«No sea indiferente, se matan travestis en la cara de la gente»

«No sea indiferente, se matan travestis en la cara de la gente»

Antirracista contra los Travesticidios, Transfemicidios y Transhomicidios recorrió el centro porteño. La reparación histórica uno de los reclamos que más resonaron.

Un nuevo encuentro por el Día Internacional del Orgullo tuvo lugar en Plaza de Mayo. La histórica movilización, en conmemoración al levantamiento de Stonewall en 1969 volvió a darse en la Ciudad de Buenos Aires con motivo de la 8° Marcha Plurinacional Antirracista contra los Travesticidios, Transfemicidios y Transhomicidios.

“Para las travas, reparación. Es una deuda que nos debe la Nación”, se cantaba al unísono en el camino que realizaron los, las y les manifestantes por Avenida de Mayo en dirección a un Congreso que les esperaba teñido de arcoíris. La concentración había comenzado a las 17 en Plaza de Mayo. De forma paulatina, el histórico punto de encuentro de actos y protestas se fue llenando con los colores de la comunidad LGBTIQ+. A pesar de que aún motivan la marcha los crímenes de odio perpetuados contra travestis y trans y la desigualdad de derechos, el histrionismo icónico, los brillos, colores, accesorios y los outfit súper producidos que les caracteriza no faltaron.

“Están las chicas del Gondolín”, “Hola, Tía Marlene!”, se podía escuchar decir al recorrer la plaza, mientras se realizaban los preparativos para comenzar la movilización y se esperaba que llegaran más y más personas. Así, se podía percibir como un encuentro cuasi familiar, de reunión y apoyo mutuo frente a la adversidad. Incluso, se dio presencia a las ausencias, a las víctimas, a través de un ‘trenzado’ llevado a cabo por la organización Las Históricas, en donde se hilaron numerosos nombres en las rejas de la Pirámide de Mayo.

Las banderas multicolor bien alzadas, las pancartas, los puestos de venta de pines, stickers y accesorios, comenzaron a plagar el espacio, mientras algunos turistas curiosos, tal vez de pasada en dirección a la Casa Rosada, se acercaban a ver de qué se trataba el encuentro.

Alrededor de las 18, ya cuando la sombra y el frío se cernían sobre Plaza de Mayo, se emprendió el trayecto hacia el Congreso, pacífica marcha de una multitud que ocupaba entre dos a tres cuadras de extensión, y llamaba la atención de quienes caminaban por Avenida de Mayo. Los bocinazos en la 9 de Julio no lograron impedir su paso decidido. La comunidad pisó con firmeza y se hizo ver y escuchar más aún frente al ruido de protesta de algún automovilista, alzando todavía más sus voces: “Señor, señora, no sea indiferente, se matan a travestis en la cara de la gente”.

También se destacó el grito “¡Presente!” durante el trayecto de la marcha, repetido en múltiples ocasiones ante la mención de víctimas, en un acto de memoria colectiva y pedido de justicia. Pero la lucha fue acompañada del ánimo festivo, de celebración del orgullo, pues los manifestantes fueron recibidos en el Congreso por un gran grupo de jóvenes que al estilo de la murga, con un ritmo acelerado, golpeaban sus bombos hechos de tachos. Mientras tanto, sobre un pequeño escenario, concedido por el Ministerio de Cultura de la Ciudad, una artista danzaba haciendo visible la bandera arcoíris que la envolvía con cada giro.

“Me parece muy importante salir, representar y poder seguir teniendo la visibilidad, que, si bien a veces se dice que ya conquistamos, en un montón de espacios no es así. De hecho, sigue habiendo un montón de ataques de odio. Hasta que eso no cese, hasta que el amor no sea la norma, vamos a seguir saliendo a las calles”, expresó Suri, docente perteneciente a la comunidad LGBT que se presentó a la marcha, y resaltó el pedido de una justicia que no sea patriarcal, cuyos fallos no se den desde el panorama del odio.

De esta manera, la comunidad LGBTIQ+ llevó a cabo el reclamo por el desarrollo de una vida digna, particularmente para travestis y trans, en la que deje de imperar el miedo, la violencia, persecución, discriminación, exclusión y desigualdad. En este sentido, durante la movilización los casos que más resonaron fueron los pedidos de justicia por Sofía Fernández y Cynthia Moreira, así como la aparición con vida de Tehuel de la Torre, de quien no se sabe su paradero desde 2021.

Sumado al reclamo al Estado, aparecen las subjetividades: “En lo personal, reclamo por la angustia de sentir que todavía hay un montón de rechazo, un montón de tabúes. Creo que aún no se entiende qué es ser transfeminista. No es cuestión de ser varón o mujer, sino de entender el vínculo amoroso desde otro lugar”, manifestó Karen y agregó que el orgullo es poder expresar de forma pública que lo personal no debe estar “escondido en las paredes”. “Para mí amar es político, las relaciones se construyen, no hay una forma natural y esencial dada”, agregó.

El orgullo se hizo presente en la marcha como un estandarte y herramienta de lucha frente al histórico silenciamiento y persecución al que se ha visto sometida la comunidad. Pero además, se reclamó por transformaciones en el marco legal y una exigencia al Estado por la ampliación de derechos: tal es el pedido de una Ley de Reparación Histórica que ampare a aquellas personas travestis y trans adultas víctimas de la represión estatal, que han visto disminuidos sus derechos a lo largo de sus vidas, lo que las lleva a vivir en la actualidad una adultez o vejez en situación de vulnerabilidad.

