerse y adaptarse, ya que la gran mayoría de ellas se formó en momentos de gran incertidumbre. Jorge Jaian, secretario de la cooperativa Los Cabritos, parrilla ubicada en el barrio de Mataderos, comenta: “Cuando se clausuró el local, el desánimo y la falta de perspectiva nos hacían sentir que íbamos navegando en un barco sin timón, no sabíamos qué iba a pasar. Al formar la cooperativa en 2015, ese cambio produjo una reacción positiva en nosotros. Nos costó mucho, pero pudimos sacar el negocio adelante”.

En la misma línea, Carlos Delucca, secretario de la cooperativa que lleva adelante de La Robla, restaurante ubicado en el microcentro porteño, remarca que muchos no entienden cómo funciona una cooperativa de trabajo, por eso muchas veces se genera desconfianza y se vuelve complicado alquilar un local. ”Cuando nos mudamos en 2015 tuvimos que plantar bandera. Nos costó mucho acceder al local porque al dueño no le cerraba demasiado que fuéramos una cooperativa, tenía cierta desconfianza, hay un preconcepto enorme respecto al trabajo cooperativo, no lo entienden bien”, señala.

Y el contexto económico actual no es la excepción. El aumento constante de precios y la caída del consumo las obliga, nuevamente, a ponerse al hombro la difícil tarea de sacar adelante el negocio en una realidad adversa.“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos, lo que implica una mayor atención, un mayor compromiso con el tema de la mercadería, que no se desperdicie, achicar los costos, todo lo hacemos en función de que la fuente de trabajo siga existiendo”, remarca Jaian.

Pese a la crisis,  la Pizzería 1893 se resiste bajar la calidad de sus proveedores para achicar costos.

En esta situación inflacionario, que ha obligado a recortar gastos porque que la plata no alcanza, las salidas a comer afuera se convierten en algo más que prescindible. Las cooperativas gastronómicas lo sienten más que nunca y, por ello, muchas de ellas se ven obligadas a no abrir ciertos días de la semana en los que no hay tanto trabajo. “Hay días que no se justifica abrir, por ejemplo el lunes o el martes a la noche, porque hay muy poca gente en la zona. El trabajo está muy caído, después de la pandemia nunca se terminó de acomodar”, enfatiza Delucca.

No es fácil trasladar los aumentos de la mercadería a la carta. Las cooperativas hacen un gran esfuerzo por mantener precios competitivos y razonables, y aplicar los aumentos indispensables, para no perder clientes. Esto se traduce muchas veces en una pérdida de rentabilidad, al tener que absorber los aumentos. Por este motivo, generalmente, se encuentran en un rango de precios mucho más bajo que otros negocios del mismo rubro. A la caída de la convocatoria de los comensales, la inflación y la poca venta, se suma el aumento de las facturas de luz y agua, que para los comercios de estas características alcanza los 800.000 pesos por mes.

Para las cooperativas, la calidad de sus productos es muy importante a la hora de diferenciarse y posicionarse dentro del mapa gastronómico de Buenos Aires, y por eso hay costos que no se pueden achicar. Ernesto De Arco, tesorero de la Pizzería 1893, situada en el barrio de Villa Crespo, explica: “No buscamos precios en algunos insumos porque no queremos que cambie nuestro producto, queremos que la pizza siga siendo igual. La mozzarella, que es lo principal y la clave de la pizza, la seguimos comprando al mismo proveedor”. De Arco señala que sí cambiaron proveedores de otros productos que hacen al trabajo cotidiano en la pizzería. “Somos clientes de muchas cooperativas a las que les compramos, desde la papelera Patria Grande, productos de limpieza a la cooperativa Burbuja Latina, y productos de almacén a la cooperativa RECOOP”.

“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos» afirman desde Los Cabritos.

A pesar de lo difícil de la situación, las cooperativas gastronómicas resisten. “Todos viajamos en el mismo barco, entonces tratamos de buscar precios, de conversar con los proveedores, de encontrarle la vuelta para que podamos seguir”, reflexiona Jaian. “Estamos tratando de llevarla de la mejor manera posible como cualquier otro restaurante, haciéndole frente a este mal momento que estamos atravesando no sólo nosotros como cooperativa sino cualquier persona del común”, comenta Delucca.

