El INCAA da batalla

El INCAA da batalla

Los trabajadores de la industria cinematográfica se reunieron en las puertas del INCAA en rechazo de las políticas del gobierno y de la designación de Carlos Pirovano al frente de la institución. Para los trabajadores la cultura es un blanco elegido porque genera pensamiento crítico y resistencia.

Los trabajadores del INCAA se movilizaron el 3 de mayo para visibilizar su situación a través de diferentes acciones. Desde las puertas de la institución reclamaron contra de la decisión del gobierno de cerrar el Instituto temporalmente después de achicar fuertemente su estructura y lenciar a más de doscientos trabajadores. Los principales apuntados por parte de los manifestantes fueron el presidente Javier Milei y el actual titular del organismo Carlos Pirovano, un especialista en finanzas sin experiencia en el mundo del cine.

En línea con el ambiguo régimen de austeridad que el gobierno profesa bajo la consigna “No hay plata”, Pirovano justifica el ajuste en “el contexto de la crisis económica general y el importante déficit fiscal que atraviesa el país desde hace décadas”.

Desde la difusión de la Ley Ómnibus impulsada por el presidente Milei, las funciones del instituto se vieron afectadas, se decretó la suspensión de presentación de proyectos por 90 días hábiles. La Gerencia de Fomento, un emblema del instituto, sería eliminada para reemplazarla por un sistema bancario menos accesible.

Sin embargo, lo trascendido el lunes 22 de abril fue la gota que rebalsó el vaso y obtuvo como respuesta la manifestación en las puertas del INCAA en donde trabajadores del cine se expresaron sobre la situación.

“El único lineamiento claro es que quieren reducir al instituto a la mínima expresión, atacar al sector de la cultura porque muestra una lucha, una resistencia”, expresó en diálogo con ANCCOM Ingrid Urrutia, trabajadora del instituto y delegada general de ATE. “Lo que estamos defendiendo tiene apoyo social y se enmarca en la pelea general que estamos llevando contra el gobierno y la Ley de Bases que podría llevarse puesto al instituto”, agregó.

Una sentencia de muerte

Desmantelar una entidad como el INCAA significa una sentencia de muerte para gran parte del cine argentino. Pocos proyectos podrán realizarse sin el apoyo del instituto cuya función es apoyar y fomentar tanto pequeñas, medianas y también grandes producciones. El INCAA democratiza y permite financiar proyectos que de otra forma no podrían realizarse a través de subsidios y concursos. 

Según Urrutia, “sin el apoyo del Estado sabemos que muchos proyectos no podrán ver luz”. En consonancia, Nicolás Vetromile, montajista y delegado de ATE, afirmó: “Con este nuevo sistema el INCAA va a pasar de producir doscientas películas por año a apenas 20. Hoy solo se van a poder producir los que se puedan autofinanciar”. El único subsidio que se mantendrá en la nueva gestión es el subsidio a la exhibición que reintegra el dinero de poner un filme en las salas: pocos gozarán de esa retribución, ya que llegar a un estreno se volverá una misión casi imposible.

La postura del gobierno no solo golpea a la producción cinematográfica si no a todo lo que hay detrás: miles de trabajadores en todo el país, desde actores y directores hasta servicios de catering, limpieza, editores, vestuaristas, etc. El cine como toda industria da trabajo a muchas familias; si la producción baja, las fuentes de ingreso serán mucho más escasas. 

Como si fuera poco el cierre del INCAA trae consigo el cierre de todas las salas dependientes de la entidad a la vez que deja inoperantes a importantes y consolidados portales de difusion como Cine.Ar TV, Cine.Ar Play, el Cine Gaumont, el Festival de MDQ, etc. Las obras que logren realizarse bajo este nuevo régimen tendrán aún menores oportunidades de difusión.

¿Con la nuestra?

Uno podría entender el cierre del INCAA bajo las lógicas de ajuste del gobierno de Milei en donde el “No hay plata” se lleva todo por delante. Sin embargo, lo cierto es que el instituto del cine no depende de aportes directos del Estado argentino para subsistir. Esa idea tan repetida es una falsa creencia. 

El INCAA es un ente público, pero no estatal. Es autárquico por lo cual no está sujeto a la intervención gubernamental en sus acciones. La principal fuente de ingreso de la institución es el Fondo de Fomento Cinematográfico (FFC) que se compone de un impuesto del 10% sobre el precio de las entradas de cine, el 10% del precio de venta de “videogramas grabados”, como DVDs, y el 25% de la recaudación del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), a partir del impuesto a la facturación de los canales de TV, radios y servicios de cable. Los aportes del tesoro nacional son esporádicos, circunstanciales y no representan un porcentaje significativo de la recaudación del INCAA. 

“Esto no tiene nada que ver con quitarle la comida a nadie o tomar la renta nacional”, afirma Nicolás Vetromile. Que una obra sea rentable no es un requisito del INCAA a la hora de financiar. Sin embargo, se repite constantemente que “el cine argentino es deficitario” y en muchos casos lo es. Si bien hay numerosas películas exitosas financieramente, un gran porcentaje de las películas argentinas que salen a la luz no recupera sus presupuestos.

Los datos indican que hay una caída en cuanto al caudal de público en las salas, especialmente después de la pandemia del covid 19, que trajo consigo otras formas de consumo cinematográfico. En 2023 se estrenaron más de 250 películas argentinas, pero apenas 10 superaron los 50 mil espectadores y el único filme que superó el millón fue el documental sobre la selección Argentina Muchachos, la película de la gente. Este 2024 es más flojo, la película argentina más vista fue el reestreno de 9 reinas con 75 mil espectadores. Los números son menores a los de los años anteriores: por ejemplo en 2015 fueron 13 las películas que superaron el piso más alto de 100 mil espectadores. 

El discurso reduccionista que avalan los defensores del gobierno considera al cine argentino inútil y fracasado fundamentando esta teoría en la idea de que la gente “le da la espalda” y rechaza ver cintas argentinas por su supuesta baja calidad, como si el hecho de ser nacional ya dotará al filme de una serie de problemas que lo ponen por debajo de otro extranjero.

