Jóvenes y trabajo en negro

Jóvenes y trabajo en negro

En Argentina más de la mitad de los jóvenes trabaja en la informalidad. El fenómeno no solo afecta su estabilidad laboral sino que pone en jaque su futuro y la sostenibilidad del sistema previsional. ¿Qué factores impulsan esta tendencia y cómo impacta en la economía del país?

Un 37% de las personas ocupadas en la Argentina trabaja en negro, según el último informe de la Distribución del Ingreso del INDEC. Cinco millones de los dieciocho millones de trabajadores argentinos están empleados bajo relación de dependencia pero no tienen ART, aportes jubilatorios y la garantía de obtener vacaciones pagas y aguinaldo.

Estas estadísticas empeoran al poner el foco en los trabajadores más jóvenes: según un informe de la Secretaría de Trabajo de la Nación, el 57% de los trabajadores de entre 18 y 24 años se encuentra en condiciones de informalidad. ¿Cómo se interpreta esta profundización generacional del fenómeno?

Los jóvenes en particular “son el grupo más vulnerable en términos de inserción e informalidad laboral», afirma Matías Maito, politólogo y director del CETyD (Programa de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo) de la UNSAM. Algunas de las explicaciones posibles son que los jóvenes suelen cambiar de trabajo con frecuencia, que cuentan con poca experiencia “y la suma de estos factores hacen que muchos empleadores consideren que su productividad no justifica el costo de tenerlos en blanco”.

Blanco sobre negro

A menudo se justifica la gran cantidad de trabajo no registrado con la idea de que los empleados informales ganan más «en mano». Se piensa que los empleadores les pagan un salario más alto por lo que “ahorran” o que estos trabajadores complementan sus ingresos con planes sociales, como la AUH o pensiones por discapacidad. Sin embargo, esta idea es errónea: los trabajadores registrados ganan, en promedio, mucho más que los informales. De hecho, en el tercer trimestre de 2024 y según el INDEC, el salario promedio de los trabajadores registrados fue de $781.652, mientras que el de los informales fue de $315.720, casi un 60% menos.

Entonces, ¿cuáles son los incentivos para la informalidad laboral? Aunque muchos la categorizan como “Pan para hoy, hambre para mañana” hay casos en que se promueve.

María Fernanda es un ejemplo de estas situaciones no tan excepcionales. Ella tiene 23 años y renunció a su trabajo “en blanco” en una inmobiliaria para poder operarse la mandíbula. Trabajaba en relación de dependencia y de manera registrada, lo que le permitía acceder a todos sus derechos laborales, incluida una obra social.

«Sigo trabajando en la misma empresa, la misma cantidad de horas y con casi los mismos beneficios como aguinaldo, vacaciones pagas y licencia médica, sólo que ahora no tengo los aportes jubilatorios», explica. ¿Por qué prefirió eso? María Fernanda ya había iniciado el proceso para una operación, se había hecho todos los estudios y hasta tenía la fecha de la cirugía confirmada, pero cuando estaba gestionando los últimos trámites para los materiales quirúrgicos a través de su obra social laboral, descubrió que no le cubrirían los gastos.

La única alternativa para poder operarse era renunciar a su empleo registrado y volver a figurar como estudiante desempleada, para que la obra social de su papá, que es analista de software, la cubriera nuevamente. No le costó mucho tomar esa decisión, ya que el departamento de Recursos Humanos de su empresa le garantizó que “podría volver a estar en blanco cuando lo deseara». Sin embargo, por el momento, y para evitar tener que pagar las consultas médicas postoperatorias, prefiere seguir trabajando de manera no registrada.

Para Maito “no hay ningún incentivo real para trabajar en blanco, porque no se realizan los aportes a la seguridad social y no tenés protección si te ocurre algún accidente laboral” y coincide con María Fernanda en que, “las personas que trabajan en negro no lo hacen porque tengan algún incentivo” o porque en verdad lo prefieran, “sino porque no tienen oportunidades mejores”.