En este marco, el apoyo de los clientes no es una cuestión menor. Muchos de ellos eligen las cooperativas no sólo por la calidad de los productos, sino también por la buena atención.Tanto es así que, por ejemplo, Los Cabritos recibió el reconocimiento de ser una de las diez mejores parrillas de la ciudad, en una encuesta organizada por el gobierno porteño, en 2018. Por su parte, De Arco señala que la clientela de 1893 es muy fiel y al formar la cooperativa, sumaron aún más comensales ya que la pizza a la piedra y a la parrilla se volvió muy conocida en el barrio.

Es muy importantepara las empresas gastronómicas recuperadas el contacto entre sí, para poder apoyarse mutuamente. Jaian, Delucca y De Arco concuerdan en que en los primeros momentos de la formación de las cooperativas fue crucial el apoyo de AléAlé, una cooperativa gastronómica creada en 2013. Todas recibieron asesoramiento de parte de aquellay gracias a esta ayuda pudieron continuar.“El entonces presidente de la cooperativa vinoa charlar con mis compañeros y a convencerlos de que se podía. Fue súperimportante para que ellos tomen la confianza y crean que este proyecto podía darse”, recuerda De Arco. Tambiénles prestaron el espacio de cocina de su restaurante para que pudieran vender las pizzas por delivery.

Por su parte, Jaian señala que sin su ayuda hubiera sido más que difícil abrir el negocio, ya que tenían muchas urgencias y carecían de experiencia: “Nos pusimos en contacto con ellos y nos ayudaron mucho, nos contactaron con las personas que nos podían ayudar y así empezamos el proceso de convertirnos en una cooperativa”. Delucca rememora que en su momento también hablaron con los compañeros de AléAlé y tuvieron una reunión con una abogada del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que les indicó cómo proceder.

Este acompañamiento y ayuda fue tan importante, que ahora ellos sienten la misma responsabilidad de ayudar a otro restaurante que esté pasando por la misma situación. “Seremos nosotros quienes vayamos, los apoyemos y les digamos: ‘No se dejen pisotear, no se vayan a casa sin nada, quédense acá dentro y peleen por lo que les corresponde’, concluye De Arco.

Tan ajustados como esperanzados

Tan ajustados como esperanzados

Los votantes de Javier Milei evalúan los primeros seis meses de su gobierno.A pesar de admitir que padecen el impactante ajuste, siguen primando en ellos la paciencia y la apuesta por «lo nuevo». Asumen la necesidad de un sacrificio para llegar a la Tierra Prometida, aunque ya se escucha algún reclamo para que los recortes se den en los sectores de mayores ingresos. 

Según distintas encuestas la imagen del presidente Javier Milei cayó levemente durante los primeros seis meses de gestión, aunque mucho más que la de presidentes anteriores en un período similar. El mandatario logró sostener el núcleo duro y gran parte de los votantes blandos lo siguen apoyando a pesar del impactante ajuste económico. Su principal bálsamo hasta ahora es la paciencia de sus electores que, aún disconformes, no le han retirado el apoyo. Esa lealtad está en muchos casos condicionada al devenir de los bolsillos de acá a los próximos meses según pudo hablar ANCCOM con algunos de ellos.

Juan Alejandro, jubilado de Vicente López y votante de Milei que prefiere no decir su apellido, hizo un balance de los primeros meses de gobierno: “Yo a Milei lo veía bien, era el cambio, no queríamos saber más nada con el peronismo. El gobierno está haciendo cosas bien y está haciendo cosas mal. Lo bueno es que está sacando a relucir cosas tapadas del gobierno anterior, pero por otro lado castiga a todo el mundo”.

Alejandro, dedicó gran parte de su vida a trabajar como técnico de audio y TV realizando services. Su actividad, asegura, le permitió una buena vida y hasta comprar una vivienda. Sin embargo, hoy no se reconoce como parte de esa clase media a la que en algún momento perteneció:  “Yo antes arreglaba un control remoto cualquiera y con esa plata me iba a la casa de miel que está acá en la esquina y me compraba cuatro kilos. Ahora no podría hacer eso ni por casualidad”.

Consultado acerca de cuáles son sus principales preocupaciones, Juan sentenció: “Lo más preocupante son los aumentos desmedidos para la gente de abajo: los servicios, la luz, el gas, el agua… Tendrían que hacer un cuadro de consumo en cada servicio y cobrarle más al que se excede, no a todos; deberían castigar al que gasta de más para que no derroche y mantener el subsidio para el que está economizando”.