La realidad es que de ese buen número de películas “deficitarias” hay un abrumador porcentaje que no tienen prácticamente ninguna difusión. Muchísimos filmes solo están una semana en cartel, no se promocionan en ningún medio y deben conformarse con aparecer en algunas salas dependientes del INCAA, las mismas que acaban de cerrar. Las que sí logran aparecer en las salas comerciales lo hacen en días y horarios más bien marginales que complican la afluencia de público. Con estas condiciones las posibilidades de éxito económico son prácticamente milagrosas.

¿Esto se debe a que son simplemente peores? No: es porque los cines comerciales se manejan con una lógica de mercado, las grandes salas evitan estrenar filmes argentinos ya que no son garantía de ganancia en comparación a los tanques de la industria norteamericana que llegan al país con plataformas de promoción mastodónticas y que aseguran una venta de tickets de mínima. Esto no quiere decir que los filmes nacionales no puedan atraer público: hay infinidad de ejemplos que demuestran que cuando las producciones nacionales tienen amplia difusión, son éxitos casi asegurados. 

Pero estos casos son apenas dos o tres películas por año. Luego vienen algunas producciones intermedias que dependen de su suerte y el boca en boca, como el caso de Puán que ya congregó a más de 120 mil espectadores y sigue sumando. Las más pequeñas directamente están destinadas a una difusión marginal o quedan disponibles en los repositorios que, ahora, también cierran.

 

No los ven

“No la ven” dicen muchos funcionarios del gobierno. En consonancia con esa retórica podría decirse que ellos al cine argentino tampoco lo ven. Las autoridades y los militantes de ese discurso consideran a la industria de cine local como una cloaca irrecuperable de la que nada bueno puede salir. Nunca desde el Estado nacional se había hecho un boicot tan importante contra el cine argentino. No solo desde las decisiones políticas sino desde lo discursivo. Un discurso que cala profundo en un sector de la sociedad que considera a los trabajadores del INCAA como ñoquis y al cine un curro improductivo. 

La obsesión por denostar el cine local parece estar íntimamente ligada al rechazo por todo aquello que sea nacional, soberano y representativo. La embestida al cine y la cultura no es una casualidad, es parte de una estrategia de desintegración del sentido de comunidad nacional. 

Mientras tanto, y como respuesta a esto, los trabajadores del cine seguirán  luchando en la calle, haciéndose ver, alzando la voz, como ocurrió en la sede del INCAA, en donde se congregaron junto a centros de estudiantes de FADU y UNA, diputados nacionales como Romina del Pla, Myriam Bregman y Esteban Paulon, además de representantes del colectivo de actrices argentinas. Todos unidos en lucha para defender a una insignia de la cultura nacional y  demostrar que este no es el final de la película.   

 

¿Argentina deja pasar una oportunidad histórica?

¿Argentina deja pasar una oportunidad histórica?

La UOCRA de Zárate convocó a un paro por tiempo indeterminado por el despido de 570 trabajadores del proyecto nuclear CAREM. Argentina está considerado como uno de los líderes mundiales en el segmento de reactores modulares de baja y media potencia, una industria que puede generar muchas divisas. Pero el gobierno de Milei la desfinancia.

Entre las obras públicas cuya construcción frenó, apenas asumido, el gobierno de Javier Milei, se encuentran dos reactores nucleares estratégicos para el país: el CAREM y el RA-10. La maniobra implica el desfinanciamiento de un área científica y tecnológica con enorme potencial para el ingreso de divisas. Hoy, a raíz del despido de 570 trabajadores del CAREM en la ciudad bonaerense de Zárate, la UOCRA local convocó a un paro por tiempo indeterminado.

Para conocer en detalle el tema, ANCCOM dialogó con Diego Hurtado, físico, expresidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear, exsecretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación y exvicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), quien el año pasado ya había advertido de las posibles consecuencias si Milei llegaba al poder.

El RA-10 es un reactor nuclear multipropósito de impacto estratégico en salud, ciencia, tecnología e industria. “Es un reactor mejorado, en términos de diseño, respecto del que INVAP Argentina le está vendiendo a Holanda. Ya esto es todo un hito, pensar que un país en desarrollo le está vendiendo un reactor nuclear multipropósito a Europa, desde el punto de vista geopolítico y geoeconómico es un paso importante, porque generalmente los países en desarrollo les venden tecnologías estratégicas a otros países en desarrollo. Exportar tecnología a un país europeo le pone los pelos de punta a Estados Unidos y sus aliados. La regla de oro es: las tecnologías de punta las venden las economías desarrolladas, los países subdesarrollados, no importa el nivel de desarrollo, venden alimentos, commodities, recursos naturales, porque los negocios de la alta tecnología ‘son nuestros’, así funciona el capitalismo global”, subraya Hurtado.

«El RA-10 es una línea tecnológica en donde la Argentina ya está posicionada, exporta y genera divisas. La inversión que se necesita para finalizarlo es menos de 50 millones de dólares, y el Gobierno acaba de gastar 600 millones en chatarra aeronáutica para la defensa. Están haciéndole un daño irreparable al país”, dice Hurtado.

Desarrollado íntegramente en la Argentina, el RA-10 es producto de un trabajo en conjunto de la CNEA e INVAP. Se ubica en el Centro Atómico Ezeiza, Provincia de Buenos Aires, y al ser multipropósito sirve para el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico y para la producción de radiofármacos y silicio purificado/dopado, un material de base que se utiliza en el mundo de la electrónica y la microelectrónica, sector que hoy se disputan Estados Unidos y China.

Según Hurtado, “el RA-10 está a punto de ser terminado, se puede poner en marcha en el 2025, que llegue un gobierno y decida desfinanciarlo es incomprensible desde donde se lo mire. Es clausurar el futuro. El gobierno de Milei no explica por qué se hace, su proyecto de país consiste solo en exportar materias primas, no valor agregado y producir ciencia y tecnología. Ser un país agroexportador sólo genera ingresos para los sectores concentrados y las élites económicas, no para la gente. El RA-10 es una línea tecnológica en donde la Argentina ya está posicionada y exporta y genera divisas. La inversión que se necesita para finalizarlo es mínima, menos de 50 millones de dólares, y el Gobierno acaba de gastar 600 millones de dólares en chatarra aeronáutica para la defensa. Ahí hay malversación de fondos. Esto es un delito porque están haciéndole un daño irreparable al país”.