“Hoy estoy apoyando a las compañeras, en especial a ‘las históricas’, las chicas grandes, de más de 60 años, que se las reconozca, para que tengan una jubilación”, mencionó Ana, manifestante trans que dijo estar contenta con los derechos logrados hasta el momento, si bien reconoció que todavía faltan más.

Antecedentes como la Ley 26.743 de Identidad de Género, aprobada en 2012, o la más reciente Ley 27.636 de Cupo Laboral Travesti Trans, sancionada en 2021, hacen pensar que la ampliación del carácter de legalidad para las personas LGBT+ es un horizonte posible. Con motivo del aniversario de ésta última ley, el 24 de junio pasado el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación comunicó que la promoción del acceso al empleo formal para personas travestis, transexuales y transgénero tuvo un impacto positivo, pues 709 personas travestis y trans pudieron acceder a un puesto de trabajo en organismos públicos del Poder Ejecutivo Nacional.

Pero todavía queda un largo camino por recorrer, tanto en lo referente a los derechos como a la transformación de la sensibilidad social: en un informe publicado en 2022 por el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, se establece que el 84% (108) de los casos relevados durante dicho año se dieron contra mujeres trans (travestis, transexuales y transgéneros). Particularmente, en lo que refiere a lesiones al derecho a la vida, el 20% de los casos son asesinatos y el 80% muertes por violencia estructural, es decir relacionadas tanto a desigualdades materiales sistémicas, que han relegado a las personas trans hacia la marginalidad, como también a la invisibilización y negación a la aceptación de sus identidades.

Guitarras y violines eléctricos made in Barracas

Guitarras y violines eléctricos made in Barracas

Dos luthiers, Johnny Keller y Alejandro García, cuentan cómo crearon instrumentos de exportación en el sur de la Ciudad.

En una casa al sur de la ciudad, en el barrio porteño de Barracas, dos luthiers trabajan en la construcción de sus instrumentos. Con pedazos de madera cortada que van tomando forma, parlantes en el piso, guitarras colgadas, herramientas de trabajo y en especial una playlist de rock a todo volumen, esta casa se ha convertido desde hace años en el taller de Alejandro García y Johnny Keller. Los músicos y luthiers han escalado alto y buscan continuar su recorrido por este mundo que los ha atrapado y les brinda satisfacciones, aunque también contratiempos. En diálogo con ANCCOM contaron su recorrido, sus proyectos y su mirada respecto a la situación actual del oficio de la luthería. 

Keller es el creador del violín eléctrico Strikell que ha llegado a la feria de productos musicales más grande del sector celebrada en Estados Unidos, la llamada NAMM (National Association of Music Merchants) y tiene la mirada puesta en la exportación. García, que ejerce la profesión de luthier desde hace más de diez años creando guitarras y bajos eléctricos personalizados para músicos, ha desarrollado un modelo propio, estandarizado, llamado Battlewood que está siendo difundido en Europa. Van a estar presentes en la próxima Feria de la Música en La Rural y en la UNLA (Universidad de Lanús), en agosto. 

¿Cómo llegaron hasta acá en su relación con la música?

AG: Desde chico quise tocar la guitarra y mis viejos me regalaron una eléctrica. La fui armando y desarmando para ver cómo funcionaba, y aprendí de esa manera: mandándome y haciendo cosas que no tenía que hacer. Primero lo tomaba como un hobby porque yo estudiaba Historia, además de música. También fui tomando cursos de luthería y electrónica. Con el tiempo, se convirtió en mi actividad principal y lo combiné con el trabajo que empecé a desarrollar de grande que es la carpintería. Al principio solo hacía instrumentos para mí y luego comencé a construir para otros. 

JK: Yo soy de Misiones, de Montecarlo, estudié profesorado de música y después de recibirme se me dio la oportunidad de venir a Buenos Aires. Cuando conocí a Ale, yo había hecho de forma autodidacta, viendo videos de YouTube, un charango eléctrico. Él me ayudó y me ofreció hacer un curso de luthería para tener los conocimientos básicos y empezar a crecer. Gracias a eso pude arrancar con los violines eléctricos que siempre fueron mis instrumentos. Hoy me dedico plenamente a fabricar violines, ya no ejerzo más de profesor.

¿Cómo nació la idea de realizar violines eléctricos? 

JK: Desde chiquito me gustó tocar el violín y lo que quería era fabricar uno para mí. Lo fuimos diseñando con Ale y la idea empezó a crecer. Tuve la posibilidad de conseguir un inversionista que nos ayude para sacar adelante ese proyecto, y nació así: como una idea para hacer un instrumento para mí pero que luego fue replicado para otros músicos.

¿Cómo fue la respuesta por parte de los músicos teniendo en cuenta que es un instrumento clásico?

JK: El nicho del violín eléctrico no está apuntado para un violinista de música clásica sino al que toca en un escenario. Como con una guitarra eléctrica, tocando en vivo, enchufado con parlantes, un músico de banda, por ejemplo. Hay más facilidades, pueden comenzar a jugar con los sonidos, se presta para hacer distorsiones que salen de esa concepción clásica, tradicional de una orquesta. De cualquier forma, podría usarse, pero en general se utiliza para algo distinto. Hoy hay muchos folcloristas que se están pasando al eléctrico. Es algo que está comenzando a crecer, en el mundo están empezando a aparecer violinistas eléctricos y se está formando una comunidad interesante. 

Las guitarras eléctricas no son una novedad, pero ¿qué buscás otorgarle a esa guitarra para que sea distinta y llame la atención?

