Una manifestación, cinco muertes y un perito

Una manifestación, cinco muertes y un perito

«Maelström 2001» es el documental que reconstruye, a partir de las pericias del físico Willy Pregliasco, las cinco muertes ocurridas en Plaza de Mayo el 20 de diciembre de 2001. Desde este jueves, podrá verse en el Gaumont.

El documental Maelström 2001 reconstruye la jornada de manifestación social ocurrida el 20 de diciembre del 2001, en la que cinco personas fueron asesinadas por parte de la Policía Federal tras una represión en las inmediaciones de Plaza de Mayo. Juan Pollio, director y guionista del film producido por Conicet Documental, se basó en el peritaje que realizó el físico Guillermo Willy Pregliasco para la causa que condenó a las fuerzas de seguridad y funcionarios públicos de alto rango por los crímenes ocurridos ese día.

Para Juan Pollio, lograr entender que pasó ese día fue el impulsor del proyecto, “Se sabía muy poco de que hubo un juicio y condenas. A 22 años permanece bastante desordenada la lógica que tuvo ese día, cómo empezó, cómo se desarrolló, por qué la violencia policial nunca pudo controlarse ni detenerse. Tampoco se sabe cómo fueron los asesinatos ni que hubo muchos más heridos de bala de plomo de lo que se sabe popularmente. También, entender que el estado de sitio decretado por Fernando De la Rúa no prohibía la protesta social. Y que los deberes de los funcionarios y las fuerzas era velar por la seguridad de las personas que se manifiestan, todo lo contrario a lo que hicieron”, afirmó.

Para las ocho de la mañana del 20 de diciembre, pese a que la noche anterior el entonces presidente De la Rúa decretara el estado de sitio por las manifestaciones masivas, oficinistas, motoqueros, jubilados, desempleados y una gran variedad de sectores sociales comenzaron a acercarse a Plaza de Mayo con el fin de protestar en contra de la crisis económica y política que atravesaba Argentina. “Eso del reconocimiento mutuo en la masa, de reconocerse en un ‘nosotros’, de abrazarte con gente que no conocés, creo que eso está en la película. Había cierta felicidad en ese encuentro de protestar por algo, de reconocerse en un ‘juntos’”, expresó Juan Pollio.

«A 22 años permanece bastante desordenada la lógica que tuvo ese día, cómo empezó, cómo se desarrolló, por qué la violencia policial nunca pudo controlarse ni detenerse», dice Juan Pollio, director del documental.

:La distancia en el tiempo con los hechos resultó todo un desafío para el director: “Descubrí el devolverle humanidad a las víctimas. Se va olvidando y se mira como con distancia y esto se trata de volver a construir esa empatía hacia las víctimas. El objetivo era reconstruir los momentos previos, el después, cómo había sido cada uno, su historia, cómo había llegado ahí, qué les estaba pasando, por qué decidieron ir a manifestarse. Algunos tenían formación más de la militancia, otros nada que ver y era su primera manifestación, otros salían de trabajar, pasaban por ahí y recibieron un disparo. Es interesante porque también te saca un poco del lugar común que el tiempo construye sobre los manifestantes y las manifestaciones”, aseguró Pollio.

El documental resalta parte del trabajo realizado por el físico Pregliasco, un programa en donde se sincronizaban todas las imágenes de video y de fotografías que había de ese día. Se podía filtrar por lugar y hora una escena en la medida en que hubiese material filmado desde diferentes lugares. Fue lo que le aportó al juicio que se hizo casi 13 años después del 20 de diciembre de 2001. “Es interesante esta cosa detectivesca que hace Pregliasco de encontrar herramientas en las imágenes para poder armar una cronología: desde los relojes que tienen puestos las personas, donde se puede ver en qué momento fue tomada esa imagen, a las sombras que hay en el piso por la posición del sol. Todos estos elementos empiezan a estructurar el día con imágenes analógicas que no tenían horario. Fue un trabajo que él hizo súper interesante y también apasionante”, afirmó el cineasta.

“Es interesante esta cosa detectivesca que hace Pregliasco, de encontrar herramientas en las imágenes para armar una cronología: desde los relojes de las personas a las sombras por la posición del sol», dice Pollio.

