La UBA volvió a reclamar en la calle

La UBA volvió a reclamar en la calle

Una multitudinaria manifestación de estudiantes, docentes y no docentes de la Universidad de Buenos Aires marchó desde Plaza Houssay hasta el Palacio Pizzurno para reclamar por los recortes de salarios y presupuestos. Paro de 24 horas para este viernes.

Este jueves 22 de mayo, docentes, no docentes y estudiantes universitarios volvieron a pronunciarse masivamente en defensa de la educación pública y en reclamo de un aumento presupuestario y una suba salarial. “Marchamos una vez más porque sabemos que no somos la primera generación universitaria en defender los ataques de un gobierno nacional a la educación pública y que tampoco seremos la última en hacerlo”, indicó Agostina Olivera, presidenta del Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. “El año pasado les dejamos claro que el conjunto de la sociedad argentina está convencida de que el derecho a la educación superior debe ser garantizado por el Estado nacional, le guste a Javier Milei y a Sandra Pettovello o no”, agregó.

La convocatoria fue a las 12.30 en Plaza Houssay, y desde allí los manifestantes se movilizaron hasta a Secretaría de Educación que funciona en el Palacio Pizzurno. La protesta exigía un aumento urgente del presupuesto tanto de docentes y no docentes, que se mantienen casi sin actualización desde 2023. En este tiempo, los sueldos de docentes y no docentes universitarios han sufrido un fuerte deterioro debido a la inflación y la falta de actualización de las partidas presupuestarias destinadas a las universidades nacionales.

En este contexto, los incrementos salariales fueron insuficientes para mantener el poder adquisitivo frente al aumento sostenido de precios que se experimenta en la Argentina de Javier Milei. A este árido escenario se le sumó el congelamiento del presupuesto universitario desde 2023, lo que restringe aún más la capacidad de las universidades para garantizar condiciones laborales dignas.

Este jueves, se encontraron en Plaza Houssay diferentes gremios docentes y no docentes como  FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires), APUBA (Asociación del Personal de la Universidad de Buenos Aires), ADUBA (Asociación de Docentes de la Universidad de Buenos Aires) y FEDUBA (Federación de Docentes de las Universidades), además de varios centros de estudiantes como el CECSo (Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales),  CEFyL (Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras), CECEN (Centro de Estudiantes de Ciencias Exactas y Naturales), CENBA (Centro de Estudiantes del Nacional Buenos Aires), CEFADU (Centro de Estudiantes de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) y CEADU (Centro de Estudiantes de Artes Dramáticas de la Universidad Nacional de las Artes), entre otros gremios, organizaciones y agrupaciones.

Entre otras figuras que se encontraron en la movilización, se hizo presente Emiliano Yacobitti, dirigente de la Unión Cívica Radical y actual vicerrector de la Universidad de Buenos Aires. “Estoy acá para reclamar por el salario de los trabajadores, de los profesores, de los docentes y no docentes. Por la baja de las becas, la no actualización por inflación. El que conoce y camina las universidades y da clases se da cuenta de que cada vez hay menos alumnos porque no pueden llegar, los docentes tienen cara de cansados porque tienen otro trabajo después del horario. Si seguimos así, a la larga esto va a afectar en la calidad de la educación pública”, reflexionó el dirigente.

Esta movilización se refuerza con el paro para este viernes 23 de mayo, una medida de fuerza dispuesta por gremiales docentes y no docentes para seguir reclamando salarios dignos y presupuesto universitario de calidad.

Ciudad Universitaria se convirtió en Disney

Ciudad Universitaria se convirtió en Disney

Estudiantes e investigadores que utilizan el predio se quejan porque deben suspender sus actividades cuando es alquilado para eventos privados. Además, denuncian que los ruidos elevados arruinan sus experimentos y daña la fauna autóctona. Se cuela el debate por el financiamiento de los estudios superiores.

La Asamblea en Defensa de la Reserva Ecológica de la Ciudad Universitaria-Costanera Norte, FADU en Lucha y la Coordinadora Interclaustros Exactas realizaron jornadas de protesta contra el uso privatizado del predio de Ciudad Universitaria, que se viene alquilando para espectáculos privado, cada vez con más frecuencia y por más tiempo. En esta occasion, la empresa Disney se encuentra realizando el evento «Una Navidad inolvidable» desde el 11 hasta el 18 de diciembre.

“Se hizo habitué alquilar y cerrar todo el predio” denunció Josefina Bueno, una de las manifestantes, el jueves último en la jornada de protesta, mientras sus compañeros escribían carteles en el medio del Pabellón 3, perteneciente a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.

Martín Echeverría, estudiante de Biología, agregó: “Arrancó con los eventos de Cattáneo, después hubo otro recital de música electrónica que interrumpió La Noche de los Museos, que es una actividad propia de la Facultad y que no se pudo hacer porque estaba elpredio estaba alquilado para ese evento. Y ahora nos desayunamos con este evento masivo de una semana, de Disney, en el predio de Deportes”, cuyas pruebas de sonido empezaron los primeros días de diciembre.