Su molestia no se agota en el aumento de los servicios: “El alimento primordial es el pan. Lo come desde el más pobre hasta el más rico. No puede salir lo que sale. En todo lo básico, que es lo que más se consume es donde más te castigan; no hay un tiro que haya salido para la gente laburadora, la gente de abajo. No puede ser que el pan aumente un 300% y a un jubilado le aumenten el 18%”.

Juan, al igual que otros votantes de Milei, se siente decepcionado con los primeros meses de gestión. “Esperaba de este gobierno cumpliera con lo que prometió con respecto a lo de la casta, dijo que iba a meter presos a todos y no está preso nadie. Entonces, ¿cuál es el cambio? ¿Cuál es la limpieza? Sigue todo igual, entre bomberos no se pisan la manguera.” Y afirma: “Yo no veo la luz, me están diciendo cosas que no veo, lo que dicen no se cumple”.

Ellos, los que la ven

“La expectativa es que cambie, que mejore. Esto no se arregla en seis meses, porque está todo hecho mierda, es muy difícil cambiar de un día para el otro”, afirma Daniel, trabajador de Pedidos Ya. Enfundado en su traje rojo y con el casco de moto en la mano se toma un minuto en la vorágine de la avenida 9 de Julio para hablar con ANCCOM y respaldar la gestión del presidente. “Si tuvimos paciencia en otros años cómo no vamos a tenerla ahora”.

Daniel asegura no tener interés en la política y no prestar atención a lo que diga el presidente, pero tiene sus argumentos para apoyarlo: “Yo quería un cambio, estaba cansado de los anteriores gobiernos”. Para él, la situación no ha empeorado desde la asunción de Milei: “Desde el bolsillo estoy bien, no noto demasiadas diferencias en relación a los precios con respecto al gobierno anterior”.

Así como Daniel reconoce no estar interesado en la política, otros votantes de Milei sí se interesan y se informan. Brian, que trabaja en un puesto de Flores en la calle Lima, en pleno centro de la ciudad, cree que el presidente está bien encaminado: “Los objetivos del gobierno se tienen que cumplir, el equilibrio fiscal va a llegar en algún momento. No creo que vaya a subir la inflación, porque no va a haber tanta emisión monetaria”. Además, señala la importancia de eliminar impuestos para favorecer la situación económica de los habitantes: “Hay que sacar impuestos, así la gente deja de pagar de más. Eso va a hacer que mejore el bolsillo”

Consultado acerca de la Ley de Bases, Brian respondió: “Es fundamental para que se efectúen los cambios y se estabilice la economía. Se están cambiando las reglas del juego. Sería un cambio a favor si se logra aprobar en el Congreso.”

Sobre la posibilidad de una reforma laboral Daniel asegura: “El trabajador a veces tiene mucho poder, con un juicio laboral se puede fundir una pyme. Aunque creo que el periodo de prueba tiene que seguir siendo de tres meses, porque si no se especula con el trabajo de la gente. Hay que conseguir un equilibrio que favorezca al empleador y al trabajador”.

A pesar de estar conforme con la gestión del presidente, Brian reconoce algunos errores que podrían complicar al Gobierno: “Milei se postuló a las elecciones con gente supuestamente nueva, pero cuando se alió con Macri le pusieron dirigentes que estuvieron antes, en otros gobiernos, eso es algo que hay que cambiar. Por ejemplo, Pablo De la Torre (ex secretario de Niñez y Familia), era un funcionario macrista y tenía ñoquis trabajando para él, eso se comprobó”. En este sentido, Brian intuye la posibilidad de fuego amigo relacionado a la problemática de los alimentos acopiados en depósitos: “Con respecto al problema de la comida vencida alguien del gobierno informó por afuera, ¿si no cómo se enteró Grabois? Igualmente creo que los alimentos tendrían que haberse repartido, eso no le hace daño al Estado”.

Otra crítica que le hace al Gobierno se vincula al ajuste que se está efectuando: “Fue muy apresurado, debió ser mucho más gradual, pero hasta este punto creo que lo hemos soportado por la esperanza que de aquí a un año podamos estar mejor y haciendo las cosas bien, es el sacrificio que se está bancando todo el mundo, aunque muchos están disconformes la gente está aguantando. Muchos dijeron que Milei se iba al tercer mes, pero sigue ahí”.