A mediados de los años 90, Pregliasco trabajaba con el doctor Ernesto Martínez en un laboratorio de propiedades ópticas de materiales, respondiendo consultas judiciales para la reconstrucción de accidentes viales. “Un día aparece gente de La Plata en un camión de Penitenciaría con un comisario esposado y un libro: era el de la comisaría donde estaba asentado que había ingresado Miguel Bru al destacamento. Cuando lo matan, lo borran de la entrada del libro y escriben otro nombre encima”, comentó el físico. Ese caso fue el puntapié para empezar a participar en peritajes de causas judiciales de violencia institucional. “Hoy el Conicet acepta las pericias como trabajos relevantes de los investigadores, no fue hace mucho que se instauró el Programa Nacional de Ciencia y Justicia, que articula las demandas del Poder Judicial con la ciencia. Hay muchas cosas que se pueden hacer desde el método científico”, comentó.

Para Pregliasco, ver todos los días por más de un año esas imágenes, lo llevó a descubrir que de la manera en que ese día la gente se manifestó, nunca más volvió a verse. “Para mí la estrella de la película es la gente en la calle’. Existía una base social que era distinta, se llega al 20 de diciembre del 2001 con una creatividad de organización social como los grupos barriales, el trueque, los movimientos piqueteros, los cacerolazos, todos unidos. Cuando la gente se embronca, actúa y esa fecha hizo que se vaya un presidente. Era una sorpresa y una indignación que a vistas de hoy suena rara, porque hoy vas a una marcha pensando en que mi cuerpo puede recibir un balazo, en ese momento era impensable que eso pudiera suceder. De alguna manera, seguía vigente el pacto del ‘Nunca Más’, ese pacto se rompe ese día”, expresó el físico.

¿Qué les pasa a los presos?

¿Qué les pasa a los presos?

«El libro de los jueces» se estrenó este jueves en el Cine Gaumont y relata la experiencia de dos magistrados que recorren las cárceles. Una novedosa concepción del perdón y el derecho restaurativo.

“Mi interés está puesto en el ejercicio de la actividad y de la función de los jueces en nuestra sociedad” afirmó Matías Scarvaci, director y guionista de El libro de los jueces, la película que se estrenó este jueves en el cine Gaumont.

El director de Los cuerpos dóciles, galardonada en el Festival de Mar del Plata, recorre esta vez el trabajo de dos jueces que ejercen el derecho penal restaurativo en la provincia de Buenos Aires. Recorriendo junto a los jueces Walter Saettone y Alejandro David, la cámara de Matías refleja lo que es un tema descuidado socialmente: las condiciones de vida en las cárceles, las distintas historias de los reclusos, así como una novedosa concepción del perdón, la libertad, la marginalidad y la soledad que atraviesan las personas que son sometidas a un sistema diseñado para el castigo.

“Es un castigo psicológico, más que físico”, señala en la película una de las personas privadas de su libertad, entre las tantas historias que construyen el lenguaje cinematográfico buscado por Scarvaci. Para el director, “esta película narra una parte del estado de situación actual de la justicia y de la Argentina. Y de cómo nuestra sociedad resuelve el problema penal.”

¿Qué esperas de la recepción de la película?

– “Espero que pueda llegar a la mayor cantidad de gente posible. Gente que esté interesada en el tema, que tenga sensibilidad Ojalá que sea de mucho interés sobre todo del Poder Judicial, las personas que intervienen en la temática, los operadores judiciales y también las Universidades. Me parece que está bueno que la película pueda discutir en esos ámbitos.”

 

 ¿Cómo fueron los casi dos años de rodaje?

 Primero fue el contacto con los protagonistas: los jueces. Establecer vínculo con ellos. Luego, acompañarlos en el territorio, tanto en las cárceles como en las comisarías, en la jurisdicción donde ellos ejercen.”

Con respecto al foco de la película, Scarvaci sostuvo: “Mi interés está puesto en el ejercicio de la actividad y de la función de los jueces en nuestra sociedad. En mostrar esa tarea, ese rol. En entender qué significa y cuál es la resonancia en los cuerpos de las personas sobre las que caen las sentencias, las decisiones que ellos toman. Y, sobre todo, estar en un lugar que me parece inédito. No sé si hay mucho registro de documentales que muestren la tarea de los jueces. Me parece un lugar de mucho poder. Hay todo un imaginario sobre sobre qué significa ser juez. Entonces me parecía que era poderoso mostrarlo en términos cinematográficos. A partir de allí descubrí a dos jueces que son a mi entender muy interesantes: además de ser jueces me parece que le dan un plus en términos cinematográficos por las características personales y profesionales que tienen: la manera que ejercen su rol, el acercamiento o la mirada. Me parece que en ese sentido la película discute con el estado de la Justicia. Y es interesante que se pueda dar esa discusión para tratar de mejorar”.