Una investigadora integrante de la asamblea que pidió mantener el anonimato para evitar represalias relató que “durante el verano lo alquilaron un par de veces, era día de semana, pero era verano. En fines de semana o feriados se alquiló uno o dos días. Es la primera vez, que hay un evento que dure 8 días sostenidos, en época de finales, lo cual es pésimo porque es el peor momento. Antes era un día, después fue un fin de semana, después dos seguidos, ahora es una semana y un poquito más. Siempre queda preguntarse: ¿Cuál es el límite? ¿Un día van a cerrar la facultad todo un mes? ¿O se cancela un cuatrimestre?”. Describió también que “las autoridades de la facultad dieron el mensaje que, para poder circular mejor y adaptarse a la situación, hay que terminar todas las actividades antes de las 16. Pero si hay horarios nocturnos para que la gente que trabaja pueda venir, ¿cómo hacen esas cursadas para tomar un final en su horario?”.

Además, Bueno explicó que “Exactas tiene un montón de investigaciones que requieren equipos calibrados muy finamente, las vibraciones tan altas y fuertes los descalibran. Se interrumpen experimentos porque la facultad te dice: “andate”. Esta y la próxima son semanas de finales, muchos se han reprogramado y los Centros de Estudiantes de FADU y Exactas no están hoy acá presentes”. De igual forma, subrayó: “El Rectorado se lo alquila a Disney, y esto deben ser varios miles de dólares y esa plata después no aparece, no la declaran y no la ve la comunidad. Es como dejar que esto se convierta en un shopping para que el Rectorado se lleve toda la guita”. La investigadora continuó: “Aparte, esto es un campo de deportes, no es un parque. Hay gente que hace gimnasia acá y desde el lunes pasado no está siendo usado. Hay colegios secundarios que vienen a hacer deportes, ¿se cancela gimnasia?”.

Josefina Bueno agregó: “El miércoles fuimos al Rectorado y llevamos las firmas de la comunidad educativa y de vecinos de CABA contra estos eventos, no nos dejaron pasar ni nos recibieron las firmas. Y no solo eso, sino que al costado nuestro pasó el decano de Exactas, Guillermo “Willy” Durán. Nos miró, le dijimos que traemos estas firmas por lo de la reserva, que por favor, las ingrese ya que él puede pasar al Consejo Superior. Nos ignoró, el propio decano de nuestra facultad”, enfatizó.

Consultado sobre este tema, Durán contradijo: “Estaba entrando a la reunión y les dije ´después hablamos´. Cuando salí, había tres pibes y fui el único decano que se quedó hablando con ellos, así que no es cierto que no les dí bola”. Sobre el alquiler en general, respondió de acuerdo a la resolución del Consejo Directivo de Exactas que manifiesta “profunda preocupación y rechazo al uso del predio de Ciudad Universitaria para eventos masivos, reclamar al Rector de la UBA la no continuidad de este tipo de eventos y solicitar a los y las legisladoras de la Ciudad de Buenos Aires que cambien el proyecto de Ley de Modificación del Código Urbanístico en la segunda lectura, eliminando los usos que habilitan eventos […] que pudiera interferir con el normal funcionamiento de las actividades académicas y científicas en Ciudad Universitaria, así como la integridad de la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte”.

La jornada del jueves continuó con cánticos. Los asambleístas enfilaron hacia la puerta. Mientras repartían volantes aparecieron, de forma intempestiva, tres hombres a discutir las consignas de la asamblea. Uno de ellos, celular en mano, mostró un expediente al que la asamblea no había podido acceder y, ante la pregunta de quiénes eran y de cómo habían conseguido la información, simplemente hicieron silencio.

Quien parecía encabezar el grupo, habló con ANCCOM y pidió reserva de su nombre, aunque mencionó que tenía “amigos en la organización” del evento. “La idea era que la empresa iba a aportar los fondos para hacer la evaluación de los equipos (de investigación), entonces pedían que las facultades mandaran los nombres de los equipos, los manuales del fabricante y la última calibración, para que se pueda volver a hacer la recalibración a costa del organizador, jamás lo hicieron. Es un reclamo legítimo, que era reparable y no es que no hubo voluntad de resolver el problema, si el problema existió”. Y la misma fuente se quejó: “Se hacen mediciones en cada uno de los eventos para que se esté dentro de los rangos y de los estándares. Siempre que pasa un avión supera largamente, si pasa un avión y tapa el evento. Es más, dentro de todos los puntos que se toman para el estudio de contaminación sonora se toma la entrada a la reserva cada una hora durante toda la duración del evento”.

El martes de la semana pasada, el Ministerio de Capital Humano envió una nota a Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires, en la que se menciona que “la Subsecretaría de Políticas Universitarias le recuerda que los eventos privados para ingresos extrapresupuestarios no están dentro de las funciones principales de las instituciones de Educación Superior”.

Al respecto, el hombre con cercanía a la organización criticó: “¿Cuántos investigadores y docentes de estas propias facultades deben trabajar en el Ministerio de Capital Humano? Hay una contradicción en el mensaje gubernamental, criticaron los desfiles en las escaleras de la Facultad de Derecho y, por otra parte, dicen que las facultades tienen que arbitrarse los medios que puedan para generar recursos para cubrir los baches que ellos mismos provocan desde el punto de vista presupuestario. Cuando busco alguna vía para generarlos, criticás cómo los genero, y cuando te los pido, no me los das”.