“Hay que agregar –prosigue– que hoy hay una deuda de 6 millones de dólares con los proveedores del RA-10 y salarios horribles para el personal, que es de altísima calificación. Eso augura migración del profesional. El personal de la CNEA es gente que le pone el hombro, que son patriotas, que a veces trabajan por sueldos miserables, que dejan la vida en los proyectos y se bancan gobiernos que los desfinancian. Son héroes y heroínas. Debajo del proyecto, entonces, hay seres humanos que siguen sosteniendo esto con un sacrificio gigantesco”. Y enfatiza: “Es un daño enorme clausurar una línea que ya está establecida a nivel global, donde Argentina ya demostró su capacidad y es un país confiable. Si ahora cortamos el RA-10 y lo retomamos dentro de cuatro años, ese lugar prioritario lo pierde y, además, se gana la mala fama de que ‘ojo de comprarle a la Argentina porque te puede venir un gobierno que te clausura esa línea y lo corta’. Argentina ganó un lugar muy importante como productor de energía nuclear y no lo podemos perder”.

“Estos tipos que hoy gobiernan –opina Hurtado– no entienden el mundo de la tecnología porque son de la timba financiera, no entienden lo que es la economía productiva, la introducción de conocimiento científico y tecnológico en los procesos de producción, en la mejora de productos, en las capacidades organizacionales de una empresa. Lo que hacen es muy de berreta, de cabotaje. Toto Caputo solo sabe endeudar al país, sentarse con el FMI y someternos a un estrés económico. Nunca hablan de industria, de generación de empleo, de mejora del trabajo para los jóvenes, de las potencialidades de nuestro país en términos productivos y tecnológicos para empezar a generar nuevos sectores, como sí se generaron durante el gobierno de Cristina Kirchner, donde aparecieron sectores de alto valor agregado, la nanotecnología, la biotecnología satélites en órbita, entre otros”.

«Hoy, por el cambio climático, el calentamiento global y el accidente de Fukushima, cayeron en desprestigio los reactores de alta potencia. Los SMR como el CAREM, del cual estamos diseñando el prototipo, son altamente rentables y, además, tienen un nivel de seguridad enormemente mayor”, señala Hurtado.

Respecto al CAREM, se trata del primer reactor nuclear de potencia –produce electricidad– íntegramente diseñado y construido en el país y se perfila como uno de los líderes mundiales en el segmento de reactores modulares de baja y media potencia (SMR, por sus siglas en inglés). “A partir de los años noventa Argentina comenzó a diseñar un reactor de baja potencia (120 megavatios), pero en esa época no eran rentables. Hoy, por el cambio climático, el calentamiento global y el accidente de Fukushima, cayeron en desprestigio los reactores de alta potencia. Los SMR como el CAREM, del cual estamos diseñando el prototipo, son altamente rentables y, además, tienen un nivel de seguridad enormemente mayor”.

Con ironía, Hurtado reflexiona: “¡Bingo! Argentina tiene el CAREM cuando los SMR pican en punta y son la promesa de la energía nuclear. La Agencia para la Energía Nuclear, dependiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), hizo un diagnóstico de los proyectos de SMR que hay en el mundo y, de los cerca de 70 reactores SMR, el CAREM resultó el segundo más avanzado del planeta. Esto es una oportunidad inédita que no puede volver a darse en la Argentina, ¿qué haría un gobierno razonable? Acelerar las inversiones, unos 300 millones de dólares, de acá a cuatro años, donde seguiríamos picando en punta”.

Acerca de las posibles privatizaciones de Nucleoeléctrica Argentina y Dioxitek, Hurtado afirma que “no van a aparecer capitales privados porque estas empresas generan riesgos y no ganancias rápidas. En Argentina esto es imposible porque sólo hay grupos que especulan y que tienen una lógica cortoplacista, no invierten a riesgo, sólo quieren garantías de lo que van a ganar. Argentina desarrolló una cultura empresarial predatoria que, de a poco, hay que ir transformándola en una cultura productiva, para generar un proyecto de país democrático. El Estado tiene que disciplinar los comportamientos de los sectores empresarios y los grupos concentrados de la economía para que el sector privado invierta en la economía productiva y no en la especulación. Se necesita un Estado fuerte como el alemán o el japonés, con alta capacidad para impulsar sus políticas públicas, que tienen cinco o seis veces más empleados públicos per cápita que Argentina. Es mentira que el Estado argentino está lleno de ñoquis, el Estado argentino es el mayor lugar de profesionalización”.

“Hay que reproducir lo que logramos en el sector nuclear en otros sectores de la economía. Este sector es un ejemplo de institucionalidad, de cómo se generaron empresas con culturas empresariales productivas a partir de las oportunidades que les brindó el sector nuclear público al privado, en este sector se desarrolla tecnología y producción, no hay timba financiera”, concluye Hurtado.

Una excursión al Mercado Central

Una excursión al Mercado Central

Un sindicato organiza viajes para que sus afiliadas y familiares puedan defender su bolsillo ante la inflación. ANCCOM se subió al micro y te cuenta la travesía.

“No nos podemos retrasar un día como hoy”, se escucha. Es sábado al mediodía. Hace minutos el rocío se convirtió en llovizna, pero todavía no llega la tormenta. El micro escolar se acerca a la parada del 42, en la esquina del restaurante Bernal, en el barrio porteño de Saavedra. María se refugia bajo un balcón y luego es la primera en subir. Controla la hora en su celular cada dos minutos, revisa que no haya mensajes del conductor o de sus compañeros. Ella afirma que “comunalmente” se advertía la necesidad de ayudar al otro. Así, lograron que el Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH) gestione y subvencione estos viajes al Mercado Central.

Las nubes se ciernen sobre la zona, donde vive la mayoría de los 33 pasajeros que se embarcan una vez por mes hasta Autopista Ricchieri y Boulogne Sur Mer, en la localidad de Tapiales, partido de La Matanza, donde se ubica el inmenso Mercado Central de Buenos Aires. María tiene los nombres y apellidos de los viajeros en una lista que no abandona su mano o bolsillo. Son cinco paradas, todas sobre la Avenida Cabildo, en las que van subiendo los pasajeros, hasta la última, en la General Paz.