Teresa tiene 29 años, un hijo de 9 y es mesera. Ella cuenta que “en su momento”, hizo la cuenta y “no me convenía estar en blanco porque iba a dejar de figurar como alguien sin aportes y no iba a poder cobrar la AUH (Asignación Universal por Hijo)”. Su compañero de trabajo, Lautaro, de 22, tampoco quiso la formalidad “por sí el día de mañana entro como playero en la YPF”. De esta manera evitaba los trámites de renuncia que podrían retrasar un trabajo en blanco que, aunque exigente, permite muy buenas condiciones laborales.

Se cae el sistema

Este tipo de situaciones, aunque comunes entre los jóvenes, no solo afectan a los trabajadores individuales, sino que también ponen en riesgo a un sistema previsional que ya es sumamente deficitario. El sistema de jubilaciones en Argentina es de reparto, es decir que los aportes de los trabajadores activos financian los haberes de los jubilados. Si la informalidad sigue creciendo y gran parte de las personas económicamente activas continúa sin hacer aportes, entonces el sistema previsional se seguirá volviendo cada vez más ineficiente.

“Los trabajadores no registrados sí contribuyen a estos sistemas, porque pagan impuestos”, aclara Cirmi Obón, economista y presidenta de la asociación civil Futuros Mejores. “En todos los países del mundo, como la cuenta de los sistemas previsionales no da porque gastan más de lo que recaudan, las jubilaciones se terminan financiando con impuestos generales”. Esos impuestos generales son regresivos, como es el caso del IVA, y por eso “pesan más en el bolsillo de quienes menos tienen. Insisto: los pagamos todos, incluidos quienes no aportan a la seguridad social”, cuenta.

La tendencia a trabajar en negro responde a los desincentivos empresariales que trae tener un empleo registrado: las cargas impositivas a los empresarios y los aportes jubilatorios reducen la ganancia, pero su reducción también pone en riesgo el acceso a la jubilación de estos jóvenes en el futuro, especialmente en este contexto en el que se eliminó el sistema de moratorias. Pero el Estado también tiene un rol, porque desde hace tiempo que “tiene grandes dificultades de fiscalización y no consigue que el trabajo registrado sea una prioridad”, explica Maito.

Es común escuchar el reclamo empresarial por una reducción de las cargas laborales argumentando que eso permitiría un aumento en el empleo en blanco. Sin embargo, la experiencia histórica indica que el empleo crece junto con la economía y desciende durante las crisis independientemente de las condiciones laborales. “De hecho, la ONU, en un documento de 2024, recomienda a las naciones que no se pongan a bajar estos impuestos”, cuenta la economista.

Cirmi Obón, pensando en el camino a recorrer, aclara: “Un desafío que tenemos por delante es ampliar la noción de contribución, pensar que la cuenta del Estado es una sola y modificar los sistemas jubilatorios para que contemplen cómo se va modificando la vida de las personas mayores, la diversidad del trabajo”; y, se podría agregar a esta lista, la situación de más de la mitad de los trabajadores jóvenes de la Argentina. Porque, como dice Cirmi Obón, “el trabajo no solo hoy es, en gran parte, informal sino que histórica y globalmente ha sido más informal que formal”.

La prevalencia del trabajo en negro entre los jóvenes refleja una serie de desafíos estructurales, tanto en el mercado laboral como en las políticas públicas. Aunque la informalidad parece ofrecer una solución a corto plazo para quienes no encuentran alternativas, no es sostenible, especialmente en un sistema previsional que depende de la contribución regular de los trabajadores. Para cambiar esta situación, será necesario que el Estado ajuste las leyes laborales, y mejore la fiscalización, lo cual será clave para enfrentar los desafíos económicos del futuro. Pero también, es necesario el crecimiento económico, ya que es el índice que más se corresponde con el aumento del trabajo registrado.

