La compleja sencillez de escribir para las infancias

La compleja sencillez de escribir para las infancias

Siglo XXI lanza una colección revisada de “Entender y participar”, editada por primera vez en 1986, para reflexionar sobre problemáticas sociales aun vigentes. Aquella serie creada por las escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal, hoy es reelaborada por Montes y Paula Bombara y se presenta este domingo en la Feria Internacional del Libro.

La editorial Siglo XXI lanzó una versión actualizada de la colección “Entender y participar”, creada originalmente por las reconocidas escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal y publicada bajo el sello Libros del Quirquincho en 1986. Se trata de una serie de libros que invita a grandes y chicos a reflexionar sobre problemáticas sociales profundas, tales como la democracia y la justicia, entre otras. Además de textos que promueven el debate, los libros tienen ilustraciones llamativas, realizadas por la diseñadora Penélope Chauvié.

La reconocida escritora Paula Bombara, quien participó de la reescritura del segundo libro de la colección junto con su par Graciela Montes, y Laura Leibiker, editora de la antología y directora del Área de Libros infantiles y Juveniles de Siglo XXI, contaron cómo fue pasar por la experiencia de este relanzamiento.

La serie se presenta este domingo, 5 de mayo, a las 17.30 en la sala Sarmiento del Pabellón Blanco. Graciela Montes, Paula Bombara, junto a Noelia Barral Grigera y José Natanson -también partícipes del proyecto editorial-, conversarán sobre “Todo lo que los chicos preguntan de política y no nos animamos a contestar” con la moderación de Diego Iglesias.

 

¿Cómo surgió la idea de hacer una versión nueva de la colección?

LL: Cuando yo entré a la editorial empezamos a pensar cuál era el perfil de los libros para chicos que queríamos hacer. Empecé a mirar un poco qué había ya en Siglo XXI, a ver las colecciones, los temas, los autores, e inmediatamente me vino a la memoria esa colección que yo recordaba y había tenido de Libros del Quirquincho. Pero no tenía los libros, así que llamé a Paula, le conté y me dijo: “¡Sí, yo los tengo!”. Entonces me los prestó, los leí —porque no estaba segura de que lo que yo recordaba fuera real y que sirviera para hoy— y encontré en la colección textos de una enorme actualidad. Eran textos que estaban muy bien para ese momento, que tenían ecos en el hoy, pero que requerían un retrabajo porque así como estaban no se podían publicar, porque hay una nueva Constitución, que es la de 1994, y porque no vemos la democracia igual que como se veía en los años ochenta. Entonces, el trabajo fue contactar a Graciela Montes y ver si a ella le parecía una buena idea. Sabíamos por otros editores que Graciela se negaba a revisar sus materiales anteriores: o salen como están o los que son informativos y ya no están actualizados que no salgan. Bueno, nos sorprendió a todos porque dijo: “Sí, me parece que estaría bien actualizar esta colección y volverla a lanzar”.

 

¿La perspectiva de género puede ser una de esas variables de actualización?

LL: Sin ninguna duda. En el libro ¿Cómo se hace justicia?, si ves el original, no hay una sola mujer. No hay mujeres abogadas ni juezas ni testigos ni culpables. En el libro de ahora, el trabajo de Paula y también de Penélope, la ilustradora, fue justamente subrayar la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la justicia y la necesidad de que esa paridad sea un hecho y no sea solamente discursiva. Nosotros sabemos que en el mundo hay un montón de abogadas y juezas, pero también vemos lo que pasa en la Corte Suprema, entonces hay que seguir trabajando para que eso sea más visible y más real.

PB: Y para que también las niñas que van a leer estos libros se sientan parte de ellos porque eso es algo que, al menos yo, me recuerdo como lectora, pero la veo a mi hija también y a mis sobrinas más chiquitas y ellas se buscan en los libros.

 

Sí, en el libro aparece la voz de una niña queriendo ser jueza. En estos tiempos se espera que una nena pueda leer y decir: “Yo también quiero ser jueza”, ¿no?

LL: Sí, que pueda encontrarse. Ese niño o niña que hace las preguntas en los libros en general no está marcado. Intentábamos no saber si era un varón o una nena.

PB: Claro, como para que pudiera ser cualquiera.

LL: Pero cuando no lo marcás, es un varón. Acá hay un equipo de correctores, lectores y editores muy potente y uno de los chicos, cuando lo leyó, dijo: “¿Y este por qué no es una nena?”. Y todos nos quedamos pensando. Porque estábamos tratando de que ese niño fuera neutro, no existe. Y ahora, es casi siempre una niña. De pronto, los autores, las autoras descubrieron que podían doblar eso que en la colección original era siempre un varón.