Isabel sube un poco antes, en Cabildo y Monroe. Deja su carrito azul encimado sobre los otros, elige el asiento que nadie se había animado a ocupar, el que enfrenta al resto, y desde allí los puede ver a todos. Sus movimientos son rítmicos y a la vez automáticos, en un parpadeo dispone de lo que necesita entre sus manos: termo, mate y yerba. “Mis mates tienen algo especial, son diferentes a los demás”, dice mientras ceba.

¿Cuál es el secreto? Su respuesta es una sonrisa llena de picardía, quizás no hay secreto, quizás no hay magia. Pero ante una acción siempre hay una reacción y algo sucede. Las pasajeras a su alrededor dejan de quejarse del frío, de la lluvia, del gobierno y de sus maridos, y empiezan a conversar. Ahí está la magia, el secreto, la receta. El micro ya no estará en silencio hasta el fin de la jornada.

“¿Quién quiere un mate?”. “¿Cómo están tus hijos?”. “¿Dónde está Molina, por qué no vino?”. “Mi hija está bien, estudiando, tiene miedo porque los profesores le dicen que la facultad puede cerrar”. “¿Quién va a comprar tutucas?”.

María permanece de pie. Solo se permite descansar cuando la última pasajera sube al micro. Muchos de los viajeros no se conocen entre sí, y ella, como el mate de Isabel, ocupa el rol de conectora. Dialoga con los solitarios que eligieron un asiento en el fondo, el club de materas que rodea las primera filas, las dos parejas que decidieron viajar con sus hijos, y con el conductor.

Maite (25) vive en Belgrano y estudia Administración en la Universidad de Buenos Aires. Este es su segundo viaje al Mercado Central, viene para acompañar a su mamá, Marta, que va por su cuarto viaje. “La diferencia de precios es tremenda, con 50 mil pesos compro el doble o el triple que en el supermercado cerca de mi casa”. Su hermana Clara también la acompaña. Ambas son encargadas de edificios, como el 90 por ciento del pasaje.

“Me enteré de estos viajes por mi hermana, que participa desde el año pasado. Yo vengo con mi marido, y este es nuestro segundo viaje, lo hacemos por los precios y la comodidad, está bien organizado, se hace súper ameno. Estoy este rato conversando con mi pareja, mi hermana y mis sobrinos, no somos la única familia que viene no sólo a comprar, sino a pasar el día. A mi hermana no la veía hace unas semanas, así que aprovechamos para pasar tiempo juntas”, cuenta Clara. Las mujeres Ávila han ocupado asientos en ambas filas. Sus risas musicalizan la excursión.

Sólo hay ocho hombres en el ómnibus, casi todos parejas de las mujeres más grandes, algunas jubiladas. Clara opina que es así porque dentro del rol de ama de casa, o de madre, o de esposa, la mujer es la responsable de las compras para el hogar. “Los hombres más que nada acompañan para cargar lo que nosotras compramos”, explica.

Los Barrientos eligen convertir la travesía en un plan familiar. Sus dos hijos probablemente corretearán entre los puestos de ropa y electrodomésticos, el pabellón de pequeños productores, quizás jueguen a las escondidas en la feria minorista, o a la mancha entre las naves 10 y 12. Posiblemente terminen su excursión con hamburguesas en el patio de comidas, frente a los puntos de flores y plantas, con un enorme paquete de tutucas de postre.

El Mercado Central es una telaraña, cada pasillo se entremezcla con otro pabellón lleno de recovecos. A través de sus naves se expanden los Nueve Mundos del Yggdrasil. Y por las rendijas, entre tablones, aparecen cada vez más personajes. Familias enteras despliegan una obra ruidosa y ardua. Isabel va al frente, dirige al grupo, ha venido incontables veces. Su fiel termo está guardado en su carrito, o tal vez lo dejó en el micro, para la vuelta.

Miguel trabaja en la carnicería La Celestina hace ocho años. Su chomba blanca y delantal rojo están impolutos. “En los últimos dos o tres meses las ventas han bajado un 40 por ciento, gracias a Dios tenemos una clientela fiel que nos sigue eligiendo por la calidad de la carne, pero la disminución es notoria y preocupante. Antes, la gente venía a comprar dos kilos de milanesas, ahora compra kilo y medio, un kilo, o incluso por unidades. Subimos los precios cada un par de meses, no queremos hacerlo, sabemos y entendemos que a la gente le cuesta, pero no nos queda otra”.

Marta (40) trabaja en el Mercado Central desde que tiene 10 años y es dueña de su propio puesto. Su sector es una explosión de colores, aromas y texturas, con sus frutos secos, aceites, harinas, legumbres, especias y condimentos. Sus productos llegan de toda la región, Paraguay, Perú, Brasil, Bolivia. En su caso, la clientela ha aumentado desde el cambio de gobierno, la gente busca otras formas de comprar. Los precios en su puesto aumentan cada 10 o 15 días. “Uno ya se acostumbra a la subida constante de precios, hay cosas baratas y caras, pero siempre conviene comprar acá. La gente compra por kilo o por cuarto, pero compra cada vez más, porque conviene. Solía racionar maní en bolsitas de medio kilo y por la demanda de la gente ahora vendo por kilo”. Sus productos estrella son las harinas y fécula, “para la chipá, que se consume mucho”, y la granola y avena instantánea, que son opciones sanas, “en un supermercado el kilo de granola cuesta 8 mil pesos, y acá 4 mil”, señala.

Si se presta atención, entre la marea de gente se distinguen figuras encapuchadas que caminan lento pero en un segundo se agachan y recolectan lo que va cayendo de los cajones, carritos y camiones. Uno de ellos esconde su rostro bajo una capucha gris, y en su bolsa improvisada, que pudo haber sido una red de limones, lleva papas, tomates y naranjas. Fuera del mercado, decenas de puestos siguen funcionando bajo toldos que amenazan con salir volando. Las compras, aún bajo la lluvia, no cesan.