“Sin residentes no hay hospital”

“Sin residentes no hay hospital”

En una nueva cruzada contra la salud pública, el Gobierno restringe residencias para el hospital Laura Bonaparte, luego de haber intentado su cierre y reducido el personal a su mínima expresión. El martes realizaron el ResiFest para visibilizar el conflicto.

Una cortina de humo negro cubrió el Hospital Bonaparte la tarde del martes. Algún transeúnte que caminaba cerca del establecimiento habrá pensado que algo ocurría allí en el Hospital: “¿Se estará quemando?”. Lo cierto es que algo pasa, algo está atentando contra la única institución estatal de salud mental del país, pero no es el fuego, sino el propio Estado a través del desmantelamiento y el vaciamiento de la salud pública: desde la amenaza de cierre en octubre de 2024, pasando por despidos alrededor de 200 despidos masivos, y esta vez la no renovación de cupos para ingresantes a la residencia.

El negro del humo es uno de los tantos colores que se conjugaron en la puerta del hospital de Parque Patricios. Luego se hizo visible el humo verde de otra lata prendida por una joven residente, que al ritmo de los tambores entonaba junto a sus compañeros y compañeras “Sin residentes, no hay hospital / Si no hay más cupos que quilombo se va a armar”.

Guardapolvos intervenidos a mano o estampados en serigrafía, pintadas en las escalinatas, banderas, pancartas y guirnaldas hicieron de esa tarde gris, un lienzo donde plasmar de manera artística y pacífica las injusticias que sufren día a día los trabajadores de la salud.

De esta manera, finalizaba el Festival que realizaron los residentes del Bonaparte en conjunto con otras Residencias Interdisciplinarias de Salud Mental del Área Metropolitana de Buenos Aires. El Resifest contó con una gran convocatoria de artistas musicales y plásticos, médicos de planta, directivos y referentes de organizaciones sociales y de Derechos Humanos. El reclamo en esta oportunidad es porque “El Gobierno Nacional definió que no iba a financiar más residencias. En el caso nuestro, dictaminaron cupo cero para nuevos ingresos y para jefatura”, señaló en conversación con ANCCOM, Joaquín Caporale, psicólogo de la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental del Hospital Bonaparte. “De esta manera no puede funcionar la Residencia, que es un lugar donde muchos elegimos venir a trabajar”, finalizó Caporale.

Los residentes cumplen una función fundamental para un establecimiento de salud. En este caso, profesionales de psicología, psiquiatría, trabajo social, musicoterapia y terapia ocupacional que ya integran las residencias se verán afectados por el exceso de tareas a cubrir cada vez con menos personal trabajando. Por el lado de los graduados que desean pertenecer a las residencias de hospitales públicos, ya sea por prestigio o voluntad de servicio comunitario, no podrán formar parte de estas experiencias, lo cual degrada la salud pública en varios aspectos importantes para la sociedad en su conjunto.

La banda que cerró el ResiFest fue Un Tren, que entre sus filas cuenta con dos residentes musicoterapeutas, Johan y Julián, guitarrista y saxofonista, que aseguran en conversación con ANCCOM: “el arte sirve para expresarnos, para manifestarnos si algo no nos gusta, pero también tiene que ver con sentirnos bien y con el bienestar personal, del cuerpo y de la mente”. Esta relación entre el arte y la salud es la que motivó a los residentes a llevar a cabo un evento donde la camaradería, la música y el pogo hicieron de combustible para lo que será un largo camino de lucha en defensa de las Residencias Interdisciplinarias de Salud Mental.

Una charla por la Paz

Una charla por la Paz

ANCCOM dialogó con activistas sobre las diferentes aristas del conflicto en Gaza. La charla reflexiona sobre la posibilidad de paz, la censura sobre aquellos que alzan la voz por el pueblo palestino y el nuevo rol de Estados Unidos tras la llegada de Trump al gobierno norteamericano.