 

¿Y eso fue dialogado con Graciela Montes?

LL: Sí, ella misma marcaba esa necesidad. Ella planteaba no trabajar sobre la cuestión de usar la “e”. No era eso lo que ella proponía, sino justamente integrar en ese mundo, en las imágenes, que las chicas estén dentro del libro.

PB: Graciela tiene una manera de contar y de explicar que trabaja sobre la sencillez. Tal vez no se note, y justamente eso es lo grande del trabajo, que es lograr la explicación abierta, sin perder complejidad ni profundidad. Entonces ella decía: “En el lenguaje inclusivo incorporás muchos signos que complejizan la lectura y la lectura tiene que mantenerse muy cercana, entonces ¿cómo incorporamos la perspectiva de género sin desdoblar todo el tiempo?”. Y bueno, eso fue un gran trabajo en ambos libros y en los que vienen también. Estar atentas y decir: “Acá capaz que podemos hacer un desdoble, acá quizás Penélope podría dibujar una escena en donde haya dos mujeres”.

«El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo», dice Bombara.

¿Se dialoga también cómo pueden ser ilustrados los textos?

LL: Lo que hacemos en general es trabajar mucho sobre el texto, ida y vuelta, pasa por corrección. En ese ida y vuelta hay sugerencias de ilustración. O por ejemplo: “Esto lo escribimos pero saquémoslo y pongámoslo en algún personaje que lo diga”. Entonces unas partes del texto pasan a la ilustración, pero después cuando la diseñadora planta el texto, yo le digo: “Acá veo tal cosa, acá veo tal otra”. Siempre teniendo en cuenta todas las cosas que fuimos hablando. Cuando están los bocetos planteados, vuelve a las autoras y si alguna dice: “Mmm, acá en esta escena no se ve lo que yo espero”, se va enriqueciendo en el compartir y en las vueltas que da el material.

PB: Y a veces, ves el boceto y decís: “Mirá Penélope lo increíble que vio esto”. Porque ella es nuestra primera lectora externa, si querés, entonces ella le aporta un sentido de lectura que capaz que nosotras, en el trajín de la escritura, no vimos. A veces nos sorprende porque captó algo que no vimos y que cuando lo vemos dibujado decimos: “¡Está buenísimo!”. Eso es genial, cuando pasa es una tranquilidad también.

LL: Claro, porque también en los libros originales las imágenes reforzaban la cuestión del género. Mucho. O sea, había muy pocas mujeres. Si bien tanto Graciela Montes como Graciela Cabal, que fue su coautora en muchos de los libros, eran súper adelantadas en la cuestión de los derechos de las mujeres —de hecho, uno de los libros era Los derechos de las mujeres y era muy de avanzada para ese momento—, las cosas que pasaron en estos cuarenta años hacen que algunos temas a ellas se les pasaran también, como esta presencia constante de varones en todos los lugares de poder.

PB: Sí, también que existía una editorial, un editor y unas marcas de época que demandaban ciertas condiciones. Quizás ellas querían llegar a una lectora, pero las marcas de colección no siempre las ponían ellas.

 

¿Cómo se hace para escribir para un público juvenil?

PB: Tenés un lector modelo, que en el caso tanto de Graciela como mío y de algunos otros autores que van apareciendo, lo tenemos muy conocido de recorrer escuelas. Como tenemos tanto contacto con los chicos y las chicas en las escuelas, tenés una voz interior de un chico de hoy. Y todo el tiempo se renueva porque todo el tiempo estamos viendo sus intereses, preguntas y necesidades con respecto a los adultos. Es un trabajo de observación, de escucha y de placer también, porque a mí me encanta pensar en los chicos y las chicas como destinatarios. No lo pienso como: “¡Ay, yo quisiera escribir para adultos y escribo para chicos!”. No, no, a mí me encanta lo que hago.

 

En los libros aparece un diálogo entre una voz adulta y una voz infantil. Se nota que las preguntas tranquilamente las puede decir un niño o una niña real. Entonces, ¿cómo imaginan eso al momento de escribirlo?