 

 

¿Cómo fue el trato con los detenidos, los oficiales, los jueces? ¿Cómo se prestaron a la cámara?

En general fue muy bueno. Está muy invisibilizada esa problemática, entonces el hecho de que haya un interés de poner la mirada ahí generó una buena recepción. Yo también tengo experiencia en trabajo en cárceles, conozco un poco como es. No soy experto en el tema pero sé lo que es ir a lugares de encierro. Hay algo de la naturalización de la mirada o de la cámara que tiene que ver con las experiencias anteriores que me sumaron al momento de establecer relación con esos ámbitos.”

 

¿En qué hacías foco al capturar la realidad del encierro desde lo documental?

A mí me interesan las historias humanas, lo singular de la humanidad, las personas. Me parece que ahí hay una multiplicidad de sentido que intento capturar y narrar en las películas. La realidad en determinados contextos es muy poderosa: en este caso es muy poderoso estar privado de la libertad, muy doloroso. Y me parece que esa condensación es interesante en términos artísticos.”

 

¿A qué se refiere el derecho penal restaurativo?

Es un tema que se está aplicando hace no relativamente mucho tiempo. Una parte de la Justicia intenta ir para ese lado. Tratar de restaurar lo que se rompió, tratar de trabajar sobre la mediación penal. La película intenta tocar ese tema, que me parece muy poderoso. Aparece el perdón como forma de superar, de mitigar el dolor y no quedar trabado, cristalizado en la experiencia dolorosa o acumulando rencor. Soy muy cauteloso en ese sentido porque no todos los delitos son los mismos. La película pone el eje no solo en el victimario sino también en las víctimas. Desde hace un tiempo funciona la Ley de Víctimas: la víctima también es parte del proceso penal, se la tiene en cuenta, se las escucha. Escuchar en un sentido amplio, una escucha activa que permita generar empatía con quien habla o con quien necesita hacer catarsis. Me parece que eso es contenedor. Esos pequeños movimientos, esos pequeños gestos, también están retratados en la película y me parece que hacen a la cuestión. También hay asociaciones de víctimas que trabajan esto del perdón como forma del tratamiento de la condena o del agravio sentido.”

 

¿Por qué el nombre El libro de los jueces?

 El libro de los jueces es un libro donde se establece cuál es la función de los jueces en nuestras sociedades. Un poco tenía que ver con eso, con ir a una idea más elemental o más básica para desnaturalizar lo que está naturalizado: que a las personas se las priva de su libertad, se las encierra y nos dejamos de preguntar qué les pasa. Hay quienes piden «mano dura» sin saber precisamente cómo es que funciona: generalmente con discursos mediatizados, estereotipados en relación al delito o a los delincuentes. Entonces el nombre del documental va un poco por ese lado.

El libro de los jueces se exhibirá en la Sala 3 el Cine Gaumont en funciones que se proyectarán a las 12:30, 14:15 y 20:15.

Una carroza distinguida

Una carroza distinguida

El Tour Carrocero, organizado por los fanáticos de la película Esperando la Carroza, fue distinguido de interés cultural por la Legislatura porteña. Un paseo por el barrio que el film convirtió en mítico.

En una mañana de otoño, y como no podía ser de otra manera, domingo, se juntaron en la plaza del barrio porteño de Versalles, varias decenas de personas para disfrutar del Tour Carrocero, una iniciativa que comenzó con un grupo de fans muy aguerridos del clásico del cine argentino Esperando la carroza.
A pesar de ser un día bastante fresco, mucha gente se acercó con el mate y el termo para disfrutar de este recorrido tan especial.

Matías Altamore de Francesco, vecino del barrio de Versalles a cargo del tour, contó a ANCCOM que los eventos “carroceros” se hacen desde el 2018. Al tour se suma la proyección de la película en un centro cultural y la puesta en escena de la obra de teatro de Esperando la Carroza. En esta ocasión, el recorrido se realizó para conmemorar los 38 años de la icónica película y para celebrar la distinción de Declaración de Interés Cultural por parte de la Legislatura Porteña, para el colectivo carrocero.

