Por Julieta Escat
Fotografía: Julieta Escat

La Fundación FILBA organizó un concurso de escritura poética con los textos de lomos de libros. En una librería de Villa Urquiza se reunieron amateurs y profesionales para hacer lomopoesía.

No estar inspirado dejó de ser una excusa para no escribir. Una técnica literaria promovida por la Fundación FILBA conquistó el corazón de todas las personas que participaron del Primer Concurso Nacional de Lomopoesía. “Muchas gracias por la confianza, por haber venido a hacer algo que nadie sabe bien de qué se trata”, dijo Amalia Sanz, directora de FILBA, para dar inicio a la jornada. El encuentro tuvo lugar este viernes a la tarde en Estación Libro, una librería porteña del barrio de Villa Urquiza.

La lomopoesía consiste en “hacer un poema usando las palabras que están en los lomos de los libros. No vale agregar artículos ni pronombres. Lo que está ahí, es lo que queda en los versos”, explicó Victoria Rodríguez Lacrouts, programadora de FILBA y coordinadora del certamen, a los diecinueve participantes que se acercaron a la librería. “Una de las reglas es que tienen veinticinco minutos para armar cuatro versos como mínimo y apilando los ejemplares que elijan. No vale robar los libros del compañero”, agregó Sanz entre risas, quien también aclaró que el ganador del concurso se llevaría una orden de compra por $50.000 para gastar en ese mismo local.

Mientras los competidores recorrían el lugar y miraban atentos los títulos de los libros que estaban en las estanterías, Juan Pablo Poggio, librero de Estación Libro, aseguró en diálogo con ANCCOM: “Esta es una buena oportunidad para que vean el surtido de ejemplares que tenemos. Nuestra idea es estar haciendo eventos constantemente”. Por su parte, Rodríguez Lacrouts contó a este medio cómo surgió la idea de hacer el concurso: “Es algo que yo hacía hace muchos años, cuando tenía un club de libros y nos poníamos a armar poemas con las obras que teníamos en la biblioteca”. También aseguró que, a futuro, FILBA organizará más jornadas de este estilo en las distintas sedes de Estación Libro, con el objetivo de armar una final con los ganadores de cada certamen.

Una vez que los competidores terminaron de crear sus lomopoemas, pasaron de a uno a un rincón de la librería —que devino en una suerte de escenario improvisado— y leyeron en voz alta sus creaciones. Después de cada lectura Ana Prieto, escritora y jueza del certamen junto con Sanz y Poggio, tomó una fotografía de cada poema para deliberar luego acerca de cuál sería el ganador. Mientras los participantes leían los títulos de los libros apilados, el resto se regocijaba al escuchar la divina musicalidad que se desprendía de cada invención.

“Me parece divertido, me gusta hacer este tipo de improvisación con el cuerpo y usar la intuición”, contó Renee Carmichael, una joven estadounidense radicada en Argentina que participó del encuentro, mientras los jueces discutían en otro sector de la librería sobre el poema ganador. Por su parte, Simón Risé, otro competidor también joven, aseguró: “Me gusta jugar con las palabras, no tomarme formalmente la escritura, que fluya. Esta actividad invitaba mucho a fluir, a lo que se mueve y cambia”.

Entretanto los jueces seguían deliberando, FILBA convidó a los presentes una copa de vino. Los lomopoetas aceptaron con gusto y se pusieron a conversar entre sí, además de a leer algunos de los libros que habían elegido para la pila. David Delgado Valery, un participante venezolano radicado en el país, dijo: “Vine para tener un desafío creativo y conocer gente que hace poesía”. Es que, efectivamente, entre los presentes había personas que ya se dedicaban a escribir, como Mónica Landolfi: “Yo soy dramaturga y hago haikus –contó-. Vine porque quería ver cómo era escribir con los lomos de los libros. Me encantó, volvería a hacerlo. Es más: lo difundiría con mis alumnas”. A su vez, Andrés Giorda, un competidor cordobés que desde hace un año vive en Buenos Aires, expresó: “Vine motivado por conectar con la lectura desde un espacio lúdico. Lo que más me gustó de la propuesta fue sentir que venía a jugar con los libros”.

El lomopoema que resultó ganador decía así: “Bien tarde en el día / Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida / ¿Por qué te empeñas en sufrir así? / Soy toda oídos / Los árboles caídos también son el bosque / La oscuridad es un lugar / Las madres no / Llega un hombre y dice / Quiénes somos ahora / Entre ellos / La belleza de aquellos años / Tu sueño imperios han sido / Ya te llegará / Como el fuego / El infierno prometido”. Su autor, Juan Ford, dijo emocionado: “Estoy contento. Me gusta escribir pero me falta disciplina, lo hago porque me gusta. Acá caí de casualidad. Fue realmente un juego, como armar un rompecabezas”.