AG: Primero hacía muchos instrumentos para distintos músicos, pero con el tiempo me fui dando cuenta que tenía que especializarme. Entonces empecé a hacer guitarras eléctricas de cuerpo sólido y no de caja, con ciertas características de largo de escala, de peso, de un tipo de construcción que ya es conocida y definida que es la Squier Stratocaster. Dentro de eso, intento innovar o lograr mejoras para que se adapten a las necesidades y demandas  del músico, eso es lo que sirve de guía. En el caso de las guitarras Battlewood, que son las que estoy ofreciendo ahora, hay una innovación respecto al tensor que no lo tiene ninguna guitarra y que ayuda de una manera más práctica a hacer un ajuste y calibración. Son cosas técnicas, pero que apuntan a exigencias de un tipo de músico.

¿Cómo es el proceso de pensar y diseñar un instrumento?

AG: En principio está la idea del instrumento, de cómo va a ser, qué características va a tener. Eso se vuelca en el diseño y se comienza a construir, ahí vamos viendo si tal vez se puede modificar algo, entonces se vuelve al diseño y se cambia.

JK: Hay cosas que ya están estandarizadas, hay microfonía que usa la mayoría de las guitarras eléctricas, en base a eso se parte de qué necesidad tiene uno o el músico. Hay muchas variables de lo que se puede hacer en un instrumento, no hay una ciencia exacta. Uno puede estar diez años y siempre va a hacer algo nuevo o diferente, es muy relativo. 

AG: Claro, hay ciertos parámetros de gente que ya hizo guitarras o violines, que logró avances y que sirven de base. A partir de eso se busca hacer algo nuevo, mejorado o adaptado a un músico puntual o un estilo musical. Incluso en las guitarras estandarizadas que hago ahora, se puede lograr características distintas.

JK: Puede haber dos guitarras iguales, pero con distintos tipos de madera y eso hace que cambie el timbre, el peso. Cada instrumento hecho por un luthier es algo muy especial, muy único y es diferente a lo que te pueda ofrecer una multinacional que fabrica miles de guitarras por mes, hay un valor agregado. Se busca algo más personal que te identifique, que uno lo vea y diga: “Eso seguro fue hecho por Fulanito…”. Por ejemplo, yo utilizo impresión 3D, ese es el sello distintivo de los violines Strikell y utilizo toda madera misionera recuperada. Voy variando los colores, los tipos, y eso le da una personalización.

Johnny, tuviste la oportunidad de ir a la NAMM en Anaheim, California, ¿cómo lograste ese lugar y cómo fue la experiencia allí?

JK: En Argentina existe la Cámara Argentina de Fabricantes de Instrumentos Musicales (CAFIM) que logró hace años, junto con la Agencia de Inversión en Comercio del Exterior, tener un stand en la NAMM. Se lanza una convocatoria para todas las marcas argentinas que quieran estar, se hace un trabajo de curación y se eligen las marcas que van a ir a esa feria. El año pasado me inscribí y tuve la suerte de quedar seleccionado. Fuimos doce marcas las que viajamos, cada uno con su espacio en el mismo stand y la verdad es que es una oportunidad única. Si quisiéramos ir solos a la NAMM sería muy caro, muy difícil. Obviamente tuvimos que pagar, pero es otro precio porque el stand es compartido por muchas marcas y una parte la pone la agencia. Todo lo que es la construcción del stand también se encargan ellos, cuestiones legales, de personal, es todo muy estricto. Nosotros solo vamos y ponemos los instrumentos, está muy buena esa posibilidad. La experiencia es muy gratificante, es lo máximo a lo que se puede aspirar como fabricante, marca o incluso casa de música. Está dirigida a generar nuevos lazos y hacer negocios con otras empresas. 

Es un oficio particular, distinto. ¿Hubo algún momento en el que pensaron en dejarlo? 

AG: Sí, muchas veces dije: “Dejo todo esto y me dedico a otra cosa”. Sobre todo por la presión de la situación económica, esa es la dificultad. Trabajo hace bastante, la demanda está, pero la fluctuación de los precios y de cómo armar un presupuesto es jodida. Pero yo sé que estas cosas pasan y hay que seguir, además de que siempre se tiene la esperanza de estar un poco mejor.

JK: Y la pasión que uno tiene… no es lo mismo estar en una oficina, encerrado. Esto va más allá y es el poder hacer lo que a uno le gusta. Se junta el hobby con el trabajo. En mi caso está la dificultad de la competencia, por ejemplo con un violín fabricado en China que es mucho más económico. Por supuesto que es básico, estandarizado, pero lastimosamente por la situación actual muchos terminan eligiéndolo. Esa parte es difícil y se siente.

¿Ven una decadencia en la luthería o es un oficio que se mantiene?

AG: Se da una particularidad y es que los oficios manuales están en decadencia. Pero en ese marco general, se da la paradoja de que la construcción de instrumentos en sí está en ascenso, es una actividad creciente. Lo que se ve es un cierto proceso de trabajo, más manual, que va desapareciendo por la utilización de maquinarias.

JG: Claro, nosotros tenemos una máquina que ayuda a cortar el bloque de madera en la primera etapa, eso te ahorra muchísimo tiempo y te permite tener en un mes un instrumento que antes tardabas seis meses en hacerlo. En lo que respecta a violines, no hay tanto luthiers como sí con las guitarras, pero sin dudas hay muchos y no van desapareciendo.

¿Qué proyectos e ideas tienen para el futuro?