A partir del 2022 comenzaron a realizar el tour una vez por mes, a través de una convocatoria desde sus redes sociales, principalmente su instagram. Matías dijo que para él, Esperando la carroza es todo: “Es el barrio donde nací y me crié, es un grotesco rioplatense”. Al preguntarle cuál es su frase favorita, confesó que se le hace difícil elegir una. Pero se inclina por: “No se juega así con los sentimientos de la buena gente, hijo de puta”, del personaje interpretado por China Zorrilla.

Alrededor de las 11 de la mañana, las personas se concentraron en la glorieta de la plaza de Versalles, en donde el legislador porteño Juan Pablo Arenaza, quien hizo entrega del diploma de Declaración de Interés Cultural. El funcionario reconoció que Esperando la Carroza es una película clásica del cine nacional que hasta hoy ha atravesado muchas generaciones y se declaró un fan del film. Aseveró, además, que la Legislatura votó este reconocimiento por unanimidad.

Por su parte, Matías junto a su compañero Marcelo, agradeció a todos los presentes y afirmó que esta mención especial “no es para mí, sino para todos los carroceros”.

Luego del pequeño acto homenaje, el guía carrocero invitó a las personas a acercarse a ver y tomar fotos con un mural en donde se puede ver a la mítica Mamá Cora, de Antonio Gasalla. Además, contó que se trata de un proyecto en el que están trabajando, donde buscan pintar varios murales en distintos puntos de Capital Federal y algún lugar de la provincia de Buenos Aires en homenaje al film.

Entre quienes se acercaron a hacer el tour se podía escuchar cómo reproducían diálogos de la película mientras reían y conversaban. Gente de todas las edades disfrutó de un «domingo muy especial», como dice Nora -interpretada por Betiana Blum- en la película.

La primera parada fue en la mítica plaza en donde se filmó la escena de Mamá Cora, junto a los viejos del barrio (vecinos reales) yendo al funeral de “la húngara” y la escena entre Nora (Betiana Blum) y Susana (Mónica Villa), cuando “se sacan las caretas” y hablan de infidelidades.

 

El recorrido continuó por las calles de Versalles, mientras los fanáticos de la película iban reconociendo algunos lugares y recordando distintos momentos del largometraje. Aterrizaron en la casa del hermano Antonio Musicardi, interpretado por Luis Brandoni y su esposa, Nora. En una pequeña vuelta a la manzana, los carroceros se toparon con la terraza de la Dominga, el personaje de Cecilia Rossetto, que le pide a la vieja Mamá Cora que cuide al Oscarcito por dos horitas. Y justo en frente, lo que ellos llaman “el templo carrocero”, la casa donde transcurre gran parte de la historia, en donde viven Elvira (China Zorrilla), Sergio (Juan Manuel Tenuta) y Matilde (Andrea Tenuta). En la casa actualmente vive Flavia, quien en diálogo con ANCCOM dijo que se siente halagada de que su casa sea icónica por esta divertida historia, le gusta que las personas se acerquen a sacarse fotos junto a la puerta de los Musicardi. Porque es un “ícono del cine nuestro”. “Fue hermoso ver cómo se hace cine, desde adentro recuerda-. Eso fue lo que más me gustó. Esa experiencia es lo que más rescato”.

Flavia que rememora con mucho cariño la película, hasta ahora nunca abrió las puertas de su casa para recorrer el interior, debido a que aún vive allí. Sin embargo, asomó la esperanza y dijo que quizás se cumpla el sueño carrocero, para el festejo de los 40 años del estreno.

Siguiendo con el tour, entre los carroceros se encontraban Mónica Frolli en el papel de una divertida Nora y Paula Belén Viola llevando orgullosa una remera de Susana e interpretándola también. Ambas divirtieron a la gente haciendo la escena de la plaza en donde la nuera más joven de Mamá Cora acusa a su cuñada de engañar a su marido.

Entre risas Mónica y Paula también confesaron ser carroceras sin saberlo, por el simple hecho de mirar la película y saberse los diálogos de memoria. Ambas se conocieron en un encuentro de fanáticos y enseguida se reconocieron en los respectivos personajes que interpretan. A partir de allí forjaron una gran amistad y disfrutan de encontrarse en este barrio de la ciudad, tan escondido para muchos.