LL: Graciela inicialmente cuando pensó la colección era —y es— especialista en escribir para chicos, en ponerse en ese lugar y hacer esas preguntas que son desfachatadas e inocentes y muy punzantes. Los chicos hacen esas preguntas que te incomodan, no edulcoradas. Siempre van a preguntar: “¿Esto por qué es así? Si estamos todos de acuerdo en que matar gente está mal, ¿por qué hay guerras?”. Es una pregunta que se cae de madura, de lógica, que los adultos ya no la hacemos porque sentimos que es dolorosa. Para un chico, es una pregunta natural que surge de un razonamiento que, para mí, está desprovisto de prejuicios. Pero reconstruir esa voz de una manera artificial, porque no es un niño el que está hablando en el libro sino una mujer adulta, es dificilísimo.

PB: Hicimos también hace poco la presentación de los libros en una librería y constatamos esa desfachatez y esa potencia que hay en la pregunta. En los encuentros que hacemos en las escuelas siempre el modelo es dialógico, donde ellos hacen preguntas, y eso te va entrenando al oído. Se trabaja mucho sobre el modo de preguntar y qué palabras usaría un chico. Ellos están cinco casilleros adelante que vos en un camino que desconocés. Después decís: “Ah, me preguntó esto porque hace diez minutos estaba pensando”. Pensamientos muy laterales que vienen por los márgenes, pero que tienen un sentido y una lógica. Me acuerdo que estábamos hablando de lo que significa la democracia y un nenito de seis años empezó a hablar de los sándwiches. Y después hilamos: todos los nenes necesitan tener un sándwich y comerlo cuando tengan ganas. Y la democracia también es eso, es conseguir igualdad de oportunidades. Fuimos desmenuzando y empezaron a aparecer esas otras palabras del mundo adulto, pero lo primero que aparece es esa cosa concreta de: “Todo bien con las palabras, pero yo tengo hambre”.

«¿Qué es esto de la democracia? no es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia», señala Leibiker.

El primer libro de la colección se llama ¿Qué es esto de la democracia?. ¿Cómo se hace para transmitir a las generaciones que nunca atravesaron una dictadura el valor que tiene la democracia?

LL: El libro original, que era un poco más corto, planteaba una ida al pasado, las distintas formas de la democracia, cómo fue perfeccionándose, pero lo que no tenía era —porque estábamos en los ochenta— ninguna pregunta acerca de por qué la democracia no había logrado resolver todas las cosas que pensábamos que iba a resolver. Lo que se propusieron Graciela y Paula, y lo que terminó escribiendo Graciela en el libro de ahora, son las deudas de la democracia. Desde nuestra posición eso no deshabilita la idea de que la democracia es la mejor forma de gobierno que conocemos, pero es importante reconocer que para muchos pibes la democracia no cumplió con muchas de las expectativas. Graciela agregó esa idea de qué es lo que falta, pero también agregó un párrafo muy extenso acerca de qué significó vivir en dictadura de una manera mucho más profunda que como estaba en el primer libro, porque en los ochenta estábamos muy cerca de los hechos y hoy sabemos muchísimo más. Ella recuperó eso y es una manera de pensar cómo hablarles a los pibes de la democracia hoy. No es una forma ni edulcorada ni pensando la democracia como un momento perfecto. No es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia.

PB: Y eso habilita a que las siguientes generaciones sigan construyendo porque si no, es como que el mundo adulto te presenta una caja que vos no podés modificar. Realmente la esencia de la democracia está en que las nuevas generaciones se sientan habilitadas a mejorar lo que hay. Entonces tenés que hablar desde un lugar de: “Falta mucho por hacer, decime para dónde querés ir que yo como adulta te acompaño, te ayudo a pensar”. Pero también salir a la calle, manifestarse, protestar, construir una democracia mejor está en las generaciones jóvenes, entonces tenés que transmitir ese espíritu también.

LL: Por eso en las imágenes del libro hay mucha manifestación, mucho encuentro, mucha discusión, mucha situación colectiva. Va en esa línea. Nada es inocente nunca, pero en un libro infantil menos. Es muy importante poner en el libro lo que quieras decir, porque el lector encuentra esas marcas siempre.

 

El segundo libro habla sobre la justicia y lo escribiste junto con Graciela. Dado que la escritura es, en general, una actividad individual. ¿Cómo hicieron para escribir en conjunto?