AG: Busco que el taller crezca, primero trabajé solo y desde hace un tiempo fui formando un equipo de trabajo y espero que siga creciendo. También ofrecer mi marca Battlewood con más variedad, con otros modelos, expandirla un poco. También estoy asociado a Sergio Roger (hermano de la actriz y cantante, Elena Roger), haciendo amplificadores y tengo un curso de mantenimiento y calibración, online. Siempre apuntando a crecer, a que me conozcan y que conozcan mi trabajo. 

JK: Bueno el hecho de haber ido a la NAMM me abrió la puerta y la posibilidad a exportar, a llevar la industria nacional afuera. Decir que existimos, estamos en el mundo y por supuesto seguir vendiendo y trabajando acá, pero que pueda haber violines argentinos donde sea. Es un sueño, una meta que en algún punto yo creo que puede llegar a cumplirse.

«En Argentina siento libertad»

«En Argentina siento libertad»

La guerra en Ucrania rompió las fronteras del silencio en un grupo de la comunidad LGTBIQ+ rusa que decidió migrar. En Argentina, sus integrantes pudieron construir sus vidas respetando sus identidades en forma pública, casarse y ser madres. 

Nazar toma el mazo de cartas de Tarot y lo apoya sobre la mesa ratona. Respira profundo y se sienta. Es una mañana fresca pero agradable en la Ciudad de Buenos Aires y los rayos del sol, lejos de tímidos, dan su presente a través de la ventana de la casa que Nazar habita hace algunos meses junto a su esposa y su hija chiquita. En el último tiempo vivió en una variedad de casas, pero ningún hogar; mientras cuenta y ordena las cartas piensa que quizás, tal vez, ahora sí tiene uno. Sabe que por la tarde le espera una reunión aventura con una persona que no conoce, en la que va a hablar de temas que jamás habló con nadie más que con su esposa. No está segure de qué sentir. No sabe si podrá contar todo lo que aconteció en los últimos años. No sabe si le saldrán las palabras. 

Vuelve su atención hacia el Tarot. Las cartas le devuelven el reflejo de una señal que le descomprime el pecho y disipan sus acuciantes preguntas. Sobre la mesa, encima de un mantel celeste, se ve la figura de una mujer en tonos terrosos y sepia. Es la Reina de Bastos, conocida en el Tarot por su asociación con la autoafirmación, el florecimiento y, sobre todo, la comunicación. 

ANCCOM habló con tres personas rusas de la comunidad LGTBIQ+ refugiadas en la Ciudad de Buenos Aires. Nazar es una de ellas. Desde el comienzo de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero del 2022, se estima que más de 22 mil personas dejaron Rusia para mudarse a Argentina. Cientos de ellas pertenecen abiertamente a la comunidad LGTBIQ+, y ahora se encuentran frente a un horizonte de posibilidades en lo que refiere a la libre expresión de sus identidades, lejos de un país donde hacerlo es repudiado e incluso penalizado.

Les tres cuentan lo mismo sobre la situación de Rusia: en el país el orgullo y la diversidad sexual están atravesados por un pacto de silencio social y legalmente impuesto. Por ejemplo, actualmente rige una ley que prohíbe hablar públicamente sobre temas relacionados a la comunidad LGTBIQ+ de forma positiva o neutral. Contenidos en internet, programas de televisión, películas, sólo pueden incluir personas de la comunidad o hablar del grupo si esto es hecho de forma negativa. Hasta 2013, la ley ejercía esta prohibición sólo en la comunicación con personas de hasta 18 años, a modo de protección – según las autoridades – de la integridad de niños, niñas y adolescentes. Pero hace algunos años la normativa se amplió y ahora aplica universalmente, sin restricción etaria. 

Otro ejemplo es que las parejas de hombres gays, en particular, no tienen derecho a adoptar hijos: sin una mujer en la fórmula -considerada una figura natural y necesaria en el acto de criar-, la adopción es calificada como inconstitucional e inmoral y condenada a ser imposible. Pero tampoco es fácil para las parejas de mujeres lesbianas. “Es imposible ser dos mamás -cuenta una de las entrevistadas, Ann- porque legalmente solo una mujer puede ser mamá. La otra madre no va a tener ningún derecho sobre su hijo. Además, las personas no van a reconocerlas como dos madres: sos meramente la amiga de mamá”. Incluso las familias que logran avanzar con la adopción a pesar de las restricciones, se enfrentan a diario con el miedo de que alguien las denuncie bajo el pretexto de estar ejerciendo violencia doméstica, aunque la única “violencia” en cuestión sea ser LGTBIQ+.

“No sé qué pasaría si volviera hoy a Rusia”, reflexiona Nazar, mirando al frente, hacia el desfile de árboles del Jardín Botánico. “Porque ahora hablo libremente. Vivo libremente. Y no puedo, es imposible, volverme a cerrar”. 

Tiene 33 años, vivió en Ucrania hasta los 21 -cuando se mudó a Moscú- y llegó a Argentina hace tres meses. Sostiene que, más allá de las leyes recientes, el silencio es algo socialmente establecido y respetado hace mucho más tiempo. El silencio y la mentira. “Mentir es parte de la vida. Y tal vez es la razón por la que empezó la guerra, porque como país no tenemos verdad en nuestra esencia. Es un lugar de mentiras gordas, y las leyes anti-LGTBIQ+, así como la guerra, son continuaciones de ello”, expresa Nazar. 