Tanto Paula como Mónica aseguraban que es un orgullo ser parte de este grupo. La actriz que interpreta a Nora en el tour dijo en diálogo con ANCCOM: “Para mí es una joya del cine nacional que no debe morir. Y el día que Mati o Marce no estén, tiene que seguir esto alguien joven, que no muera”.

Mientras que la fan de Susana rescataba la cantidad de jóvenes que asiste al evento, como su sobrina, que ya de muy pequeños conoce este film y se sabe las escenas de memoria. “Yo no sabía que era carrocera, yo repetía los diálogos sola en mi casa. Cuando encontré este grupo, dije guau qué bueno. Esta peli es una parte muy nuestra.”

Durante el recorrido, Matías fue contando algunas curiosidades de la película: que fue muy casera y los vecinos prestaron desde una maceta hasta un loro para que actuara. Otro gran dato es que Darío Grandinetti, quien interpretaba a Cacho, es un hincha apasionado de River y sin embargo por única vez se atrevió a ponerse una camiseta de Boca. La excusa fue hacer un personaje muy tonto y provocar a los xeneizes.

Para finalizar el recorrido, los carroceros y los curiosos se volvieron a juntar en la plaza que fue la primera parada. Allí, entre risas y aplausos, decidieron entre todos interpretar la última escena: Mamá Cora y los viejitos caminando a paso ligero y agarrados de los brazos. Quienes se animaron se posicionaron en el centro de la plaza y recrearon el final de la película, mientras muchos otros filmaron la llegada.

Si bien el tour culminó allí, quienes querían pudieron acercarse al club social  “Luz del Porvenir” para ver la proyección de la película y disfrutar de alguna comida casera. Finalmente, por una módica entrada se podía acceder a la obra de teatro Esperando la carroza, el vodevil, una adaptación del guión original.

Realmente “qué duda cabe” de que se trató de un muy divertido domingo para todos los que se acercaron a recorrer las locaciones de esta tan querida obra nacional.

La historia de un hito que nunca sucedió

La historia de un hito que nunca sucedió

El director Jorge Colás cuenta cómo filmó «Viedma, la Capital que no fue», un documental que aborda el frustrado proyecto de Raúl Alfonsín de trasladar la sede administrativa del país a la Patagonia.

El director de cine Jorge Leandro Colás estrenó este jueves Viedma, la Capital que no fue, en Cine Gaumont, espacios del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) del interior del país y Cinépolis Recoleta. El realizador habló sobre la producción del documental, que analiza el fallido proyecto de traslado de la capital hacia el norte de la Patagonia y anticipa: “Pensamos en la película como un organismo vivo que puede ir mutando hacia otras cosas como una serie o un podcast”.  

¿Cómo y por qué surgió la idea de este documental?

Yo soy de Viedma, vivo desde muy chico en Buenos Aires y la idea del traslado de la Capital Federal a Viedma siempre estaba dando vueltas en mi cabeza. Yo vengo haciendo documentales hace más de diez años, creo que es el formato más rico porque te permite trabajar con materiales reales, como la gente, los espacios, los archivos y los registros de cosas que son concretas, siento que ahí hay una fuerza que la ficción no tiene. Cada vez que digo en Buenos Aires que soy de Viedma la gente me responde: “Ah, de Viedma, de la Capital que no fue”. En un momento dije alguien va a hacer este documental y yo me voy a querer matar porque es una película que hasta me hubiera gustado verla a mí como espectador. No me demoré más y empecé a contactarme con los testimonios que muchos eran de un círculo bastante cercano y próximo, primero fueron charlas informales y después seguimos con todas las otras cuestiones que implican rodar un documental. Fueron alrededor de tres años todo el proceso de producción hasta al estreno de la película.

 ¿Cómo fue la elección de los testimonios y la recolección y edición del material de archivo?