PB: Para mí, escribir con Graciela es un sueño hecho realidad. Ella era la escritora que yo amaba cuando tenía cuatro años, yo leía sus historias. Y cuando empecé a dedicarme a la escritura, sus libros de teoría fueron los primeros que leí. Ella es una investigadora en el campo de la literatura infantil y sus ensayos siguen abriéndote la cabeza. Entonces estar discutiendo sobre un texto en común y ver cómo lo armamos —siempre a partir de lo que ella ya había escrito en los ochenta— es un placer. Es una persona sumamente inteligente y conversar con alguien tan lúcido también te exige, entonces era estar: “Hay que pensar en esto y esto”. A mí me encanta, yo también soy investigadora, entonces es hermoso. De todos modos, creo yo que vos podés pensar la escritura como una actividad individual, pero la construcción de un libro siempre es en equipo y más cuando se trata de uno de comunicación de las ciencias, porque este libro tiene esa particularidad. El ilustrador forma parte del equipo, el editor está involucrado tanto en el texto como en las ilustraciones de un modo muy presente, entre los autores discutimos. El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo, es un participante muy presente desde su ausencia. Como vos querés que lea el libro, estás todo el tiempo también pensando cómo incorporarlo. Yo te diría que el libro es una conversación.

 

Y en este caso, ¿cómo se dio el diálogo entre dos personas de distintas generaciones, entre vos y Graciela?

PB: Fue súper natural. De parte de ella sólo sentí alegría. En esos primeros momentos fue de escucharme, a ver qué pensaba. Nos conocíamos de nombre, yo a ella obviamente la tengo toda leída, pero también es distinto hablar con la persona. Y bueno, creo que en algún momento le transmití confianza.

LL: Absolutamente. Cada vez que yo voy a charlar con Graciela me dice: “Esto preguntáselo a Paula y lo que ella decida va a estar bien”. Vos hablabas de las generaciones y yo pensaba: “No se ve la diferencia”, porque Graciela es muy joven, es alguien muy evolucionado, que se anticipó a lo que venía y se sigue anticipando. Todavía hoy te habla del futuro con más claridad que mucha gente joven. No tiene prejuicios, está viendo todo el tiempo lo que está ocurriendo, lee muchos textos científicos justamente porque está muy interesada en el futuro, tiene nietos con los que habla habitualmente, entonces no es alguien que se instaló como en una versión de la realidad, como pasa muchas veces con gente de cierta edad, que se queda y todo le parece difícil, nuevo, extraño e indeseable. No es el caso de Graciela. Ella nos da clases de futuro.

PB: Es como que llegás a la casa de ella, te sacás el saquito o la campera, la colgás y ahí queda tu edad también. Se habla entre pares. El mundo de la escritura, la literatura, la comunicación, las ciencias y el arte es un mundo donde de lo que se trata es que eso quede de lado. Que lo que sea que estés construyendo te tome y te encuentre, no importa de qué generación seas.

 

¿De qué va a tratar el próximo libro de la colección?

LL: El próximo se llama ¿Por qué hay tantas provincias? Es sobre el federalismo. Plantea la historia de la construcción de nuestro país, donde las provincias fueron previas a la constitución del Estado. Eso es a lo que hay que prestarle particular atención y en este momento ni hablar, porque esta idea de que hubo una serie de territorios que eran independientes y que decidieron unirse porque les convenía a todos o porque todos creían que les convenía, y después empezaron esas tensiones donde: “Bueno, yo me quiero juntar con ustedes, está bien, somos todos argentinos, pero me estás sacando cosas mías o yo estoy poniendo más que lo que ponés vos”. Esa tensión continúa el día de hoy, entonces hablando un poco de historia estás hablando del presente. Cuando te ponés a trabajar el texto con especialistas como Graciela Montes y José Natanson, decís: “Ah, pero esto es discutible, esto tuvo un por qué y todavía no está saldado, sigue habiendo una tensión sobre quién cobra los impuestos y cómo se distribuye eso entre las provincias”. El libro habla sobre cómo se construye la idea de Nación.

PB: Claro, cómo la configuración de la cultura nacional hace que todas las provincias sean tomadas en cuenta, lo que compartimos del lenguaje y lo que caracteriza a cada lenguaje regional y lo importante que es sostenerlo. La unión de dos autores como Graciela y José ponen también de manifiesto que esos diálogos tienen que seguir. Lo que propone esa voz infantil es: “Hay que seguir pensando el país”.

LL: Toda la colección deja abierta esa discusión en las casas. Nosotras imaginamos libros que abran diálogos. Las preguntas difíciles son las que hay que dejar en el libro. Esas son las que los chicos harían.

PB: También, así como uno configura un lector niño o joven, configurás un lector adulto. Y está bueno decirle a tu par: “Los adultos no sabemos todo, fijate el mundo que estamos dejando, empecemos a escuchar un poquito más a los jóvenes y niños”.

 

¿Y cuándo sale el libro sobre las provincias?