“No other land”, una coproducción palestina–israelí que muestra el proceso de ocupación de Israel en Cisjordanía y que se hizo famosa por haber ganado el Oscar a mejor documental, muestra una relación totalmente fracturada y que parece imposible reparar. Al momento de realizar esta entrevista se supo que Hamdan Bilal, codirector de la película, había sido atacado por colonos israelíes y luego llevado por el ejército.

En ese contexto puntual y a un año y medio desde el ataque terrorista de Hamas a territorio israelí y los devastadores ataques posteriores, Anccom abrió una charla con dos integrantes del Comite Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Guido De Caria, miembro de Judios x Palestina, y Leticia Garziglia, del Movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), charlaron acerca del impacto de este documental, la situación actual del conflicto y la posibilidad de una convivencia pacífica entre Palestina e Israel.

¿Cuál es la situación actual en Palestina? ¿Hay posibilidad de paz?

Leticia Garziglia (LG): Hemos visto un genocidio intensificado en el último año y medio en la Franja de Gaza, mientras que en Cisjordania se han intensificado acciones de asesinatos, detenciones y ocupación de tierras. Ambos territorios están bajo ocupación israelí que, según consenso a nivel internacional, es un sistema de ocupación y apartheid.

¿Es imposible la convivencia pacífica?

LG: Es complejo porque el pueblo palestino viene siendo asesinado, torturado y desplazado desde hace casi ocho décadas y para que haya paz tiene que haber justicia que no sólo termine esta última fase del genocidio, que es el exterminio, pero donde también se garantice el derecho al retorno de todos los palestinos que fueron expulsados de su hogar.

Guido De Caria (GDC): No creo que pueda haber paz entre un Estado ocupante y uno ocupado. Puede haber una tregua o una capitulación, pero el concepto de paz implica iguales partes en iguales condiciones y no es el caso.

¿Qué porcentaje de los civiles dirían que quieren una convivencia pacífica?

GDC: Hay que ver qué significa convivencia pacífica para los israelíes porque puede ser volver a lo que era antes del 7 de octubre. Me parece que la paz se tendría que dar con un diálogo de igualdad entre las partes y mientras la población de ese Estado ocupante no se replantee su condición es complicado que se dé.

LG: La gran mayoría de la población israelí hace 3 años de servicio militar, en el que muchas veces los mandan a Cisjordania o a Gaza a matar palestinos. Antes de entender que existe un pueblo palestino que tiene derechos civiles como cualquier persona en el mundo, ellos aprenden a matar palestinos. Muchos de ellos quizás quieren la paz pero la quieren a costa de que los 2.3 millones de palestinos que viven en Gaza se vayan.

¿Cómo se puede explicar que un pueblo tan perseguido le haga este tipo de cosas a otro pueblo?

GDC: No hay aprendizaje en el horror. El horror solo embrutece a la humanidad. Plantear lo contrario es como decir que Auschwitz fue una universidad. Desde la lógica israelí ellos no están masacrando sino que se están defendiendo de un eventual genocidio que puede perpetrar Palestina de la mano de Hamas.

¿Qué impacto tuvo el documental en difundir la situación en Cisjordania? ¿Creen que logra representar adecuadamente los modos de resistencia de los palestinos?

LG: Yo creo que el mayor logro de la película es poder mostrar el sistema de apartheid que rige en Cisjordania, que es algo que no sale en los medios. En las redes sociales vemos escenas horribles todos los días de personas despedazadas por las bombas pero detrás hay una situación de ocupación que es muy clara y la película tiene la virtud de mostrarlo.

Hamdan Bilal, codirector de la película fue atacado por civiles israelíes y secuestrado por fuerzas israelíes ¿consideran esto como un acto de venganza por el documental?

GDC: Es un acto de venganza pero no es algo excepcional. Lo que muestra la película y lo que le pasó al director es una política cotidiana donde se ve el rol de los colonos y del Estado israel. Son civiles armados con asentamientos ilegales en la zona de Cisjordania los que hacen esto. Los palestinos sufren constantes agresiones por parte de los colonos y la lógica del Estado israelí es defender siempre al colono. Cualquier agresión que reciban es sancionada no sólo contra el palestino que la realizó, sino contra toda la población.