Desde chique, a los tres o cuatro años, elle ya sentía y sabía que era diferente. Especial. Cuenta que conocía algunas identidades LGTBIQ+, y que incluso por momentos, en un intento por darle un nombre a lo que sentía en su interior, trató de contentarse con la idea de ser transgénero, pero algo le decía que su identidad verdadera estaba en otra parte. “Sabía que era algo pero no el nombre -explica Nazar-. Un día lo encontré: no binario. Y supe que era lo que había estado buscando toda mi vida, todos mis treinta años de vida. Me sentí tan contente. Y la historia de ese primer encuentro con mi identidad es graciosa, porque fue viendo una serie… Sex Education. Un personaje se da cuenta que su género es fluido y pensé: ‘¡Soy yo!´.”

Se acomoda el pelo rubio y largo hasta los hombros, y cuenta que se halla a sí misme abriendo los ojos, observando la ciudad y preguntándose cómo es posible estar acá. Siente que los árboles son distintos, el aire es distinto, y la gente es amable y sonriente. “Mi casero me dijo que en Buenos Aires nadie sonríe -cuenta Nazar- y yo le respondí: ‘Ay, Gonzalo, eso es porque no viviste en Moscú’”. Se ríe. 

“Un día vi a dos hombres caminando de la mano…”, dice Nazar, hace una pausa, suspira, y luego pide perdón, porque sus ojos se le llenaron de lágrimas. Suelta el aire y continúa, aunque no logra terminar su oración: “Es que no me creo todo esto, pero es verdad, aunque a mi mente y mi alma les cueste creerlo. En Argentina siento libertad. Me siento verdadere. Buenos Aires es la ciudad de la verdad para mí. Quiero decirlo más poéticamente pero no tengo palabras”, expresa. Lo que no sabe es que todo lo que dijo fue, sin duda alguna, un poema. 

Ana, a diferencia de Nazar, tuvo la suerte de encontrar el nombre de su identidad cuando era muy chica; siempre supo que le gustaban las mujeres. Explica que desde que tiene memoria habitó su identidad con relativa normalidad porque, según ella, vivió la mayor parte de su vida en Rusia en una burbuja bastante tolerante. Pero también reconoce que su experiencia fue una cuestión de suerte. “Sé de otras personas que sí atravesaron algunas situaciones, por ejemplo de haber sido agredidas en la calle, o una amiga que se quedó sin su trabajo después de que se supo que era lesbiana. Yo nunca tuve un incidente así pero constantemente lo esperaba, entendía que podía pasar en cualquier momento, por eso con mi esposa intentamos no hacer nada en público: no abrazarnos, no besarnos”. 

Para Ana la situación cambió completamente cuando se dio cuenta de que quería tener hijos. Entendió que sería insostenible para ella tener que enfrentarse con los obstáculos que se presentan para las madres lesbianas en Rusia: enseñarle a sus hijos a no hablar en público sobre sus mamás, vivir el terror de que las autoridades pudieran llevárselos en cualquier momento. La claridad de la situación era absoluta; la decisión de irse, simple. Así fue como, hace poco más de cinco años, se mudaron a Argentina junto a su esposa. 

 “Argentina nos dio exactamente lo que necesitábamos. Acá nosotras recibimos el derecho de ser dos mamás, y eso que todavía no teníamos ciudadanía, no teníamos nada, llegamos como turistas pero recibimos este derecho. Nos sentimos muy agradecidas”, expresa. Poder hablar, poder contarle a la directora del colegio o a la pediatra que sus hijas tienen dos mamás, son cosas que rescata constantemente en su día a día, sabiendo que pueden parecer momentos básicos o insignificantes para los demás, pero conociendo perfecta y profundamente la importancia que guardan. “En Rusia da mucho miedo ser visibles, ser visibles y decir lo que queremos, siempre entendimos que teníamos que filtrar todo. Acá ni pensamos en esto”, subraya Ana. 

Lleva el pelo recogido en una media colita, lo que le permite lucir las mechas azules, rosas y violetas que reposan sobre sus hombros. Es una imagen que dista de lo invisible. 

Irse de Rusia para ella fue finalmente empezar a vivir su vida como quería. Durante los primeros años en Argentina siguió escribiendo en su blog en ruso, y dirigió sus publicaciones particularmente hacia el fin de ayudar a otras personas de la comunidad a emigrar al país. Pero dice que con el tiempo este espíritu se le fue yendo y no escribe más sobre estos temas. “Me siento tan lejos ahora de esto, ahora me parece que es algo de otro planeta, no puedo hablar más con personas rusas porque lo siento como una retraumatización, siento todo de nuevo. Prefiero pasar más tiempo con amigos de acá, vivir esta vida normal, diaria. Creo que ahora hay menos de activista dentro de mí, pero más de persona”, reflexiona. 

Sostiene todo el diálogo con ANCCOM en español, y explica que aunque su manejo de la lengua no es tan bueno como el que tiene con el ruso o el inglés, se siente mejor hablando en español. Es parte de las pequeñas cosas que riegan y hacen florecer algo preciado para ella: la vida diaria en Buenos Aires.

El idioma fluctuó un poco más en la última conversación de la que participó ANCCOM, en este caso con un matrimonio de dos mujeres: Ann y su esposa. Llegaron a Argentina hace tan solo siete meses, con lo cual la charla fluye de un español a un spanglish y del spanglish a un inglés final y definitivo, lo que causa algunas confusiones simpáticas y risas varias. Cuentan que tienen clase con un profesor de español dos veces por semana; por ejemplo, ahora están viendo el subjuntivo y lo odian. 