A las 16, los viajeros de la Comuna 13 ya están terminando sus compras. En sus bolsas de tela se observan papas, uvas, limones, calabazas, cebollas y bananas. Pocos han optado por la carne, las plantas y los electrodomésticos. A las 16:30 todos están de regreso en el micro, pero la escena ha cambiado, los carritos apilados frente a las puertas ahora se encuentran por todos lados, repletos de bolsas. Isabel hace notar que recargó agua caliente y compró facturas. Saca el termo, el mate, y arranca la vuelta.

Las Litas de Lazzari del siglo XXI

Las Litas de Lazzari del siglo XXI

En medio de una inflación descontrolada, las influencers del ahorro que difunden descuentos en las redes se han posicionado como fuente de consulta para quienes buscan economizar y hacer rendir su dinero. Tres instagramers cuentan su trabajo.

“Siempre fui de buscar descuentos, pero la diferencia es que ahora lo comparto”, afirma Tamara Alonso, dueña de @gangas.tips, una cuenta que nació hace dos años como una actividad para pasar el tiempo y que hoy se convirtió en una fuente de ingresos. Oriunda de Berisso, Tamara se dedica a recopilar información de productos que cumplan con “la regla de las tres b”: bueno, bonito y barato. “Me gusta que la gente pueda aprovechar las ofertas”, asegura.

Al ser una cuenta vinculada con la actualidad económica, comenta que estructura su contenido según las demandas del público. Además, trata de cubrir todos los rubros por lo que en su perfil se pueden hallar publicaciones con beneficios en supermercados, descuentos en calzado o indumentaria e incluso recomendaciones de locales gastronómicos baratos. 

La recordada frase “camine, señora, camine”, acuñada por Lita de Lázzari en la década del 90, parece haber sido recuperada por las influencers, quienes recorren distintos lugares en busca de los mejores precios. Detrás de las publicaciones hay todo un trabajo que no comienza con la difusión del video, sino con la planificación del contenido. Desde elegir qué rubro cubrir, viajar hacia la zona comercial, hasta editar el contenido, todo forma parte del producto final que sale en la plataforma. “Estoy todo el día con el celular buscando ofertas y comparando distintas páginas de supermercados”, comenta Tamara, quien además se dirige de manera inmediata hacia el negocio cuando ve un beneficio valioso para compartir como un 2×1 o un 70 por ciento de descuento en la segunda unidad.

Con una biografía que reza “Comprate lo que te gusta al mejor precio”, la cuenta @nogastesdemas administrada por Magdalena Gowland, se enfoca en crear un contenido más educativo en donde abundan los consejos y recomendaciones para tener en cuenta a la hora de hacer una compra o elegir un producto. “Existen datos que son buenísimos pero que no son comunicados, yo les doy visibilidad”, dice. En 2017, y con el objetivo de compartir sus hallazgos, Gowland creó una cuenta que hoy tiene más de 261 mil seguidores y una comunidad consolidada que aprovecha los beneficios que ella difunde.

Por su parte, Martina, o “la chica de las ofertas” –como prefiere ser reconocida–, abrió @jefadelahorro en abril de 2023 para poner en práctica sus conocimientos sobre redes sociales. “La idea era hacer algo propio en donde apareciera mi cara y no tanto un producto o servicio”. A modo de contrato, la biografía de su cuenta promete ofrecer información sobre buenos precios para que su público pueda ahorrar. “Busco cuidar el bolsillo de todos”, asegura.

Hoy la necesidad de buscar ofertas y descuentos atraviesa a todas las clases sociales y no tiene distinción de género. Aun cuando el público en su mayoría está conformado por mujeres, las responsables de las tres cuentas coinciden en que los hombres también empezaron a mostrar interés por obtener un descuento. “Me sorprende que no buscan sólo para ellos sino también para su mamá, su novia o su amiga”, señala Tamara. En el caso de Martina, tampoco hay distinción de edad, ya que las consultas que recibe son tanto de jóvenes que se están por mudar y necesitan datos de electrodomésticos baratos, hasta de personas adultas que gracias a su video explicativo pudieron descargarse una billetera virtual y aprovechar sus beneficios.

Si bien la gran mayoría de los videos son de locales ubicados en el AMBA, hay un esfuerzo de las influencers por crear un contenido más federal. “Trato de publicar ofertas que también sean online para que las puedan aprovechar personas de todo el país”, subraya Tamara de @gangas.tips. Lo mismo sucede en el caso de @nogastesdemas, que al tener un público repartido entre las ciudades de Mendoza y Córdoba intenta mostrar las oportunidades que ofrecen los comercios que cuentan con una tienda online.

Lejos de tener un rol pasivo, los usuarios son en múltiples ocasiones quienes les brindan los datos sobre algún descuento que vieron en las góndolas o de algún cupón que no van a utilizar pero que le puede servir a otra persona. “Es importante tener una buena comunidad”, destaca Magdalena, quien mantiene un vínculo cercano con los usuarios mediante su canal de difusión, una herramienta de la plataforma que posibilita que un grupo limitado de personas pueda recibir mensajes de la influencer y que en muchos casos funciona como el lugar en donde se anticipan los datos sobre los descuentos. En cualquier momento del día, las personas pueden recibir una notificación con una oferta para aprovechar. “La gente valora la curaduría que hago”, agrega la dueña de No Gastes de Más.

Tamara disfruta de recibir mensajes de personas agradeciendo por haber podido comprar un producto que en otra ocasión hubiese sido imposible. “A veces no tengo noción de la cantidad de gente que me sigue”, sostiene. Su cuenta ya acumula más de 115 mil seguidores en Instagram.

El rol de ser consideradas “influencers del ahorro” no les pesa, pero sí lo toman con responsabilidad. No sólo a la hora de determinar qué van a publicar, sino también qué mensaje quieren dejarle a su público. “Me gusta sembrar la semilla de la educación financiera y de gastar bien la plata”, asegura Magdalena. En su caso, su objetivo no es únicamente brindarle a los usuarios información acerca de las ofertas, sino que por sí solos puedan determinar qué es lo que les conviene comprar. “Las ofertas van y vienen, lo que yo puedo transmitir de educación es lo que queda para siempre”, concluye.