LL: En junio. Después tenemos dos más muy desarrollados: uno se llama Derechos para todo el mundo, que habla de las declaraciones de derechos humanos más clásicas, y otro específico sobre los derechos de los chicos, que trabaja sobre la idea de que los chicos son los primeros de la fila, de que todos tenemos los mismos derechos pero que los chicos están primero. Hablamos también de cosas muy actuales que tienen que ver con las redes sociales, con el compartir imágenes, con el bullying y con ciertas problemáticas más del mundo de los chicos.

Un Día del Trabajador con nada para celebrar

Un Día del Trabajador con nada para celebrar

Un día después de la aprobación de la Ley Bases en Diputados, que precariza los derechos laborales, la CGT y la Izquierda organizaron sus actos conmemorativos del 1º de Mayo. Mucha bronca entre los manifestantes y llamados resistir en la calle. Se confirmó el paro del jueves 9.

Luego de la media sanción de la Ley Bases en la Cámara de Diputados, que entre otras cosas posibilita la precarización laboral, este 1 de mayo mostró una avenida Independencia con enorme presencia de las agrupaciones sindicales para conmemorar el Día del Trabajador. Comenzaron a llegar desde las 8 de la mañana, citadas por la conducción de la CGT bajo el lema “La patria no se vende”, en la sede de Azopardo 802 a las 13 horas. Desde la Avenida 9 de Julio una columna tras otra marchaba cubriendo toda aquella avenida hasta el Bajo.

Entre las principales declaraciones de la cúpula de la CGT en la rueda de prensa realizada en el marco de la marcha, está la de su secretario general Héctor Daer, quien reivindicó las paritarias, los derechos adquiridos y la negociación colectiva como mecanismo para la mejora de las condiciones laborales. Y, en este sentido,  subrayó: “Queremos aclarar que no hemos negociado ningún proyecto ni dictamen de lo que ocurrió en la Cámara de Diputados”. Al mismo tiempo, ratificó el llamado al paro del jueves de la semana que viene y aseguró que no se resignará un ápice de los derechos conquistados a lo largo de la historia.

Mientras se preparaba para marchar sosteniendo una bandera del Sindicato de Trabajadores del Medio Ambiente, dijo Edgardo Hornos: “Creo que lo que se aprobó ayer en Diputados es un retroceso. Comienza un período en la Argentina donde la precarización laboral va a ser moneda corriente”. Al consultarlo sobre el futuro agregó: “Como lo fue en los años noventa, la lucha va a ser una suerte de resistencia”.

A la altura de la calle Piedras, de barba blanca y anteojos, Pepe, de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), quien prefirió no dar su nombre completo, dijo estar esperanzado con el paro del jueves 9 pero a su vez se manifestó desconfiado sobre que la Ley Bases sea rechazada en el Senado.

 

 

Rojo y negro

En tanto, en Plaza de Mayo y frente a un cordón policial posicionado a lo largo de la Avenida de Mayo, las agrupaciones que integran el Frente de Izquierda de los Trabajadores Unidad presentaban sus estandartes en su propia marcha, bien distanciada de la CGT. El rojo de sus banderas, por un lado, y el negro de los uniformes policiales por el otro, generaban un clima que de a momentos se tornaba tenso. Laura Martino, autoconvocada independiente y “futura no jubilada” como ella se definió, aseguró: “Espero que los senadores no se comporten como los diputados traidores a la patria y que luchen por el pueblo”.

Del otro lado de la plaza y observando el vallado que se extendía a lo largo de toda la Casa Rosada, Lía Ramos, docente universitaria, resaltaba lo importante de salir a la calle y encontrase como forma de sobrellevar todas las malas noticias que día a día se escuchan. En relación al tratamiento de la ley en el Senado, expresó: “La verdad es que tengo esperanza, la movilización de las universidades fue muy importante y transversal y desde ese lugar, el del pueblo trabajador en la calle, podemos torcer ese destino”

Fue un 1º de mayo de contrastes, una marcha de gran convocatoria, con multiplicidad de colores y banderas que se corono con una conferencia de prensa en el histórico edificio de la CGT y otra menos convocante, teñida de rojo y con un acto frente a la Plaza de Mayo. En la primera costaba encontrar policías y en la otra los uniformados casi custodiaban uno a uno a cada manifestante. La coincidencia se encontraba entre los asistentes: todos preocupados por la situación que atraviesa el país y la certeza de que la lucha es con todos en las calles.