“Yo digo “ir” y el profesor me corrige: “andar”… ¡¿Por qué?!”, se queja cómicamente la esposa de Ann. Sentada, apaga su cigarrillo mientras sostiene en sus brazos un somnoliento border collie marrón y blanco de cuatro meses. Prefiere no compartir su nombre, argumenta razones de seguridad.

Su familia no sabe de su identidad ni tampoco de su matrimonio. Así es como el pacto del silencio se hace presente una vez más. “El silencio es una parte fundamental de la vida -dice Ann-, podés vivir cómoda mientras te quedes callada y mientras digas que tu novia es tu amiga o tu hermana. Después entendés que tal vez algo está mal, tal vez no es la situación en la que quieres vivir”. 

La posibilidad de irse de Rusia estuvo en sus mentes durante varios años, pero la decisión no se hizo efectiva hasta que comenzó la invasión a Ucrania. Compraron los pasajes de avión y tan sólo dos semanas después estaban legalmente casadas y viviendo en Buenos Aires. 

“En Rusia no tenemos orgullo, no hay cosas de las que podamos tener orgullo -expresan-. Allá en realidad no somos luchadoras, nos dimos cuenta que no es posible serlo en Rusia, por el gobierno y por la mentalidad de la gente. Creo que estamos realizando una especie de orgullo aquí y estamos en camino a entender que podemos hacerlo”. Pueden hablar, pueden ser una familia. Pueden colgar la bandera LGTBIQ+ en el balcón, aunque esto último no fue exactamente algo planeado: su border collie, Kenny, un día hizo sus necesidades sobre la bandera; una vez lavada la colgaron para que se seque y decidieron que se veía muy bien ahí. La dejaron.

Dicen que en cinco años se imaginan viviendo cerca del océano, en Mar del Plata tal vez. A la esposa de Ann le gusta surfear. Después, Ann empieza a contar que para ese entonces cree que ya van a estar pensando en tener hijos. Cuando expresa esta expectativa, su pareja agranda los ojos y se apresura a corregirla: “No, no, no -dice-, pensar no. Empezar a tener hijos”. Ann se ríe y le da la razón. “Soy una persona pensadora -admite Ann-, ella es una persona que hace. Nos complementamos”. Comparten una mirada cómplice. Kenny sigue profundamente dormido. 

La bandera, sea en la Ciudad de Buenos Aires o en la Costa Atlántica, sigue y seguirá flameando sin miedo.

El mejor amigo para la inclusión

El mejor amigo para la inclusión

La Escuela de Perros Guía Argentinos, que funciona en el partido bonaerense de Quilmes, se propone como una alternativa para garantizar la independencia de las personas ciegas.

La Escuela de Perros Guía Argentinos (EPGA) es la primera y hasta hoy única en su tipo de la Argentina. Fue fundada en 2010 por Botindari, integrante del Club de Leones de Quilmes Oeste, asociación de la que depende el establecimiento.

“Es una loca idea que se me ocurrió tras ver la falta de un espacio como éste, un lugar donde las personas ciegas puedan recibir más autonomía”, afirma el director de EPGA, Carlos Botindari, en diálogo con ANCCOM.

Los perros guía o perros de servicio acompañan, conducen y auxilian a las personas con discapacidad, y son considerados la mejor opción para individuos ciegos, ya que les permite ser más independientes al momento de circular fuera de sus hogares.

Luego de un ciclo de talleres, que se extendieron durante tres años, Botindari entendió la importancia, para los disminuidos visuales, de poder valerse de un can. Solicitó asesoramiento a reconocidas escuelas de perros guía de Estados Unidos y España, pero no obtuvo respuesta. “Y como todo argentino, dijimos: ‘Vamos a atar los alambres y lo vamos a hacer nosotros’”, recuerda entre risas.

Después de un tiempo de averiguaciones, pudieron contactarse con una adiestradora especializada de origen búlgaro, Nina Lozeva, y este fue el impulso que hizo que la nueva escuela avance y no pare de crecer.

Los perros guía requieren un entrenamiento de muy alta precisión para que se adapten a las necesidades del usuario. Como habitualmente se menciona, cumplen el rol de ser los ojos de su dueño. El proceso de enseñanza dura unos dos años, hasta que se considera que el animal está preparado para guiar sin un entrenador al lado que lo corrija.

El objetivo último es que la persona ciega tenga la posibilidad de formar parte de los entornos de la vida cotidiana sin depender de otra que la acompañe. Se trata de hacer más sencilla la vida con su discapacidad, además de fomentar una comunidad más tolerante a las diversidades en los espacios comunes.

“Esta es la segunda vez que formo parte de los entrenamientos y recibo un perro guía. Soy abogada, cursé toda mi carrera universitaria con mi primer perro, Danco. Él entraba a la facultad conmigo y el día que me gradué recibió el título conmigo: nos recibimos los dos”, relata Ximena Vera Ceballos, quien actualmente asiste a la EPGA.

Los perros guía no solo son meros acompañantes, están preparados para salvar a su usuario en situaciones de peligro. Nicolás Raventos, que acaba de finalizar los entrenamientos con su nuevo perro de asistencia, Río, comenta que en muchas ocasiones han salvado vidas, y no sólo de sus dueños, también de quienes los rodeaban y confiaron en la percepción y el accionar del animal.

“Se hizo popular una anécdota de cuando pasó el atentado a las Torres Gemelas. Había una persona ciega con su perro guía y fue él quien lo ayudó a salir del edificio antes de que se derrumbara. Lo empezó a llevar hacia la salida y unas 30 personas los siguieron y lograron escapar”, refiere Raventos.