¿De qué otras maneras se censura a los palestinos y a aquellos que alcen la voz sobre la violencia ejercida por el ejército Israelí?

GDC: Una forma común de censura por parte de Israel es mostrar cualquier respuesta a la violencia de los colonos o de las fuerzas armadas israelíes como un acto terrorista que genera nuevas violencias.

LG: Tuvimos compañeros que quisieron entrar al país con una visión humanitaria y se les negó el acceso. Hay una censura clara.

¿Cómo les parece que se trata el tema en Argentina?

LG: Prácticamente no se habla de los palestinos, se habla de la guerra de Hamás contra Israel, equiparando una milicia con el ejército más grande del mundo. De esta manera se invisibiliza al pueblo palestino.

¿Cuál es el rol de Hamas en esta situación? ¿Su accionar no retroalimenta el conflicto y le da excusas a Israel?

GDC: Me parece que plantear que el accionar de Hamas es lo que lleva al genocidio en Gaza es alivianar la responsabilidad israelí. Desde mi perspectiva, la responsabilidad de lo que pase es cien por ciento de Israel que es el Estado que está ocupando ilegalmente el territorio desde hace más de 70 años. Cualquier respuesta que tome Palestina están subordinadas a su condición de pueblo oprimido.

LG: Personalmente intento no meterme en la política interna del pueblo palestino, pero considero que lo que realmente realimenta la situación es la permanente violación del derecho internacional por parte de Israel y el hecho de que no sufran ninguna consecuencia por ello. Cualquier intento de minimizar esas atrocidades buscando otros culpables es desviar el foco del problema principal.

La Universidad de Columbia, que el año pasado fue el epicentro de la movilización estudiantil contra el genocidio en Gaza, se ha plegado a las exigencias del presidente Donald Trump que incluye reformar sus normas sobre protestas y disciplina estudiantil: ¿Qué valor geopolítico tiene este suceso?

GDC: Estas medidas son defensivas frente a una avanzada de protestas que está habiendo en Estados Unidos de sectores estudiantiles, donde plantean un cambio de paradigma. Es una medida que intenta frenar algo que se le está volviendo incontrolable al gobierno de Estados Unidos. Esto implica un cambio cualitativo en las políticas estadounidenses en términos de represión de la protesta que se va a acentuar en los próximos años.

¿Podemos esperar mayor involucramiento de Estados Unidos en Gaza tras el cambio de gobierno?

LG: Claramente hay un cambio de política o una radicalización. Si bien el gobierno de Biden también defendía a Israel y nunca dejó de financiar el genocidio, este gobierno se propone una avanzada bastante más radical en sus políticas relacionadas con Palestina. Eso se puede ver en la propuesta del gobierno de Trump de mudar la Embajada Estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.

GDC: Hay como un sinceramiento de parte de Estados Unidos. El gobierno de Trump admite abiertamente que están a favor de la expulsión completa y la limpieza étnica en Gaza.

¿Qué es lo que los motivó a comprometerse en una causa que provoca tanto odio?

GDC: Yo vengo de una familia judía por parte de mi madre pero no sionista. También tenía una experiencia de militancia social con perspectiva de derechos humanos. Entonces, con un amigo se nos ocurrió ir a Palestina a través de los viajes de Birthright Israel-Argentina [BRIA], una organización de la colectividad judía. Ya estando ahí, compartir experiencias con palestinos en Cisjordania me movilizó a involucrarme. Al volver a Argentina seguí con ese compromiso y empecé a militar activamente en espacios de solidaridad con Palestina.

LG: Siempre me interesó la política internacional. Cuando empecé a aprender sobre lo que estaba ocurriendo en Palestina inmediatamente me conmovió muchísimo y mientras más averiguaba sobre las atrocidades que se cometían, menos podía creer que algo así esté sucediendo en pleno siglo XXI. La indignación sobre esas atrocidades fue lo que me movilizó a mí y a la mayoría de mis compañeros a comprometerse con esta causa.