La misma fuente continuó con las contradicciones que genera el alquiler del predio: “Hay una vía de reclamo que pasa por lo parlamentario: la Ley de Financiamiento Educativo que se impulsó y donde las autoridades de la facultad tuvieron mucho que ver, primero tuvo media sanción y después la voltearon. Hay un esfuerzo permanente de otras maneras para poder conseguir el financiamiento por la vía natural que sería una ley de Congreso pero… bueno, acá estamos… y hay cosas que se tienen que seguir pagando, fachadas que se caen. Vos fijate como está la facultad, toda la obra del frente estaba aprobada en el gobierno anterior y la mandaron a archivo, vas a tener andamios hasta el día del jopo”.

Sobre la cuestión monetaria, dijo que “en el contrato, que lo aprueba el Consejo Superior, están los valores, no es algo secreto. Ingresa por tesorería de la Universidad y después el gasto siempre tiene que ver con laburos de mantenimiento y obras. Hoy arreglar todo el frente son más de 5 mil millones de pesos, es de los años sesenta y aguantó bastante bien, además ganó premios internacionales en su momento y los materiales son bastante nobles”.

El evento de Disney no sólo generó problemas al interior de Ciudad Universitaria sino también para el ingreso. Varias líneas de colectivo modificaron su recorrido y dejaron a los pasajeros lejos del predio. Sobre eso, la misma fuente describió: “A principios de diciembre se acordó el tema de los traslados de combis, una desde Cantilo, la otra desde la entrada de Costanera Norte. Cada 10 minutos van y vienen desde las 16 hasta las 22. A la propia empresa se le hizo colocar el servicio”.

Durante la charla, la parada de colectivos era utilizada por las combis blancas de las cuales bajaban asistentes al evento regularmente, pero no pudimos distinguir nadie que fuese hacia el lado de los edificios educativos. En una recorrida por los trayectos mencionados que ya no hacen los colectivos, tampoco se observaron señalizaciones al respecto de que te llevasen a Ciudad Universitaria en combi.

Al rato, la fuente vinculada a la organización regresó, celular en mano, a mostrarnos un mensaje de WhatsApp: “En este momento hicieron las mediciones de sonido de impacto acústico en el punto de ingreso a la reserva, tenemos que la festividad de egresados de alumnos da como resultado 83 decibeles y el sonido del evento en ese mismo punto es de 56”, señaló.

Quienes pudieron rendir y recibirse celebraban, con la parafernalia clásica de huevos, música y aerosoles. Josefina Bueno respondió que “las fiestas de recibidas masivas en FADU es algo que denunciamos y contra lo que protestamos, no solo son malas por la contaminación sonora sino residual, queda todo el humedal lleno de basura. De hecho, el año pasado formamos una «guardia» para evitar que se acercaran a la Reserva”.

Sobre las mediciones, exclamó: “Somos bastante escépticos. El año pasado, el GCBA hizo un informe de impacto ambiental por la construcción de bares en la reserva que junto al rectorado de la UBA estaban haciendo, y ahí se decía que hasta eran beneficiosos para la ecología de la reserva”. A ello una investigadora integrante de la asamblea que no quiso dar su nombre agregó: “Siempre tenemos mucho ruido, no es solamente los recitales. Los aviones hacen temblar todos las mesadas, pero es medio difícil mover Aeroparque aunque todos queremos hacerlo. Hay un reclamo formal y es histórico, pero si hay de base una cosa que afecta, ¿para qué hacer más ruido? No es que bueno, ya fue, destrocémoslo porque ya hay aviones. Justamente, ya está resentido el ambiente, entonces no agraven la situación”.

Sobre los fondos, declaró:“Aunque toda la plata del evento viniera acá, no es la forma” y objetó que “el mantenimiento de los pabellones, el financiamiento de la infraestructura, de los servicios y los sueldos de los docentes son responsabilidad del Estado nacional. No es cuestión de alquilar un pedazo para mantener el otro, porque tampoco podemos trabajar así. Si no nos pagan sueldos, los servicios y la luz, no podemos trabajar. Pero si no podemos acceder, o si nos tiembla el piso, o si tenemos luces en el espacio nocturno que afectan a la reserva, tampoco podemos hacer nuestro trabajo bien. Entonces, no es que te financian el trabajo, es que te impiden el trabajo o te lo dificultan”.

“Si no te dan los fondos, vos te pones al frente del reclamo y haces todo lo que está a tu alcance y usas todo tu poder para exigir que te los den. Y si no, si quieren alquilar algo, que busquen algo que no afecta al normal funcionamiento de las cosas. Que hablen con la comunidad y le pregunten qué servicios tienen para ofrecer, cómo recaudamos. Que abran la discusión, porque esto está completamente en contra de lo que quiere toda la comunidad”, recalcó la investigadora.

Echeverría comentó también: “No tenemos mucho canal de discusión con el Consejo Superior o con el Rectorado, que es donde se toman estas decisiones, y nos vemos reducidos a hacer este tipo de manifestaciones”. Continuó explicando que “si bien no es mi línea de investigación en particular, sé de mucha gente que trabaja con animales que son muy afectados por todo lo que sea ruido y luces. Ya ocurrió que se escuchan ruidos fuertes y los ratones, por el nivel de estrés al que son sometidos, empezaron a lastimarse entre ellos, por poner un ejemplo. Ligado a eso, no hay solo animales que se usan para investigación, sino que tenemos a 200 metros de esta entrada, una reserva ecológica donde viven coipos, muchísimas especies de aves y es uno de los puntos de la ciudad donde más especies nativas de aves se pueden observar”. Echeverría detalló: “A las aves la exposición a este tipo de luz y sonido fuerte puede afectar sus patrones reproductivos también. En general, se ve muy afectada la vida silvestre, toda la fauna de la reserva, y no hay ningún tipo de plan de contención para frenar eso, simplemente ocurre. Esto está enmarcado en cierto destrato a la reserva que ya es histórico, en su momento estuvieron los bares que se quisieron construir, que se pudieron frenar, pero no es una novedad que no se tenga en cuenta la reserva en el momento de planificar estos eventos”.