El eje de la película siempre tuvo tres partes concretas con respecto a los entrevistados: la parte más política e histórica con gobernadores, diputados, intendentes de esas regiones involucradas en aquella época, otra parte arquitectónica con los arquitectos que organizaron el proyecto, que trabajaron desde Viedma y Buenos Aires y, por último, una tercera parte que tenía que ver más con lo social, con los vecinos que llegaron a Viedma en busca de un futuro mejor y también los vecinos que se veían afectados por el movimiento que iba a significar el traslado de la Capital. Así que, en base a esos tres ejes, fuimos buscando y encontrando a la gente más representativa de cada uno. Con respecto al archivo, trabajamos con una productora que es especialista en material de archivo audiovisual y dividimos la búsqueda en dos grandes grupos, uno que tenía que ver con las transmisiones oficiales que involucraban a Raúl Alfonsín, los spots publicitarios que promocionaban la nueva capital, que no estaban ni siquiera digitalizados, así que fue muy emocionante tener esos materiales inéditos en la película. Después, por otra parte, empezamos a rastrear los medios locales porque nos parecía interesante escuchar la historia desde los vecinos, los estudiantes y toda esa gente de la propia ciudad que estaba siendo involucrada en este proyecto de la nueva ciudad.

Hay mucha sorpresa de ver que en realidad fue un proyecto bastante concreto y que estuvimos mucho más cerca de lo que podemos pensar de modificar la Capital de Argentina y eso lo pone en escena la película.

Jorge Colás

 

  • ¿Qué significa para usted y para la gente de la Patagonia poder contar esta historia?
  • Me parece que está bueno que podamos contar en esta película todo ese proceso de tantos años y que salga un poco a la luz nuestra historia. Es muy importante porque mucha gente piensa que fue una idea de Alfonsín dicha en un discurso afiebrado y la verdad es que no fue solo eso. Al contrario, hubo un montón de gente trabajando para diseñar el proyecto desde el planeamiento general hasta la calefacción en cada una de las casas, estudios muy detallados de suelos, arboles, hasta un análisis de los hospitales de Viedma y Carmen de Patagones para saber si estaban en condiciones de brindarle atención de salud a toda esa gente que iba a llegar. Hay incluso una ley que fue sancionada y consensuada en la Cámara de Diputados y Senadores y que nunca fue derogada, muchas cuestiones que la gente se sorprende cuando empieza a ver la película. Hay mucha sorpresa de ver que en realidad fue un proyecto bastante concreto y que estuvimos mucho más cerca de lo que podemos pensar de modificar la Capital de Argentina y eso lo pone en escena la película.

 En el documental algunos testimonios hablan de esta idea como un fracaso. ¿Usted cómo califica este proyecto inconcluso?

En lo local, como viedmense siento que es verdad esa idea de la frustración, por algo que pudimos ser y no fuimos. Para toda la región este proceso de traslado de la Capital es como un hito, pero de algo que no pasó. Después en cuanto a algo más global, siento que la película y mi mirada tiene que ver con la nostalgia por esos primeros años de democracia en donde se pensaba un país que podía ser distinto, que podía ser mejor y dejar atrás los años tan terribles de la dictadura. Creo que ese intento de traslado fue tal vez en estos 40 años de democracia, el último gran proyecto drástico que podría haber cambiado el país, no hubo en este tiempo una propuesta tan marcada de cambiar el eje del país, federalizarlo y mirar hacia el sur pensando en potenciar la Patagonia.

 ¿Cuáles fueron las sensaciones en estos días de estrenos y cuáles son sus expectativas para los estrenos comerciales?

Fueron muy lindos los momentos de estrenos, primero en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), con gente principalmente de acá y ahí teníamos un poco de incertidumbre, porque era la sorpresa de una historia que quizás apenas sonaba en la cabeza de la gente. Finalmente, algo de razón teníamos porque muchos se encontraron con una historia desconocida así que fue un poco de sorpresa y fascinación de una historia que pudo cambiar el país y no lo hizo. Después, en Viedma, la carga emotiva fue impresionante, hicimos cinco funciones a sala llena y mucha gente con lágrimas en los ojos se acercó para decirnos que vio la película con un nudo en la garganta durante toda su duración. Ahora tengo mucha expectativa con lo que viene porque a pesar de que para los documentales es muy difícil el acceso a las pantallas y que la gente vaya a ver las películas al cine, siento que se está despertando un interés muy grande por este documental. Nosotros, junto a la productora, alentamos a que se acerquen porque trabajamos mucho la imagen y el sonido para que el ámbito natural sea el de la pantalla grande. Por eso, estamos muy expectantes al estreno y a que la película encuentre a su audiencia ideal en esos espacios para después más adelante poder abrir la puerta a otras ideas, como una serie o un podcast, que cuente más en profundidad todo lo que está un poco concentrado en la película y que quedaron afuera. Hay mucho más material del que suponíamos y eso nos hace pensar en la película como un organismo vivo que puede ir mutando hacia otras cosas y proyectamos en un futuro poder concretar estas ideas y que no sea “la serie que no fue”.