La compleja sencillez de escribir para las infancias

La compleja sencillez de escribir para las infancias

Siglo XXI lanza una colección revisada de “Entender y participar”, editada por primera vez en 1986, para reflexionar sobre problemáticas sociales aun vigentes. Aquella serie creada por las escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal, hoy es reelaborada por Montes y Paula Bombara y se presenta este domingo en la Feria Internacional del Libro.

La editorial Siglo XXI lanzó una versión actualizada de la colección “Entender y participar”, creada originalmente por las reconocidas escritoras Graciela Montes y Graciela Cabal y publicada bajo el sello Libros del Quirquincho en 1986. Se trata de una serie de libros que invita a grandes y chicos a reflexionar sobre problemáticas sociales profundas, tales como la democracia y la justicia, entre otras. Además de textos que promueven el debate, los libros tienen ilustraciones llamativas, realizadas por la diseñadora Penélope Chauvié.

La reconocida escritora Paula Bombara, quien participó de la reescritura del segundo libro de la colección junto con su par Graciela Montes, y Laura Leibiker, editora de la antología y directora del Área de Libros infantiles y Juveniles de Siglo XXI, contaron cómo fue pasar por la experiencia de este relanzamiento.

La serie se presenta este domingo, 5 de mayo, a las 17.30 en la sala Sarmiento del Pabellón Blanco. Graciela Montes, Paula Bombara, junto a Noelia Barral Grigera y José Natanson -también partícipes del proyecto editorial-, conversarán sobre “Todo lo que los chicos preguntan de política y no nos animamos a contestar” con la moderación de Diego Iglesias.

 

¿Cómo surgió la idea de hacer una versión nueva de la colección?

LL: Cuando yo entré a la editorial empezamos a pensar cuál era el perfil de los libros para chicos que queríamos hacer. Empecé a mirar un poco qué había ya en Siglo XXI, a ver las colecciones, los temas, los autores, e inmediatamente me vino a la memoria esa colección que yo recordaba y había tenido de Libros del Quirquincho. Pero no tenía los libros, así que llamé a Paula, le conté y me dijo: “¡Sí, yo los tengo!”. Entonces me los prestó, los leí —porque no estaba segura de que lo que yo recordaba fuera real y que sirviera para hoy— y encontré en la colección textos de una enorme actualidad. Eran textos que estaban muy bien para ese momento, que tenían ecos en el hoy, pero que requerían un retrabajo porque así como estaban no se podían publicar, porque hay una nueva Constitución, que es la de 1994, y porque no vemos la democracia igual que como se veía en los años ochenta. Entonces, el trabajo fue contactar a Graciela Montes y ver si a ella le parecía una buena idea. Sabíamos por otros editores que Graciela se negaba a revisar sus materiales anteriores: o salen como están o los que son informativos y ya no están actualizados que no salgan. Bueno, nos sorprendió a todos porque dijo: “Sí, me parece que estaría bien actualizar esta colección y volverla a lanzar”.

 

¿La perspectiva de género puede ser una de esas variables de actualización?

LL: Sin ninguna duda. En el libro ¿Cómo se hace justicia?, si ves el original, no hay una sola mujer. No hay mujeres abogadas ni juezas ni testigos ni culpables. En el libro de ahora, el trabajo de Paula y también de Penélope, la ilustradora, fue justamente subrayar la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la justicia y la necesidad de que esa paridad sea un hecho y no sea solamente discursiva. Nosotros sabemos que en el mundo hay un montón de abogadas y juezas, pero también vemos lo que pasa en la Corte Suprema, entonces hay que seguir trabajando para que eso sea más visible y más real.

PB: Y para que también las niñas que van a leer estos libros se sientan parte de ellos porque eso es algo que, al menos yo, me recuerdo como lectora, pero la veo a mi hija también y a mis sobrinas más chiquitas y ellas se buscan en los libros.

 

Sí, en el libro aparece la voz de una niña queriendo ser jueza. En estos tiempos se espera que una nena pueda leer y decir: “Yo también quiero ser jueza”, ¿no?

LL: Sí, que pueda encontrarse. Ese niño o niña que hace las preguntas en los libros en general no está marcado. Intentábamos no saber si era un varón o una nena.

PB: Claro, como para que pudiera ser cualquiera.

LL: Pero cuando no lo marcás, es un varón. Acá hay un equipo de correctores, lectores y editores muy potente y uno de los chicos, cuando lo leyó, dijo: “¿Y este por qué no es una nena?”. Y todos nos quedamos pensando. Porque estábamos tratando de que ese niño fuera neutro, no existe. Y ahora, es casi siempre una niña. De pronto, los autores, las autoras descubrieron que podían doblar eso que en la colección original era siempre un varón.

 

¿Y eso fue dialogado con Graciela Montes?

LL: Sí, ella misma marcaba esa necesidad. Ella planteaba no trabajar sobre la cuestión de usar la “e”. No era eso lo que ella proponía, sino justamente integrar en ese mundo, en las imágenes, que las chicas estén dentro del libro.

PB: Graciela tiene una manera de contar y de explicar que trabaja sobre la sencillez. Tal vez no se note, y justamente eso es lo grande del trabajo, que es lograr la explicación abierta, sin perder complejidad ni profundidad. Entonces ella decía: “En el lenguaje inclusivo incorporás muchos signos que complejizan la lectura y la lectura tiene que mantenerse muy cercana, entonces ¿cómo incorporamos la perspectiva de género sin desdoblar todo el tiempo?”. Y bueno, eso fue un gran trabajo en ambos libros y en los que vienen también. Estar atentas y decir: “Acá capaz que podemos hacer un desdoble, acá quizás Penélope podría dibujar una escena en donde haya dos mujeres”.

«El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo», dice Bombara.

¿Se dialoga también cómo pueden ser ilustrados los textos?

LL: Lo que hacemos en general es trabajar mucho sobre el texto, ida y vuelta, pasa por corrección. En ese ida y vuelta hay sugerencias de ilustración. O por ejemplo: “Esto lo escribimos pero saquémoslo y pongámoslo en algún personaje que lo diga”. Entonces unas partes del texto pasan a la ilustración, pero después cuando la diseñadora planta el texto, yo le digo: “Acá veo tal cosa, acá veo tal otra”. Siempre teniendo en cuenta todas las cosas que fuimos hablando. Cuando están los bocetos planteados, vuelve a las autoras y si alguna dice: “Mmm, acá en esta escena no se ve lo que yo espero”, se va enriqueciendo en el compartir y en las vueltas que da el material.