Bueno remarcó: “Está probado que las vibraciones de los grandes recitales de música irrumpen en la sensorialidad de las yararás, que para moverse y orientarse usan vibraciones. Si vos le metes música, las desorientás y así es como terminás teniéndolas acá en el predio, donde no deberían estar”. Esta serpiente posee un veneno que afecta la coagulación de la sangre, por eso agregó que “pone en peligro a las personas”.

Echeverría continuo: “Las investigaciones se ven interrumpidas y no solo porque tal vez esta semana no puedas acceder al predio, sino que si estás haciendo un muestreo con especies sensibles a este tipo de estreses, probablemente los datos que estabas obteniendo ya no sean útiles. Cuando pase este evento y de golpe los comportamientos de las yararás que estaban estudiando ya no sean los mismos porque sufrieron una semana entera de exposición a ruidos y luces a las que no están acostumbradas, la validez de esos resultados es muy discutible”. Recalcó asimismo: “Todos sabemos que estamos en un contexto donde los recursos no sobran para hacer investigación científica. Entonces no hay una abundancia de dinero y de personal disponible para replantear toda una investigación desde cero”.

La intimidad de las tomas

La intimidad de las tomas

Decenas de universidades de todo el país están tomadas por los estudiantes en reclamo de mayor financiamiento y como forma de protesta por el veto del gobierno de Javier Milei a la ley que garantizaba un presupuesto digno para su funcionamiento. Una recorrida por algunas de ellas permite conocer la autoorganización de los estudiantes, sus medidas de seguridad y cómo pasan la noche. Desde las partidas de ajedrez hasta las clases públicas.

La Ciudad de Buenos Aires está en sus últimos momentos de la jornada. De a poco los locales terminan de cerrar, los motores de vehículos se apagan y los veladores de las mesitas de luz se encienden. Pero en la calle Jerónimo Salguero, a metros de la avenida Rivadavia en el barrio de Boedo, no para de haber movimiento. Cientos de jóvenes traspasan la gran persiana metálica del edificio con vidrios espejados a través de una puertita. No está del todo cerrado como aparenta, adentro está cargado de alimentos, pinturas, banderas y bolsas de dormir, porque la Universidad Nacional de las Artes, así como otras decenas a lo largo de todo el país, está tomada por sus estudiantes, y hay que cuidarla por la noche.

Olla popular, transmisión de películas, guitarras, bajos, coreografías, una mesa llena de materiales para hacer pintadas. Los estudiantes de Artes Audiovisuales quisieron que la toma sea un lugar de encuentro cálido, ameno, contra las constantes amenazas de fragmentación a la educación pública. Cuatro pibes rodean un cartel desde sus bolsas de dormir: “La unidad de todas las luchas”, reza, al igual que sus rostros, con una cofradía indisoluble.

Los estudiantes de ciencias médicas de la Universidad de Buenos Aires también están listos para pasar la noche. Mientras en la vereda la cuchara de la olla popular rescata las últimas porciones de polenta, en el hall de adentro siguen las pintadas y los recorridos para colgar carteles y banderas. Las almohadas continúan entrando al recinto antes de que llegue el horario de cierre de ingreso, pasadas las 23. Un protocolo rígido, implementado por muchos centros, para cuidar y preservar la lucha.

Por suerte, consiguen proyectar el partido de Argentina y Bolivia en un fondo de cartón lo suficientemente liso para distinguir los movimientos de cada jugador. Messi marca el anteúltimo gol de la noche, pero incluso con los gritos de festejo, no parece ser suficiente para que algunos despeguen los ojos de los apuntes.

Ya es de madrugada y en la ciudad de San Martín, a pocas cuadras de la General Paz, se oye un folklore en el fondo de un predio gigantesco. Son los estudiantes de la UNSAM congregados en un momento histórico: su primera toma. 

Mientras los alumnos de la licenciatura en Música Argentina tocaban y bailaban sus folklores alrededor de los edredones y las mochilas, al costado de la pista había tres partidas de ajedrez en simultáneo que disputaban los de Filosofía, con la misma concentración que los viejitos que se juntan en las plazas. Más adelante, en el jardín, en medio de un edificio cilíndrico parecido a una estación de tren, los de Cine se distribuyen por las gradas y las mesitas debajo de los árboles. Varios de Economía y otros tantos de Comunicación se hicieron cargo de la cena, desde un ollón de guiso de arroz hasta kilos ensalada de papa y zanahoria con repollo, con un despliegue de utensilios sobre la mesa: rayadores, tuppers, tenedores, pelapapas, cucharas y cuchillos. Recuerdan que tienen que avisarle a la estudiante de Biotecnología que está en la otra punta del predio, en el Auditorio Carpa, que acompaña al alumno circense de Artes Escénicas mientras posa sobre el trapecio y hace verticales para aprovechar la cámara de fotos. Un campus tan grande necesita estar cubierto desde todas sus puntas.

