Por Julieta Rodríguez Luca
Fotografía: Escuela de perros guia Argentinos

La Escuela de Perros Guía Argentinos, que funciona en el partido bonaerense de Quilmes, se propone como una alternativa para garantizar la independencia de las personas ciegas.

La Escuela de Perros Guía Argentinos (EPGA) es la primera y hasta hoy única en su tipo de la Argentina. Fue fundada en 2010 por Botindari, integrante del Club de Leones de Quilmes Oeste, asociación de la que depende el establecimiento.

“Es una loca idea que se me ocurrió tras ver la falta de un espacio como éste, un lugar donde las personas ciegas puedan recibir más autonomía”, afirma el director de EPGA, Carlos Botindari, en diálogo con ANCCOM.

Los perros guía o perros de servicio acompañan, conducen y auxilian a las personas con discapacidad, y son considerados la mejor opción para individuos ciegos, ya que les permite ser más independientes al momento de circular fuera de sus hogares.

Luego de un ciclo de talleres, que se extendieron durante tres años, Botindari entendió la importancia, para los disminuidos visuales, de poder valerse de un can. Solicitó asesoramiento a reconocidas escuelas de perros guía de Estados Unidos y España, pero no obtuvo respuesta. “Y como todo argentino, dijimos: ‘Vamos a atar los alambres y lo vamos a hacer nosotros’”, recuerda entre risas.

Después de un tiempo de averiguaciones, pudieron contactarse con una adiestradora especializada de origen búlgaro, Nina Lozeva, y este fue el impulso que hizo que la nueva escuela avance y no pare de crecer.

Los perros guía requieren un entrenamiento de muy alta precisión para que se adapten a las necesidades del usuario. Como habitualmente se menciona, cumplen el rol de ser los ojos de su dueño. El proceso de enseñanza dura unos dos años, hasta que se considera que el animal está preparado para guiar sin un entrenador al lado que lo corrija.

El objetivo último es que la persona ciega tenga la posibilidad de formar parte de los entornos de la vida cotidiana sin depender de otra que la acompañe. Se trata de hacer más sencilla la vida con su discapacidad, además de fomentar una comunidad más tolerante a las diversidades en los espacios comunes.

“Esta es la segunda vez que formo parte de los entrenamientos y recibo un perro guía. Soy abogada, cursé toda mi carrera universitaria con mi primer perro, Danco. Él entraba a la facultad conmigo y el día que me gradué recibió el título conmigo: nos recibimos los dos”, relata Ximena Vera Ceballos, quien actualmente asiste a la EPGA.

Los perros guía no solo son meros acompañantes, están preparados para salvar a su usuario en situaciones de peligro. Nicolás Raventos, que acaba de finalizar los entrenamientos con su nuevo perro de asistencia, Río, comenta que en muchas ocasiones han salvado vidas, y no sólo de sus dueños, también de quienes los rodeaban y confiaron en la percepción y el accionar del animal.

“Se hizo popular una anécdota de cuando pasó el atentado a las Torres Gemelas. Había una persona ciega con su perro guía y fue él quien lo ayudó a salir del edificio antes de que se derrumbara. Lo empezó a llevar hacia la salida y unas 30 personas los siguieron y lograron escapar”, refiere Raventos.

El propósito de la EPGA, además de que los usuarios tengan su perro guía, es que el Estado garantice la inclusión de los ciegos en los espacios públicos y, por ende, en la sociedad. Esta es una batalla que continúa. Todavía hay numerosos locales gastronómicos o líneas de colectivo que se rehúsan a aceptar el ingreso de los perros.

La Ley Nº 26858 establece que las personas con discapacidad tienen el derecho a entrar con su perro guía a cualquier lugar de acceso al público.

La Ley N° 26858 establece que las personas con discapacidad tienen el derecho a entrar con su perro guía a cualquier lugar de acceso al público, a la vez que determina que en los medios de transporte tienen que cederle un asiento preferencial.

A la par, cada vez son más los comercios, sobre todo restaurantes, que se etiquetan como “pet friendly”, aunque cabe subrayar que estos animales de servicio no son mascotas, y esta es la diferencia crucial para considerar al momento de permitirles el acceso a donde quieran ingresar.

“Me la paso peleando con los colectiveros cada vez que salgo a pasear con los chicos y sus perros. Es una lucha constante. Tengo que salir con la ley impresa en la mano e igual así te insultan y no los dejan subir. No entienden que son los perros los que les permiten a ellos llegar a los lugares”, se queja Micaela, una de las entrenadoras de la EPGA.

Las otras dos son Brenda y Liz. Aparte hay voluntarias, encargados de los caniles, un veterinario estable y una secretaria administrativa. Todos ellos, más el empuje de su director, sostienen la creciente matrícula de la escuela y hace la diferencia para quienes se inscriben, como Ximena, Nicolás y Tamara, que en una fría mañana de junio participan del entrenamiento.

“La inclusión es un trabajo al que le queda un largo camino –reflexiona, entre mates, Botindari–. Es importante y necesario que la gente aprenda a convivir con la diversidad, si no la sociedad nunca va a progresar”.