PB: Y a veces, ves el boceto y decís: “Mirá Penélope lo increíble que vio esto”. Porque ella es nuestra primera lectora externa, si querés, entonces ella le aporta un sentido de lectura que capaz que nosotras, en el trajín de la escritura, no vimos. A veces nos sorprende porque captó algo que no vimos y que cuando lo vemos dibujado decimos: “¡Está buenísimo!”. Eso es genial, cuando pasa es una tranquilidad también.

LL: Claro, porque también en los libros originales las imágenes reforzaban la cuestión del género. Mucho. O sea, había muy pocas mujeres. Si bien tanto Graciela Montes como Graciela Cabal, que fue su coautora en muchos de los libros, eran súper adelantadas en la cuestión de los derechos de las mujeres —de hecho, uno de los libros era Los derechos de las mujeres y era muy de avanzada para ese momento—, las cosas que pasaron en estos cuarenta años hacen que algunos temas a ellas se les pasaran también, como esta presencia constante de varones en todos los lugares de poder.

PB: Sí, también que existía una editorial, un editor y unas marcas de época que demandaban ciertas condiciones. Quizás ellas querían llegar a una lectora, pero las marcas de colección no siempre las ponían ellas.

 

¿Cómo se hace para escribir para un público juvenil?

PB: Tenés un lector modelo, que en el caso tanto de Graciela como mío y de algunos otros autores que van apareciendo, lo tenemos muy conocido de recorrer escuelas. Como tenemos tanto contacto con los chicos y las chicas en las escuelas, tenés una voz interior de un chico de hoy. Y todo el tiempo se renueva porque todo el tiempo estamos viendo sus intereses, preguntas y necesidades con respecto a los adultos. Es un trabajo de observación, de escucha y de placer también, porque a mí me encanta pensar en los chicos y las chicas como destinatarios. No lo pienso como: “¡Ay, yo quisiera escribir para adultos y escribo para chicos!”. No, no, a mí me encanta lo que hago.

 

En los libros aparece un diálogo entre una voz adulta y una voz infantil. Se nota que las preguntas tranquilamente las puede decir un niño o una niña real. Entonces, ¿cómo imaginan eso al momento de escribirlo?

LL: Graciela inicialmente cuando pensó la colección era —y es— especialista en escribir para chicos, en ponerse en ese lugar y hacer esas preguntas que son desfachatadas e inocentes y muy punzantes. Los chicos hacen esas preguntas que te incomodan, no edulcoradas. Siempre van a preguntar: “¿Esto por qué es así? Si estamos todos de acuerdo en que matar gente está mal, ¿por qué hay guerras?”. Es una pregunta que se cae de madura, de lógica, que los adultos ya no la hacemos porque sentimos que es dolorosa. Para un chico, es una pregunta natural que surge de un razonamiento que, para mí, está desprovisto de prejuicios. Pero reconstruir esa voz de una manera artificial, porque no es un niño el que está hablando en el libro sino una mujer adulta, es dificilísimo.

PB: Hicimos también hace poco la presentación de los libros en una librería y constatamos esa desfachatez y esa potencia que hay en la pregunta. En los encuentros que hacemos en las escuelas siempre el modelo es dialógico, donde ellos hacen preguntas, y eso te va entrenando al oído. Se trabaja mucho sobre el modo de preguntar y qué palabras usaría un chico. Ellos están cinco casilleros adelante que vos en un camino que desconocés. Después decís: “Ah, me preguntó esto porque hace diez minutos estaba pensando”. Pensamientos muy laterales que vienen por los márgenes, pero que tienen un sentido y una lógica. Me acuerdo que estábamos hablando de lo que significa la democracia y un nenito de seis años empezó a hablar de los sándwiches. Y después hilamos: todos los nenes necesitan tener un sándwich y comerlo cuando tengan ganas. Y la democracia también es eso, es conseguir igualdad de oportunidades. Fuimos desmenuzando y empezaron a aparecer esas otras palabras del mundo adulto, pero lo primero que aparece es esa cosa concreta de: “Todo bien con las palabras, pero yo tengo hambre”.

«¿Qué es esto de la democracia? no es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia», señala Leibiker.

El primer libro de la colección se llama ¿Qué es esto de la democracia?. ¿Cómo se hace para transmitir a las generaciones que nunca atravesaron una dictadura el valor que tiene la democracia?

LL: El libro original, que era un poco más corto, planteaba una ida al pasado, las distintas formas de la democracia, cómo fue perfeccionándose, pero lo que no tenía era —porque estábamos en los ochenta— ninguna pregunta acerca de por qué la democracia no había logrado resolver todas las cosas que pensábamos que iba a resolver. Lo que se propusieron Graciela y Paula, y lo que terminó escribiendo Graciela en el libro de ahora, son las deudas de la democracia. Desde nuestra posición eso no deshabilita la idea de que la democracia es la mejor forma de gobierno que conocemos, pero es importante reconocer que para muchos pibes la democracia no cumplió con muchas de las expectativas. Graciela agregó esa idea de qué es lo que falta, pero también agregó un párrafo muy extenso acerca de qué significó vivir en dictadura de una manera mucho más profunda que como estaba en el primer libro, porque en los ochenta estábamos muy cerca de los hechos y hoy sabemos muchísimo más. Ella recuperó eso y es una manera de pensar cómo hablarles a los pibes de la democracia hoy. No es una forma ni edulcorada ni pensando la democracia como un momento perfecto. No es un cuento de hadas, es un libro informativo en donde es importante también poner a la vista las debilidades de la democracia.

PB: Y eso habilita a que las siguientes generaciones sigan construyendo porque si no, es como que el mundo adulto te presenta una caja que vos no podés modificar. Realmente la esencia de la democracia está en que las nuevas generaciones se sientan habilitadas a mejorar lo que hay. Entonces tenés que hablar desde un lugar de: “Falta mucho por hacer, decime para dónde querés ir que yo como adulta te acompaño, te ayudo a pensar”. Pero también salir a la calle, manifestarse, protestar, construir una democracia mejor está en las generaciones jóvenes, entonces tenés que transmitir ese espíritu también.