 

 

Distinto origen, un mismo derecho

Distinto origen, un mismo derecho

Ante el ataque del gobierno de Milei a las universidades públicas, la amenaza del arancel para extranjeros y la xenofobia, los estudiantes migrantes se organizan en un frente.

En junio del 2023, cuando era precandidata a presidenta de la Nación por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich afirmó que las universidades argentinas tenían “casi la mitad de la matrícula de alumnos extranjeros”. Días más tarde, el ministro de Educación del gobierno de Alberto Fernández, Jaime Perczyk, le respondió con los números oficiales. En realidad, los estudiantes migrantes representaban el 4,1 por ciento de las carreras de grado (gratuitas) y el 10 por ciento de las de posgrado (aranceladas mayormente).

Pero la falacia se instaló. En enero pasado, impulsado por el gobierno de Javier Milei, el proyecto de Ley Ómnibus establecía, entre cientos de reformas, la posibilidad de que las universidades públicas cobren un arancel a los estudiantes extranjeros sin residencia permanente, es decir, migrantes que hayan Estado dos años en el país con residencia temporaria.

Mariana (Brasil), Karen (Colombia) y Paula (Ecuador) son parte de ese 4 por ciento. Todas dejaron su tierra natal y tuvieron la tan conocida residencia “precaria”, mientras soñaban –siguen soñando– con hacer vida en Argentina y que se les abriera una puerta que en su lugar de origen se les cerró: la de la educación pública, gratuita y de calidad. Otra cosa que las une es que forman parte del Movimiento de Migrantes CABA, iniciativa de la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS), que surgió a partir de encuentros de migrantes de distintas universidades y terciarios públicos, con el fin de organizarse ante los recortes presupuestarios y el posible arancelamiento.

En estas asambleas, que ya se realizaron en la Facultad de Medicina y en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, los migrantes conformaron un espacio de contención frente a discursos xenófobos que circulan y además comenzaron a tejer estrategias en defensa de la educación pública.

“Todo el tiempo está la amenaza de la deportación”, remarca Karen, colombiana.

Una de las coordinadoras de estos encuentros cuenta que, en sus testimonios, muchos compañeros migrantes coincidieron en que se los juzga porque supuestamente “estudian gratis gracias a los impuestos de los argentinos”, a lo que suele seguir la despectiva frase “volvé a tu país”.

Pero, ¿qué pasa con los impuestos de los migrantes? “Cuando venimos a la Argentina, pagamos los mismos impuestos que los argentinos. Tenemos un trabajo, muchos estudiamos, alquilamos, pagamos el IVA y otros graváamenes, tanto directos como indirectos. Es mentira que no pagamos impuestos y que no podemos acceder a los mismos derechos. Somos ciudadanos y todo lo que pasa en el Estado, nos afecta, así como afecta a los argentinos”, sostiene Mariana, estudiante de Ciencia Política de la UBA.

Mariana, Karen y Paula migraron a Argentina al inicio de su edad adulta. Las tres coinciden en que en Argentina y gracias al acceso a la educación pública, pudieron estudiar las carreras que deseaban y dedicarse a lo que las apasiona.

“En mi país (Ecuador) hay una especie de ‘educación pública y gratuita’. Lo digo entre comillas porque hay un puntaje que tienes que sacar en una serie de exámenes, y esto deja afuera a un gran número de la población, más que nada, porque los puntajes para ciertas carreras son muy altos. Si no alcanzas ese puntaje, no puedes estudiar la carrera que quieres, sino la que te alcance”, cuenta Paula, estudiante de Escenografía en la Universidad Nacional de las Artes (UNA).

«No es lo mismo que te detengan en una marcha y que seas argentino o que seas extranjero», dice Mariana.

Cada integrante del Movimiento de Migrantes CABA podría decir, sin titubear, que la educación pública argentina le cambió la vida para bien. Por lo mismo, no dudaron en reunirse para pensar una salida colectiva a la asfixia presupuestaria a las universidades y al peligro del arancelamiento que son parte del plan del Gobierno. Al igual que los miles de estudiantes argentinos, la agrupación participó el pasado 23 de abril en la Marcha Federal Universitaria.

Asimismo, se han propuesto alzar la voz en redes sociales, donde, luego de las asambleas, difunden cuáles son sus problemáticas y también derriban mitos sobre lo que es ser extranjero y estudiante en Argentina. “Es fundamental empezar a reconocerse como migrante, a compartir con otros migrantes, a discutir las reivindicaciones y a escuchar los reclamos específicos que tenemos como población, porque todo el tiempo está la amenaza de la deportación”, remarca Karen.