De vuelta en la Ciudad de Buenos Aires, cinco chicas se arriman al portón de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el barrio de Constitución. El horario de ingreso pasó hace ya tiempo. Las agrupaciones de la facultad armaron distintas comisiones: seguridad, limpieza, clases públicas y actividades, para garantizar su funcionamiento y proteger la toma como reclamo legítimo. El sistema se mantiene riguroso porque cualquier desviación o accidente puede ser usado en contra para invalidar toda una lucha, pero las bolsas de dormir y las caras conocidas compadecieron al estudiante de turno: Vienen a hacer patria, lo entiendo- dice mientras les abre con el ceño fruncido.

El eco del andar de unos zapatos se escucha a lo largo del pasillo. Los grupos que decidieron quedarse ya están acomodados en el piso de sus habitaciones no tan privadas: las aulas. Los cambios de turno son a las tres de la mañana y el guardián del portón no ve la hora de poder acomodarse en su bolsa de dormir, los militantes no concilian el sueño fácilmente.Como dijo Emilce Moler, sobreviviente de La Noche de los Lápices, hace unos días en una entrevista en este mismo edificio: “Militar es no dormir la siesta”.

A las siete de la mañana empiezan las primeras clases del día. Antes de eso, la cuadra ya está cerrada al tránsito, repleta de círculos de sillas y un par de pizarrones para llevarlas a cabo, todo gracias a la organización de los estudiantes. 

Cuando los caminantes pasan, no pueden evitar mirar y preguntarse por aquel espectáculo, pero sus dudas terminan cuando cruzan la bandera que ocupa toda la reja de ingreso: “Facultad tomada”. 

Una universidad de película

Una universidad de película

En medio del ajuste presupuestario al cine nacional y a las universidades públicas, la Facultad de Arquitectura de la UBA reedita esta semana el Festival Internacional de Cine. “La adversidad no debe doblegarnos sino ponernos creativos y unirnos para seguir generando oportunidades” dice el director general Ricardo Alfonsín.

La segunda edición del Festival Internacional de Cine de la Universidad de Buenos Aires (FIC.UBA) se llevará a cabo del 16 al 22 de octubre, con el fin de recorrer la historia del cine, promoviendo un diálogo entre su pasado, su presente y su futuro, y apostando por la cultura nacional, en un contexto de crisis. Organizado por La Universidad de Buenos Aires y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), a través de la Secretaria de Políticas de Diseño e Innovación Tecnológica, la Secretaría de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación y la Carrera de Diseño de Imagen y Sonido, se realizará de manera gratuita en la sede central de FADU, y su estacionamiento; en el Cine Gaumont; el Centro Cultural San Martín, y el Cine Cosmos. La edición está dedicada a la memoria de Manuel Antín, Honoris Causa de 2023.

“El FIC.UBA es un orgullo y un triunfo en medio de las adversidades que enfrenta la comunidad universitaria y del cine. En momentos como este, un festival internacional de calidad es una apuesta al futuro que nos negamos a perder de vista. Es un ejemplo de gestión de política pública. Más que nunca necesitamos que nuestros alumnos accedan a oportunidades formativas y de intercambio como esta, que sigan poniendo en los más altos lugares los proyectos gestados en la FADU”, expresa Ricardo Alfonsín, director general del evento, en diálogo con ANCCOM.

El festival contará no solo con la proyección de más de medio centenar de producciones audiovisuales, sino también con la entrega de Doctorados Honoris Causa a Mirtha Legrand, por su paso por 36 filmes de la era dorada del cine nacional, a Héctor Olivera, director, productor y guionista argentino de Patagonia Rebelde (1974), celebrando los 50 años de su lanzamiento, y a Marjane Satrapi, historietista, pintora y directora franco-iraní de películas como Persépolis (2007). También habrá seminarios dictados por Marjane Satrapi, Daniel Burman, Demián Rugna, el colectivo español Little Spain, Leonardo Sbaraglia, Diego Lerman, Diego Cagide, Diego Lucero, Nicolás Couvin, Gonzalo Gutiérrez, Jorge Pinarello, y Luis Ortega, que buscan la participación, durante seis clases magistrales, de personas dispuestas a conversar y reflexionar sobre cuestiones alrededor de la práctica cinematográfica.  Al programa se suman homenajes a Daniel Tinayre, a 30 años de la muerte del director, guionista y productor de largometrajes remarcables como La Mary (1974), película que también celebra su 50º aniversario, y a Argentina Sono Film, estudio cinematográfico fundado en 1933 y que actualmente sigue funcionando con el objetivo de producir, preservar y difundir la industria cinematográfica nacional.

Además, se inaugurará el ciclo de cine al aire libre “Terror a Cielo Abierto”, proponiendo exhibir la filmografía del director y guionista Demián Rugna, con películas como Cuando acecha la maldad (2023), una experiencia audiovisual en tendencia. “Queremos reconocer un género en auge que encuentra receptividad inmediata en nuestros estudiantes. Responde a un pedido de la comunidad. Además la figura de Demián Rugna, un director que representa la vocación, el talento y la tenacidad para desarrollar proyectos, que han recorrido los mercados y festivales del mundo hasta consagrarse entre los mejores. Representa un faro para los nuevos realizadores. Queremos darle un marco de celebración colectiva que apunta a los jóvenes que componen en su mayoría el público de FIC. UBA, con una propuesta que se completa con foodtrucks, maquillaje FX, cosplayers y una feria del terror que convertirá el estacionamiento de la FADU en un gran cine al aire libre”, cuenta Alfonsín.