LL: Por eso en las imágenes del libro hay mucha manifestación, mucho encuentro, mucha discusión, mucha situación colectiva. Va en esa línea. Nada es inocente nunca, pero en un libro infantil menos. Es muy importante poner en el libro lo que quieras decir, porque el lector encuentra esas marcas siempre.

 

El segundo libro habla sobre la justicia y lo escribiste junto con Graciela. Dado que la escritura es, en general, una actividad individual. ¿Cómo hicieron para escribir en conjunto?

PB: Para mí, escribir con Graciela es un sueño hecho realidad. Ella era la escritora que yo amaba cuando tenía cuatro años, yo leía sus historias. Y cuando empecé a dedicarme a la escritura, sus libros de teoría fueron los primeros que leí. Ella es una investigadora en el campo de la literatura infantil y sus ensayos siguen abriéndote la cabeza. Entonces estar discutiendo sobre un texto en común y ver cómo lo armamos —siempre a partir de lo que ella ya había escrito en los ochenta— es un placer. Es una persona sumamente inteligente y conversar con alguien tan lúcido también te exige, entonces era estar: “Hay que pensar en esto y esto”. A mí me encanta, yo también soy investigadora, entonces es hermoso. De todos modos, creo yo que vos podés pensar la escritura como una actividad individual, pero la construcción de un libro siempre es en equipo y más cuando se trata de uno de comunicación de las ciencias, porque este libro tiene esa particularidad. El ilustrador forma parte del equipo, el editor está involucrado tanto en el texto como en las ilustraciones de un modo muy presente, entre los autores discutimos. El libro, en general, es una construcción colectiva. Además, porque estás considerando al lector como parte de ese equipo, es un participante muy presente desde su ausencia. Como vos querés que lea el libro, estás todo el tiempo también pensando cómo incorporarlo. Yo te diría que el libro es una conversación.

 

Y en este caso, ¿cómo se dio el diálogo entre dos personas de distintas generaciones, entre vos y Graciela?

PB: Fue súper natural. De parte de ella sólo sentí alegría. En esos primeros momentos fue de escucharme, a ver qué pensaba. Nos conocíamos de nombre, yo a ella obviamente la tengo toda leída, pero también es distinto hablar con la persona. Y bueno, creo que en algún momento le transmití confianza.

LL: Absolutamente. Cada vez que yo voy a charlar con Graciela me dice: “Esto preguntáselo a Paula y lo que ella decida va a estar bien”. Vos hablabas de las generaciones y yo pensaba: “No se ve la diferencia”, porque Graciela es muy joven, es alguien muy evolucionado, que se anticipó a lo que venía y se sigue anticipando. Todavía hoy te habla del futuro con más claridad que mucha gente joven. No tiene prejuicios, está viendo todo el tiempo lo que está ocurriendo, lee muchos textos científicos justamente porque está muy interesada en el futuro, tiene nietos con los que habla habitualmente, entonces no es alguien que se instaló como en una versión de la realidad, como pasa muchas veces con gente de cierta edad, que se queda y todo le parece difícil, nuevo, extraño e indeseable. No es el caso de Graciela. Ella nos da clases de futuro.

PB: Es como que llegás a la casa de ella, te sacás el saquito o la campera, la colgás y ahí queda tu edad también. Se habla entre pares. El mundo de la escritura, la literatura, la comunicación, las ciencias y el arte es un mundo donde de lo que se trata es que eso quede de lado. Que lo que sea que estés construyendo te tome y te encuentre, no importa de qué generación seas.

 

¿De qué va a tratar el próximo libro de la colección?

LL: El próximo se llama ¿Por qué hay tantas provincias? Es sobre el federalismo. Plantea la historia de la construcción de nuestro país, donde las provincias fueron previas a la constitución del Estado. Eso es a lo que hay que prestarle particular atención y en este momento ni hablar, porque esta idea de que hubo una serie de territorios que eran independientes y que decidieron unirse porque les convenía a todos o porque todos creían que les convenía, y después empezaron esas tensiones donde: “Bueno, yo me quiero juntar con ustedes, está bien, somos todos argentinos, pero me estás sacando cosas mías o yo estoy poniendo más que lo que ponés vos”. Esa tensión continúa el día de hoy, entonces hablando un poco de historia estás hablando del presente. Cuando te ponés a trabajar el texto con especialistas como Graciela Montes y José Natanson, decís: “Ah, pero esto es discutible, esto tuvo un por qué y todavía no está saldado, sigue habiendo una tensión sobre quién cobra los impuestos y cómo se distribuye eso entre las provincias”. El libro habla sobre cómo se construye la idea de Nación.

PB: Claro, cómo la configuración de la cultura nacional hace que todas las provincias sean tomadas en cuenta, lo que compartimos del lenguaje y lo que caracteriza a cada lenguaje regional y lo importante que es sostenerlo. La unión de dos autores como Graciela y José ponen también de manifiesto que esos diálogos tienen que seguir. Lo que propone esa voz infantil es: “Hay que seguir pensando el país”.

LL: Toda la colección deja abierta esa discusión en las casas. Nosotras imaginamos libros que abran diálogos. Las preguntas difíciles son las que hay que dejar en el libro. Esas son las que los chicos harían.

PB: También, así como uno configura un lector niño o joven, configurás un lector adulto. Y está bueno decirle a tu par: “Los adultos no sabemos todo, fijate el mundo que estamos dejando, empecemos a escuchar un poquito más a los jóvenes y niños”.

 

¿Y cuándo sale el libro sobre las provincias?

LL: En junio. Después tenemos dos más muy desarrollados: uno se llama Derechos para todo el mundo, que habla de las declaraciones de derechos humanos más clásicas, y otro específico sobre los derechos de los chicos, que trabaja sobre la idea de que los chicos son los primeros de la fila, de que todos tenemos los mismos derechos pero que los chicos están primero. Hablamos también de cosas muy actuales que tienen que ver con las redes sociales, con el compartir imágenes, con el bullying y con ciertas problemáticas más del mundo de los chicos.