 

La comunidad en lucha contra el hambre

La comunidad en lucha contra el hambre

A más de un año de la movilización de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) frente al superministerio de Capital Humano por los recortes en asistencia alimentaria, la situación continua crítica. En Moreno los vecino se organizan para que a nadie le falte comida

Según el reciente informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) durante el segundo semestre de 2024 se redujo un 14,8% el índice de pobreza y un 8,2% el de indigencia con respecto al primer semestre del mismo año. Sin embargo, los espacios comunitarios atestiguan que la demanda no baja y es cada vez más difícil poder sostener los espacios.

En el partido de Moreno, a unos 40 kilómetros de CABA, funcionan actualmente seiscientos sesenta espacios donde se organizan ollas populares, meriendas y se brinda asistencia social, según informa Lis Díaz, secretaria de Desarrollo Comunitario.

Los datos aportados por la Secretaría muestran el estado de emergencia alimentaria en la que se encuentran: desde principios del 2024 se registraron más de cien espacios nuevos donde se brinda algún tipo de ayuda comunitaria. Si bien la demanda de alimentos aumentó paulatinamente, fue a partir de los meses de marzo y abril de 2024 cuando se produjo un salto notorio como consecuencia de la suba en los servicios. La asistencia a comedores y merenderos se realiza a través del programa Mate, Vaso de Leche y la gestión del programa de Fortalecimiento Alimentario a Espacios Comunitarios (FAEC) y del Servicio Alimentario Escolar (SAE) en trabajo conjunto con el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Además, desde el Municipio se asiste a diez mil familias particulares mensualmente como parte del programa Puntos de Encuentro.

Moreno solidario

El centro Nuestra Señora del Rosario está ubicado a una cuadra de la estación de Moreno y es parte de la parroquia que lleva el mismo nombre. Desde hace diecisiete años brinda servicio a la comunidad, especialmente a personas en situación de calle. Allí pueden recibir un plato de comida, buscar vestimenta, acceder al servicio de duchas y obtener asistencia psicológica y social. Además, cuentan con un botiquín solidario, talleres laborales y un primario de adultos.

Edgardo Battaglia, diácono de la parroquia y uno de los encargados del centro cuenta que hace 9 años solo brindaban almuerzo los días sábados para cincuenta y seis personas. En la actualidad acuden ciento veinte personas diariamente. Edgardo nota que a diferencia del pasado acuden familias completas que en ciertas ocasiones no están en situación de calle: ‘’Con la cantidad de gente que hay estamos muy ajustados ¿viste? y por cómo viene la mano nos preguntamos ¿cuánto tiempo se puede sostener?’’. El centro es beneficiario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); sin embargo, su principal fuente de sustento proviene de aportes de vecinos.

Según un informe realizado por el Observatorio de la Economía Popular Social y Solidaria (OEPSS) las donaciones representan el mayor sostén de los espacios comunitarios, no sólo de alimentos, sino también porque muchas veces los comedores y merenderos se desarrollan en hogares particulares de vecinas y vecinos que donan parte de sus viviendas para las tareas.

Este es el caso del merendero “Quilu” llevado adelante por Johanna Franco, en su casa del barrio Atalaya, en Moreno Sur. El espacio reabrió sus puertas tras dos años de inactividad, a partir de la ayuda de una organización política que recibe insumos por vía del municipio a través del programa FAEC. Todos los jueves realiza la merienda para los vecinos. “Asistimos a veinte chicos que equivalen a unas trece familias”, comenta Johanna. “Actualmente no tienen trabajo o son muy poco remunerados, como changas. La mayoría sufrió recortes: si tenían dos trabajos, se quedaron con uno solo, o al no tener trabajo empezaron a hacer changas. Hay menos plata. Solventan los gastos como pueden. La mayoría son familias de mamás solteras que pasaron por circunstancias de violencia de género”. Ella también comparte la misma situación: trabaja de acompañante de adultos mayores pero cuando no le alcanza recurre a otras changas como la venta de viandas de comida.