El propósito de la EPGA, además de que los usuarios tengan su perro guía, es que el Estado garantice la inclusión de los ciegos en los espacios públicos y, por ende, en la sociedad. Esta es una batalla que continúa. Todavía hay numerosos locales gastronómicos o líneas de colectivo que se rehúsan a aceptar el ingreso de los perros.

La Ley Nº 26858 establece que las personas con discapacidad tienen el derecho a entrar con su perro guía a cualquier lugar de acceso al público.

La Ley N° 26858 establece que las personas con discapacidad tienen el derecho a entrar con su perro guía a cualquier lugar de acceso al público, a la vez que determina que en los medios de transporte tienen que cederle un asiento preferencial.

A la par, cada vez son más los comercios, sobre todo restaurantes, que se etiquetan como “pet friendly”, aunque cabe subrayar que estos animales de servicio no son mascotas, y esta es la diferencia crucial para considerar al momento de permitirles el acceso a donde quieran ingresar.

“Me la paso peleando con los colectiveros cada vez que salgo a pasear con los chicos y sus perros. Es una lucha constante. Tengo que salir con la ley impresa en la mano e igual así te insultan y no los dejan subir. No entienden que son los perros los que les permiten a ellos llegar a los lugares”, se queja Micaela, una de las entrenadoras de la EPGA.

Las otras dos son Brenda y Liz. Aparte hay voluntarias, encargados de los caniles, un veterinario estable y una secretaria administrativa. Todos ellos, más el empuje de su director, sostienen la creciente matrícula de la escuela y hace la diferencia para quienes se inscriben, como Ximena, Nicolás y Tamara, que en una fría mañana de junio participan del entrenamiento.

“La inclusión es un trabajo al que le queda un largo camino –reflexiona, entre mates, Botindari–. Es importante y necesario que la gente aprenda a convivir con la diversidad, si no la sociedad nunca va a progresar”.

Llegaron las promesas y se levantó el acampe indígena

Llegaron las promesas y se levantó el acampe indígena

Representantes de 32 comunidades originarias que acampaban en Plaza de Mayo levantaron la medida de protesta luego de reurnirse con distintos organismos públicos y crear diversas mesas de diálogo.

Los 130 miembros de 32 comunidades indígenas de Salta, Jujuy, Chaco y Corrientes, luego de cuatro días de acampe con carpas azules, colchones, abrigos y banderas en Plaza de Mayo, se llevaron una serie de compromisos tras haber mantenido reuniones con diferentes despachos oficiales del INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas), la Jefatura de Gabinete y los ministerios de Obras Públicas, Salud, Desarrollo Social y de la Mujer, Diversidades y Géneros. Ya de regreso a sus territorios comienza una etapa de informes y relevamientos porque las demandas son muy variadas, van desde el acceso a la tierra y a los dominios de las comunidades contemplados en la Ley de Reparación Histórica a los Pueblos Originarios hasta el acceso al agua, tanto potable como para la producción, pasando por la falta de acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda digna.

Los pueblos wichi, toba, mocoví y guaraní –representados por las comunidades de Algarrobal, Alto la Sierra, Cañada Larga, Chripa, Chorro, Churguipampa, Cooperativa el Municipal, Itaguasuty, La Curvita, Las Juntas, Las Moras, Lucero del Alba, Mecle. Molinos, Nueva Esperanza, Nuevo Amanecer, Los Lapachos, Pérez, Pozo El Tigre, Quebracho, Santa María, Uacop, 9 de Julio y Tuicha Kuña Ikavi, entre otras– exigían el reconocimiento y derecho de gestión de sus territorios ancestrales, una Ley de Propiedad Comunitaria Indígena de la Tierra, un Estado Plurinacional y Plurilingüe. También reclamaban el acceso a la justicia, sin acciones discriminatorias y cese de la violencia sobre mujeres y niñas.

“Se olvidan que el pueblo indígena está sufriendo, nuestros niños están desnutridos, nos dicen que somos usurpadores, sin embargo somos los dueños de las tierras, nacimos acá y somos el pueblo originario”, dijo Anselmo Rojas, del pueblo qom del Impenetrable chaqueño. Rojas mencionó que la policía persigue y tortura a chicos, tanto indígenas como criollos, los detiene sin causa por reclamar por la tierra en la zona de Pompeya y Miraflores. “No pueden andar tranquilos por la vía pública, necesitamos que intervenga el ministro de Justicia”, agregó. Al mismo tiempo, denunció que de las 10 mil hectáreas que correspondían a su comunidad “prácticamente nos dejaron sin nada, sin título de propiedad”. Eran sus primeras palabras luego de un viaje de treinta horas, y cuando le preguntaban hasta cuándo se quedarían respondía que “hasta que haya respuestas”.

El acampe fue organizado con la finalidad de insistir en que el Estado nacional, y los gobiernos provinciales, adopten “políticas públicas con perspectiva indígena”, tal como expresaron otros referentes apenas pisaron suelo porteño. “A partir del siglo XIX, fuimos despojados de nuestras tierras y recursos, hemos sido condenados a vivir excluidos, en situaciones de extrema pobreza, sin que sean respetados nuestros derechos”, recordaron antes de hacer una asamblea.