El festival en ascenso contó con el doble de postulaciones que en la primera edición. Alfonsín concibe al festival como un espacio para potenciar a los nuevos realizadores, por lo que se da prioridad a óperas primas. “Haber sido seleccionado es una alegría para mi porque es en donde estudié. Siempre es un orgullo que existan estos espacios. Soy venezolano y me encanta el nivel de cultura cinematográfica de Buenos Aires, su forma de contar cine es algo muy propio de acá, y que puedan existir esta clase de festivales en estos tiempos caóticos me pone muy contento. Lo único que se puede rescatar de este caos es que cuando estamos a punto de perder algo nos empezamos a preocupar más, a notar los llamados de atención. Siento que mis círculos cercanos han consumido muchísimo más cine nacional del que normalmente consumían, y espero que esta alerta sea lo suficientemente fuerte para que la situación cambie y se apoye más el cine nacional”, reflexiona Nathaniel Pacheco, egresado de la carrera Diseño de Imagen y Sonido en FADU y realizador de la música de Vellichor, cortometraje de la Competencia de cortos UBA. El mejor cortometraje de esta competencia recibirá $1.500.000 y una vacante para participar del Programa de Capacitación del Campus MÁLAGA TALENT, en el mercado de industria del Festival de Cine de Málaga (MAFIZ). Se otorgará a la Mejor Dirección un viaje a Colombia para participar del programa de jóvenes talentos BIFF BANG!, del Festival de Cine Internacional de Bogotá, en la edición 2025. La Asociación del Personal de la UBA (APUBA) financiará la dirección de un proyecto audiovisual a desarrollar en el primer semestre de 2025, con $1.500.000, al corto ganador.

“El FIC UBA es la respuesta a lo que queremos lograr para el futuro. Es un momento difícil, pero la adversidad no debe doblegarnos sino ponernos todavía más creativos y unirnos para seguir generando oportunidades. No es fácil sostener un festival de esta magnitud en estos momentos, pero lo hacemos precisamente porque creemos en el futuro de nuestros alumnos y del cine. Como docente de la carrera de Imagen y Sonido, y desde la dirección de este festival, creo firmemente que el cine es mucho más que entretenimiento; es un vehículo para la cultura, la identidad y los valores que como sociedad compartimos. Siendo la producción audiovisual un vehículo tan importante para la promoción de los valores que uno quiere promover en la cultura, no es una actividad de la cual el Estado deba desentenderse. Debe comprometerse con ella a través de la definición de una política orientada a enriquecer y dotar de valores democráticos, humanistas, a la cultura”, concluye el director general.

La programación completa del festival puede consultarse en su página web.

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

Presentado en la Feria del Libro, “Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación” reúne a 139 especialistas que definen más de 100 conceptos, en una obra que busca diferenciarse del clásico diccionario.

Coordinado por el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Diego de Charras, la directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Larisa Kejval, y la docente e investigadora Silvia Hernández, Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación reinstala el debate sobre el objeto de la comunicación, sus fundaciones y sus límites. Con una función pedagógica, se propone como una herramienta de consulta para estudiantes e investigadores. La relación entre sociedad, medios y tecnologías, los problemas de los lenguajes y las significaciones, y las relaciones entre procesos culturales, identidades, política y economía, son algunos de los ejes que atraviesan el libro publicado por Taurus.

En diálogo con ANCCOM, De Charras, Kejval y Hernández reflexionan acerca de la importancia de contar con un vocabulario donde quienes forman parte del campo puedan verse reflejados.

 

¿Cómo surgió la idea del libro?

Diego De Charras: Más que surgir, fuimos catalizadores de una idea que estaba desde hace muchos años dando vuelta por la comunidad de la Carrera de Ciencias de la Comunicación. Existieron varios intentos de gestar un diccionario propio para esta ciencia social, pero ninguno llegó a ver el sol, entonces nos propusimos poner en marcha este proyecto y llevarlo al final. Y por suerte lo logramos.

 

¿Por qué no se pudo gestar antes un vocabulario?

Larisa Kejval: Uno de los motivos quizás es que se trata de un campo que es relativamente joven, ya que comienza a institucionalizarse a partir de los años 80, con la creación de las carreras de Ciencias de la Comunicación tanto en Argentina como en el resto de América Latina. Como es poco para un campo de conocimiento, era necesario recorrer algunas décadas para madurar un proyecto de estas características. Otro elemento tiene que ver con que es muy difícil de hacer. De alguna manera, lo que hace un diccionario es, provisoriamente, poner un borde a un campo, es decir, delimitar cuáles son sus conceptos principales y quiénes pueden ser los referentes para dar cuenta de esas nociones. Silvia, en todo el proceso de hechura, estaba muy insistente con una palabra que yo no conocía, “balizar”, que significa poner un señalamiento provisorio dentro de un campo que fluye en el transcurso del tiempo mediante el debate, pero que también es ancho, lo cual implica trazar esos bordes en relación con otras disciplinas o formas de abordaje de lo social.

Silvia Hernández: Sí, yo agregaría que son 40 años de institucionalización que igual no agotan el pensamiento de lo comunicacional, porque si uno mira las referencias bibliográficas más fuertes del libro, eso se extiende mucho más en el tiempo.

 

¿Por qué eligieron la palabra vocabulario y no diccionario?