«Tener salud es ser libre»

«Tener salud es ser libre»

El actor y director Juan Vautista relata su experiencia personal con la institución médica en el documental La salud bajo control.

Mostrar la cara no visible de la medicina es el propósito de La salud bajo control, una investigación devenida en largometraje de acceso gratuito que abre una variedad de interrogantes sobre el funcionamiento y las prácticas del sistema de salud y sobre el impacto que tienen en las personas los intereses de la industria farmacéutica y la información de los medios de comunicación. Realizada entre 2016 y 2022 con financiamiento colectivo, atravesada en el medio por la pandemia, la película incluye entrevistas a profesionales de distintas partes del mundo.

“Sentí y acepté que estaba al servicio de todo esto, que yo era un instrumento más para que esta película se hiciera. De ahí comencé a tener más fe en mi intuición para llegar a los entrevistados. Tardé en darme cuenta que la vida me había puesto en ese lugar. Como actor, tenía que aplicar todo esto y tener un criterio artístico para hacerlo”, cuenta su director, Juan Vautista, en diálogo con ANCCOM.

Actor, director de cine y teatro, creador de sketches, musicales, performances y monólogos, Vautista también fue guionista y codirector del documental La educación prohibida (2012) y actualmente está presentando su obra Varonas en el Teatro La Mueca del porteño barrio de Palermo.

“Me frustra que la máquina sea tan grande y poderosa como para poder desarmarla. El sistema está compuesto por las corporaciones, el poder político y otros actores que están allí arriba –afirma–. Entre sus herramientas más importantes está la economía, que copa cada estrato de la sociedad, luego el sistema educativo, clave para formatear mentes desde la infancia, y el sistema sanitario, que te pone de frente a la muerte, por lo que la gente, guiada por el miedo, va a hacer todo lo que le digan. Con el sistema sanitario nos mueven como un rebaño”.

¿Cómo surge el título La salud bajo control?

Cuando comencé a realizar el documental pensé que se llamaría “La salud prohibida”, de modo similar a mi anterior película. Dejé que las investigaciones y las mismas entrevistas hechas para la producción lo fueran definiendo de manera autónoma. Un día estaba en una plaza, acostado en un banco, cuando el nombre me llegó de golpe. Me dije: “Tiene que ser ‘La salud…’, algo que se adapte a dos normas a la vez”. O aprendemos a controlar nuestra propia salud o la controlarán ellos, y la realidad es que no le importamos a la industria farmacéutica, a la alimenticia y ni siquiera al Estado. No hay que olvidarse que son los gobiernos quienes juegan un papel importante al financiar campañas de difusión para apadrinar lo que la institución médica hace.

¿Los pacientes se encuentran automatizados y adoctrinados frente a las indicaciones médicas?

Nos tenemos que cuestionar todo. En el documental expongo carátulas con distintas preguntas porque me parece que debemos salir de ese lugar de comodidad. Tomar el control de mi salud significa también abrir los ojos y ver la realidad. Es probable que necesitemos la cooperación de los médicos, pero no desde un lugar de ignorancia, de comodidad o de pasividad. Se trata de tomar las riendas de nuestra propia salud, ya que si no lo hacemos tampoco podemos pretender que lo haga el otro. Los médicos pueden llegar a tener buenas intenciones pero aun así se hallan en una burbuja de ignorancia y están arrastrados por la ley. Básicamente se encuentran atados. 

¿Esperás que el documental sea visto por estudiantes de Medicina?

Mi anhelo es que lo vean. Muchos me han contado que la primera etapa de la carrera es interesante, hasta que aparece la farmacología. En ese momento es donde empieza a decaer la magia del estudio al haber una sola forma de curar debido a que los programas universitarios de Medicina fueron construidos por la misma industria farmacéutica. Esto provoca que los estudiantes salgan formateados. Actualmente, el esquema está cambiando porque comienza a ser cuestionado y se busca información por otros medios. El estudiante debería atravesar toda la estructura que compone la carrera con los ojos abiertos, tomando ciertas sugerencias y dejando de lado la ignorancia. Esto evitaría que sea parte del rebaño, como nos pasa al resto.