Mariana, por su parte, cuenta: “Tenemos nuestro frente de la UJS en la Facultad de Derecho de la UBA, con quienes nos hemos propuesto armar un curso antirrepresivo migrante, porque en las marchas están reprimiendo mucho a nuestros compañeros. No es lo mismo que te detengan en una marcha y que seas argentino o que seas extranjero, te pueden mandar a la Dirección de Migraciones, te pueden amenazar con quitarte el documento o, incluso, deportarte del país, por estar pacíficamente en una manifestación”. Hasta hace algún tiempo, el DNI de cualquier migrante incluía una leyenda roja que decía “extranjero”, como una marca que recordaba la no pertenencia al territorio.

Uno de los mitos que hay en torno a los estudiantes migrantes es que vienen a la Argentina solo con el interés de estudiar y que no quieren desarrollarse profesionalmente en el país, ni hacer vida más allá de los libros y apuntes. Lejos de estas suposiciones, la historia de Karen demuestra que esto no es siempre así.

“Está muy instalado el discurso de que venimos, les extraemos la educación y nos vamos. En la mayoría de los casos no es así. Uno también empieza a formar una vida en este país. Yo me quedé y ahora tengo una beca doctoral del CONICET”, cuenta Karen, ejemplificando con su experiencia tras haber estudiado la licenciatura de Trabajo Social y el profesorado en Teatro en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Karen también plantea algo que pocos consideran, y es que luego de la duración de una carrera y el tiempo que conlleva, regresar al país de origen supone volver a dejar todo lo construido –ya sea académico, laboral o afectivo–, y constituye una especie de “doble migración”.

Las swifties también facturan

Las swifties también facturan

El fenómeno de la Feria Swiftie por dentro. Un grupo de emprendedoras organizadas para vender productos de Taylor Swift y fanáticas fieles que siguen el evento todos los fines de semana.

“Lo más raro que encontras en la Feria Swiftie son bombachas con la cara de Taylor Swift, que obvio me compré”. Lucía tiene 21 años y estudia Arquitectura, pero antes se declara Swiftie. Su emprendimiento, @theluckyone.shop, se especializa en juegos de mesa temáticos de la cantante.

El Centro Cultural Limonero estalla. Las y los adolescentes se mueven en grupos, los adultos acompañan a los pequeños de la familia y de fondo la música de Taylor. Los vecinos de Corrientes y Salguero pasan y observan desde afuera, preguntan a quienes están haciendo fila para entrar qué es lo que pasa. Y la respuesta es simple: la Feria Swiftie llegó al barrio de Almagro.

La feria surgió en 2022 en un encuentro de pequeños emprendimientos en el Planetario de Buenos Aires. El fanatismo y las ganas de hacer algo distinto los unió. Brenda se encargó de todos los detalles desde el principio. Según cuenta, no les tomó más de unos minutos registrar una cuenta de Instagram y crear el logo. Meses más tarde, Juli Maestri, influencer de TikTok, subió un video sobre el evento. A partir de ahí, la feria se masificó y debieron buscar otros sitios. “Decidimos ir a lugares cerrados porque estuvimos bajo el sol con 40 grados de temperatura. Con lo del dengue no podríamos haber estado en Palermo, ni con los días de lluvia. La primera feria cerrada la hicimos en el aniversario y como nos gustó, seguimos”.

El proceso de selección consta de un formulario de Google para ser llamado como emprendedor invitado. Después, a esperar ser elegido entre decenas de emprendimientos. “Lo primero que me fijo es que sea relacionado a Taylor Swift o a la cultura pop en general, como Harry Potter. Y que sean cosas propias, nada de reventa o cosas usadas. También veo si se toman en serio el evento, si publicitan”.

El público es variado. Buscan accesorios, ropa o cualquier objeto con la cara de la artista estadounidense. “De la Feria Swiftie me enteré a fines del 2022, me apareció en Instagram. Pensé ‘qué bien, un lugar con cosas de Taylor Swift’. En Estados Unidos había miles de cosas de ella, pero acá no”, cuenta a ANCCOM Karen, dueña de @kelas.ok, un emprendimiento de velas. A su vez, Nicole comenta: “Nosotros lo usamos para ganarnos el peso, es para gente que no puede costearse el merch oficial y acude a los emprendimientos. Yo no pude comprarme una remera oficial cuando vino acá, entonces le compré a un emprendimiento”.