El jueves indígenas y militantes del movimiento La Dignidad comenzaron a desarmar el acampe, mientras los micros se estacionaban frente al Cabildo para emprender el regreso. En esos días habían sido recibidos por diferentes organismos estatales. “En algunos se lograron armar mesas de diálogo a través de las cuales se han alcanzado marcos básicos de consenso para avanzar sobre algunos de los temas en agenda, ahora queda realizar la tarea de informes y relevamientos territoriales, sentarse con los distintos organismos correspondientes y ver qué resultados obtenemos”, sintetizó ante Anccom Manuel Malenchini, de La Dignidad de Corrientes. “De esos resultados dependerá la respuesta de las comunidades. Si vemos que los acuerdos de palabra asumidos avanzan materialmente no hará falta salir a protestar de nuevo. Mientras tanto estamos en alerta y en constante comunicación con las comunidades y operativizando los distintos informes y relevamientos que.nos solicitaron de parte del Estado”, agregó.

Malenchini dijo que conversaron sobre la “situación de abandono de las comunidades, la gran discriminación desde el sistema judicial y la falta de acceso a denuncias” con Carolina Varsky, subsecretaría de Programas Especiales contra las violencias, Bruno Cassan, director nacional de programas especiales y Aymara Choque, coordinadora de abordaje contra las violencias hacia pueblos indígenas. Se acordó la implementación de programas tales como el “articular”, “producir” y “escuelas populares” en las distintas comunidades. 

“El acampe fue levantado pero la lucha sigue”, enfatizó.

Tal como sucedió con la mesa de diálogo con el Estado que propició la liberación de las cuatro mujeres mapuches en Bariloche, algo similar parece haberse gestado con las comunidades originarias del centro y norte del país. Sin embargo, esta voluntad política está destinada a chocar con sectores conservadores de abierto racismo, como el diario La Nación que publicó días atrás un editorial sobre la solución en Villa Mascardi con el título “Acuerdo ilegal con falsos mapuches”.

Quiero retruco

Quiero retruco

A partir de la necesidad de un reglamento oficial, un grupo de amigos creó la Asociación Argentina de Truco. En diálogo con ANCCOM, su presidente cuenta cómo surgió la idea, qué tareas realizan y los planes a futuro. Además la anécdota por la consagración de la Scaloneta en Qatar.

La Asociación Argentina de Truco (ASART) es la única asociación civil que rige al juego de naipes más popular de nuestro país. Según su página web, se encarga de fomentar y estimular la práctica del truco como una sana diversión, que reúna a las familias y amigos, y que sea transmitida de generación en generación.

“La ASART surge como una necesidad”, afirma Jose ‘Beto’ Viciconti, presidente de la institución. “Con mis amigos organizábamos torneos de truco y siempre se presentaban diferencias reglamentarias, sin manera de evacuarlas, porque no existía una normativa unificada”, explica. Decidieron fundar la entidad, en 2015 obtuvieron la personería jurídica, y establecieron el reglamento oficial que cubre todas las alternativas del juego.

Hay liga

La Liga Argentina de Truco es un torneo nacional a nivel de clubes, organizado por la ASART. En su primera edición, disputada en 2022, participaron más de 60 clubes de todo el país. Se destacan instituciones como Boca, River, Independiente, hasta clubes de barrio como Pacifico de Villa del Parque o El Bosque de Tucumán.

Solo los clubes legalmente constituidos pueden participar. Cada uno hace un torneo interno y así designa a sus representantes para la liga. La modalidad de juego es en parejas. “La idea es armar varias categorías, incluir la mayor cantidad de equipos posibles y crear un formato de competición con ascensos y descensos”, cuenta Viciconti.

La liga no otorga recompensas económicas (Jockey Club de Rosario es el actual campeón), pero sí viajes y estadías en hoteles por medio de sus sponsors. “Por ahora son solo el trofeo, las medallas y el orgullo de salir campeón con tu club, que es lo más lindo de todo”, sostiene Viciconti. Su deseo a futuro es que los jugadores sean profesionales y que si haya premios económicos.

De Arabia a Sudamérica

Los orígenes del truco parecen remontarse al mundo árabe. Hay registros escritos y pictóricos de que se jugaba en Asia en el siglo XV. En la Edad Media, los moros introdujeron el juego en la península ibérica, donde se popularizó rápidamente. Se jugaba en Galicia, Castilla y sobre todo en Valencia, cuya versión sería la que luego llegaría a América a través de los colonizadores.

Poco a poco, los pueblos originarios y los criollos fueron apropiándose del juego, agregando y modificando reglas, códigos y estilos. Hoy es muy popular en toda Sudamérica. “Por redes sociales nos escriben grupos de otros países que organizan torneos, pero que no tienen una asociación”, relata Viciconti. Esto sucede en Uruguay y en Chile. “Están intentando ordenarse y nos preguntan a nosotros por ser los más organizados”, asegura. En cambio, en Paraguay sí se organiza un campeonato nacional, similar a la liga argentina.

5 de copas

Tras el título mundial conseguido por la Selección Argentina de Fútbol en Qatar, la ASART recibió pedidos por redes sociales para hacer algo con el 5 de copas a modo de homenaje. La mística de esta carta se remonta al documental de Netflix Sean eternos, donde se muestra el juego de azar que los jugadores inventaron en la concentración durante la Copa América 2021.

La propuesta formal la hizo el Club Campos de Sarandí, participante de la liga nacional, y consistía en transformar al 5 de copas en la carta de mayor valor del juego. “Hicimos una encuesta en Instagram y ganó la opción de seguir jugando de la manera tradicional, pero todo esto sirvió para volver a poner al truco en escena”, dice Viciconti.

El lema de ARSAT es “que el truco no muera” y, según su presidente, “que los futbolistas de la Selección jueguen al truco en la concentración, significa un gran espaldarazo que nos beneficia y nos alegra mucho”.