¿Qué impacto tuvo la pandemia en la realización de la película?

No estaba en mis planes hablar sobre la pandemia, pero ésta nos atravesó. La situación puso de manifiesto el rápido funcionamiento de absolutamente todo y el desconocimiento de todos, me incluyo, sobre nuestra propia biología, mente, cuerpo y emociones. Estamos adiestrados a querer todo muy rápido, en todo momento, a partir de tener una gran cantidad de cosas sintetizadas en un teléfono, lo cual nos genera más ansiedad. Además, el nivel de ignorancia fue tan alto que pudieron hacer lo que quisieron, controlándonos a raíz del miedo. Nos van llevando a eso, no tenemos la culpa nosotros. Va a ser en la segunda parte de La salud bajo control donde toque en profundidad lo ocurrido en la pandemia. Lo que fui descubriendo en la construcción de ambos documentales es que estamos viviendo en una época de extrema ansiedad social. Cada vez nos cuesta más ser nosotros mismos y tener valentía para expresar lo que queremos.

¿Qué respuestas recibiste del público?

Hay mucha gente que no está de acuerdo con la película, les genera rechazo. A mí me parece que pasará un tiempo hasta que el tema sea aceptado. Recientemente, una médica que la vio me dijo que lo que rescataba de la película es que no le chocaba, sino que le abría una puerta de interrogantes.

¿Fueron difíciles las entrevistas?

Lo que salva a La salud bajo control son las personas que compartieron sus testimonios, que son parte del universo de la salud. Previamente, varios de ellos se habían negado a aparecer en otras películas, ya que tenían temor de la edición que luego se les aplicaría a sus palabras en el montaje, pero lo que hizo que se entregaran con total relajación a participar y confiaran en mí fue mi anterior película, La educación prohibida. Muchos me han dicho que no pueden creer cómo llegué a juntar a todas esas figuras en un mismo largometraje. He recibido elogios al lograr que el documental fuese entretenido y sintetizara todos estos temas.

¿De qué forma se complementa el arte con el tema de la película?

Las animaciones, el color y la música están muy pensadas en el documental. Traté de que el músico participara activamente en la visualización. Le mostré la película en pantalla grande para que armara la base y la estructura musical. La música juega un papel clave para que el espectador se adentre en las imágenes y no se aburra. Siento que la musicalización promueve un pulso que acompaña los fuertes temas tratados. Eso ayuda a quien lo ve, especialmente cuando la trama de la película es oscura. Decidí también que las animaciones tenían que estar todas en un mismo lenguaje. Con la ayuda del animador, intentaba que las mismas sean absurdas y suavizaran la densidad del argumento.

¿En qué tópicos hará énfasis la segunda parte de La salud bajo control?

La primera refiere principalmente a que el control de nuestra salud lo tienen los otros, la institución médica. En cambio, en la segunda parte hay una reformulación en la que el eje pasaría al control que nosotros mismos ejercemos. Quiero abordar el tema de la pandemia sin tener que preocuparme por la censura. La parte uno del documental es oscura, a pesar de que las animaciones y la música ayudan a suavizarlo. En su continuación, a pesar de que va a comenzar tratando el tema del covid, se plantea lo ignorantes que fuimos para que se nos vendiera este asunto con tanta facilidad sin llegar a cuestionar nada. Luego el film se adentrará a pensar sobre el cuerpo humano, a interrogarse qué es la enfermedad y todo esto acompañado de otros testimonios vinculados con el hecho concreto del acto de sanar. Se estrenará a finales del primer semestre del próximo 2024. Mi intención es que pase un tiempo después del periodo de pandemia para que el público mire con otros ojos la situación ya que todavía es un asunto que sigue latente.

Tras esta primera parte del documental, ¿podés contestar qué es tener salud?

Me siento privilegiado por todas las personas que conocí y entrevisté para la realización del film y fue de esta forma que construí mi idea. Creo que ser y descubrirse a uno mismo a nivel emocional, biológico y psicológico logra motorizarte al objetivo de tener salud. Se debe salir de ese lugar de comodidad y descubrirse a uno mismo. Como dice una de nuestras entrevistada en la película: “Tener salud es ser libre”.