LK: Todo el tiempo oscilamos entre esas dos palabras, porque fue una idea que formó parte de muchas conversaciones. Siempre fue nombrado diccionario porque era el término con el que conocíamos a este tipo de publicaciones en otras disciplinas. En el momento en el que nos pusimos a pensar el nombre terminamos eligiendo vocabulario porque expresaba mucho más la intención de no pretender abarcar todo, sino un conjunto de nociones que forman parte de nuestro hablar y de nuestros intercambios en una comunidad académica.

SH: Uno podría pensar que el vocabulario es un punto de llegada. En parte sí, cuando concebimos el proyecto tratamos de hacerlo no como un punto final o de decir “esto que hay acá es el campo de la comunicación”. El vocabulario no tiene un propósito normativo de decir qué sí y qué no, sino que en una época en donde la comunicación parece ser todo y que no se puede hacer nada sin ella, necesitábamos una imagen en la que vernos reflejados. De ver qué cosas pudimos hacer y qué no, qué agenda tenemos y también poder observar qué estuvo haciendo un compañero. Me parece que funciona como un mojón en sí mismo para ver cuáles son nuestras referencias.

¿Cuándo empezó el proceso de creación?

LK: Cuando Silvia no quiso ser más secretaria académica (risas). Yo le dije: “Si me vas a dejar, yo sólo te pido que concretemos este libro”.

SH: Empezó en agosto del 2022 y hubo un primer momento caótico de pensar qué metodología íbamos a utilizar y qué queríamos lograr. Eso llevó tanto tiempo como el que tuvieron los autores para escribir y el posterior período de edición. El armado de la idea también supuso pensar qué queríamos hacer, “peinar” otras referencias importantes del campo, ver qué habían hecho otros y realizar consultas. Incluso formamos un comité asesor con un conjunto de docentes de la Carrera para que nos acompañen en los primeros momentos. También tuvimos que decidir qué hacer con los términos clásicos y con los emergentes que, si bien no están reconocidos por todo el campo, queríamos apostar por ellos. Una vez definido el mapa de términos, teníamos que ver si hacían sistema, qué figura componían y quiénes serían los encargados de escribir.

LK: Sí, y todavía hoy nos levantamos pensando en nociones que deberíamos haber incluido, pero a sabiendas de que el vocabulario no abarca todo.

 

¿A qué público está dirigido el libro?

DDC: Es un proyecto que tiene distintas aristas. Una claramente es pedagógica, pensamos en nuestros propios estudiantes, tanto presentes como futuros, como en nuestros colegas, para que funcione como una herramienta de consulta permanente. Tratamos de hacer un documento que jugase en ese filo entre algo que pueda ser leído por alguien externo al campo, pero de las Ciencias Sociales, como para alguien que fuera externo a ambos lugares, pero con un interés por la comunicación y que lo pueda comprender y al mismo tiempo pudiera funcionar dentro de la academia. Por otro lado, tiene una función académica y política en el sentido de que queríamos contener a toda la comunidad docente y de investigadores de la Carrera para que pudieran quedar expresadas distintas líneas de pensamiento, matrices teóricas y perspectivas epistemológicas. Fue un hojaldre que se amasó muchas veces antes de pedir los artículos.

LK: Sí, y creo que hacia adelante va a ser interesante ver cómo repercute en otros territorios, tanto de nuestro país como de América Latina. Si bien es un proyecto que de alguna manera nace en la UBA y en Argentina, hay que ver cómo resuena en otras geografías, qué otros términos han tenido un eco allí y qué no hemos tenido en cuenta. Por ejemplo, nosotros decidimos incluir la noción de “memoria”, que no sé si en otros países de Latinoamérica es igual de significativa que para nuestra historia político comunicacional.

 

¿Cómo definieron cuáles serían los conceptos?

SH: Primero hicimos una especie de conjetura acerca de cómo podríamos ordenar este campo. Para eso, imaginamos tres subzonas: una que piensa la relación entre medios y sociedad, una que reflexiona sobre el problema de los lenguajes y la significación, y otra que medita sobre el vínculo entre identidades, cultura, política y poder. Eso permitió definir un conjunto de términos y ver cómo se ordenaban según esos ejes, pero no es una división tajante, sino que se intersectan de maneras múltiples. Con respecto a la autoría, algunos términos ya venían con su nombre, ya que hay representantes casi exclusivos de algunos conceptos. También había algunas áreas emergentes que nos interesaba que estuvieran, pero que todavía no tenían un concepto decantado, y en esos casos era el nombre del autor o autora el que nos ayudaba a definir la noción encargada de albergar esa zona de interrogaciones.

LK: Somos un equipo muy complementario, entonces también tuvimos roles entre nosotros. A Silvia lo que más le preocupaba era la lógica interna y estos conjuntos. Yo en varias oportunidades amanecía pensando en conceptos que no podían faltar y muchas veces eran un nombre propio. Los roles nos permitieron ir y venir en un buen complemento con los énfasis que cada uno de nosotros le puso en base a su trayectoria. Por ejemplo, hay que reconocer en Silvia una enorme experiencia editorial y una cabeza para llevar la carga mayor de este libro que tuvo que ver con el proceso de hechura, de elaboración de directrices y de seguimiento cotidiano del equipo.

SH: Es un campo joven y acá tenemos la posibilidad de acceder a la palabra de las personas que han hecho contribuciones sustantivas con sus definiciones, entonces recuperar esas voces para nosotros es súper valioso.