Johanna sostiene que aunque existan más espacios pensados para brindar un plato de comida a las familias, la situación no da abasto: ‘’Yo lo puedo hacer una vez a la semana pero también sé que hay otros merenderos. Sé que si yo lo hago un jueves, mi amigo que tiene merendero, lo va a hacer un viernes o un sábado. Pero a veces pienso que esas familias que concurren a los otros comedores pueden solventar las comidas en esos días, pero sábado y domingo hay gente que se queda sin comer.’’

David Godoy es vecino de Cuartel V y se encarga de un merendero ubicado en el Barrio Ayelén II. Una vez a la semana prepara la merienda para veinte familias. Durante la charla con ANCCOM, David transmite su preocupación por sus vecinos al notar la creciente desocupación en el barrio, la disminución de venta en los kioscos y la falta de alimentación saludable: ‘’Lo que se pueda brindar al pueblo se lo entregamos. Todos los días se nota la necesidad. Nosotros una sola vez a la semana hacemos merienda. Los chicos tienen que comer cuatro comidas todos los días. Pero bueno, es un granito de arena que uno aporta’’.

Concentracion de la UTEP frente al Ministerio de Capital Humano en 2024.

El gobierno nacional ausente

“La relación con el Gobierno Nacional es nula, ni siquiera es conflictiva. Sería más saludable que sea conflictiva porque se podrían plantear propuestas y esperar respuestas. Se trata de un desprecio hacia la organización política de los municipios y hacia los vecinos y vecinas de Moreno que pagan impuestos nacionales” , sostiene Lis Diaz.

A su vez, desde el Municipio no se tiene conocimiento acerca del cobro de los programas de ayuda directa que proponen desde Nación a través de la tarjeta Alimentar Comunidad. Solo se conoce el testimonio de vecinos y vecinas que cuentan que la gestión del recurso es muy compleja.

Yanina Burgoa, jefa del Programa de Desarrollo Infantil, señala que “desde que asumió Milei no estamos recibiendo absolutamente nada del gobierno nacional, ni fondos económicos ni alimentos”. Para retratar la crisis alimentaria, comenta que incluso el nombre del programa ya les resulta viejo porque los recursos brindados ya no se reducen solamente a las infancias, sino también a familias enteras y adultos mayores.

Hoy en día la mayoría de las personas que asisten a los comedores se desplazan cada día por diferentes centros comunitarios en busca del plato de comida. Las familias aseguran el almuerzo de sus hijos en la escuela, la merienda en el merendero que funcione ese día, y la cena, en el mejor de los casos, en una olla popular. En relación con esto, Lis Diaz sostiene que “existe una rutina entre las familias que no es la que nosotros queremos para los trabajadores. Las familias van haciendo una rotación para poder comer, eso no lo podemos expresar en números pero es parte de una realidad cotidiana”.

Solidaridad antes que números

Ante la pregunta sobre cómo solventan las necesidades que atraviesan, Edgardo comenta: “Yo siempre digo que podemos sostener este sueño con la ayuda de Dios. Cada uno tiene su familia, sus cosas, no podemos dejar todo. Hay mucha mano voluntaria que pone su tiempo, lo hacen con ganas, con amor. Suponete que se cierra un espacio como este ¿Qué pasa con los hermanos y hermanas y hermanitos nuestros? No es tan sencillo. Dios quiera que podamos seguir haciéndolo muchos años. Se han enfrentado distintas crisis acá”.