Las palabras de Brian describen muy bien el sentimiento de gran parte de la población, que a pesar de la desmejora económica, sigue sosteniéndose en la esperanza de un futuro mejor. Algo de lo que se ha jactado el Gobierno, enorgulleciéndose de cómo el ajuste se ha piloteado con éxito en términos sociales.

Otras personas no enfocan su discurso en la posibilidad de un futuro mejor, si no en la molestia sobre un pasado con el que están disconformes. Uno de ellos es Fernando Enrique, quien tiene un local de indumentaria deportiva en Vicente López. Apoyado sobre su mostrador, con el mate a un costado de la mesa y la televisión siempre encendida en algún canal de noticias. Aprovecha el escaso flujo de clientes, para dialogar con ANCCOM sobre los primeros meses de gestión del presidente Milei. “No vivíamos en una realidad, estaban subvencionadas las cosas” dice, haciendo referencia a la situación en la que se vivía durante el gobierno anterior, con el cual se muestra muy disconforme. Si bien reconoce la dificultad de la situación y el bajo nivel de consumo, responsabiliza de la situación a los anteriores gobiernos “Veníamos de una irrealidad”, afirma molesto. Además de dejar entrever que Milei no le parece un presidente ideal, aunque de todas formas lo prefiere por sobre lo que está del otro lado: “Ves tipos que toda su vida hicieron negocio con los pobres y ya no hace falta decir ni explicar nada, son tipos que nunca trabajaron”.

Los números

Todo indica que la imagen del presidente está atada en gran medida a los logros económicos. Con el inicio del 2024 y la disparada de precios, la imagen de Milei –según algunas encuestas- cayó aproximadamente 10 puntos en relación a su pico de popularidad poselectoral, aunque en este último mes logró recuperarse a caballo de la baja del porcentaje de inflación, esa sensación de haber domado al monstruo pudo haber ayudado a recuperar un poco del terreno perdido.

El Gobierno, mientras tanto, intentará extender lo máximo posible la luna de miel presidencial haciendo intervenciones desmesuradas aquí y en el mundo. Por ahora esta táctica da frutos, entre tarifazos, aumentos e inflación, Milei ha logrado salir relativamente indemne –por lo menos hasta el escándalo de los alimentos-, además de crear la sensación, al menos en un sector de la sociedad, de que la inflación está bajando y que su gestión trajo un saneamiento.

Desde el gobierno se golpean el pecho con los índices de popularidad del presidente, aunque estos, puestos bajo la lupa, pueden tener lecturas variables. De cualquier manera esto es Argentina y todos los supuestos pueden volar en el aire tras el soplido de cualquier acontecimiento.

 

«Nadie te registra»

«Nadie te registra»

Las organizaciones Proyecto 7 y Lxs Irrompibles realizaron este sábado un desayuno y almuerzo solidarios para personas en situación de calle. ANCCOM habló con las personas que vivien en la vía pública y cuentan por qué no sirven los paradores y por qué no pueden salir a flote.

«¿Quién te va a dar trabajo viviendo en la calle? Te vas deteriorando, te crece la barba, se ensucia tu ropa y no tenés cómo cambiarte», se lamenta Carlos mientras se acerca a las mesas desplegadas sobre Entre Ríos y Rivadavia, para tomar un café caliente y comer algo. Está viviendo en la calle desde el inicio de la pandemia, cuando perdió su trabajo de albañil. “Cuando se terminó el laburo –cuenta-, enganché en un supermercado chino, estuve unos meses pero después el dueño no me quiso pagar más y me echó, me tenía en negro”.

Este sábado 8 de junio las organizaciones Proyecto 7 y Lxs Irrompibles realizaron un desayuno y almuerzo solidario frente al Congreso de la Nación. El desayuno arrancó a las 8:30 de la mañana, con la consigna “la calle no es un lugar para vivir”, el lema de Proyecto 7 desde hace 20 años, y que lucía en las banderas rojas colgadas en las rejas de la plaza. En las mesas había termos con bebidas calientes y comida para ofrecer, debajo de un gazebo, se desplegaron mesas con ropa y abrigos a disposición, además de un rinconcito de «peluquería» para quien lo necesitara.