 

Ustedes lo definen como una obra coral…

SH: Todas las entradas fueron escritas al mismo tiempo, ya que si todos escribían en diferido hubiese tardado mucho más en salir el libro. Igualmente, tratábamos de informar que otras entradas conexas a las que les tocaba escribir iba a haber en el listado final y eso les permitía descartar y saber qué términos no eran necesarios que definan, ya que otra persona se iba a encargar de eso. Nosotros propusimos de base la idea de recuperar debates y en algunos casos a la hora de la elección de los términos y las autorías tomamos algunas decisiones que apuntaban a que eso ocurriera. Por ejemplo, hay algunas entradas que tienen un único término definido por más de un autor, para decir que hay distintas perspectivas desde las cuales se han venido abordando estos conceptos y que son divergentes. Lo fuerte de este proyecto viene ahora en el sentido de cómo será leído. Hay un punto en que somos responsables del proyecto, de la elección de los términos y de las autorías, pero cada uno hizo su camino, volcó su trayectoria y su mirada acerca de eso. Ahora es la comunidad la que tiene que responder sobre esto.

LK: Yo creo que también tiene que ver con el conjunto de directrices bastante exigentes que recibieron las autorías para poner en pocos caracteres una noción que a veces requiere un libro entero. Las sugerencias por parte del equipo editorial, la propuesta de abordaje y genealogía que incluía los principales debates y la delimitación de la extensión o la cantidad de citas que se podían incluir en cada una de las entradas también ayudó a que sea un material abordable y amalgamado.

 

¿Qué términos les gustaría haber sumado y no incluyeron?

LK: No los voy a decir ahora, de ninguna manera (risas). Eso será para futuras ediciones. Ahora estamos disfrutando lo que pasa en la comunidad con un proyecto de estas características que logra construirse como una obra colectiva. Trabajamos muchos y muchas en este proceso, no solo nosotros tres. Desde un equipo editorial formado por Gonzalo Zubia y Magalí Bucasich, que tuvieron la enorme tarea de recibir las entradas, de revisarlas y de editar los trabajos. Roberto Montes, profesor de nuestra Facultad que hizo el enlace con la editorial. Y un comité de asesores con quienes fuimos probando, compartiendo y validando las ideas iniciales, conformado por Washington Uranga, María Graciela Rodríguez, Felisa Santos, Oscar Steimberg y Stella Martini. También colaboró el equipo de Dirección de la Carrera en diferentes momentos.

 

¿Cuál es el principal aporte del libro?

DDC: Yo creo que es una radiografía de un momento histórico. Logra captar una imagen en movimiento que sintetiza una historia y deja una foto para el futuro.

LK: Es un mojón en una conversación, ya que además de condensar abre un montón de charlas entre las mismas páginas y también hacia el futuro. Nos invita a conversar, a volver a debatir y a discutir y eso está buenísimo. Un propósito de este libro es recuperar la conversación entre escritos y entre perspectivas, algo que fue tan central en la conformación de nuestra carrera y que hoy en nuestra sociedad sigue siendo tan necesario. En ese sentido, me parece que seguramente vengan además de las lindas reverberancias, los reclamos y las molestias. Nos hacemos responsables de ello reconociéndonos humanos y humanas, pero dándole la bienvenida.

 

SH: Yo creo que reivindica algunas cuestiones importantes que están en el título: la crítica y la idea de ciencia. Es el nombre de una carrera, pero también es una demanda por el conocimiento. Me parece que es una apuesta a situarnos, a recuperar esas palabras y hacernos cargo de ellas, por eso funciona como un gesto hacia adelante y de revisión. Hay una politicidad en redefinir y pensar el objeto de la comunicación no sólo al interior del campo sino para el conjunto de las Ciencias Sociales. Vivimos en un capitalismo que se dice informacional, entonces la cuestión de la comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos y universitarios. Esperamos que el libro pueda llegar un poco más allá también.

 

¿Además de generar debates, puede saldar ciertas discusiones?

DDC: Creo que sí. A lo largo de su proceso de existencia, nuestra Carrera fue conteniendo debates, perspectivas y tensiones. Tratamos de abarcar eso y darle una cristalización. Quisimos expresar eso que conocimos y conocemos y con lo que nos formamos y seguimos formando personas. De alguna manera, convertir eso en un conjunto de entradas y términos con sus descripciones consolida una historia y una parte del campo de las Ciencias de la Comunicación. Por lo menos de nuestra Carrera, que dialoga con otras ciencias sociales y humanas y con el campo de la comunicación del resto del país y de América Latina. Entonces, ahí hay algo que termina de tomar una forma, no definitiva, siempre precaria, pero que se termina de consolidar.

 

¿Están satisfechos con el resultado?

SH: Es algo que nos propusimos, que intenta reunir proyectos múltiples que ya han existido y que ojalá hayamos logrado hacer justicia a las expectativas de toda una comunidad. Ahora se abre eso con las lecturas, los debates y la alegría de las autorías cuando se encuentran con el libro y ven que se publicó tal cual fue prometido y que todo el esfuerzo dio lugar a este producto.

LK: Retomando lo que dijo (la docente e investigadora) Cora Gamarnik hace unos días, es un proyecto necesario porque viene a ocupar un lugar de vacancia, es colectivo, en el sentido de lo coral y de que fuimos muchos los que lo hicimos posible y es perdurable. Son cosas que están haciendo falta en nuestra sociedad.