Stickers, fotos estilo Polaroid, posters, cuadernos, remeras y hasta ropa interior están al alcance de los fanáticos y de todos los bolsillos. Los precios varían según los puestos, el rango es entre 200 y 20 mil pesos, siendo lo más caro los buzos bordados.

También se venden productos que entran en la definición de “cultura pop”, como un puesto especializado en Harry Potter. Los dueños de @Potter.varitas, Gastón y Ludmila, cuentan que no eran fans de Taylor hasta hace poco y trajeron al mundo swiftie a gente que estaba por fuera de él. Gracias a este tipo de eventos, lograron vivir sólo de su emprendimiento, al igual que Camila de @psico.delicas, que participa en ferias de las universidades o se acerca a vender en las marchas. “Fue el empujón que necesitaba para renunciar a mis trabajos formales y dedicarme totalmente a mi emprendimiento, también para tener tiempo para estudiar y recibirme. La Feria Swiftie me da una seguridad económica que es importante”. Para Daniela, de @salvatore.clothing_, fue la puerta para visibilizar sus diseños y trabajar para otros lados.

La mayoría de los emprendedores son estudiantes universitarios de entre 20 y 35 años, como Leiza de @midnightienda o Lucía, que al dedicarse al estudio se les complica conseguir un trabajo con horario fijo. Por eso, eligen esta modalidad emprendedora para organizar sus propios horarios. Sus ganancias las invierten en material para la facultad.

La calidez y la sensación de comunidad es lo que diferencia a este evento de otros semejantes. Se forman grupos de amigos, prevalece el compañerismo y el deseo a viva voz para que el compañero de al lado tenga un buen día de ventas. Se unen para hacer sorteos en las redes. Lo mismo sucede con los fans, la buena onda fluye de ambos lados logrando un lazo más allá de lo comercial. “Todos sabemos que es un lugar súper seguro en el que vamos a pasarla bien, hay buena energía”, expresa Lara, de @alltoomerch.

Por otro lado, Brenda cuenta: “A veces se me pone un peso que yo no tengo. Una vez en Instagram me dijeron que yo tenía que pensar en la economía del país y poner más emprendimientos, después borraron el comentario porque es un montón. Andá a la Casa Rosada a quejarte”. La Feria Swiftie es una salida para los emprendedores de todas las edades frente a la crisis económica.

También han enfrentado obstáculos, desde el hackeo a la cuenta de Instagram y gente infiltrada en los grupos de Whatsapp, hasta intimaciones del equipo legal de Taylor Swift a algunos emprendimientos para que bajen sus productos por derechos de imagen, lo mismo que pasó a nivel nacional hace algunas semanas con Emilia Mernes. La mayoría de los emprendedores entiende la decisión, pero aseguran que frente a la crisis, es una forma honesta de ganar dinero que luego gastan en dichos artistas. “¿Hoy quién no agarra la cara de un famoso y hace un producto con eso? ¿Realmente es necesario bajar cuentas, dejar gente sin trabajar? Capaz tenés treinta mil seguidores en Instagram y de la nada tenés cero, te cambia la economía”, asegura Lara. Una de las perjudicadas perdió su cuenta y todo su trabajo de meses por un mail de este estilo.

Aun así, la admiración por Taylor Swift no sufrió altibajos entre sus fanáticos. “Tuve una ruptura muy grande con mi ex y mi cuñada, que es fan, me dio muchísimo material para escuchar, para sentirme identificada, para sentir que no estaba sola. Taylor Swift tiene una canción para todo. Ella habla desde un lugar muy personal y profundo, eso atrae”, afirma Luciana, arquitecta de 33 años que se dedica en sus tiempos libres a hacer libros para colorear de la cantante y los vende en la feria. Otras fanáticas cuentan que los álbumes que salieron en la pandemia, Folklore y Evermore, las ayudaron a pasar el mal momento del encierro. Algunos descubrieron a Swift con Reputation, su aclamado álbum del 2017. Las veteranas están desde 2009, cuando la artista tomó más notoriedad por su relación con uno de los Jonas Brothers. La mitad de su vida la pasaron siendo swifties y decodificando los mensajes de sus canciones. Les atrae su talento para escribir y describir situaciones que aseguran ser comunes para todos, más allá de la fama y la edad. Para Lara, de 34 años, es su artista favorita y asegura no tener esa misma conexión con ningún otro.

“Yo amo a Taylor, voy a morir por Taylor”, dice Brenda. Ese sentimiento parece repetirse en cada uno de los fanáticos que visitan la feria. Todos coinciden en lo mismo: hay una canción de Taylor Swift para cada momento de la vida.