Proyecto 7 es una organización social integrada y coordinada por personas en situación de calle. Tienen cuatro Centros de Integración donde realizan acompañamientos de proyectos de vida, generan fuentes de trabajo y las personas pueden recibir alimentos, asistencia social, legal, sanitaria, entre otras.

Desde la organización sostienen que, tras el cambio de gobierno, ha crecido el número de personas que viven en la calle, y consideran que la situación irá empeorando con el correr de los meses producto de las políticas de Javier Milei, que hacen que incluso gente con trabajo no pueda pagar el alquiler. Miguel fue desalojado hace una semana de un monoambiente que alquilaba con su amigo. “Me quedé sin trabajo hace unos meses y sólo encuentro changas que no me alcanzan para nada, no pudimos pagar más el departamento”, se lamenta. “Nos turnamos con mi amigo para ir a buscar trabajo, porque no podés dejar las cosas solas, te las roban”, agrega.

En el último censo realizado a fines de abril, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires indicó que hay 4.009 personas viviendo en situación de calle en el territorio porteño. Desde diferentes ONG denuncian que estos números no son reales debido a los métodos que se usan para censar, ya que sólo se recorre la ciudad por un par de horas y las observaciones se hacen sin bajarse de los móviles. Según el último censo popular de personas en situación de calle realizado en 2019, la cantidad ya era 7.251, de los cuales 871 eran niños y adolescentes. Tras las medidas de ajuste del gobierno de Javier Milei, estiman que el número habría alcanzado a las 12.000 personas sólo en Capital Federal.

«Si vivís en la calle nadie te tiene confianza, no te dan laburo. Te piden un teléfono para contactarte, no tenés; te piden una dirección de referencia, no ténes», dice Florencia.

Rodrigo, que lleva cinco años viviendo en la calle, comenta: “Estás peor en los paradores del Gobierno que durmiendo en la calle, deberían ser centros de integración según la ley, con personas capacitadas para acompañar y ayudar, pero recibís malos tratos nomás. Mejor te buscás algún techo, con dos o tres frazadas o cartones y ahí pasás la noche”, agrega mientras busca entre las mesas algo que lo abrigue.

Además, estos lugares imponen horarios estrictos; una vez finalizado el desayuno, las personas deben retirarse y sólo pueden volver por la tarde-noche. «Es complicado buscar trabajo, ningún lugar abre antes de las 9 o 10 de la mañana, y desde las 6:30 ya estás en la calle. Hasta el mediodía buscás, pero después no tenes a dónde ir, y es peor si llueve», comenta Florencia, de 30 años, acompañada de su hijo de 6. «Si vivís en la calle nadie te registra, nadie te tiene confianza, no te dan laburo. Te piden un teléfono para contactarte, no tenés; te piden una dirección de referencia, no ténes; y no podés poner la información del parador», añade, señalando los obstáculos diarios que enfrentan quienes viven en la calle.

En medio del conflicto con el Jefe de Gobierno, quien recientemente mostró en redes sociales cómo «limpiaba» la zona donde se encontraban personas en situación de calle y les confiscaba sus pertenencias, Proyecto 7 está exigiendo la implementación de la Ley 27654 para Personas en Situación de Calle y Familias sin Techo. Instan a que se asigne el presupuesto necesario y se establezcan los programas pertinentes para abordar esta problemática de manera integral.

«Se busca comida, ¡nos hace falta!»

«Se busca comida, ¡nos hace falta!»

Cerraron trece comedores comunitarios de la RAE por falta de fondos para comprar alimentos. Ya lo habían hecho al menos otros seis. Para muchos niños era la única posibilidad de una comida caliente diaria. Desde la red anunciaron ollas populares para el 5 de junio y una marcha al Ministerio.

 

La Red de Apoyo Escolar y Educación Complementaria (RAE), una asociación civil que nuclea el trabajo de dieciséis organizaciones situadas en barrios del conurbano bonaerense y CABA, anunció que desde el 30 de mayo, trece comedores comunitarios cerraron sus puertas por falta de pago del programa Abordaje Comunitario (ex PNUD), dependiente del Ministerio de Capital Humano. Como resultado, quedaron sin comida a 3000 pibes y pibas, jóvenes y adultos que se encuentran bajo la línea de pobreza, muchos de ellos en situación de indigencia. Se pone en riesgo su salud, ya que la mayoría no cuenta con alternativas para acceder a un plato de comida. Luego de una asamblea anunciaron ollas populares y una marcha al a la Cartera de Sandra Pettovello para el 5 de junio.