Los testimonios reflejan que en la actualidad los comedores y merenderos funcionan gracias a la voluntad de quienes los conforman. Se trata de personas que ponen a disposicion sus hogares, de su tiempo y sus recursos para fortalecer a la comunidad. Los alimentos se obtienen mediante donaciones de vecinos, de agrupaciones políticas o a partir de la entrega de insumos por parte de diferentes convenios con el municipio o con el gobierno provincial. Pero, en estos últimos casos, también presentan dificultades debido a los recortes provenientes de Nación.

Si bien los datos del INDEC muestran una disminución en los niveles de pobreza e indigencia, en el territorio eso no se ve. Frente a un Estado Nacional ausente, la comunidad resiste y se organiza para que nadie pase hambre.

“Estamos de pie y luchando”

“Estamos de pie y luchando”

Ante el ataque y el ajuste del gobierno de Milei, investigadores del CONICET realizaron una jornada en defensa del sistema científico argentino, que incluyó charlas sobre diferentes temas y puestos para que chicos y grandes jueguen y aprendan.

Con elecciones legislativas cercanas, es sábado por la tarde y al Parque Rivadavia lo bordean grupos de jóvenes que ofrecen boletas partidarias. Algunos peatones las aceptan, otros las ignoran y siguen camino por la ruidosa vereda junto a la avenida. Al subir la escalinata para adentrarnos en el parque, el panorama se cubre de un tono festivo.

Rodeando a un Simón Bolívar de cinco metros y medio, figura emblema de la emancipación hispanoamericana, se realiza el festival “Ciencia de la A a la Z”, de la A de ARSAT a la Z de Zika. Al otro lado del monumento, sobre una tarima de piedra como escenario, por los parlantes se oye que «en este Cienciapalooza está saliendo el sol, lo mejor que podía pasarnos esta tarde», en la que estaba pronosticado lluvia.

Entre la muchedumbre que deambula se destacan algunas remeras negras que dicen “No a la destrucción del sistema científico” y de fondo, atada entre los árboles, una larga bandera argentina flamea que deja leer la misma frase más otra: “En defensa de la ciencia argentina. No al recorte del presupuesto”.

Algunos se sientan frente al escenario para escuchar distintas voces que toman el micrófono. Entre ellas, la del ex combatiente de Malvinas Germán Bonanni. “¿Buscamos venganza? Absolutamente no, buscamos dignidad”, afirma y lo aplauden. Entonces recalca la importancia de la Ley de Tierras y la necesidad de tener soberanía para ser un pueblo libre. “Para el resto del mundo, nuestro país es un diamante en bruto”.

Mientras tanto, muchos recorren los stands del festival donde hay propuestas didácticas del CONICET, de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales, Filosofía y Letras, y Ciencias Sociales de la UBA, de editoriales independientes, y otras. Niñas y niños se agolpan ante un murciélago suspendido en resina, y también ante una mesa de juegos de lógica que los adultos observan atentos, escudados tras sus hijos.

En otra mesa, se exhiben un molar de oso perezoso y una almeja fósil que convivió con los dinosaurios, mientras un muchacho casi recibido de paleontólogo explica el método de datación relativa: un ordenamiento de fósiles desde los más antiguos a los más modernos, por ejemplo, teniendo en cuenta si fueron encontrados en estratos más profundos o más elevados.

Entonces desde el escenario se oye la voz de una mujer que declara fundamental “poder sostenernos, a partir de muestras de solidaridad, contra el gobierno de Milei, el ajuste y el protocolo represivo de Bullrich”. Al finalizar su discurso, se sortean tres libros y el primero, escrito y dedicado por Martín Kohan, lo gana contenta una mujer cana con un mechón rosa que le cubre la frente.

Más tarde, toman la palabra dos representantes de ATE CONICET (Asociación Trabajadores del Estado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), y en todo el parque resuena el término “gobierno anticientífico”, en una breve, pero contundente, alocución: “No hay recursos, nuestros salarios cayeron más del 35 por ciento y hoy lamentamos la pérdida de 1300 puestos de trabajo en el CONICET. Actividades como esta sirven para dar pelea. Para defender la producción científica argentina es que estamos de pie y luchando”.