“Nos va a tocar estar a la altura de las circunstancias, estar al lado de los pibes que se empiezan a desmayar en las escuelas por hambre. Tendremos que estar al lado de ellos”, afirmó a AM 530 Somos Radio, Margarita Zubizarreta, referente de RAE.

RAE forma parte, a su vez, de InterRedes que nuclea a seis agrupaciones similares que llevan 30 años en articulación y representan 200 organizaciones sociales comunitarias. Trabajan en apoyo educativo, espacios socioculturales y de participación comunitaria. Lo que ahora denuncia RAE ya le sucedió a la Red El Encuentro, también perteneciente a InterRedes: seis centros comunitarios dejaron de cocinar por falta de alimentos desde el 27 de mayo, cuando 1.300 niños, jóvenes y familias, quedaron sin comida.

“Nos desfinancian la RAE y El Encuentro, pero la semana que viene puede pasar lo mismo con las otras redes. Está siendo progresivo y no tenemos noción de que va a pasar”, cuenta Zubizarreta con preocupación. La RAE convocó a una asamblea en Nuestro Lugar, uno de sus centros en San Fernando. Desde allí, en diálogo con ANCCOM, Margarita Zubizarreta contó: “Acabamos de resolver hacer ollas populares en los 17 centros de la RAE el miércoles que viene a la misma hora, hacer una asamblea el jueves a la mañana en este mismo lugar, hacer un amparo judicial y seguir trabajando con las organizaciones de cada barrio y fortaleciendo la articulación con los municipios, para trabajar y hacer una movilización la semana que viene con las seis redes, que son 200 centros y 22.000 niñas, niños, jóvenes y adolescentes destinatarios de esas redes. Hacer una movilización a capital humano”.

Decir No

La referente del espacio cuenta que los chicos les piden comida y tienen que decirles que no hay: “Es imposible decirles que no. Es un desastre. Los mismos chicos nos lo dicen, están haciendo carteles. Hacemos asambleas con los educadores comunitarios, para que sepan lo que está pasando y ver qué podemos hacer. Saben que hay un depósito de mercadería que está ahí acumulada. Las familias de los chicos ya saben todo. Nos dicen que en las escuelas, en muchos casos, no estaban comiendo y que esperaban llegar al centro para tener la única comida del día: una comida de calidad con los recursos que nos daban del programa. Ahora decirles que no, nos está costando un montón. Estamos intentando estirar con lo poco que queda de fideos, arroz, pero realmente no lo podemos sostener. No tenemos de donde sacar recursos.

«Se busca “comida”: ¡nos hace falta!», menciona el cartel hecho por un niño que asiste a comera a RAE.

La RAE, contaba con tres maneras de administrar los Fondos de Abordaje Comunitario: la presencialidad, la vianda o el bolsón, todas ellas, auditadas permanentemente. Tras anunciar el cierre, desde RAE señalaron que cumplían con todos los requerimientos legales y administrativos así como con las auditorías implementadas por el Ministerio de Capital Humano. Aun así, el Estado nacional no transfiere los fondos para alimentos, alegando “demoras administrativas” en el traspaso de los recursos del Ministerio de Economía al programa.

Sin las organizaciones sociales la situación es realmente muy grave, explica Zubizarreta: “Si no recuperamos el aporte en alimentación y no logramos sostener el aporte que ademas realize la Provincia para lo socioeducativo, se van a tener que cerrar los centros. El impacto que uno ve y que nos refieren las familias después de tantos años es que se perdería reconocimiento, valoración, confianza; si se pierde eso, es un golpe mortal para los barrios. Entendemos que el Gobierno de la Provincia va a hacer lo imposible porque estamos en diálogo con funcionarios y nos dicen que lo último que van a hacer es eso. El tema es que no sé cómo van a ir acompañando semejante inflación y bajos salarios. No sé si lo vamos a poder sostener”. Y agrega: “Desde enero, con la incertidumbre de no saber si seguimos o no, estamos sin dormir. No damos más. Estamos al lado del padecimiento, y es muy difícil de comunicar, hay que estar”.

Se puede aportar económicamente a RAE, con donaciones por única vez o todo el año. También se puede contactar con esa finalidad al mail: Colaboraconrae@gmail.com.